LAS VOCES CANARIAS DE GALDÓS:

VITALIDAD ACTUAL

Clara Eugenia Hernández Cabrera

José Antonio Samper Padilla

Introducción.

El propósito de esta comunicación es analizar parcialmente el léxico

que recopiló el joven Pérez Galdós alrededor de 1860. Como es sabido, se

trata de una de las primeras aportaciones para el estudio de las formas

léxicas dialectales canarias (cfr. C. Díaz Alayón 1990). Del repertorio de

Galdós se han ocupado S. de la Nuez (1966) -a quien le sorprendía la

escasa atención que habían dedicado los filólogos a esta colección de

voces y frases canarias- y, posteriormente, C. Corrales (1993), autor del

estudio más extenso, completo y detallado de estos materiales léxicos.

Este último trabajo nos permite pasar por alto aspectos del texto galdosiano

-como el número de entradas, los tipos de definiciones, las diversas procedencias

de los vocablos...- que ya están perfectamente analizados en el

comentario de Corrales.

En nuestra exposición, haremos primero unas observaciones acerca del

manuscrito conservado en el Museo Canario de esta capital, porque es

necesario señalar que en un primer momento hubo una transcripción deficiente

de algunas de sus partes. Como la mayoría de los estudiosos sigue

citando este vocabulario por la edición que apareció en Santa Cruz de

Tenerife sobre los años 30 de este siglo, no es de extrañar que -salvo en

las aclaraciones que hace C. Corrales (1993)- se hayan mantenido los errores

en las referencias posteriores.1 Tras estas indicaciones sobre el manuscrito,

nos centraremos en el uso que actualmente tienen algunas de

las voces recogidas por don Benito. Si nuestra aportación se ciñe hoy a

algunas palabras es porque las limitaciones temporales (y espaciales) de

una comunicación impiden que hablemos de los más de 400 términos

que aparecen en el cuaderno que ha llegado hasta nuestras manos.

1. Como antes indicábamos, la edición del vocabulario que ve la luz en

la “Biblioteca Canaria” de la Librería Hespérides recoge una transcripción

imperfecta de algunas voces. La difícil letra galdosiana justifica, en parte,

este defecto, al hacer complicada la interpretación de las entradas y de las

definiciones correspondientes. Señalaremos los ejemplos más llamativos,

agrupándolos en distintos apartados:

4.3-6

924

1.1. Un primer grupo está constituido por unas pocas palabras que presentan

ligeros cambios en la reproducción de la parte dedicada a su definición.

Es lo que sucede con arritranco, definida por Galdós como “cosa

vieja o inútil”, definición en la que el transcriptor sustituyó la conjunción

disyuntiva o por la coordinada e. En la voz bosta, “excremento de ganado

vacuno”, se añade la forma del artículo tras la preposición. Por último, en

bobático, “tonto. Sin sustancia”, la edición de la Librería Hespérides elimina

el punto tras tonto.

En este mismo apartado cabe incluir el error -más importante- que se

produce en la interpretación de la definición de la palabra tirria, cuyo significado,

inquina, aparece sustituido por un extraño tuquina.2

1.2. Más relevancia tiene el que siete de las palabras que Galdós define

en el cuaderno aparezcan sin la correspondiente definición en la versión

impresa. En algún caso, la polisemia de la voz impide conocer, sin la definición

adecuada, qué sentido fue el que llamó la atención de Galdós: es lo

que ocurre con mimo.3 La lectura del manuscrito nos permite saber que el

significado destacado es el correspondiente a la “fuchsia”. En esta situación

se encuentran enfurruñado, “enfadado”; estupidura, “paliza”; halar,

“tirar”; sorribar, “roturar”; soco, “socaire”, y trompo, “peonza”. En este

mismo apartado podemos incluir una definición que se recoge incompleta,

la que corresponde a la voz reinar. En la versión de la Librería Hespérides

aparece como “hacer todo mal”, sin más, cuando Galdós había añadido

una nota relevante: “por enfurruñarse”.

1.3. Importancia mayor tiene el encontrarnos con que la transcripción

deficiente afecta a la propia entrada, porque ello ha motivado que se atribuya

a Galdós bien la recolección de palabras diferentes o bien la de algún

término inexistente en la historia de nuestra lengua. Ocurre esto en palabras

como caneca (que aparece como carraca4 ) y en clocos, confundidos

con chocos. El caso más llamativo corresponde probablemente a manera,

definido por Galdós como “la bragueta”, según recoge la acepción cuarta

del DRAE-92, que aparece deformado como un inexistente marrera.5

1.4. Hemos formado un grupo aparte con aquellas palabras que presentan

un cambio que afecta a una única grafía. En unos casos, la transformación

supone elegir una de las variantes que existen en las hablas canarias,

pero no exactamente la que había recogido Galdós: es lo que sucede con

el término chirgo, forma más usual en Gran Canaria6 que la que aparece

en la edición de la Librería Hespérides, chisgo. En otro caso, la variación

afecta a la vocal final: ñanguete, escrito por Galdós en el cuaderno, frente

al ñangueta de la edición. Se incluye también en este apartado la confusión

entre las vocales a/o que tiene lugar en sorraballar (sorroballar). Menos

importancia tiene un error de Galdós, una metátesis que lo lleva a

escribir descombachado en lugar de desconchabado.7

925

Sin insistir en otros detalles de menor relevancia, es justo destacar que

acudir al texto original escrito por el joven novelista permite aportar una

serie de modificaciones que contribuyen a eliminar algunos errores que

han venido repitiéndose en diversos estudios del léxico regional.

2. Uno de los objetivos principales del estudio que estamos realizando

sobre el léxico recogido por Galdós es analizar si ese vocabulario que

llamó la atención de aquel estudiante hace más de un siglo pervive aún en

la isla. Hoy no podemos conocer con exactitud si esas palabras que anotaba

Galdós tenían un uso extendido, o estaban limitadas a determinados

niveles socioculturales o a ciertas situaciones comunicativas, es decir, no

nos es posible conocer el alcance diastrático y diafásico que podían tener

estos vocablos que atraían la atención de un estudiante, probablemente

porque no correspondían con los que veía en los libros, que reflejaban la

norma estándar del español de la época. Hoy, sin embargo, los nuevos

caminos metodológicos abiertos por la sociolingüística nos permiten señalar

cuál es la extensión de uso y conocimiento de esos términos

dialectales en una determinada sintopía, referidos, claro está, al momento

presente.

Como ya se sabe, en los léxicos dialectales aparecen como propios de

una comunidad una serie de términos que o bien tienen un alcance

diatópico mucho más amplio (y, por tanto, no son exclusivos de ese

geolecto) o bien son vocablos que fueron usados, efectivamente, en tiempos

pretéritos -en el momento en que fueron destacados por los

recopiladores regionales-, pero que hoy tienen una existencia precaria o,

incluso, han dejado de pertenecer totalmente a la nómina léxica de la

comunidad. No es raro, por eso, que se vean los léxicos dialectales como

un conjunto de antiguallas, de voces muertas o a punto de morir. Precisamente

uno de los objetivos de nuestra investigación es delimitar qué vocabulario

pervive en esta comunidad de habla y qué otro está sufriendo un

proceso de desgaste que puede llevarlo a la desaparición.8 En este sentido,

el léxico recopilado por el joven Galdós alrededor de 1860 nos ofrece

una magnífica posibilidad de acercarnos a ese propósito investigador.

Los resultados parciales que hoy aportamos corresponden a las encuestas

que hemos llevado a cabo en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria

entre 40 hablantes (20 hombres y 20 mujeres) de las generaciones extremas

-la primera (de 25 a 35 años) y la tercera (más de 55 años), pertenecientes

a un mismo nivel sociocultural, el más bajo del espectro. En todos

los casos, son hablantes que (1) no han realizado más estudios que los

primarios, o la enseñanza obligatoria (frecuentemente incompleta) si se

trata de los más jóvenes, (2) que tienen ocupaciones que no suponen

especialización y (3) cuyo nivel de ingreso no supera las 120.000 ptas. El

que limitemos ahora los datos a estos hablantes se debe, por un lado, a

que han nacido y viven en el mismo núcleo urbano donde vivió Galdós.9 Por

otra parte, estudios previos sobre pervivencia de léxico nos han mostrado

926

que los hablantes de estos niveles socioculturales mantienen más activamente

el uso de términos arcaicos. Además, la consideración de las dos

generaciones extremas -la incorporación del tiempo aparente labovianosirve

como indicador del futuro de estos términos: nos señalará si podemos

prever su próxima desaparición o si se mantienen con vigor ya que

permanecen entre los hablantes de la generación más joven.

Hemos querido tener en cuenta la diferencia entre el uso y el simple

conocimiento pasivo de los términos, porque cuando una voz deja de

usarse, quedando sólo en el léxico pasivo de la comunidad, está empezando

a dar unos pasos que pueden conducirla a su desaparición. Por eso no

sólo tomaremos en consideración la diferencia de edad o de sexo, sino

también la pertenencia a la nómina activa o pasiva de cada vocablo.

Dado que resulta inabarcable comentar aquí lo que sucede con los más

de 400 vocablos que recopila Galdós, hemos hecho una selección atendiendo

al significado para ceñirnos a un grupo de vocablos representativo.

Aunque en un primer momento pensamos en los términos relacionados

con la flora y con la agricultura, la constatación de que muchos no perviven

o que lo hacen con unos porcentajes ínfimos, nos llevó a elegir el campo

de los sustantivos y adjetivos que designan estados y cualidades aplicables

al hombre -tanto de carácter físico como de orden psíquico y moral-,10

puesto que se trata de un léxico que, como ha indicado J. Pérez Vidal

(1991, p.100), se conserva fácilmente en los ambientes más elementales

de la familia. Como señala el mismo estudioso para los portuguesismos

presentes en el español de las Islas, predominan, dentro de los de índole

moral, los que suponen valoración negativa.

En el léxico que hemos seleccionado para este trabajo pueden distinguirse

tres grandes apartados según el tipo de información que aporta

Galdós en su colección de voces:

a) Hay un grupo que aparece definido con el significado que nos interesa.

Valgan como ejemplos los términos bochiche “grueso“, embelesado

“adormilado“ o enroñado “incomodado“.

b) En otros casos, Galdós se limita a aportar la entrada sin definición

alguna:

b1) En algunos ejemplos el valor elegido (adjetivo o sustantivo que apuntan

a rasgos humanos físicos o morales) es incuestionable cuando acudimos

a otras recopilaciones léxicas regionales y observamos que este significado

o bien es el único o bien es el predominante: amulado, fañoso,

baladrón, mataperro, pitre...

b2) Hay, sin embargo, otros términos en que el valor de cualidad o defecto

físico o moral se ha desarrollado claramente a partir de un significa927

do primitivo, muchas veces a través de un proceso de metaforización festiva.

Son casos en que no es posible afirmar con seguridad cuál era el

sentido que quería resaltar Galdós (el que podemos considerar recto, o el

figurado que ha surgido a partir de aquél). Ahora bien, sólo hemos incorporado

estas palabras cuando han sido destacadas con tal valor por los

recopiladores del léxico grancanario, sobre todo por los hermanos Millares

(1932) y por F. Guerra (1965), lo cual nos permite suponer que se trata

de significados que podían estar presentes ya en la época galdosiana. Nos

referimos a términos como el marinerismo tolete “persona torpe“, y a otros

como templero “persona grande y gorda“, velillo “mujer casquivana“,

taramela “persona que habla alocadamente“ o pilfo “persona despreciable”,

todas ellas con valores destacados tanto por Millares (1932) como

por F. Guerra (1965).

c) Por último, no hemos querido prescindir de once vocablos que aparecen

en Voces canarias con una breve definición que se refiere, en la mayor

parte de los casos, a objetos materiales: arritrancos (cosa vieja o inútil),

lebrancho (pez), tiesto (trasto), verguilla (alambre), morrocoyo (galápago)...

En todos estos ejemplos el valor metafórico está presente en las definiciones

de otros recopiladores del léxico grancanario, como Millares (1932),

P.Cabrera (1961), F. Guerra (1965), M. Santiago (1965), etc.

Todos los términos y valores que comentamos entran en la categoría -a

veces, difusa- de los “canarismos”. Al menos, así aparecen en el recientemente

publicado Diccionario diferencial del español de Canarias, de C.

Corrales, D. Corbella y Mª.Á. Álvarez (1996). Las dos únicas excepciones

corresponden a las voces sopa y tambora. La primera ha sido recogida

para Gran Canaria en el Diccionario de canarismos, de A. Lorenzo, M. Morera

y G. Ortega,11 con el significado de “persona poco avispada, poco enérgica,

con pocas luces”. En cuanto a la segunda, el valor de “mujer gorda”

afloró en las encuestas-piloto que realizamos para preparar el cuestionario

definitivo.12

Dos observaciones son precisas antes de pasar a dar los resultados de

las encuestas:

a) No aparecen datos de las palabras enfurruñado, fofo, gangoso ni traspuesto,

porque, a pesar de que fueron recogidas por Galdós dentro de su

colección de voces y frases canarias, tienen (y han tenido) una distribución

diatópica que excede claramente el marco insular y pueden ser consideradas

propiamente como vocablos del español general.13

b) En dos casos hemos preguntado por dos valores distintos de la misma

voz. Cuando nos referimos a ellas, usamos los numerales 1 ó 2 para

diferenciar ambos matices, que aparecen separados en distintos compendios

de vocabulario regional. Nos referimos a enguirrado (1, “encogido por

el frío”; 2, flaco, “enteco”) y a temoso (1, “pesado”; 2, “temeroso”).

928

3. Si tenemos en cuenta los resultados generales que aparecen en el

apéndice, podemos observar que de las 85 unidades14 que trabajamos en

esta ocasión hay 30 que hoy forman parte de la nómina activa del español

de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, al superar el 50% en el listado

de uso. De ellas, 6 entran en la decena de los 90 (y resultan, salvo

escarranchado, conocidas por todos los hablantes de la muestra: cambado,

amulado, machango, tolete y machona); en la decena de los 80 hay 8

vocablos; en la de los 70 se encuentran 4; en la de los 60, 9; por último,

en la de los 50 aparecen 3.

Por debajo de la marca-límite (50), hay 55 términos. Como después

comprobaremos, es de destacar lo que ocurre con el grupo de los que se

encuentran en la decena de los 40 (9 vocablos), en la de los 30 (3 casos)

y en la de los 20 (12 ejemplos), porque se pueden observar importantes

diferencias generacionales: muchos de ellos son parte integrante de la

nómina léxica activa del grupo de mayor edad, pero ya no son usados por

los más jóvenes. También es importante constatar el elevado número de

términos (o valores significativos) que prácticamente no tienen vida activa

en Las Palmas de Gran Canaria (con menos del 20 por ciento de vitalidad).

El listado nos muestra, asimismo, aquellas palabras que ya han dejado de

pertenecer a la comunidad porque no hay hablantes que las usen, ni siquiera

que las conozcan (son los casos extremos de pipante, pitre,

singuillón, tártago y trompitisca, a los que hay que sumar los cuatro que, a

diferencia de los anteriores, son conocidos -pero no usados- por unos

hablantes aislados: desborrifado, galibardo, temoso-1 y debaso). Hay que

esperar a conocer nuestros resultados en otras zonas de la isla y en otros

niveles socioculturales, pero los datos actuales dan pie para pensar que

son términos prácticamente desaparecidos en esta sintopía. Estudios paralelos

podrían indicarnos si también se han perdido ya en el resto de las

islas del Archipiélago, si alguna vez han vivido allí. Se trata, pues, de voces

que o bien no eran frecuentes ya a mediados del XIX -y Galdós las anotaría

como palabras exóticas, llamativas por su rareza-, o bien han sufrido un

importante desgaste que las ha llevado a la práctica desaparición.

4. Dentro de las variables sociales que explican las diferencias observadas

en el uso que hacen las comunidades de cierto tipo de vocabulario

tradicional ocupa un lugar importante el condicionante generacional, tal

como hemos tenido ocasión de comprobar en nuestros estudios sobre la

vitalidad de algunos “arcaísmos” en Gran Canaria. Mucho más relevante

que factores como el sexo, el nivel sociocultural o la procedencia

geodemográfica dentro de la Isla, la edad explica los casos de mayor contraste

entre los hablantes. Por eso parece relevante destacar aquellas palabras

en que se nota mayor diferencia entre los hablantes de las dos generaciones.

Para no alargar excesivamente la lista, nos limitaremos a aquellas

voces que presentan una diferencia en el índice de desconocimiento

igual o superior a los 25 puntos porcentuales. Son los 38 casos que aparecen

en el cuadro 1.

929

Los 22 vocablos que aparecen marcados por la letra A son ejemplos de

palabras que han dejado de pertenecer -o están a punto de hacerlo en los

casos de encloquillado y palanquín- a la nómina léxica de la ciudad de Las

Palmas de Gran Canaria en el lapso temporal que va desde la actual tercera

generación a la primera, tiempo en que se ha producido, como puede

verse, un intenso desgaste de esos términos tradicionales, probablemente

sustituidos por otros de uso más amplio en el español general. Muchas de

estas voces están aún cerca del 50% de índice de nómina activa. La aceleración

del proceso es especialmente destacada (con 50 o más puntos de

diferencia) en los diez casos siguientes: apalastrado, baladrón, desmorecido,

embullado, encloquillado, enroñado, entripado, monifato, palanquín y

pírgano. No podemos dejar pasar por alto en este conjunto lo significativo

que resulta, por un lado, que tres vocablos (baladrón, embullado y monifato)

ya lleguen a ser desconocidos para todos los hablantes jóvenes, y, por

otro, que también tres de estas palabras (encloquillado, enroñado y palanquín)

pasen de ser voces familiares -conocidas- para todos los encuestados

de mayor edad a ser completamente ignoradas para más de la mitad de

nuestros informantes menores de 35 años.

III I

A

agoniado 10 50

apalastrado 20 70

baladrón 15 100

balurdo 30 60

bobático 45 80

chopenco 35 70

desmorecido 30 90

embullado 30 100

encloquillado -- 60

enjillado 45 90

enroñado -- 80

entripado 35 95

jandorro 45 90

lebrancho 40 70

930

Cuadro 1. Índice de desconocimiento de los términos según generaciones.

monifato 45 100

palanquín -- 60

pastura 45 70

pilfo 40 70

pírgano 10 80

tenique 45 90

tiesto 25 65

velillo 20 55

B

bobanco 5 45

embelesado -- 30

enguirrado-1 5 40

pambufo 5 35

(a)repollinado 5 35

revejido -- 45

verguilla 10 35

zafado -- 35

C

caneca 60 100

chanco 60 95

debaso 75 100

ido 75 100

milindrico 65 90

rabisquiento 55 80

tambora 50 85

temoso-2 50 80

zocate 60 85

931

Las ocho voces que se incluyen en el grupo B representan una situación

levemente distinta, en cuanto todavía el índice de desconocimiento no

alcanza el 50% en la primera generación, si bien es verdad que está muy

próximo a él. Son palabras que se sitúan, mayoritariamente, en la nómina

léxica de la comunidad. De todas ellas, resaltamos el que embelesado,

revejido y zafado ya cuentan con informantes para los que resultan voces

totalmente extrañas.

En el conjunto que hemos denominado C se recogen nueve voces en

las que es apreciable la aceleración de un proceso iniciado bastante tiempo

atrás, puesto que ya son voces desconocidas para la mayoría de los

integrantes de la tercera generación. El desgaste es total en tres términos

(caneca, debaso e ido ‘desmayado de hambre’), que alcanzan el grado

máximo en el índice de mortandad léxica entre los hablantes de menor

edad.

No podemos terminar con este apartado de las diferencias generacionales

sin mencionar un ejemplo que no sigue el camino que hasta ahora hemos

descrito. En este caso una acepción de una palabra se revitaliza y resulta

más conocida y usada por los hablantes de la primera generación que por

los de la tercera: la voz laja, con el significado de “gamberro”,15 alcanza un

75% en nómina activa y sólo un 15% en la lista de desconocimiento de los

hablantes más jóvenes, mientras que los mayores la usan sólo en un 45%

de los casos y la desconocen en un relativamente amplio 40%.

Conclusiones.

1. Revisar el texto original galdosiano ha permitido corregir ciertas

erratas que se habían deslizado en la primera edición del manuscrito y que

han venido repitiéndose en los estudios de léxico regional. Algunas de

esas erratas afectan a las definiciones de las voces; otras, a la propia entrada,

como en los casos de caneca, clocos y manera.

2. La realización de una serie de encuestas en la ciudad de Las Palmas

de Gran Canaria nos informa sobre el grado de vitalidad de los términos

recogidos por Galdós hace más de un siglo. Nuestro análisis de lo que

ocurre con 85 sustantivos y adjetivos que designan estados y cualidades

aplicables al hombre muestra que hay 30 vocablos que se mantienen perfectamente

vivos en esta comunidad de habla, mientras que otros 50 han

sufrido un proceso de desgaste que los acerca a su desaparición. La mortandad,

por último, ha llegado para 5 palabras que ya no son ni usadas ni

conocidas por los hablantes de la ciudad donde residió don Benito.

932

APÉNDICE: DATOS GENERALES.

NA NP ML

cambado (torcido) 97.5 2.5 —

amulado (enfadado) 95 5 —

machango (p.ridícula) 95 5 —

tolete (p.torpe) 95 5 —

escarranchado (abierto de piernas) 95 2.5 2.5

machona (mujer hombruna) 92.5 7.5 —

desconchabado (descoyuntado) 87.5 10 2.5

ruin (niño muy travieso) 87.5 10 2.5

engoruñado (encogido por el frío) 87.5 7.5 5

ñangueta (cobarde) 85 5 10

embelesado (adormilado) 85 — 15

chafalmeja (p.informal) 82.5 10 7.5

mataperro (gamberro) 82.5 10 7.5

ensayado (contento, alegre) 82.5 — 17.5

engrifado (rabioso) 75 7.5 17.5

fañoso (gangoso) 75 5 20

zafado (descarado, desenvuelto) 70 12.5 17.5

verguilla (p.muy delgada) 70 7.5 22.5

(a)repollinado (recostado) 67.5 12.5 20

fachentoso (jactancioso) 65 25 10

933

NA NP ML

rozado (irritado por el roce) 62.5 7.5 30

arritranco (p.despreciable) 60 27.5 12.5

pambufo (muy gordo) 60 20 20

alpispa (mujer chismosa) 60 20 20

boliche (p.rechoncha) 60 17.5 22.5

enguirrado-1 (encogido por el frío) 60 17.5 22.5

laja (gamberro) 60 12.5 27.5

revejido (raquítico) 57.5 20 22.5

encloquillado (en cuclillas) 57.5 12.5 30

palanquín (sinvergüenza) 52.5 17.5 30

bosta (mujer gorda) 47.5 35 17.5

velillo (mujer casquivana) 47.5 15 37.5

bobanco (bobalicón) 45 30 25

pírgano (p.alta) 45 10 45

enroñado (enfadado) 42.5 17.5 40

privado de su juicio (contento) 42.5 — 57.5

agoniado (agobiado) 40 30 30

tiesto (p.de mala reputación) 40 15 45

enguirrado-2 (flaco) 40 2.5 57.5

bobera (tonto) 30 27.5 42.5

934

NA NP ML

apalastrado (tendido) 30 25 45

baladrón (granuja) 30 12.5 57.5

balurdo (gandul) 27.5 27.5 45

lebrancho (p.de gran tamaño) 27.5 17.5 55

desmorecido (muerto de risa) 27.5 12.5 60

zocate (con poco seso) 27.5 — 72.5

pastura (p.pachorruda) 25 17.5 57.5

enjillado (seco, arrugado) 25 7.5 67.5

embullado (alegre, animado) 22.5 12.5 65

chopenco (p.despreciable) 20 27.5 52.5

bicharango (p.despreciable) 20 17.5 62.5

entripado (empapado) 20 15 65

tenique (p.bruta, cabezota) 20 12.5 67.5

jandorro (sucio) 20 10 70

sopa (de pocas luces) 17.5 17.5 65

morrocoyo (p.gruesa) 17.5 7.5 75

pilfo (p.despreciable) 15 30 55

monifato (p.ridícula) 15 12.5 72.5

chanco (p.despreciable) 15 7.5 77.5

bobático (tonto) 12.5 25 62.5

tambora (p.gorda) 12.5 20 67.5

rabisquiento (de mal genio) 7.5 25 67.5

935

NA NP ML

milindrico (melindroso) 7.5 15 77.5

caneca (tonto) 7.5 12.5 80

bochiche (grueso) 7.5 5 87.5

vagañete (vago) 5 10 85

ido (con hambre) 5 7.5 87.5

majalulo (p.torpe) 5 5 90

soturno (triste) 5 5 90

taramela (p.que habla alocadamente) 5 5 90

templero (p.grande y gorda) 5 5 90

temoso-2 (temeroso) 2.5 32.5 65

avisado (listo) 2.5 12.5 85

embustero (mimoso) 2.5 10 87.5

ajoto (osado) 2.5 — 97.5

matalote (bruto) 2.5 — 97.5

debaso (perezoso) — 12.5 87.5

temoso-1 (terco) — 5 95

galibardo (p.atontada) — 2.5 97.5

desborrifado (manirroto) — 2.5 97.5

pipante (obeso) — — 100

pitre (petimetre) — — 100

singuillón (alto y desgarbado) — — 100

tártago (p.tonta) — — 100

trompitisca (p.que vale poco) — — 100

936

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NOTAS

1 Incluso aparecen en una obra tan cuidada como el Tesoro lexicográfico del español de

Canarias. Como es lógico, C. Corrales, D. Corbella y M. Á. Álvarez se basan en la edición

de la Librería Hespérides, de Santa Cruz de Tenerife.

2 Este error lo indica C. Corrales (1993, p.14) y aparece ya subsanado en la segunda

edición del Tesoro lexicográfico del español de Canarias.

3 Es una duda que se plantea, muy razonablemente, C. Corrales (1993, p.12): “hemos de

suponer que se refiere a una planta, la Nicotiana glauca, mala hierba de porte arbustivo,

que Branwell en su Historia natural llama también malgusto, robusto, tabaco moro

y bobo”.

4 En el Tesoro lexicográfico la palabra carraca aparece con dos entradas. La primera

recoge el significado de ‘automóvil viejo y destartalado’. La segunda -en la que los

autores incluyen la cita galdosiana- se refiere al valor ‘matraca’, que señala M. Alvar en

el ALEICan para diferentes puntos del Archipiélago.

5 En realidad se trata de la única vez que se refleja el uso en el español de Canarias de esa

acepción cuarta de la palabra, ya desusada según el diccionario académico. Que la

palabra se ha usado con ese valor con relativa frecuencia en la isla de Gran Canaria se

puede comprobar a través de las respuestas de dos informantes del léxico de la norma

culta de Las Palmas de Gran Canaria (SAMPER, J.A. et alii. 1997; entrada 652). Es un

ejemplo más de las dotes de observación del futuro novelista, que ya sabe destacar lo

realmente distintivo.

6 Es la que recogen los hermanos Millares (1932, p.83) y F. Guerra (1965, p.194). Este

último remite a la variante chilgo, producto de la neutralización de las líquidas implosivas.

Chirgo es también la forma que registra P.Cabrera (1961, p.361).

7 Recordemos aquí otro lapsus calami del cuaderno, ya señalado por J. Pérez Vidal (1973,

p.63): en lugar de ‘cuenca de madera’, la acepción rural de gaveta, Galdós escribe

‘cueva de madera’.

8 Vid. SAMPER, J.A. y HERNÁNDEZ, C.E., dentro de un proyecto de investigación auspiciado

por el Cabildo Insular de Gran Canaria para el estudio comparativo de los arcaísmos

léxicos en las islas de Puerto Rico y Gran Canaria, hecho en colaboración con H. López

Morales, 1995.

9 En trabajos futuros analizaremos el contraste de los datos urbanos con los de las zonas

rurales de la isla.

10 No se incluyen los gentilicios, ni tampoco aquellos sustantivos que, como campurrio,

magaruto, mago o maúro, designan procedencia rural.

11 Con el significado ’quedar avergonzado’ aparece en Jordé (1944, p.35).

12 Además, es un significado que señala J.J. Dorta (1989).

13 No obstante, como de algunas de estas voces se hacen eco otros recopiladores del

léxico canario, no hemos querido prescindir en las encuestas iniciales de la información

sobre su conocimiento y uso entre nuestros informantes. De este modo, sabemos

que traspuesto es una palabra de amplio uso en la ciudad (80% en la nómina de léxico

activo). Mucho menor es el empleo de enfurruñado, término que, con su 50% en nómina

activa, muestra un grado de desgaste relativamente importante.

14 Con las duplicaciones que acabamos de indicar; sin ellas, tendríamos que hablar de 83

palabras.

15 Como “individuo molesto y machacón” la define A. Armas (1944, p.71).