GALDÓS Y LA MUJER DEL 98

Juana Sánchez-Gey Venegas

Galdós es un profundo conocedor de la mujer. Con esta afirmación,

todos estaríamos de acuerdo. Sin embargo, la temática de estas páginas

se refiere a la conceptuación que de sí misma tiene la mujer en la novela

galdosiana en diálogo con la exposición más filosófica y reivindicativa de

una escritora, amiga de Galdós: Emilia Pardo Bazán, que ha sido una de las

primeras autoras españolas conscientes de la exclusión de la mujer de la

vida social de su época y, concretamente, en España.

En los últimos años la reflexión filosófica acerca de la mujer se ha centrado

en el concepto de género.1 Esta perspectiva subraya el concepto

sociocultural asignado históricamente a hombres y mujeres y analiza la

adecuación o no del mismo. En la actualidad, la línea de investigación más

avanzada propone:

a) El rechazo de un dominio hegemónico de un género sobre

el otro.

La ampliación del ámbito de la razón a fin de legitimar como

razonable las relaciones humanas y el abandono, por tanto, de

todo abuso de poder o equiparación entre razón y poder.

b) Tras la reivindicación, la propuesta se inclina por un pensamiento

transformador de nuestra conciencia que le permita ser

potenciadora de recursos, creativa.

A este respecto se propone la búsqueda de espacios más subjetivos

que sitúan la identidad como heteronomía, el yo-en-relación; apelación de

lo universal sin eliminación de la diferencia; exclusión de los dualismos en

pro de un proyecto humano abierto y creativo.

La inclusión de la mujer y el rechazo de un poder hegemónico.

A partir de la obra de Mary Wollstonecraft Vindicación de los derechos

(1792) se pone de manifiesto que la mujer ha sido excluida del debate

ilustrado sobre los derechos del género humano. En España tendrá que

pasar un largo siglo para que dos mujeres, escritoras gallegas, primero

Concepción Arenal y, a pocos años de diferencia, Emilia Pardo Bazán de-

4.1-14

1027

nuncien el papel atribuido a la mujer, su falta de libertad como causa de

su imposibilidad de desarrollo personal y nula participación en la vida

social.

En este marco de referencia vamos a poner en diálogo a Pardo Bazán y

Pérez Galdós porque ambos se comunicaron personalmente y a través de

sus novelas en relación a varios temas, entre los que se cuentan el de la

situación humana y social de la mujer. Así, Carmen Bravo Villasante dice

que Memorias de un solterón (1891) y Tristana (1892) son novelas que se

complementan o se contrastan en réplica, y éste fue el motivo de la crítica

de Pardo Bazán a Tristana.2

Entre 1891 y 1893, Emilia Pardo Bazán publica una serie de artículos en

Nuevo Teatro Crítico, revista dirigida y escrita en su totalidad por nuestra

autora. En 1892 presenta en el Congreso Pedagógico un discurso hondo y

ponderado del papel de la mujer en la sociedad española.

En estos mismos años, Galdós crea unos personajes femeninos que

alcanzan auténtica plenitud.3 En torno al 98, publica varias novelas que

vamos a analizar, la que consideramos precedente de esta temática Tristana

(1892), especialmente Misericordia (1897) y, finalmente, El Abuelo (1897).

Tanto Pardo Bazán como Pérez Galdós exponen que la primera reivindicación

supone una igualdad de oportunidades para la mujer y el hombre

porque, según la autora gallega “los defectos de la mujer española, dado

su estado social, en gran parte deben achacarse al hombre, que es, por

decirlo así, quien modela y esculpe el alma femenina”4 y Galdós dice, a

través de Saturna, en Tristana:

Si tuviéramos oficios y carreras las mujeres, como los tienen

esos bergantes de hombres anda con Dios. Pero, fíjese, sólo tres

carreras pueden seguir las que visten faldas: a casarse, que carrera

es, o el teatro..., vamos, ser cómica, que es un buen modo

de vivir, o ...no quiero nombrar lo otro. Figúreselo.5

Sin embargo, sorprende ver que a comienzos de la reflexión en España

acerca del papel de la mujer, tanto la autora gallega como Galdós acudan,

enseguida, a la necesidad de rechazar cualquier tipo de dominación de un

género sobre el otro y traten de no acomodarse a lo que la sociedad les

está ofreciendo en la búsqueda de un claro proyecto para una mejor convivencia.

Así habla Nina al final de Misericordia:

...quiere decirse, que en donde quiera que vivan los hombres, o

verbigracia, mujeres, habrá ingratitud, egoísmo, y unos que manden

a los otros y les cojan la voluntad. Por lo que debemos hacer

lo que nos manda la conciencia, y dejar que se peleen aquéllos

por un hueso, como los perros; los otros por un juguete, como

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los niños, o éstos por mangonear, como los mayores...6

Y Pardo Bazán dice en la Memoria del Congreso Pedagógico de 1892

que titula La Educación del hombre y la mujer:

La cultura, hoy por hoy, se circunscribe a ciertas clases sociales,

aunque el ideal sea extenderla y comunicarla al mayor número.

Lo único que creo se debe en justicia a la mujer, es la

desaparición de la incapacidad congénita, con que la sociedad

la hiere. Iguálense las condiciones, y la libre evolución hará lo

demás.7

Las posibilidades teóricas que vemos en ambos autores nos parecen

enormemente cercanas a muchos de los planteamientos que se proponen

actualmente en el que, después de haber criticado en décadas anteriores

los papeles sociales jugados en la historia por ambos géneros, se proyectan

ahora nuevos espacios más razonables y más cercanos a las vivencias

realmente humanas, articulables desde las diferencias. Desde esta perspectiva

puede entenderse el cuidado de Nina por Mordejai: “Era indispensable

buscar albergue; después trataría de curar a Mordejai de su sarna o

lo que fuese, pues abandonarle en tan lastimoso estado no lo haría por

nada de este mundo, aunque ella se viera contagiada del asqueroso mal”8

o las palabras dirigidas al krausista Urbano González Serrano por Pardo

Bazán: “Cabalmente la aspiración que hoy late y mañana se revelará con

toda su fuerza (pues lo que está en la conciencia desciende tarde o temprano

a la ley y a la costumbre) es la fraternidad amistosa como tipo normal

de relación entre las dos mitades del género humano”.9

Así puede explicarse que la novela galdosiana haya alcanzado una idea

englobadora de la comprensión del mundo, la cual no se ajusta a ningún

desarrollo teórico basado en la dominación, sino que está capacitada para

acoger la incidencia humana y proyecta un modelo de sociedad que no es

legitimador de las carencias sino utopía de lo que se desea. Nina simboliza

otro mundo, que vive el amor desinteresado, sin medida, ajeno a la ingratitud

y próximo siempre a la compasión. Y este símbolo resulta que es

real, porque la realidad es lo soñado y la felicidad no supone eficacia,

como Juliana creía entender, sino el vivir del amor. Así mismo, Emilia

Pardo Bazán afirma: “La grande obra progresiva del cristianismo, en este

particular, fue emancipar la conciencia de la mujer, afirmar su personalidad

y su libertad moral, de la cual se deriva necesariamente la libertad

práctica”.10

Tristana, Benina y Dolly proponen la ruptura de dualismos: sueño/realidad,

ingratitud/amor, legitimidad/ilegitimidad. La mujer en Galdós acomete

y se responsabiliza de su elección personal y asume compromisos en

un vivir humanizador basado en su propia libertad. Este es el único mundo

que puede convertirse en bueno.

1029

Galdós da vida a una forma de sensibilidad, que personifica en la mujer,

porque posee una peculiar forma de organizar el mundo no basada en

esquemas dualistas tradicionales, aquellos que asignaban la eficacia, la

objetividad a la razón y la emoción, la subjetividad a la naturaleza, considerando

que la razón es lo masculino y la naturaleza lo femenino. Sin

embargo, más bien tendríamos que pensar que estos esquemas son demasiado

rígidos y bajo su perspectiva el corazón humano aparecerá siempre

desgarrado, pues son propuestas profundamente excluyentes. Estas

divisiones son causantes de importantes omisiones de otras fuerzas más

aglutinantes y poderosas que por ser auténticamente personales son también

radicalmente sociales. Nina, Tristana y Dolly sufren en sus entrañas

las estrecheces mentales de otros, que no las pueden percibir por causa

de sus propias miopías; sin embargo, la razón de estas mujeres mucho

más amplia, resulta relacional y por ello comprometida, capaz de sentir y

asumir la diferencia. Sólo desde esta perspectiva Nina atiende a Mordejai y

Dolly derrocha ternura con el abuelo.

Esta razón respetuosa y no dominadora que alcanza por igual a Emilia

Pardo Bazán y a Galdós es la propuesta por pensadoras actuales como

Carol Gilligan, que propone una moral del cuidado como compromiso

puramente humano, o Graciela Hierro que propicia “la creencia -enteramente

femenina- de que el ser humano completo es la pareja. Las mujeres

siempre lo han entendido así y por ello han centrado su existencia en el

amor”.11 Los dualismos han sido siempre esquemas divididos con la única

pretensión de dominio y, en ningún caso, expresión de una solicitud atenta

a saber y comprender cómo es el mundo. Estas concepciones enfrentadas

responden a un esquema empobrecido, a priorístico, que no percibe

que el vivir, sea físico o humano, se caracteriza por una complejidad que

excede los esquemas reductivos de nuestras interpretaciones e incluso la

misma capacidad humana que siempre observa la vida a través de mediaciones.

Gran parte del genio galdosiano -como se ha dicho- se debe a su enorme

capacidad de escucha que no interrumpía el vivir pleno, radiante y

fecundo de cada naturaleza que encontraba a su paso. Así dice María

Zambrano:

Y así, se ha hecho posible la existencia de criaturas como las

que encontramos en la novela de Galdós, criaturas que no han

consentido ser apresadas, sino por la palabra humilde ceñida a

la vida, que no han sido accesibles más que poéticamente. En la

novela de Galdós -muestra de realismo español-, la fascinación

de la vida ha triunfado sobre el poder de las ideas, sobre su

prometedora fuerza de avasallar la realidad.12

1030

El pensamiento creativo y relacional.

La reflexión actual acerca del género pretende “hacer comprensible la

diferencia (lo cual) no significa hacerla desaparecer”.13 Esta forma de interpretar

el mundo resulta más integradora, pues no busca dividir sino aceptar,

reconocer desde la diferencia lo múltiple, no imponer distancias sino

proponer relaciones. Como dice Fox Keller, admitir “la diferencia invita

pues a una forma de compromiso y entendimiento que permite que lo

individual sea preservado”.14 Vemos, pues, que desde este planteamiento

se hace más comprensible el mundo creativo galdosiano tan rico, tan complejo,

tan natural y, al mismo tiempo, paradigmático.

En esta misma línea conceptual, la filosofía del género subraya la posibilidad

de una transformación de la razón que, ajena al énfasis de la autonomía,

propicia una comunicación abierta al otro, receptiva de los sentimientos

ajenos. De este modo un reconocido especialista galdosiano dice

en un magnífico artículo acerca de Misericordia:

El ya maduro escritor liberal, de raíz gineriana y, por consiguiente,

con un fuerte sentido moral, y aun religioso, reserva a Benigna

una última y capital función: perdonar y curar a Juliana,

humanarla en definitiva, poner conciencia en la administración

para evitar la ciega tecnocracia de la eficiencia.15

Esta es la primera consecuencia del rechazo de la división razón/amor,

eficacia/generosidad, poder/entrega... que el vivir se hace más comprensivo

de las realidades ajenas, más empático, pues el amor permite intimidad

sin ahogar la diferencia, propicia una nueva forma de atención que es,

sin duda, una nueva forma de pensamiento. En ocasiones no se requiere

el cambio de las personas sino de las mentalidades, en pro de una búsqueda

de relaciones incluyentes y no de enfrentamientos, lo contrario sería

suplantar lo masculino con sus propias armas. Interesa, sin embargo,

potenciar las diferencias como ámbito transformador de una visión creativa

que se enraíce en un proyecto humano, que no se sustraiga a las relaciones

personales lo cual está más próximo de las intenciones, los propósitos

que de lo puramente mecánico o casual.

María Zambrano comenta así el personaje de Nina:

Mordejai vive sus sueños. Nina los acepta como parte de las

obras divinas. Los sueños, digan lo que quieran -manifestó Ninason

también obras de Dios; ¿y quién va a saber lo que es verdad

y lo que es mentira?” Porque la gran fuerza de Nina consiste,

ante todo, en esta facultad de comprensión, de absorción de

todo lo que la rodea y puede ayudarla; también de eliminar todo

aquello que pudiera envenenarla o detenerla.16

1031

Este es el motivo por el cual Benigna renuncia a abandonar a su señora

y asume su penuria, como si fuese propia, y trata de no humillarle más

explicándole el modo de traer dinero a la casa. A raíz de esta experiencia,

Nina llega a conocer hondamente el corazón humano y, a pesar de recibir

ingratitud, se siente libre en su conciencia y no sustraida a la ruindad con

cortos sentimientos. “miró la vida desde la altura en que su desprecio de

la humana vanidad la rodeaban, y su espíritu se hizo fuerte y grande”.17

Del mismo modo, Dolly le descubre al abuelo una voz que crea expectativas

más personales, más elocuentes y recreadoras que la estrechez de

una legalidad impuesta. La voz del amor habla desde una intimidad que

llama al reconocimiento del ser amado y de sí mismo, es una participación

en la que el otro forma parte de sí al tiempo que se produce un olvido

propio. No es alienación sino integración, una forma de comunicación que

permite conocerse a sí mismo y conocer al otro desde muchos aspectos

posibles.

Emilia Pardo Bazán resalta estas características de la mujer española,

enorgulleciéndose de ello, “La mujer del pueblo español guarda indeleble

el recuerdo del bien que se le hace, y, en general, de todo rasgo de

nobleza y desprendimiento, aunque ningún beneficio le reporte”. 18 Su tono

ensayístico le hace ser a esta autora más reivindicativa que Galdós, además

de haber sufrido en sí misma la pobre condición de la mujer española

de su época, pero siempre expresa la defensa de los derechos femeninos

desde un pensamiento integrador.

He empezado por establecer que en la educación de la mujer y

del hombre, hoy por hoy, son mayores y más graves las diferencias

que las relaciones, llegando a veces a adquirir carácter de

antagonismo. Sin embargo, añadiré que se advierte en la sociedad

civilizada tendencia a invertir esos dos datos: que se camina

a reducir las diferencias y aumentar las relaciones;19

no obstante, rechaza la condición en la España de su época que es aún

penosa y apostilla: “Señores, a veces es necesario llamar a las cosas por

su nombre: las leyes que permiten a la mujer estudiar una carrera y no

ejercerla, son leyes inicuas”.20

Así, pues, si a la mujer no se le permite tomar conciencia de su propia

individualidad, difícilmente podrá emprender una tarea liberadora de cualquier

estado esclavizante personal o social.

Actualmente, no se habla tanto de la pareja hombre/mujer cuanto de

valores femeninos/masculinos en la idea de que estos valores han de ser

vividos unos y otros por todos y los pseudovalores, rémora de falsos conceptos

educativos, han de ser desechados. Este planteamiento es el que

nos lleva a consentir en la diferencia y apostar, al mismo tiempo, por la

individualidad. Luce Irigaray critica “la liberación por la simple igualdad”

1032

porque, sobre todo, interesa transformar nuestros conceptos, nuestra investigación

hacia una tarea más humana, vinculándola más a nuestras

vivencias. Entonces sí sería posible que el pensamiento sea más activo y

comprometido, más crítico con lo que hay y, también, más dispuesto a

alumbrar nuevos valores. No hay duda de que éste ha sido el mundo

novelístico galdosiano, ninguna duda tampoco nos merecen estos ensayos

de la autora gallega que propone una sociedad cuyos valores sean

compartidos y propiciados por el hombre y la mujer, conjuntamente.

NOTAS

1 SÁNCHEZ-GEY VENEGAS, J., «Mujer y Filosofía», en Diálogo Filosófico, n0 31, enero-abril,

1995, pp.4-29.

2 BRAVO VILLASANTE, C., Cartas a Benito Pérez Galdós, Turner, Madrid, 1975, p.9.

3 ZAMBRANO, M., La España de Galdós, Endymión, Madrid, 1989, p.188.

4 PARDO BAZÁN, E., La mujer española y otros artículos feministas, Ed. Nacional, Madrid,

1976, p.26.

5 PÉREZ GALDOS, B., Tristana, Alianza Editorial, Madrid, 1992, p.29.

6 PÉREZ GALDÓS, B., Misericordia. Alba, Madrid, 1987, p.320.

7 PARDO BAZÁN, E., La mujer española y otros artículos feministas, op.cit., p.88.

8 PÉREZ GALDÓS, B., Misericordia. Op.cit., p.317.

9 PARDO BAZÁN, E., La mujer española y otros artículos feministas, op.cit., p.15. JIMÉNEZ

GARCÍA, A., El krausopositivismo de Urbano González Serrano, Badajoz, 1996, dedica

breves pero sustanciosas páginas a la polémica entre ambos autores admitiendo que

González Serrano no estuvo a la altura de “la línea de investigación a que habían

llegado el krausopositivismo”, pero que tampoco se le podía llamar “reaccionario

antifeminista”, pp.285-289.

10 PARDO BAZÁN, E., La mujer española y otros artículos feministas, Op.cit., pp.83-84.

11 HIERRO, G., Etica y feminismo, Univ. Nacional de México,1985, p.117.

12 ZAMBRANO, M., La España de Galdós, op.cit., p.119.

13 FOX KELLER, E., Reflexiones sobre género y ciencia, Generalitat de Valencia, p.174.

14 Ídem, p.175.

15 MORA, J. L., «Misericordia en la España de Galdós», en Filosofía y Poesía, Fundación

Fernando Rielo, Sevilla, 1994, pp.70-71.

16 ZAMBRANO, M., La España de Galdós, op.cit., p.139.

17 PÉREZ GALDÓS, B., Misericordia, op.cit., p.317.

18 PARDO BAZÁN, E., La mujer española y otros artículos feministas, op.cit., p.65.

19 PARDO BAZÁN, E., La mujer española y otros artículos feministas, op.cit., p.86.

20 PARDO BAZÁN, E., La mujer española y otros artículos feministas, op.cit., pp.86-87.