LA IMAGINACIÓN MITOLÓGICA GALDOSIANA Y
LA TIERRA ESPAÑOLA: DE MEDUSA A DEMÉTER
Alan E. Smith
Introducción: el discurso mitológico.
La postura ideológica de Galdós ante la crisis finisecular cobra pleno
sentido si se ve dentro de un proceso de evolución, cuyos orígenes se
encuentran en sus novelas de tesis de la década de los setenta. En este
estudio consideraremos dos momentos críticos de ese desarrollo, a partir
de la visión mitológica galdosiana. La figura de la mujer poderosa -emblema
de centrales valores nacionales- cambia en la obra de Galdós, desde
una presencia medusiana a otra demetriana, evolución que atenderemos
en Doña Perfecta y en algunas novelas escritas al filo del nuevo siglo. Pero
antes de examinar esas obras, conviene considerar ciertos aspectos de la
imaginación mitológica que se manifiestan con especial pujanza en el discurso
narrativo de nuestro autor.
La tierra es mujer en la imaginación mitológica.1 Su fecundidad es su
útero, su productividad de alimentos, pechos, su receptividad de la simiente
depositada tras la apertura del arado, vagina. Como indica Carl
Jung, “En el trabajo de arar y sembrar la tierra, el hambre y el incesto se
mezclan. Los cultos antiguos a la Madre Tierra vieron en esto la fecundación
de la madre” (p.159).2 Pero la madre tierra también devora el cadáver;
sarcófago natural, come la carne como una enorme boca. Estas analogías
primarias provocaron en la cultura occidental -como en otras- mitos, narraciones
centrales articuladas desde el poder, que destacaban, según la época,
o bien el aspecto positivo o bien el negativo de esta figura materna
fundacional.
El mito convierte los ritmos de la naturaleza en tiempo humano, tiempo
psicológico y social, sexual y político, y de esa manera, enlaza al hombre
a la vez con su comunidad y con la naturaleza. Como dice Nietzsche
en El origen de la tragedia, “Bajo el encanto de la magia dionisiaca no
solamente se renueva la alianza del hombre con el hombre: la naturaleza
enajenada, enemiga o sometida, celebra también su reconciliación con su
hijo pródigo, el hombre” (p.27). Y el historiador galdosiano de la Cuarta
Serie de Episodios Nacionales, José García Fajardo, señalará también, con
la visión mitológica que caracteriza su discurso, la relación entre naturaleza
y actos humanos, en Las tormentas del 48 (1902), en términos que
recuerdan el eterno retorno nietzscheano: “Cosas y personas mueren, y la
4.3-16
1051
Historia es encadenamiento de vidas y sucesos, imagen de la Naturaleza
que de los despojos de una existencia hace otras y se alimenta de la propia
muerte. El continuo engendrar de unos hechos en el vientre de otros
es la Historia (...)” (p.530). Como toda traducción, la conversión de fenómenos
recurrentes naturales en narraciones antropomórficas no es un mero
calco: no es sólo una analogía que se dispara sin obstáculos desde el
modelo original a la copia. En el traslado de un ritmo enorme a otro de
tamaño humano, ocurre una emboscada llevada a cabo por el inconsciente:
aquellos cambios cíclicos naturales son no sólo reformados, sino informados
y conformados por la imaginación humana.3
Este contenido psíquico añadido en la traducción proviene del
inconsciente humano: de allí que las tramas y los procedimientos narrativos
de los mitos (simbolismo, desplazamientos, condensaciones, o sea,
metonimias, metáforas) sean parecidos a las tramas y los procedimientos
narrativos de los sueños.4 Según la formulación de Joseph Campbell, los
mitos son sueños públicos, y los sueños, mitos privados (p.19).5 A su vez,
los mitos sufren modificaciones, pues se articulan y reiteran dentro de una
corriente ideológica; de esa manera los dioses de una cultura previa se
convierten en los demonios de la cultura actual.6
La imaginación mitológica ve la naturaleza como un enorme test
Rorschach. Confrontado con el poder evidente de la naturaleza, el hombre
proyecta las estructuras de poder sexual y político a esa naturaleza; es
decir, en los cuentos mitológicos dibuja la forma de una ideología a la vez
que de una identidad psíquica: ambos se encuentran en el suelo común
del poder. Como ya indicaba Fontenelle, a finales del siglo diecisiete, “en
todas las divinidades que los paganos imaginaron, la idea del poder era
dominante”. (cit. Feldman, p.13)
En la Teogonía de Hesíodo, vemos la estrecha relación anecdótica -e
identidad simbólica- que unen poder sexual y poder político, en la historia
de Cronos, Gaia y Urano.7 Gaia parió a Urano, a quien incestuosamente
hizo su esposo. Luego parió a Cronos, hijo el más terrible, su más joven,
engañador, y este niño odiaba a su padre lujurioso. Y Urano metía a sus
hijos apenas nacidos otra vez en el vientre de la tierra, pues los temía y
odiaba. Con gran dolor Gaia inventa la hoz, y Cronos se atreve a empuñarla.
Cuando, de noche, Urano viene deseando amor, y entra en Gaia, Cronos,
desde su escondite dentro del cuerpo materno, pasa la hoz por los genitales
de su padre, castrándolo. Mucho más conocida es la historia de Edipo, y,
quizás menos, la de Hipólito, Fedra y Teseo, que, vistas a la luz de las más
viejas historias de Hesíodo, cobran su pleno sentido como variantes, entre
muchas otras, de la historia nuclear del poder sexual y político.
1052
La imaginación mitológica galdosiana.
Por su articulación del poder, en los dos sentidos señalados, en una
época en que ambos sufrían grandes modificaciones, la mitología fue en
las obras de Galdós una constante, aunque se manifiesta de manera diferente
en tres períodos en esa dilatada producción. Es explícita en su primera
novela, La sombra, escrita según quiere recordar el viejo Galdós,
hacia 1866 ó 67 (prólogo) novela en que Paris se despega de un cuadro,
según el narrador-protagonista, y seduce a la esposa de éste. El segundo
período, el más extenso, durante la fase central de Galdós, desde las novelas
de tesis hasta los tempranos 90, se caracteriza por la presencia más
o menos recubierta -y uso este adjetivo muy específicamente, por razones
que luego se verán- de la mitología, especialmente articulada en el mito de
Pigmalión, como tuvimos ocasión de estudiar en el penúltimo congreso
galdosiano.8 El tercer período, empezando con Nazarín, terminará sólo
con la muerte del autor.9 Es entonces que, de manera teóricamente explícita,
con plena conciencia metaficticia, incide una y otra vez,
obsesivamente, nuestro novelista en la temática mitológica, tanto pagana
como cristiana. Modifica así su técnica novelística, al alejarse conscientemente
del realismo burgués, para acercarse a las formas narrativas de la
mitología. Mención aparte merecen los cuentos fantásticos de Galdós, que,
a lo largo de toda su productividad, desde la primera escritura hasta las
tardías, señalan insistentemente la mitología como central cuerda reverberante
en su obra.10
La madre terrible.
Las referencias al mundo griego clásico en Doña Perfecta fueron notadas
por Stephen Gilman en 1949, en un artículo en que concluye, en
parte, que la novela es “temáticamente, estudio de la imperfección;
estructuralmente, tragedia” (p.359). Quisiéramos continuar esta mirada
“clásica” a Doña Perfecta, pero ya no sólo como texto “trágico”, sino especialmente
como texto “mitológico”: a fin de cuentas, debajo de las máscaras
de los héroes de la tragedia griega, como nos enseña Nietzsche, está la
cara de un dios. (p.67)
Doña Perfecta no es sólo madre de Rosario, sino que es, como suegra
probable, socialmente madre de Pepe Rey. De hecho, al encontrarse de
nuevo con el sobrino sus primeras palabras le recuerdan esa posición de
potestad: “Pepe..., pero qué grande estás..., y con barbas... Me parece que
fue ayer cuando te ponía sobre mis rodillas...” (p.425). Desde luego, esa
imagen, que evoca las iconografías de la Virgen María, emblematiza un
dominio simbólico y político, que ella ocupa respecto a la ciudad que
señorea; es, simbólicamente, esa ciudad. Caballuco la define, llamándola
“madre, más que mi madre, mi señora, mi reina (...)” (p.479), y Pepe Rey la
llama “la ley” (p.474). Perfecta recuerda la mujer-ciudad de la imaginación
1053
mitológica, caracterizada por Jung: “La ciudad es un símbolo materno,
una mujer que ampara a sus habitantes en ella misma, como hijos” (p.208).
Persistiendo en esa identidad, Fernando Calpena dirá, hacia el final de la
Tercera Serie de Episodios (en Bodas Reales, 1900): “Es habitual en mi
espíritu personificar las ciudades y amarlas o aborrecerlas como entes
humanos”. (p.375)
Doña Perfecta se ve a sí misma en términos de la diosa Deméter, cuya
hija, Perséfone, es llevada al infierno por Hades; así, declara a Pepe Rey:
“Mi hija se salvará, Pepe, mi hija no puede ser condenada al infierno,
porque el infierno es la unión contigo” (p.474). Para Rey, no obstante,
Perfecta es una “anti-Deméter”, pues, en vez de traer la cultura, es precisamente
obstáculo de la civilización: “Hago lo que hacen las sociedades
-dice Rey- cuando una brutalidad, tan ilógica como irritante, se opone a su
marcha (...)”. (p.475)
Esta visión de la diosa de la tierra, ya no como madre protectora, sino
como madre devoradora, fundamental en la novela, es emblematizada
por la imaginación de Rey: “Representábase en su imaginación a la noble
ciudad de su madre como una horrible bestia que en él clavaba sus feroces
uñas y le bebía la sangre” (p.447). Doña Perfecta, simbolizada por la
ciudad que domina, y que es aquí a su vez personificada, ha sido convertida
en harpía, esfinge, vampira, imagen decimonónica frecuente (Gay,
p.207), que desciende de la desfiguración perversamente erotizada de la
madre tierra.11
Uno de los avatares de este arquetipo mitológico y psíquico, es Medusa,
y otro es Doña Perfecta. Ambas petrificaban a sus víctimas con la mirada.
La mirada de Doña Perfecta es digna de su modelo; cuando mira a su hija,
al final de la novela, la interroga, “clavando en ella los sagaces ojos” (p.507).
Cuando su hija le dice: “Áteme usted... Yo me marcho, me marcho con él”,
leemos: “Doña Perfecta sintió borbotones de fuego que subían de su corazón
a sus labios. Se contuvo, y sólo con sus ojos negros, más negros que
la noche, contestó a su hija” (p.506). En su entrevista nocturna con su
amante, Rosario le dice a Pepe: “Yo no estoy enferma, yo no estoy sino
acobardada; mejor dicho, fascinada. -Eso es, fascinada-” secunda el joven.
Y ella continúa: “Fascinada. Terribles ojos me miran y me dejan muda
y trémula” (p.465). En la obra de teatro basada en esta novela, Rosarito
dice de su madre: “su mirada me paraliza” (p.798), y, Pepe le dice directamente
a Perfecta: “Arroje usted sobre mí su mirada siniestra” (p.799).
La figura de Medusa es análoga a la del basilisco, animal fabuloso que,
igual que la mujer de cabellos de serpientes, mata con su mirada. Cuando
al final de la novela irrumpe María Remedios, la madre de Jacinto, en la
casa de Perfecta, leemos: “María Remedios, [...] no era mujer, sino un
basilisco envuelto en un mantón. Su rostro, encendido por la ansiedad,
despedía fuego”. (p.507)
1054
Precisamente, María Remedios es el doble de Doña Perfecta. Como ella,
“pasaba por un modelo de virtud (...)” (p.494). Doña Perfecta “hacia ella
sentía cariño fraternal; comían juntas; rezaban juntas; referíanse sus cuitas:
ayudábanse mutuamente en sus caridades (...) así como en los negocios
de la casa (...)” (p.494).
También son análogas en su amor maternal vehemente, desaforado. De
la madre de Jacinto, nos informa el narrador:
El amor de Remedios a Jacinto era una de las más vehementes
pasiones que en el corazón maternal pueden caber. Le amaba
con delirio (...) El sentimiento materno es el único que, por lo
muy santo y noble, admite la exageración; el único que no se
bastardea con el delirio. Sin embargo, (...) si esta exaltación del
afecto maternal no coincide con la absoluta pureza del corazón
y con la honradez perfecta, suele extraviarse y convertirse en
frenesí lamentable, que puede contribuir, como otra cualquiera
pasión desbordada, a grandes faltas y catástrofes. (p.494)
La identificación en la imaginación creativa de Galdós de estas dos madres
terribles es señalada por el hecho de que en la novela es Doña Perfecta
quien da la orden a Caballuco de matar a Pepe Rey, mientras que en la
obra de teatro es María Remedios la que ordena el homicidio; son para
Galdós figuras intercambiables de la madre terrible.
Como demuestra Jung, la madre terrible aparece relacionada al peligro
de incesto; en el intento de regresar al seno materno, la tierra, surge la
única posiblidad, la de la unión sexual con la madre. “Quien se desprende
de la madre -indica Jung- anhela regresar a ella. Este deseo puede convertirse
en una pasión consumidora que amenaza todo lo que se ha ganado.
La madre aparece por una parte como la meta suprema, y por otra como el
peligro más espantoso -la Madre Terrible- (p.236). De ahí, que, como indica
Jung, desviando este impulso, se desplaza analógicamente la figura
materna a la de la ciudad, espacio donde el héroe sí puede penetrar; o
bien la madre es transformada en muchacha, que desaparece tras dar a
luz. (pp.223-224)12
Podemos comprender la figura de Rosario, que Perfecta misma caracteriza
como otra Perséfone, como una extensión del modelo materno original
hacia el cual el deseo del héroe se desplaza, dentro de la trama del
inconsciente mitológico. Es precisamente la atracción hacia Rosario lo que
condena a Pepe, pues, cuando está dispuesto a marcharse y salvarse, a
finales del capítulo XV, prácticamente a la mitad de la novela, recibe la
nota de Rosario (“Dicen que te vas. Yo me muero”) (p.460), que lo hace
quedarse: de manera que, en extraño equipo, entre hija y madre, lo matan.
1055
En los mitos de la madre terrible, Jung nota la lucha nocturna con la
serpiente, que la simboliza, y que simboliza también la energía libidinal
(pp.252 y 312). Pero asegura que “la victoria del héroe sobre la madre o su
representante demoníaco (dragón, etc.) nunca es más que temporaria”
(p.290). También señala que el símbolo materno puede proyectarse a la
madrastra o la suegra, y que a la suegra “con frecuencia le resulta difícil no
hacer de su yerno su amante, a la antigua manera mitológica” (p.495).
Finalmente, indica que “el héroe tiene mucho en común con el dragón con
que lucha”. (p.367)
Todos estos elementos saltan a la vista en Doña Perfecta. El representante
de Doña Perfecta es Caballuco, visto como dragón por Rosario (p.488)
en un sueño, justamente en su mitología privada. La fuerza física y el
arrojo de Pepe recuerdan los más primitivos rasgos de su antagonista:
era [Pepe] de complexión fuerte y un tanto hercúlea, con rara
perfección formado, y tan arrogante, que si llevara uniforme
militar ofrecería el más guerrero aspecto y talle que puede imaginarse
(...). Su persona bien podía pasar por un hermoso acabado
símbolo, y si fuera estatua, el escultor habría grabado en el
pedestal estas palabras: inteligencia, fuerza. (p.424)
Aunque Pepe triunfa con la llegada de la tropa, sucumbe al final. La
pareja María Remedios y Perfecta, en su último ataque “se deslizaron por
la escalera como dos culebras” (p.507) para dar la postrera batalla, ayudadas
por el dragón-Caballuco.
Estando presente todos los demás atributos del mito de la madre terrible,
la tensión incestuosa no puede faltar. Elemento quizás menos evidente
en la novela, es perfectamente perceptible, tomando en cuenta los desplazamientos
simbólicos, o analogías, que lo sustentan. Desde luego, la
aparición de una “hija” de la madre terrible, Rosario, (como la de Perséfone,
presencia tardía en el mito original de la madre tierra, que era originalmente
unitario), posibilita la expresión erótica del héroe, como hemos visto, y
con eficacia contundente, frustra la fuga del héroe, causando su muerte.
Recuérdese también la vehemente pasión que sentía el doble de Perfecta,
María Remedios, por su hijo, Jacinto.
El final original, publicado en La Revista de España, aparentemente tan
absurdo, se revela ahora, a la luz de estas consideraciones, como un texto
de enorme importancia. Jacinto se ha de casar con el doble de su madre,
precisamente Doña Perfecta, consumación que según cuenta Don Cayetano,
era tan deseada por su madre que “se dejaría cortar ambas orejas porque
este ante-proyecto fuese siquiera proyecto” (cit. Montesinos, p.177). Doña
Perfecta, por su parte, se muestra sexualmente atractiva, pues “ha echado
carnes y se ha puesto muy guapa” (p.177). El final tremendo, que a
Montesinos tanto le divertía como imposible y escandaloso (p.178), es,
1056
desde el punto de vista de la figura mitológica que aquí estudiamos, perfectamente
lógico. En las preparaciones para la boda, entra Jacinto en la
cocina, y resbala en una piltrafa: “Horrible suceso que por lo monstruoso
no parece verdad!... El infeliz muchacho cayó violentamente sobre su madre
María Remedios, que tenía un gran cuchillo en la mano. Por un mecanismo
fatal, el arma se envasó en el pecho del joven, atravesándole el
corazón” (p.177). La madre terrible destruye a su hijo con su gran cuchillo.
Los dos jóvenes mueren por mano de su madre física y simbólica.
Las analogías entre María Remedios y Perfecta, y Perfecta y Rosarito, no
son las únicas. Hemos visto la relación un tanto especular entre Pepe Rey
y Caballuco, pero también existen importantes analogías entre el héroe y
Jacinto: no sólo son ambos instruídos, han salido de Orbajosa, y, de manera
fundamental, ocupan el mismo espacio erótico al compartir el mismo
objeto de su deseo amoroso: Rosarito. De esa manera, el casamiento con
Doña Perfecta del hijo de María Remedios es doblemente significativo como
incesto simbólico. La versión de la Revista de España, pues, resulta de una
gran elocuencia, algo así como un tartamudeo o un lapsus linguae del
inconsciente creativo del joven Galdós, que luego censura, al repasar su
obra con los ojos de la conciencia conformadora. Elimina el trozo, ridículo
desde el punto de vista del realismo burgués que él entonces quería producir,
pero fundamental desde el punto de vista del mito que subyace ese
realismo. Precisamente, la dialéctica entre mito (símbolo) y narración realista
(mímesis), llegará a producir los ricos tonos armónicos de la voz
galdosiana.
La tierra, ¿de quién?
¿Cómo se puede entender esta transformación perversa, medusiana,
del mito de Deméter en el temprano Galdós? Además de marcar posiblemente
una confusión de las figuras materna y erótica, tema que podría ser
válido para la biografía del escritor, pero que aquí no nos concierne,13 este
enturbamiento de la madre poderosa conlleva una visión social e histórica,
pues la doble evolución -la de la figura mítica de la mujer poderosa y la
del pensamiento político en Galdós- se desarrolla en estrecha sincronía,
mutua implicación que se desvela si tenemos en cuenta el significado
cultural e ideológico de la estructura mítica matriarcal.14
Como explica Josephine Donovan en su libro After the Fall: the Deméter
Persephone Myth in Wharton, Cather, and Glasgow (1989),
el mito de Deméter-Perséfone (...) alegoriza la transformación
desde una cultura matricéntrica preindustrial [apta descripción
de Orbajosa] -el reino de Deméter- hacia otra dominada por el
hombre, capitalista e industrializada, caracterizada por un creciente
profesionalismo y burocracia, el reino del cautiverio patriarcal.
(p.2)
1057
Visto de esta manera, la imposición de la fuerza del gobierno central en
Orbajosa, con su tropa, su juez y corregidor, se puede comprender como
la subyugación del mito demetriano en tanto matriarcado, y la imposición
del patriarcado; este desplazamiento implica la sustitución del colectivismo
agrícola que caracterizó, según Bachofen y Engels, contemporáneos
de Galdós, a la cultura arcaica matriarcal, por el concepto patriarcal de la
ley centralista y propiedad privada.15 El narrador se muestra impaciente
con el anti-centralismo arcaico de Orbajosa:
Siempre que se ofrecía coyuntura propicia, mostraba viva repulsión
a someterse a la autoridad central que, mal o bien, nos
gobierna; y recordando sus fueros de antaño y mascullándolos
de nuevo, (...) alardeaba de cierta independencia levantisca,
deplorables resabios de behetría que a veces daban no pocos
quebraderos de cabeza al gobernador de la Provincia. (p.467)
Pepe Rey, en carta a su padre, se queja de que en Orbajosa “privan las
ideas más anticuadas (...) de la propiedad” (p.503); ¿cuáles serían esas
ideas anticuadas de la propiedad? A despecho de la avaricia de Licurgo y
su plaga de pleitistas, a ojos del joven liberal, y a vista de su queja en la
misma carta del carácter feudal de esa sociedad, muy bien podría aludir a
tierras de uso colectivo, rasgo que caracterizaba en el medievo a buena
parte de Castilla.16
La madre tierra restaurada.
La aversión al campo que se despega de la lectura de Doña Perfecta ha
desaparecido completamente a principios del nuevo siglo en la escritura
de Galdós. En El caballero encantado (1909), lúcidamente estudiada por
Julio Rodríguez Puértolas, quien destaca una doble superación “(...) de las
limitaciones liberales y burguesas por un lado, y el del realismo vulgar de
la novela decimonónica habitual por otro” (p.21), la figura de la madre es
claramente demetriana, y la tierra, su expresión natural, vista con ternura
y reverencia; la primera tarea del caballero trocado en labrador es abrir
surcos paralelos en la tierra:
Quedó Gil solo arando, sin más compañía que la del sol, que a la
ida le caldeaba las espaldas, y a la vuelta le bailaba delante de
los ojos. Con toda su voluntad puesta en el puño y éste en la
esteva, regía con inflexible derechura la labor (...). Toda la mañana
transcurrió en esta guisa, el can dormido, el mozo haciendo
rayas con el arado, labor harto penosa, la más primitiva y elemental
que realiza el hombre sobre la tierra, obra que por su
antigüedad, y por ser como maestra y norma de los demás esfuerzos
humanos, tiene algo de religiosa (pp.117-118).17
1058
Si bien en Doña Perfecta el centralismo es bueno y la civilización rural
mal vista, en la última obra de Galdós, Santa Juana de Castilla (1918), los
términos han sido completamente invertidos: Carlos, el “césar” y su centralismo
es el mal, y los comuneros son el bien. Peronuño le quiere traer
recuerdos felices a su reina, contándole de las comunidades: “Ya era yo
casado, y con hijos, cuando entraron en Tordesillas aquellos arrogantes
caballeros que nos traían la buena nueva de las Comunidades”
(pp.1327 y 1328). Deméter informa a Doña Juana, quien es llevada en
brazos de mujeres y acompañada por la multitud, de manera que recuerda
las ceremonias rituales dedicadas a aquella diosa y sus descendientes medievales
paganos, según documenta Pamela Berger. (pp.16-36)
La figura de Deméter aparece casi explícitamente, en el personaje de
Demetria, de la tercera serie de Episodios Nacionales, y la fascinación con
el mito femenino aparece en la figura de Lucila y, de manera muy apropiada,
con Mita, en la cuarta serie. Las tres figuras se caracterizan mitológicamente
como encarnaciones de los valores eternos de España,18 de su
“historia interna” [frase de María Ignacia en Narváez (p.730)], en oposición
a la historia externa que la burguesía había llevado a cabo calamitosamente,
según la visión tardía de Galdós, a lo largo de su siglo.
Pero estas figuras mitológicas no señalan una visión de la historia y una
ideología, sino que ponen en evidencia una manera narrativa en deuda
con el ritmo semántico del mito. Demetria, en Los Ayacuchos, fechado
mayo-junio, 1900, le enseña a Calpena que la serie de novelas históricas
en que ha aparecido está configurada sobre la pauta de un mito:
- Tú me has dicho en una de tus cartas que eras Hércules, o
que te asemejabas a Hércules, en que la divinidad te había impuesto
unos grandes trabajos, los cuales tenías que emprender
con fe y valentía para ganar el premio de la felicidad.
- Sí, que lo pensé y lo escribí; pero ya caigo en que fue mala
comparación.
- No lo creo yo así. Haz el favor de recordarme, tú que eres tan
sabio, cuántos fueron los trabajos del señor de ”Hércules.
- La Mitología nos dice que fueron siete; pero debo advertirte
que todo lo mitológico es mentira, Demetria.
- Será mentira- -dijo con gracia mi futura consorte-; pero el que
tales papas inventó quiso representar con ello que los grandes
fines no son alcanzados por el hombre sino a fuerza de penalidades
y sacrificios... (p.348)
1059
Igual que Diana -la muchacha del cuento galdosiano-, “Celín” se encuentra
poco a poco desvestida de su ropa de señorita burguesa, para acabar
en una túnica griega, descalza, el motivo constante de la ropa opresora en
estas dos series es metáfora evidente que critica la desfiguración del ser
humano por las estructuras burguesas, como un cuerpo por un corsé o un
pie por el calzado,19 pero también es metáfora para la escritura misma de
Galdós, que con creciente atrevimiento, se desnuda del realismo convencional,
para presentar un discurso simbólico digno del nuevo modernismo
mitológico inaugurado por Nietzsche.
En La revolución de julio, de la Cuarta Serie, novela de una extremada
auto-conciencia, o discurso metaficticio, José Fajardo y su esposa María
Eugenia, caracterizan la escritura de la historia de España alternativamente
como sainete (p.853), comedia (p.857), toros (p.915), carnaval (p.922),
como, desde otra perspectiva, ha sido notado por Diane Urey.20 Si bien
Valle-Inclán, sin duda siguiendo parte de la lección del maestro Galdós,
acabará concluyendo que la historia de España es el esperpento, Galdós
evita esa desilusión. Como indica Lieve Behiels, en su importante artículo
sobre la aventura del héroe en la obra tardía galdosiana, su conciencia y
celebración del mito coinciden con su evolución política (“Mito de la aventura”,
p.7); vemos que ambos son movimientos que se alejan del discurso
burgués. A fin de cuentas, la historia oficial de España no era realismo,
sino “folletín“ (Narváez, XXVII, p.714).
Conclusión.
Como dice T.S. Eliot, respecto del Ulises de Joyce, la pauta del mito
clásico fue también para Galdós “una manera de controlar, de ordenar, de
dar forma y sentido al inmenso panorama de futilidad y anarquía que es la
historia contemporánea”. (p.123)
En la época en que escribe Doña Perfecta, el joven liberal burgués rechaza
el campo, ya que los valores rurales se tenían que identificar con la
reacción carlista y neo-católica: o, por decirlo de otra manera, el campo,
como signo ideológico, pertenecía al discurso anti-liberal. Unos veinte años
después, desaparecido el peligro carlista, y habiendo trascendido Galdós
la ideología burguesa, el escritor maduro puede acercarse ideológicamente
al campo sin la ambivalencia violenta que había provocado en su momento
una pauta mitológica configurada por el incesto. En busca de la
historia interna, y puesta su mirada en el futuro, Galdós llegará a una nueva
apreciación de la tierra española y del mito, terreno donde ahondará
cada vez más los surcos de su imaginación civilizadora.
1060
NOTAS
1 “The well-fed voluptuous shape of so many of the ancient figurines (...) illustrated how
for the myth-making imagination being and function are always closely intertwined:
what a goddess does she also is. So the giver of food is herself food. The sculptural
stress on the goddess’s fleshy breasts and generous hips was intended to suggest not
so much sexual attractiveness as the prodigality of the milk-giving mother and her
procreative potency. That goddesses identified with vegetal fertility should also be
associated with human fertility seems inevitable. Women were linked with food not
only because they cultivated and prepared it but also because their own bodies were a
source of food and life. They not only tilled the earth but in their reproductive aspect
were like the earth. Ancient agricultural rituals were shaped by an intuition of the analogies
between planting and sexual intercourse, between harvesting and childbirth” (Downing,
p.11).
2 En este trabajo destinado a ser leído, traduzco las citas dentro del texto mismo al castellano.
Los números entre paréntesis se refieren a la página de la edición constatada en
la lista de obras citadas.
3 Otto Rank declara: “We are also convinced that the myths, originally at least, are structures
of the human faculty of imagination, which at some time were projected for certain
reasons upon the heavens, and may be secondarily transferred to the heavenly bodies,
with their enigmatical phenomena” (p.8). Este doble origen del mito fue ya apreciado
hacia finales del siglo diecisiete por Bernard Fontenelle. De l’origine des fables (Feldman,
p.11).
4 Según Freud, “symbolism is also in myth” (p.386). Rank señala el mecanismo de desplazamiento
en la mitología (p.76). En cuanto a los sueños, Freud indica que la condensación
y el desplazamiento “are the two governing factors of dream formation“ (p.343).
Gregory Lucente resume las implicaciones de las estructuras del inconsciente de Freud:
“(...) his terminology can be divided fairly easily into primary rhetorical figures. The
principal means of psychic repesentation are metaphor (condensation) and metonymy
(displacement), with the supplementary additions of allegory (direct symbolism) and
irony (reversal, or representation by opposites). Although allegorical symbolism is most
common in myth proper and other types of cultural representation (...), and outright
reversal is only occasionally present in dreams, all of these figues are constantly available
in the production of each form of imaginative discourse. Therefore, figural representation
invariably refers to its source in the unconscious, but in disguised and ambiguous
ways”. (p.39)
5 Campbell se basa a su vez en los trabajos de Jung (Símbolos de transformación, Freud,
La interpretación de los sueños, y Otto Rank, quien dice en Myth of the Birth of the
Hero, “The manifestation of the intimate relation between dream and myth, -not only in
regard to the contents, but also as to the form and motor forces of this and many other,
more particularly pathological psyche structures-, entirely justifies the interpretation of
the myth as a dream of the masses of the people”. (pp.6-7)
6 Como indica Lucente, resumiendo el pensamiento de Vico, en su Scienza nuova,
“Mythology should thus be read as the fully symbolic representation of inner passions,
natural phenomena, and, with later corruption, legendary class symbols, in a
comprehensive history of human perception”. (p.30)
7 Hago una paráfrasis, en castellano, del texto de la traducción al inglés de Stanley
Lombardo.
8 Más recientemente, Catherine Jagoe y Lou Charnon-Deutsch, en los artículos indicados
en la bibliografía, han estudiado a su vez el mito de Pigmalión en la obra de Galdós.
1061
9 Para un estudio del mito de Jesús en esta novela, ver mi artículo de próxima aparición
en la Revista Hispánica Moderna, «Nazarín, masculino, femenino».
10 Tema que estudio en mi libro, Los cuentos inverosímiles de Galdós en el contexto de su
obra.
11 La madre poderosa había sufrido a lo largo de la era de dominio cristiano esa degeneración,
o si se prefiere, ese desplazamiento hacia el polo de la madre devoradora y
sexualmente peligrosa: Como muestra Pamela Berger en su libro, The Goddess obscured:
Transformation of the Grain Proctress from Goddess to Saint, Gaia, Deméter y otras
versiones de la madre-trigal evolucionan hacia imágenes antitéticas: Por una parte, se
neutraliza, asimilándola a la figura de la Virgen María (y, dicho sea de paso, a una figura
femenina central en la Kábala) (Downing 16), pero, por otra, las imagenes de la madretierra,
de abundantes pechos, dando de mamar a una serpiente, llegan a representarse
muy de otra manera en el arte medieval, como expresión ideológica de la iglesia católica,
para quien las antiguas diosas eran incompatibles con su concepto de lo divino:
“El cabello largo, ondulante típico de las tempranas representaciones medievales de
Terra Mater llegarían a ser interpretadas como imágenes de salvajismo y libertinaje; los
niños fueron eliminados y sus pechos desnudos se vieron como evidencia de sensualidad
y promiscuidad; las culebras ya no mamaban, chupando sus pezones, sino que
los mordían. De esta manera, el sentido de la imagen de Terra se deforma, y su figura
llegó a significar Luxuria, sexualidad” (p.44). El cuadro “Madonna” de Edvard Munch es
un ejemplo perfecto de esta tradición; en él la figura femenina es representada con
unos ojos ojerosos nocturnales, y su efigie es enmarcada por una cenefa de figuras
espermáticas, herederas de las culebras medievales.
12 Diane Urey estudia la analogía entre ciudad y mujer en su artículo, «Immaculate
Conceptions and Other Mysteries in Galdós Cádiz».
13 Ver ORTÍZ ARMENGOL, P., que resume las diversas lecturas “biográficas” de este posible
elemento edípico, incluyendo las lecturas de Walter Pattison y Ricardo Gullón.
(pp.293-294)
14 Relacionado con esta doble evolución, es el desarrollo en el teatro galdosiano que
señala Lisa Condé: “Linked to Galdós’ ideas for social equality and, indeed, crucial to
their realisation, a more modern notion of sexual equality was rapidly emerging” (p.236).
“As the role of Galdós’ new heroine evolves, so his ideas for regeneration extend through
‘una sociedad nueva’ and ‘una España nueva’ to his vision of ‘un mundo nuevo’. (p.237)
15 Este concepto de J. J. Bachofen (p.80), es recogido por Engels, en su influyente libro,
Orígen de la familia, la propiedad y el estado, de 1884 (traducción francesa, 1891):
“The reckoning of descent through the female line and the right of inheritance through
the mother were hereby overthrown and male lineage and right of inheritance from the
father instituted. As to how and when this revolution was effected among the civilized
peoples we know nothing. It falls entirely within prehistoric times. That it was actually
effected (sic) is more than proved by the abundant traces of mother right which have
been collected, especially by Bachofen”(p.67). “In the old communistic househood,
which embraced numerous couples and their children, the administration of the
househood, entrusted to the women, was just as much a public, a socially necessary
industry as the providing of food by the men. This situation changed with the patriarchal
family (...)” (p.81). “(...) with the predominance of private property over common property,
and with the interest in inheritance, father right and monogamy gain the ascendancy
(...)”. (pp.85-86)
16 Bajo la entrada, “economía vecinal”, indica el Diccionario de Historia de España: “Tipo
de economía que tuvo su importancia en la vida económica de la España primitiva
romana, visigoda y medieval. Supone un círculo económico (...) para regir en común la
vida económica de la aldea y especialmente para la regulación del aprovechamiento de
los prados y bosques comunales (...)”. (p.1194)
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17 Sobre varios aspectos de la estructura mítica de esta novela, véase VILLEGAS, J., «Interpretación
mítica de El caballero encantado de Galdós». Rodolfo Cardona ha visto cómo
en esta novela la crítica en contra de la posesión de la tierra se enuncia a partir de la
patrística, en «Galdós y los santos padres: hacia una teología de la liberación».
18 Diane Urey, en su fino libro, The Novel Histories of Galdós, señala que “Lucila (...) is, as
those who have written about this character have noted, a symbol of Spain” (p.104). Lo
que nos interesa ahora no es su evidente simbolismo, sino el hecho de estar integrada
dentro de un discurso mitológico, que atraviesa toda la obra galdosiana. Más pertinente
para estas observaciones es su nota en la que señala el parecido entre Lucila y la
Dama de Elche, descubierta, según indica, en 1897, “a symbol of an idealized past”
(p.244, n.4). Daria J. Montero-Paulson nota la condición mitológica de Demetria y Lucila,
de las que indica que “son mucho más simbólicas que las demás mujeres naturales, y
menos “redondas” como personajes. Sus funciones de símbolo adquieren a veces
dimensiones mitológicas. Lucila personifica la mitológicas ibérica, mientras que Demetria
se relaciona con mitos graeco-latinos” (pp.108-109). Sobre la presencia mitológica en
el último Galdós, veánse también los dos excelentes estudios de BEHIELS, L., «El mito
de la aventura del héroe en la obra tardía de Galdós», y «Elementos míticos en Celia en
los infiernos de Galdós».
19 Chad C. Wright estudia con gran tino la ropa en Tormento, en «La eterna mascarada
hispanomatritense: Clothing and Society in Tormento».
20 Para Diane Urey, estas referencias a la historia de España (“here a ‘melodrama’, in other
places a ‘folletín’ or a ’comedia.’”) “reinscribe the work in which they appear. They also
serve to parody the history that cannot resist investing historical events with melodrama.
And this parody constitutes a criticism of the whitewashing of Isabel II’s reign by
official history and of that historiography which appeals to sentiment or uses other
rhetorical tactics in order to increase interest. Idealizing, making literary, or aggrandizing
the trivial and vulgar in historical discourse is precisely what Fajardo does with Lucila
[...]” (pp.113-114). Nuestro enfoque es distinto. No se trata de una crítica de la
historiografía tanto como una crítica de la misma historia española, del propio discurso
histórico. La importancia de Fajardo no reside tanto en su posible “trivialización” de la
historia, a nuestro parecer, sino en su clara comprensión de la fuerza mítica de Lucila
y de Mita, y de ahí, de la necesidad de otra historia nacional, que se pudiera precisamente
inscribir/escribir con el discurso del mito.
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