PROPUESTAS PARA UNA EDICIÓN ANOTADA DE
MEMORIAS DE UN DESMEMORIADO
Victoriano Santana Sanjurjo
A I [M.C.] M.T., 2003
Con el fin de sugerirles la edición anotada de nuestro objeto de estudio, ofrecemos
en este trabajo una serie de observaciones sobre las interesantes, amalgamadas e
incomprensiblemente poco trabajadas memorias de nuestro autor, publicadas en La Esfera de
Madrid, en trece artículos de irregular aparición, bajo el título genérico de Memorias de un
desmemoriado.
Para ello, nos amparamos en la importancia que a nuestro juicio posee este texto, que no es
en sí una obra literaria, aunque no le falten fragmentos que contribuyan a revocar esta
apreciación, ni es una obra exclusivamente histórica, aunque descuelle de sus páginas
copiosos datos sobre acontecimientos y personajes políticos contemporáneos a nuestro autor;
no hablamos de un monográfico de índole política, social o literaria, ni de una autobiografía
tal como la podemos concebir cualquiera de nosotros. Son sus memorias un inmejorable
testimonio que nos permite conocer algunas de las inquietudes intelectuales y viajeras de
nuestro autor y distintos episodios literarios e históricos en los que se envolvieron sus
quehaceres diarios, aderezado todo ello con su particular valoración sobre determinadas
cuestiones de interés general. A pesar de esto, Memorias de un desmemoriado es uno de sus
textos menos estudiado: escasísimos son los monográficos dedicados a ellas e inexistentes las
ediciones que vayan más allá de la mera reproducción textual.1
Julio Peñate Rivero, a pesar de dar cuenta de la finalidad galdosiana de “entretenernos con
cosillas superficiales, curiosas pero poco relevantes”, como nos refiere, argumenta un motivo
más sobre el valor de estas Memorias: “Más que la fidelidad y exhaustividad en relación con
determinados hechos de su vida, las Memorias nos pueden proporcionar cierta luz en torno a
la visión que sobre el hombre en sociedad tenía Galdós”.2
El texto que nos ocupa se publicó en la revista La Esfera de Madrid. Para hacernos una
idea de esta publicación, acudimos a lo que sobre ella nos refiere Brian J. Dendle en su
interesante libro Galdós y La Esfera: “La Esfera se publicó por primera vez el 3 de enero de
1914. Fue dirigida por Mariano Zavala y Francisco Verdugo Landi, directores también de
Mundo Gráfico y Por esos mundos. Hasta su desaparición en 1930, cuando había degenerado
en revista ilustrada de deportes de cine, La Esfera salió semanalmente. Desde el principio fue
revista de lujo, vendiéndose a 50 céntimos, precio enorme en aquella época. Además de ser
revista de arte, su reputación se debió sobre todo a la excelencia de sus ilustraciones, impresas
en espléndidos colores sobre papel de alta calidad, La Esfera publicó artículos, todos
copiosamente ilustrados con grabados y fotografías, sobre la literatura contemporánea, el
teatro, el baile, la moda, los monumentos y paisajes de España, hallazgos arqueológicos, el
deporte, las familias reales europeas, los viajes, la actualidad europea y, raramente, la
ciencia”.3
Esta cita de Dendle nos permite adentrarnos, de cara a una edición como la propuesta, en la
formulación de varias hipótesis que serán los preludios necesarios para incurrir en algunos
114
campos de trabajo que habrán de proveernos de más datos sobre la gestación de estas
Memorias. Galdós escribe en La Esfera porque alguien se lo pide (esto es evidente). En una
publicación como la referida, esa competencia le corresponde al director o directores de la
misma. A este respecto, apunta Sainz de Robles4 lo siguiente: “Los directores de la
famosísima y espléndida revista madrileña La Esfera (que inició su publicación en 1914),
Francisco Verdugo y M. Zavala, insistieron muy tercos, amables y espléndidos
(económicamente), para que don Benito iniciara la publicación de sus Memorias. Luego de
resistirse mucho, accedió a escribirlas5, publicándose en varios números de dicha revista,
durante los años 1915 y 1916”.
Así, pues, tuvo que mantener nuestro autor algún tipo de contacto, epistolar quizás, con
Mariano Zavala y Francisco Verdugo Landi, los directores de la revista señalada. Será muy
interesante rastrear este posible contacto porque de él estimamos que se podrá obtener datos
como el tipo de colaboración que los directores de la publicación querían que adoptase Galdós
y las condiciones de esta colaboración impuestas por éste.
Consultando el copioso archivo epistolar de nuestra querida Casa-Museo Pérez Galdós
hemos hallado que se conservan cinco cartas de Francisco Verdugo a nuestro autor. En una de
ellas, fechada el 28 de enero de 1916, aparecen expresiones del tipo: “¿Por qué no hace Vd.
un esfuerzo y me manda alguna cosa para el próximo número? Yo se lo agradecería en el
alma porque La Esfera necesita que la firma de Vd. figure en sus páginas con más frecuencia”
El resultado de esta solicitud pudo ser el artículo “Galdós y El Caballero Audaz” publicado
el 11 de marzo de ese mismo año, como nos refiere Dendle.6
Nos interesa destacar el hecho de que La Esfera fuese una revista de lujo de tirada
semanal. Una publicación de lujo implica la existencia de un reducido número de lectores que
pueden acceder a ella. Son lectores que poseen el mismo nivel cultural y social que nuestro
autor y un poder adquisitivo lo suficientemente holgado que les permite adquirir los números
de esta revista. ¿Hasta qué punto puede determinar esto los contenidos que Galdós refiere en
sus Memorias? No lo sabemos a ciencia cierta, aunque nos atrevemos a sugerir que de alguna
manera sí: no tanto por lo que cuenta, sino por lo que calla. Cuanto hay anotado es fruto de los
afectos de Galdós hacia determinados recuerdos y, al mismo tiempo, de los deseos de pasar
por alto otros con mayor o menor intención. Sobre este particular tomamos de Percival la
siguiente observación: “Galdós mismo –en vista de sus múltiples contactos con la prensa
madrileña, y particularmente con el colaborador asiduo de la revista José María Carreter (“El
Caballero Audaz”), a quien conocía Galdós desde la infancia de aquél– tenía una idea bastante
clara de quienes iban a leer sus memorias”.7
Las Memorias de un desmemoriado se publicaron en trece entregas no periódicas
distribuidas en los siguientes númerosΔ: 1141, 1172, 1183, 1194, 1215, 1236, 1267, 1298, 1319,
13410, 13611, 14412 y 14613; que corresponden a las fechas de 4 y 25 de marzo, 1, 8 y 22 de
abril, 6 y 27 de mayo, 17 de junio, 1 y 22 de julio, 5 de agosto, 30 de septiembre y 14 de
octubre, respectivamente. Todos son del año 1916.8 Salvo la segunda entrega, que lleva el
subtítulo “Adelante, amigos” y unos datos de referencia cronológica: Madrid, octubre de 1868
(sin duda, el período al que se refiere), el resto de los artículos de las Memorias de un
desmemoriado carecen de titulación alguna, vienen precedidas de un numeral romano y no
tienen la distribución interna que tiene la edición de Alberto Ghiraldo9 y las posteriores.
Estas últimas ediciones, con la de Ghiraldo como impulsora, incorporan un subtítulo en
cada entrega y, además, muestran una división interna en cada uno de ellos que no aparece en
115
los artículos originales. Los títulos añadidos por el autor de las Obras inéditas del grancanario
son: [1] Mi llegada a la Corte; [2] Adelante, amigos; [3] Pereda y yo; [4] Vida parlamentaria;
[5] Escapatoria otoñal; [6] Lo que me contó un abate; [7] Recuerdos de Italia; [8] Ángel
Guerra y Toledo; [9] Visita a una Catedral; [10] Autor teatral; [11] Estrenos de Realidad, La
loca de la casa y La de San Quintín; [12] Ansó. Los condenados; [13] Nuevos viajes; [14]
Galdós, editor; y [15] Últimas notas.
Llama la atención que Ghiraldo distribuya la materia en quince capítulos cuando Galdós
sólo publicó trece entregas. Más llamativo aún es que el último apartado que Ghiraldo
publica, titulado “Últimas notas”, no tenga nada que ver con nuestras Memorias de un
desmemoriado.
Las “Últimas notas” que incorporan todas las ediciones de nuestro texto desde la de
Ghiraldo no forman parte de lo que fue la iniciativa Memorias de un desmemoriado. Se trata
de un artículo inacabado en el que se narra la visita que efectuó Galdós a la Reina Isabel en
París gracias a la mediación de su buen amigo, el teldense Fernando León y Castillo. Se
publicó en La Esfera el 10 de enero de 1920, seis días después de haber muerto nuestro autor.
Es posible que lo tuviesen ya desde hacía tiempo en la redacción de la revista y que sólo por
una circunstancia tan resonante como la desaparición de uno de los escritores más importantes
de nuestras letras aprovechasen para sacarlo a la luz. Como indica Peñate Rivero: “Se trata de
la primera entrega de un artículo que Galdós había enviado a La Esfera, y que la revista
publicó el 10 de enero de 1920, como homenaje póstumo al escritor fallecido seis días
antes”.10
La distancia cronológica que separa estas últimas notas de las Memorias nos impide
aceptarlas como una pieza más del engranaje que, con más o menos acierto, trabó Galdós
cuando las publicó, hacía ya cuatro años. Es posible, no obstante, que se le presentase la
ocasión, después de 1916, de volver a colaborar con la revista de Zavala y Verdugo, y que se
prestase a participar con un artículo sobre su visita a la Reina Isabel tomando como base las
notas que tiempo atrás había redactado sobre su primera visita y que publicó en su
Memoranda de 1906.11
La prueba de lo que apuntamos creemos haberla hallado en dos cartas. La primera, fechada
el 8 de noviembre de 1917, tiene por destinatario nuestro autor y en ella Francisco Verdugo
invita a Galdós a que continúe su colaboración con su publicación: “¿Por qué no hace Vd.
algo y me lo envía para publicarlo en el número extraordinario de La Esfera que preparamos
para primero de año?”.
Suponemos que nuestro autor le respondió el 29 de ese mismo mes: “Hoy envío a Vd. un
retrato de Dª Isabel II que me dedicó cuando yo la visitaba en París para celebrar con ella unas
conferencias y como precisamente el asunto de mi primer artículo para el número
extraordinario de La Esfera es hablar de estas entrevistas le mando el retrato para que con la
dedicatoria lo reproduzca [...]”.12
Sobre las trece entregas, que en Ghiraldo se transforman en catorce capítulos (excluimos el
titulado “Últimas notas” por las razones ya apuntadas), cabe apuntar que un estudio
comparativo superficial entre ambos textos nos permite atestiguar la profunda intervención de
Alberto Ghiraldo a la hora de distribuir el material memorístico de Galdós con respecto a
como apareció en La Esfera. En las entregas que corresponden al 17 de junio en adelante el
citado editor ubica en el trabajo del mes anterior (27 de mayo, con subtítulo “Recuerdos de
Italia”) el final del artículo que, por problemas de espacio, apareció en el referido número del
116
17 de junio (el 129). El resto del artículo de la revista lo publicó Ghiraldo con el subtítulo
“Ángel Guerra y Toledo”. El capítulo “Visita a una Catedral” se corresponde con el artículo
del primero de julio; lo que ya no ocurre con el siguiente (“Estrenos de Realidad, La loca de
la casa y La de San Quintín”). El artículo del 22 de julio (el nº 134) dio para tres capítulos de
la edición de Ghiraldo. Desde el principio hasta la frase “no sin discrepancias, pues la
unanimidad de pareceres jamás se realiza en cosas del teatro” corresponde al capítulo
“Autor teatral”; desde “El 15 de marzo se estrenó la obra” hasta “contribuyeron a que ‘La de
San Quintín’ durara en el cartel cincuenta noches” corresponde al capítulo “Estrenos de
Realidad, La loca de la casa y La de San Quintín”; y desde aquí hasta el final corresponde a
la primera división del capítulo siguiente “Ansó. Los condenados”. Este capítulo, a su vez, se
ha constituido, por un lado, gracias al final del señalado artículo del 22 de abril y todo el del 5
de agosto (nº 136). Finalmente, el capítulo “Nuevos viajes” se corresponde con todo el
artículo de Memorias de un desmemoriado publicado el 30 de septiembre y “Galdós, editor”
con el último artículo que nuestro autor publicó sobre el texto que nos ocupa, fechado el 14 de
octubre de 1916, en el número 146 de La Esfera.
Hay que señalar, además, cómo la participación de Ghiraldo no se circunscribe únicamente
a la distribución de los contenidos, entrando de lleno en la misma escritura, tal y como nos
refiere Peñate Rivero: “Ghiraldo hace una distribución en capítulos que no corresponde a la
de Galdós, lo cual le lleva a alterar el texto original: si, al inicio del doce, Galdós habla de
“dar principio al capítulo duodécimo de estas Memorias”, Ghiraldo, llevado por la
distribución hecha hasta entonces, cambiará sin mayor problema ‘duodécimo’ por ‘trece’.13
Veamos otro ejemplo al respecto. Hagámoslo, sobre todo, porque nos sirve para
testimoniar la presencia de variantes en textos contemporáneos no debidas precisamente a la
intervención del autor (que es lo general), sino incluso del editor. Así, tenemos que en el
artículo del 22 de julio de 1916, en el que se cuenta acerca del estreno de Realidad y otras
obras, Galdós escribe lo siguiente: “De madrugada, después de la función, nos ocupábamos en
ensayar una y mil veces el truco del espectro que al fin obtuvo el visto bueno de los curiosos
que lo presenciaban, no sin discrepancias, pues la unanimidad de pareceres jamás se realiza en
cosas de teatro. El 15 de marzo se estrenó la obra; fue una noche solemne, inolvidable para
mí”.
Ghiraldo, por su parte, que ha decidido, como ya hemos apuntado, que su capítulo “Autor
teatral” llegase hasta la señalada frase “la unanimidad de pareceres jamás se realiza en cosas
de teatro” y que la siguiente fuese el comienzo de su capítulo “Estrenos de Realidad, La loca
de la casa y La de San Quintín”, se ve impelido a comenzar de otra forma, puesto que si
reproducía el texto galdosiano se encontraba con: “El 15 de marzo se estrenó la obra; fue una
noche solemne, inolvidable para mí”, siendo preceptivo indicar de qué obra se trata. Por eso,
opta por ofrecer la siguiente versión: “El 15 de marzo [de 1891] se estrenó [Realidad]. Fue
[ésta] una noche solemne, inolvidable para mí”.14
Las causas de todo lo apuntado sólo pueden atribuirse a una intención del editor de dar
coherencia a la secuenciación de los contenidos de estas Memorias. Aun así, Ghiraldo no
consigue dotar al texto en su conjunto de mayor congruencia y no logra evitar que siga
imperando el calificativo con el que Galdós define a sus Memorias de “mezcolanza informe,
sin la debida trabazón lógica de los hechos que refiere” (I.1). Por eso, para un posible editor
de nuestro texto, sugerimos la conservación de la distribución original de los contenidos. No
sólo respetamos el original, sino que, incluso, podemos obtener alguna información adicional
a partir de la distancia temporal que separa un artículo de otro. Por ejemplo: entre el artículo
del 27 de mayo y del 17 de junio han pasado dos semanas, un intervalo en el que algunos
117
acontecimientos vividos por Galdós durante ese período han podido alterar la idea inicial que
tenía prevista para el artículo publicado en el nº 129 de La Esfera desde que publicase la
entrega que aparece en el nº 126. Esas posibles variaciones sólo podrán detectarse con un
estudio sumamente pormenorizado, milimétrico diríamos, de la vida de nuestro autor durante
el período que comprende la aparición de Memorias en la revista de Zavala y Verdugo Landi.
Además, Galdós era consciente de los problemas de espacio que tienen todas las
publicaciones seriadas con multitud de artículos. Ningún redactor o maquetador se atrevería a
seccionar sin más ni más el escrito de una personalidad como la nuestra. Cabe suponer que
fue consultado nuestro autor y que lo aparecido obtuvo su correspondiente beneplácito.
Intervenir como editores puede eliminar este consentimiento inicial y, como se demuestra con
una lectura superficial de la edición de Ghiraldo, tampoco soluciona gran cosa.
Para adentrarnos en el porqué de unas Memorias como las que Galdós publica en La
Esfera convendría volver sobre la necesaria adquisición de los datos que el epistolario entre
Galdós y los directores de la publicación puede depararnos. La carencia de una periodicidad
regular en su publicación y la presencia en sus páginas de comentarios definitorios sobre las
mismas como el ya apuntado de “mezcolanza informe” nos sugiere cierta improvisación en la
gestación de estos recuerdos autobiográficos. La materia adolece de un plan de trabajo inicial
y eso se observa, con una revisión sucinta de la obra, en la carencia de una relativa coherencia
a la hora de presentar todo el trasunto biográfico que le ocupa. ¿Por qué un autor como
Galdós, tan curioso para según qué cuestiones literarias, se permite la publicación de estas
páginas, interesantes, sí, amenas, también, pero tan estridentes para el lector por la
aglomeración de datos y de información sin una lógica juntura entre sí, provocando con ello la
impresión de ser estas Memorias no una autobiografía sino un conjunto de ráfagas
existenciales?
El hecho de que en estas Memorias se nos apunte en no pocas ocasiones la referencia a
otros escritos en los que el autor ya trató sobre la cuestión que le ocupa en ese momento, nos
puso en alerta sobre una hipótesis que, confesamos, aún no hemos resuelto plenamente y que
en sí puede ser un maravilloso principio para acometer un trabajo de mayor envergadura. Así,
en estas Memorias de 1916 aparecen referencias a viajes que Galdós hizo a Portugal, Italia o
Toledo, nos habla de su estancia en la tierra natal de Shakespeare, su contacto con Isabel II y
dedica a su amigo Pereda varios párrafos, todos muy interesantes. En la ya señalada
Memoranda, de 1906, aparecen, entre otros, tres trabajos dedicados a la referida reina Isabel
(sobre el que ya hemos apuntado algo), a la casa de Shakespeare y a Pereda, respectivamente.
Otros tres trabajos, dos publicados en Viajes y Fantasía, y uno tercero, éste de forma
independiente, se ocupan de la descripción de varias ciudades portuguesas e italianas (escritos
cada uno, si las fechas no mienten, en 1885 y 1888) y, el tercero, de Toledo, su historia y su
leyenda. Escrito también sin mucha distancia cronológica con las obras anteriormente
mencionadas.
Esto nos hace pensar que cuando Galdós redactaba los artículos para las Memorias de La
Esfera pudo tomar buena parte de los datos que en estos anteriores trabajos había y ataviarlos
de forma que adquiriesen cierto sentido de texto acabado, de idea completa. Este “parcheo”
literario, cuando se lleva a cabo, es, por lo general, porque se considera que lo escrito con
anterioridad tiene la suficiente entidad y que es innecesaria su reescritura con otras palabras u
otras ideas o, lo que es más llamativo y que siempre parece causar cierta grima tratándose de
un escritor: porque no se tiene ganas de crear, de escribir. Quizás haya sido esto último lo que
ha movido a Percival a sostener una afirmación como la siguiente: “La mera idea de escribir
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memorias no podría apetecerle mucho: esto se observa en el modo artificial y evasivo de
iniciarlas y –a veces– de encauzarlas”.15
Si Galdós se comprometió a escribir estas Memorias y ese compromiso se vio en peligro,
en ocasiones, por falta de tiempo de nuestro autor, desgana, incapacidad para acometer la
empresa escritora, etc., es lógico que acudiese a viejos retales textuales que tenía compuestos
y que le permitirían salir airoso de su obligación cumpliendo con el cometido acordado con
Zavala y Verdugo: “El autor famoso se compromete a escribir sus memorias para una revista
madrileña. Le pagan bien y como buen profesional quiere complacer a su público. Lo
importante es entretenerlos con cosas ligeras –un poco de historia, anécdotas variadas,
informes sobre sus viajes, sus visitas a ver a la reina Isabel II, sus contactos con el teatro, sus
actividades parlamentarias y editoriales, algo de sus amistades– y no profundizar más”. (Esta
actitud refleja además su fuerte tendencia a la reserva).16
En el trasfondo puede que haya sido una necesidad pecuniaria la que le impulsase a no
dejar de cumplir, a costa de lo que fuese, el señalado compromiso: la situación económica de
Galdós en 1916 no era nada boyante, como tampoco lo había sido en 1898, fecha de su
ruptura con su “socio literario” Cámara [...] La ruptura y el juicio posterior habían dejado a
Galdós en la ruina, de tal modo que, para salir adelante, hubo de continuar con los Episodios
Nacionales, en 1898, casi veinte años después de haber terminado la segunda serie (1879).17
Una suposición como la expresada requiere de la consulta de los originales de esta
Memorias y éstos no pueden ser los artículos aparecidos en La Esfera, sino los manuscritos,
cuya existencia desconocemos. En estos manuscritos es posible que hallemos algunos datos
procedentes de estos escritos anteriores mencionados y, lo que es más importante, la posible
intervención, consciente o no, del amanuense que plasmó en el papel el dictado de nuestro
autor. Téngase en cuenta que cuando se publicó Memorias de un desmemoriado ya llevaba
Galdós cuatro años ciego y que tenía que acudir a sus ayudantes para cumplir con los
compromisos editoriales que tenía, incluido los relativos a La Esfera. Al amanuense y al
cajista les presuponemos su inocencia ante los errores y las erratas del texto; ahora bien, hasta
qué punto, cabría preguntarse con cierta... malicia. Proponemos, pues, un estudio de verdadera
envergadura para detectar estas intervenciones no deseadas y, en caso afirmativo, calibrar su
importancia en el desarrollo de la obra que nos ocupa.
Es posible, también, después de todo lo apuntado, que sea de ahí, del conglomerado de
previsibles intervenciones y acuciantes compromisos, de donde provenga la indudable
heterogeneidad de estas Memorias, una composición que se ampara en la existencia de
lagunas debidas a la falta de memoria del autobiografiado (de ahí lo de desmemoriado)18 para
solventar la evidente intención de no entrar en una cuestión determinada, por alguna razón
que sólo a él le compete, y justificar así el revoltijo de datos, nombres y episodios
existenciales contados sin un nexo común que dé razón de su porqué. Es, en definitiva, lo que
Julio Peñate Rivero ha sintetizado en los siguientes términos: “Se anuncia, ya desde el título,
que no habrá ningún compromiso sobre la fidelidad de lo narrado. La empresa, por
contradictoria, estaría condenada al fracaso: un desmemoriado no podría escribir unas
memorias fieles”.19
Pero no podemos dejar la genialidad de nuestro autor en las pinceladas negativas expuestas
sobre estas desafortunadas Memorias de un desmemoriado. Ya hemos insinuado que Galdós
pudo entregarse con cierto tedio al cumplimiento de su compromiso con La Esfera, pero ello
no es contrario al sufrimiento que su espíritu creativo debía padecer constantemente por tener
que ocuparse de temas superficiales que no lograban evitar su contínuo estado de autocrítica.
119
Necesita superar esta negatividad perpetua a su texto (verificable en calificativos tales como
“mezcolanza informe”, “desmemoriadas memorias” o “deshilvanadas páginas”), por eso,
emulando a su venerado Cervantes cuando dota al hidalgo manchego de su otra mitad, Sancho
Panza, se inventa la figura de la ninfa-memoria, como nos apunta Percival, “que no sólo
confiere color y vivacidad al texto sino que le permite inventar diálogos y exteriorizar ideas
en forma de conversación”.20 Así logra Galdós conceder a sus Memorias una carga de
convincente retórica de la que adolecía hasta ese momento.
Memorias de un desmemoriado no es precisamente la mejor obra de Galdós; tampoco la
peor. Hemos procurado ofrecer una serie de puntos fundamentales a la hora de acometer
nuestra sugerida edición anotada. Son, como se puede comprobar, puntos relativos a los
procesos de gestación y desarrollo de nuestro objeto de estudio; base imprescindible para
iniciar cualquier tipo de análisis textual de la envergadura del que proponemos. Nos quedan
otros apartados que deberán ser expuestos en su momento y que hemos sintetizado en un plan
de trabajo puramente analítico que obedece a los siguientes tres campos temáticos de
búsqueda: El primero tiene que ver con la Historia y con los sucesos y personajes históricos
que refiere en el transcurso de su exposición; el segundo campo se refiere a la Literatura,
centrándonos para ello en las obras del autobiografiado y de otros autores, ya sean clásicos o
contemporáneos a él, que son citadas y en los juicios sobre Teoría literaria que llega a emitir
el grancanario en función de algún acontecimiento vivido; el tercer y último campo de
búsqueda y análisis corresponde a sus viajes, ya sean a ciudades españolas, como Toledo, ya
sea a ciudades de países como Italia, Francia, Portugal, Alemania, Inglaterra o Escocia, por
citar algunas.
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NOTAS
1 El Prólogo que Ghiraldo (Madrid: Renacimiento, 1930) inserta en su edición no es más que una síntesis del
contenido de las Memorias, poco más.
2 PEÑATE RIVERO, J., “Memorias de un desmemoriado: La autobiografía en Galdós” en La autobiografía
en lengua española en el siglo XX. Edición de Antonio Lara Pozuelo. Lausanne: Ispanica Elvetica, 1991,
pág. 143.
3 DENDLE, B.J., Galdós y ‘La Esfera’. Murcia: Universidad, Secretariado de Publicaciones, 1990. pág.13.
«Pedro Gómez Aparicio la describe así: “La Esfera, cuyos ejemplares comenzaron a venderse al precio
–exorbitante entonces- de 50 céntimos, fue desde su aparición –por la variedad y calidad de sus
colaboraciones, por la audacia de sus estampaciones en color y por la riqueza y multiplicidad de sus
grabados– un alarde de buen gusto y de perfección técnica que la equipararon a las mejores publicaciones
extranjeras de su clase”» (vid. GÓMEZ APARICIO, Pedro: Historia del periodismo español. Madrid:
Editora Nacional, 1974, pág. 546. La cita ha sido tomada del artículo “Galdós y lo autobiográfico: Notas
sobre Memorias de un desmemoriado” de Anthony Percival; publicado en el segundo tomo de las Actas del
VII Congreso Internacional de la Asociación Internacional de Hispanistas -Venecia, 25 al 30 de agosto de
1980, preparadas por Guiseppe Bellini (Roma: Bulzoni Editore, 1982, p. 808).
4 SAÍNZ DE ROBLES, F. C., Recuerdos y Memorias. Benito Pérez Galdós. Madrid: Tebas, 1975, pág. 22.
5 Conviene recordar la especial reticencia galdosiana a dar datos relativos a su vida privada. Como nos cuenta
Peñate Rivero: «A quien le preguntaba sobre ella, venía a responderle que esas cosas no interesaban a
nadie. Lo cual tenía, por lo menos, dos sentidos evidentes: que carecían de interés, dado que en su vida se
había limitado a trabajar, y que pertenecían a su esfera privada (sólo le concernían a él). Se sabe que, por
esas reticencias, llegó a ser proverbial la rivalidad entre “los chicos de la prensa” para sonsacarle a Galdós
confidencias íntimas, obteniendo, la mayor parte de las veces, simples avances de sus proyectos literarios o
juicios generales sobre la literatura y la situación española» (Ob. cit., pág. 139).
6 DENDLE, B.: Ob.cit. pp. 27 y 65-69.
7 PERCIVAL, Anthony: Ob. cit., pág. 809.
Δ Hemos colocado el subíndice al lado del número de la revista para que se sepa qué lugar de las entregas
ocupaba. Así, por ejemplo, sabemos que la primera entrega fue el nº 114, la octava en el 129 y la última
entrega, la decimotercera, apareció en el número 146 de La Esfera.
8 La Bibliografía de Galdós de Hernández Suárez (Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo
Insular de Gran Canaria, 1972, p. 443) contiene importantes errores en la datación de estos números porque
no incluye el nº 146 y porque anota fechas que no se corresponden con el número de la publicación: donde
dice 15 debe decir 25 de marzo y donde apunta 30 de noviembre de anotar 14 de octubre. Curiosamente,
otra bibliografía galdosiana, la de Jerónimo Herrera Navarro (Madrid: Fundación Universitaria Española,
1998), incurre en el mismo error.
Por otro lado, desconocemos los motivos que han movido a Saínz de Robles (en sus Recuerdos y
Memorias) y Percival sostener que la obra se publicó entre los años 1915 y 1916, cuando no ofrece la
menor duda de que fue durante el período comprendido entre marzo y octubre del último año mencionado.
Más extraño aún es comprobar cómo el mismo Galdós también incurre en este baile de años. En una carta
que escribe a Luis Ruiz Contreras (suponemos que después del 30 de septiembre 1916, porque hay una
mención expresa a la entrega número doce de las Memorias de don Benito Pérez, aparecidas en el número
144) y que éste reproduce en el prólogo de su libro Memorias de un desmemoriado (Madrid: Imp. de A.
Marzo, 1916), dice nuestro autor lo siguiente: «Cuando hace dos años (¿?) empecé a publicar en La Esfera
mis artículos Memorias de un desmemoriado, [...]». El propio Ruiz Contreras debió sentirse desconcertado
ante esta afirmación y no dudó en poner las dos interrogantes, tal como aparecen en la cita galdosiana
reproducida.
121
9 Consideramos que su edición fue la primera que agrupó todos los artículos sobre las Memorias galdosianas.
Hay una, consignada por Manuel Hernández Suárez en el primer tomo de su Bibliografía de Galdós que,
sospechamos, puede contener algún error, que ha arrastrado consigo a Dendle. Se trata de la edición de la
Editorial Alhambra que el investigador norteamericano fecha, sin certeza clara, en la segunda década del
siglo XX. En realidad, la edición de las Memorias de la Editorial Alhambra (con prólogo de un tal
“Araceli”) no fueron compuestas en 1920. El error de Dendle ha podido venir ocasionado por la fecha de
1920 que aparece en la cubierta, sin percatarse, al perecer, de que la misma corresponde al nombre y años
de nacimiento y muerte de nuestro autor: Benito Pérez Galdós, 1843-1920. Se considera, pues, la de
Ghiraldo como la primera edición de las Memorias después de los artículos de La Esfera, que conformarían
lo que podemos denominar como editio princeps, aunque de contenidos dispersos. Por otro lado, cabe
señalar que en otros repertorios bibliográficos, como el que doña Carmen Bravo-Villasante incorpora en su
interesante Galdós visto por sí mismo (Vitoria: Magisterio Español, 1976) aparece la obra de Ghiraldo y no
la que supuestamente promovió la Editorial Alhambra. Peñate Rivero nos apunta sobre la edición de
Ghiraldo lo siguiente: “Es la edición utilizada por la Editorial Alhambra y por Saínz de Robles para las
Obras Completas de Aguilar... con el inconveniente de que no es una edición correcta –ya veremos luego
porqué–” (Ob. cit., pág. 140).
10 PEÑATE RIVERO: Ob. Cit, pág. 141.
11 PÉREZ GALDÓS, Benito: Memoranda. Madrid: Perlado, Páez y Compañía, 1906.
12 La carta de Galdós a Verdugo ha sido tomada de la obra de Dendle ya referida (ps. 71-72). La de Verdugo a
Galdós ha sido extraida de los archivos epistolares que posee la Casa-Museo Pérez Galdós.
13 RIVERO PEÑATE: Ob. Cit, pp. 140-141.
14 Entre corchetes anotamos las palabras añadidas por Alberto Ghiraldo.
15 PERCIVAL, Anthony: Ob. cit., pág. 814.
16 Íbid., pág. 813.
17 PEÑATE RIVERO, Julio: Ob. Cit, pág. 148. En el último artículo que publica Galdós en La Esfera se
apunta cómo nuestro autor se entregó a la tercera serie de los Episodios Nacionales y cómo trazó su plan de
trabajo con el fin de que la primera obra de esta nueva serie fuese Zumalacárregui.
18 Aunque por problemas de espacio y tiempo no podemos extendernos mucho más sobre el alcance de la
expresión “desmemoriado” en un título como el de nuestra obra, sí conviene mencionar, aunque sea en una
nota como ésta y sin olvidar los principios que rigen este trabajo, la particular controversia sostenida entre
un tal Luis Ruiz Contreras y nuestro autor a propósito del título de la colaboración galdosiana en La Esfera.
En el prólogo de su ya referido libro de memorias (págs. 11 y 12), el citado expresa su disgusto porque el
autor de Fortunata y Jacinta haya hecho uso para sus artículos de un título genérico que él antes había
utilizado. Galdós le responde afirmando que desconocía tal extremo y que procuraría, en las entregas
restantes, hacer alguna aclaración; lo que, en honor a la verdad, no hizo.
19 PEÑATE RIVERO, Julio: Ob. cit., pág. 142.
20 PERCIVAL, Anthony: Ob.cit., pág. 813.
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