LA SOCIEDAD Y LA MUJER EN

FORTUNATA Y JACINTA

Mª Milagrosa Álvarez Hernández

Introducción

La obra que nos ocupa es la de mayor relieve dentro de la producción literaria galdosiana.

Concretamente, Fortunata y Jacinta, como se ha dicho en diversas ocasiones, ofrece un

estudio detallado de la sociedad española de la época y como veremos se asemeja también, y

en algunos aspectos, a una sociedad más actual. No es extraño así que los historiadores

recurran a la gran aportación de Galdós. En este sentido, Galdós nos muestra que al hombre

no se le puede aislar de la historia, porque forma parte de ella. Son los hechos de los hombres

los que precisamente la determinan. En este sentido Hegel pensaba que:

La historia, empero, es siempre de importancia suma para un pueblo, pues es

mediante ella que llega éste a la conciencia de la marcha de su espíritu, el cual se

expresa en leyes, costumbres y acciones.1

Galdós narra episodios que desgraciadamente se han producido en nuestro país por esa

tozudez que suele mostrar la historia y tan frecuente en el siglo XIX: el golpe de estado de

Pavía el 3 de enero de 1874, el ejército había salvado una vez más a la desgraciada nación

española (pág.273). Hechos todos por los que Galdós, como hombre que no podía escapar a

su sincera preocupación por la realidad política, mostraba una manifiesta sensibilidad. La

evolución de los hechos históricos parece que va en consonancia con la vida de algunos

personajes, especialmente la de la heroína Fortunata. Los sucesos político-sociales acaecidos

entonces cubren, en buena medida, los diálogos de esta novela. Feijóo, escéptico en estas

cuestiones, le comenta a Juan Pablo Rubín: “La moral política es como una capa con tantos

remiendos que no se sabe ya cuál es el paño primitivo” (pág.552).

La sociedad

Galdós se recrea en la sociedad madrileña con manifiesta minuciosidad. Nos lleva de la

mano no sólo a todos los rincones del Madrid de entonces, sino que nos acerca a las

costumbres de sus habitantes y, lo que es más, nos revela sus preocupaciones y vivencias.

Fortunata y Jacinta se convierte así en una suerte de compendio de historia, psicología,

sociología y de otras realidades de la época. La sociedad madrileña a la que Galdós nos lleva

no difiere, en muchos aspectos, de la actual. Los convencionalismos y el puro formalismo

externo hacen que la voz de la experiencia de Feijóo –personaje de la novela– recomiende que

“el transigir con las leyes sociales tiene tal importancia que hay que sacrificar el gusto y la

ilusión” (pág.661). Los principios y las formas (pág.663) sociales son el gozne para no caer

en lo que él llamaba descomponerse. O lo que hoy diríamos irse de madre. De este modo,

Feijóo afirmaba con plena convicción que “la ganga es tener un nombre y una chapa decorosa

en el casillero de la sociedad” (pág.645). Otro personaje que también gustaba de retratar la

sociedad madrileña era Moreno-Isla, aunque siempre haciéndolo con referencias como

hombre que había viajado por el extranjero: “... nuestra raza está mal alimentada... viene

pasando hambre desde hace siglos, las calles mal adoquinadas...” (pág.600). Existe otro hecho

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que proliferaba en la España de entonces: “el bandolerismo”. Moreno-Isla refiriéndose a este

suceso creía que “apenas se pone el pie en España no se da un paso sin tropezar con

bandoleros” (pág.597). Esto, aparte de reflejarlo Galdós como un dato histórico, lo traslada al

comportamiento de Guillermina, la rata eclesiástica como la denominaba Galdós,

comportamientos que abundaban entonces “entre el hambre y la honra”.2 La Correspondencia

de España recogía que “del día 15 de septiembre al 15 de octubre de 1870 más de sesenta

“bandoleros habían sido muertos por la Guardia Civil, cuando los conducían detenidos e

intentaran escapar”.3 Estas referencias quizá ayudan a explicar las preferencias de Moreno-

Isla: La Guardia Civil, las uvas de albillo y el Museo del Prado (pág.598).

Las formas de comportamiento configuran el engranaje sociológico de los personajes

pertenecientes a la clase alta. Juanito, convencido y alimentado por las formas externas le

recuerda a Fortunata que “las convenciones sociales, nena mía, son más fuertes que

nosotros”, (pág.606), o estas otras palabras donde el cinismo es clarísimo: “Nuestras ideas

deben inspirarse en las ideas generales que son el ambiente moral en que vivimos” (pág.265).

Sociológicamente, pues, existe una frontera entre dos clases:

Evidentemente, entre 1868 y 1874, se produce plenamente el divorcio sociológico, la

diferenciación de caminos, objetivos y perspectivas de los sectores proletarios con respecto a

los seguidos o reivindicados por los núcleos burgueses de España.4

En esta sociedad hay dos mundos, dos realidades, dos tipos de moral, que una persona se

ve obligada a compartir. El hombre es como una moneda de dos caras, una para el mundo, la

sociedad, el qué dirán y otra, la verdadera, que es la que se suele ocultar. Fortunata se percata

de esta dualidad que se da en la realidad humana y afirma: “Un mundo que se ve y otro que

está debajo escondido... Y lo de dentro gobierna a lo de fuera... pues... claro... no anda la

muestra del reloj, sino la máquina que no se ve (pág.687)”. Estas palabras en boca de

Fortunata son muy reveladoras. He aquí, creemos, el gran drama de Fortunata y, por ende, el

del pueblo. Éste, representado por Fortunata, no utiliza esa doble actitud porque sólo le queda

luchar por la verdad y la justicia que era su supervivencia.

Por otro lado, vemos como Maxi, su marido, es capaz de perdonarla en el fondo pero no en

la forma: “No hay que confundir. El perdón puramente espiritual o evangélico, ya lo tiene...

Pero el otro perdón, el que llamaríamos social, porque equivale a reconciliarse, es imposible

(pág.658-9). En efecto, las formas, las apariencias, son básicas en el sistema burgués”.5 En

este mundo de vaivenes en donde lo que cuenta es el estar y no el ser, Juanito Santa Cruz se

permite el lujo de afirmar que el honor es un sentimiento convencional (pág.161) o en otro

momento afirma, “...decencia porque se lleva una ropa que llaman levita... ¡Qué humanidad

tan farsante!” (pág. 101). Leyes sociales, cánones establecidos, el que dirán, la fama, el honor

configuran el patrimonio espiritual de las clases dominantes en esta sociedad y, qué duda

cabe, que trasciende esta preocupación de alguna manera en Fortunata. De este modo, cuando

Juan la abandona, ésta se obsesiona con la honradez, “que soy honrada, que siempre lo he

sido...” (pág.498 y 612-13). Pero Feijóo le sugiere que la honradez va unida al dinero y

entonces le pregunta: “¿Honrada comiendo o sin comer?” (pág. 622).

Así :

Las ideas de la clase dominante son en toda época, las ideas dominantes; es decir,

que la clase que es la potencia material dominante de la sociedad es, al mismo

tiempo, su potencia espiritual dominante.6

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José Izquierdo, uno de los personajes más conscientes de su situación, afirma: “La pobreza

no es deshonra..., pero tampoco es honra” (pág.217). Guillermina asemeja la pobreza con la

maldad. Ser pobre es lo mismo que ser malo y piensa de José Izquierdo: “el pobre ha tenido

que valerse de mil arbitrios no muy limpios para poder vivir... Hay que ser indulgente con la

miseria y otorgarle un poquitín de licencia para el mal” (pág.219). Así las cosas, resulta

evidente que la honra, en esta sociedad, está íntimamente ligada al bienestar económico y

social.

En otros aspectos, recordemos cómo trata Doña Lupe a Papitos, la criada, cuando se

enfada, le dice: “Hoy te vas a tu casa, a la choza del muladar de Cuatro Caminos donde

estabas, entre cerdos y gallinas, que es la sociedad que te cuadra” (pág. 428). Otro tanto dice

sor Natividad de Mauricia cuando ésta se encontraba sentada sobre un montón de mantillo:

“Ya... en la basura. Es su sitio” (pág.477). La sociedad de Fortunata y Jacinta la vemos

reflejada en la novela a través de diferentes detalles. Por ejemplo, la costumbre de poner la

compra del mercado en la puerta para que las vecinas la contemplen, y la del paso del viático

por las calles (págs. 57 y 704). Blanco White, en Cartas de España, ya había dedicado su

atención a estas dos típicas costumbres.7

El pueblo llano se distinguía, además, de la burguesía, en que ésta vestía de color gris y

aquél con el color rojo que simboliza la sangre y la vida misma. “Galdós piensa que el pueblo

tiene un sentido estético innato, como se demuestra en su uso del mantón y del pañuelo de

Manila”.8 Así José Ido del Sagrario, personaje peculiarmente popular, usaba corbata roja y

deshilachada (pág.157). Doña Fuensanta, una vecina de Severiana (hermana de Mauricia),

lucía una toquilla encarnada (pág. 719). La gallinejera, vecina de Pepe Izquierdo, vestía de

colorines (págs.174 y 215).

Otra faceta de gran interés es la de los cafés de Madrid; en ellos se mantenía cualquier tipo

de conversación: la tertulia política, la más frecuente, la búsqueda de un empleo, o el arreglo

matrimonial entre Fortunata y Maxi por parte de Feijóo. El personaje del que podría decirse

que su vida transcurría en el café es Juan Pablo Rubín.El café era su hogar doméstico (págs.

549 -50 y 648). Las tertulias tenían lugar principalmente en el café de San Antonio, en la

Corredera de San Pablo (pág.550), en el café de Fornos (pág.567), en El Siglo de la calle

Mayor (pág.568) y en el de San Joaquín, en la calle de Fuencarral (pág.571), entre otros.

Otro aspecto digno de interés son los periódicos que leían los personajes de Fortunata y

Jacinta; con exclusividad, El Imparcial (pág.527), La Correspondencia (págs. 312, 374, 485,

654 y 793); y La Gaceta (págs. 361 y 413). “Lo primero que llama la atención es la

permanencia en los primeros puestos de La Correspondencia de España y El Imparcial... son

las dos primeras de lo que hoy llamamos “gran prensa de información”.9

La geografía urbana de Fortunata y Jacinta es una muestra más de cómo Galdós conocía,

palmo a palmo, el Madrid de entonces; el hecho de que el nombre de las calles se corresponda

con la realidad es una referencia más de que Galdós no improvisa; sólo plasma su entorno con

un enorme ingenio. Doña Lupe, por ejemplo, vive en tres sitios diferentes, primero, en el

barrio de Salamanca, luego entre Raimundo Lulio y Don Juan de Austria, de poco tránsito y

parecía un pueblo (pág.367) y, por último, en la calle Ave María, en el corazón de Lavapiés

(pág. 291).

Fortunata es la que más veces va a cambiar de casa. Concretamente, con Maxi vivirá de

soltera en la calle de San Antón (pág. 326); luego, doña Lupe se encargará de buscarles un

cuarto que estaba en Sagunto (pág.485). Con Feijóo, buscarán un sitio más apartado, la calle

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de Las Tabernillas, en Puerta de Moros. En la Puerta del Sol se daban cita los amigos, era el

centro de reunión por excelencia (pág. 385). A Papitos la recogieron de un basurero de Cuatro

Caminos (pág. 381) y la zona de Vallehermoso “era un altozano con campo de cebada” (pág.

419).

Madrid era una ciudad en que la pobreza tenía su asiento también en las calles. Así

Fortunata en la calle de Santa Engracia iba dando a los pobres que encontraba, que no eran

pocos... (pág. 513). En el Retiro la miseria humana se explotaba para atraer la compasión

(pág.853). Para forjarnos una idea de cómo los mendigos abundaban en el siglo pasado

observemos que:

Madrid contaba con una plantilla de más de 7.500 pobres mendicantes. Una de las

diversiones de la nobleza era celebrar fiestas para allegar fondos con los que

compraban camisas de lienzo para 200 ó 300 de estos pobres, las cuales les eran

entregadas, después de bendecidas solemnemente por los párrocos.10

Una sociedad de gallinas y palomas

Ya en las primeras páginas de esta novela se nos antoja pensar que Pérez Galdós plantea

una perfecta similitud entre la sociedad madrileña y, aunque parezca paradójico, un corral de

palomas, pavos, gallinas y pollos (págs. 116, 150, 151, 161, 163, y 168):

Jaulones enormes había por todas partes, llenos de pollos y gallos, los cuales

asomaban la cabeza roja por entre las cañas, sedientos y fatigados, para respirar un

poco de aire, y aún allí los infelices presos se daban de picotazos por aquello de si tú

sacaste más pico que yo..., si ahora me toca a mí sacar todo el pescuezo (pág. 61).

Galdós nos presenta, desde el primer momento, a Fortunata como una gallina:

...la moza... se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos

y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del

mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su

plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural (pág. 62).

Juanito Santa Cruz entra en la calle “pisando plumas y aplastando cascarones” (pág.61). Es

entonces cuando encuentra a Fortunata comiendo huevos crudos; es la naturaleza misma,

“mejor que guisados”, dice ella (pág.62). Jacinta desconfía de su marido. Cree que tiene un

hijo con Fortunata y piensa: “vendran días de mayor confianza, y hablaremos..., y sabré si hay

o no algún hueverito por ahí (pág.89)”. Es obvio que el huevo, en este caso el de las gallinas

representa la fecundidad. Fortunata, precisamente, los come crudos. Pero hay que tener en

cuenta que en esta extraña sociedad hay también clases: la de las gallinas y la de las

palomas.Fortunata es una gallina, los de la clase baja son gallinas. Así Ido del Sagrario

sacudió el cuerpo como las gallinas (pág. 189). Frente a Jacinta, que en todas las citas que

hemos recogido se nos presenta como una paloma. Juanito, por ejemplo, llama a Jacinta

paloma (pág. 98), y, en otro momento, piensa que la vida conyugal debe asemejarse a la de las

palomas: “Hasta las palomas, hija mía, hasta las palomas cuando pasan de cierta edad, se

hacen sus cariños así... de una manera sesuda (pág.145). A Jacinta le dominaba un infiel furor

de paloma (pág.232) o se encontraba poseída de la rabia de paloma que a veces le entraba

“(pág.767). Efectivamente, Jacinta era toda “una paloma acostumbrada a volar como los

ángeles” (págs. 259 y 265).

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Pero hay una cita que, en esta novela, nos parece decisiva a la hora de centrar el verdadero

papel de Fortunata. Ésta, como una más del pueblo, “tenía las manos bastas de tanto trabajar”;

“el corazón lleno de inocencia... pasó su niñez cuidando el ganado. ¿Sabes lo que es el

ganado?. Las gallinas. Después criaba a los palomos a sus pechos. Como los palomos no

comen sino del pico de la madre, Fortunata se los metía en el seno. Era la paloma madre de

los tiernos pichoncitos” (pág. 99).

Creemos no equivocarnos que es la única ocasión donde Fortunata aparece como paloma.

Pero aquí es una paloma sólo porque cuida del pichón. El pichón es el descendiente de las

palomas, pero Fortunata es una gallina que cría pichones. Fortunata, gallina, pueblo, engendra

la vida; tiene un hijo, un pichón que pasa a la clase alta, a la paloma: Jacinta. La gallina,

(entiéndase pueblo) produce comida para la sociedad. La gallina, sinónimo de fertilidad.

Pueblo, sinónimo de trabajo. La paloma, la clase alta, ociosa acepta y termina poseyendo el

trabajo, el fruto de la gallina: Juan, el único y verdadero descendiente de don Baldomero

Santa Cruz.

La mujer en Fortunata y Jacinta. Fortunata heroína del pueblo.

Es necesario afirmar que es un hecho, afortunado, el que la visión que hoy se tiene de la

mujer es una superación amplia de la proporcionada por Fortunata y Jacinta. Los nombres de

Fortunata y Jacinta se deben a unos tipos muy específicos de protagonistas que responden

cada uno de ellos a unas sociedades muy diferenciadas, aunque muy concretas: pueblo y

burguesía.

La motivación existencial de la mujer de la clase alta era, ante todo, asegurarse el porvenir

para lo que suele ser un hecho determinante el matrimonio. La primera tarea de los padres era

la de buscar un buen marido o una mujer, como en el caso de los Santa Cruz. No hay amor,

no importa, sólo se trata de cumplir con las normas vigentes: el matrimonio. La situación de

Jacinta “significaba el triunfo del amor legítimo sobre el criminal” (pág.104). Del mismo

modo se casaron don Baldomero y doña Bárbara (pág.31). “En todas las clases históricamente

activas, es decir, en todas las clases dominantes, la conclusión del matrimonio siguió siendo

lo que había sido desde los tiempos del matrimonio de pareja: asunto de conveniencia que era

decidido por los padres”.11

De este modo, el prestigio, la honra e, incluso, la libertad de una mujer se adquirían cuando

ésta se casaba; ése era, por tanto, su único destino. Mauricia le aconseja a Fortunata de esta

manera: “la mujer soltera es una esclava, no puede ni menearse. La que tiene un peine de

marido, tiene bula para todo” (pág. 494). Fortunata se acordará de las palabras de Mauricia

cuando Juanito le dice: “Ya sé que te has casado, has hecho bien... Porque así eres más libre y

tienes un nombre (págs. 516-17)”. El matrimonio, por tanto, era otra prueba social por la que

había que pasar a cambio de obtener libertad y honra. A Maximiliano Rubín le preocupaba

enormemente casarse con una mujer honrada, cuando conoce a Fortunata sólo anhelaba “sus

propósitos de decencia” (págs. 299 y 331). Quizás sea éste uno de los personajes que más

claramente exponga esta cuestión: “Has de ser mía ante Dios y los hombres... pues con el

deseo de serlo y un nombre ya está hecha la honradez (págs. 332, 299, 320 y 345)”.

Pero ¿cómo era el ideal de mujer propugnado por entonces? Jacinta anhelaba para su

protegida, la hija de Mauricia, buenos modales, su poquito de francés, su poquito de piano...

“quería educarla para maestrita o institutriz...” (pág.595). La mujer era educada por tanto

desde su infancia para el matrimonio:

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Las niñas, guiadas por los principios de Verdad, Justicia y Moral..., tendrían opción a

dos ciclos distintos de enseñanza. El primero, disfrutarían de una enseñanza de

inmediata y general aplicación, con asignaturas tales como lectura y escritura... y se

aprenderían labores como costura, calceta, corte, remiendo y zurcido... 12

Del mismo modo, se consideraba que el temple de la mujer ideal, era, sin duda, el ser

callada, honrada, sumisa. Doña Lupe elogiaba a Fortunata de esta manera: “Hay días que no

le oigo el metal de la voz” (pág.526). Asimismo, Jacinta es humilde de carácter y apocada, no

sólo con su marido, (pág.418) sino con sus suegros (págs. 266 y 270). Por su parte, Juanito

Santa Cruz trata de definir a Fortunata como una mujer que “tiene todo el corte de mujer

honrada, nació para la vida oscura, para hacer calceta y cuidar muchachos” (pág.591). Es

cierto que Galdós no siente demasiada predilección por Jacinta quien como sabemos, se queda

con el hijo de Fortunata, una vez que ésta muere, y Galdós al comienzo de la novela, nos dice,

como queriéndonos adelantar un poco el final, que a Jacinta le encantaba coser para los

huérfanos (pág.137).

Otro personaje femenino de cierta importancia, dramático y apasionado es Mauricia.

Galdós, no escatima ningún aspecto en la descripción de “la dura”. “Existe constancia de la

puntualidad con que el novelista da cuenta de los rasgos y pergeño de los personajes”.13 Esta

pobre infeliz y, según nos la describe Galdós, con una extraña belleza, corre la misma suerte

que Fortunata. Muere como producto de una riña motivada, en este caso, por uno de sus

arrebatos. Mauricia bebía y le daban ataques de histeria, producto del hambre, la falta de

afecto y la miseria; ataques que se repetían de forma periódica y que Galdós, creemos,

achacaba a desarreglos normales de la fisiología femenina. (págs. 440-47).

Se podría afirmar que la vida de Fortunata es la historia de “una revolución vencida”.14 Sin

género de dudas, Fortunata, como ya se ha dicho, representa a la clase baja. Su

comportamiento y el curso de su vida son diferentes a los de Jacinta. La vida de Fortunata va

a transcurrir no de un modo lineal, sino fluctuante, según la forma de un zigzag, una sucesión

de episodios tan desgraciados como apasionados; por ejemplo, los encuentros con Juanito

Santa Cruz, la muerte de su primer hijo, el rechazo de la sociedad y del propio Juanito,

circunstancias humillantes como la estancia en Las Micaelas y, casi caricaturescos como la

convivencia con Maxi, su marido. Por el contrario, la vida de Jacinta es lineal, gris, jamás

destacará por nada que merezca la pena mencionar. Fortunata, en cambio, es el centro de

atención a lo largo de toda la novela. Casi todos los personajes que aparecen en esta

magnífica obra, a excepción de Moreno-Isla, tienen contacto directo o indirecto con la

protagonista. Así Plácido Estupiñá, el personaje que “se embriagaba con el licor palabrero”

(pág.52), parecía que no se encontraría con Fortunata y al final y en un momento culminante

de la novela cuando gracias a éste, Fortunata hace su testamento, que no es otro que la cesión

de su hijo, el hijo del pueblo, como un último y sumiso tributo de lealtad, amor y claudicación

ante la familia Santa Cruz.

Todos los personajes que pertenecen a la clase baja son conscientes de su situación, en

Fortunata “su aire de modestia, su encogimiento era el mejor signo de la conciencia de su

inferioridad” (pág.759). Fortunata sabe que es del pueblo y que no podrá cambiar: “Pueblo

nací y pueblo soy quiero decir ordinariota y salvaje” (pág. 619). De esta manera Fortunata no

quiere salir de su clase,es muy trabajadora, le gusta realizar todo tipo de faenas domésticas

(pág.330). Recordemos que para olvidar a Juanito ponía la casa “patas arriba” para limpiarla,

ante el asombro de Feijóo. Preparar la comida a un marido obrero, “si es lo que a mí me gusta,

ser obrera, mujer de un trabajador honradote que me quiera (pág.720). Yo no me civilizo ni

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quiero; soy siempre pueblo” (pág.518). Por otro lado, Juanito Santa Cruz tiene también una

clara conciencia de cuál es su clase cuando le comenta a su mujer:

Esta gente del pueblo es atroz. ¡Qué moral tan extravagante la suya! mejor dicho, no

tiene ni pizca de moral... El pueblo no conoce la dignidad. Sólo le mueven sus

pasiones o el interés (págs. 85 y 86)

Pero en otro momento reconoce su culpabilidad y la de los de su clase al afirmar:

El pueblo es muy inocente, es tonto de remate, todo se lo cree con tal que se lo digan

con finas. La engañé, le garfiñé su honor, y tan tranquilo. Los hombres, digo, los

señoritos, somos unos miserables, creemos que el honor de las hijas del pueblo es

cosa de juego (pág.99).

El acontecer de Fortunata con respecto al pueblo está en ese desarrollo histórico que

Galdós realiza a lo largo de toda la novela:

Desorden y vuelta al orden, perdición y salvamento a nivel personal y a nivel

histórico, se anuncian como motivo central de la novela.15

Escogiendo,simplemente, algunos títulos de los capítulos podemos trazar la triste historia

de Fortunata que es también la de un pueblo: Final que viene a ser principio; La boda y la

luna de miel; Otra Restauración, Disolución; Vida nueva y La razón de la sinrazón. A este

propósito nos parece interesante la afirmación del profesor Jover Zamora:

La verdad es que esta identificación del impulso revolucionario popular que se

manifiesta en el sexenio con una resistencia al “pesado matalotaje de leyes que por

todas partes nos cercan y aprisionan” tienen sus propias raíces galdosianas en

Fortunata y Jacinta, principalmente en su parte tercera, donde el mundo moral de la

Restauración, podrá encontrar este epígrafe: La revolución vencida... La

simbolización de fuerzas sociales e ideológicas correspondientes al binomio

Revolución- Restauración es una de las claves... de la gran novela de Galdós.16

Conclusión

Llama la atención la escrupulosa elección y el gran cuidado que pone Galdós a la hora de

dar vida a sus personajes. Puede afirmarse que en algunas referencias que aparecen en la obra,

el autor deseaba plasmar la riqueza ideológica del momento que le tocó vivir. Galdós tenía un

ojo avizor para revelar todo lo que se ve y escucha por las calles, pero también supo, como

ningún escritor, a excepción de Cervantes, desvelar el temor, la ambición, el amor, el odio, los

celos, la gula, e incluso, la agonía de unos personajes, con tal maestría, que el lector entra de

lleno en la mente de todos ellos.

Recuerdos, sueños, imaginación, locura, símbolos, todo manejado inteligentemente

por Galdós, constribuyen a formar un “realismo total”.17

En suma, el escritor grancanario, pero universal, es un claro ejemplo de un insigne

novelista y en esta su magna obra, Fortunata y Jacinta, consiguió equiparar la grandeza de la

forma con la del contenido.

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NOTAS

Las referencias a las páginas que aparecen en el texto corresponden a la obra en cuestión, Fortunata y

Jacinta de Benito Pérez Galdós. Ed. Hernando, (Madrid, 1979).

1 Hegel: Filosofía de la historia. Ed Zeus. (Barcelona, 1970), p. 185.

2 Gómez Marín, J.A. “Los bandoleros... entre el hambre y la honra”. Triunfo (438-24 de octubre, 1970), p.16.

3 Tuñón de Lara, M. Estudios sobre el siglo XIX español. Ed. Siglo XXI, (Madrid, 1971), p. 104.

4 Jutglar, Antoni: Ideologías y clases en la España contemporánea. Ed. Cuadernos para el diálogo (Madrid,

1968), p. 248.

5 Rodríguez Puértolas, Julio: Galdós: Burguesía y Revolución. Ed. Turner (Madrid, 1975), p. 25.

6 Marx, K. y Engels, F. Cuestiones de arte y literatura. Ed. Península (Barcelona, 1975), p. 34.

7 Blanco White, José. Cartas de España. Ed. Alianza, (Madrid,1977), pp. 44-47.

8 Rodríguez Puértolas, Julio: Op.Cit., p. 51.

9 Tuñón de Lara, M. Op. Cit., p. 125.

10 Bravo Morata, Federico: Historia de Madrid, (Madrid,1970) Ed. Fenicia , I , p. 309.

11 Marx, K. y Engels, M. Op.Cit. , p. 84.

12 Lida, Clara E. Educación anarquista en España. Revista de Occidente, 97 (Abril 1971), p. 40.

13 Ynduráin, Francisco. Galdós entre la novela y el folletín. Ed. Taurus, (Madrid,1970), p. 49.

14 Jover Zamora, José María. La imagen de la Primera República en la España de la Restauración. Ed.,

Espasa Calpe, (Madrid, 1982), p. 82.

15 Blanco Aguinaga Carlos. La historia y el texto literario. Ed. Nuestra Cultura, (Madrid, 1975), p. 68.

16 Jover Zamora, José María. Op.Cit., p. 82.

17 Blanco Aguinaga, C. et al. Historia social de la literatura española Ed. Castalia II (Madrid, 1978), p. 160.

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