RELIGIÓN Y EVOLUCIÓN: HERMENÉUTICA SOBRE

TEXTOS DRAMÁTICOS DE GALDÓS

Rosa Amor del Olmo

Decía Arthur Miller: “Sin un ideal, religión o creencia, sensación de porvenir y futuro, no

es posible escribir.” Me parece importante recordar, que Galdós en su artículo “El primero de

mayo” de 15 de abril de 1885, a la sazón apuntaba, sobre la cuestión social y su posible

evolución, una solución espiritualista:

En estos días, algunos periódicos han abierto solemnes informaciones sobre la

cuestión obrera, invitando a los hombres más eminentes de todas las escuelas

políticas y filosóficas a expresar su pensamiento sobre el problema planteado hoy en

toda Europa. Pues bien, leyendo atentamente los pareceres de estos hombres,

admirando el ingenio de uno, el saber profundo del otro, la originalidad de éste, la

erudición de aquel, se saca en claro, como síntesis de todas sus opiniones, que la

cuestión social no es de fácil arreglo por los medios que conocemos, ni por los

procedimientos políticos ni por los morales. El espiritualismo es el que más se acerca

a una solución, proclamando el desprecio de las riquezas, la resignación cristiana y el

consuelo de la desigualdad externa por la igualdad interna, o sea la nivelación

augusta de los destinos humanos en el santuario de la conciencia.1

Es necesario recordar que a lo largo de su vida, Galdós sintió una profunda preocupación

tanto por la religión, como por las manipulaciones partidistas a que se la somete, lo que le

llevó sin duda a más de una reyerta en los estrenos de sus obras. El espiritualismo, por tanto,

es el que más se acerca a la reforma galdosiana, pero tal vez el escritor todavía no sospechaba

que para la sociedad española, todo lo que no fuera catolicismo tradicional e inquisicional, no

servía. Incluso Galdós se pronuncia con respecto al espiritualismo como tema de sus textos,

manifestando no ser entendido por sus coetáneos, llevando al fracaso algunas de sus obras,

pues había tratado el espiritualismo como solución social en la novela, no así en el teatro. Esto

es exactamente lo que sucedió con el estreno de Los Condenados en el Teatro de la Comedia

de Madrid, el 11 de diciembre de 1894. La obra fue un fracaso y Galdós salió al paso en su

publicación con un prólogo donde decía:

Toda la cimentación de la obra es puramente espiritual, y lo espiritual parece que

pugna con la índole pasional y efectista de la representación escénica, según los

gustos dominantes en nuestros días, pues no admito tal incompatibilidad, de un

modo absoluto, entre el desenvolvimiento psicológico de un plan artístico y las

eternas leyes del drama. Y ya que hablo de acción psicológica, ¿consistirá mi yerro

en haber empleado con imprudente profusión imágenes, fórmulas, y aún

denominaciones de carácter religioso? ¿Será que la idea religiosa, con la profunda

gravedad que entraña, tiene difícil encaje en el teatro moderno, y que el público, que

goza y se divierte en él cuando ve reproducidos los afanes secundarios de la vida, se

pone de mal humor cuando le presentan los elementales y primarios?2

Fue así en el caso del estreno de Electra el 30 de enero de 1901 en el Teatro Español,

cuando Arturo Perera escribió en El Correo: “toda la habilidad escénica desplegada por éste

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en su obra, resultan empequeñecidas, si no anuladas ante el grandioso y profundo efecto que

produjo en el ánimo del público la intención que impulsó a su autor al escribir, y el

significado y la tendencia política religiosa y social que en la obra se encierran”.

El vehículo teatral fue utilizado por Galdós como principal tribuna de disertación

ideológica y fue sin duda escenario de su regeneración social de España, como principal línea

de pensamiento. Para Galdós la herencia histórica constituye la causa de los grandes males

que asolan la España de finales de siglo. La génesis de la Historia, incluye los caminos

torcidos que hasta el momento sucumben a la sociedad en un retraso retorcido, ético y moral.

Así lo expresa Nomdedéu, hombre de ciencia, protagonista de Gerona, estrenada en el Teatro

Español de Madrid, el 3 de febrero de 1993, cuando expresa en la Escena X del Acto Tercero:

“¡La Historia! ¡Que la parta un rayo! Esa trompetera escandalosa no tiene poca parte de culpa

en los males que nos afligen... ¡La Historia es el foco miasmático de donde proviene esta

inhumana peste del heroísmo y de...!”.

La Historia, había propiciado los vicios tan arraigados del catolicismo y la angostura de

perspectiva, tan arraigado en la sociedad española que la evolución social se convierte en una

entelequia, difícil de solventar. El estrecho margen de elección religiosa de los españoles y la

hegemonía de los estamentos católicos, hábiles manipuladores de mentes, mezclados con la

amplia problemática social de principios de siglo, constituyeron el trasfondo ideológico de

muchas de sus obras. Así lo demuestran estas frases del escritor en defensa de la libertad de

cultos, ausente por completo en España:

Si he presentado la libertad de cultos como preferible aún en España a la unidad

religiosa, no he necesitado romperme la cabeza para encontrar ejemplos sólo con

llamar la atención sobre los países realmente civilizados, los cuales, por mucho que

quieran decir son todos cultamente superiores al nuestro, a esta menguada España,

educada en la unidad católica, y que es en gran medida el país más irreligioso, más

blasfemo, y más antisocial y más perdido del mundo. No hay nacionalidad, ni

religión ni secta que no nos sea superior. Puede Ud. decir: “eso no es culpa de la

unidad católica, sino del liberalismo que ha corrompido las costumbres. Antes

éramos muy buenos pero del año 12 para acá nos hemos echado a perder”. Le

contestaré a eso que si el liberalismo ha destruido (sólo con la influencia de tres o

cuatro mentecatos, según Ud.) este hermoso edificio moral, resultará que el tal

edificio no valía gran cosa.3

El camino hacia la libertad de pensamiento y sobre todo de acción se puede realizar, pero

para ello han de cambiar por completo los planteamientos educacionales tan estancados hasta

ese momento, con el fin de acercarse a la evolución social. Dicha evolución en lo espiritual y

en lo ético, implicaría la revolución social en los ámbitos generales, con la unificación de las

clases tan necesaria para España, y que Galdós tantas veces planteó en sus obras. España era

sin duda para Galdós una sociedad políticamente triste, sobre todo en sus últimos años de

existencia, cuya estructura fue la base de su producción teatral. La corrupción y la

intransigencia moral que él mismo sufrió desde su adolescencia estuvieron siempre presentes

en el ánimo de Galdós. A través de las palabras del propio autor del texto citado de “El

primero de mayo”, nos propone una visión de su obra no estrictamente política como

asimismo han propuesto algunos de los galdosistas más reconocidos, sino también una visión

más profunda e intimista, en la que, como él mismo dice, el espiritualismo podría ser una

solución.

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Podríamos afirmar que Galdós, al estilo de Tolstoi, cuya obra conocía perfectamente, lleva

el camino de un autor extraordinariamente agudo y observador, que trata de comprender el

comportamiento humano a la luz de las normas morales que considera como únicas y

acertadas. Pero al mismo tiempo no se limita a contemplar la vida objetivamente, sino que

analiza al individuo, y respecto a éste, el escritor se funde con el moralista. Como para

Tolstoi, el arte es ante todo la autografía, cuyo significado es la autodeterminación espiritual

y, al mismo tiempo, el conocimiento de la vida. No debemos olvidar que en 1912 Kandinsky

publica el libro Uber das Geistige in der Kunst (De lo espiritual en el arte, en su edición

española de 1973). En el texto, el artista insiste en resaltar el concepto de arte como expresión

sincera de la necesidad interior “es bello lo que es interiormente bello”; como una búsqueda

formal del arte auténtico. Y en un artículo publicado por el pintor ruso en Der Sturn (Berlín

1913) expone de una forma clara su idea del arte, idea que Galdós –escritor en ese momento

al final de su vida, intuía en su interior desde siempre aunque no lo plasmara en una Poética

literaria. “Una obra de arte escribe, Kandinsky, consta de dos elementos, el interior y el

exterior. El interior es la emoción del artista… La sucesión es emoción (en el artista) –lo

sentido– la obra de arte, –lo sentido– la emoción (en el observador) serán análogas en la

medida en que la obra sea lograda”.4 De ahí la implicación que Galdós concede al observadorlector-

público, (que ya hemos desarrollado en otro apartado) en el proceso creativo. El

espiritualismo surge en Galdós por tanto como una necesidad interior, una interiorización de

la palabra hacia el texto, para recrearlo, unido a una imperiosa necesidad de socializarlo para

la nueva España.

Galdós estuvo profundamente preocupado por la moral y la familia como base social

ineluctable a pesar de que él nunca logró formar la suya propia:

Al mismo tiempo en la vida doméstica, ¡qué vasto cuadro ofrece esta clase,

constantemente preocupada por la organización de la familia!. Descuella en primer

lugar el problema religioso que perturba los hogares y ofrece contradicciones que

asustan; porque mientras en una parte la falta de creencias afloja o rompe los lazos

morales y civiles que forman la familia, en otras produce los mismos efectos el

fanatismo y las costumbres devotas. Al mismo tiempo se observan con pavor los

estragos del vicio esencialmente desorganizador de la familia, el adulterio, y se duda

si esto ha de ser remediado por la solución religiosa, la moral pura, o simplemente

por una reforma civil.5

Aunque Galdós tuviese una más que demostrada preocupación social, también existía en

él, una propuesta más subjetiva e intrínseca, una proposición interior a través de un claro

simbolismo religioso, al que podemos llamar sin pretensiones, una utópica evangelización de

la sociedad. Los principios morales primarios estaban siendo corrompidos por las clases

sociales más avanzadas, desde los eclesiásticos a la aristocracia, pasando por una incipiente

burguesía algo obsoleta en su integridad.

La educación6 constituyó sin lugar a dudas un punto central de la obra del escritor canario,

como punto de mira de los grandes males sociales. El monstruo alienante de la religión

católica conllevaba el adocenamiento de las mentes sobre todo femeninas, con la exclusión de

la mujer, de cualquier posibilidad y derecho a la educación. Ésta es la razón por la que la

sociedad no puede evolucionar ni regenerarse nunca, sobre todo porque hay un importante

sector en ella, las mujeres, que sufren las consecuencias del atraso maquiavélico de las

órdenes religiosas, encargadas de proporcionar formación en la sociedad femenina. Se

produce por tanto el bloqueo en el desarrollo social de la mujer, y esto Galdós, anticipándose

a su tiempo una vez más, lo sabía y lo plantea a lo largo de su producción dramática. Si bien,

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estas propuestas pueden parecer un poco tímidas y vagas, pues el público mediatiza al autor,

sobre todo por la presión social que ejerce sobre él al no saber estar a la altura de los

planteamientos escénicos de Galdós, lo que todavía dificultaba más si cabe el plan de

regeneración social ideado por el escritor canario.

Desde la aparición del krausismo como movimiento ético y filosófico, se trasluce en el

escritor gran parte de esta doctrina, sobre todo en el teatro cuya intención didáctica y

moralizadora lo define como teatro de conocimiento. Galdós en el episodio de Cánovas

califica a los krausistas como “apóstoles de la libertad de conciencia”.

El elemento religioso –y más concretamente el catolicismo– no eran sólo problemas de

confesionalidad, sino de metodología interpretativa, que otros, incluidos los “heterodoxos”

como Menéndez Pelayo y Galdós, aceptaron conscientemente. Así pues, la aceptación del

espiritualismo sirvió para resaltar aspectos a la sazón incipientes:

culto a lo ideal, culto a la libertad, y culto al espíritu.7 La hegemonía de las clases

religiosas sobre la sociedad era un hecho, un abuso de poder, que, paradójicamente,

abarcaba diversas formas, entre las cuales cabría destacar una perniciosa y continua

presencia en la educación, que dilataba a todas luces cualquier progreso liberalizador.

La “reforma” social de Galdós por tanto, iba dirigida también a una “reforma” de los

estamentos religiosos, denunciando una falsa religión perniciosa para la sociedad, a cambio de

la defensa y búsqueda de la verdad. Dichos estamentos entre los que se encontraban por

supuesto el sacerdotal y las distintas órdenes religiosas y misioneras, así como sus seguidores,

eran una verdadera huella social, una auténtica lacra, por su manejo de las conciencias; era la

época áurea de la masonería. La lucha también iba dirigida contra la importancia social de la

Compañía de Jesús que se veía como otra “masonería” en aquella época, desde el momento en

que aparecían ante la sociedad como portadores únicos de una verdad partidista, lo cual les

hacía acreedores de las iras de Galdós en su reforma moral:

Cuando salgamos de paseo –decía Galdós en Cánovas– y nos encontremos con un

ignaciano, yo me quitaré el sombrero y tú darás una discretísima cabezada en señal

de aparente sumisión, rezongando para nuestro sayo: “Adiós, reverendo; vive y

triunfa, que ya te llegará tu hora”.

En este soporte de denuncia de elementos religiosos dañinos, en defensa de una verdadera

religión, se desarrollan gran parte de los personajes de las producciones dramáticas de Galdós.

A partir de Augusta, protagonista de Realidad, Galdós comienza a modelar un tipo de

mujer, con otras preocupaciones y diferente ideología. Aparece una mujer luchadora,

dispuesta y consciente de un necesario cambio, con otros planteamientos que trascienden la

frivolidad, el capricho y el adorno social, que eran las características más relevantes de las

mujeres de aquella época. Ésta era la educación preparada para las mujeres que Galdós retrata

en sus obras dramáticas, constituida en sí misma por la falta de educación y no por una

característica innata al sexo: pasividad social.

Con el personaje de Clotilde Viera, de Realidad, Galdós muestra la salida del

decadentismo por medio del amor al trabajo, y la superación del aristocraticismo estamental

de raíces feudales, que aún dominaba en los hacendados. El acto III de Realidad, supone el

primer escenario ideal que Galdós utiliza para expresar ideologías y preocupaciones fijas del

autor, como lo era el tema de la educación de la mujer y su papel en la sociedad. Esta tesis

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que ya se había planteado de lleno diez años antes en La desheredada, la falta de educación.

O mejor la mala y deformada educación en la mujer, convierte a Isidora Rufete en una

“enferma mental” que resuelve su “penuria” social lanzándose al arroyo de la prostitución, se

resuelve aquí con nuevos aires que continuarán a lo largo de su producción teatral:

VILLALONGA. -Cree que si no estoy allí, tragedia segura. Por fin, pude

arrancárselo de las manos. El infeliz hortera, con más coraje de lengua que de

músculo, se alejó protestando del atropello, y Federico y yo subimos. Viéndole tan

asustado, no quise dejarle solo. ¡Ay, qué escenas en aquella casa, primero con

Clotilde, después con aquellas criadas desenvueltas, alimañas y respondonas!.

OROZCO.-He oído contar horrores de la anarquía que reina en esa casa. Y ahora se

espanta de la insubordinación de Clotilde, después que la tiene años y años viviendo

en compañía de gentes groseras y vulgares... ¡Qué educación y que ambiente para

una joven!

VILLALONGA.-Como que no ha querido nunca presentarla en sociedad, por que la

pobre niña formada en esa vida de encogimiento y abandono, llegó a adquirir, según

dicen, una timidez invencible que raya en salvajismo.8

A diferencia de la resolución para Isidora Rufete protagonista de La desheredada, aquí

Galdós que ya ha estado en contacto con los movimientos políticos, socialistas y republicanos

del momento reforzaron sus teorías sociales con respecto a la “realización” de la mujer como

ser humano y social, en medio de una sociedad de clases sociales, prácticamente no

fusionables.9 Aquí Clotilde –y éste es un tema en el que Galdós profundizará a lo largo de

todos sus estrenos–, no se va a lanzar a la calle, ni a ser protegida o mantenida por ningún

hombre de tal o cual clase social. Clotilde se regenera y evoluciona a través del trabajo, a

través de la unión con un hombre profesional, un hombre de otra clase social, preparado para

la nueva sociedad que ya estaba ineludiblemente apareciendo. A Clotilde le funciona muy

bien la cabeza, y sin llegar a ser todavía como las heroínas sociales dramáticas de sus

posteriores trabajos (Victoria de La loca de la casa, Rosario de La de San Quintín, o Isidora

de Voluntad) Galdós logra convencer. Galdós desde este momento aportará en el retrato del

personaje femenino un mayor protagonismo en la sociedad, en la política y sobre todo en la

escena española. Aires progresistas tan necesarios en las tablas finiseculares. A partir de la

fusión de clases y de la economía, el ahorro, el trabajo y la buena administración, está

presente en Galdós, regio, el futuro de España. En este acto III de Realidad, con la creación

del personaje de Clotilde, su primer drama, Galdós esboza lo que será el futuro de sus ideales

puestos en la mujer y su evolución. A lo largo de los venideros años del nuevo siglo, añadirá a

las cualidades de la mujer, los valores de esencia espiritual y ética.10

La mujer nueva aparece paulatinamente. Ya se advierten las nuevas tendencias en María,

personaje principal de Mariucha, cuando esgrime que: “Nadie más que tú verá el nacimiento

de la mujer nueva”, y en un diálogo con Cirila en el Acto II, Escena V continúa:

CIRILA.-¿Estás contenta?

MARÍA.-¿No lo ves?.. ¿no notas tú que el mundo todo se ha transformado? No, tú no

lo notarás.

CIRILA.-Es tu alegría.

MARÍA.-No; es el mundo, que me sonríe y me dice: “Soy muy grande. Estoy lleno

de tesoros. Ven, toma para ti lo que encuentres, que no sea de los demás. Recoge

todo, recoge los átomos...”

CIRILA.-Vaya, no delires tú ahora.. (Ayundándola a cambiar de ropa.)

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MARÍA.-(En la glorieta habrá un trozo de follaje, tras el cual se oculta María, al

desprenderse de la falda y cuerpo). Es la sociedad, que me dice: “Mírame: no soy

toda egoísmo, no soy toda vanidad y mentiras. Estoy llena de virtudes; búscalas, y en

ellas encontrarás la vida:”

CIRILA.-Es tu ilusión de sustentar a la familia.

MARÍA.-Es Dios, que me dice: “Soy la voluntad que hizo el mundo. A ti te di la

existencia, y por redimirte sufrí martirio... Adórame Redentor y mártir… Adórame

también Creador. (Vuelve Vicenta presurosa por el fondo. Busca a María en el sitio

donde la dejó. De la glorieta sale María completamente transformada.)

Este planteamiento trascendió los escenarios, como sabemos, a través de las críticas de su

tiempo. Algo similar, sucede con Nora de Casa de muñecas, con la que Ibsen trata de

replantear el difícil sendero de la función de la mujer en la sociedad. Lo cierto es que sus

planteamientos se quedaron en tales, es decir, sin visos de continuidad. Y digo sin

continuidad, porque en la obra de Ibsen, no se muestra ningún “camino de salvación” para que

la mujer se enfrente a la sociedad.

Por el contrario la verdadera evolución en la producción dramática de Galdós, estriba

precisamente en su anticipación a la lucha social encabezada por la mujer y las posibles

soluciones de subsistencia en la sociedad, sin detenerse en la mera exposición del problema,

planteando posibles soluciones. En Galdós se produce la alternativa, la acción, el dinamismo,

la educación y la lucha a través del trabajo y el combate social.

Es por ello que Galdós en su vertiente teatral se anticipa a la actualidad convirtiéndose en

un hombre de nuestro tiempo en cuanto a la creación de los perfiles de los personajes. Así lo

expone claramente en un diálogo entre Electra y Máximo, (Electra) en que subraya la

necesidad del proceso educativo que ella debe seguir para tomar conciencia de su propia

identidad:

MÁXIMO. Es maravilloso que en tan poco tiempo conozcas mis libros y el lugar que

ocupan.

ELECTRA. No dirás que no lo he puesto todo muy arregladito.

MÁXIMO. ¡Gracias a Dios que veo en mi estudio la limpieza y el orden!

ELECTRA. (Muy satisfecha) ¿Verdad, Máximo, que no soy absolutamente,

absolutamente inútil?

MÁXIMO. (Mirándola fijamente) Nada existe en la Creación que no sirva para algo.

¿Quién te dice a ti que no te crió Dios para grandes fines? ¿Quién te dice que no eres

tu...?

ELECTRA. (Ansiosa) ¿Qué?

MÁXIMO. ¿Un alma grande, hermosa, nobilísima, que aún está medio ahogada...

entre el serrín y la estopa de una muñeca?

ELECTRA. (Muy gozosa) ¡Ay Dios mío, si yo fuera eso...! (Máximo se levanta y en

el estante de la izquierda coge unas barras de metal y las examina) No me lo digas,

que me vuelvo loca de alegría. ¿Puedo cantar ahora? Acto III. Escena 1.

Galdós hace que Electra tome conciencia de sí misma como ser independiente que siente y

padece en una sociedad fósil y masculina donde los valores femeninos no van más allá. La

mujer víctima de una “caridad paternalista”, y la figura masculina en permanente dominación

de las mentes femeninas, sin existir para éstas una mínima libertad de pensamiento o creencia.

En la escena XII del Acto Primero leemos:

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ELECTRA. (Suspirando) Sí, Máximo: tengo que consultar contigo un caso grave.

MÁXIMO. (Con vivo interés) Dímelo pronto.

ELECTRA. (Recelosa, mirando al otro grupo) Ahora no puede ser.

MÁXIMO. ¿Cuándo?

ELECTRA. No sé.. no sé cuándo podré decírtelo... No es cosa que se dice en dos

palabras.

MÁXIMO. ¡Ah, pobre chiquilla! Lo que te anuncié.. ¿Apuntan ya las seriedades de

la vida, las amarguras, los deberes?

ELECTRA. Quizás.

MÁXIMO. (Mirándola fijamente, con vivo interés) Noto en tu rostro una nube de

tristeza, de miedo..., gran novedad en ti.

ELECTRA. Quieren anularme, esclavizarme, reducirme a una cosa.. angelical.. .No

lo entiendo.

MÁXIMO. (Con mucha viveza) No consientas eso, por Dios.. Electra, defiéndete.

ELECTRA. ¿Qué me recomiendas para evitarlo?

MÁXIMO. (Sin vacilar) La independencia.

ELECTRA. ¡La independencia!

MÁXIMO. La emancipación... más claro, la insubordinación.

ELECTRA. Quieres decir que podré hacer cuanto me dé la gana, jugar todo lo que se

me antoje, entrar en tu casa como en país conquistado, enredar con tus hijos y

llevármelos al jardín o a donde quiera.

MÁXIMO. Todo eso y más.

La autonomía en la vida social e incluso la independencia de pensamiento y de conciencia

eran libertades que entonces aún no le habían sido dadas a la mujer e incluso hoy están

todavía por terminar de conquistar. La idea de poder vivir una propia vida sin necesidad de

depender del paternalismo y del “princesismo” tan inculcado en las mentes femeninas, fuera

toda una forma de conquista que Galdós plasmara sin temor en los “caracteres” de los

personajes dramas y comedias, naturalmente extraídos de la realidad para un teatro de

realidades sociales. “Estas ideas son muy bonitas para dichas entre hombres solos; a las

señoras se las debe dejar encastilladas en su fe”, dice D. Alejandro en Celia en los Infiernos,

Escena VII Acto II, cuando Celia se atreve a dar su opinión en cuestiones sociopolíticas.

Uno de los supresores de mentes más significativos –incluso hoy– es sin duda el estamento

religioso, y Galdós al conocer esta realidad tenía que luchar de alguna manera contra ella si

quería llevar a cabo un proceso de regeneración social. Así lo destaca Ruiz Ramón: “Galdós

apuntaba su crítica también contra esos sacerdotes que viven pasivamente dentro del

catolicismo, víctimas de una radical falta de vocación y que profesan el sacerdocio como

medio de vida.”11 Años después del estreno de Electra, ya en 1912 podemos leer en Cánovas:

Fortalecerán su poder educando a las generaciones nuevas, interviniendo la vida

doméstica y organizando sus ejércitos de damas necias y santurronas, paulatinamente

dotadas con el armamento piadoso que las llevará a una fácil conquista.

De ahí la importancia de la desaparición clerical porque eran ellos quienes “educaban” las

sociedades, torciendo los destinos.

“La tarea del individuo en la vida –decía Tolstoi– es salvar su alma, y para conseguirlo hay

que vivir conforme a la ley de Dios, renunciar a todos los placeres mundanos, trabajar,

resignarse, sufrir y ser bueno”. Ésta fue una de las intenciones de Galdós a lo largo de su vida,

y de hecho fue así.12

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Por esa razón, Galdós siempre abogó por la necesidad de construir una moral social de raíz

religiosa, pero de naturaleza claramente laica. Como contrapunto a esta manipulación

espiritual y social, que se ejercía en contra de cualquier intento de libre pensamiento, y sobre

todo contra la libertad femenina, Galdós propuso su modelo de cristianismo bien entendido, el

cristianismo de base traducible en una auténtica búsqueda de la verdad a través de un camino

edificante, dinámico y constructivo, lejos de ritos doctrinales:

Yo abomino la unidad católica y adoro la libertad de cultos. Creo sinceramente que si

en España existiera la libertad de cultos, se levantaría a prodigiosa altura el

catolicismo, se depuraría la nación del fanatismo y (...) ganaría muchísimo la moral

pública, y las costumbres privadas, seríamos más religiosos, más creyentes, veríamos

a Dios con más claridad, seríamos menos canallas, menos perdidos de lo que somos.

En todo soy escéptico.13

Aquellas santurronas de pacotilla de las que hablaba Galdós en Cánovas como ya hemos

apuntado, prototipo de la religiosidad femenina y tan abundantes en la sociedad española, eran

despreciadas por Galdós, como lo eran también los malos sacerdotes y su hipocresía.

En la producción teatral galdosiana del siglo XX, encontramos otro Galdós, otro autor,

cuyos personajes “heroínas”, muy distintas a las de sus novelas de antaño, hallarán la salida

en el autoperfeccionamiento moral, en la salvación del alma, y en la nueva religión basada en

el verdadero cristianismo.

Por ejemplo en la creación del personaje de Doña Juana de Casandra, Galdós se adelanta

una vez más a su tiempo, haciendo de este personaje un mito de resentimiento y de

oscurantismo ideológico y por lo tanto religioso.

Aunque toda la ira anticlerical había sido magistralmente diseñada en el personaje de

Pantoja (Electra), el escritor canario quiere presentar con más crudeza si cabe la España

retorcida y falsa en este personaje cruel de Doña Juana. Ella, ejerce dominio sobre las mentes

de los que la rodean, y ella explota su autoridad –tal y como después lo hiciera Bernarda

Alba– para sepultar a los que ejercen libertad de pensamiento, de sentimiento y de opinión.

Doña Juana confunde una vez más los preceptos cristianos, porque le interesa manipularlos

para ejercer su dominio. Doña Juana deforma y carga de connotaciones negativas cualquier

cosa que suene a vida, como fruto de su resentimiento y de la anulación en la que ella misma

se ha colocado. Para ella, todo es pecaminoso, por lo que ejerce con plena libertad el papel tan

odiado por Galdós de supresora; esa es la otra cara de la mujer, que Galdós, por experiencia,

tanto repudiaba. Esta fuerza, insigne, demoníaca casi de Doña Juana está esbozada con una

enorme fuerza dramática sobre el escenario; con más fuerza si cabe que en las novelas, porque

en el teatro los personajes viven y sienten; es la fuerza destructiva del ser humano, la otra cara

del rigor femenino que al autor le tocó sufrir en silencio, y siempre oculto:

DOÑA JUANA. Es para mí la encarnación de una deslealtad que me hirió en lo más

vivo. Mi esposo... se dejó enloquecer por la gracia desvergonzada de una mujer que

cantaba coplas obscenas y alzaba la pata con indecencia en un teatrucho...

CASANDRA.-Señora, si para usted pasaron ya esas amarguras, ¿a qué viene

recordarlas?(...)

DOÑA JUANA.-¿Qué has encontrado en ese perdido?¿Qué prendas, qué cualidades

has visto en él?

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CASANDRA. - (Resplandeciente de ingenuidad) Sus desdichas, el vivir suyo

solitario, sin familia ni afectos; su corazón bueno, que le sale a la boca cuando habla;

su gallardía y el fuego de su imaginación.

DOÑA JUANA.-¡Cuánta baratija, sin ninguna joya entre ellas! ...¿Puede ser eso

causa de un verdadero amor?

CASANDRA. -(Vehemente). Señora, yo le juro...

DOÑA JUANA.- No jures, que es pecado.

CASANDRA.- Yo tengo el orgullo de decir que...

DOÑA JUANA.- (Cortándole la palabra) No seas orgullosa, que también es

pecado… Respóndeme a otra pregunta: ¿Ha sido Rogelio tu primer amor?(...)

DOÑA JUANA. Está muy bien, está muy bien que te respetes. Eso me gusta... Yo

vuelvo a decirte que no fue mi ánimo lastimarte. (Examinándola con el impertinente,

se levanta y da una vuelta en derredor de Casandra, que también se pone en pie).

Pero también debo decir que el tipo de tu hermosura de museo, que es algo de

hermosura pública para recreo de la muchedumbre; la arrogancia de tu actitud y de tu

mirada, parecen..., no digo que sea..., parecen revelar a la mujer enamorada de sí

propia y atenta no más que al arte de agradar...; de ésas que no ven la vida más que

un perpetuo motivo de lucimiento.. (notando que Casandra se enoja más) .. sin que

esto quiera decir que seas mala.. .Dios me libre.. .Qué, ¿También esto es

ofensivo?(...)

DOÑA JUANA.-¿Ese nombre tuyo de Casandra es nombre cristiano? (...)

CASANDRA.-No sé, señora... Por cristiano lo tuve siempre.

DOÑA JUANA.-Yo no he visto en las Vidas de los santos ni en ninguna relación de

mártires el nombre de Casandra... Sólo recuerdo haberlo visto en algún novelón... no

sé si en una tragedia.

CASANDRA. -(Turbada, sin saber qué decir.) Pues... no sé… Ahora recuerdo que

una vez pregunté lo mismo a mi padre..., y mi padre me dijo que había una Santa

Casandra.

DOÑA JUANA.- Como buen escultor, se guiaba por algún almanaque gentil. Dime

otra cosa: ¿te enseñó alguien la doctrina?...

CASANDRA.- (Insegura en la respuesta) Sí..., creo... Sí, señora...; algo... me

enseñaron.(...)

DOÑA JUANA. ¡Desgraciada!...No sé como tengo paciencia para oírte. ¿Y es cierto

como dicen, que tus hijos no están bautizados? Escena III. Acto I.

Es de sumo interés la calidad dramática de esta desalmada Doña Juana de la obra

Casandra, pues estableciendo una antítesis de estas dos mujeres, Galdós desarrolla su teoría

espiritual que en el alma femenina divide las dos Españas: la funesta y caduca en labios de

Doña Juana y la bella y nueva que nace en el personaje de Casandra. Como dice Rogelio de

ella (Escena VIII, Acto 1): “Mi reformadora es Casandra, en quien veo una gran maestra,

educadora de pueblos, pues me ha educado a mí, que soy todo un pueblo por la complejidad

de mis rebeldías”.

Esta última sí mata literalmente el catolicismo caduco y feudal del Papa, abogando por la

nueva era de cristiandad verdadera, fiel a la tesis de su creador, cuando termina el drama con

las majestuosas palabras esgrimidas por la heroína dignas del mejor Shakespeare.: “¡He

matado a la hidra que asolaba la tierra...! ¡Respira, Humanidad! (Telón)".

De modo que Galdós con Electra, emancipa a la mujer y la hace ser consciente de que es

un instrumento tan válido como el hombre en su quehacer social. Mariucha supone la creación

150

del modelo laboral de mujer social y espiritualmente activa. Casandra será quien sepulte la

España fosilizada representada por doña Juana, cuando mata a la hidra.

Destacaré las cualidades de tres personajes más que por sus diferentes virtudes

proporcionan diferentes opciones a seguir:

Celia en los infiernos que abandera la opción política, Sor Simona encabezando la opción

de servicio social laico y Santa Juana, modelo de activista del pensamiento ético.

Se habla de esa mujer que nace a la luz de un nuevo siglo y forman entre todas la base de

la lucha actual de la mujer por la dignificación de su labor personal, educativa y social. El

trabajo y la ocupación, definitivamente alivian la conciencia del peso social a que es sometida

en el encierro improductivo a que la mujer había estado relegada.

“El teatro –como decía Sartre– se presenta como una arena cerrada en la cual los hombres

vienen a disputar sus derechos.(...) los conflictos de derechos deben interesar inmediatamente

y apasionar a los espectadores, y para eso deben ser conflictos de derechos actuales,

comprometidos en la vida real”. Tal y como lo expresa Galdós en el Prólogo a Los

Condenados, donde están claras las intenciones de Galdós de ser contemporáneo con su

tiempo no sólo en los planteamientos de sus obras sino también en las forma que daba a éstas,

pues su intención era la de “expresar ideas y sentimientos muy gratos a la sociedad

contemporánea en los tiempos que corren.”14

Una nueva doctrina ético-religiosa del nuevo cristianismo, purificado, justo y verdadero,

deberá unir a los hombres e instaurar el reino de Dios en la tierra.

Galdós llevó este pensamiento a sus últimas consecuencias políticas, resolviendo así el

problema social de la contradicción entre el trabajo y el capital, el trabajador y el patrono,

atacando la explotación capitalista.

Para Tolstoi, la raíz del mal se encerraba en la propiedad privada y en el terrible y

corruptor poder del dinero, que tiene la facultad de esclavizar a las personas, propugnando

que cada cuál se mantenga de su trabajo personal y viva de acuerdo con los preceptos

evangélicos, una resolución muy parecida a la que nos presenta nuestro Galdós en Celia:

INFINITO: (...)Aquí no hay más que gente pobrísima, vendedores ambulantes,

menestrales de la clase más humilde, obreros cargados de hijos, que apenas ganan

para ir tirando malamente. Las mujeres anémicas, los hijos encanijados, trabajadores

en ruda pelea con sus patronos, que unas veces les despiden sin motivo, otras les

rebajan la soldada; industriales en pequeña escala, que son víctima de los

asentadores… Apenas llegan acá migajas de las caridades aparatosas que derraman

sin ton ni son las clases pudientes. Escena VIII Acto III.

Frente a esta desigualdad social y falta de caridad con los demás, sobre todo por parte de

las Instituciones y los Ayuntamientos que eran los que impulsaban este tipo de suburbios,

Galdós en boca de la “salvadora” Celia propone el reparto de bienes a los necesitados por

parte de la aristocracia, que era la clase de los pudientes, proponiendo una fervorosa defensa

de algo que carecían las clases desfavorecidas de la época, es decir, un ideal que escoge de la

religión lo más puramente espiritual y cristiano como es la justicia: un derecho divino.

151

LEONCIO: ... la caridad, por grande que sea, no resuelve el problema que a todos

nos conturba, ricos y pobres. La plebe laboriosa no redime sólo por la caridad.

CELIA: Pues ¿qué más necesita la plebe laboriosa?

LEONCIO. Justicia, señora. Escena VI Acto IV

Es por ello que Celia no quiere ser bienhechora de los pobres a la manera de las damas de

Juntas y Cofradías, sino haciendo una obra plena de justicia, al comprar una fábrica para

integrar en la elaboración de sus productos a los infelices que en ella trabajan. “Sois la

gloriosa iniciadora de una feliz concordia entre las clases altas y las clases humildes –le dice

Leoncio a Celia– vivid mil años ilustre y santa mujer”. Esta “doctrina de la propiedad” del

reparto de bienes, como consecuencia de la indignación por el enriquecimiento de las clases

pudientes, con el consiguiente empobrecimiento de las clases bajas, también tiene

reminiscencias de teorías erasmistas que al final de su vida, Galdós expondrá en el personaje

de Santa Juana de Castilla, y que sin duda conocía a la perfección. “Proprietatem christiana

caritas non novit”, es decir la “caridad cristiana no conoce la propiedad” que promulgaba

Erasmo es una constante de toda la obra galdosiana: “¿como, y parécete bien que tu prójimo

rabie y se consuma de hambre y que tú andes regoldando a perdices; que tu hermano ande

desnudo y espeluznado de frío y a ti se te coman las polillas tantas vestiduras; ...y estando

fundado en esto y teniendo tu corazón así satisfecho, pareceráte después que eres muy buen

cristiano, no siendo en la verdad ni aún hombre humano?”.15

Esta forma de plantear el personaje de Celia, dice mucho de sus cualidades, siendo una

mujer vital, arquetipo del idealismo de Galdós pero en verdad, provechoso, formando parte

activa del hecho social, “revolucionando el sistema”, y predicando con el ejemplo. El

personaje en este caso, actúa por motivos relacionados con su entorno, ese entorno que

Galdós lleva a la palestra, presentándonos desde ahí la corriente de hechos y fuerzas sociales

que repercuten sobre los personajes, para destacar la importancia del triunfo de la voluntad

individual. En esto –aunque Galdós negaba tal influencia, también pueden observarse ciertas

semejanzas con el pensamiento tolstoiano, como hemos esbozado más arriba– con respecto a

los planteamientos sobre las relaciones individuo-sociedad y su enemistad a toda actitud

revolucionaria. A los pocos días del estreno de Celia en el Teatro Español leemos en el ABC

del 16 de diciembre palabras como:

Galdós, como Tolstoi, esparce sobre la tierra la semilla del bien. Su apostolado es el

de los humildes; el evangelio, el de los desvalidos, y así la figura venerable y austera

de este hombre faro va realizando con loable perseverancia, con inflamados

sentimientos, su obra innovadora de paz y de templanza.

La caridad tiene varios frentes y diversas peculiaridades que Galdós irá pintando con su

magistral pluma en la anatomía de sus personajes femeninos, personajes que eran prototipos

de santas y que Galdós extrajo de la clausura para secularizarlas y plantarlas en la vida real.

Ésta fue sin duda una de las grandes innovaciones galdosianas, el enfrentamiento entre fuerza

social e individuo que crea continuamente un nuevo equilibrio de fuerzas, donde los

personajes dejan de ser encarnaciones de cualidades fijas para convertirse así en seres vivos

que cambian y se desarrollan en función de las circunstancias.

Así pues, casi siempre hay un personaje que habla al público con respecto a la

protagonista, tratándola como si la protagonista fuera una santa, alentando al público a

respetar el personaje, y a sentir admiración por él, en una idealización utópica de la mujer

como ser social. Por ejemplo, en el Acto Primero de Santa Juana se dicen de ella palabras

como: “es una Señora ejemplar”, “vive de la limosna, ¿no es esto virtud? ¿no es humildad?

152

¿no es cristianismo? ¿no es esto desprecio de las vanidades terrenas para elevar el espíritu a lo

divino, a lo eterno? Nuestra reina lleva la religión en su alma piadosa, ama fervorosamente a

los humildes a los limpios de corazón”.

Y de Simona se dice en voz de Natika: “Estábame yo con otros pobres a la puerta de la

iglesia cuando la vimos llegar, y lo mismo fue vernos ella que echarnos un mirar de

muchísima misericordia que a todos nos dejó encandilados. Entró en la iglesia; tras de sí

quedó un fuerte olor de santidad...” o “Simona, mujer sublime, eres una santa”.16 El

espiritualismo estará instaurado con mucha fuerza en el corazón de las mujeres, aunque sea en

cierto modo una forma de idealizarlas.

En esta tan innovadora creación de “santas modernas”, cito a continuación por lo que

tienen los personajes de visos de realidad, un paradigma de Santa Teresa donde el paralelismo

es inequívoco: la santa desprestigia la imaginación fruto de esa sociedad, frente a la voluntad,

el trabajo, entendimiento y demás potencias del alma. Galdós asimismo, consideraba los

excesos de imaginación como vías peligrosas de ascenso a mundos de ficción que podían

provocar y de hecho provocaban gran parte de la caída de muchos de sus personajes, la

imaginación bien utilizada sí podía llegar a constituir el principal aditamento humano

esencial:

La imaginación, esta “tarabilla del molino”, dejémosla andar y molamos nuestra

harina, que son obras de la voluntad; la imaginación... no parece sino una de esas

maripositas de las noches, inoportunas y desasosegadas... no se haga caso de ellas

mas que de un loco… cuando acaece estar el alma en grandísima quietud.. la

imaginación anda remontada, no se haga caso de ella más que de un loco.17

Pero para Galdós, este tipo de apostolado individualista, de cultivo exclusivo del “yo

espiritual” no era provechoso, pues para él, Santa Teresa se quedaba anclada en una excesiva

contemplación del espíritu y un paupérrimo ejercicio práctico del evangelio, con el

correspondiente encierro y clausura del alma y del cuerpo, habida cuenta que ambas pueden

ser muy útiles a la sociedad. Galdós, claramente, no compartía en absoluto esa piedad monjil

de encierro, de rezos a solas, de mucho sufrir y fustigarse por los demás pero sin hacer nada

por nadie, de la misericordia de reclusión que nada sirve a los desfavorecidos. Para Galdós los

hábitos no deben estar en la oscuridad de la celda, deben estar por las calles, actuando, es una

sublevación como antaño hacían las monjas y por consiguiente las santas, pero con una “mise

en scene” del presente, práctica; así Clavijo dice:

La nuestra, la de Viana, no ha sido nunca así después de perdido el seso sigue tan

pacífica y piadosa como antes lo fue. Su locura consistía suponerse que vivía en

épocas anteriores a la actual; en querer infringir las reglas de la Orden, pretendiendo

salir del convento para recobrar su libertad y lanzarse al través de los campos.

No son pues santas contemplativas, son, creo, y sobre todo en este caso, Sor Simona, una

imagen de evolución y de anticipación a lo que será en el siglo XX, la mujer misionera seglar,

la mujer apóstol que socorre a los necesitados, proponiendo una visión nueva al evangelio de

claustro.

En estas obras teatrales, la mujer, sobre todo en el personaje de Celia, a través de su

capacidad y fuerza interior también aparecerá como la gran salvadora social como ya señalé

más arriba, y esto fue una de las grandes preocupaciones de la vida de Galdós, como nos

153

revela de él la crítica de su tiempo. En El Globo publicado al día siguiente del estreno en el

Teatro Infanta Isabel de Sor Simona el 1 de Diciembre de 1915 se escribió:

Practicar el bien por amor. He aquí el lema hermoso por demás, de Galdós, sobre el

que hayan base sus obras y aún pudiéramos decir su vida… comprendiéndolo así,

sintiéndolo así el maestro Galdós, todo bondad y dulzura, propúsose desde los

primeros años de su juventud ir sembrando durante su vida las buenas enseñanzas,

las que practicadas al pie de la letra, acabarían en una completa regeneración.

Esta idea de la crítica de su tiempo, explica con bastante acierto la mixtura entre la

finalidad en su obra teatral y el sentido espiritual que tuvo a lo largo de su vida. Galdós lo

tenía muy claro, y en su teatro ya no representa patologías, sino más bien ideales. La obra

dramática de Galdós, recoge por tanto las ideas filosóficas y religiosas de la época, en el

sentimiento de decadencia de la sociedad española en la que vive, definiendo así un nuevo

personaje caracterizado por la experiencia del inaccesible aislamiento del hombre-mujer y la

conciencia de la falta de sentido en la vida. De ahí su discurso espiritual en unos caracteres

teñidos de esperanza donde los héroes se aproximan al ideal buscado y deseado. Por ello

reseñamos cómo de todas estas protagonistas galdosianas, se dice que son unas “santas”,

donde siempre hay un portavoz que dice al público la calidad humana de la protagonista, sus

dotes para hacer milagros, su carácter divino, la compasión, la caridad que es el amor puro de

Cristo etc., en fin cualidades de mujer excepcional, santificándola en un idealismo utópico,

con la justicia poética operando de trasfondo. Esta idea es casi una obsesión para Galdós, pues

en la casi totalidad de sus producciones dramáticas (con más motivo en su producción

novelesca) aparece la idea del angelismo, ser un ángel, ser una santa, parece que fueran

cualidades completamente intrínsecas a la condición femenina. La mujer además de regenerar

la sociedad, ha de tener cualidades especiales, la mujer es la evolución. En Sor Simona ocurre

así, se plantea el personaje antes de su aparición por lo que se dice de ella, en este caso por la

conversación de Clavijo, médico, y Mendavia, oficial carlista. Una monja huida del convento

se escapa con el propósito de ir en busca de los desfavorecidos para ayudarlos. Así en el

primer acto se dice de ella que es una “infeliz demente fugitiva”, que “padecía desde hace

años una enajenación mental”, que “sus compañeras la tenían recluida en una celda de la

enfermería”, o que tenía “dolencia cerebral”. Así pues de Simona se dice que “su locura

consistía en suponerse que vivía en épocas muy anteriores a la actual”, y de Juana que “su

único desconcierto consiste en no darse cuenta y razón del paso del tiempo”.

La esencia misma de la santa cristiana, previamente creada con intención por Galdós como

pintura de sus ideales, resulta ser o incontemporánea o enferma a ojos de la sociedad de aquel

tiempo. La santa que no se adapta a la realidad, y que conlleva cierta tensión entre la realidad

y la ficción, se trasluce en la citada ineludible influencia cervantina, y esta idea de los

“personajes fuera de contexto” que pagan por los pecados humanos y de la sociedad en sí

misma, serán el prototipo de santos de Galdós, tanto femeninos como masculinos.

Es curioso destacar cómo, tanto para Sor Simona, como para Celia y Santa Juana la vida no

ha sido nada fácil. Las tres, cada una en sus circunstancias han tenido que sobreponerse al

“suplicio del desamor”, acompañado de un potente desengaño amoroso, y una consiguiente

“crisis interna”. El detonante que llevó a Celia a “bajar a los infiernos” fue la búsqueda del

hombre que se había burlado de ella y de su amor, para pedirle perdón y descansar su limpia

conciencia, aunque a diferencia de sus dos homónimas, Celia tiene en su corazón a medida

que se adentra en los infiernos, un programa de verdadera regeneración social. Asimismo

quiere “redimir” sus faltas con Ester, su hermana de leche, y novia de Germán, el amor de

Celia, porque se ha arrepentido y necesita cambiar su actitud ante la vida.

154

Yo me tengo en este instante por mujer de ideas y generosas; yo corro tras un ideal;

yo voy a la busca de dos personas que me interesan grandemente yo voy movida del

anhelo de realizar todo el bien posible dentro de lo humano. Llegaré hasta lo divino

descendiendo hasta las más hondas miserias y hasta las podredumbres más

repugnantes. ¿Vienes? Escena VIII Acto II.

Es una experiencia purgativa realizada desde el interior de la conciencia.

Santa Juana vivía “loca de amor” enamorada de un ideal masculino, y a los ojos de una

sociedad que no entiende, pierde la razón cuando la muerte hace desvanecer su ilusión.

Sor Simona tuvo un desengaño de amor muy grande en su juventud por lo que

aparentemente después de mucho estudio y preparación, desembocaría, al igual que Celia, en

una vida profundamente cristiana. Un total derrumbamiento sentimental, que la lleva primero

al convento y luego a la locura, igual que a Santa Juana, aunque del convento huye, como del

“encierro” huye Santa Juana, para dar su alma a los pobres, pues la religiosa Sor Simona

estará muy por encima de lo que eran estas instituciones, algo que también tenía en común

con Santa Juana. A cambio del dolor y del sufrimiento por amor, Simona propone la opción

enorme del no al rencor ni al odio, dando feliz paso al sacrificio por el amor mismo, amor que

mataron en su juventud.

Al día siguiente del estreno en el Infanta Isabel de Sor Simona leemos en el Diario

Universal:

Sor Simona es una afirmación más de ese principio ético, un nuevo apostolado

generoso en que Galdós quiere convencernos a todos de que olvidamos demasiado el

precepto divino que nos manda amamos los unos a los otros y convencemos también

de que ese olvido es la causa de todas las desdichas humanas.

Éste era el mensaje, que Galdós proponía en su ruedo. Dice Simona: “el alma mía está

limpia de todo rencor. Firme en la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo, amo a mis

enemigos y hago bien a los que me aborrecen”.

Sostengo que estas “santas” son de carne y hueso, están de una manera práctica en la

realidad, y de una manera práctica y real, predican el evangelio. Estas mujeres sacadas del

natural, no necesitan del milagro; son mujeres que sufren por amor como cualesquiera, y éstas

sí que son creíbles porque pertenecen a un teatro lleno de realismo. En el amor al prójimo y

en la caridad está la libertad, “desde Viana –dice Simona– continuaré consagrando mi pobre

existencia al socorro de los infelices y menesterosos; pero libremente... libremente... Quiero

ser libre, como el soplo divino que mueve los mundos” concluyendo la obra. Sor Simona,

cuya patria era la Humanidad, significa el estandarte de la paz cuando dice:

¡Matar, matar! Vosotros creéis que vivís en un siglo que llamáis diez y nueve, o no

sé qué. Yo digo que vivimos en la Edad Media, grandiosa y terrible edad… Guerra,

santidad, poesía... Hijos míos: como criaturas nacidas en la edad trágica y bella,

purificad vuestras almas mantened siempre limpias vuestras conciencias socorred al

pobre; haced bien a todo ser viviente sin excluir a los que os aborrecen; perdonad

toda ofensa; sea vuestra ley el amor, el amor en todo lugar y en toda ocasión... .y

quien dice el amor dice la paz. Escena IV Acto II

“Lo que tú siembras no se vivifica, sino muere antes”, leemos en 1 Corintios 15:36, y

como esto la vida anterior tiene que morir para dar paso a esta nueva forma de vida

155

gratificante. Estas mujeres que no aceptan la realidad, y que conllevan una poderosa

implicación sentimental, pero también tienen mucho de complicidad espiritual, hermanan

paralelamente con los apóstoles que abandonan su lugar de origen para ser por los mundos

misioneros de Dios.

Tanto a Celia como a Simona podemos considerarlas como una propuesta de personajes

“tipos” teatralmente hablando, prácticos y activos, y a Santa Juana como la voz de la creencia,

el pensamiento en sí mismo y sobre todo la “justificación” de las ideas religiosas de Galdós,

un Galdós que no apostaba en absoluto por el catolicismo, pero sí por un “cristianismo puro”

teñido de erasmismo y de cristianismo protestante y evangélico. Éste era el principio

evangélico que aunque no sin cierta complejidad y anarquía aparente, imperaban en la vida de

Galdós, que al igual que a su personaje Santa Juana era acusada de hereje, él también lo fue

de anticlerical.

En esta obra, Galdós expone los preceptos más importantes de lo que fue la reforma de

Erasmo, preceptos que el autor sin duda conocía y de hecho compartió a lo largo de su

existencia como forma de vida. En la situación española de aquel momento Erasmo ofrecía

una respuesta muy atractiva con respecto a la situación religioso-social del momento. Por un

lado el carácter crítico y satírico de sus obras respecto de las costumbres inmorales y del

estado de corrupción del clero. Por otro lado, sus ataques y su desprecio por la filosofía

escolástica, que había llegado a una verdadera degradación. Y en fin, su programa de

elevación espiritual de una religión que había caído en ceremonias y ritos sin contenido,

mediante una vuelta al evangelismo, al interiorismo y a la caridad. Todo ello, por supuesto,

dentro de un profundo humanismo que llevaba como lema “cum elegantia litterarum pietatis

christiana sinceritatem copulare”. 18

La crítica a la corrupción de la Iglesia Católica, y por consiguiente la censura a los clérigos

–el anticlericalismo que siempre acompañaba al erasmismo– no participaba precisamente de

la práctica de ayunos, particulares vestimentas, o ritos diversos, sino más bien del auténtico

ideal de Cristo, de la actitud interior, que es, en definitiva, la profunda caridad para con todo y

para con todos. El cristianismo interior esencial que aparecía en Diálogo de la doctrina

cristiana de Juan de Valdés,19 donde se expone que la Fe, la Esperanza y la Caridad son tres

virtudes teologales conjuntadas de manera que el que tiene una las tendrá todas, se completa

con la verdadera oración y se traduce en la reducción de los mandamientos a dos: Amarás a

Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a tí mismo. “Este cristianismo interior y

esencial –dice Abellán– supone la negación de muchas de las convenciones y las normas

tradicionalmente establecidas dentro de la Iglesia Católica; me refiero a la crítica, en general,

a que somete el erasmismo las manifestaciones exteriores de la religión, ya sea liturgia, ritos,

ceremonias, devoción a los santos y a los templos, etc… la devoción de las imágenes, el

dejarse llevar por la imaginación y la fantasía en las oraciones, la crítica a los clérigos... Hay

en ellos una crítica a las prácticas religiosas que han quedado como rutina sin que presenten

una auténtica adhesión del ánimo del que las practica”.20

DOÑA JUANA: Quiero que el agua pura y limpia, como la que cae del cielo cuando

lloran las nubes para fertilizar la tierra y purificar todas las cosas; quiero el agua

traída por la divina esencia, licor no contaminado aún por las turbulencias de los ríos,

que arrastran en su corriente todas las malicias, todas las miserias humanas. En esta

idea se funda mi criterio religioso.

BORJA: Y vuestro criterio religioso, según he podido entender, deriva del sistema

religioso de Erasmo, el cual dice que no nos cuidemos del formulismo ni de las

156

exterioridades rituales, sino de la pureza de nuestro corazón y la rectitud de nuestras

acciones.

DOÑA JUANA: -¡Ay Duque, qué alivio... qué frescura siento en mi alma al oíros!

BORJA: Eso es lo esencial; pero no debemos prescindir en absoluto de aquellos

actos piadosos de espontánea dulzura en que la criatura se aproxima al Creador,

llegando a identificarse con él. Esto que os digo, Señora, no es incompatible con las

ideas del filósofo de Rotterdam, que yo conozco muy bien porque he leído sus

tratados teológicos, obra famosa harto divulgada en el mundo entero. Los Papas se

han recreado en ella, y todos los tratadistas del mundo la celebran por lo ingenioso de

la forma y la profundidad de los pensamientos

DOÑA JUANA:- Pues por creer yo lo mismo y empapar mi conciencia en esa obra,

han dado aquí en la flor de señalarme públicamente como hereje.

VALDENEBROS: Fallo irreverente de la opinión maliciosa y vulgar. Escena IV

Acto III

Esa agua que purificará todo es la nueva religión ideal de Galdós que limpiará todo de

oscurantismo e ignorancia para dar paso a la “nueva religión” que se estudia en los libros y

sobre todo se practica. Espiritualismo ruso, Krausismo, Luteranismo, Protestantismo se

perfilan en la obra de Galdós en forma de Benina, Nazarín, y un largo etcétera de toda su

vasta producción. Pero con respecto a su producción teatral, será la mujer la que hable por

Galdós, y ya al final de su vida será una reina tratada de loca, Santa Juana, la que ponga el

punto final a sus ideas sobre la religión y en suma sobre su visión de la vida. Éste es el

mensaje de Santa Juana de Castilla y no sólo de esta obra sino de todo el espiritualismo de

Galdós.

Al igual que en toda su producción literaria que desemboca en la obra Santa Juana como

colofón y “explicación” de sus ideas, nosotros también desembocamos a lo largo del trabajo

en Santa Juana que es el compendio de las ideas religiosas de Galdós, pero curiosamente

desarrolladas en una mujer. ¿Por qué elige Galdós los personajes femeninos como exposición

de sus ideas y como ideal cristiano? Son muchos los interrogantes con respecto a la obra

galdosiana. Tal vez Galdós quiso que se inmortalizara su obra con estas palabras puestas en

la voz de Borja:

No sois hereje, señora, en el libro de Erasmo nada se lee contrario al dogma. Lo que

hay es una sátira mordaz contra los teólogos enrevesados, los canonistas

insustanciales, las beatas histéricas y los predicadores truculentos que han

desvirtuado la divina sencillez con artilugios retóricos. Escena IV Acto III.

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NOTAS

1 “El primero de mayo” de Ensayos de crítica literaria, Barcelona, Península, 1972, pág 186.

2 Pág 312, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1941.

3 Pertenece a las cartas que dirigió Galdós a Pereda con motivo de la publicación de Gloria, VGP, pp. 18-19,

reseñado por José Luis Mora en su libro Galdós (1843-1920) , Madrid, Orto, 1998, pág 69.

4 N.Comalrena, “Kandinsky y Der Blaue Reiter: un camino hacia lo abstracto”, en Album, Madrid,

Album, Letras Artes, 1986, pág 24.

5 Ibídem. Ensayos de Crítica Literaria, pág. 182.

6 Recordaremos a este respecto que Galdós en el Prefacio a La desheredada escribe que: “Saliendo a relucir

aquí, sin saber cómo ni por qué, algunas dolencias sociales nacidas de la falta de nutrición y del poco uso

que se viene haciendo de los beneficiosos reconstituyentes llamados Aritmética, Lógica, Moral y Sentido

Común, convendría dedicar estas páginas…, ¿a quién? ¿Al infeliz paciente, a los curanderos y droguistas

que, llamándose filósofos y políticos, le recetan uno y otro día?... No; las dedico a los que son o deben ser

sus verdaderos médicos: a los maestros de escuela. Enero de 1881 B.P.G”. O.C Tomo IV, Madrid, Aguilar,

pág 965. Igualmente Galdós había realizado estos planteamientos sobre la paupérrima educación en España

en novelas como La familia de León Roch de 1878, y más concretamente en El amigo Manso, de 1882,

manifestando el interés del protagonista por la educación de Irene, y en general, por el papel que la mujer

ha de desempeñar en la sociedad.

7 José Luis Mora, prólogo a Halma, Salamanca, Almar, 1979.

8 En versión de Realidad publicada por vez primera en la editorial La Guirnalda, no aparece esta escena. Esta

versión de la escena I del acto III fue escrita originariamente así en su primer manuscrito que es el que

hemos consultado en la Casa Museo Pérez Galdós para comprobar cómo fue la primera propuesta del

escritor. Como sabemos de la primera versión manuscrita a lo que finalmente se exponía en los escenarios

había sutiles diferencias, adaptadas sobre todo a cuestiones puramente interpretativas y de tiempo.

9 Cuando Galdós escribió La desheredada, el simbolismo del impedimento de la unión de clases sociales

todavía no estaba cuajado en el autor, tal y como posteriormente lo estará. Frente al simbolismo que

esgrimió en la unión entre Joaquín Pez (clase alta, burguesa aunque arruinado) e Isidora Rufete (pueblo,

lumpen) nace un hijo, macrocéfalo, un hijo deforme, la unión de ambas clases sociales tenía en La

desheredada, una resolución imposible. A partir de Realidad, Galdós planteará la fusión de clases, unión

que proyectará como ya he señalado a lo largo de toda su producción teatral con propuestas revolucionarias

para el momento social en el que escribe y estrena.

10 No debemos olvidar que en el momento en que Galdós estrena su primer drama Realidad en el Teatro de la

Comedia, el autor se encuentra en su vida privada en un momento de transición. Por un lado está

“saliendo” de su tortuosa relación amorosa con una de las mujeres más interesantes y revolucionarías del

panorama cultural y social de la España del 1890: Doña Emilia Pardo Bazán. En este momento ya ha

conocido a Concha Morell mujer que ocupará su corazón en los siguientes años. Esta mujer del pueblo

aspirante a actriz, tuvo no poca influencia sobre aquel Galdós teatral que se estrenaba como dramaturgo. La

frescura de Concha Morell impregnará de auténtica feminidad las siguientes creaciones de los personajes

femeninos del recién estrenado autor teatral.

11 Francisco Ruiz Ramón, Tres personajes galdosianos. Ensayo de aproximación a un mundo religioso y

moral Revista de Occidente. Madrid 1964. Para Ruiz Ramón el Galdós dramático no es relevante,

entendiendo su obra estrictamente como género. Apuntando que “la estructura de las piezas teatrales en

Galdós es una estructura esencialmente novelesca, estos necesarios pormenores que describen la vida son

demasiado tupidos y demasiado descriptivos, y atentan contra el ritmo propiamente dramático, dando

excesiva cabida a lo que es accidental en el drama...”. Ruiz Ramón expone lo que no es técnica dramática

de Galdós en Historia del Teatro Español. Ed. Cátedra, Madrid, 1983. pp 363-371, orientando su crítica

hacia un Galdós novelista más que dramático.

158

12 Tolstoi Nikoláievich, Resurrección, introducción de Natalia Ujánova, Ed. Planeta, Madrid, 1985.

13 Cita de las cartas entre Galdós y Pereda extraída del libro de José Luis Mora Galdós, Madrid, Orto,1998,

pp. 69-70.

14 Ibídem pág 311 del prólogo a Los Condenados...Madrid, Aguilar, 1986.

15 Erasmo El Enchiridion o Manual del caballero cristiano. Ed. de Dámaso Alonso, Anejos de la Revista de

Filología Española CSIC Madrid, 1971, pág 331.

16 Aunque para Ruiz Ramón: “...estos héroes y heroínas… en cuanto criaturas dramáticas, carecen de

suficiente vitalidad interna y están demasiado ligados a ser portavoces de las tesis galdosianas.” No estoy

de acuerdo con esta aseveración de Ruiz Ramón, pues creo que no es relevante esta idea si pensamos que

los personajes en general, son hijos de su creador y por lo tanto de alguna manera sus portavoces. Con todo

no resta importancia en su función de criaturas dramáticas, naturalmente, el autor siempre está en el alma

de los personajes, lo cuál no quiere decir que éstos no sean dramáticos. Historia del Teatro español.

Cátedra, Madrid, 1983, pág 368. Como añadidura al problema suscitado por las diferencias entre novela y

teatro que tanto se le ha acusado a Galdós, como confundidor de los dos géneros, el propio autor nos dice

en el prólogo a El abuelo:"Como todo lo que pertenece al reino infinito del Arte, lo más prudente es huir de

los encasillados y de las clasificaciones catalogales de géneros y formas. En toda novela en que los

personajes hablan late una obra dramática. El teatro no es más que la condensación y acopladura de todo

aquello que en la novela moderna constituye acciones y caracteres”. Es obvio que Galdós no tenía ninguna

confusión de géneros, simplemente quería fundirlos.

17 De estos pasajes fue extraída la frase “la loca de la casa”, que parece formada primero en francés, “la folle

du logis”, frase atribuida a Malebranche en su exposición de Las Moradas, si bien no aparece en las obras

conocidas de este filósofo francés. También los escritores franceses del siglo XVII tomaron, probablemente,

de Santa Teresa la palabra “recueillment”, en su sentido espiritual, y otras así. En Obras Completas de

Santa Teresa de Jesús, introducción de Menéndez Pidal. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1987.

18 José Luis Abellán, El erasmismo español Espasa Calpe, Madrid, 1982.

19 La exposición de las teorías sobre el cristianismo de los hermanos Valdés y Juan Luis Vives están extraídas

del libro citado anteriormente El erasmismo español.

20 Ibídem. El erasmismo español...

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