¿QUÉ ÁNGEL PARA QUÉ HOGAR? LA TRAYECTORIA

DE TERESA VILLAESCUSA

Lieve Behiels

La crítica feminista reciente (Condé, 1990, Jagoe 1994) ha analizado la imagen de la mujer

que se desprende de las Novelas contemporáneas y de las obras de teatro de Benito Pérez

Galdós. Los Episodios Nacionales no han gozado, hasta ahora, de mucha atención a este

respecto. Creemos que los Episodios encierran un importante número de trayectorias de

mujeres cuyo sentido no siempre coincide con el de las peripecias vitales de las heroínas de

las Novelas contemporáneas más canónicas. Su estudio puede servir para matizar la

conclusión de Catherine Jagoe de que en la última fase de su producción Galdós sólo concede

un poder duradero y un trabajo fuera de casa a las mujeres en sus novelas fantásticas.1 En esta

ponencia nos interesaremos por la construcción novelesca de Teresa Villaescusa, personaje

eminente de la cuarta serie de los Episodios Nacionales. Tradicionalmente se la analiza desde

la categoría de la cortesana, como una variante sobre el esquema de la Dama de las camelias

de Alejandro Dumas, intertextualmente presente en La de los tristes destinos.2 Creemos, sin

embargo, que la perspectiva del ‘ángel del hogar’ puede constituir un punto de partida

esclarecedor. Veremos cómo y hasta qué punto este personaje se desmarca de la imagen

tradicional del ‘ángel del hogar’ y en qué modelo femenino se convierte al final de la serie.

La cuarta serie de los Episodios se escribe a principios del siglo veinte, entre 1902 y 1097.

Para entonces, la figura del ángel del hogar ya había dado mucho de sí. Su uso y su

contestación por el mismo Galdós en las Novelas contemporáneas han sido ampliamente

comentados. Hasta fue retomada críticamente por sociólogos como Adolfo Posada quien en

Feminismo (1899) se burla de la representación tradicional de la mujer de su casa:

Concedido que la mujer ha nacido para la maternidad: perfectamente: el papel de la

mujer, papel admirable, casi divino, es el de esposa, reina del hogar, ángel de la

familia, es aquel que se resume en la fórmula tradicional de la “mujer de su casa”:

todo está muy bien; pero, ¿y si la mujer no se casa, porque no hay quien la quiera

como ángel, reina y encanto del hogar? ¿Si tiene que vivir siempre soltera? Y lo que

es más grave, ¿si después de casada se queda viuda, con hijos, y el marido al morirse

se llevó consigo la única o principal fuente de ingresos de la familia? O todavía otra

hipótesis, bien frecuente, por desgracia. ¿Si después de casada, su marido resulta un

perdido, un disipado, o se inutiliza para el trabajo, y ella, el ángel aquel, tiene que

buscar con el sudor de su frente, como buena descendiente de Adán y Eva, el pan

propio, el del marido, y el de sus hijos? (Posada 1995: 71-72)

En el libro citado, Posada relaciona explícitamente la necesidad de la instrucción de la

mujer y la apertura para ella de todas las profesiones con la necesidad que tienen muchas

mujeres de ganarse la vida, estén o no casadas. No es muy optimista con respecto a los

cambios legales que se necesitan para llegar a tal fin, porque la opinión pública, incluida una

mayoría de mujeres, sigue defendiendo el modelo de “la mujer de su casa.” (Op. cit. 267-268)

Para varios personajes femeninos de la cuarta serie, tarde o temprano se produce el choque

entre el deseo de realización personal y amorosa y las exigencias de la supervivencia

179

económica. La única excepción es la pareja María Ignacia de Emparán – Pepe Fajardo, en la

que la persona que se vende para salvarse de la ruina económica es el varón. Lucila Ansúrez

se cura de su desengaño amoroso y de su falta de recursos gracias al matrimonio y la

maternidad; sus maridos sucesivos resultan intercambiables. Virginia Socobio deja el

matrimonio burgués y la seguridad material para seguir a su gran amor, Leoncio Ansúrez y

convertirse en ‘ángel del hogar’ extramatrimonial. En este contexto se desenvuelve Teresa

Villaescusa.

La entrada del personaje en la serie, en la novela O’Donnell, queda marcada por la

ambigüedad. La primera mención de la “coronela Villaescusa y su linda hija Teresa” va

acompañada por un juicio de valor negativo que emana de un personaje femenino: doña Celia

de Centurión califica de “alocadas o locas de remate a la madre y la hija.” (Pérez Galdós 1951:

124).3 En cambio, cuando el narrador –masculino, por más señas– ofrece el primer retrato

de la joven, aparece la calificación de “ángel”: “Linda era como un ángel Teresita

Villaescusa, como un ángel a quien Dios permitiese abandonar la solemne seriedad del Cielo,

adoptando el reír humano.” (127) La caracterización se repite al hablar de la dentadura, “tan

bella y nítida como la de los ángeles, que ni ríen ni comen” y queda reforzada por la mención

“inocente niña.” (Ibídem) Teresa se nos presenta como una joven seria, poco instruida pero

gran lectora, pulcra en el vestir, espiritual y que rechaza a todos los pretendientes, a pesar de

que su padre quiere casarla cuanto antes para “librarse del cuidado que exige la doncellez.”

(128) Aunque el personaje guardará el rasgo de la belleza hasta el final de la serie, otros

rasgos constitutivos del estereotipo como la ignorancia, la inocencia, la pureza, la pasividad y

la falta de movilidad se van perdiendo por el camino. Teresa rechaza sistemáticamente a todos

los novios que se le proponen, para mayor desesperación de su madre que busca una ventajosa

colocación de su hija a fin de resolver los problemas económicos de la familia. Empieza a

enterarse del funcionamiento de la doble moral sexual y del matrimonio como tapadera detrás

del que se puede romper la cadena de la monogamia, debido a su íntima amistad con Valeria

Socobio que consigue mandar a Filipinas al marido que la aburre y la arruina

económicamente. Según el narrador, la joven entiende demasiado bien algunas cosas que

deberían estarle veladas, como la ‘liaison’ entre Valeria y Guillermo de Aransis: “Era Teresa

una de estas vírgenes que, por asistir demasiado cerca al batallar de las pasiones, están

privadas de toda inocencia.” (133) La muerte del coronel Villaescusa hace más apremiante

aún la búsqueda y captura de marido. Después de una violenta disputa con Valeria sobre la

imperiosa necesidad de conformarse a las apariencias sociales, Teresa comete la primera

transgresión: vuelve sola a su casa, lo que le proporciona una “sensación de libertad que

entraba con ímpetu en su alma.” (154) Esta primera ruptura la lleva a otra mucho más

importante: va al encuentro de Guillermo de Aransis, del que se ha enamorado, y concluye un

arreglo con él. Después de la ignorancia, la inocencia y la inmovilidad desecha también la

pasividad. Conviene subrayar que contrariamente a los estereotipos de la literatura popular,

Teresa no “cae” por ser “seducida y engañada” sino todo lo contrario. Dice el narrador:

Su destino le marcaba los caminos irregulares, y por ellos se lanzaba, afirmada su

consciencia en su persuasión de que no podría andar por otros. Cada ambición tiene

su espacio propio para volar. Que el de la suya era de los más extensos, se lo probaba

la grandeza y poder de sus alas. (156)

Las alas son un atributo de los ángeles y de los pájaros, otro motivo galdosiano muy

estudiado en función de las Novelas contemporáneas y sobre todo con respecto a Fortunata.4

Teresa sigue siendo ángel, pero ángel caído, “libro satánico, encuadernado en piel de

serafines.” (156)

180

Resulta que la libertad y el bienestar así conquistados son muy relativos. Aransis le

informa sobre los “derechos y deberes” sociales de la mujer entretenida y pronto desaparecerá

de su vida. Pero la joven está dispuesta a pagar el precio que le parece justo. A partir de aquí

circula como una mercancía altamente cotizada y a su vez actúa como distribuidora a los

menos afortunados del dinero que le llega.5 Al final de la novela el personaje de Teresa ha

guardado los rasgos iniciales de belleza, gracia y elegancia y ha trocado la inocencia, la

ignorancia y la pasividad por la lucidez, la competencia profesional y la iniciativa. Es un

ángel algo diabólico sin hogar, dudando entre la pobreza honrada de la Huerta del Pastelero y

el lujo inmoral del palacio del marqués de Salamanca que parece ser el siguiente “contratista”

de sus servicios.

La “hermosa y desenvuelta” (556) Teresa reaparece en el penúltimo Episodio de la serie,

Prim. De ser “numen de la Unión Liberal” como la calificaba Manolito Tarfe (216), pasa a ser

“símbolo de los valores progresistas o socialmente avanzados.” (Ribbans 1994: 117) Es la

querida de un rico ganadero valenciano, González Leal, cuya fortuna se ve mermada debido a

un tren de vida excesivamente lujoso y a la subvención de las actividades revolucionarias de

los simpatizantes de Prim. Se enfatizan las servidumbres de la “carrera” de la joven

–dependencia económica, disponibilidad continua, hasta maltrato físico– de la que empieza a

cansarse pero que no puede abandonar porque ella y su madre no tienen otro medio de

subsistencia. Ha desaparecido la libertad de elección de la que gozaba Teresa en la novela

anterior. Recordemos que el capítulo XVII de O’Donnell empezaba con el verbo “elegir”:

“Eligió con exquisita cautela y previsión Teresita la persona que más le convenía para sus

fines estratégicos.” (165) Ahora no tiene más remedio que aceptar los arreglos que le busca su

madre. Al mismo tiempo, se destacan la generosidad de Teresa y la manera correcta en la que

honra sus contratos, practicando una especie de monogamia ‘diacrónica’.

En este contexto se produce el primer encuentro con Santiago Ibero, partidario de Prim e

involucrado en actividades revolucionarias. Teresa queda cautivada por la vida aventurera del

joven y por la decisión con la que determina y persigue sus propios objetivos. Cuando Teresa

se entera de que su madre ha traicionado el escondite de González Leal a la guardia civil que

lo mata, se siente culpable y huye. La recogen los partidarios de Prim. Se produce un segundo

diálogo entre Teresa y Santiago sobre su crisis psicológica y su sentimiento de culpabilidad en

el que aparece por primera vez en boca de Teresa la palabra “amor”, que no quiere aplicar a la

sucesión de hombres que desfilaron en su vida. Por primera vez, Teresa dialoga con otra

persona, desinteresadamente, sobre los valores que rigen su vida. A la mañana siguiente,

Santiago se ha marchado y Teresa no ve más remedio que volver a Madrid y aceptar el

siguiente contrato que le ha organizado su madre. Se pone literalmente enferma de

frustración. Recupera parcialmente la iniciativa cuando se da cuenta de su amor por Santiago

y empieza a buscarle por las calles, hasta la escena final cuando lo busca entre los cadáveres

del cuartel de San Gil.

La última novela de la serie, La de los tristes destinos, es, por lo que se refiere a Teresa

Villaescusa, la historia de la conquista de Santiago Ibero y la construcción de un nuevo

modelo de pareja.6 Significativamente, los dos se vuelven a encontrar en el tren que va a

Francia. Es ella la que toma la iniciativa y le explica el cambio de vida que ha decidido.

Mientras que poco antes “temía su propio desprecio por prestarse a una farsa de amor” (656),

ahora ha recuperado la dignidad: “porque es digno, Santiago, es honroso para una mujer pasar

de cosa vendible a persona que no se vende, se da.” (659) Esta concepción nueva de la

relación de pareja implica una regresión económica pero, una vez más, Teresa está dispuesta a

pagar el precio: “Yo doy mi corazón: lo doy a la pobreza, al vivir íntimo” (659). Después de

que Teresa se ha podido liberar de su último ‘contrato’, se encuentra con Santiago en Bayona.

181

En un primer momento, Teresa incluso juega, irónicamente, a la sumisa casada: propone ser

“económicos y arregladitos” y le dice a su amigo: “Reúne tú todo el dinero y guárdalo, que al

marido le corresponde administrar los bienes matrimoniales” (665).7 Pero a continuación

queda bien claro que la fuerza motriz detrás de la pareja es ella. Sabe que para asegurar el

amor de Santiago tiene que eliminar dos obstáculos: el recuerdo a un noviazgo anterior y la

aventura revolucionaria. El primer obstáculo se elimina solo, ya que la niña en cuestión se ha

metido a monja en un convento francés. Teresa le estimula a Santiago a participar en la

intentona revolucionaria de Moriones en el Pirineo aragonés, experiencia que fracasa debido a

la falta de coordinación. Cuando resulta que Santiago es perseguido por la policía, la pareja

decide irse a París. Allí Teresa puede realizar su “noble ambición de adquirir con su trabajo

un vivir decoroso” (698), trabajando en la tienda de encajes de Úrsula Plessis. Como el padre

de Santiago se ha encaminado a París para sacar a su hijo de las garras de la mujer de mala

vida, la pareja opta por esfumarse. Se proclama la tan anhelada revolución, pero pronto

Santiago se da cuenta de que no se ha cambiado nada en lo esencial. Mide la falta de

autenticidad de la revolución de septiembre según unos criterios de moralidad privada. Son la

inmoralidad y los prejuicios burgueses de Tarfe los que provocan el rechazo de Ibero cuando

éste le dice “Ahora veo todo lo vulgar, todo lo indecente y chabacano de esta revolución que

ustedes han hecho.” (742) Conforme a la regla de conexión entre el microcosmos privado y el

macrocosmos público que rige los Episodios Nacionales, Ibero ya había concluido que “No

podemos ser revolucionarios en lo público y atrasados o ñoños en lo privado.” (734) Al final

de la novela vemos, pues, que la pareja protagonista vuelve a París, bajo la máxima de que

“cada cual obedece a sus propias revoluciones.” (757)8

El repaso de las tres novelas en las que aparece el personaje de Teresa Villaescusa nos ha

permitido ver que el epíteto de “ángel” la acompaña desde el principio hasta el final. Como

los ángeles, Teresa es buena, generosa y caritativa. Uno de los rasgos constitutivos de la

categoría de ángel es la belleza, belleza joven o más madura, alegre o triste, por ejemplo

cuando se la compara a la Magdalena “en el llorar y en la hermosura” (601), o cuando el

narrador destaca su “admirable belleza melancólica” (628) al haber desaparecido Santiago

Ibero. Pero no se trata de la belleza en el estado salvaje, como la que caracteriza a Lucila

Ansúrez en su juventud, sino de una belleza cultivada y puesta de relieve mediante una

refinada elegancia que aumenta su valor comercial, de modo que su madre puede vender “los

aún cotizables pedazos de su hija” (656) cuando ésta tiene treinta años. Esta elegancia gracias

a la que puede venderse cara le permitirá más tarde encontrar un empleo asalariado en una

tienda de modas de París.

Pero hay otros rasgos en la configuración de Teresa que la alejan del modelo angelical

tradicional. Nada de pasividad ni de movilidad restringida. Teresa lucha para adquirir la

consciencia de su proyecto vital y una vez que lo ha determinado lucha para realizarlo. En el

modelo tradicional del ángel del hogar suele oponerse la sensibilidad y emotividad típicas de

la mujer a la racionalidad y la reflexión masculinas. Teresa combina las características

tradicionalmente asociadas a su sexo con lo que ahora llamaríamos inteligencia emocional y

un sentido de la organización práctica de las cosas. En París aprende aritmética y quiere

“ponerse muy fuerte en contabilidad.” (707) Además, es correcta en los negocios, tanto

cuando comercia con su cuerpo como cuando vende productos de lujo a una clientela

femenina. El saber de Teresa le otorga cierto poder frente a su compañero, poder que éste no

le disputa. En la relación de pareja que se va construyendo en la novela, no parece que el

poder de uno disminuya la libertad del otro: Teresa, mujer cuyas grandes y poderosas alas

conocemos (156), reconoce las calidades de “águila” de Santiago, diciéndole: “Vete a tus

espacios altos, águila mía, que aquí me quedo yo viéndote subir y esperando que vuelvas a mi

lado.” (687)

182

Vimos que la entrada de Teresa en el mundo de los Episodios se produce en el momento de

la pérdida de la inocencia, que se sustituye por una comprensión cada vez menos ilusionada

de la sociedad isabelina y una mayor conciencia de sí misma. La búsqueda de conocimiento

se realiza a través de contactos con otras personas, en su mayoría hombres. Su “poderoso

razonar” está “inspirado en la realidad de la vida” (687) ya que a Teresa no la volvemos a ver

coger ni un libro más después de su primera presentación en la serie. En las tres novelas

donde figura actúa un narrador ‘omnisciente’ que dedica una mirada irónica a los altibajos de

su carrera de cortesana y le cede cada vez más la palabra. En Prim y Los tristes destinos las

conversaciones en discurso directo entre Teresa y Santiago constituyen un medio para que los

personajes conozcan sus deseos esenciales, gracias, precisamente, a su esfuerzo para

explicarlos.

El amor por Santiago profundiza el conocimiento de Teresa y le permite expresar el

sentido de su trayectoria vital: vive un “amor definitivo y sintético que ponía sello a su

existencia” (684). Considera que su vida tiene dos partes, una buena y otra mala, y que la

buena ha llegado ahora (687). Aquí se introduce otro rasgo del modelo angelical: Teresa está

dispuesta a sacrificarse si resulta que Santiago quiere lanzarse a la revolución. Al fin y al

cabo, ella misma ha tenido que aprender, gracias a la experiencia, que su primera ambición, la

de una vida regalada sin apremios económicos ni trabajo, no valía el precio que había que

pagar. En esta fase de su vida se decide a ser monógama y así cobra otro rasgo del arquetipo.

Otro rasgo que le falta a Teresa para ser un ángel en el sentido tradicional es un hogar.

Durante su vida de cortesana cambia de casa según cambia de ‘protector’ y en su vida de

mujer ‘buena’ su movilidad no disminuye, ni mucho menos. Pero el hogar ya no es el único

espacio en el que la mujer puede desenvolverse. En la composición tradicional del arquetipo

no pueden faltar los hijos. Teresa no tiene hijos y no discute el tema ni siquiera con su “amor

definitivo”. Aún así, su preocupación por Juan Santiuste y su fascinación por Santiago,

bastante más joven que ella, contienen rasgos de ternura maternal.9

¿Hasta qué punto se puede considerar que la creación del personaje de Teresa constituye

una etapa en el desarrollo de una consciencia feminista en Galdós? Para contestar a esta

pregunta no hay que olvidar que la cuarta serie es un conjunto novelesco sobre la España

isabelina y que hay que distinguir, pues, entre el tiempo de la historia (en las novelas que nos

interesan 1854-1868) y el momento de la redacción a principios del siglo XX. Según el

principio de la construcción de los Episodios Nacionales, lo personal es lo político y

viceversa. El escepticismo expresado acerca de la Gloriosa implica que la revolución personal

de Santiago y Teresa no puede florecer en la España de los años 1870.10 Cabe preguntarnos si

este escepticismo sigue estando de rigor en el cambio de siglo. En la última fase de su

producción literaria, que se distingue por los rasgos míticos y metaliterarios, Galdós presenta

unas figuras de mujeres que trabajan como maestras y que ejercen cierto poder sobre su pareja

–Floriana en el Episodio De Cartago a Sagunto, Cintia-Pascuala en El caballero encantado,

Atenaida en La razón de la sinrazón– pero las sitúa en un contexto fantástico. Aquí la pareja

feliz del porvenir busca la realización personal en el extranjero que puede considerarse como

otra especie de distanciamiento, no tan radical como lo fantástico.

En novelas galdosianas anteriores hemos visto cómo las protagonistas –Amparo y Refugio

en Tormento, Tristana– fracasaron en su empeño de vivir independiente y decorosamente de

un trabajo, porque carecían de formación, porque el mercado laboral no les ofrecía

ocupaciones adecuadas y porque la opinión pública constituía un obstáculo fundamental al

trabajo femenino. El éxito de la empresa de Teresa tiene alguna verosimilitud ya que ejerce un

trabajo comercial para el que no necesita preparación especial y que es asalariada de otra

183

mujer que ha construido un negocio floreciente de artículos de lujo en París, donde los

habitantes disponen de un poder de compra incontestablemente superior al de los madrileños.

La independencia económica le otorga a Teresa una parcela de poder que en Francia se tolera

mejor que en España. En París la pareja puede desaparecer en el anonimato y liberarse del

ostracismo social al que le condena la doble moral al uso.

Pero conviene no olvidar que en la última novela de la serie, Teresa saca la motivación

para trabajar de su nueva situación de pareja. La perduración de su amor es su mayor

preocupación. El carácter ‘revolucionario’ de esta pareja tal vez no consista tanto en que una

cortesana arrepentida metida a vendedora y un hijo de familia hagan su vida sin reparar en el

qué dirán, sino que haya espacio para el diálogo y la eclosión de los talentos y las ambiciones

de ambos. O, para citar a Geoffrey Ribbans, “Una de las cualidades más atrayentes de la

novelística galdosiana, no reconocida siempre por la crítica, es su capacidad de romper con la

pretensión inconsciente y casi universal en su época, de parte de los escritores masculinos, de

que los valores serios y los intereses esenciales de la sociedad los representan, y así debe ser,

única y exclusivamente los hombres.” (Ribbans 1998: 536) Santiago y Teresa, dos águilas

volando juntos, bien podrían constituir un modelo constructivo de pareja futura.

184

BIBLIOGRAFÍA

CONDÉ, L., Stages in the Development of a Feminist Consciousness in Pérez Galdós (1843-1920). A

Biographical Sketch, The Edwin Mellen Press, Lexiston/Queenston/Lampeter, 1990.

DENDLE, B., “Tarts and Angels: The Women in the Fourth Series of Episodios Nacionales” in Willem, Linda

(ed.) A Sesquicentennial Tribute to Galdós 1843-1993, 1993. Juan de la Cuesta, Newark, Delaware, 1993,

pp. 234-248.

GILMAN, S., “The birth of Fortunata”, Anales Galdosianos, 1, 1966, pp. 71-83.

JAGOE, C. Ambiguous Angels. Gender in the Novels of Galdós, University of California Press, Berkeley/Los

Angeles/London, 1994.

MONCY GULLÓN, A. “The bird motif and the introductory motif: structure in Fortunata y Jacinta”, Anales

Galdosianos, IX, 1974, pp. 51-75.

MONTESINOS, J. F., Galdós III, Ed. Castalia, Madrid ,1980.

PÉREZ GALDÓS, B., Obras completas, T. III, Introducción, biografía, bibliografía, notas y censo de

personajes galdosianos por Federico Carlos Sainz de Robles, Ed. Aguilar, Madrid, 1951.

POSADA, A., Feminismo, Edición de Oliva Blanco, Cátedra, Madrid, 1994.

RIBBANS, G., “Una creación galdosiana –Teresa Villaescusa– entre la historia y la ficción”, Juan Villegas

(ed.), 1994. Actas del XI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Irvine, t. 2, 1994, pp.

113-121.

RIBBANS, G., “La Dama de las Camelias en las novelas de Galdós”, Actas del I coloquio de la Sociedad de

Literatura Española del Siglo XIX, Del Romanticismo al Realismo, Publicacions de la Universitat de

Barcelona, Barcelona, 1998, pp. 529-536.

SERVÉN DÍEZ, C., “De La dama de las camelias a la codorniz romántica: sobre la mujer liviana en la

novelística de la Restauración”, Revista de Literatura, LVIII, 115, 1996, pp. 83-105.

SINNIGEN, J., “Vivir sin armas, no sin mujeres. El pacifismo romántico de la cuarta serie de Episodios

Nacionales”, En Arencibia et al., 2001. VI Congreso internacional galdosiano, 1997, 2001, pp. 626-635.

UREY, D. F., The Novel Histories of Galdós, Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 1989.

UTT, R., “El pájaro voló: observaciones sobre un leitmotiv en Fortunata y Jacinta”, Anales Galdosianos, IX,

1974, pp. 37-50.

185

NOTAS

1 “Telling, it is only in his fantastic novels that women are envisaged as extradomestic professionals or allotted

any enduring power.” (Cf. Jagoe 1994: 176)

2 El modelo literario de la cortesana arrepentida por amor es Marguerite Gautier de La dame aux camélias de

Alejandro Dumas, popularizado por la ópera La traviata de Giuseppe Verdi, en la que la protagonista se llama

Violetta Valéry. Como demuestra Carmen Servén (1996), los autores realistas españoles (Galdós, Valera,

Palacio Valdés) critican el tópico a través de sendos personajes femeninos que “constituyen la vulgarización de

las grandes actitudes románticas” (99). En La de los tristes destinos la situación tópica en la que se podría hallar

Teresa de producirse el encuentro con Santiago Ibero, padre, en París, es recordada textualmente por Clavería,

cuando dice: “Veremos reproducida la escena de la Dama de las Camelias, cuando viene el papá del señorito

Armando y…”, a lo cual replica Santiago hijo: “Teresa no está tísica, ni de los pulmones, ni de la voluntad. Es

mujer fuerte, mujer valerosa… Ni del corazón ni del cerebro flaquea; no y no.” (711) La misma Teresa

comenta: “No salgamos ahora imitando a las novelas desacreditadas.” (713) Geoffrey Ribbans analiza la

presencia de la novela de Dumas en tres novelas del Galdós maduro: Lo prohibido, Fortunata y Jacinta y La

de los tristes destinos, y pone de relieve el rechazo del “modelo de sacrificio unilateral” (Ribbans 1998: 535) ya

que la pareja decide esconderse del padre autoritario, defensor de la moral tradicional.

3 A continuación mencionaremos entre paréntesis en el mismo texto la referencia a la edición consultada.

4 Ver Gilman (1966), Utt (1974) y Moncy Gullón (1974).

5 El papel de Teresa como nexo en el que confluyen la temática amorosa y la política económica de la Unión

Liberal que pide desamortización ha sido estudiado desde una perspectiva deconstruccionista por Diane Urey

(1989: 126-146). Geoffrey Ribbans, quien estudia la figura de Teresa “entre la historia y la ficción” observa

que “son sus amantes todos ejemplos de tipos socio-políticos representativos” (1994: 117).

6 Es lo que más aprecia Montesinos en este Episodio: “Todo lo mejor de La de los tristes destinos es la novela de

estos dos seres” (1980: 235).

7 Brian Dendle (1993: 237) reproduce la cita pero no la interpreta irónicamente.

8 Según Geoffrey Ribbans, con la salida a Francia de la pareja “Se ensalza (…) la libertad que deja crecer sin

trabas al individuo sobre la nueva oportunidad, muy deleznable por cierto, que ofrece la revolución “gloriosa”

de triunfar sobre los negocios turbios y cínicos del pasado.” (1994: 119).

9 Esto le permite a Dendle (1993: 235) clasificar a Teresa en la categoría “Women as Mother and Protector.”

10 John Sinnigen califica el abandono de España por parte de Teresa y Santiago de “aceptación pasiva del (…)

status quo” (1998: 632). Nos parece que la actitud de los personajes podría describirse más bien como la

continuación de la revolución con otros medios, eso sí, estrictamente privados. Donde coincidimos plenamente

con Sinnigen es cuando relaciona la “tensión entre la representación de un vasto mundo de problemas sociales

que están pidiendo soluciones y la resolución casi necesariamente individual” (ibídem) con la conformación de

la novela realista en general e incluso con la novela contemporánea.

186