LA ESCRITURA DE LA MODERNIDAD EN LO

PROHIBIDO DE BENITO PÉREZ GALDÓS

Sadi Lakhdari

El tema escogido este año es a la vez interesante y muy difícil de definir. Por eso, parece

indispensable precisar antes de todo lo que se puede entender por modernidad.

El término es ambiguo porque en ciertos casos es sinónimo de contemporáneo, en otros

casos se entiende desde un punto de vista histórico o literario sin tener siempre el mismo

sentido. La periodización histórica suele distinguir el período moderno que empieza al fin de

la Edad Media del período contemporáneo que empieza en 1789. Durante la época moderna

nacen las primeras grandes naciones europeas, España, Francia, Inglaterra gracias al triunfo

de la monarquía absoluta que no tarda en entrar en crisis, empezando con Inglaterra, para dar

nacimiento a regímenes parlamentarios y liberales al mismo tiempo que se desarrollan los

nuevos medios de producción y que se instala el capitalismo. La revolución francesa marca de

manera irreversible el paso del Antiguo Régimen al nuevo sistema de producción y a una

nueva organización social basada en las clases y ya no en los estamentos. El período

contemporáneo corresponde finalmente con el afianzamiento de los principios ya enunciados

durante el Siglo de las Luces por los filósofos franceses y alemanes, lo que provoca una

profunda transformación de las mentalidades y de las creencias, con una progresiva

separación de la Iglesia y del Estado, sólo llevada a cabo en Francia. Todo esto es harto

conocido y Galdós se sitúa sin ninguna ambigüedad al lado de los progresistas, de los

liberales, como ya lo vio Chonon Berkowitz en el primer intento biográfico serio del novelista

canario.1 Galdós fue siempre enemigo de los tradicionalistas a nivel político y religioso,

situándose sin lugar a duda del lado de los ateos y en ciertas épocas de los anticlericales. La

cosa se complica cuando se quiere tomar en cuenta el movimiento de las ideas, a nivel

filosófico, literario o científico.2

El fin del siglo XIX, durante el cual don Benito escribe sus obras más importantes, coincide

con el triunfo del positivismo y de las ciencias modernas que parecen entrar en crisis, como la

novela, más o menos a partir de los años 90. En realidad tenemos más bien una evolución

muy rápida de la ciencia que va a dar nacimiento a las grandes teorías modernas todavía

vigentes hoy: matemáticas modernas, teoría de la relatividad, mecánica cuántica al principio

del siglo XX, desarrollo de la biología y de la psicología modernas con el nacimiento más tarde

del psicoanálisis que es contemporáneo de las nuevas teorías físicas y revoluciona la

psiquiatría como la psicología. Las características esenciales de esta evolución cada vez más

rápida es la separación casi total entre las teorías nuevas y el buen sentido, entre lo

directamente observable y representable y la realidad de la materia o de la psique. En el caso

de las ciencias llamadas duras, hay que recurrir a modelos matemáticos que no se aplican

únicamente al campo terrestre como lo hacían las teorías de Newton, y que son totalmente

desligados de la experiencia y de la intuición. Dan sin embargo cuenta de fenómenos

obervados indirectamente o deducidos por las teorías nuevas, como la teoría de la relatividad.

Todavía hoy se trata de probar ciertas hipótesis de esta teoría cuya validez no se puede ya

cuestionar.3 Podríamos decir que ocurre lo mismo en el plano psicológico y que las nuevas

teorías tienen como consecuencia obligatoria una nueva concepción del sujeto con

importantes efectos sobre los personajes novelescos. La novela anticipa o toma nota de estos

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cambios fundamentales ya que la creación de los personajes se relaciona forzosamente con

concepciones filosóficas o psicológicas, explícitas o implícitas.

Las teorías psicoanalíticas de Freud tratan de explicar ciertos fenómenos aberrantes como

los síntomas neuróticos, los sueños, el chiste, los lapsos y actos fallidos que no interesaban a

la psicología experimental o de los cuales ésta daba cuenta de manera incompleta y harto

insuficiente. El descubrimiento del inconsciente, que permite las psicoterapias de enfermos

neuróticos en un primer tiempo, introduce la noción de escisión del sujeto, opuesta a la

concepción cartesiana, racional. Es muy difícil de aceptar por la decepción narcísica que

implica para el hombre que se creía dueño por lo menos de sí mismo. La división psíquica

entre sistema consciente-preconsciente en el que predominan los procesos secundarios, es

decir el lenguaje, y el sistema inconsciente regido por los procesos primarios, contrarios a la

lógica tradicional, introduce una no-coincidencia irremediable en el interior del sujeto que se

ignora a sí mismo en gran parte. Los resultados del psicoanálisis pueden ser considerados

como una extensión de una concepción moderna llevada hasta sus últimos límites o como una

nueva concepción psicológica que provoca una fractura irremediable con las teorías

anteriores. Esto es más bien una cuestión de vocabulario y creo que tiene poca importancia ya

que sería bastante fácil demostrar que el psicoanálisis deriva de las investigaciones

neurobiológicas y de los trabajos llevados a cabo por Freud en su estudio sobre las afasias. Tal

teoría se relaciona estrechamente con la linguística de Saussure que nace al mismo tiempo

sobre las mismas bases, es decir el descubrimiento de las localizaciones cerebrales del

lenguaje, punto que sería demasiado largo de estudiar aquí evidentemente.4

En el caso de don Benito, creo que se puede mostrar que sus novelas revelan rasgos

indiscutibles de modernidad tanto por las concepciones históricas o sociales que encierran

como por sus concepciones psicológicas implícitas que hacen del novelista un precursor del

psicoanálisis. Su concepción del sujeto y de los personajes corresponde con estas nuevas

teorías y hacen de él a la vez un representante del realismo y del naturalismo y también un

precursor de la novela contemporánea, aunque sus preocupaciones formales hayan sido

sistemáticamente minimizadas, salvo raras excepciones. Escogimos el caso de Lo prohibido,

poco estudiado todavía a pesar o tal vez a causa de su carácter novador.

Se trata de una obra escrita en pleno apogeo del naturalismo en Francia y en España (1884-

1885), pero sin embargo no respeta los planteamientos teóricos enunciados por Zola, en

particular en lo que se refiere a la concepción del sujeto que no es el sujeto racional del saber,

sino el sujeto del deseo, tal como lo muestra el análisis del personaje principal que es al

mismo tiempo el narrador, José María Bueno de Guzmán.

La obra se inscribe en el marco de la modernidad tal como se puede definir en el plano

histórico, económico y social. El narrador es un burgués muy acomodado, hijo de una inglesa

y de un rico negociante de Jerez de la Frontera. Después de la muerte de su padre, traspasa sus

bodegas y arrienda sus predios para instalarse en Madrid y llevar la vida de un burgués

rentista típico. Con Medina, Fúcar, Sánchez Botín, personajes ficticios recurrentes en la obra

de Galdós, pero también con Larios o Urquijo que son personajes históricos, forma parte de la

gran burguesía capitalista estrechamente ligada a los partidos de turno. La situación social del

narrador fue comentada en varios artículos5 y no presenta problemas de interpretación

importante. Si se perciben claramente varias críticas contra el caciquismo, el sistema del

turno, la corrupción imperante, en particular en las colonias o en la atribución de los mercados

del Estado, estas críticas son más bien templadas y dirigidas contra los conservadores que

ocupan el poder en el momento en que don Benito escribe su novela.6 El mismo héroe, al

tanto de todo lo que pasa a nivel económico, social y político, presenta de manera humorística

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o irónica los puntos flacos del sistema. El escepticismo y el criticismo profundos de Galdós

aparecen en la novela pero se entiende que recusa los extremos representados por los

anarquistas de la Mano Negra, responsables en parte de la mudanza de José María al principio

de la novela, y por los tradicionalistas carlistas. Aunque es siempre difícil adivinar el

pensamiento del autor detrás del del narrador, resulta bastante evidente que no tenemos una

crítica enconada del sistema capitalista, de la alta burguesía financiera ni tampoco de los

grupos dirigentes en política. La lectura de los artículos mandados a La Prensa de Buenos

Aires confirman esta impresión, pero no tenemos tiempo de presentarlos aquí. La crítica es

todavía interna, aunque muy aguda y perspicaz; no recusa los principios del parlamentarismo

o del liberalismo presentados a veces de manera grotesca. Por eso, se puede afirmar sin dar

más ejemplos que desde el punto de vista histórico nos situamos dentro del marco de la

modernidad entendida de manera extensa como realización de los ideales filosóficos y

políticos nacidos durante las Luces.

Sin embargo, lo que nos interesa aquí es la mella que el novelista introduce a nivel

psicológico y casi filosófico en los planteamientos realistas ligados al positivismo, lo que se

traduce por varias características formales relativamente originales en la gran novela

decimonónica.

La narración es autobiográfica, caso excepcional en la novela realista o naturalista que

prefiere la imparcialidad aparentemente absoluta de la narración omnisciente en tercera

persona. El personaje escribe sus “memorias de ultratumba” en las que trata de ahondar en sus

motivaciones más secretas, relatando los sucesos más prosaicos e insignificantes, refiriendo

los pensamientos más escondidos o censurables desde el punto de vista de la moral

establecida. Este proceso de autoanálisis llevado de manera humorística para atenuar lo

grotesco de ciertas situaciones permite un desdoblamiento crítico que supera los

planteamientos del naturalismo entonces triunfante. Arthur Terry mostró ya en su célebre

artículo7 cómo la novela no respetaba por su misma forma los presupuestos teóricos de Zola.

Podríamos ir más allá diciendo que aquí la forma autobiográfica permite un realismo

psicológico mucho más radical que la llamada omnisciencia o la falta de focalización para

adoptar la terminología de Genette. El autor nos presenta el punto de vista limitado de un

personaje narrador que cuenta su vida poco después de los acontecimientos pero que

introduce una reflexión crítica sobre su comportamiento pasado caracterizado por una

obcecación relativa. Es decir que la distanciación le permite un juicio más objetivo cuando ya

no está embotado en los sucesos que no entiende del todo y que no controla nunca. Una nueva

forma de fatalidad particularmente angustiosa si no hubiera humor e ironía aparece, pero esta

vez se trata de una fatalidad interna, inmanente, que corresponde con una división radical del

sujeto.

El personaje se descubre a sí mismo a medida que nos cuenta sus memorias, es decir que

una parte escondida de su propio ser emerge progresivamente, mientras escribe y mientras nos

cuenta al mismo tiempo la historia de la composición de las memorias que vienen a

representar en abismo la creación de la misma novela. Tenemos así una intensificación de

características fundamentales de la novela moderna, esencialmente crítica y fundada sobre

una serie de desdoblamientos que remontan por lo menos al Quijote.

El personaje no es un héroe activo sino un sujeto torturado, escindido, que se critica

constantemente y que puede soñar con los juegos inocentes de la égloga, pero que no puede

identificarse con los héroes sencillos de novelas populares o pastoriles. El personaje no duda

de la realidad del mundo exterior, sino de su propia realidad como sujeto y como héroe;

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hemos llegado a lo que podríamos llamar una crisis del sujeto, del yo, que se traduce por

reflexiones complejas.

El conocido pasaje en el que José María trata de analizar la naturaleza de su yo es a este

respecto fundamental. Se sitúa al principio de la segunda parte de la obra. José María está

esperando a Camila, su bella e inaccesible prima, que no parece; mientras tanto explica que:

“No podía entretener el tedio de aquel plantón sino echando sondas a mi espíritu ¡Ay, qué

cosas hallé en tales profundidades!”.8

Explica entonces, gracias a la metáfora de las profundidades pelágicas de su yo íntimo, que

él no se diferencia en nada de la multitud. Es “uno de tantos, un cualquiera. Quizás los que no

conozcan bien el proceso individual de las acciones humanas y lo juzgan por lo que han leído

en la Historia o en las novelas de antiguo cuño, creen que yo soy lo que en lenguaje retórico

se llama un héroe, y que en calidad de tal estoy llamado a hacer cosas inauditas y a tomar

grandes resoluciones ¡Como si el tomar resoluciones fuera lo mismo que tomar pastillas para

la tos!”.9

Ya vemos que el narrador se representa a sí mismo como a un antihéroe absoluto que se

diferencia a la vez de los personajes de las novelas « de antiguo cuño» y, más lejos, de los

personajes de la Comedia. No forma parte de los héroes históricos sino de la gente modesta

que no actúa, que no toma resoluciones, que es totalmente determinada por la Historia, por su

raza, el medio en que vive, la familia, las circunstancias de su vida. El complejo determinismo

que describe de manera sutil ha sido interpretado como una tentativa de justificación moral

por parte de Arthur Terry. Creo que es también una definición del héroe moderno que

obedece a una total determinación de tipo positivista, –raza, medio, momento–, pero el

desarrollo de la metáfora pelágica que concluye esta subparte nos lleva más allá de un simple

determinismo positivista.

El héroe se reivindica como pasivo. No justifica su gallarda existencia realizando “actos

morales inspirados en una lógica de encargo, la lógica del mecanismo teatral en la Comedia,

la lógica del mecanismo narrativo en la Novela.”10 Explica que las olas de la vida se estrellan

en él, “Yo no soy peña, yo floto, soy madera de naufragio que sobrenada en el mar de los

acontecimientos. Las pasiones pueden más que yo. Dios sabe que bien quisiera yo poder más

que ellas y meterlas en un puño”.11

Se opone al héroe cartesiano que trata de dominar el mundo por la fuerza de su voluntad,

héroe eminentemente racional que entiende lo que hace y que decide sojuzgar sus pasiones,

como Augusto que declara en Cinna de Corneille: “Je suis maître de moi comme de

l'Univers.” José María es un héroe pasivo anti-héroe, típico, determinado por una serie de

causas sobre las que no tiene ninguna influencia. Lo interesante es que se trata a la vez de

causas externas y de causas internas. Las segundas son para nuestro propósito las más

interesantes, porque son las más originales en el contexto literario de la época. Las pasiones

irrepresibles provienen de un fondo oscuro, irracional e inmoral, peligroso, que se compara

con los abismos marinos. José María se entretiene en ocupaciones fútiles e incomprehensibles

para el lector y para sí mismo, pero que provienen de este fondo. En momentos de grandes

apuros, minimizados por el humor, aprende de memoria el contenido de los escaparates de

Bach y de Matute o cuenta todo lo que hay en una pastelería, todos los abanicos de Sierra o

todas las obras ortopédicas y específicos de la botica de la esquina.12 Esta ocupación

totalmente irracional y ridícula como lo dice él mismo corresponde con numerosas escenas

aparentemente desprovistas de interés por su prosaismo extremo. Como por ejemplo el

cómico lavatorio de Costantino por su mujer Camila.13

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Podríamos dar muchos ejemplos de este tipo que fueron en general interpretados como

pasajes inútiles que alargaban la narración en vez de entender que eran manifestaciones del

inconsciente que encerraban una significación más profunda de lo que parecía.

En efecto, la mayoría de las acciones de los personajes no pueden explicarse según

esquemas racionales clásicos. En el ejemplo citado se pone en escena a Miquis arrodillado

delante de una bañera de latón. “Su actitud era la del reo que se inclina ante el tajo en que le

han de cortar la cabeza. El verdugo era ella [...]. El hacha que esgrimía era una regadera”.14 La

mujer amada, gallarda, potente, domina al coloso Costantino tratado como a un niño en un

juego que les procura un placer tan intenso como inocente, a pesar de que se refiera sin lugar a

duda a una figuración del acto sexual y de la castración.

Sin ir más lejos en este tipo de interpretación que desarrollé en otro trabajo,15 se puede

asegurar que lo que se revela aquí es la fuente inconsciente, pulsional, de las acciones de los

personajes, por más insignificantes que parezcan. El amor de José María por sus primas

casadas, requisito indispensable a la pasión del héroe, parece incomprehensible pero resulta

muy fácil de entender, y hasta muy banal, cuando nos referimos a los célebres artículos de

Freud relativos a la elección del objeto amoroso por parte del hombre, o sobre el más común

de los rebajamientos del objeto amoroso.16 Galdós anticipa de manera muy precisa, gracias a

la observación psicológica y a la auto-observación, un estudio realmente psicológico como lo

deja adivinar el mismo título, Lo prohibido, ya que toda la obra gira en torno al tema de la

transgresión de la prohibición del incesto y de su temible consecuencia, la castración, como lo

dice explícitamente el autor, por medio de su narrador.17

Por eso la novela es a la vez moderna, ya que respeta todos los postulados deterministas, y

es precursora de una psicología psicoanalítica que obliga a ir más allá de las interpretaciones

reduccionistas que se limitan al nivel consciente. Las numerosas alusiones a relaciones

masoquistas o a atracción de tipo homosexual por parte del héroe, de los maridos o de las

esposas, configuran un cuadro psicológico extremadamente complejo y sutil subestimado por

la crítica y hasta por el mismo autor, a causa de su carácter novador. Tenemos con esta

renegación obvia un efecto de la censura como en el caso del recurso sistemático al humor o a

la ironía.

Se puede considerar a la obra como representativa de la modernidad, ya que sigue un

determinismo que no tiene nada que ver con la trascendencia religiosa. Además, la obra revela

su propia estructura, sus fuentes, a la vez a nivel de la inspiración, que es la problemática

edípica forzosamente en relación con la del propio autor y la representación de la misma

creación de la obra en un proceso crítico iniciado con el Quijote. Las fechas de composición

de las memorias de José María corresponden con las fechas reales de la composición de la

novela; los lugares en los que se desarrolla la acción son los que el mismo Galdós frecuentaba

en aquel entonces, lo que contribuye a crear un juego vertiginoso de espejos que reflejan y

revelan los resortes conscientes e inconscientes de la creación.

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NOTAS

1 Chonon, Berkowitz, Galdós. Spanish Liberal Cruzader, Madison, University of Wisconsin Press, 1948.

2 Sin entrar en los detalles, es bastante evidente que un empleo común de “modernidad” tiende a hacer de este

término un sinónimo de teorías y concepciones que rompen con el pasado en cualquier momento histórico.

De donde expresiones como “la modernidad, hoy se puede concebir como…” que se oye frecuentemente.

Al contrario se habla de post-modernidad de manera poco precisa también. El empleo de esta noción

supone que habrá una post-post-modernidad etc., lo que no es aceptable tampoco.

3 Por ejemplo un proyecto franco-italiano reciente, el proyecto Virgo, va a a tratar de poner en evidencia las

ondas gravitacionales previstas en las teorías de Einstein pero nunca probadas.

4 Quiero decir que tanto el psicoanálisis como la linguística emplean términos y concepciones sacadas de los

resultados de las neurociencias; Freud no conocía la linguística de Saussure, y Lacan cuando introduce las

referencias lingüísticas lo hace sobre bases totalmente diferentes. Su significante no es el significante de

Saussure, mientras que Freud como Saussure hablan de imagen acústica (llamada por Saussure el

significante).

5 Por ejemplo el artículo de Alda Blanco “Dinero, relaciones sociales y significación en Lo prohibido“, Anales

Galdosianos, XVIII, 1983, p.61-72, bien documentado pero cuyas conclusiones parecen harto

reduccionistas por los presupuestos estrechamente marxistas que utiliza.

6 La primera parte de la novela fue terminada en noviembre de 1884, la segunda en marzo de 1885. A una

serie de gobiernos liberales entre febrero de 1881 y enero de 1884, sucede un gobierno conservador

presidido por Cánovas hasta fines de diciembre de 1885. Se puede suponer que la primera parte fue

empezada en las últimas semanas de1884 como lo escribe Pedro Ortiz Armengol en su Vida de Galdós,

Madrid, Crítica, 1995, p.393, aunque parece difícil probarlo. Si la primera parte fue terminada en

noviembre de 1884, Galdós no pudo acabarla al mismo tiempo. Hay que suponer también un período de

elaboración mínimo para una obra tan larga. Sea lo que sea, parece razonable suponer que empezó la

redacción en la segunda mitad de 1884, ya que terminó La de Bringas en mayo de 1884.

7 Arthur Terry, Lo prohibido. Unreliable Narator and Untruthful Narrative , Galdós Studies, London,

Tamesis Books Limited, 1970.

8 Lo prohibido, Madrid, ed. Castalia, pp.254-256, 1987. Todas las citas de esta comunicación provienen de

esta edición.

9 Op.cit., p.254.

10 Op.cit., p.256.

11 Ibíd.

12 Op.cit., p.258.

13 Op.cit., p. 276-277.

14 Ibíd.

15 Sadi Lakhdari, “L'ambivalence de la figure du père dans Lo prohibido de Benito Pérez Galdós”, in

Colloque “L'image parentale dans la littérature de langue espagnole”, 24 et 25 mars 2000, Grelpp,

publicación prevista este año por Publidix, Universidad de Paris X-Nanterre.

16 “Über einem besonderen Typus der Objektwahl beim Manne”, G.W., VIII, 1910., y “Über die allgemeinste

Erniedrigung des Liebeslebens, G.W., VIII, 1912.

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17 Las representaciones de la castración, la manifestación de la angustia de castración, son excepcionalmente

numerosas en esta obra; el narrador explica que ha perdido todo aspecto viril, con la pérdida de su voz por

ejemplo. Cuando recobra la palabra se horroriza de la fealdad de su órgano vocal ya que habla en voz muy

aguda (p. 467), voz de tiple (p.478), comparada con el “mu” del buey herido (p.459).

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