ANTICLERICALISMO Y COMPROMISO POLÍTICO EN

LOS TEXTOS GALDOSIANOS DEL SIGLO XX

Benito Madariaga de la Campa

Cuando se inicia el siglo XX, la estructura social española era una continuación de la

centuria anterior, si bien aparece un marcado desarrollo económico y un cambio en el

panorama político y literario. Sin embargo, en 1900 el poder adquisitivo del obrero era bajo y

las cifras de analfabetismo ascendían al 63,7 % de la población. España se encontraba bajo los

efectos de una autocensura exagerada que consideraba al país enfermo y culpaba a la

Restauración de los desastres que culminaron con la pérdida de los últimos restos del imperio

español.

En el campo literario, las transformaciones fueron hondas y se dejaron ver las influencias

del regeneracionismo, el noventayochismo y de los modernistas que cribaron a las

generaciones literarias anteriores respetando sólo a escasos escritores, entre ellos, a Pérez

Galdós. Es precisamente este autor uno de los pocos que supo adaptarse a los nuevos tiempos

y participar en el entrante siglo, pero ya su obra tomará unas nuevas dimensiones en el campo

político y religioso. La muerte de Cánovas (1897), Sagasta (1903) y Canalejas (1912)

modifican el panorama político y se advierte la influencia clerical como una fuerza que

introducirá sus raíces en el estamento social y político. Galdós no será el mismo a partir del

estreno de Electra y de las consiguientes manifestaciones anticlericales.

Ya en 1893 había sufrido Galdós en Santander un “brutal ataque” de la prensa integrista,

que le acusó de heterodoxo y masón. Sus defensores tuvieron que echar mano, como recurso,

al viaje que hizo el novelista a Roma en 1888 y a su visita al Papa León XIII presentado por

Monseñor Benavides, Rector del colegio de Montserrat, amigo y admirador de Galdós. Con

este motivo el Papa le entregó la bendición apostólica para él y toda su familia, cuyo

documento en pergamino se conservaba en la casa del escritor en Santander. En El Atlántico,

el periódico en el que le defendieron sus amigos en 1893, se aludió a la religiosidad que

existía en su casa, donde vivía con sus hermanas y con su cuñada Magdalena Hurtado,

fundadora en Las Palmas de una escuela católica para niños pobres.1 Sin embargo, la crisis

religiosa del novelista provenía de muchos años antes, ya que en 1877 le había confesado a

José María de Pereda que carecía de fe. Es a raíz de los acontecimientos de Electra cuando se

produce la condena y el ataque del estamento religioso contra el autor y su obra, seguido

como respuesta de una reacción anticlerical del escritor. En 1901, la Época recogió algunas de

las protestas del episcopado contra dicho drama, al que se acusaba de “inmoral, perturbador

de las conciencias y provocador al incendio y al asesinato” (10-IV-1901). Al año siguiente, la

revista Razón y Fe comentaba: “[...] y el estreno de Galdós fue el comienzo de una serie de

dramas más o menos brutales y sangrientos, que se representaron al vivo en Madrid,

Barcelona, Valencia, Granada, Zaragoza, Santander y otros puntos, con aplauso de la canalla

y con la impunidad más irritante...”.2 Las consecuencias de estos sucesos anticlericales

afectaron al gobierno y provocó la caída del general Azcárraga.3

A partir de entonces, la cuestión clerical iba a ocupar grandes secciones de la prensa. Los

libros de Galdós fueron prohibidos por la Iglesia y en los confesionarios se censuró la lectura

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de su obra. En aquel medio de cultivo apropiado iban a ocurrir otros acontecimientos que

inclinaron al escritor canario a participar activamente en política.

La llegada a España de los frailes expulsados de Francia y la expatriación de los religiosos

de Cuba y Filipinas obligó a un registro de Asociaciones religiosas. A su vez, en 1906, el

Ejército solicitó una ley que castigara a los periodistas cuando fuera necesario, lo que provocó

la Ley de Jurisdicciones por la que pasaban a los tribunales militares los autores que

escribieran contra el Ejército. Cuando al año siguiente Galdós publicó su conocida carta

abierta a Alfredo Vicenti, explicando su adscripción republicana, aclaró que sus sentimientos

monárquicos se habían extinguido cuando dicha Ley hizo que el régimen “se obstinara en

fundamentar su existencia en la petrificación teocrática”.4

A partir de su filiación al partido republicano, el autor de Marianela tomó una postura

participativa en política al obtener el acta de diputado por Madrid y ser el jefe de la Coalición

republicana con los socialistas. En sus cartas y discursos políticos se manifiesta ahora

anticlerical y hombre adscrito al partido al que el siglo anterior había criticado. El Galdós

periodista de La Nación y hombre entonces políticamente conservador rechazó siempre a los

carlistas y comunistas, pero también a los republicanos, fueran federales o de Ruiz Zorrilla e,

incluso, temió la “barbara invasión del proletariado”.5 Si comparamos los artículos escritos en

el siglo XX con los anteriores publicados en La Nación, en Revista España y, tanto más, en El

Debate y en el diario La Prensa de Buenos Aires, se advierte con el nuevo siglo un cambio de

mentalidad sobre el mundo obrero que va de la resignación a la combatividad. En un artículo

del primero de mayo de 1885, con respecto a la fiesta de los trabajadores, se deja ver su temor

sobre el furor huelguista, ante el que dice Galdós que hay que tomar precauciones. Sin

embargo, señala las demandas obreras en petición de un aumento de salarios y de la

disminución de las horas de trabajo. Ante el problema obrero, que trata con sentido común y

realismo, considera que la cuestión social no tiene fácil arreglo moral ni político y se atreve a

ofrecer como solución más cercana “el espiritualismo”, pues se percata de que después de las

protestas volverá todo a su habitual forma de vida con la explotación del obrero, obligado a

continuar con sus agobios y problemas. El socialismo había luchado contra el capitalismo

confiado en su caída. Fue a partir de la incorporación del partido al sistema constitucional y su

participación en las Cortes cuando el socialismo cobró fuerza en España. En los últimos años

del siglo XIX, la postura de Galdós se hace más comprensiva para el mundo obrero y cuando

se incorpora al republicanismo, aunque sigue siendo antirrevolucionario, apuesta por un

cambio radical en la política con fórmulas regeneracionistas.

Cuando se analizan las cartas y mensajes a la prensa y los discursos pronunciados, a partir

de su compromiso republicano, se advierte que unos fueron elaborados con motivo de ciertas

conmemoraciones (el 1 y el 2 de mayo, el centenario de 1808, la conmemoración de la

Revolución del 68, el centenario de las Cortes de Cádiz, etc.), en tanto que otros fueron

presentados para ser leídos en mítines políticos contra Maura, en la presentación de la

Conjunción republicano-socialista o en el de solidaridad con los huelguistas. Por lo general,

son textos de poca extensión, que fueron leídos en público por amigos o correligionarios

políticos. En ellos no hay citas eruditas, ni alusiones al problema agrario ni al reparto de

tierras que, como luego diremos, sí aparecen luego en algunas de sus obras.

El tema político estaba representado en su biblioteca por libros como el de Emile de

Laveleye, Le Socialisme contemporain (1881), el de Proudhon, Filosofía del progreso; el de

Mijail A. Bakunin, Federalismo, socialismo y antiteologismo (s.a.); La cuestión de Marruecos

desde el punto de vista español (1905), de Gabriel Maura; La cuestión de la Escuadra (1903),

del doctor E. Diego Madrazo; Las flores rojas, de Rodrigo Soriano, etc. No hemos encontrado

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citados El socialista ni Vida socialista, aunque es seguro que, por lo menos, los hojeó. En

algunos números de esta última revista aparecen colaboraciones de Jacinto Benavente, Pedro

de Répide, Felipe Trigo, Antonio Zozaya, Ciges Aparicio, etc. En el número 22, del 29 de

mayo de 1910, se publicó una fotografía de Galdós en la portada.

Su adscripción al republicanismo le ocasionó al escritor adhesiones y enemistades. Para el

partido supuso una importante propaganda y a él, personalmente, le permitió conocer a fondo

la mecánica del movimiento político y las reivindicaciones del mundo obrero. Por el

contrario, su activa participación en la izquierda le trajo la animadversión de una parte de la

prensa y de la clase conservadora. Así, el consignatario en Santander de la compañía

Trasatlántica ordenó, a causa del cambio político del novelista, que los barcos de la misma no

contestaran a sus saludos, desde su finca, con el código de banderas y, lo que es peor,

eliminaron las obras del novelista en las bibliotecas de los buques de esta compañía, libros

que, por cierto, fueron adquiridos por uno de la Mala Real Inglesa.

Cuando se hace republicano había ya muerto Pereda, lo que evitó un posible alejamiento

entre ellos. En esos momentos el republicanismo español estaba formado por el ala izquierda

que ostentaban los federales y los grupos de Rodrigo Soriano y Vicente Blasco Ibañez. En el

centro figuraba Alejandro Lerroux y la facción de derechas estaba representada por

Gumersindo de Azcárate y Melquiades Álvarez. Los autores más unidos a Galdós, que

influyeron sobre él en la política, fueron Gumersindo de Azcárate, Joaquín Costa, Tomás

Romero y Melquiades Álvarez, con los que mantuvo una amplia correspondencia, sobre todo

con los tres primeros.

En noviembre de 1909 se constituyó la coalición Republicano-socialista. Pablo Iglesias

cuenta cómo la conducta de Maura obligó a que en dicho año su partido pensara en unirse con

las principales fuerzas progresivas del país. “Conocida esta declaración –escribe– la mayoría

de los diputados republicanos designaron a los señores Galdós y Azcárate para que se

avistasen con una representación del Comité Nacional del Partido Socialista. En la

conferencia celebrada entre unos y otros se aceptó en principio la idea de formar la

Conjunción de Republicanos y socialistas, así como su finalidad. A los pocos días de esto, la

Conjunción quedó constituida”.6 La entrevista de Galdós con Lerroux, en Barcelona, a raíz del

estreno de Casandra, determinó que éste se integrara también en la coalición.

El año 1909 y el siguiente fueron especialmente agitados. En el primero se limitó a los

obreros el derecho a la huelga, se produjeron agresiones a los trabajadores españoles en

Melilla y la guerra obligó a la salida de tropas originándose incidentes en Madrid. Ese verano,

Galdós sigue desde Santander los graves sucesos de la Semana Trágica de Barcelona (26 de

julio al 1 de agosto) y el efecto del Real Decreto que suspende las garantías constitucionales

en Barcelona, Gerona y Tarragona. La ejecución de Francisco Ferrer el 13 de octubre origina

las consiguientes manifestaciones y protestas en el extranjero.

Cuando la guerra de Marruecos está en su momento crítico, las obligaciones de la política

le hacen escribir, en el verano de 1909, estas palabras a su compañera y amiga Teodosia

Gandarias:

La política es aún muy llevadera cuando los actos de ella no pasan a ser obligaciones,

y esto es lo que me ha pasado a mí en los últimos meses. Por especiales

circunstancias, me he visto obligado a dar la cara en todo lo referente a la

representación de Madrid, y a colaborar provisionalmente con Sol y Ortega en la

dirección del partido.7 Pocos días más tarde, le volvería a decir que iban a solicitar se

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abrieran las Cortes para que desde allí se diera cuenta “de los móviles de esta

insensata guerra (Ibídem, p. 151)

En esos momentos está metido en la redacción de El caballero encantado. A Teodosia le

informa sobre esta novela a la que se refiere como una composición de “figuras y sueños”, de

la que dice que son “cuadros de la vida española en aspectos muy poco conocidos, la vida de

los labradores más humildes, la de los pastores, la de los que trabajan en las canterías en obras

de carretera y en otras duras faenas. Son cuadros –le añade– de verdadera esclavitud, que en

la vida hay en estos tiempos, aunque no lo parezca” (Ibídem, p. 173). También en una de sus

cartas a Teodosia (30-VIII-909) señala Soria como lugar de desarrollo y relata en un pasaje

cómo los obreros hacen carbón en los pinares. Julio Rodríguez Puértolas8 ha estudiado esta

obra de evidente contenido regeneracionista en la que aparecen constantes reivindicaciones al

trabajo y la educación dentro de una intención político-social. En ella trata el novelista

algunos de los problemas todavía vigentes heredados del siglo anterior, desde el caciquismo al

atraso del campo, y se incluyen escenas de represión y de un mundo obrero de campesinos y

trabajadores rurales. Los personajes, objeto de encantamiento, son castigados y una vez

purificados se regeneran y normalizan en un país sin tantos traumas y problemas. La obra no

fue comprendida por muchos críticos que no entendieron el argumento y su nueva forma de

escribir, así como la intencionalidad política de su contenido en uno de los momentos más

agitados del comienzo del siglo. La consideraron “estilo de vejez”, sin apreciar que estos

Episodios de la Serie final y las últimas novelas eran el resultado de una forma muy avanzada,

sin él pensarlo, de expresión novelística. Al apartarse en esta obra de sus anteriores

producciones, le comunica a Teodosia que “es ahora mi idea fija en el terreno literario” (p.

173).

El 27 de julio los diputados republicanos dirigieron a Maura un manifiesto, que titularon

“A la nación”, firmado en cabeza por Galdós, en el que fijaron sus ideas ante el que llaman

desastre nacional originado “por la política reaccionaria y clerical en vigor”, texto que

refuerza en octubre con otro suyo “Al pueblo español”, que publicó en varios periódicos y que

mereció la felicitación del comité regional de los republicanos santanderinos.

Al año siguiente forma gobierno Canalejas, quien anuncia la que luego se llamaría “Ley

del candado” y ese verano se suspenden las relaciones entre España y el Vaticano. El 20 de

junio el Comité de la Conjunción redacta el manifiesto en el que se pide al público la

concurrencia a la manifestación anticlerical. En la temporada estival de 1910 había

comenzado a escribir Amadeo I, una de las obras de mayor contenido anticlerical, en los

momentos en que se producen huelgas en Vizcaya. En el Episodio manifiesta su ideario

político coincidente con el de Ruiz Zorrilla, al que primero había combatido. Ahora acepta

por boca de Tito Liviano esos principios que enumera así: “Libertad de cultos, Enseñanza

totalmente laica, Derechos inalienables, imprescindibles, Igualdad social, Reparto equitativo

del bienestar humano, Supresión del voto de castidad, Desamortización de conciencias,

Ejercito cívico, Autonomía municipal y provincial”. Y añadía: “Fuera títulos de nobleza, fuera

cruces y calvarios. No más pena de muerte; no más quintas; no más frailes; no más gandules

presupuestívoros; no más colmenas para zánganos administrativos...”.9

La creación de la Serie final de los Episodios coincide con la ceguera del escritor, tras su

operación de cataratas, que le obliga a una nueva forma de escribir sin poder apenas consultar

textos y a basarse en su memoria para ciertos acontecimientos históricos.

En Amadeo I se advierte una falta de método y una inversión del tiempo, cotejando el

presente con el pasado histórico. El protagonista es Tito Liviano, un pícaro burgués del siglo

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XIX que cuenta su vida, incluso la amorosa, y que censura la situación político-religiosa del

momento; “un pícaro redomado”, según le califica el mismo Galdós. Las transformaciones del

personaje, su presencia desde fuera de la escena debido a su invisibilidad están también dentro

de la tradición picaresca. El novelista alude a la “incierta realidad” de lo que cuenta “tocando

la frontera de lo mentiroso y fantástico”.10 Una parte del manuscrito se lo remite a Teodosia

Gandarias, lectora y mentora de su obra en esta etapa, a la que llama “inspiradora y pitonisa

de este trabajador de las letras”.11

En pleno verano le cuenta desde Santander el problema de las huelgas de Bilbao y la

complicidad, a su juicio, de patronos y clericales. Así le escribe: “Sobre ellos están los

jesuitas, a los cuales y a la plutocracia bilbaina ha mimado el gobierno conservador,

concediéndoles cuantos privilegios y monopolios ha querido.12 Estos hechos coinciden a

finales de agosto con la ruptura de las relaciones diplomáticas entre España y el Vaticano por

no aprobarse un nuevo Concordato. La Revolución de Portugal y la instauración en este país

de la República coincidieron con una campaña anticlerical. En Amadeo aparecen alusiones a

Pío IX, así como a los neocatólicos y carlistas, en el capítulo XVII, pleno de ironía y

anticlericalismo, postura que perdurará en escritos posteriores.

También advertimos un cambio en la producción teatral de antes a después del nuevo siglo.

Ahora, Galdós combate la corrupción, el poder clerical, el caciquismo y la explotación, en

tanto que preconiza la reforma agraria, el valor del trabajo y sobre todo se comprueba un

manifiesto deseo de cambio hacia una uniformidad de las clases sociales y el nacimiento de

una España nueva. Este valor tienen Doña Perfecta (1896), Electra (1901), Alma y vida

(1902), Mariucha (1903), Casandra (1910) y Celia en los infiernos (1913). Joaquín Costa le

había pedido a Galdós, en junio de 1901, que contestara a los problemas del país llevando al

teatro y a la novela la solución, como había hecho Heinrich von Sybel (1817-1895).13 A

finales de febrero había tenido lugar el estreno de Casandra en el Teatro Español, drama de

significado político y anticlerical al que asistieron con gran expectación numerosos escritores

y políticos del momento, como Emilia Pardo Bazán, Melquiades Álvarez, Pablo Iglesias,

Lerroux, etc. El temor a que se desataran alborotos, ante ciertas manifestaciones, hizo que se

tomaran medidas policiales.

El año siguiente de 1911 es de una fuerte actividad de la Conjunción con mítines contra la

guerra de Marruecos, lo que ocasiona una huelga general. El 17 de agosto vino Pablo Iglesias

a Santander y se entrevistó con Galdós y prepararon, entre otras cosas, el mitin del día

siguiente en la ciudad cantábrica donde intervinieron los dos y otros miembros de la coalición.

Al mes siguiente se producen fuertes huelgas en Bilbao a las que acude Pablo Iglesias. La

prensa informaba de la vigilancia a que estaban sometidas las casas de ambos políticos. El año

terminará con un escrito del novelista contra la guerra de Marruecos.

Todavía esta actividad, que suponía un grave esfuerzo para un hombre de su edad, se ve

continuada en el año siguiente de 1912. Las reclamaciones al gobierno de Canalejas

promueven una serie de escritos reivindicativos. Las disensiones dentro del republicanismo le

hacen a Galdós ver con simpatía la unidad de los socialistas, que le parecen “la última palabra

en la cuestión social”. Este año fue cuando se promovió con fuerza, aunque en competencia

con Menéndez Pelayo, su candidatura al Premio Nobel, que no obtuvieron ninguno de los dos

escritores.

El 8 de abril se celebró en Madrid en el Pabellón de Bellas Artes del Retiro un banquete de

los adictos al reformismo republicano que encabezaban Melquiades Álvarez y Gumersindo de

Azcárate. Galdós no estuvo presente, pero se leyeron unas cuartillas suyas. Cuando fue

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preguntado este año por la opinión que le merecía el partido gubernamental de Melquiades

Álvarez dijo que le parecía bien siempre que sirviera para robustecer la Conjunción

republicano socialista. El 28 de julio, con motivo de la llegada a Santander de su fundador,

tuvo lugar la presentación a los montañeses de la agrupación reformista, ala conservadora del

republicanismo. En el mitin, Pablo Nougués leyó un mensaje de Galdós de adhesión.

En los años sucesivos, Galdós divide sus ocupaciones entre dictar sus obras y visitar a su

amiga Teodosia, último amor del novelista, cuya contribución a su obra en estos años fue

decisiva con su estimulo y consejo. El tema político figura ya entonces como secundario, pero

todavía sigue participando con sus escritos en la Conjunción y a favor del partido Reformista.

El último escrito de ésta tuvo lugar el 13 de enero de 1913, pero la declaración de Azcárate a

favor de la accidentalidad de la forma de gobierno, lo que suponía una adhesión a la

monarquía, rompe la unidad de la Conjunción y la separación de ella de M. Álvarez, G. de

Azcárate y B. Pérez Galdós que van a formar parte de la “minoría republicana”. Con este

motivo publicaron el siguiente comunicado en El Liberal (13-VI-1913): “Esta minoría

persevera en la actitud parlamentaria que siempre han mantenido los individuos que en ella se

agrupan dispuestos a apoyar a los gobiernos en cuanto favorezcan la libertad de conciencia,

fomenten la enseñanza y mejoren las condiciones de vida del proletariado y de la clase media

merced a una política de protección al trabajo, de fomento del crédito agrario y de reformas

tributarias y arancelarias”. En octubre en el banquete ofrecido a Melquiades Álvarez, declara

Galdós su dedicación por entero a su tarea literaria.

El estreno de Celia en los infiernos en ese año constituye una de sus obras de mayor

contenido político-social. En una carta a Teodosia le cuenta así el argumento: “Celia tiene dos

partes. La primera pasa en el Cielo, que es el mundo de los ricos: la segunda en los Infiernos,

es el mundo de la pobretería y de los trabajadores, mundo de la barbarie y la superstición, [ y

que] merece llenarse de paciencia y virtudes...”.14

Ya ciego y con graves síntomas de arteriosclerosis, realiza en 1914 una “tourné” teatral

con Margarita Xirgu que le deja en tan mal estado que se ve obligado a reponerse en la finca

de los hermanos Quintero en Utrera. Todavía tiene una última participación política al obtener

el 12 de mayo de este año el escaño de diputado por Las Palmas.

La razón de la sinrazón es una novela escrita en 1915 con técnica teatral a la que los

estudiosos de Galdós han dedicado poca atención, novela o cuento escrito bajo la influencia

de Cervantes. En este año en que lo escribe está prendido y prendado de su querida Teodosia

que, una vez más, le inspira el personaje de Atenaida. La obra es farragosa y lenta. Tiene

como argumento el imperio de la sinrazón en la supuesta ciudad de Ursaria en la que viven,

entre otros, los genios del mal, los demonios Arimán, Nadir y Zafronio. Atenaida y Alejandro,

representación de Teodosia y del propio Galdós, huyen para luchar contra la sinrazón. Muy de

paso, se citan a la Ley Agraria y a los aplazamientos del Catastro. El mensaje político no

aparece claro en la obra, sino a través del reformismo, y tampoco se encuentran alusiones

anticlericales. Únicamente menciona en uno de los diálogos a Orígenes, el filósofo cristiano,

que opinaba que hasta el diablo se habría de salvar. Al final de la novela encontramos en las

palabras de Alejandro y Atenaida los dos fundamentos del regeneracionismo español,

defendido por Galdós: el cultivo de la tierra, es decir, el trabajo y el cultivo del cerebro

mediante la enseñanza. Y Atenaida dice como conclusión: “Somos los creadores del bienestar

humano”.

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José F. Montesinos opina que todo el mensaje de la novela se podría haber resumido en un

artículo publicado en una revista, lo que no es lo mismo para El caballero encantado donde la

intencionalidad política figura de una manera precisa, aunque criptográfica en algunas partes.

En 1916 tiene 73 años y está ya muy quebrantado de salud hasta el punto de anunciar a los

hermanos Álvarez Quintero su deseo de finalizar su obra literaria, pero aún viviría tres años

más sin dejar de escribir. En 1918 no puede viajar y no acude ya a Santander ese verano, en

que se le presenta un reblandecimiento medular. Cinco días antes de morir, en enero de 1920,

firmó a favor de la reposición de los veintitrés oficiales de la Escuela Superior de Guerra

expulsados por un tribunal de honor, quienes reconocidos le enviaron una corona el día de su

fallecimiento.

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NOTAS

1 Benito Madariaga de la Campa, Galdós en la hoguera, Biblioteca San Quintín, nº 1, Santander, 1994.

2 Julio Alarcón y Meléndez, "Comienzos del siglo XX", Razón y Fe, tomo II, enero-abril, 1902, p. 12.

3 Benito Madariaga de la Campa,"La crítica de Electra en la prensa de Cantabria", Galdós, Actas del

Centenario de "Fortunata y Jacinta" (1887-1987), Madrid, Facultad de Ciencias de la Información, 1989,

pp.325-335.

4 El País, 6 abril de 1907.

5 Benito Pérez Galdós, "Política Española", Obras inéditas, Librería-Editorial Renacimiento, Madrid, 1923.

6 Pablo Iglesias, “Vida política”, Vida socialista, nº 54, Madrid, 8 de enero de 1911, p. 2.

7 Sebastián de la Nuez, El último gran amor de Galdós, Colec. Pronillo, Santander, 1993, p. 148.

8 El caballero encantado (Cuento real... inverosimil), Madrid, Cátedra, 1997. Edición de J. Rodríguez-

Puértolas.

9 Madrid, Alianza, 1980, p. 80.

10 Benito Madariaga de la Campa, "Amadeo I, un Episodio de ruptura", Actas del tercer Congreso

Internacional de Estudios Galdosianos, tomo II, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran

Canaria,1990, pp.371-380. Reproducido en Páginas galdosianas, de B. Madariaga, Santander, Edición

Tantín, 2001, pp. 81-93.

11 Nuez, ob. cit. p. 216.

12 Ibídem, p. 201.

13 Publicada por Benito Madariaga en Peréz Galdós. Biografía santanderina, ob. cit., pp. 337-338.

14 Nuez, p. 316.

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