LOS ESTUDIOS HISPANÍSTICOS SOBRE

GALDÓS Y SU ÉPOCA

Jo Labanyi

El propósito de esta comunicación es hacer un breve repaso de la aportación de los

estudios culturales al análisis de la obra galdosiana. Voy a comentar no sólo las aportaciones

existentes sino también las posibilidades futuras. Aunque los trabajos críticos que caen dentro

de la tendencia de los estudios culturales se han producido hasta ahora en Estados Unidos e

Inglaterra –estoy pensando sobre todo en la labor de Hazel Gold en Estados Unidos–,1 sin

embargo la metodología de los estudios culturales se ha desarrollado sobre todo en Gran

Bretaña, desde los trabajos sobre cultura popular del Centro para los Estudios Culturales

Contemporáneos de Birmingham en los años 50 y la crítica cultural de Raymond Williams, en

Cambridge, también a partir de los años 50, hasta la labor más reciente de Stuart Hall

–primero desde el centro de Birmingham y luego desde la Universidad a Distancia británica–

quien logra insertar los estudios culturales dentro del marco teórico del postcolonialismo.

Todos estos críticos trabajan dentro del campo del marxismo, pero han roto con el marxismo

ortodoxo al abrirse a las teorías sobre la cultura de Antonio Gramsci, desarrolladas en la

cárcel bajo el fascismo italiano.2 El aporte fundamental de Gramsci ha sido su visión de la

cultura como un proceso interactivo, mediante el cual los grupos dominantes y los grupos

subalternos negocian las relaciones de poder. Es decir, para Gramsci, a diferencia del

marxismo clásico, la cultura no es producto de los factores ecónomicos, sino que es el

instrumento básico de legitimación de, y contestación al, poder. Esto quiere decir que la

cultura se entiende, no como un conjunto de textos, sino como una dinámica social que

elabora y disemina los valores, y que forja las identidades colectivas. El resultado es una

visión de la cultura como proceso heterogéneo –es decir, una lucha continua entre diversos

sistemas de valores–.

El objetivo de la labor política de Gramsci fue la elaboración de una cultura nacional

popular, que expresara los valores de las capas populares. La novelística de Galdós coincide

con, y forma parte del, proyecto de formación nacional que tuvo lugar en España, como en el

resto de Occidente, en la segunda mitad del siglo XIX: proyecto que más bien consistió en la

incorporación del pueblo a la sociedad burguesa. Como lo ha demostrado Benedict Anderson,

en un libro clásico (1991), la prensa y la novela fueron instrumentos clave de este proceso de

formación de identidades. Por tanto, la visión gramsciana de la cultura como proceso de

negociación de las relaciones del poder puede ser sumamente fructífero para el análisis de la

obra de Galdós, tan atenta a la ‘complicada enredadera’ –para citar a Fortunata y Jacinta

(Pérez Galdós 1992: i.245)– de las relaciones recíprocas entre los diversos grupos sociales. En

general, el estudio sociopolítico de la obra galdosiana se ha llevado a cabo desde las premisas

marxistas ortodoxas, que reducen la dinámica social a una lucha de clases bipolar. Esto ha

sido el caso sobre todo en la labor de los críticos del exilio republicano, o los que han surgido

de la oposición antifranquista, lo cual se entiende perfectamente dadas las circunstancias

políticas. Pero el resultado ha sido, a mi parecer, una simplificación de la visión sumamente

compleja y dinámica de la sociedad que se encuentra en las novelas de Galdós, que se prestan

más bien a un análisis de tipo gramsciano, sobre todo porque Gramsci entendió muy bien el

proceso de la formación nacional que se llevó a cabo en Italia en la segunda mitad del siglo

XIX.

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Gramsci desarrolló su concepto de la hegemonía –el proceso cultural mediante el cual un

grupo social logra el consenso de los demás grupos– a partir de sus estudios lingüísticos.

Aquí, según se ha observado (Brandist 1996), las ideas de Gramsci coinciden con los

conceptos de heterglosia y dialogismo de Mikhail Bakhtin, también lingüista. Es conocida la

brillantez de los diálogos de Galdós, quien es capaz de expresar toda una dinámica social a

través del habla de sus personajes. La aplicación al estudio de los diálogos galdosianos de las

teorías lingüísticas de Gramsci y Bakhtin podrían producir resultados extraordinariamente

fértiles, sobre todo por insistir Galdós en la heterogeneidad lingüística, que se resiste al

proceso de ‘normalización’ llevado a cabo por los agentes tanto estatales como particulares

del control social.

Aquí las teorías de Gramsci sobre la cultura como instrumento de negociación de las

relaciones de poder se compaginan con el análisis llevado a cabo por Michel Foucault de las

‘tecnologías del yo’ utilizadas sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX para convertir a los

habitantes del territorio nacional en ciudadanos dóciles y estandarizados, que eligen

libremente su falta de libertad. Aquí nuevamente tenemos un modelo del poder que es mucho

más complejo que el modelo marxista ortodoxo, sobre todo por insistir Foucault en la

dispersión del poder, ejercido no sólo por los organismos estatales sino también por las

instituciones profesionales, tales como la educación, la medicina, y la filantropía –es decir, los

múltiples agentes de la reforma social–, cuyo objeto principal es incorporar a los sectores

marginales al proyecto burgués. Las novelas de Galdós están pobladas por una multidud de

agentes del control social, quienes intentan –en general con poco éxito– imponer sus valores a

las clases bajas y sobre todo a las mujeres. Esto lo ha estudiado brillantemente Teresa Fuentes

Peris, en una tesis doctoral a punto de aparecer como libro, Visiones of Filth:Deviancy and

Social Control in the Novels of Galdós. El trabajo de Fuentes Peris no sólo supo aplicar las

teorías de Foucault a la novelística galdosiana, sino que sobre todo está apoyado en una

minuciosa y rigurosa labor de investigación histórica. 3

Esto me lleva a la idea clave que quisiera proponer en este foro de debate: mi preferencia

por la designación ‘historia de la cultura’ a la de ‘estudios culturales’, por varias razones.

Primero, la visión diacrónica de la historia cultural, que suele faltar en los estudios culturales,

mayormente interesados en lo contemporáneo. Segundo, la necesidad de tener una visión

amplia de la cultura, que incluye los textos canónicos además de las culturas popular y de

masas, pero que estudia los textos canónicos como parte de un proceso cultural dinámico e

interactivo (por contraste, los estudios culturales han llegado a ser casi sinónimos del estudio

de las culturas popular y de masas, sobre todo ésta última). Tercero –y sobre todo– la

necesidad de apoyar el análisis teórico en la investigación histórica. Esto me parece

especialmente importante en el caso del estudio de la cultura española, puesto que los teóricos

de la cultura más sugestivos son mayormente de origen no español –franceses (Foucault,

Bourdieu), alemanes (Adorno, Habermas, Benjamin), italianos (Gramsci), ingleses (Williams,

Hall), para mencionar sólo unos cuántos. La razón de esta ausencia relativa de teóricos de la

cultura en España se podría discutir –y desde luego se explica dadas las vicisitudes políticas

de la historia nacional durante gran parte del siglo XX– pero me parece inútil intentar negar el

hecho. Tampoco hay motivo para lamentar la asimilación de modelos no españoles; al

contrario, este fenómeno puede ser interpretado como índice del cosmopolitismo de la cultura

española, algo que muchas veces falta en la cultura anglosajona. Pero al aplicar las

percepciones de los teóricos no españoles al estudio de la cultura española hay que tener

cuidado: de ahí la necesidad de la investigación histórica, para averiguar hasta qué punto, y en

qué sentido, habría que modificar dichas teorías en un contexto español. Lo que mis propias

investigaciones sobre la España de la segunda mitad del siglo XIX me han enseñado es que los

temas de debate público eran idénticos a los que circulaban en otros países occidentales en la

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misma época –a pesar del atraso económico, los debates intelectuales en España eran tan

modernos como en cualquier otro país europeo. Lo cual demuestra los límites del análisis

marxista ortodoxo, puesto que lo que pasa en la esfera económica no coincide necesariamente

con lo que pasa en otras esferas.

Esto nos lleva a unas últimas consideraciones metodológicas. Acabo de sugerir que el

análisis teórico necesita la investigación histórica. También quisiera sugerir que la historia de

la cultura no está reñida con el análisis de textos, sino todo lo contrario. El estudio de la

cultura como proceso amplio requiere la identificación de las redes de imágenes que

estructuran el sistema global, al aparecer repetidamente en los varios discursos sociales,

formando un sustrato semiológico que nos revela el ‘inconsciente político’ (Jameson 1981) de

la época. Esto a su vez requiere el estudio interdisciplinario, puesto que el análisis de la

cultura como proceso no puede entenderse a base del estudio de un solo aspecto. En el caso de

la segunda mitad del siglo XIX, las discliplinas fundamentales son las ciencias políticas, la

economía política y la medicina, que comparten un mismo sistema de imágenes –basadas en

las ideas clave de circulación y obstrucción– que también estructura los textos novelísticos de

la época. Para apreciar el valor de tales redes de conceptos o imágenes, hay que saber llevar a

cabo un análisis textual minucioso; en efecto, hay que saber aplicar la práctica de la lectura

atenta, que es la base del análisis literario, también a los textos no literarios. De ahí que la

historia de la cultura se funda precisamente en la metodología de la crítica literaria,

combinada con la investigación histórica, dentro de un marco teórico que permita una visión

global de la cultura como proceso.

Aquí estoy abogando por el tipo de lectura minuciosa que hace Raymond Williams, por

ejemplo en su libro The Country and the City (1975) que analiza la novela decimonónica; o la

que hace Walter Benjamin al estudiar a Baudelaire (1983), la cual le permite, a partir del

análisis de un pequeño detalle, elaborar toda una historia cultural de la modernidad. Me

parece interesante que el Galdós Editions Project que llevan a cabo en Gran Bretaña Nicholas

Round y Rhian Davies, de la Universidad de Sheffield –trabajo que reúne la crítica genética

con las nuevas posibilidades permitidas por la informática– piensa incluir en la base de datos

no sólo los diferentes manuscritos de las novelas de la serie Torquemada sino también una

amplia documentación histórica que permita apreciar el texto en relación con su contexto.

Desde luego, hay muchas maneras de estudiar la literatura, y la pérdida de esta variedad de

metodologías llevaría a un empobrecimiento intelectual. Lo que he querido proponer aquí no

es la rivalidad entre las diferentes líneas de trabajo, sino una crítica capaz de reunir un

entendimiento teórico de la cultura como proceso con el análisis textual minucioso y con la

investigación histórica rigurosa.

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BIBLIOGRAFÍA

ANDERSON, B., Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, 2a ed.

Revisada, Verso, Londres, 1991, 1983.

BENJAMIN, W., Charles Baudelaire: A Lyric Poet in the Era of High Capitalism, Verso, Londres, 1983.

BRANDIST, C., “Gramsci, Bakhtin and the semiotics of hegemony”, New Left Review 216, 1996, pp. 94-109.

FUENTES PERIS, T., (en prensa) Visions of Filth: Deviancy and Social Control in the Novels of Galdós,

Liverpool University Press, Liverpool.

GOLD, H., The Reframing of Realism: Galdós and the Discourses of the Nineteenth-Century Spanish Novel,

NC: Duke University Press, Durham, 1993.

GRAMSCI, A., Selections from Cultural Writings, ed. David Forgacs y Geoffrey Nowell-Smith, MA:

Harvard University Press Cambridge, 1985.

JAMESON, F., The Political Unconscious: Narrative as a Socially Symbolic Act, Methuen, Londres, 1981.

LABANYI, J., Gender and Modernization in the Spanish Realist Novel, Oxford University Press, Oxford,

2000.

PÉREZ GALDÓS, B., Fortunata y Jacinta, ed. Francisco Caudet, 2 vols, Cátedra, Madrid, 1992.

WILLIAMS, R., The Country and the City, Paladin, Londres, 1975.

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NOTAS

1 Ver, por ejemplo, Gold 1993.

2 Para una excelente selección de los escritos gramscianos sobre cultura, véase la edición de Forgacs y

Nowell-Smith (Gramsci 1985).

3 Este aspecto también se estudia en mi libro Gender and Modernization in the Spanish Realist Novel

(Labanyi 2000).

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