PRESENTACIÓN ACAMFE (ASOCIACIÓN DE CASASMUSEO
Y FUNDACIONES DE ESCRITORES)
Gonzalo Rey Lama
Rosa Mª Quintana Domínguez
ACAMFE es la Asociación de Casas-museo y Fundaciones de Escritores, cuya existencia
es fruto de un proceso que ha durado siete años contados desde 1993 hasta 1999. En el
primero de estos años, y como consecuencia de una Mesa Redonda dedicada a Museos de
Escritores en el V Congreso galdosiano, en la que participaron la Casa-Museo Unamuno, la
Casa-Museo Azorín, la Casa-Museo Juan Ramón Jiménez y la Fundación Max Aub, se gestó
un proyecto de encuentro y de colaboración. Nos acercó un deseo de compartir experiencias y
la necesidad de impulsar la distinción de una tipología museística específica –la de los museos
cuyo eje temático es la Literatura– diferente de la de los museos de historia en los que
tradicionalmente aquellos han sido incluidos.
En esa primera reunión se redactó un breve texto que dejó constancia de la voluntad de los
presentes por mantener un contacto estrecho, por desarrollar una intensa colaboración y
ampliar esta propuesta a otras entidades similares de todo el territorio español. Este texto
decía así:
El encuentro en el V Congreso Galdosiano, celebrado en Las Palmas de Gran
Canaria, de los Directores y responsables de las Casas - Museo de Zenobia y Juan
Ramón Jiménez – Fundación / J.R.J. – (Moguer. Huelva), Unamuno
(Salamanca), Azorín (Monóvar. Alicante), Max Aub (Segorbe. Castellón), y Pérez
Galdós (Las Palmas de Gran Canaria) ha servido para que reflexionemos sobre
numerosas cuestiones de interés común, así como para establecer unas primeras
líneas generales de actuación conjuntas que serán susceptibles de ampliarse y
profundizarse a tenor de próximas experiencias, ya que es ésta la primera vez que se
reune a Casas-Museo y surge la iniciativa de establecer una vinculación mayor entre
ellas y la posibilidad esperanzada de afrontar algunas tareas en colaboración.
Como primer paso, nos resulta evidente la necesidad de unas reuniones anuales para,
en distintas sesiones de trabajo, divididas en áreas específicas (problemática del
investigador, fomento de la lectura, difusión de la obra, actualización y
enriquecimiento de fondos, ...), revisar y poner al día las actividades realizadas o en
proyecto. Es necesario un intercambio en múltiples facetas: publicaciones,
coediciones, exposiciones, conferencias, congresos,... así como disponer de
información que ofertar al visitante o investigador para motivar su interés por los
otros museos. Lo que supune, por una parte, la edición de folletos específicos sobre
cada uno de los museos, y por otra, la publicación de una guía general que englobe a
todos los existentes, con información atractiva y asequible de sus contenidos, e
ilustrada con material gráfico, que permitirá eficacia y rapidez en la búsqueda de
información en las distintas casas de escritores distribuidas por todo el territorio
nacional.
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De todo ello se deduce el interés para que el núcleo fundacional formado por los
abajo firmantes se amplíe al mayor número de Casas–Museo, Archivos y Bibliotecas
de escritores. Deseamos que estas líneas sirvan como invitación para sumarse a la
comisión.
Firmado por:
Juan Cobos Wilkins
Director Fundación Juan Ramón Jiménez
Ana Chagüaceda
Directora Casa – Museo Unamuno
María José Calpe
Directora Archivo – Biblioteca Max Aub
José Payá
Director Casa – Museo Azorín
Rosa María Quintana
Directora Casa – Museo Pérez Galdós
La segunda fecha, 1999 corresponde al momento de la legalización de los Estatutos y la
constitución de los órganos de gobierno de la Asociación. Lo que hay entre una y otra fecha, y
lo que será el provenir inmediato de ACAMFE, es el objeto de este acto y ahora mismo le
cederé la palabra a don Gonzalo Rey Lama, Secretario de la Fundación Rosalía de Castro y
Presidente de ACAMFE para que lo explique.
A mí permítanme única y brevemente, varios agradecimientos:
• A los museos que respondieron a aquella llamada inicial de la Casa-Museo Pérez
Galdós y que desde el primer momento fueron cómplices. Sus representantes están
hoy con nosotros. Alguno de esos representantes oficiales han cambiado y creo que
es justo recordarlos. Así que, junto a Miguel González Sanchís, Director de la
Fundación Max Aub y Antonio Ramírez Almanza, Director de la Fundación J.R.
Jiménez, quisiera mencionar aquí los nombres de Juan Cobos Wilkins y de María
José Calpe, con nuestro más cariñoso recuerdo.
• A los Comités Científicos y Ejecutivo del V Congreso Internacional Galdosiano por
su respeto y apoyo a esta iniciativa de la Casa-Museo Pérez Galdós.
• De una manera muy especial, a don Leonardo Romero Tobar, sin cuya
comprensión inicial y generosísima colaboración muy probablemente este proyecto
no habría salido adelante. De hecho, el texto de introducción a las carpetas que
entregamos a los congresistas fue suyo (ustedes lo tienen de nuevo en sus manos) y
nos ha inspirado siempre en el trabajo que hemos venido desarrollando. Siempre he
recibido del profesor Romero apoyo y colaboración; y esperemos que algún día,
ahora que aquel proyecto inicial se va convirtiendo en una realidad con futuro,
podamos compartir con él los resultados que se alcancen.
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Saludo
Buenos días a todos y el saludo de los 34 miembros que forman la Asociación de Casas-
Museo y Fundaciones de Escritores.
Entre las palabras de Rosa María Quintana y las mías hay una larga historia de ocho años
de reuniones y esfuerzos ilusionados que pueden ustedes conocer por la pequeña memoria
asociativa que incluimos en la carpetilla que les hemos entregado esta mañana, en la que está
también el texto de la declaración fundacional que acabamos de oír y, también, un folleto con
la relación de los miembros actuales de la Asociación.
Rosa María Quintana, a la que ya conocen como Directora de la Casa-Museo Pérez Galdós
y una de las organizadoras de estos Congresos Galdosianos, es Vicepresidente de la
Asociación; pero es también su auténtica madre fundadora, pues de ella partió la iniciativa de
aquella primera reunión de Casa de escritores. Les ruego, pues, que me permitan rendirle,
precisamente dentro de un nuevo Congreso Galdosiano, un pequeño homenaje de
reconocimiento en nombre de todos nuestros compañeros de la Asociación.
Dicho esto, y como es de rigor, debo mostrar el agradecimiento de la Asociación a los
organizadores de este Congreso por la oportunidad que nos dan de dar cuenta de cómo hemos
cumplido el compromiso que acabamos de leer, contraído en 1993 con esta asamblea, de
establecer una vinculación mayor entre las Casas-Museo.
Y agradecimiento también, por habernos inducido el sentimiento de que venir a este
Congreso es volver a las raíces de nuestra Asociación.
Compromiso
Hablo de compromiso y de raíces. En una vitrina de la Biblioteca de Gabriel Miró, en
Alicante, hay una tarjeta con una nota de puño y letra del autor que dice: … “las palabras no
deben decirlo todo, deben contenerlo todo”. Pues bien, estas dos palabras, compromiso y
raíces, contienen el todo de las Casas y Fundaciones de escritores y de nuestra Asociación.
En efecto, compromiso con nuestros autores, en razón del legado que nos han confiado, y
compromiso con la sociedad, pues este legado se encuadra claramente en las definiciones que
hace la Ley de Patrimonio Histórico Español del Patrimonio Documental y Bibliográfico y de
los archivos, Bibliotecas y Museos. Por tanto, según esta Ley, las Casas y Fundaciones de
Escritores estamos obligados a conservar y proteger este legado, a guardarlo y usarlo sin que
peligre su conservación; y a permitir su estudio a los investigadores.
Pero estos compromisos podrían convertirse en algo excesivamente administrativo, frío, si
no fuera porque en la mayoría de los casos el legado del autor comprende también su Casa. El
trabajo en este ámbito doméstico nos lleva a una relación casi familiar con el autor, cuya obra
nos llena de orgullo y nos parece la más importante y hermosa del mundo; acabando por amar
a nuestro autor más allá de lo que el celo estrictamente profesional nos exige. Podríamos
hablar de una mística de la Casa del escritor, a zaga de su huella, que diría San Juan de la
Cruz. Lo percibe muy bien Andrés Trapiello cuando, hablando en el último de nuestros
Encuentros asociativos, decía que Galdós, Juan Ramón, Joan Maragall, Rosalía, Machado
habían vuelto a sentarse juntos alrededor de una mesa. Es como si la metáfora de Bradbury,
en Fahrenheit 451, se hiciera realidad:
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¿Montag, le gustaría leer algún día La República de Platón?.
¡Claro!
Pues bien, yo soy La República de Platón.
Establecemos así un nuevo compromiso, con nosotros mismos, obligándonos a difundir la
personalidad del autor y su legado con la posibilidad esperanzada, como se decía en nuestra
declaración fundacional, de que esta acción alcance a los que nos sucedan pues no nos basta
con entregarles un legado fosilizado sino que queremos ser transmisores de los significados
permanentes que laten en el interior de ese patrimonio, de su luz y su belleza, del lirismo que
se puede discernir en él.
Como ven, hemos llegado a territorios de la permanencia, otra palabra mironiana
fundamental para nosotros, que contiene todo el drama y la esperanza del que trabaja con el
patrimonio cultural y que, por otra parte, es un sentimiento frecuente en la obra de nuestros
escritores: “Y yo me iré y se quedará este libro vivo/ latiendo”. Nuestro reto es conseguir que,
en efecto, el libro de Gerardo Diego siga vivo, latiendo, y sus hojas sigan siendo “juguetes de
nietos y palomas / volviendo.”
Raíces
Decíamos también raíces, es decir, el útero doméstico, el hogar donde se aprendieron los
nombres de las cosas, donde se asumieron las primeras abstracciones, sin entenderlas; el lugar
del relato primitivo y repetido, de la novela primordial (Vicente Verdú); el lugar donde
quedaron impresas, pero invisibles, las huellas de quienes lo habitaron. Podría citar ahora las
hermosas teorías de Gastón Bachelard sobre estos aspectos; pero prefiero contarles la pequeña
calidad de un poeta gallego, tan excelente como desconocido, que fue a recoger la casa a la
muerte de sus padres y cuando comenzó a revolver los cacharros de la cocina se detuvo y dijo:
estoy tocando las manos de mis padres.
Hablar de raíces es hablar de pertenencia, otra palabra esencial; de pertenencia a un lugar
cuyo epicentro es la Casa familiar y que se ensancha en los paisajes originales en los que se
sitúa la casa, urbanos y rurales, áridos o feraces, confinados en valles cerrados o con
horizontes generosos, que se constituyen también en raíces.
Mi casa es una ciudad
con una puerta a la aurora,
otra más grande a la tarde
y a la noche, inmensa, otra.
Miguel Hernández
En estos espacios se conocieron otras personas y se aprendió a vivir con ellas y entre ellas;
se aprendieron los colores, aromas y rumores de la naturaleza y su mudanza con el paso de las
horas y las estaciones; se conocieron los ritmos pausados o violentos de la vida.
Con motivo de aquella primera reunión de Casas de Escritores, en 1993, el profesor
Romero Tobar definía estos espacios como algo tan inexorablemente vinculado a la biografía
del autor que, muchas veces, sólo su percepción puede esclarecer un matiz huidizo del texto o
la emoción agazapada entre los trazos de su caligrafía. Nosotros, tomando prestada la
expresión de García Posada, los llamamos el núcleo existencial del autor.
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Dejemos de nuevo la teoría para que sea un autor quien nos lo explique, en este caso
Fernando Pessoa: “Me siento a la puerta y embeleso mis ojos en los colores y los sonidos del
paisaje, y canto lento para mí solo vagos cantos que compongo mientras espero.”
Al cabo, este núcleo existencial formado por casa, lugar, paisaje, es el soporte de la
presencia / ausencia del autor, y nos sirve como camino de acercamiento al autor y a su obra,
a través de espacios que entendemos porque los reconocemos y nos reconocemos en ellos. Por
eso, en las Casas de Escritores los consideramos una parte más del patrimonio del autor y por
eso los guardamos, los estudiamos y los ponemos en evidencia.
El patrimonio añadido
Pero hay todavía una última palabra que añadir a compromiso, a raíces, a permanencia, a
pertenencia. En la Conferencia Internacional sobre Conservación del Patrimonio Cultural,
celebrada en Cracovia en el pasado otoño, se enunciaron una serie de pautas de actuación; una
de las cuales dice:
Cada comunidad teniendo en cuenta su memoria colectiva y consciente de su pasado,
es responsable de la identificación, así como de la gestión de su patrimonio. Los
elementos individuales de este patrimonio son portadores de muchos valores, los
cuales pueden cambiar en el tiempo. Esta variabilidad de valores específicos en los
elementos define la particularidad de cada patrimonio.
Pensemos en la transición española de la dictadura a la democracia y en el protagonismo
que ha dado la Constitución a las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos. Surge la
necesidad de buscar otros signos de identidad que los meramente geo-políticos y, convertida
la cultura en instrumento principal de convivencia, se produce la emergencia casi explosiva,
entre otros signos, de escritores y artistas locales, unos ya consagrados, otros no tanto, que
pasan a dar cuerpo a la identidad de estas comunidades. Las Casas y Fundaciones ya
existentes se ven reforzadas y surgen otras nuevas; y todas se convierten en morada de un
símbolo. Ésta es la palabra que faltaba. Así García Lorca, el escritor mártir del franquismo;
así Pérez Galdós, el escritor anatemizado por Iglesia intolerante; así el caso muy especial de
mi señora Rosalía de Castro, símbolo universal indiscutido de Galicia, por encima del bien y
del mal. Las Casas se convierten en lugares de peregrinación, en santuarios.
Esta condición simbólica enriquece el legado del autor, consolidándolo en esa memoria
colectiva y en esa consciencia de pasado a que se refiere la carta de Cracovia 2000. Menos
poéticamente enriquece también, todo hay que decirlo, con más o menos generosidad, las
arcas de las Casas y Fundaciones, cuestión ésta vital para su supervivencia y sus actividades.
Hemos completado, por fin, el legado de nuestros autores, un patrimonio cultural
compuesto de palabra, memoria, casa, biblioteca, archivo, núcleo existencial y símbolo. Se
supera la visión reduccionista, decimonónica y polvorienta de la casa-museo, se abren al aire
fresco de la actividad que conserva, protege, estudia, divulga, explica y transmite. El sol de la
vida entra por mi ventana, escribía Juan Ramón Jiménez. Mantener la ventana abierta es el
trabajo de las Casas y Fundaciones de Escritores.
La Asociación
En el momento en que estas instituciones comprenden este papel y maduran en su
actividad, nace la Asociación de Casas y Fundaciones de escritores, cinco años después de
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haber sido concebida aquí, en Canarias. Nace en Salamanca, al amparo de su Estudio General,
cerca del solar de Calixto y Melibea, en el hogar de Unamuno; un buen sitio para que nazca
una asociación como la nuestra, sin duda. Pero nace en ése sin lugar propio de los momentos
aurorales; es decir, en el u-topos griego, con la necesidad de buscar su tierra prometida.
Uno de los grandes arquitectos del siglo XX, el americano Louis Kahn, decía que el deseo
de ser-expresar es la auténtica motivación de la vida. Reforzando una vez más las reflexiones
con la palabra de los escritores, recordamos a Rosalía de Castro que decía que sólo
obedeciendo a una fuerza irresistible que la obligaba a escribir pudo salvar la durísima
marginación de la mujer y de su lengua materna, a mediados del siglo XIX. Pero, en esta
ocasión, la cita del arquitecto nos permite seguir su reflexión: ser-expresar es proyectar lo
que, entre otras cosas, es atender los deseos de ser del material que se utiliza.
Nuestra Asociación desea ser-expresar para motivar su existencia y alcanzar ese lugar en la
vida cultural de nuestro país que le permita dejar de ser una u-topos, una utopía; pero deberá
respetar el deseo de ser-expresar individual de las Casas y Fundaciones de Escritores que la
componen; no debe desplazarlas para ponerse ella en su lugar.
Parece evidente que el camino a seguir para ello será el que marquen los objetivos
recogidos en sus Estatutos, cuyo resumen podrán encontrar en la carpetilla que les hemos
entregado esta mañana y que en sus dos primeros puntos dicen:
Favorecer el encuentro, cooperación y estudio de las Casas-Museo y Fundaciones de
Escritores asociadas, para la promoción, difusión y defensa de sus intereses y
actividades comunes, ante las Administraciones Públicas y ante la sociedad en
general.
Promocionar y difundir la literatura en general y la de cada escritor en particular.
Ahora bien, estos objetivos son bastante obvios; el caso es cómo interpretarlos y cómo
realizarlos; cómo convertirlos en el ser-expresar de nuestra personalidad.
En primer lugar, el ser digamos material de la asociación se documentará en una Guía de
Casas y Fundaciones de Escritores y en un Portal en Internet que se están ultimando.
En segundo lugar, el expresar lo que en realidad queremos ser: promotores de la literatura
y de nuestros autores, ha encontrado en la vida asociativa fórmulas de actuación compartida
en dos interesantes ejemplos: Uno, el trabajo de cuatro de nuestras Casas con centros de
enseñanza secundaria alrededor de la presencia del mar en la obra de sus autores.
Otro, la publicación de trabajos, por las distintas instituciones, en los que se dan a conocer
relaciones de unos autores a otros; como son el trabajo de Rosalía de Castro vista por 27 de
los escritores no gallegos o la serie de la Fundación Max Aub relacionada con Juan Ramón
Jiménez, Cervantes, Galdós, etc.
El interés de estos ejemplos está en que en ellos se reúnen los dos objetivos citados
anteriormente y despejan un horizonte de tierra prometida. Existen, en efecto, numerosos
puntos de convergencia entre nuestros autores, incluso en la discrepancia: literarios,
ideológicos, amistosos; recordemos a Galdós criticado por Unamuno, admirado por Azorín,
amigo de Menéndez Pelayo y, entrañable de Pereda y; recordemos el Congreso Galdosiano de
hace tres años, dedicado a la relación de Galdós con la generación del 98. Pues igual ocurre
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con todos los demás; las distancias cronológicas son sustituidas por las influencias y las
críticas. Estas interrelaciones, fundamentalmente literarias (que ustedes conocen muy bien),
constituyen un rico entramado que cubre todo el país. Y si es cierto que, como decía Max
Aub, escribir es dar sentido a las palabras de la tribu tenemos entre las manos una referencia
cultural permanente, sostenible, que diríamos ahora, que ayuda a dar sentido a nuestra
sociedad en un momento que Galdós no dudaría en clasificar como de confusión evolutiva,
igual que calificó a la sociedad de su tiempo en su discurso de ingreso en la Real Academia.
Pues bien, el expresar de nuestra Asociación nos lleva a ofrecer a la sociedad esta
referencia cultural indentitaria que ya son nuestros escritores individualmente en sus
territorios nativos (su deseo de ser propio); pero que cumplen también cuando se entrelazan
sus obras y sus pensamientos en ese otro espacio más amplio que nos reúne alrededor de una
lengua común (su deseo de ser colectivo). El proyecto de una exposición sobre el tema de los
escritores y la literatura que muestre a la sociedad ese riquísimo tejido de relaciones como
referente, como significante, es en estos momentos la ambición mayor de la Asociación. Su
comisario será el profesor José Carlos Mainer.
Salgamos al encuentro de nuestros escritores, queremos decirle al público, leamos sus
obras, en las que nos cuentan cómo hemos sido y nos explican cómo somos; usemos este
reconocimiento personal y colectivo para convertir el caos actual en ese orden en donde, lo
decía también el arquitecto Kahn, se encuentra la fuerza creadora, el principio de la belleza.
O, más sencillamente, disfrutemos de la cultura espiritual que las obras de nuestros autores
van edificando para que podamos, siguiendo a Baudelaire, respirar poéticamente allí donde
nos encontremos. Cuando se inaugure esta exposición, que pretendemos sea itinerante por
España y fuera de España, la hermosa, melancólica utopía se habrá transformado en sugerente
lugar real.
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