“CÓMO SE EXPLICABA LA NIÑA”: LAS SALIDAS

QUIJOTESCAS Y EL DESTINO SANCHOPANCESCO DE

UNA INGENIOSA JOVEN EN GLORIA

Richard Hartman

Al principio de Gloria , cuando la protagonista epónima todavía está esperando con

inquietud la llegada del “otro”, le revela a su padre, don Juan de Lantigua, que en el Quijote se

encuentra la explicación de la inestabilidad permanente de España: “Basta leer este libro para

comprender que la sociedad que lo inspiró no podría llegar nunca a encontrar una base firme

en que asentar su edificio moral y político. ¿Por qué? Porque don Quijote y Sancho Panza no

llegaron a reconciliarse nunca”. 1 (p. 33)

Queda claro que la estructura de Gloria está influida por la filosofía hegeliana, y también

que las ideas de la joven en este momento de la narrativa delatan los conceptos del filósofo

alemán que a mediados de esa centuria dominaban el pensamiento de muchos en España como

en toda Europa. Durante el discurso que ocasiona la mención del Quijote, Gloria revela una

manera de pensar marcada profundamente por la tríada dialéctica. Por todas partes la

protagonista distingue dos opuestos que luchan entre sí. Hablando de la historia de España y

del arte, a don Juan le declara que: “Por un lado se me presenta una realidad baja y común

compuesta de endémica miseria… Por otro no veo más que hombres bien alimentados…En el

Arte veo también dos términos: los poetas que cantan el amor y el honor, y los místicos y

poetas de claustro… Luchan unos contra otros”.(p. 32)

La joven sigue resaltando la confrontación de las dos fuerzas y el papel que juega la noción

de la oposición dialéctica en el primer estímulo del Quijote: “De estas dos voluntades que

aparecen una frente a otra en aquella sociedad calenturienta, se apodera Cervantes y escribe el

libro más admirable que ha producido España y los siglos todos”.(p. 33) Su discurso reproduce

fielmente el esquema hegeliano de una tesis que se opone a una antítesis. Sin embargo, para

Gloria, en la obra de Cervantes falta un elemento clave de la tríada: el fenómeno que se llama

la interpenetración o la reconciliación (Gloria se sirve de la segunda palabra) de los dos

opuestos que en la obra cervantina representan don Quijote y Sancho. Según Gloria, en la obra

maestra de la literatura española, nunca desaparece totalmente esta oposición. En su opinión,

jamás don Quijote aprende: “con Sancho a ver las cosas con su verdadera figura y color

natural” y por eso nunca pudo “realizar parte de los pensamientos sublimes que llenaban su

grande espíritu…”(p. 33) El lector siente el disgusto que experimenta una filohegeliana como

Gloria ante lo que debe parecer una infracción inexplicable de la ley universal del Devenir

histórico. Por eso nunca tendrá lugar la superación (die Aufhebung) y jamás habrá en España

una situación superior.

La declaración de Gloria que evoca la novela de Cervantes nos ofrece una clave para

analizar su propia situación sobre todo con respecto a su padre. Demostrando el mismo “ánimo

valeroso” que el Caballero de la Triste Figura, ella también penetra: “con ánimo valeroso en el

laberinto de desvergüenzas, engaños, groserías y envilecimiento…”(p. 29) Sus aventuras

literarias la ponen en contacto especialmente con la literatura del siglo de oro y los otros textos

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que la muchacha le lee a su padre, quien está perdiendo la vista. En la novela galdosiana, se

presenta de una manera muy cervantina una larga lista de obras que ocupan este mundo

literario. Esta compilación extensa de títulos podría parecer bastante pesada, pero imita el

texto del Quijote donde se hallan sin cesar alusiones a una multitud de obras: “Gloria leyó en

voz alta la Vida de San Pablo Apóstol, La cuna y la sepultura y Las cuatro pestes del mundo.

Después se engolfó en la Política de Dios y Gobierno de Cristo… la incomparable historia del

Buscón… y leyó la Virtud al uso y mística a la moda… Casi, casi estuvo a punto de engolfarse

en la Pícara Justina; pero Lantigua, al fin, puso mano en ello, permitiéndole sólo Guzmán de

Alfarache. Desgraciadamente, en el mismo tomo estaba La Celestina”.(p. 28)

Recordemos que ya en el capítulo VI del Quijote, donde se habla Del donoso y grande

escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo, se

mencionan no menos de 29 títulos de libros de caballería.2 Para don Juan, al engolfarse en este

universo libresco, su hija ha perdido el juicio porque, al igual que don Quijote, Gloria se

imagina que ha descubierto una multitud de entuertos que debe enderezar. La joven le anuncia

al padre que: “…héroes de tales novelas, si al principio le causaron agrado, bien pronto le

dieron repugnancia y tedio… dijo también que al penetrar con ánimo valeroso en el laberinto

de desvergüenzas, engaños, groserías y envilecimiento… no podía menos de considerar a la

sociedad del siglo XVII como… caduca en la conciencia y que comprendía el decaimiento de la

raza española…que… no conservaba más que virtud que un heroísmo ciego…”(pp. 29-30)

A fin de intentar una curación de la locura quijotesca de su hija, el padre de Gloria ordena

que ella se dé “una buena hartada” de la literatura del siglo de oro: comedias de Calderón y

obras de los místicos, los poetas y los prosadores religiosos de la misma época. Pero al

regresar de su segunda salida por las llanuras literarias, la joven no deja de hablar de agravios.

Y una vez más, imitando el estilo del Quijote, el texto de Gloria ofrece una lista extensa de los

personajes de las novelas picarescas que a la joven no le gustan: “Le repugnan los perdidos, los

rufianes, las busconas, los estudiantes, los militares, los escribanos, los oidores, los médicos,

las terceras, los maridos zanguangos y las mujeres livianas… “(p. 30) Hasta le caen mal los

personajes con ideas nobles: “los galanes y damas, los caballerosos padres y los hidalgos

campesinos de los dramas…a juicio de Gloria había en el hermosísimo semblante de aquellas

figuras sin par la expresión melancólica de quien ha estado durante cien años empeñado en un

objeto sin conseguirlo”.(pp. 30-31)

Cuando la protagonista le describe a su padre estas lecturas de los libros de caballería, otra

vez se oye la voz del narrador cervantino cuando éste describe las lecturas de don Quijote:

“… de todo aquello que leía en los libros, de encantamentos como de pendencias, batallas,

desafíos, heridas requiebros, amores tormentas y disparates imposibles”.(pp. 40-41) Leyendo la

enumeración de la joven, tenemos la impresión de que estamos recorriendo las llanuras de La

Mancha (esta vez acompañando a una valiente mujer) conociendo a un mundo de personajes.

Pero al igual que el barbero o el cura, el padre de Gloria concluye que su hija está ensartando

“absurdas opiniones”,”disparates” y “abominaciones” y que las declaraciones de Gloria: “la

conducirían, no poniendo freno en ello, al extravío de la razón, a la herejía y tal vez al

pecado”.(p. 34) Por supuesto, el uso por Cervantes de la palabra “disparates” para describir las

ideas de don Quijote es muy frecuente, y se encuentra tres veces en el capítulo V de la obra

cervantina.(pp. 74-75)

Inspirado por su concepción de la existencia de un dimorfismo sexual radical, don Juan de

Lantigua le explica a su hija que, en el fondo, toda su empresa literaria resulta ilegítima porque

“Cómo se explicaba la niña”: la salidas quijotescas…

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es mujer. Añade que cualquiera que sea la calidad del texto que ella pueda leer, su mente

femenina nunca será capaz de comprenderlo: “Afirmó que el entendimiento de una mujer era

incapaz de apreciar asunto tan grande, para cuyo conocimiento no bastaban laboriosas lecturas,

ni aun en hombres juiciosos y amaestrados en la crítica”.(p. 34)

Por esta falta de legitimidad fundamental, el estado de Gloria se conforma también el de don

Quijote. Martín de Riquer nos informa que nunca el protagonista cervantino fue un caballero

legítimo, lo que afecta el sentido profundo de toda la obra: “La cabal comprensión de lo

narrado en este capítulo es esencial para la ficción en que se basa toda novela. Don Quijote no

fue jamás caballero por la sencilla razón de que todo cuanto acaba de acaecer es una farsa, y

esto tiene un valor esencial y vigente a principios del siglo XVII… Adviértase, además, que la

ley… de Alfonso el Sabio legislaba que ‘non debe ser cavallero el que una vegeda oviesse

rescibido cavallería por escarnio…’ Prescribe, además, el Rey Sabio, que no debe ser cavallero

‘el que es loco’,…Este aspecto fundamental no debe olvidarse durante la lectura de la

novela”.(p. 61)

Con respecto a Gloria, al observar las reacciones de su padre y sus amigos, queda claro que,

para estos rancios españoles, el intento de la joven de leer y analizar textos serios constituye un

proyecto descabellado que tiene un carácter escarnecedor. Como el código del Rey Sabio,

cuando se trata de estudiar estos textos escritos “por varones insignes” también está vigente

“un código respetable ante el cual es preciso bajar la cabeza”.(p. 34) Los amigos del padre y

don Juan mismo se burlan de la crítica de la muchacha del código varonil que ella encuentra

dentro de los libros. Para estos tradicionalistas, las observaciones quijotescas de la joven sólo

constituyen el producto gracioso de un ser que, por su sexo, queda excluido totalmente de la

posibilidad de ser “caballero” (en el caso de Gloria, estudiosa). “…Lantigua se riese de tan

evidente despropósito…(p. 31) ...hizo, no sin burlarse de su hija, algunas observaciones…(p.

31) …y concluyó con una repetición burlesca de los disparates y abominaciones que Gloria

había dicho…”(p. 34) La reacción del padre recuerda la actitud burlona que adopta hasta un

liberal como Clarín ante la convicción de doña Emilia Pardo Bazán que las mujeres deben

acudir a las universidades españolas.

Del mismo modo, los hombres se mofan de Gloria porque la mujer ha recibido el título de

estudiosa por escarnio (es decir sin ser hombre y sin tener una formación universitaria). Como

don Quijote, Gloria se ha equipado de las armas mohosas de sus antepasados (los libros de la

biblioteca de su padre); sin embargo, al igual que el hidalgo manchego, debido a su falta de

legitimidad, para ellos la muchacha nunca puede encontrar aventuras (librescas) auténticas.

En el último capítulo (LXXIV) de la Segunda parte de Don Quijote, al regresar de su última

salida el de la Triste Figura: “Rogó... que le dejasen solo, porque quería dormir un poco” (II,

p. 1063), Gloria, al volver de su propia segunda salida y después de los reproches de su padre,

también se retira a su cuarto: “Retiróse Gloria muy confusa a su alcoba, pues era hora de

dormir”.(p. 34) En este momento, el hidalgo ingenioso de Cervantes le revela a su sobrina que

reconoce la influencia nefasta de los libros: “Y tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras

caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los

detestables libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos...”(II, p. 1063)

Gloria también declara su remordimiento por los disparates que ha expresado bajo la

influencia de los textos: “…y a solas meditó largo rato, llegando por fin… a un convencimiento

profundísimo de que había pensado mil tonterías y despropósitos abominables. Pero deseosa de

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absolverse, echó toda la culpa a los libros, e hizo voto de no volver a leer cosa alguna escrita o

impresa como no fuera el libro de misa, las cuentas de la casa y las cartas de sus tíos”.(p. 34) A

partir de este momento de la narrativa, Gloria empieza su papel activo de absolutista

empedernida sin demostrar por lo tanto la pasividad descrita por Catherine Jagoe.3 En vez de

desaparecer gradualmente de la novela, acobardada, agobiada y ahogada por una sociedad

tradicional, Gloria abandona sus ideas liberales y se transforma en integrista agresiva. No se

observa ninguna pérdida de intensidad emocional cuando la joven imita al don Quijote que

encontramos al final del la obra cervantina. Si es verdad que Gloria parece abandonar el uso de

sus poderes críticos, en vez de confirmarse a la imagen suave y dulce establecida por la teoría

del ángel del hogar, sigue mantiendo una actitud dinámica y varonil. Ahora deja de ser otro

don Quijote, y se transforma en otro varón, Sancho Panza. Desde su nuevo punto de vista

sanchopancesco, la condenación energética de los libros por la joven se conforma al lema:

“¡Lejos de nosotros la funesta manía de pensar!” que adoptan los enemigos del liberalismo

cuando impusieron una rígida censura y prohibieron la entrada en España de libros extranjeros.

El exabrupto de don Juan: “¿y la irrupción de libros, y la transformación social, esas oleadas de

soberbia… que nos vienen de fuera?” (p. 125) espresa el recelo, el miedo de los absolutistas

ante la invasión de nuevas ideas del norte de Europa.

En un punto posterior de la narrativa, cuando la joven ya está enamorada de un extranjero

que todos se figuran ser protestante, Gloria sigue condenando los libros con el mismo afán.

Vuelve a maldecir la larga historia de “disputas”, “rencores”, “envidias” y “vanidades” que

separan a los dos jóvenes y otra vez condena la lectura de los libros que denomina “libreros de

caballerías”. Ahora según Gloria, estas obras sólo transmiten prejuicios: “No sé cómo hay alma

honrada que lea un libro de Historia, laguna de pestilencias, llena de fango, sangre, lágrimas.

Quisiera que todo se olvidase, que todos esos libros de caballerías fuesen arrojados al fuego,

para que lo pasado no gobernara lo presente, y murieran para siempre diferencias de forma y

de palabras”.(p. 145)

Al final de este arrebato de cólera, la joven hegeliana no sólo identifica dos elementos claves

de la filosofía de Hegel —la forma (la representación o Vorstellung) y las palabras (conceptos

o Begriff)— sino que los organiza en un esquema de lucha entre dos opuestos. Entonces

manifiesta otra vez su deseo de que se realice la tríada hegeliana, que se eleven (aufheben) y se

subordinen las fuerzas hostiles de la historia religiosa dentro de una nueva totalidad mucho más

abierta.

Como es natural, por un tiempo después de su decisión de renunciar a los “libros de

caballería”, los vientos intelectuales no dejan de soplar sobre las llanuras de su mente y la

locura libresca de Gloria continúa tentándola. No muere inmediatamente el “monstruo fecundo

que lleva dentro de sí y que a todas horas estaba procreando ideas”.(p. 34) Por un tiempo la

joven sigue oyendo “hondas voces dentro de sí, como si un demonio se metiese en su cerebro y

gritase: ‘tu entendimiento es superior…, los ojos de tu alma abarcan todo. Ábrelos y mira…,

levántate y piensa”.(p. 35) Sin embargo, tarde o temprano el monstruo desaparece y las voces

de su fuero interno se callan, porque el destino de Gloria no es quijotesco, sino

sanchopancesco. Nació para desempeñar el papel de “la otra”, para constituir una de las

fuerzas opuestas de la tríada hegeliana y después de abandonar los libros, toda su energía se

concentra en su lucha contra el “otro”, el israelita Daniel Morton. El sefardí a su vez encarna

un nuevo misticismo quijotesco, la invasión de otros textos subversivos (del extranjero esta

vez), nuevos “libros de caballerías”.

“Cómo se explicaba la niña”: la salidas quijotescas…

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Según Catherine Jagoe, en la Segunda parte de la novela, después de conocer a Daniel,

Gloria llega a ser un ángel del hogar, conformándose a la imagen tradicionalista de la mujer

ideal que se estableció en España cerca de 1850.4 Claro que en lo que se trata de su relación

directa con su hijo, Gloria sí demuestra un amor maternal muy intenso. Cuando su tía insiste

que la joven madre abandone al niño, la resistencia inquebrantable, la rebelión de ésta dan

prueba que después de su aventura con Daniel, no ha perdido nada de su vitalidad. Sin

embargo, la definición del ángel del hogar sobre todo se inspira del lugar donde debe

permanecer la madre, el espacio del hogar doméstico que forma (como delata su etimología) el

foco de la institución social que la esposa tiene que defender y promover. Gloria parece ignorar

esta idea porque, después del nacimiento de su hijo, nunca toma en serio su papel de esposa y

jamás se muestra dispuesta a transigir sobre sus principios absolutistas para “guardar el

sagrado fuego del amor conyugal.” Rechaza rotundamente la idea de luchar a fin de crear al

lado de Daniel un verdadero “santuario doméstico” dentro del cual los dos padres puedan

educar al Nazarenito.

Es importante reconocer que, a mediados del siglo XIX, no sólo los neocatólicos abogan por

el espacio social del hogar doméstico; para los partidarios del laicismo como los krausistas, la

familia también constituye un componente esencial de la sociedad. En la segunda traducción

por Sanz del Río de la obra fundamental de Krause, Ideal de la Humanidad para la vida, se

lee lo siguiente: “23. LA FAMILIA. La Familia se funda en la oposición de los sexos… Los

amantes se buscan, porque en espíritu y cuerpo se necesitan uno a otro para formar un todo

superior humano; por esto y para esto se unen con vínculo indisoluble (Sie vereinigen sich

innig und unzertrennlich)”; y en su primera traducción se lee “ellos se juntan indisolublemente

en toda su individualidad”.5

Por contraste, la protagonista no se conforma en absoluto a la imagen alicaída del ángel del

hogar que debe sacrificarse a fin de mantener la unidad de su familia. Cuando se trata del padre

de su hijo, Gloria se sirve de todas sus facultades intelectuales para imaginar sospechas

absolutistas y emplea toda su energía para resistir el proyecto de Morton de hacerse cristiano a

fin de poder casarse con ella. Ante el crucifijo de marfil de su cuarto, la joven voluntariosa y

cautelosa que hace frente al varón que quiere fundar un hogar con ella —pero que ella

sospecha de haber hecho una conversión fingida— se parece mucho más a un Torquemada que

a un pájaro sumiso y obediente con las alas cortadas. Daniel mismo evoca esa manifestación de

terquedad al final de la novela cuando, sentados junto a la cuna de su hijo, Gloria le declara:

“—Ya no tengo voluntad—. La has tenido bien firme y enérgica —prosiguió Morton en tono

de amarga queja— para rechazarme, para renunciar a ser mi esposa...”(p. 455) Al espejismo

quijotesco del proyecto matrimonial del converso, Gloria opone un absolutismo

sanchopancesco de cristiana vieja cuyo antisemitismo hace imposible todo compromiso

idealista que hubiera preparado el terreno para una unión fuera de las más estrictas normas

neocatólicas. Como Sancho Panza, que también está orgulloso de ser cristiano viejo, las

creencias católicas de la joven están vinculadas a una hostilidad hacia los judíos. A su amo,

Sancho mismo le había revelado los dos vertientes de su fe popular (völkisch): “...siempre

creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia

Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy de los judíos...” (p. 592)

La decisión de Gloria de renunciar a Daniel, declarando que: “Antes moriré que poner

discordia entre una madre y un hijo...”(p. 460) sólo constituye otra traición del ideal krausista

de la unión natural e indisoluble de dos amantes. Otro deseo de Gloria también representa un

rechazo de la idea krausista de la familia como unidad: después de su muerte no quiere que el

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hijo permanezca al lado de su padre. A fin de resistir el proyecto de Daniel de cuidar al hijo, la

joven inventa argumentos poco católicos que huelen no a un cristianismo trascendental e

idealista, sino a tradiciones religiosas subterráneas, materialistas y populares: el niño debe

quedarse cerca de los restos mortales de su madre que yacerán sepultados debajo del suelo de

Ficóbriga. Gloria se imagina en su sepultura, consciente de todo lo que pasa cerca de ella: “Yo

no lo veré más [dijo Gloria] pero sabiendo que mi sepultura no está muy distante de la tierra

donde él viva, me consolaré con la idea de sentir desde allá abajo sus primeros pasitos…”

(p. 454) Con esta declaración, la joven resalta su afán de mantener el contacto con su hijo y la

tierra de España, un empeño que evoca la vinculación de “sangre y suelo” (Blut und Boden)

que caracterizaba el románticismo de los albores del siglo decimonónico.6 Su padre hubiera

llevado al niño muy lejos, a tierras extranjeras donde hubiera crecido rodeado por personas

cuya sangre está manchada por la herejía.

Sin embargo, a pesar de la hostilidad de Gloria a la formación de un hogar, con la

concepción de su hijo se ha realizado una unión hegeliana, la coincidentia oppositorum, una

resolución que la joven no había encontrado en el Quijote. Al final de la novela el narrador le

informa al Nazarenito que: “naciste del conflicto” y “en una sola persona llevas sangre de

enemigas razas”. Pero el fruto de esta unión de “razas enemigas” no representará un ejemplo

de miscegenación; al contrario, con la creación de un ser superior vencerá el idealismo

hegeliano. Por eso el hijo será capaz de encontrar una base firme para España en la cual asentar

su edificio moral y político. Al Nazarenito le asegura el narrador que: “Harás sin duda algo

grande”.(p. 471)

“Cómo se explicaba la niña”: la salidas quijotescas…

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NOTAS

1 Pérez Galdós, Benito. Gloria. 1999, Madrid, Alianza Editorial, p. 33.

2 Cervantes Saavedra, Miguel de. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Texto y notas de Martín

de Riquer. 1958, Barcelona, Editorial Juventud.

3 “As the novel progresses, the ideal feminine role for which Gloria is being trained is increasingly

associated with a negative state of constraint and mutilation…” Jagoe, Catherine A. Ambiguous Ángels;

gender in the novels of Galdós. 1994, Berkeley: U of California Press, p. 61.

4 Jagoe. “Gloria’s struggle to use her mental powers is abandoned once she loses her chastity to Daniel

Morton… From this point on, her path is one of submission and obedience, not free flight. …The latter

half of the novel traces Gloria’s decline, during which she demonstrates two main characteristics of the

Ángel figure: woman as redemptive sacrifical victim, and woman as mother. The Ángelic values of

purity, piety, submissiveness, martyrdom, and motherhood displace the earlier transgressive, intellectual,

rebellious stance of the heroine.” p. 68.

5 Krause, F.C.F. Ideal de la Humidad para la vida. Tr. J. Julián Sanz del Río. 1904, Madrid, Biblioteca

económica filosófia, 2. vols. p. 37.

6 Everdell, William R. The First Moderns. Profiles in the Origins of Twentieth-Century Thought. 1997,

Chicago, U of Chicago P, p. 24.