MARGARITA NELKEN EVOCA A GALDÓS
Mª de los Ángeles Rodríguez Sánchez
A Beatriz Entenza, por su siempre inestimable ayuda y
su generosidad.
Introducción
La producción literaria de Benito Pérez Galdós comprende un amplio espacio de tiempo
que abarca desde la década de los setenta del siglo XIX hasta muy poco antes de su muerte
ocurrida en 1920, siendo su última obra el drama Santa Juana de Castilla que se estrenó en
1918. Estas fechas muestran que Galdós está presente en la vida cultural española durante casi
cincuenta años, período de prolífica labor creadora en el que elabora un sinnúmero de obras y
da vida a multitud de personajes que enriquecieron el panorama literario y que influyeron desde
diversas perspectivas y de formas diferentes en la cultura y en la España de su tiempo.
Es evidente que un creador de la importancia de Pérez Galdós deja su impronta no sólo en
sus contemporáneos sino también en las generaciones posteriores que, en una u otra medida,
recibirán su influjo tanto estético como ético. Si analizamos el desarrollo literario y otros
aspectos de la cultura en España durante el primer tercio del siglo XX es fácil observar la
repercusión que la figura intelectual —y personal— de Galdós tuvo en la sociedad española en
ese periodo y no puede extrañarnos que algunos de los jóvenes autores que en esa época se
incorporaban al mundo cultural y comenzaban a hacer oír su voz en los distintos géneros
literarios, desde posturas ideológicas diversas, expresaran en diferentes trabajos su admiración
y respeto por Don Benito; poetas como Cernuda, humoristas como Neville, dramaturgas como
Pilar Millán Astray o la escritora y política Margarita Nelken, entre otros muchos,
manifestaron en diversas publicaciones su admiración por el creador Benito Pérez Galdós.
En esta ocasión nos centraremos fundamentalmente en el artículo que le dedicó una mujer
tan compleja y polifacética como Margarita Nelken y nos aproximaremos a los recuerdos que
don Benito evocó en ella pasados los años, cuando tras la Guerra Civil española, la escritora y
ensayista se encontraba en el exilio en México.
Algunas opiniones de escritores del siglo XX sobre Galdós
Aunque sea imposible analizar aquí detenidamente las opiniones que los autores
mencionados dedicaron a Galdós, hemos recogido, si bien de forma breve, algunas de estas
valoraciones formuladas en poemas, artículos, ensayos u obras teatrales, ya que consideramos
que pueden servir como muestra de lo que el escritor canario inspiró a aquellos jóvenes que en
los años veinte y treinta del pasado siglo se incorporaban al universo intelectual del país,
aunque muchos de estos juicios e impresiones fueran expresadas años más tarde, cuando todos
ellos gozaban de un reconocido prestigio en campos culturales diversos.
Luis Cernuda (1902-1963) poeta de espíritu liberal y republicano, manifestó, ya en el exilio,
su abierta admiración y su reconocimiento hacia don Benito y su obra en el poema que lleva el
expresivo título de “Bien está que fuera su tierra”, incluido en su obra Desolación de la
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Quimera (1956-1962).1 Esta larga composición poética está totalmente dedicada a su amigo
Galdós a su obra y a sus personajes; obra, personajes y autor que Cernuda confiesa amar desde
la niñez, cuando los encontró en la estantería de los libros paternos, y que ya no le
abandonarían en su constante peregrinar. A través de los Episodios y de las Novelas creadas
por el autor canario el poeta descubrió una España que ya para siempre iría con él, y que, en la
distancia impuesta, le descubre que, aunque no necesite a su tierra —en su realidad presente de
esos años—, ésta, a través de los libros de Galdós, aún le es querida y precisa, y, a la vez,
comenta que ese país recreado en tantas obras literarias galdosianas es más concreto y
entresoñado que el otro, ese que se ha visto obligado a abandonar. Cernuda al final de su
poema alega que para él aquella España, “viva y siempre noble” reflejada por Pérez Galdós, y
amada a través suyo, es más real que su España contemporánea, oscura, triste y sometida a las
directrices de la dictadura, y afirma que la realidad galdosiana le consuela de la realidad
franquista. En las estrofas finales de su composición agradece a Galdós que le brinde esa
realidad diferente creada por él que le conforta y le permite amar aquello que las circunstancias
políticas le han arrebatado:
Lo real para ti no es esa España obscena y deprimente
en la que regentea hoy la canalla,
sino esta España viva y siempre noble
que Galdós en sus libros ha creado.
De aquélla nos consuela y cura ésta.2
Un hombre tan polifacético como el escritor y cineasta Edgar Neville (1899-1967), también
manifestó su admiración por Pérez Galdós en diversos escritos. En un artículo en el que
examinaba el humor español en la literatura, titulado “Sobre el humorismo”, y que está
recogido en sus Obras selectas,3 Neville hace un análisis del humor español, ofreciendo su
punto de vista al respecto, a la vez que manifiesta su opinión sobre algunos escritores
españoles y el humorismo que estos han desarrollado en sus obras. Al referirse a Galdós
comenta:
Galdós es un ejemplo sensacional de lo hermosa que puede ser una novela cuando
está bien construida y cuando el autor conoce el ambiente en que se mueve. Galdós
no es un humorista; a los personajes de la clase cursi —las señoritas del quiero y no
puedo, como las Miau—, que él trata en serio, los trata en broma Taboada; sin
embargo, resultan mucho más cómicos descritos por Galdós, que, sin quererlo, sin
proponérselo en absoluto, se convierte en un humorista al describirlos, mientras que
Taboada no deja de ser un escritor festivo que se burla de la miseria ajena y que se
burla del quiero y no puedo de las señoritas que se encierran en su casa durante el
verano para que crean que se han ido a veranear a San Sebastián...4
En otro texto de Neville, recogido por Mª Luisa Burguesa tras la consulta de los archivos
del escritor, así como de los manuscritos o textos mecanografiados, el dramaturgo y cineasta
habla de sus gustos literarios y de las influencias de algunos autores y comenta su interés,
respeto y consideración por Galdós y su obra:
Yo creo que Sthendal es un novelista fabuloso como lo es Galdós, a quien se
comienza ahora a descubrir en los Estados Unidos. Tal vez la prosa de Galdós sea
demasiado llamémosle vulgarcilla, pero sus novelas, sus personajes y la arquitectura
de sus relatos son extraordinarios, sobre todo las novelas que escribió alrededor de
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1888; me refiero a La de Bringas, a Miau, a El amigo Manso, y, antes que nada, a
Fortunata y Jacinta, que es, para mí, una de las novelas más sensacionales que se han
escrito en el mundo y en la cual hay todo lo que es novela: interés, personajes, color,
arquitectura.5
Pilar Millán Astray (1879-1949), dramaturga de éxito en los años veinte del pasado siglo y
de ideología conservadora, también mostró en diversas formas su admiración por Galdós. En
su primera comedia, que obtuvo un gran triunfo teatral, El Juramento de la Primorosa, hace a
su protagonista, Dolores, mujer fuerte, de gran carácter, buen corazón y que tiene un gran
sentido del honor, descendiente directa de la Primorosa galdosiana que aparece en varios
Episodios Nacionales de la primera Serie,6 y toma el nombre de este personaje, creado por don
Benito, como apodo de su heroína y por tanto como parte del título de su obra. La Primorosa
concebida por Galdós era, según su autor, “una mujer del pueblo, gruesa, garbosa, de ojos
vivos, lengua expedita y expeditísimas manos”7 que tomó parte activa en los acontecimientos
que se desarrollaron en Madrid en aquellos días históricos en que se iniciaba la lucha contra los
franceses. Con esta mujer de temperamento, popular y recia, de principios e ideas firmes que
defiende a Daoiz o que no vacila en abofetear a quien le impide ver la llegada de Fernando VII,
es con la que Pilar Millán Astray entronca a su principal personaje femenino, lo que le
permitirá dar más fuerza y garra a su figura, así como hacerla portadora de una serie de valores
tradicionales que la autora defiende. La referencia a estos honoríficos antecedentes familiares
de la protagonista se repiten cuando don Miguelito, conocido de Dolores, comente que
conoció: “muy viejecita a la bisabuela de su novia; hija de la célebre Primorosa, la manola que
inmortalizó el gran Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales”.8 En otra intervención de este
personaje, hay un nuevo testimonio sobre la manola, así como sobre algunos hechos narrados
en el episodio de El 19 de marzo y el dos de mayo creado por don Benito que sin duda
evidencian el interés de la dramaturga por la obra galdosiana y por su autor, predilección que
de nuevo se hará patente cuando años más tarde Pilar Millán Astray escriba un artículo
elogioso sobre el escritor canario, titulado “Cuando conocí a D. Benito Pérez Galdós”, y cuya
publicación se anunció en el diario Informaciones en 1949.
Margarita Nelken (1894-1968), crítica de arte, escritora, periodista y política, defensora de
los derechos femeninos y figura intelectual de importancia en las primeras décadas del siglo XX
y en la Segunda República española, que fue amiga personal de Galdós, al que visitó en Madrid
y en Santander, según se deduce de algunas cartas que se conservan, escribió, ya en el exilio
mexicano, un texto sobre el escritor canario que a continuación comentaremos más
ampliamente y que considero de interés recuperar ya que, al igual que en el caso anterior,
aporta una visión de Galdós a través de una voz femenina, la de una autora que conoció al gran
creador de tantos personajes de mujeres, de una joven que trató personalmente al escritor que
tan bien describió el alma de sus contemporáneas.
Margarita Nelken amiga de Pérez Galdós
María Teresa Lea Nelken y Mansberger, más conocida como Margarita Nelken, ocupa un
papel importante en la cultura y en la vida política españolas del primer tercio del siglo XX.
Fue, entre otras actividades, crítico de arte, escritora, periodista, ensayista y conferenciante;
mujer culta y preocupada por su entorno dedicó gran parte de sus esfuerzos a defender a los
débiles, sobre todo a las mujeres y a los niños, y desempeñó un importante papel en la vida
pública y en la vida política de su momento. Diputada durante las tres legislaturas de la
República, militó en el partido socialista y más tarde ingresó en el partido comunista,
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desplegando una gran actividad a favor de la causa republicana durante la Guerra Civil. Al
finalizar ésta pasaría a Francia y después a México donde vivió y trabajó hasta su muerte en
1968. Estas son tan solo algunas pinceladas relativas a su persona y a su amplia labor
profesional y política ya que es prácticamente imposible resumir en breves minutos la compleja
personalidad de una mujer como Margarita Nelken, pero, sin duda, su idiosincrasia debía
traslucirse ya en aquella joven vanguardista y culta que hacia 1916-1917 conoció Benito Pérez
Galdós, al que visitaba en su hogar y del que ella guardó un cariñoso recuerdo y una profunda
admiración, como manifestaría años más tarde al evocar la figura y el recuerdo del escritor
canario.
Es de sobra sabido que Pérez Galdós fue un gran conocedor del universo femenino y su
interés por este ámbito se hace patente en la diversidad de mujeres —de todo tipo y
condición— llenas de matices que habitan en sus obras y que nos ofrecen un amplio mosaico
que recoge múltiples caracteres femeninos, así como el papel ejercido por la mujer en la
sociedad de su época. Asimismo es fácil observar que el escritor estaba interesado literaria y
personalmente en mujeres de talento, cultas y que en algún modo se salían de los modelos
sociales impuestos e intentaban, a pesar de las múltiples dificultades, buscar su propio espacio;
como señala Carmen Simón Palmer “Es indudable la admiración de Galdós por mujeres de
inteligencia fuera de lo común y que en la mayoría de los casos se salieron del comportamiento
habitual de su sexo”.9 Esta admiración por un determinado prototipo de mujer, que se observa
perceptiblemente a través de su obra y también en sus relaciones personales, puede aclararnos
que Margarita Nelken, que reunía esas características que podían llamar la atención del
escritor, formara parte del círculo de amistades de don Benito en los últimos años de su vida.
Pedro Ortiz Armengol menciona como el escritor recibía en su casa de Hilarión Eslava a los
amigos entre los que menciona a Margarita Nelken:
Si coincidían alguna vez Margarita Xirgu y la Nelken —escritora y pintora, ésta con
20 años apenas cumplidos, con amplia cultura europea y ya en las vanguardias
políticas y artísticas—, Galdós exclamaba que ya estaban allí sus dos margaritas y que
había entrado la primavera.10
La relación amistosa y de respeto que unió a Margarita Nelken y a Galdós se hace patente
en el texto que ella dedicó a la persona del escritor años más tarde, y también se puede
observar en las escasas11 y breves cartas que de ella se conservan, ya que las de don Benito se
perdieron cuando Margarita salió hacia el exilio tras el final de la Guerra Civil española. La
pérdida de estas cartas, junto a otras pertenencias de gran valor sentimental para ella, es
señalada por la escritora en diversas ocasiones, una de ellas en el texto escrito en Méjico,
artículo dedicado a rememorar la figura del autor canario y que finaliza con el lamento por la
pérdida de la correspondencia del escritor:
Entre las escasas pérdidas materiales a cuya desaparición jamás habremos de
resignarnos, están aquellas cartas, de letra incierta, temblorosa, en que don Benito, ya
casi totalmente ciego, cuando dejábamos transcurrir varios días sin visitarle, se nos
quejaba por ello, y preguntaba si sus Margaritas (la otra era Margarita Xirgu, con
quien muchos días íbamos a la casa madrileña de la calle Hilarión Eslava, y, algunos
veranos, a San Quintín), si sus Margaritas ya le habían olvidado.12
Aunque las epístolas conservadas aportan pocos datos para profundizar en la amistad y
relación que unió a Galdós con Margarita Nelken y su hermana —la dramaturga Magda
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Donato—, permite, al menos, percibir algunos testimonios a los que luego ella se referirá en su
escrito de 1947. La primera carta que se conserva es de 1917 y en ella la joven escritora hace
referencia a la visita que recientemente le han hecho en Santander y le da las gracias por los
libros de Galdós que Margarita Xirgu le ha anunciado va a recibir; asimismo en esta misiva le
comenta que espera con impaciencia que el escritor venga a Madrid, para “aprovechar su
amable invitación de ir a visitarle”, y le anuncia el envío de su Glosario, primera publicación de
Margarita Nelken, que se había editado ese mismo año y que figura en los libros de la
biblioteca de Galdós.13 De este primer libro de Margarita Nelken dice Paul Preston que “era un
típico libro de emociones: no es un libro de crítica; es un libro de intimidad con algunas
intimidades que supieron ser escogidas y exaltadas”.14 En esta obra Margarita escribe sobre el
escultor Julio Antonio, —fallecido en febrero de ese año de 1917— con el que había
mantenido una relación personal, y que, al parecer, fue el padre de su hija.
Las otras dos cartas ofrecen menos datos que nos permitan profundizar en la amistad del ya
anciano escritor y la joven autora que comenzaba su andadura profesional, ya que en la
siguiente epístola conservada, de Noviembre de 1917, Margarita le solicita una invitación para
asistir a la lectura de una obra de Galdós, de la que se propone hacer una crónica y le comenta
el grato recuerdo del domingo anterior en que le había visitado. La siguiente, y última de la que
hay constancia, es de mayo de 1918 y la escribe su hermana, Magda Donato, debido a que
Margarita se encuentra enferma, y en ella, ambas, le piden disculpas por no haberle visitado
esos días, debido a la enfermedad de Margarita.
Aunque estas tres cartas podrían ser, simplemente, las de una admiradora más del gran
escritor, el texto que Margarita Nelken escribió en Méjico, evocando sus recuerdos de esos
años, aporta datos y vivencias que muestran que la admiradora es una persona que ha tenido
un trato relativamente frecuente con don Benito y que ha penetrado en la cotidianeidad de su
hogar familiar.
Pérez Galdós visto por Margarita Nelken
En 1947 en su exilio mejicano Margarita Nelken prepara un libro titulado Presencias y
Evocaciones, en el que se propuso recoger sus recuerdos de personajes importantes de la
cultura y la política internacional. En el inicio del mismo, en un breve prólogo titulado
“¿Retratos?”, señala que la finalidad de este trabajo era la de dejar constancia de algunos
momentos vividos, fijándolos en el papel para que pervivieran a los dolores personales, a las
inevitables pérdidas y a la lejanía provocada por el exilio. Por ello a la pregunta retórica que
abría su escrito, Margarita respondía:
Tal vez. Pero, no ciertamente lo que por tal suele entenderse en literatura. Más bien la
necesidad de dejar constancia —para otros— de unos momentos. De no dejar
perderse unos perfiles, acusados o apenas esfumados, de vidas cuyos pormenores,
hasta el —en apariencia— menos interesante, enriquecen, o en determinada ocasión,
enriquecieron nuestra propia vida.15
Y añadía que al escribirlo su deseo era:
volver a oír voces que ya no oiremos sino en el eco que en nosotros despierten. O el
sentir de nuevo la embriaguez, ya imposible, de ciertos descubrimientos, que otros
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quizá ya tenían por suyos, pero que, un día siquiera, nuestra emoción nos hizo creer
nuestros.16
Este libro de tan sugerente título, Presencias y Evocaciones, en el que Margarita rememora,
desde diferentes perspectivas, las figuras de, Lorca, Unamuno, los hermanos Álvarez Quintero,
Manuel Machado, Espronceda, Picasso, Gutierrez Solana, o Falla, así como otros creadores y
políticos internacionales como Dickens, Zola, Rimbaud, Gabriela Mistral, Max Jacob o Rodin,
por citar algunos de los nombres más conocidos, se abre con un trabajo titulado “Una vida
española: Don Benito Pérez Galdós”, que sin duda ya anuncia cual va a ser su contenido, pues
como ella explica, en el propio texto, no quería ni analizar ni glosar la obra galdosiana, sino
rememorar algunos aspectos de la vida de don Benito, así como evocar algunos momentos
compartidos y pequeñas anécdotas cotidianas, indicando que estos recuerdos, acercarían la
figura del escritor a sus lectores:
Seguros estamos de que estas aparentes nimiedades; de que estas pequeñas anécdotas,
servirán para aproximar mejor al lector a la significación de quien supo encerrar en
sus páginas buena parte del alma de su patria. Buena parte del alma de su tiempo.17
Este texto inédito, que se conserva en el Archivo Histórico de Madrid, está compuesto por
ocho holandesas de papel cebolla,18 mecanografiadas, aunque numeradas a mano desde la
página 6 a la 13. Tras el título, aparece tachado “(De Figuras, de Margarita Nelken)”, lo que
podría indicar que este pudo ser el título inicial, o que este trabajo se escribió pensando en otro
libro. Sea lo que fuere, la autora siempre se planteó que la figura de Galdós abriera este
conjunto de evocaciones y remembranzas de personas por las que ella, por razones diversas,
sentía gran interés y respeto.19
Como hemos apuntado y como señala su autora, este trabajo es más un esbozo de la
persona de Pérez Galdós que un análisis de su gigantesca obra literaria que, Margarita, casi no
menciona salvo en dos o tres momentos en que se refiere brevemente a ella, por ejemplo al
inicio cuando destaca su importancia cultural en el panorama español, o cuando subraya el
interés del autor por el teatro, atracción que mantuvo hasta el final de sus días, a lo que se
añade una breve referencia al polémico estreno de Electra. Pero aun cuando este texto carece
de juicios críticos en relación con la ingente labor creadora galdosiana es indudable que este
pequeño ensayo plantea varios puntos de interés, como el de presentar al lector rasgos vitales y
humanos, así como pequeñas notas cotidianas, de un autor del que no se han realizado muchas
biografías, y que siempre ocultó con gran esmero su intimidad, y sobre el que en esos años —
las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo XX— apenas se había escrito en relación con
su faceta más íntima y humana. A esta recuperación de la persona del escritor hay que añadir,
en esta ocasión, que la voz que nos cuenta a Galdós, al anciano Galdós, que nos dibuja la
imagen del gran autor, es una voz femenina y progresista que admira en él, su tolerancia, su
respeto por los demás, su interés por los que empezaban, y otra serie de cualidades de don
Benito, que permiten deducir que quien ha creado esta evocación admira aún más al ser
humano que al escritor ilustre.
La amistad, el respeto y la admiración llevarán a Margarita Nelken a trazar un boceto
biográfico de don Benito a través de recordar pequeños acontecimientos y diversas anécdotas,
algunas recogidas por otros autores, o por el mismo Galdós en esos brevísimos y
desmemoriados retazos de su vida que alguna vez contó, como lo relativo al nombre de su
finca de Santander, los numerosos regalos y recuerdos de todo el mundo que en ella se
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guardaban, o el incidente relacionado con mamá Dolores y la reacción de ésta ante el primer
homenaje recibido por su hijo, aunque Nelken también señala como don Benito había
aprendido de ella un gran respeto para la casa y para las señoras que en ella vivían, actitud que
el escritor mantuvo a lo largo del tiempo. Sobre la anécdota relacionada con mamá Dolores
cuenta Margarita:
De su madre, mujer extremadamente rígida en sus principios —gustaba él contarnos
como, al enterarse de que a Benitín, cual le llamó siempre, le habían dado un banquete
con ocasión de su primer triunfo: el de La Fontana de Oro, había exclamado con
disgusto: ¿Qué es eso de un banquete? Benitín, lo que tiene que hacer es trabajar y
dejarse de frivolidades—.20
A través del texto de Margarita Nelken, es factible aproximarnos a la metódica vida del
escritor y a los horarios que la regían en Madrid durante el invierno y en Santander los meses
de verano. Según Nelken un día de la vida de Pérez Galdós en su ancianidad discurría así:
En Madrid, recibíanse más visitas. La calle, también, ocupaba más tiempo. Las
jornadas casi invariablemente, eran así: don Benito se hacía llamar entre siete y media
y ocho; leía —o, en los últimos años, se hacía leer— la prensa (de todos los matices y
colores); a las diez y media, u once menos cuarto pedía el coche —su berlina, tirada
por un caballo— y regresaba puntualmente a las dos para el almuerzo. Por la tarde,
trabajaba algo, sin gran empeño. Recibía algunas visitas, o volvía a pedir el coche a
eso de las cuatro y media, para regresar, también muy puntualmente, antes de las
ocho.21
Los horarios de Santander eran diferentes a los madrileños así como las actividades
desarrolladas en este lugar tan querido por Pérez Galdós, que tanto se había esforzado para
construirlo y que tanto había contribuido para su realización y decoración. En esta residencia el
escritor pasaba largas temporadas y, con el tiempo, adquirió una mayor importancia que el
domicilio de Madrid:
Aquí la existencia de trabajo era intensísima. Despertar: a las cinco y media. Se le
subía a la alcoba el desayuno —(un jarro grande de café y otro de leche; primero,
llenaba la taza de café negro, y, a medida que la iba apurando, a sorbos, la iba
llenando con la leche)—; hojeaba la prensa, y bajaba al despacho, de donde no salía
hasta las dos, para el almuerzo. Este, prolongábase en una pequeña sobremesa con los
familiares. Después, otro rato al despacho, a corregir las cuartillas escritas en la
mañana y a despachar la correspondencia. Por fin, a eso de las cinco, don Benito salía
a la huerta hasta la hora de la cena —en verano, las nueve o nueve y media— que
tomaba en el comedor; tras lo cual, de inmediato, subía a acostarse.22
En San Quintín, donde nunca faltaban las flores, el mayor orgullo de don Benito era su
huerto del que se ocupaba él en persona y con cuyos frutos gustaba de obsequiar a sus amigos
y donde Galdós ponía curiosos nombres a los árboles y a sus animales por los que sentía gran
afecto, como dos pequeños patos a los que bautizó con el nombre de Rinconete y Cortadillo,
pero Nelken comenta que su amor por los animales se hacía extensivo a todos ellos y cuenta el
interés despertado en don Benito por un humilde ratón que atravesaba su sala en alguna
tertulia vespertina.
VIII Congreso Galdosiano
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Además, a través de las palabras de Nelken, podemos conocer ciertas aficiones culinarias o
algunas pequeñas manías, como el hecho de que en los últimos años la cena la tomaba en la
cama siendo siempre el mismo menú: “una sopa de ajo, dos huevos duros y un té con leche”, o
que en San Quintín todas las tardes tomaba leche en un jarro de peltre, o su afición, a pesar de
su sobriedad, por un dulce hecho a base de yema y azúcar, llamado Glorias de Portugal, que
se fabricaba únicamente en la Confitería Martinho de la calle Arenal. Sus amigos, que conocían
este pequeño gusto, le obsequiaban con grandes bandejas de este postre el día de su santo.
Pero Margarita Nelken no sólo narra pequeños hechos cotidianos que sin duda permiten un
mejor conocimiento del ser humano que fue Galdós, sino que también hace referencia a sus
cualidades artísticas como dibujante o músico y comenta su predilección por Bach y
Beethoven, que según la autora “eran sus dioses” y cuyas obras interpretaba en ocasiones en
un armonium portátil.
En este repaso biográfico, o más bien debiéramos decir vital, Nelken incluye varias
anécdotas que muestran el interés de Galdós por el universo infantil, entre ellas menciona,
señalando lo importante y emotivo que fue para ella, como el escritor le pidió una foto para su
despacho de San Quintín, “pero que sea con la niña, no se le olvide”. La hija de Margarita, la
pequeña Magda, que sólo tenía dos años “salió enfurruñada y esa carita malhumorada de la
niña a don Benito le entusiasmó”. Su querencia por los niños se observa en otro de los hechos
narrados, en una ocasión en que Margarita le pregunta a Galdós que cómo sufría a una señora
muy cargante que le visitaba, el escritor le explica que soportaba a la señora por estar con sus
hijos:
Recuerdo también un verano en Santander, en que cada tarde recibía la visita de una
señora extranjera con sus dos niños. La señora era pedantuela, si jamás las hubo, y se
creía en la obligación de hacer gala, ante el escritor ilustre, de sus conocimientos
literarios. A don Benito, su charla remilgada e insulsa le sacaba de quicio. Y un día en
que su petulancia de basbleu había resultado más enfadosa aún que de costumbre, al
preguntarle yo después a don Benito como tenía paciencia bastante para aguantarla
tan de seguido y si era que la tomaba de modelo para algún personaje de una obra en
curso, me explicó: Es que, si ella no viene, no vienen los niños.23 (9)
En su evocación del universo cotidiano de don Benito también se refiere Margarita Nelken a
Rafaelita la hija del torero Machaquito que se crió en el hogar de Galdós y a “la que tuvo
consigo desde antes de que anduviera sola”, y comenta que el escritor transmitió a la niña su
afición por El Quijote, y por sus músicos preferidos, considerando que tanto Cervantes como
éstos eran las dos bases de la cultura. Nelken también cuenta que fue Galdós quien enseñó
piano a la pequeña y señala con humor que “él mismo le guió los primeros intentos pianísticos,
haciéndole tocar, con un dedo, La Marsellesa”.24
Al final de su artículo, tras estas y otras anécdotas y acontecimientos cotidianos que nos
presentan a Galdós en su universo cotidiano y que, fundamentalmente, muestra a los lectores
su faceta más humana, la autora habla más concretamente de la persona así como de sus
cualidades y define a Galdós como “Republicano y liberal, enemigo acérrimo de todos los
fanatismos y tolerante para todas las convicciones”,25 características que siempre se habían
resaltado en relación con su figura, pero que se hacían más patentes, como ella explica, en
aquellos años, de resentimiento y de fanatismo, en los que se crea este texto, en aquel tiempo
de dictadura, represión y exilio. Asimismo Margarita Nelken hace una referencia al
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anticlericalismo de don Benito, aunque señala que éste siempre se mantuvo “distante de cuanto
oliese a demagogias antirreligiosas”26 y comenta su amistad con el Obispo de Jaca, al que el
autor llama Machaquito, porque llevaba el manteo de forma muy torera; así mismo declara que
Galdós nunca consintió que en su hogar, donde algunos miembros de la familia tenían firmes
convicciones religiosas se discutiera o se polemizara sobre religión. También resalta Margarita
Nelken el gran sentido de la amistad del escritor canario que podía compartir este sentimiento
con personas tan distintas como Pablo Iglesias y Maura o con Dato y Gumersindo Azcárate, y,
a la vez, menciona algunos nombres de sus amigos íntimos entre los que, ella, cita a Pereda,
Menéndez Pelayo, Tolosa Latour y Francisco Giner de los Ríos.
En este esbozo biográfico que hemos comentado brevemente se trasluce la admiración de
Margarita Nelken por Galdós, pero también se hace patente su amistad con él y la importancia
que ésta tuvo para ella, amistad que le permitió conocer al escritor en la intimidad de su hogar
familiar y que la hace recordar diversas anécdotas que junto a las pequeñas referencias a lo
diario, a lo corriente, nos aproximan al universo cotidiano en el que habitaba don Benito. No
encontramos aquí análisis valorativos del escritor insigne; ni excesivos panegíricos, ni elogios
desmesurados; lo que nos comunica la narración de Nelken es la vida del escritor, definida en
esas anécdotas casi cotidianas, en sus costumbres, en sus aficiones, en el discurrir de sus días,
en el que podemos observar sus metódicos horarios de Madrid o de San Quintín; en el que nos
aproximamos a su gusto por los animales, a su amor por los niños y por la gente sencilla, a su
respeto por el hogar familiar, a su sentido de la amistad, a su afición por el huerto de San
Quintín y lo que en él se producía; a su interés por el teatro que perduró hasta los últimos días
de su vida; a su casi eterna juventud, que se manifestaba en miles de detalles y que conservó
hasta su muerte. En definitiva el texto de Margarita Nelken nos ofrece, años después del
fallecimiento del escritor, una imagen casi fotográfica o fílmica de don Benito, y a través de
este sugestivo retrato recreado por la escritora nos acercamos a la persona, al hombre, origen
sin duda del creador de tantos personajes geniales que perviven en la mente de sus lectores.
Pero esta instantánea narrativa también nos permite el conocimiento de un ser humano de
características excepcionales, sobrio en sus costumbres, amante de la música, aficionado al
dibujo, republicano y liberal pero sobre todo tolerante, amigo de sus amigos y respetuoso con
los otros, aunque éstos mantuvieran ideas contrarias y opuestas a las suyas.
El agradecimiento por la atención dedicada a una joven que empieza, pero sobre todo el
respeto y la admiración de Margarita Nelken hacia Galdós, se muestra en todo el texto y como
ejemplo puede servirno el penúltimo párrafo que es un perfecto resumen de lo expuesto con
anterioridad por la escritora y de sus opiniones sobre el insigne autor:
Don Benito: antes que como escritor genial; antes que como a uno de los nombres
señeros de nuestras letras, al que siempre torna el lector ansioso de buena prosa
castellana y de contacto con las palpitaciones del pueblo español expresado en su
médula, sus amigos le recordamos siempre, y en esta hora crucial de exacerbación de
fanatismos y egoísmos con más fuerza todavía, como al hombre que supo hacer de la
comprensión y de la efusión cordial preceptos fundamentales de conducta.
Republicano inveterado, le quedaba agradecido a Isabel II, que le había recibido con
especial deferencia cuando, por tres veces, y presentado por Cánovas, la había
visitado, en su destierro de París, para recabar de ella ciertos datos y precisiones
necesarias a los Episodios. Ajeno en absoluto a toda práctica religiosa, jamás permitió
que en su casa, en donde algunos de sus familiares eran creyentes, se rozara el tema
de la religión. Y, en fin, ¿cómo olvidar que él, habituado como cosa natural, a las más
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rendidas muestras de respeto de las más altas personalidades, tuvo, para nuestros
primeros pasos juveniles en la literatura, el aliento incomparable de su benevolencia?27
Conclusiones
Considero que el interés de la recuperación de este escrito reside no sólo en recobrar una
importante y curiosa opinión de una creadora y de una mujer de tan compleja personalidad
sobre la figura del autor que tanto aportó a la cultura española de su tiempo, sino también en
que a través de una voz femenina nos aproximamos a un gran escritor, pero sobre todo al ser
humano que lo sustenta.
El trabajo de Margarita Nelken nos retrotrae en el tiempo y nos acerca a la vida de Galdós
en su ancianidad, permitiéndonos convivir durante un breve espacio de tiempo con don Benito,
conocerle un poco más en su día a día, en sus últimos tiempos de trabajador infatigable y de
observador preocupado, casi hasta su muerte, por el mundo que le rodeaba. Pero, además, a
través de la evocación de Margarita, que sin duda, sentía una gran admiración por Galdós y su
obra literaria, nos acercamos a la figura humana, y nos encontramos ante un hombre de
convicciones firmes, pero sobre todo ante un ser tolerante y respetuoso que “supo hacer de la
comprensión y de la efusión cordial preceptos fundamentales de conducta”, normas esenciales
que se encuentran en sus obras, y que muchos autores posteriores admiraron y que, como
Margarita Nelken y Cernuda, señalaron y resaltaron pasados los años, sobre todo cuando esos
valores habían sido sustituidos por el odio y la rivalidad, por la intransigencia y la
incomprensión hacia todo el que plantease presupuestos o ideas contrarias a lo impuesto desde
el poder.
En resumen, al analizar el texto elaborado por Margarita Nelken en el exilio mexicano en
1947 observamos, a través de su admiración y de su emoción, la reconstrucción de una vida
dibujada en pequeñas anécdotas, en pequeños hechos cotidianos, que sin duda sirven de marco
para encuadrar la imagen del creador Galdós. Y es a partir de la emoción y de la admiración de
Margarita Nelken como su evocación acerca a los lectores, como ella pretendía, la figura del
gran escritor, aquel que plasmó en sus “páginas buena parte del alma de su patria. Buena parte
del alma de su tiempo”.
Margarita Nelken evoca a Galdós
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NOTAS
1 El título general de la composición poética, dedicado a Carlos Otero, es “Díptico Español”, y está
compuesto por dos poemas I. Es lástima que fuera mi tierra. II. Bien está que fuera tu tierra. Luís
Cernuda, Antología poética. 1979, Alianza Editorial, Madrid, pp. 190-200.
2 Luís Cernuda, op. cit., 1979, Alianza Editorial, Madrid, p. 200.
3 Edgar Neville, Obras Selectas. 1969, Biblioteca Nueva, Madrid, pp. 739-744.
4 Edgar Neville, op. cit., p. 740.
5 Texto recogido por Mª Luisa Burguera en Edgar Neville. Entre el humor y la nostalgia. Institució Alfons el
Magnanim, Valencia, 1999, p. 234.
6 Este personaje galdosiano aparece en los Episodios, La Corte de Carlos IV, El 19 de marzo y el 2 de mayo
y Napoleón en Chamartín.
7 Benito Pérez Galdós. El 19 de marzo y el dos de mayo. 1980, Alianza Editorial, Madrid, p. 110.
8 Pilar Millan Astray. El juramento de la Primorosa. 1924, Ed. Suc. R.Velasco. Madrid, p. 23.
9 Mª del Carmen Simón Palmer, “Sofía Casanova, autora de La Madeja”. 1990, en Actas III Congreso
Internacional Galdosiano. Tomo II, Las Palmas, p. 531.
10 Pedro Ortiz Armengol, Vida de Galdós, 1996, Crítica., Barcelona, p. 787.
11 Aunque según el libro de Sebastián de la Nuez, Biblioteca y Archivo de la Casa Museo Pérez Galdós,
1990, Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas, en Las Palmas se conservaban de Margarita Nelken
a Galdós 6 cartas, de 1905 a 1918 y una sin fecha (p. 309), sólo he localizado tres en la Casa-Museo de
Las Palmas, dos correspondientes al año 1917 y una de 1918.
12 Margarita Nelken, Presencias y Evocaciones, 1947, Texto inédito, Méjico, p. 13.
13 Sebastián de la Nuez, Biblioteca y Archivo de la Casa Museo Pérez Galdos, 1990, Cabildo Insular de
Gran Canaria, Las Palmas, p. 105. El resto de publicaciones de Margarita Nelken es posterior al
fallecimiento de Galdós y evidentemente no figura ninguna de ellas en la biblioteca del escritor
14 Paul Preston, Palomas de guerra, 2001, Plaza y Janés, Barcelona, p. 266. El subrayado es del autor.
15 Margarita Nelken, op. cit., p. 2.
16 Margarita Nelken, op. cit., p. 2.
17 Margarita Nelken, op. cit., p. 6.
18 El papel dada su fragilidad se encuentra en muy mal estado, sobre todo los bordes laterales.
19 El que su remembranza de Galdós fuera el trabajo que abriera el libro, también nos lo indica la
numeración de las páginas, que inicialmente era mecanografiada y que después se corrigió manualmente,
pasando la hoja 2 a ser la 7 y así sucesivamente.
20 Margarita Nelken, op. cit., p. 7.
21 Margarita Nelken, op. cit., pp. 6-7.
22 Margarita Nelken, op. cit., p. 8.
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23 Margarita Nelken, op. cit., p. 9.
24 Margarita Nelken, op. cit., p. 9.
25 Margarita Nelken, op. cit., p. 9.
26 Margarita Nelken, op. cit., p. 10.
27 Margarita Nelken, op. cit., p. 13.