SANTA JUANA DE CASTILLA,
LA MUJER ANTES QUE REINA
Emilia Ana Fierro Sánchez
Laredo, puerto santanderino del Cantábrico, 20 agosto 1496; la reina Isabel la Católica
duerme a bordo del barco de la flota con 15.000 españoles —de los que morirán 9.000 en
Gelanda antes de regresar con la hermana de Felipe el Hermoso, Margarita de Austria para que
se case con su hijo Juan— en que viajará a Flandes para casar con el Hermoso su tercera hija,
de 16 años, Juana 1479-1555, a la que llamaba cariñosamente “mi suegra” por su parecido con
la madre de Fernando de Aragón; la despide acompañada de sus hijos Isabel (1470-98, viuda
de Alfonso de Portugal, que contraería segundas nupcias con su cuñado Manuel en 1497 y
moriría de parto el 98 y en 1500 su hijo Miguel, que hubiera unido la península Ibérica, jurado
heredero de Castilla, Aragón y Portugal), Juan (1478-97, cuyo hijo póstumo nació muerto),
María (1482-1517, casaría en 1500 con el viudo de su hermana y, de sus 10 hijos, la
portuguesa Isabel esposaría con Carlos V) y Catalina (1485-1536, casó en 1502 con Arturo de
Gales y al enviudar el año 09, con su hermano Enrique VIII tendría a María Tudor, esposa y
tía de Felipe II y reina de Inglaterra).
Esa política matrimonial la había iniciado Isabel consigo misma, al casar con Fernando de
Aragón, tan nieto como ella de Juan I de Castilla. (Juan II casó con su prima María de Aragón,
de quien nació Enrique IV padre de la mal llamada “Beltraneja”, y en segundas nupcias con
Isabel de Portugal (madre de Isabel y Alfonso) que moriría recluida en Arévalo
—clamando “¡Don Álvaro!” de Luna— como su nieta cautiva en Tordesillas).
Cuando Juana parte a Flandes deja atrás una vida activa: Educada por Beatriz Galindo “la
Latina” es una chiquilla vivaz y bien dispuesta en música e idiomas; nació al término de la
guerra civil iniciada en 1475; el 28-1-76 Burgos se rinde a los isabelinos, tras las batallas de
Toro y Albuera, paz con Francia aliada de Portugal y Juana “B”, (y el 4-9-79 tratado de
Alcaçovas paz de las tercerías); el 15-11-80 Juana “B” profesa en las clarisas de Coimbra: su
tía Isabel la Católica había sido su madrina de bautizo, y su tío Fernando intentó, tras enviudar,
casarse con ella (para seguir reinando en Castilla al inhabilitar a su hija Juana ya muerto el
Hermoso, pero Cisneros gobernaría hasta Carlos) antes de casar con Germana de Foix,
poniendo en peligro la unidad española, pues si Fernando hubiera tenido un varón de Germana,
Aragón hubiera pasado a Francia, tal era el modelo de El Príncipe de Maquiavelo ¿“el fin
justifica los medios”?
Otros hechos cercanos al nacimiento de Juana fueron, en noviembre de 1478, la bula de
fundación de la Inquisición (otra vez difieren las intenciones de Isabel —la unidad de fe
nacional— y Fernando —gozar las riquezas de los enviados a la hoguera—); el 2 enero 1482 la
guerra de Granada, en cuyo campamento sufrieron un incendio antes de fundar Santa Fe; el
descubrimiento de América (novelado por Sorkunde Francés en Isabel reina de América, cuya
verdadera protagonista es Juana, que alienta a Colón con su rosa de los vientos). Colón ve a
Isabel en Alcalá el 20-1-1486, el 88 al rey de Portugal, el 89 vuelve a la corte de Castilla, el 91
va a la Rábida y el 17-4-92 capitula en Santa Fe; por fin zarpa el 3-8 y el 12-10 descubre el
nuevo mundo —que tomará el nombre de Américo Vespuccio— y lo ofrecerá a los Reyes en
Santa Juana de Castilla, la mujer antes que Reina
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Barcelona el 13-4-93. El 31 de marzo del 92 se había expulsado a los judíos que no se
bautizaran en cuatro meses, 36 mil familias en diáspora a Noráfrica, Turquía, Inglaterra,
América, Palestina, Italia y Balcanes, (en Salónica aún conservan los sefardíes el folklore del
XV); el 7 diciembre se atenta contra Fernando en Barcelona; el 95 guerrea con Italia; el 19-12-
96 Alejandro VI los titula “Católicos”.
Tras la marcha de Juana fallece su abuela materna; el 99 Cisneros “convierte” Granada
forzando en 1500 a los musulmanes y tras una guerra, se expulsa el 12-2-02 a los no
convertidos, quedan los moriscos. Nuevamente Fernando llena sus arcas para sus guerras con
la idea religiosa isabelina, sincera en ella, precursora del ius gentium con sus “indios”. En dos
años, 1499 y 1500, suceden los “cuchillos” de Isabel: se le mueren sus hijos Isabel y Juan y su
nieto Miguel; queda sucesora Juana, que ya había dado muestras de “desequilibrio mental”
cuando la retuvieron en España tras la vuelta de Felipe a Flandes; en verano de 1504 enferman
Isabel y Fernando; ella testa el 12 octubre y añade codicilo el 23 noviembre y fallece en Medina
el 26, siendo trasladados a Granada sus restos.
Pero veamos esa “locura de amor”: Juana recala el 31 de agosto en Portland (donde la ve el
viejo Enrique VII de Inglaterra que pedirá su mano al enviudar ella, Fernando pide un breve al
papa Julio II para enterrar a Felipe; Juana pretexta el luto: “no tan aína” o presto; el inglés
morirá de tisis galopante el 21-4-1509); la futura archiduquesa de Austria y condesa de Flandes
llega a Holanda el 8 septiembre 96, día de Nª Sª, y se desilusiona al no recibirla su esposo
Felipe el Hermoso; se adentra en los Países Bajos durante un mes: de Bergen a Amberes donde
saluda a Margarita de York, viuda de Carlos el Temerario (a quien quitó Luis IX el ducado de
Borgoña por el que aún pugnaría Carlos V con Francisco I; el duque Felipe el Bueno había
fundado el Toisón de Oro en 1429); allí guarda cama, y por fin el 12 de octubre se encuentran
en Lierre, donde consuman el matrimonio con la bendición de un sacerdote presente antes de
los esponsales oficiales. El choque de la austera educación española, en que fray Luis de León
aconsejaba a La perfecta casada soporte la autoridad del marido y no consienta por ninguna
ocasión que se divida la paz; y la libertad sexual nórdica, el descubrimiento de Eros, convertirá
a Juana, según su marido, en una schrecklich, una “terrible” de la que escapará a otros brazos.
(El melancólico Carlos V advertirá a Felipe II huya de la consunción por amor a Margarita de
Austria que llevó a la muerte al delicado Juan; Carlos en Yuste llevará la misoginia al extremo
de apenas ver a sus hermanas; el demonio meridiano que ataca al monje y al poeta, la melaina
jolé saturnina según el Problema xxx de Aristóteles se relaciona con la sabiduría o genialidad
en perspectiva ético-estoica: Ganivet nota en su Idearium español la impronta oriental árabejudía
de nostalgia por la pérdida del paraíso).
Y es precisamente lo que no entiende Juana: que si ella debe bastarle y sobrarle él no le sea
fiel. (La mujer espiritual diviniza la pasión). Ese paraíso erótico que Felipe le abrió al
desposarla no será el Edén de dos almas gemelas unidas hasta el más allá, no bastando este
paso o camino terrenal; hay un soneto barroco español que preguntará qué mantiene a los
amantes trabados de lenguas, brazos y piernas y responde que Amor, que quiere cortar la tela
(mito de las Parcas) y fundir las almas; Garcilaso clama a la divina Elisa ir al cielo que “con
inmortales pies pisas y mides… sin miedo y sobresalto de perderte”, y San Juan de la Cruz,
salomoniza la mística al amor carnal en vía unitiva:
¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
VIII Congreso Galdosiano
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Pues ya no eres esquiva
acaba ya, si quieres,
rompe la tela de este dulce encuentro.
Y prosifica la exégesis:
(...) está tan cerca de la bienaventuranza, que no la divide sino una leve tela: y como
ve que aquella llama delicada de amor que en ella arde, cada vez que la está
embistiendo la está glorificando con suave y fuerte gloria, tanto que, cada vez que la
absorbe y embiste le parece que le va a dar la vida eterna, y que va a romper la tela de
la vida mortal, y que falta muy poco, y que por este poco no acaba de ser glorificada
esencialmente: dice con gran deseo a la llama —que es el Espíritu Santo— que rompa
ya la vida mortal por aquel dulce encuentro, en que de veras la acabe de comunicar lo
que cada vez parece que le va a dar y hacer cuando la encuentra que es glorificada
entera y perfectamente.
(Freud interpretó un orgasmo en el éxtasis de Santa Teresa —barrocamente expresado por
el escultor Bernini— “Vi un ángel cabe mí” que le introducía un dardo en las entrañas y
parecía llevárselas con él). Menéndez Pelayo en Heterodoxos españoles nos habla de
“Procesos de varios santos varones falsamente acusados de iluminados”, entre ellos Santa
Teresa y, San Juan de la Cruz.
Elena Soriano hablando del donjuanismo femenino cita a Lenormand “El Burlador es un
alma de mujer en un cuerpo de hombre” —caso opuesto al de Juana, acorde al papel redentor
de la mujer en Zorrilla: “Es el Dios de la clemencia el Dios de Don Juan Tenorio”— y al poeta
Xowley: “cuando dos almas se funden hay felicidad; pero ésta no es completa hasta que los
cuerpos no se unen”
En 1922, Emilio Vellando ve La función social de la mujer emancipada y libre de tutelas
ajenas a su conciencia, purificada en las aguas de la razón y en el fuego del sentimiento
humanitario universal, “nuestra compañera en todos los momentos, no sólo en aquellos en que
no la desea nuestra alma, sino nuestro cuerpo esclavo de mandatos específicos” para ser
“maestras de los hombres que soñamos mejores... guía moral desde su cuna. “El hacer que
vuestros hijos sean troncos espirituales de vuestros árboles éticos, exige que no sufran ningún
injerto extraño a vuestra propia ideología sentimental y reflexiva. Debéis trasmitirle
directamente vuestra propia vocación y vuestro propio raciocinio”. Que la práctica del bien dé
íntima satisfacción, no por premio o castigo, sino un querer consciente solidario por
inclinación reflexiva al bien no por bondad emotiva o caridad defensiva.
En la época de Juana no había esa solidaridad social, (el monarca autoritario goza vasallaje
sin el recíproco servicio de protección y espejo de virtudes del principio de la Reconquista), ni
ella trasmite a sus hijos educación alguna, (cuidados por su doble cuñada Margarita de Austria
hermana de Felipe y viuda de Juan): Leonor 1498-1557 —reina de Portugal al casar con
Manuel, y en segundas nupcias, de Francia, con Francisco I—; Carlos 1500-56 —futuro
emperador de Alemania y rey, con su madre Juana, de España, casa con Isabel de Portugal y
funda, el educado en Alemania, la rama española de los Habsburgo—; Isabel 1501-28 —reina
de Dinamarca al casar con Christian II—; y María 1505-56 —reina de Hungría y Bohemia al
casar con Luis— nacidos en Gante y Bruselas; en España nacen el 4º, Fernando I 1502-64
—emperador de Alemania al abdicar Carlos V (y España en su hijo Felipe II que casaría con
Santa Juana de Castilla, la mujer antes que Reina
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María de Portugal, María Tudor, Isabel Valois y Ana de Francia), fundador de la rama
austriaca de los Habsburgo el criado con sus abuelos Católicos, casa con Ana de Bohemia— y
la 6ª, póstuma, Catalina 1507-77, vivo retrato de Felipe el Hermoso, que la acompaña en su
cautiverio de Tordesillas y cuando llegan a España los dos mayores apenas los reconoce:
“¿Pero de verdad sois mis hijos?” y los despide a descansar del viaje; éstos se apiadan del
aspecto de su hermana y la raptan agujerando el muro para llevarla a la corte, pero la niña se
compadece de su madre que clama por ella y retorna hasta casar con Juan III, reina de
Portugal. La única con quien convivió no fue educada o cuidada por ella, recibió su consuelo.
Pero Juana fue buena hija —no se rebeló a que su padre Fernando la incapacitara
recluyéndola— y buena madre: ella sabía que era la Reina, y que Carlos reinaría en común con
ella hasta su muerte, cuando curiosamente abdica en su hermano e hijo para retirarse a Yuste y
morir el año siguiente; “No me pidáis que obre contra mi hijo” había dicho Juana a los
Comuneros Padilla, Bravo y Maldonado sublevados a su favor contra las “alimañas” alemanas.
Buena hija excepto cuando su madre Isabel quiere retenerla en España “en ninguna manera
quería venir sin su marido por lo mucho que lo quería”; habiendo partido a Flandes su esposo
“ella no hacía sino gemir y llorar”; su enajenación fue el “cuarto cuchillo” que aceleró la
muerte de Isabel:
Y entonces ella me habló tan reciamente de palabras de tanto desacatamiento y tan
fuera de lo que hija debe decir a su madre, que si yo no viera la disposición en que ella
estaba, yo no se las sufriera en ninguna manera.
Juana llega con su esposo y descubre una amante suya a la que corta el cabello y, lejos de
recuperar el amor de Felipe, éste la insulta, golpea y encierra por ello: La ofensa más grande
que se puede hacer a una mujer consciente de su valor es preterirla a alguien inferior; y Juana
era muy consciente de su rango regio, como había demostrado cuando, lejos Felipe de la
advertencia de los Católicos que fueran a España sin pasar por Francia, enemiga por pleitos de
Nápoles y Sicilia, Juana no acepta la limosna en la iglesia que la reina francesa quiere darle
para ofrendar en misa como vasallo que era Felipe por Borgoña, sino da de su propio
monedero, y espera que salga la reina con su séquito para salir ella sola distante. En cuanto a
su enajenación, reconoce que si su madre tan dueña de sus actos, perdía la compostura con las
infidelidades de Fernando, —aunque educó en palacio a hijos bastardos— como dice de Isabel
el padre Mariana: “tenía amor a su marido pero mezclado con celos y sospechas”, ella también
podría curarse de estos celos, no locura; se justifica Juana: “Si en algo yo usé de pasión y dexé
de tener el estado que convenía a mi dignidad, notorio es que no fue otra la causa sino celos...
y no sólo se halla en mí esta pasión, mas la Reina, mi señora, a quien dé Dios gloria, que fue
tan eçelente y escogida persona en el mundo, fue asimismo celosa, más el tiempo saneó a S.A.,
como plazerá a Dios que hará a mí”.
Estremecedora confianza en su recuperación (que hubiera cambiado la historia) si hubiera
tenido cuidado médico a tiempo o al menos consuelo o comprensión; (su hija María se
deprimió al enviudar de Luis II de Hungría a los 21 años fue nombrada por Carlos V en 1531
gobernadora de los Países Bajos y al consolarla su hermano se recupera y lo mismo su hermana
Isabel, animada por su homónima madre en España al enviudar en Portugal); pero según
contesta un enviado de su aún viva y alarmada madre por los rumores de maltrato y encierro,
con Juana en Flandes no hay “persona viva”, nadie a su favor, excepto su séquito español, del
que tal vez se la incomunica. Por cierto que antes de su desvarío, a su llegada recién casada
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está tan embebida en el amor, que ignora las quejas de los españoles que mueren de hambre;
también V. Aranda en su película “Juana la Loca” nos la muestra indiferente al destino español
absorta en descubrir la letra entre sus cortesanas de una carta a su marido, episodio de la
“Bobadilla” mora inventado por Tamayo. Jo Labany pregunta ¿Por qué Galdós la santifica al
preferir a la rebelión la cristiana mansedumbre o renuncia al poder? ¿Para aceptar el papel
sumiso de la mujer culpando a otra, su madre “loca” como llama Erasmo a los grandes héroes
que han enaltecido la humanidad? Otras películas son las mudas de Baños 1909 y Villar 1926,
hasta la de Orduña en 1948 con Aurora Bautista que se inspira en el drama de Tamayo
de 1855.
A diferencia de Tamayo y cineastas, Galdós no se centra en la vida de Juana y Felipe, sino
en la víspera de morir la “reina”, con la ficticia escapada a Villalba de Alcor rememorando a los
Comuneros degollados en vano. Castilla (“mística y guerrera”, Santa Teresa y el Cid) fue
símbolo de noventayochistas: Machado contrasta el ayer y hoy: “La madre ayer fecunda en
grandes capitanes/madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes”, campana gregaria rutina
de viejas enlutadas. Maragall dice que España es también el catalán: “Escolta Hispania la veu
d’un fil quet parla en llingua no castellana” y ve Castilla “una madre ebria de sangre” donde
Darío ve “sangre fecunda” de “mil cachorros del león español”.
El artículo de Pardo Bazán “Un drama psicológico en la Historia: Doña Juana la Loca según
los últimos documentos” reseñando el libro de Rodríguez Villa subrayado por Galdós en 1892,
cuando leía, y no ciego en su memoria en 1918, La reina doña Juana la Loca, estudio
histórico , señala la funesta sustitución del culto de Dios por la idolatría del marido en la
Institución de la mujer cristiana de Luis Vives, cultura de princesas del Renacimiento que
recibió Juana, encrucijada medieval teocéntrica hacia el humanismo. Sabemos que también leyó
el Proemio de Fray Alonso Martín de Córdoba y Jardín de nobles doncellas.
Menéndez Pelayo habla en Heterodoxos españoles sobre “La casa de Austria en sus
relaciones con el luteranismo. Supuesta herejía de doña Juana la Loca, Carlos V y el príncipe
Don Carlos” y clama: “¡Protestante doña Juana la Loca! El que semejante dislate se haya
tomado en sério y merecido discusión, dá la medida de la crítica de estos tiempos... el prusiano
Bergenroth, hábil copista y paleógrafo pero ajeno de criterio histórico... halló en Simancas e
imprimió triunfalmente en 1868... “no loca sino luterana” y perseguida y atormentada como tal
por su padre Fernando el Católico y por su hijo Carlos V”. Según Pelayo: “La locura de doña
Juana fue locura de amor, fueron celos de su marido, y bien fundados, y muy anteriores al
nacimiento del luteranismo; como que ya estaba monomaniaca en 1504. De su piedad antes de
esta crisis no puede dudarse. En 15 de enero de 1499 escribía de ella el prior de los Dominicos
de Santa Cruz de Segovia que “tenía buenas partes de buena cristiana y que había en su casa
tanta religión como en una estrecha observancia” en su cautiverio mosén Ferrer le dio “trato de
cuerda” para obligarla a comer y el marqués Denia dice oía misa con devoción, pero le cambió
su confesor franciscano fray Juan de Ávila por un dominico y en los últimos años el padre
Cienfuegos en su Vida de San Francisco de Borja dice que tenía “horror a todo lo que fuese
acción de piedad”.
En cuanto a Carlos V, Pelayo destaca su “acendrado catolicismo pese al saco de Roma y
acto cesarista y anticanónico del Interim y vacilaciones de atajar sedición, lucha”; en
testamento a su hijo le pide “favorezca el Santo Oficio de la Inquisición por los muchos y
grandes daños que por ella se quitan y castigan”; a los monjes de Yuste contará: “Erré en no
matar a Lutero” por la palabra (humana) que le di de salvoconducto “debí vengar una injuria
Santa Juana de Castilla, la mujer antes que Reina
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hecha a Dios”.Al hijo de Felipe II y María de Portugal, el príncipe Don Carlos, lo tilda de
“alimaña estúpida, niño tontiloco”.Y de Erasmo y sus obras, dice: “Hombre de complexión
débil y valetudinaria, de carácter irresoluto, ni para el bien ni para el mal tenía grande firmeza.
Por eso no fue ni del todo católico ni del todo protestante” “Hijo natural, a la fuerza fraile”
busca ciencia viva y filosofía fundada en las Escrituras y los Padres”.
Veamos la obra dentro del teatro galdosiano: Federico C. Sainz de Robles nos dice que
en 27 años Galdós estrenó 22 obras (más dos inéditas, Antón Caballero y Un joven de
provecho); 7 dialogadas de novelas: Realidad —para hacer pensar, no padecer— La loca de la
casa —inspirada en Ángel Guerra— El Abuelo, Casandra, Gerona, Zaragoza —drama lírico,
partitura de Lapuerta— y Doña Perfecta; y las agrupa según el público en: éxitos apoteósicos
(Realidad, La de San Quintin, Electra y El Abuelo); grandes éxitos (La loca de la casa, Doña
Perfecta, Pedro Minio, Celia en los infiernos y Sor Simona); éxitos (Mariucha, El tacaño
Salomón, Santa Juana de Castilla); succés d’estime (Voluntad, La fiera, Zaragoza, Alma y
vida, Bárbara, Amor y ciencia, Casandra, Alceste); fracasos (Gerona y Los condenados
—reestrenada en 1914 con éxito—).
La tragicomedia en 3 actos se estrenó en el Teatro de la Princesa de Madrid, el 8 de mayo
de 1918, interpretada por Margarita Xirgu (la actriz de su primer estreno, Realidad, fue María
Guerrero).
En la acotación del acto I Galdós decora la sala del palacio de Tordesillas con sendos óleos
de Isabel la Católica y Carlos V copia de Tiziano; madre e hijo sin transición, Juana congelada
en el tiempo al morir el Hermoso; el veedor Mogica y el contino Valdenebros planean dar a la
cautiva reina un paseo campestre a la arboleda de Foraño, donde el papa Alejandro trazó bula
N/S para los descubrimientos lusos e hispanos; recordando las glorias de Colón Juana añora:
“Hubiera querido yo ser tan grande como mi madre”. Finkenthal recuerda la diferente visión de
Galdós sobre Isabel en su Prólogo a “Vieja España” de Salaverría: “Aquella excelente señora,
reina famosa entre todas las reinas, espejo de las mujeres, hizo ciertamente grandes cosas, pero
le faltó una, la principal y más importante para el porvenir de sus súbditos. No vio, o no la
dejaron ver, que si antes de morir hubiera desatado nuestras conciencias, habría hecho más por
nosotros que descubriendo cien Américas y conquistando doscientas Granadas”. (La fé en sí
mismo obliga al contexto social). Cadalso en las Cartas Marruecas vio los católicos como los
últimos españoles: “Nególes el cielo un hijo varón”, y siguen Austrias y Borbones.
Mogica dice a Marisancha una inexactitud cronológica: que Erasmo regaló a Juana en
Gante su Elogio de la locura, que fue publicado en Basilea en 1510, leído por León X.
Marisancha dice que Juana no asiste a “cirimonias” pero acepta humilde que la “fachendosa”
marquesa Denia use sus coches y palafrenes; lleva la religión en su alma piadosa que ama a los
limpios de corazón; aislada, su cabeza es libro con páginas sin numeración o fechas. Aguilar le
anuncia la visita de Francisco Borja, nieto del papa Alejandro VI Borgia, duque de Gandía
caballerizo de su nuera Isabel y Juana se identifica con el pueblo: (Más que enviarle
confesores) “Mi hijo, desconocedor de las virtudes de este pueblo, donde abundan los
corazones rectos y las inteligencias despejadas, nos ha traido acá una nube de flamencos (“una
caterva” dirá Peronuño) Valdenebros la compadece:”. Su vida ha sido un suplicio: el amor
desatinado a su esposo y la privación del gobierno de Castilla por Fernando y Cisneros.
(Galdós la presenta quejosa de esa exclusión, inhabilitada; pero fue voluntaria:”No me pidáis
obre contra mi hijo”, dijo a los Comuneros). El paseo es evasión que indigna a Denia: “Pues yo
mando en la Reina y en todo”. Valdenebros clama “¿Cómo ha de tener salud esta pobre mujer
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que sólo es Reina en el nombre, a quien no se le permite el inocente recreo de hablar con sus
súbditos y respirar el aire campesino?” Borja resolverá “como Sacerdote y Caballero”, (ideal
medieval de armas y letras como Alfonso X y Garcilaso).
En el acto II Juana charla con los aldeanos: el anciano Peronuño conoció a la reina Isabel:
“Cuando se la llevó Dios, estos pueblos quedaron desamparados y huérfanos. Y luego nos han
traido esa caterva de flamencos que rebañan los maravedises ganados con tantas fatigas” y
recuerda a los degollados en Villalar; Juana evoca el ánimo de Padilla: “Amigos, ayer fue día
de pelear como caballeros, hoy es día de morir como cristianos”: el día más triste de su vida.
La aldeana Pocamisa plantó latines al cura: “Si quiere que yo me quede rezando aquí, vaya en
mi lugar, coja el azadón, lábreme la tierra y cuídeme a los críos” (Marta y María); y pide a la
Reina les libre de “pechos, alcabalas, feros, gabelas que se lleva el fruto de su sudor a tierra de
flamencos y los países de romanos, de italianos, de turcos y los de infieles que son las
alimañas” —Alemanias querrás decir —“Lo mesmo da”. Juana parafrasea a Cristo con
Sanchico: —“Dejad que los niños se acerquen a mí”; el niño no quiere ser cura sino emular al
Gran Capitán y Juana lo anima: “La paz y la guerra combinadas hacen felices a los pueblos”
(frase hoy desacorde al deseo pacifista por las guerras “anticipadas” de USA cuya factura crea
deuda externa, y el dólar —palabra procedente de “doblón”— no es oro sino papel). Juana
responde al ¡Viva la Reina de Castilla! “De nombre nada más” y Peronuño: “Su Alteza no es
Reina efectiva porque no quiere serlo”, la castellana legítima es ella; y Pocamisa: “Bienvenido
el Imperio si nos ampara, pero que esta santa Reina sea nuestra Emperadora” Valdenebros
acalla sus deseos comuneros: “Será Reina efectiva de Castilla cuando ella se determine a
cambiar su caristiana mansedumbre por una ambición gallarda más conforme con los deseos de
su pueblo”. Borja dice a las aldeanas: “¡Mujeres castellanas: llevad con cuidado el cuerpo de
esta Reina, que ha padecido durante luengos años sin conduelo de nadie, sin exhalar una queja,
sin protestar contra sus opresores! ¡Es una santa!”
El acto III es la muerte de Juana, sólo quiere agua fresca y pura como Erasmo pide pureza
de nuestro corazón y rectitud de nuestras acciones; Borja lo ha leído y la tranquiliza: nada
contra el dogma, sátira contra teólogos enrevesados, beatas histéricas... llama locos a los que
enaltecen la Humanidad: Marco Aurelio, Trajano, Pelayo, Alfonso X, Fernando el Sabio “Y
vuestra gloriosa madre Isabel”. Galdós suple las palabras de Juana “JC crucificado sea
conmigo” por las ficticias “¡Jesús mío, siempre te adoré!... Dame la eterna paz, que ansío.” Y
tras rezar Borja el credo hasta llegar a “y en JC su único hijo” expira: “¡Santa reina!
¡Desdichada mujer! Tú, que has amado... padecido... socorriste a los pobres y consolaste a los
humildes sin vanagloriarte, en el seno de Dios Nuestro Padre encontrarás la merecida
recompensa.” Como el “Sanctus” de la misa, tres veces: una clama el pueblo, dos proclama y
unge Borja Curioso: Galdós omite en boca de Juana un recuerdo para Felipe, causa de su
“locura de amor”.
Extracto
“Te quiero mujer, no santa”, dijo a María Egipciaca su esposo León Roch. Y el amigo
Manso quiere más a la imperfecta Irene que a su soñada “Minerva coetánea”. La mayoría de
los títulos de obras de Galdós son nombres de mujer, desde los comienzos de sus tesis sobre la
intolerancia social y religiosa (en Doña Perfecta y Gloria) hasta los dramas Electra y el que
nos ocupa. En su paso de lo real a lo inverosímil de El caballero encantado y La razón de la
sinrazón hechiza a un Señor convirtiéndolo en labrador para que viva la empatía cristiana y
kantiana. Cintia y Atenaida son trasunto (como vemos en su epistolario) de su amada maestra
Santa Juana de Castilla, la mujer antes que Reina
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Teodosia Gandarias, con la que sueña educar España. Pardo Bazán había comentado años
antes que el tema de Juana era más digno de Shakespeare que el de su hermana Catalina de
Inglaterra. La erasmista universal no reinó como su madre Isabel que impuso el catolicismo
nacional (olvidando “A Dios...y al César”). También comparamos el tratamiento ético ficciónhistoria
de Galdós con el de otros autores.
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