MIGUEL SARMIENTO SALOM Y BENITO PÉREZ

GALDÓS: LA ADMIRACIÓN DESDE LA DISTANCIA

Ana María Fernández Rodríguez

Miguel Sarmiento Salom

A pesar de que los estudiosos más reconocidos de la narrativa modernista en Canarias,

Pablo Quintana1 y Lázaro Santana,2 elogian encarecidamente la figura del periodista y prosista

Miguel Sarmiento Salom, hasta hoy carecemos de un estudio exhaustivo de su obra.3 Por ello,

consideramos necesario hacer un breve esbozo biográfico.

Miguel Sarmiento nació en Las Palmas de Gran Canaria en agosto de 1876, en el seno de

una familia vinculada con el mar y el comercio (su padre era capitán de marina mercante). A

los catorce años se traslada a Palma de Mallorca, tierra natal de su madre, a causa del

fallecimiento del padre y para estar más cerca de su hermano Arturo, el primogénito, que se

hallaba estudiando en Barcelona. Tras una breve estancia en Las Palmas a finales del siglo XIX,

se marcha a su vez a la ciudad condal para, igual que Arturo, realizar los estudios de Derecho.

Nunca llegaría a terminar la carrera, ya que allí se aficionó a acudir a las tertulias literarias y a

las redacciones de periódicos y revistas. Comenzó a ganarse la vida como periodista, actividad

que desempeñaría hasta el final de sus días. Sus principales ocupaciones fueron la elaboración

de críticas teatrales y artísticas, porque no se debe olvidar que la pintura fue su otra gran

pasión. Es destacable el hecho de que de su pluma salió la primera crítica en castellano

conocida sobre una exposición de un jovencísimo Picasso4 en Barcelona.

Fue amigo de personalidades de la talla de Santiago Rusiñol, con el que escribió una

obra de teatro, Miguel Santos Oliver, Ángel Guimerá, Gabriel Alomar, Ángel Guerra, Juan

Alcover, etc.

Residió en Palma de Mallorca, Barcelona, Madrid, Génova, Roma y los últimos años

regresó a Las Palmas de Gran Canaria, cargado de proyectos, proyectos que se vieron

truncados por una enfermedad renal que acabó con su vida en pocos días, concretamente el 24

de junio de 1926.

De su labor como narrador vieron la luz en volumen: Muchachita,5 Así,6 Al largo7 y Lo

que fui.8

El teatro de Pérez Galdós visto por Miguel Sarmiento

Las obras teatrales de Benito Pérez Galdós de las que Miguel Sarmiento realiza críticas en

diferentes publicaciones canarias, barcelonesas y mallorquinas son las siguientes: Electra,

Mariucha, El Abuelo, Bárbara, Casandra y Santa Juana de Castilla.

En el caso de Electra,9 analizada en el artículo “Colaboración. Un drama y un pueblo”

publicado en La Última Hora de Palma de Mallorca el 18 de febrero de 1901, la obra

dramática le sirve a Miguel Sarmiento como excusa en su artículo, ya que confiesa

Miguel Sarmiento Salom y Benito Pérez Galdós…

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abiertamente: “No conocemos Electra. Hasta nosotros no han llegado sino fragmentos muy

breves.” Nuestro periodista tiene una visión pesimista ante el revuelo que ha levantado el

estreno de la obra, por dos razones principales.

La primera, porque no cree que la excitación popular fructifique finalmente en un proceso

revolucionario, ya que el cuerpo social carece de empuje, y a las pruebas se remite: “El público

que hoy proclama, hasta el delirio, la frase encendida y el ademán resuelto de Máximo, es el

público de todas las asonadas y motines que durante muchos años han venido sucediéndose en

España, sin trascendencia social alguna.” Especialmente frustrante encuentra Miguel Sarmiento

la actitud de los jóvenes, que se muestran indiferentes hacia la política y no se sienten

vinculados a su país, por lo tanto, son los grandes responsables de lo que sucede:

Porque ellos son los únicos que podrían preparar y encauzar la revolución, si la

revolución ha de venir; adiestrar las generaciones faltas de rumbo; restablecer el

concepto de la libertad en su acepción legítima para que en el día del choque y en el

momento del sacrificio inevitable la sangre vertida no resulta ni estéril, ni odiosa.

Y la segunda, porque al confrontar a Galdós con Émile Zola, las diferencias entre ambos le

parecen tan evidentes que no comparte las ideas de quienes quieren equipararlos:

En Galdós el artista y el apóstol viven separados; en Zola el apóstol y el artista forman

un alma única. Hasta en la manera de concebir sus obras se distinguen. En las suyas,

Galdós es el poeta del hombre; sus figuras, si bien pueden tomarse como símbolo de

una clase social, se destacan siempre aisladas de la fantasía y viven solas en el

recuerdo. En cambio, cada novela de Zola es un himno que cruza el arroyo como un

canto de pelea; en cada página las muchedumbres se agitan y se retuercen.

El estreno de Mariucha se produjo en el teatro El dorado de Barcelona en julio de 1903.

Benito Pérez Galdós se desplazó a la capital catalana para asistir al estreno y a los ensayos, y

de su presencia en la capital catalana se había hecho eco igualmente Miguel Sarmiento en las

páginas de La Tribuna de Barcelona el 25 de junio en el artículo titulado “Pérez Galdós”.

Nuestro periodista argumenta que Mariucha no representa novedad alguna dentro de la

dramaturgia galdosiana y que se asemeja, especialmente en su final, a La de San Quintín. Por

lo tanto, concluye: “Por eso, en las obras de Galdós nos atrae más que la tesis, la parte

artística, el conflicto en lo que tiene de humano, de espontáneo, sin más solución que la que

pueden dar de sí las condiciones de los caracteres y el medio en que la lucha se libra.”

Lo que sí se atreve a reprocharle a su paisano es que la obra peca de excesivamente teatral,

lo que, en su opinión, mata la naturalidad de diálogo: “En Mariucha abundan las

transposiciones y cierta precisión literaria, que si dan más sonoridad y concisión a la frase, le

quitan seguramente el calor de vida que la expresión más natural, no la más exacta, infunde

al diálogo”.

Otro aspecto que le parece igualmente negativo es que, a pesar de los aplausos unánimes

que cosechó del público, la obra le dejó la sensación de ser una hermosa sucesión de cuadros

sin la suficiente cohesión interna. Después de hacer un repaso somero de los actos y de algunas

escenas que le parecen por lo general poco convincentes, se queja de que el final esté teñido de

melodrama.

VIII Congreso Galdosiano

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El último párrafo de su artículo, va dirigido a demostrar la admiración y el respeto que le

merecen tanto Galdós como su obra:

He ahí nuestras impresiones. Van escritas al vuelo; pero van dichas con todo el

respeto, con toda la sinceridad que Galdós se merece. Para nosotros, para la

generación que llega hoy a la lucha, Galdós es algo muy grande, muy querido, muy

venerado. Su nombre es una bandera; todos hemos aprendido a leer en sus obras; en

sus obras estrechadas por nuestras manos trémulas en el primer impulso de bondad y

de abnegación, que el arte, sinceramente sentido, supera siempre.

Casi un año después, e igualmente en La Tribuna de Barcelona, se publica el artículo que

lleva por título “Estrenos. El Abuelo” el 2 de julio de 1904. La obra había sido representada el

día anterior en el teatro Novedades.

Lo que mueve a Miguel Sarmiento, aparte de la admiración que profesa al dramaturgo y

novelista, es la curiosidad por ver cómo ha transformado la novela dialogada en obra teatral, si

bien con cierto temor de que no se hubiera efectuado con la destreza esperada.

Desafortunadamente, ve confirmados sus temores, y se queja de que la obra dramática no

ha escapado de la monotonía de las escenas en las que el anciano conde de Albrit trata de

averiguar cuál de las dos niñas es su nieta auténtica. Tampoco le parece que la obra llegue a la

butaca, porque el espectador no puede identificarse con el protagonista ni éste tiene brío para

erigirse en símbolo de una clase social ya en decadencia ni tampoco para destacarse como

individualidad definida nítidamente (esto, añade Sarmiento, sí se encuentra en otros personajes

galdosianos). El personaje está ahogado bajo la retórica, y ésta no permite acceder a él como

ser humano. En conclusión, el gran error de Galdós para él se resume en esta frase: “Abusa del

tono declamatorio, de las bellas frases sonoras”.

Sin embargo, Pío Coronado, sí lo juzga el crítico un hallazgo como personaje, puesto que

deja traslucir su humanidad sin caer en la grandilocuencia. A este personaje achaca Sarmiento

lo más lucido del drama: “Las escenas del cuarto y quinto actos, entre Coronado y el señor de

Albrit, son las más hermosas del drama. Recuerdo los episodios mejores de las mejores novelas

madrileñas.”

Concluye su crítica señalando que los aplausos no fueron demasiados y que tiene la

impresión de que Pérez Galdós desaprovechó gran parte del potencial de la novela al llevarla a

las tablas.

Las páginas del periódico barcelonés La Tribuna recogen el siguiente artículo en el que

Miguel Sarmiento se ocupa de un estreno de Galdós. Bajo el título de “En Novedades”, el 5 de

junio de 1906, trata del estreno de Bárbara. Comienza el texto haciendo un resumen del

argumento de la obra, para, a continuación, compartir con el lector que la obra le ha recordado

alguna del autor francés Victorien Sardou, y, además, lo peor de su dramaturgia: “por lo

incoloro de la tragicomedia; por el sabor a libreto de ópera, fácil de percibir en todos los

actos”. La opinión del periodista es evidentemente negativa hacia la obra que acaba de

presenciar.

Los personajes le parecen en general poco dibujados y sin una actuación provocada por el

desarrollo del argumento, sin reacciones lógicas y adecuadas a lo que ha sucedido con

Miguel Sarmiento Salom y Benito Pérez Galdós…

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anterioridad. Todo esto, según Sarmiento, es lo que provoca que el espectador no se emocione

en ningún momento de la representación.

No obstante, el peor de los defectos vuelve a ser, como recuerda haber señalado al

estrenarse Mariucha, la falta de naturalidad del diálogo: “Galdós, que en sus novelas se mostró

siempre maestro insuperable en el diálogo, recurre con demasiada frecuencia en sus comedias a

la frase literaria”. Este defecto llega a provocar incluso que el espectador olvide que está ante

una producción del mismísimo Pérez Galdós y actúe con condescendencia. Y termina

añadiendo, no sin cierta ironía, que con estas opiniones no pretende influir sobre el maestro,

porque sabe que éste no escucha a nadie en este punto, por mucho que las opiniones sean casi

unánimes.

Las páginas de La Tribuna de Barcelona10 acogen el 14 de julio de 1905 el artículo titulado

“Refugio”, en el que elogia la virtud de la ciudad provinciana para inspirar a los autores, entre

los que incluye a Galdós, puesto que el Madrid alejado de la Corte también lo es.

Bajo el título de “Divagaciones. Casandra” ve la luz en La Tribuna de Barcelona el 10 de

enero de 1906 una serie de reflexiones muy interesantes de Miguel Sarmiento sobre la figura

de Pérez Galdós como dramaturgo. En este artículo nuestro periodista medita sobre la idea

generalizada de que Galdós es un autor ya superado, que no mueve a discusiones. Sarmiento lo

compara con Ibsen y, aunque reconoce que no son equiparables, explica por qué los juzga

igualmente válidos. En primer lugar porque en España hay cuestiones sociopolíticas vitales aún

sin resolver, ya superadas en el país nórdico. En segundo lugar, subraya que Galdós es, ante

todo, un novelista y que en las ocasiones en las que ha intentado cultivar la literatura

simbolista, no ha logrado dotar a sus personajes de aliento suficiente para que las multitudes se

identifiquen con ellos.

Tras esta larga introducción, se ocupa de comentar Casandra, obra que se esfuerza por

desvincular de toda intención revolucionaria. Llega más allá al negarle a Galdós la categoría de

“apóstol”, porque la ironía y el escepticismo descolocan al espectador, y porque tampoco sabe

crear modelos que encarnen sus aspiraciones: “La mano fuerte, decidida, que sabe encontrar al

primer golpe los puntos flacos del templo en ruinas, vacila y duda al edificar”. Para Miguel

Sarmiento, la labor del novelista ilustre consiste en abrir camino para los que vengan después.

Debemos esperar hasta el 16 de junio de 1918 para encontrar el próximo artículo en el que

Miguel Sarmiento realice una crítica de una obra dramática galdosiana. Este día se publica en

La Publicidad de Barcelona el artículo “Los estrenos” en el que se habla brevemente de la

representación en el Teatro Novedades de Santa Juana de Castilla. Esta obra decepciona al

crítico, que se había creado grandes esperanzas, igual que su íntimo amigo el intelectual

mallorquín Gabriel Alomar. Para Sarmiento la labor de Pérez Galdós se ha limitado a la de

transcribir los hechos ya sobradamente conocidos sin utilizar su imaginación y sensibilidad para

penetrar en el alma del personaje y de Castilla misma. Según su opinión, la obra va decayendo

en calidad, aunque el primer acto: “Es diáfano, sobrio, exposición y planteamiento acertados

de las circunstancias y figuras que rodearon a doña Juana al acabar la vida”. Por no encontrar

nada acertado, ni le agrada la interpretación que de la reina castellana hace Margarita Xirgu.

Podemos concluir que la admiración que sentía Miguel Sarmiento hacia la figura de Galdós

novelista no se hacía extensiva a su labor como dramaturgo, labor a la que achaca muchos de

los defectos que sufre el teatro de su momento y que conocía bien por su labor de crítico

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teatral. Mejor que nosotros, las palabras con las que Sarmiento define el valor que tiene para él

Galdós en un artículo publicado en La Tribuna de Barcelona el 23 de febrero de 1905 bajo la

denominación de “Los apóstoles”11 pueden ilustrar lo que llevamos dicho:

No el Galdós de Electra, precisamente el drama que entusiasmó hasta el delirio a

nuestros buenos revolucionarios, a los que gritan contra los conventos y mandan a sus

hijos al aula de los frailes. No[,] el Galdós, autor de las novelas madrileñas, cuadros

de vida maravillosos, pero tal vez demasiado “totalizados” para poder influir en el

ánimo de una nación tan heterogénea como la nuestra. Hablo del Galdós de los

Episodios, del Galdós que ha hecho revivir nuestra historia, la más inmediata a

nosotros, la que conocemos menos íntimamente y la que más debiera interesarnos.

Relaciones personales entre Miguel Sarmiento y Benito Pérez Galdós

Las relaciones personales entre los dos grancanarios pueden rastrearse desde la infancia de

Miguel Sarmiento en Las Palmas, aunque en este caso las personas con las que trataba eran las

hermanas del célebre escritor. En su libro de tintes autobiográficos Lo que fui, concretamente

en el capítulo “Luna, lunera...” Sarmiento habla de estas dos señoras que vigilaban sus juegos

infantiles:

Testigos de nuestros juegos eran tres señoras que vivían a espalda de casa: las

hermanas de don Benito Pérez Galdós. Diariamente, después de comer, subían las tres

señoras a pasearse por su terrado. Desde allí presenciaban nuestros entretenimientos,

sonreían a nuestras ocurrencias e intervenían, conciliadoras, en nuestras disputas.

Nosotros respetábamos, aparentemente, su intervención, pero, en el fondo, nos

rebelábamos contra ellas, indignados. “¡Mironas, más que mironas!”, les decíamos en

voz baja para que no nos oyeran. Y “Mironas” les llamamos siempre; ¡a ellas, las muy

amables, que, por advertimos, interrumpían su charla y sus contemplaciones!

Al cabo del tiempo, estos recuerdos vuelven a hacerse presentes al narrador, cuando

durante su estancia en Madrid en 1915, al enterarse del fallecimiento de una de las hermanas de

don Benito, la madre de don José Hurtado de Mendoza, decide acudir con un amigo al entierro

y así nos describe púdicamente su emoción:

Alargué la cabeza, tendí la mirada, y alcancé a ver el rostro afilado de la viejecita. No

la reconocí, no; pero era ella, la que allá, en mi ciudad, me sonrió cuando la vida, toda

porvenir entonces, me sonreía también. Llegado el instante de cerrar el ataúd, me

retiré al vestíbulo. No quise profanar con mi presencia el momento de la despedida,

tanto más triste cuanto más callada. Para distraerme me acerqué a la vitrina donde

don Benito conserva un ejemplar de las ediciones de lujo de sus obras. Cosa extraña:

todos los títulos parecían dislocados. El vidrio tal vez...

En otro momento, un amigo entrañable de Miguel Sarmiento, el escritor lanzaroteño Ángel

Guerra, elogia en una carta a Galdós, fechada el 8 de julio de 1903, el buen hacer como

periodista de nuestro autor ante el inminente estreno de Mariucha en la ciudad condal: “Si hay

trenes baratos, iré al estreno. Si no, haré que El Globo encargue la crítica a Miguelito

Sarmiento, un chico paisano que está en La Tribuna y escribe muy bien”.12

Miguel Sarmiento Salom y Benito Pérez Galdós…

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Si bien parece evidente que Sarmiento y Galdós tuvieron contacto personal como muy tarde

en 1915, lo más probable sea que se conocieran en cualquiera de las múltiples visitas anteriores

del novelista a Barcelona. En La Publicidad de esta misma ciudad, aparece un artículo bajo el

título de “Informaciones teatrales. Confesiones de artistas” en el que Sarmiento entrevista a

dos actrices de la talla de Rosario Pino y Margarita Xirgu. A esta última, que considera

acertadamente como la actriz que puede encarnar a la perfección las protagonistas del teatro

nuevo que tiene que llegar inminentemente, la acompaña mientras esperan la llegada en tren de

don Benito desde Madrid, y van charlando de sus últimos éxitos y de los próximos estrenos.

La figura de don Benito, ya mayor y ciego, está tratada con toda la ternura de la que es

capaz la pluma de Sarmiento:

Los ojos, vencidos de tanto escudriñar la vida, se esfuerzan por ver. Del brazo de

Margarita Xirgu sube don Benito lentamente al Paseo de Gracia. Camina como un

Homero, que al dejar de contemplar su derredor próximo, mira —sin ver— a gran

distancia o a lo profundo. Al salir del arroyo, al bañarse en el sol que le espera, don

Benito se detiene y sonríe, con una sonrisa de viejo amigo, a la ciudad.

Más de un año más tarde, el 27 de junio de 1918, nuevamente las páginas de La Tribuna de

Barcelona sirven de testigo de un banquete que se le ofrece a Galdós en el Hotel Bristol por

parte de la intelectualidad barcelonesa. El artículo lleva por título “Homenaje a Pérez Galdós.

El banquete de anoche”. La excusa para homenajearlo es que la compañía de Margarita Xirgu

ha organizado una semana dedicada exclusivamente a la representación de obras de Galdós,

que ha servido para estrenar El amigo Manso y Santa Juana de Castilla.

El artículo está escrito elogiosamente, y no escatima a la hora de reconocer las virtudes de

Pérez Galdós como novelista y dramaturgo que ha influido en su época y que sigue influyendo

en esos días. Es para Sarmiento, sin lugar a dudas, el mejor retratista del país:

A Galdós se le ha tildado de sectario, se le ha querido confundir con la turbamulta de

quienes han escrito exclusivamente para la galería; y al cabo de algunos años, por su

potencia evocadora y por su fidelidad en transcribir nuestro espíritu nacional, ha

habido que reconocer en él al escritor que ha penetrado mejor, con más imparcialidad

que nadie, los defectos por todos reconocidos y las virtudes aún posibles de nuestra

raza desdichada.

A continuación ofrece la nómina de los asistentes, de los que destaca la heterogeneidad de

su procedencia intelectual y política. Resaltamos sólo los nombres que nos parecen más

destacables: Miguel Santos Oliver (periodista, director de La Vanguardia, y escritor

mallorquín), Enrique Borrás (actor catalán), Ángel Guimerá, Morales Pareja (alcalde de

Barcelona), etc. Oliver es el encargado de pronunciar el discurso en el que equipara la valía de

Galdós con la de Balzac y Dickens.

El último texto en el que Miguel Sarmiento escribe sobre la vertiente humana de Pérez

Galdós, “Recuerdos de su vida. Don Benito y su país nativo”,13 fue recogido en las páginas del

diario La Prensa de Santa Cruz de Tenerife, dirigido por Leoncio Rodríguez, con motivo del

número homenaje que se publicó el 6 de enero de 1920 con motivo de la muerte del ilustre

escritor.

VIII Congreso Galdosiano

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En él se nos describe a un Galdós travieso y nada amigo de los convencionalismos y las

lisonjas en su último viaje a Las Palmas, ya en la plenitud de su éxito en 1896. Miguel

Sarmiento recuerda el origen isleño del autor, los retazos de nuestro modo de ser que pueden

rastrearse aquí y allá en su obra, y asimismo se queja de que Clarín no se haya ocupado de

estudiar su infancia y primera juventud en la isla.

Sarmiento se propone modestamente llenar este vacío y comienza a rememorar los años

como estudiante en el Colegio de San Agustín, de los que destaca su tendencia al despiste, su

afición por la caricatura y por vagabundear por la ciudad observándolo todo con ojo atento.

Pasa rápidamente por sus años en Madrid hasta el triunfo y describe el retorno del novelista a

su tierra natal, casi en el anonimato y con el deseo de recorrer tranquilo en compañía de sus

amigos los lugares más queridos de la infancia. No puede resistirse y le gasta una broma a una

mujer que llegaba a Las Palmas desde el sur con una cesta de huevos en la cabeza. El artículo

termina, con un nuevo guiño a la infancia del novelista: “Y los dos amigos, vueltos

momentáneamente a la infancia regresaron riéndose, a la ciudad. Y frente al cuarto de las

Cachuchas —el cuartelillo— miraron de reojo y apretaron el paso, como en los días felices,

cuando los municipales le[s] adivinaban en los ojos las intenciones”.

Breves reflexiones finales

Miguel Sarmiento admiró profundamente a su paisano, y desde las páginas de la prensa

tanto barcelonesa como mallorquina, dio muestras elocuentes de ello. La prensa canaria fue

escenario igualmente de referencias a este autor tan querido. A pesar de ello, de la producción

dramática galdosiana hace una crítica siempre honesta, sin que el respeto que le inspira su

maestro le impida señalar los defectos que juzga oportunos. De lo que nunca se olvida es de

reivindicar la vigencia de Galdós y de colocarlo en pie de igualdad a figuras de la importancia

de Anatole France y Zola.

Miguel Sarmiento Salom y Benito Pérez Galdós…

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NOTAS

1 Véase su tesis doctoral, titulada La narrativa canaria: estudio de su historia (1500-1930), Secretariado de

Publicaciones de la Universidad de La Laguna, 1991, en la que dedica un capítulo completo a la narrativa

sarmientina. Igualmente puede consultarse el prólogo que abre el volumen en el que antologiza la obra de

Miguel Sarmiento Obra narrativa, 1990, Biblioteca Básica Canaria, Viceconsejería de Cultura y Deportes

del Gobierno de Canarias.

2 Véanse sus trabajos: Modernismo y vanguardia en la literatura canaria, 1987, Edirca, Las Palmas de Gran

Canaria y Visión insular, 1988, Edirca, Las Palmas de Gran Canaria.

3 Actualmente estamos realizando nuestra tesis doctoral en la Universidad de La Laguna sobre Miguel

Sarmiento Salom, que esperamos tener finalizada en pocos meses. No obstante, puede consultarse

Sarmiento, Miguel, Obras escogidas, I, 1978, Excelentísima Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas,

que está encabezado por un prólogo elaborado por la profesora María Jesús García Domínguez que,

aunque contiene bastantes inexactitudes, es lo más completo con lo que contamos al inicio de nuestro

trabajo.

4 “Picasso” en La Tribuna, Barcelona, 24 de marzo de 1904.

5 Establecimiento Tipográfico de J. Tous, 1899, Palma de Mallorca.

6 Librería Española, 1909, Barcelona.

7 Unión Editorial Hispano-Americana, Barcelona, 1913.

8 Lo que fui: Recuerdos de mis primeros años, 1927, Islas, Las Palmas de Gran Canaria.

9 Poco después, el 24 de marzo de este mismo año, lo recoge la revista La Atlántida de Las Palmas de Gran

Canaria en su número 11 bajo el título simplificado de “Un drama y un pueblo”.

10 Tres días después, es decir, el 17 de julio, se publicó en La Última Hora de Palma de Mallorca como

“Desde Barcelona. Refugio”. Lo rescatará para ver la luz nuevamente en el diario La Prensa de Las

Palmas que Gran Canaria el 7 de noviembre de 1906 bajo la denominación de “Crónica. Refugio. Desde

Mallorca”.

11 Tres días después, es decir, el 17 de julio, se publicó en La Última Hora de Palma de Mallorca como

“Desde Barcelona. Refugio”. Lo rescatará para ver la luz nuevamente en el diario La Prensa de Las

Palmas que Gran Canaria el 7 de noviembre de 1906 bajo la denominación de “Crónica. Refugio. Desde

Mallorca”.

12 Cabrera Perera, Antonio, Ángel Guerra, narrador canario, 1983, Cabildo Insular de Gran Canaria-

Cátedra, Madrid, p. 82.

13 Poco antes se habían publicado algunos fragmentos en La Comarca de Icod de los Vinos el 16 de

noviembre de 1919. Más tarde formará parte del volumen titulado Galdós y Canarias de la Biblioteca

Canaria de Leoncio Rodríguez, que aparecerá en 1940.