LOS TEXTOS DE GALDÓS EN LA NACIÓN: ANÁLISIS,
CONTEXTO Y VALORACIÓN
Mª del Pilar García Pinacho
Los artículos del joven Benito Pérez Galdós en el diario La Nación son ciento treinta. El
estudio y recopilación más pormenorizado es el de William H. Shoemaker que vio la luz en
1972.1 En su trabajo prima ante todo el hacer accesible al público los escritos periodísticos del
canario y se incide en las características esenciales de la pluma galdosiana abstrayéndola del
contexto periodístico y del mismo periódico donde aparecieron por vez primera.
De este modo Shoemaker centra la atención en resaltar que fue su primera colaboración
periodística en Madrid y en que los artículos son variados y de treinta y un títulos diferentes,
firmados en su gran mayoría. También señala como característica galdosiana una temática
determinada que luego se reforzará a lo largo de su extensa y fecunda labor literaria.
No obstante, y ante la temática periodística que se propone en este VIII Congreso
Internacional Galdosiano, nos hemos inclinado en este trabajo por hacer un análisis más
profundo de los textos galdosianos en este diario en relación con el periódico en sí. Más
concretamente hemos centrado nuestro interés en las primeras colaboraciones de Galdós y en
cómo afectan éstas al diario y, lo que nos parece más relevante, cómo determina el periódico la
temática, el tono, la extensión, el estilo y la ideología del autor, dejando así al margen otras
apreciaciones relacionadas con el autor y su obra que ya han sido en mayor o menor medida
atendidas por otros estudiosos2 y que, como decimos, señalan el valor de aprendizaje y
primeros pasos en las letras del estudiante Benito Pérez Galdós en sus primeros años
en Madrid.
Para esta nueva perspectiva que nos planteamos hemos revisado y analizado
exhaustivamente el primer año completo del diario, es decir, los primeros 311 números del
periódico.3 Aunque la primera colaboración periodística de Galdós se publica el viernes 3 de
febrero de 1865, en el número 233, hemos querido conocer a fondo La Nación antes de la
aparición de los trabajos del canario. Así podremos delimitar mejor el impacto de la firma del
jovencísimo Galdós en el faldón del periódico y la evolución del también jovencísimo diario
hasta su llegada.
Así hablaremos de las características generales del periódico en su contexto, de sus aspectos
externos (secciones, tamaños, páginas, etc.) y de sus aspectos internos (ideología, contenido),
deteniéndonos de forma especial en la secciones de entretenimiento, fundamentalmente en las
Revistas, en donde colaboró y, finalmente, lo que podemos apreciar de su relación con el
medio y con otras personas de la redacción.
El lunes4 2 de mayo de 1864 viene a la interesantísima y conflictiva palestra periodística un
nuevo diario progresista. No es la suya una aparición aislada, ya que este periódico venía a
sustituir a otro que se había publicado, desde septiembre de 1863 hasta entrado el mismo año
1864, bajo la cabecera de El Bien Público. En este primer periódico el director era Francisco J.
Los textos de Galdós en La Nación: análisis…
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Orellana y entre los redactores ya figuraba, con José María Ordóñez, Ricardo Molina, el
periodista que introdujo a Galdós en La Nación.5
Su declaración de intenciones, que abre el primer número, se subtitula “El 2 de Mayo”, lo
que inaugura una costumbre en este diario, propia de la prensa progresista, de conmemorar a
lo largo del año las fechas que se consideran célebres para el liberalismo, como el mismo 2 de
mayo,6 el 7 de julio, el 19 de marzo, etc.
Se declaran en esta primera página “hombres de legalidad […], de orden y de gobierno
[…], de discusión y de doctrina”, dispuestos a combatir “con nuestra sangre […] siempre que
necesario fuese […] los errores, la intolerancia y las influencias ilegítimas […], la ignorancia y
la falsa ciencia, las insidias de la malicia […] y el egoísmo” y se comprometen, por último, a
“promover todas las reformas” en “el orden político y económico y administrativo”, y a
“procurar el fomento indefinido de la riqueza pública; llevar a la provincia y al municipio la
libertad […]; hacer, en una palabra, que España sea grande por sí misma”. Termina diciendo
“Así conocen y aspiran a cumplir sus deberes los redactores de La Nación”.
Aclara también, a continuación, que se declara “francamente progresista” y que la
Constitución para ellos “más aceptable” es la de 1854. Afirma que son contrarios a cualquier
legislación de prensa y que su último fin es “conseguir que en nuestra patria sea una verdad el
progreso”, y que pretenden “que nos pongamos de acuerdo con el movimiento del siglo y las
aspiraciones de las sociedades modernas”.
Ellos mismos definen también la situación de España en su primer fondo:
Crítica y azarosa es la época que atraviesa nuestra patria al aparecer La Nación en el
estadio político; graves las circunstancias que nos rodean, e inmensas y casi
insuperables las dificultades en que nos ha enredado la política que han venido
haciendo todos los ministerios que de algunos años a esta parte se han sucedido, por
desdicha del país, en la gobernación del Estado.7
En esta primera edición describe además la situación de Europa y empieza a configurar las
que serán sus secciones habituales, por orden de aparición: fondo o artículo editorial,
“Folletín”, sueltos, “Cortes” —Congreso de los Diputados y Senado—, “Revista de la prensa”
—sólo desde el mes de julio de 1864 y que desaparece en el 65—, “Partes telegráficos de la
nación”, “Correo nacional”, “Correo extranjero”, “Sección oficial”, “Variedades”, “Gacetillas”,
“Sección religiosa”, “Bolsa”, “Espectáculos”, pie de imprenta y publicidad. Cuando hay una
noticia de última hora y el periódico ha cerrado su edición se coloca, bajo el epígrafe “Noticia
de alcance” o similar, justo antes de “Gacetillas”.
En la cabecera, como es habitual, figura el título “La Nación”, la edición8 —de Madrid o de
provincias, con 196 puntos de suscripción en la Península, Baleares y Canarias,—9 el precio de
las suscripciones y los lugares, la fecha, el año y el número de publicación. Hasta el número 88,
el del 13 de agosto de 1864, no aparece, bajo el título, el subtítulo “Diario progresista”, que
coincide con una reafirmación de sus principios configuradores en un fondo en el que se
defiende de unas “Falsas imputaciones”.10 En este editorial concreta más aún su ideología e
intereses:
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nuestra doctrina, que constantemente exponemos, […] es completamente conocida de
todos, y […] está perfectamente simbolizada en nuestra denominación.
El progreso es la base fundamental de nuestra existencia; reconocemos, por tanto,
como doctrina todos los derechos, todas las libertades que pueden ejercitarse por el
hombre y por la sociedad, sin más limitaciones, que las que les marque su propia
naturaleza y la coexistencia de la libertad y el derecho de cada uno.
En cuanto a sus características técnicas, en nada difiere tampoco de los grandes diarios
políticos de su momento histórico, y es de una tirada media.11 Es de periodicidad diaria,
matutino, tiene cuatro páginas sin numerar de tamaño tabloide y cinco columnas, separadas
con corondeles y las informaciones de una misma sección con filetes. La composición de las
páginas 1 y 4 se rompe. En la primera página aparece siempre la cabecera con las
especificaciones que hemos ya descrito y, en ocasiones, aparece un faldón aproximadamente de
un tercio del alto de la página, separado por un grueso filete, también a cinco columnas. En la
cuarta página, cuando hay publicidad, se rompe el diseño vertical del periódico a columnas y se
hace a tres irregulares que dan la sensación de una diagramación modular más moderna. Esta
parte también se separa con un grueso filete.
En cuanto a su fundación y a su pertenencia a don Pascual Madoz, con quien dice Ortiz
Armengol que Galdós no debía congeniar,12 es el catálogo de publicaciones de la Hemeroteca
Municipal de Madrid donde se denuncia esta pertenencia.13 Sin embargo, La Nación reniega en
sus primeros números de esta circunstancia, al defenderse de lo que La Democracia de
Castelar había dicho: “Nuestro periódico no pertenece a determinada persona, ni viene a
sostener las ideas políticas del Sr. Madoz, ni de ningún otro hombre público en particular”.14
No obstante, es evidente al conocer el contenido del periódico la relación entre éste y Madoz.
Madoz había sido ministro de Hacienda en 1855 y en el periodo que nos ocupa, sólo con los
ojos puestos en el órgano progresista, le sabemos presidente de la Academia Económica
Matritense de Amigos del País y propietario de La Peninsular, conocemos sus salidas y
entradas de Madrid, su corto viaje a Zaragoza, que regaló un retrato suyo a la Sociedad
Figuerense y otros pormenores cotidianos que sólo aparecen de su persona y no de otras, tanto
o más relevantes que él en el campo de la política, de la economía o de las letras.
Lo que más pone de manifiesto esta indudable relación es cuando el Gobierno propone
fundar, en junio del 64, el Banco Territorial Hipotecario. La Nación es el único incondicional
defensor de la institución, contra el resto de la prensa de todos los colores políticos y
enfrentándose a las críticas abiertas del resto de los medios. Esta información es la
predominante durante todo el mes de junio de su primer año de vida. No falta tampoco un
espacio dedicado a la compañía general de seguros mutuos sobre la vida “La Peninsular”,
propiedad de Madoz, en los números en los que el propio periódico gestiona su publicidad,
hasta noviembre del 64.
Sin embargo, el periódico siguió publicándose hasta 1872 tras la muerte del político, el 11
de diciembre de 1870, en Génova, cuando era parte de la comisión que marchó a ofrecer la
Corona a Amadeo I, a quien apoyó, como el mismo Galdós. Y, por otro lado, Ossorio lo cita
exclusivamente como director de este periódico entre 1864 y 186615 y Hartzenbusch,
coetáneo, sólo lo nombra como director, y tras la dirección de Santín de Quevedo, periodo el
de este último, al que pertenecen los trabajos de Galdós que analizamos. Cuando Madoz
muere, en las necrológicas de los periódicos no figura la pertenencia de La Nación al político.
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La Administración, que figura en la cabecera del diario, está en la Carrera de San Jerónimo,
43,16 luego en Postigo de San Martín, 417 y, posteriormente, en el final del periodo que nos
ocupa, en la calle de la Independencia, nº 1, cuarto 2ª de la derecha.18
Tiene también varios cambios de imprenta: su primer número se imprime en el
Establecimiento tipográfico de Estrada, Díaz y López, en la calle de Hiedra, 5 y 7, luego pasa a
“La imprenta de La Nación a cargo de Juan Rodríguez. Greda 24”19 y luego a cargo de Manuel
Blanch y Sisó.20 Finalmente, se hacen cargo en la Imprenta de los Sres. Luengo y Faraldo, calle
de las Hileras, 2, cuarto bajo.21
La única persona que permanece siempre en el mismo cargo es Augusto Anguita que
aparece invariablemente como “responsable de todo lo no firmado” y “secretario de la
Redacción”. Sin embargo, en el año estudiado, cambia el editor responsable: primero es
Celestino García,22 después Juan Herranz,23 que lo fue únicamente tres días, y, posteriormente,
Francisco Fernández Rodríguez.
Tantos cambios en la Administración, en la imprenta y en los responsables de las ediciones
eran síntomas inequívocos de inestabilidad económica. Especialmente, el hecho de que
renuncien a una imprenta propia supone un paso atrás en la consolidación de la empresa
periodística. Estas penurias se manifiestan también en las constantes advertencias, que casi
parecen amenazas, incluso en las primeras páginas, para los suscriptores que no hacían
efectivos los pagos.24
En cuanto a contenido, el periódico se divide en tres grandes apartados: las informaciones y
las opiniones, que cumplen las funciones de informar, formar y entretener; en segundo lugar,
los faldones inferiores de las páginas de entre un tercio y un cuarto de la longitud de una
completa y la sección intermitente Variedades, destinadas ambas fundamentalmente a
entretener; por último, y la publicidad, cuyo objeto, obviamente, es sufragar los gastos de la
publicación, esto es, se contabiliza, con la venta al número25 y las suscripciones, como ingreso
del periódico.
En cuanto a la publicidad es, en esta época, termómetro de la salud económica de un
periódico. El que nos ocupa no logra llenar la publicidad en su proporción óptima (la última
página entera) hasta 1865. Hasta el 5 de noviembre de 1864, casi no hay publicidad. Suele
aparecer cada tres o cuatro números, en un faldón de un tercio de la página y, en ocasiones
contadas, hasta media página. En estos primeros meses la publicación llamaba a esta sección
“Sección de intereses materiales”. Sin embargo, el jueves 5 de noviembre aparecen por vez
primera los anuncios contratados a través de una agencia, “La publicidad”, sita en la calle del
Barco 20, principal, con corresponsalía en París.26 Se enorgullece la empresa publicitaria de ser
la que sirve a La Iberia —la “grande” y la “chica”— a La Democracia, a El Contemporáneo, a
La Nación, a El Pabellón Médico, El Reino y a la Guía Oficial de los Caminos de Hierro.27
Hemos de notar a este respecto que todos son órganos liberales, aunque de distintas
tendencias. El contenido publicitario es el absolutamente cotidiano desde pastillas para la tos, a
tejidos exóticos, compañías de seguros, bibliografía, remedios milagrosos para los niños, para
los sordos o para los ciegos, anuncios de nuevos periódicos, etc. En cuanto a la bibliografía
que se publicita son siempre obras de contenido o autores liberales: como, por ejemplo, La
Libertad y la Justicia de Pablo Nougués,28 u obras cuyo valor estuviese por encima de las
ideologías, como son técnicas especializadas, cartillas, ediciones del Quijote, Tocqueville, etc.
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En lo que se refiere al cuerpo del contenido periodístico en sí, anclado en la rabiosa
actualidad diaria, en estos periódicos decimonónicos, tan extremadamente politizados, no cabe
la separación de la información y de la opinión. En la teoría periodística la opinión estaba en el
artículo de fondo. En el caso de La Nación hay veces incluso que tiene dos o más fondos que
suelen llenar las cuatro primeras columnas de la primera página. Existe la salvedad de que al
poco de publicarse comienzan a insertar las adhesiones de los Comités del Partido Progresista
de todos los rincones de España y éstas suelen encabezar el contenido. Sólo quedan relegados
por “Advertencias” o “Avisos” de máxima prioridad y que constituyen la comunicación más
directa entre el periódico y sus suscriptores,29 de ahí que podamos dar tanta importancia a que
el pago de la renovación de la suscripción vaya en este espacio, así como mensajes referentes al
contrato implícito entre periódico y lector: cambios de dirección,30 retraso en la salida a la calle
de un número,31 suplementos gratuitos,32 colectas, suspensiones de La Nación, festividades en
las que no sale el periódico, etc.
Del resto, la crónica parlamentaria tiene carga de opinión, la simple selección de la
información, la constante y sistemática publicación, por tanto denuncia pública, de los
periódicos que son secuestrados, denunciados, recogidos, suspendidos, etc. con adhesión y
repulsa, la publicación de cada vista, el apoyo a los correligionarios, la puesta en evidencia de
los errores de la prensa ministerial, noticiera y neocatólica, las polémicas extensas e intensas
que se prolongan durante días con periódicos enemigos y amigos, los viajes de los reyes…
suelen llenar las columnas de los sueltos que se alargan hasta la segunda página en 1864 y
hasta casi la tercera en el 65.
Dispone también de un corresponsal en Londres, otro en París y otro en Barcelona, con los
que suele cubrir parte de las secciones de extranjero y provincias. Utiliza la Agencia
Telegráfica de Noticias, la Peninsular, competencia de la también recién nacida Fabra.
Las secciones más informativas son la de “Cortes” ya que son transcripciones literales de las
sesiones, aunque no faltan comentarios puntuales, la de “Bolsa”, que estrictamente refleja
cotizaciones, y la de “Espectaculos”, que es simplemente una cartelera. Es bastante ecuánime
también la “Sección religiosa”, que se limita a dar noticia del santo del día, oficios religiosos,
etc., aunque desaparece en el 65, quedando limitada a un epígrafe de la “Gacetilla” como
“Santo del día”.
En cuanto a las gacetillas —sección de noticias curiosas y breves, de todo tipo de
contenido, desde sucesos a modas, denuncias breves de mal estado de las calles, etc.— están a
caballo entre la información y la opinión y, la otra función prioritaria del periódico, entretener,
ya que, aunque contienen información, las hay que no dejan de tener un subido tono irónico, de
profunda crítica política soslayada bajo otros géneros, reproducción de breves textos de Gil
Blas, el Guirigay o El Murciélago —todos ellos con marcado carácter satírico,— noticias
alegres, divertidas y curiosas.
La diferencia más sustancial entre las gacetillas y las otras secciones que cubren la función
de entretener es que la extensión de ésta depende de lo que haya sobrado del resto, aunque
siempre hay gacetillas, en todos los números consultados. Así su extensión varía entre una y
tres, incluso, cuatro columnas, aun cuando ya tiene una página entera dedicada a la publicidad,
y son especialmente extensas en las temporadas veraniegas, ante la “sequía” de información
política y, sobre todo, parlamentaria.
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Sin embargo, la sección de “Variedades”, sin día fijo de salida y situada en la página tres o
cuatro del periódico, es puramente de entretenimiento y va justo antes de las gacetillas. En esta
sección caben cuestiones de Historia Natural, de modas, de homenajes a fechas de celebración
para los liberales, las funciones de los Campos Elíseos, una diva o un autor. Algunos de estos
artículos, incluso, están firmados, por ejemplo, por Francisco de Paula Montejo.33 En
“Variedades” publicó años más tarde Galdós algunas de sus colaboraciones para este
periódico.34
En 311 números estudiados aparecen más de medio centenar de artículos de “Variedades”35
que casi siempre ocupan entre una y tres columnas enteras —lo que equivale tipográficamente
a un faldón— inmediatamente antes de las gacetillas. Hay un hecho, además, significativo, y es
que son bastante más frecuentes en 1864 —dos semanales— que en 1865, cuando empieza a
aparecer la firma de Galdós —uno quincenal,—36 coincidiendo con la dedicación exclusiva de
la cuarta página del periódico a la publicidad.
Lo más interesante de esta sección de entretenimiento es su equivalencia en extensión,
como se ha dicho, y, sobre todo, en contenido a los faldones de la primera y, cuando se
extiende, de la segunda página, en donde se publican los artículos de don Benito.
Por otro lado, a excepción de algunos artículos muy puntuales de Francisco de Paula
Montejo en los fondos del diario,37 son las dos únicas secciones en las que aparecen firmas,
aunque sean con seudónimos. Las “Variedades” que se firman con nombres completos son
tres: un relato de viajes de Lazareto G. Conde, Manuel Menendez y Francisco Martinez y
Bernal,38 un artículo histórico por Lorenzo Aguirre39 y un diálogo divertido de José Apareci y
Valparda.40 En otras ocasiones, también escasas, sólo se firma con una letra o posibles
iniciales: “E.S.”,41 “H.”,42 “O.”,43 “X.”,44 “F.”45 y “R.T.”.46 Aparece un seudónimo,
“Rambaldo”, en dos ocasiones47 y una vez el periódico identifica una carta como de uno de sus
redactores, Molina “nuestro amigo”.48
Nos resulta determinante resaltar otro paralelismo de esta sección con los faldones de
primera y segunda página. En la sección que nos ocupa se publicaron varias revistas: una
“Revista de Madrid”, por “J. F. Paz”,49 dos “Revista de teatros”, una por “J.D.”50 y otra de
“Pero-Grullo”51 y una “Revista de agricultura” por Domingo de la Vega y Ortiz.52
Por fin, la otra sección, tampoco fija, siempre dedicada al entretenimiento, son los faldones
de las cuatro páginas, como es habitual en la prensa de la época. Rafael Mainar, en El manual
del periodista de 1906,53 aclara lo que es un folletín y un folletón desde el punto de vista
periodístico en la época de Galdós. Folletín es “la publicación de una novela, en forma de
páginas encuadernables”, y, por su parte, “folletón es la publicación de un texto generalmente
lo bastante largo para ocupar varios números” o, también, “una serie de textos coleccionables
en una faja más o menos alta, de composición, que se coloca al pie y a todo lo ancho de la
página, sin vuelta a la siguiente”. Esta faja, aclara, debe estar “perfectamente separada del resto
de la plana por un filete y, procurando, para más separación, que las columnas tengan distinto
ancho que las generales del periódico”.54
Según esta definición hay cuatro folletines en La Nación durante el año estudiado. El
primero que se publica es del joven amigo de Galdós que lo introdujo en la prensa madrileña:
“Via Crucis, novela escrita por Ricardo Molina (Folletín de La Nación): Madrid, 1864. Est.
Tip. de Estrada, Diaz y Lopez, Hiedra 5 y 7”, según reza en su primera aparición.55
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El segundo es, según consta también el primer día, “Folletín de La Nación. Fantasías
científicas de SAM. Reptiles. Madrid, Imprenta de La Nación, a cargo de Juan Rodríguez,
Greda, 24, 1864.” En este caso no figura el autor.56
El 19 de enero de 1865 este periódico anuncia una nueva novela y otro texto coleccionable,
en la advertencia, en la primera página, en negrita y en un cuerpo de letra sensiblemente
superior a los textos habituales. Se hace publicidad, fomenta la suscripción del siguiente mes y
crea expectación en el público. Dice así:
En uno de los próximos días empezaremos a publicar una interesante Memoria, que
sobre los establecimientos provinciales de Beneficencia ha redactado la comisión de
señores diputados encargada de inspeccionarlos.
Alternando con ella daremos a luz un bellísimo cuadro histórico de la revolución de
Italia, titulado Alfredo Manfredi y debido a la elegante pluma de uno de nuestros más
reputados escritores.
A finales de mayo de 1865 salía la entrega nº 35 de la novela Alfredo Manfredi de la que no
hemos logrado averiguar el autor, a pesar de ser “reputado escritor” quien la hizo57 y, en julio,
seguía llenando varios días los faldones de La Nación.
El 30 de marzo de 1865, por último, comienza a publicarse la Memoria de establecimientos
de beneficencia, que siempre vio la luz en las páginas 3 y 4 y a dos columnas, pero, en este
caso, se previene en primera página y en advertencia su primera inserción.58
Hay, también según la definición contemporánea de Mainar, varios folletones, todos
dedicados a sucesos y sus procesos judiciales. El primero es el llamado “Causa de la calle de
Fúcar” en el mismo mes de su aparición, en el faldón de la primera y segunda página.59 El
segundo que el diario inscribe bajo la cabecera de sección Folletín es “Defensa de don Carlos
Casulá. Por don Simón Santos Lerin” en la causa de la calle de Fúcar, “sobre el homicidio
perpetrado en la persona de doña Vicenta Calza, la noche del 8 de enero de 1864” y que se
extiende en 22 entregas sin periodicidad entre agosto y septiembre del mismo año.60 El año
1865 inaugura otro, el de la sentencia de la Causa Fontanellas61 sobre el secuestro y posterior
asesinato del señor Claudio Fontanellas en Barcelona.
De contenido bastante similar son las “Variedades” de “Causa de la calle de la puebla”,
sobre el asesinato el 1 de febrero de Bonifacia Pérez Villamanta, lo que prueba, con las revistas
insertadas en esta sección, lo intercambiable de los contenidos de las Variedades y de los
faldones de las páginas 1 y 2, lo que interesa sobremanera a lo que hace Galdós, sobre todo a
la intención y al género que utiliza.
De un contenido y formas diferentes son tres relatos: “Entre Madrid y la mar”,62 “Las
Salamandras”63 y “La piel de foca”.64
Es evidente, a la vista de todo lo expuesto, que Galdós escribe en una sección de
entretenimiento, en la que tienen cabida desde sucesos, a relatos y, en su caso y en el de otros,
revistas. La diferencia entre la revista y el resto de los textos es la actualidad, ya que la revista
de un tema tiene la actualidad de su periodicidad, si la tiene, y no la del periódico que la
inserta, mientras que el texto del resto del medio es de actualidad diaria y el resto de los textos,
jurídicos y literarios, según hemos visto, tienen actualidad mucho más amplia y, desde luego,
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no se relaciona con un periodo. Por ejemplo Alfredo Manfredi, contextualizado en la
revolución italiana, tiene actualidad, pero bastante menos que una crítica o una crónica teatral.
Lo primero que cabe preguntarse es qué es una revista, ya que es la sección que hace
Galdós, junto con otras personas, en La Nación. En el Diccionario de la Real Academia
Española (DRAE) de 1852 no aparece nada que nos haga pensar en una sección, ya que la
acepción que más se aproxima es “la segunda vista o examen hecho con cuidado y
diligencia”.65 La definición más próxima cronológicamente a estos textos amplía su significado
a “papel periódico con forma de libro, por cuadernos, sobre materias políticas, científicas o
literarias”.66 Paradójicamente, en 1899 cabría la definición como sección periodística en otra
definición: “Examen que se hace y publica de producciones literarias, representaciones
teatrales, funciones, etc.”,67 pero se eliminaría el contenido político y social habitual de las
revistas de la época que nos ocupa o, por ejemplo, queda fuera de esta definición la sección de
revista de prensa que tienen casi todos los diarios. Además, aparece por vez primera la entrada
“Revistero” como “persona encargada de escribir revistas en un periódico”.68 En 1914
desaparece la acepción más cercana a la sección periodística, pero no desaparece la entrada
que se refiere al revistero, que permanece inalterable. Además, Mainar tampoco incluye ni el
género ni el profesional del género, por lo que, obviamente no es un género que sobreviva al
siglo XIX.
Así, por lo que dejan traslucir las ediciones de los diccionarios de la Academia y por lo que
vemos en los periódicos de todo el siglo XIX, debió empezar como una sección temática en la
que se revisaba una parte de la actualidad, bien fueran periódicos, ciencias, estrenos teatrales o
vida política y social, para acabar restringiendo sus contenidos a lo más estrictamente literario
a finales del XIX.
El caso es que en su primer año de vida La Nación contiene 58 revistas,69 de las cuales 9
están firmadas por Pérez Galdós, lo cual es un porcentaje bastante importante en el total, eso
sin tener en cuenta que a lo largo de la primera etapa del periódico, hasta el 68, es el revistero
más habitual y que más revistas publica.
La primera revista habitual es la “Revista de Madrid” que se publica entre el 8 de mayo de
1864 y el 2 de octubre. Aunque una se llama “Revista de la Semana” y otra “Revista de no sé
qué”, son un total de 20 textos publicados con bastante regularidad los domingos y su temática
más habitual son los espectáculos, de hecho la de “no sé qué” se centra en decir que no ha
habido nada en esta área y que le han criticado durante la semana, y la de la semana, se titula
Fausto. La segunda, tercera, quinta y sexta son de J. F. Paz. El resto va sin firma.
A finales del 64 se inauguran las Revistas de Teatros de “Pero-Grullo”, una de las cuales va
en la página 3 del diario, con idénticos contenidos que el resto, y una de ellas en un faldón en
las páginas 1 y 2.
Por último, “El Conde de Cabra” comienza su “Revista de Teatros”, que luego hará Galdós,
el miércoles 4 de enero de 1865 y el día 8, domingo, comienza su ya definitiva andadura
dominical con un total de 21 trabajos firmados bajo este seudónimo. Sus revistas resultan
bastante circunspectas y ceñidas al teatro. Su última revista cierra así: “La misión, pues, que se
me encomendó en este ilustrado periódico queda por la presente terminada.” y se despide ese
mismo martes 6 de junio: “Dios guarde a mis amables lectores de las iras caniculares, y se
despide hasta Setiembre [sic], o en otro caso, y como dicen los palurdos, hasta la primera”. El
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“Conde de Cabra” no volvió a los folletines de La Nación, en donde los domingos desde junio,
cuando él deja su sección, ya se estaba instalando en ella Benito Pérez Galdós.
Las características generales de todas estas revistas las podemos resumir en el tono
absolutamente cordial y desenfadado, la brevedad de sus párrafos, el orden de los contenidos y
las referencias a revistas anteriores firmadas o no, el diálogo entre el revistero y sus lectores y
las llamadas de atención a un público lector femenino, que, por ejemplo, no hace Galdós.
La temática se circunscribe estrictamente a los contenidos esenciales del periódico durante
la semana. El hecho de que la revista sea dominical no garantiza una difusión mayor por tirada
en este periódico de venta esencial por suscripción, pero sí quizás de una mayor atención a la
lectura, más cercano al espíritu de descanso dominical que se aprecia en el hecho de que el
periódico no se publica los lunes y, por lo tanto, hay dos días para leer un número.
En cuanto a las revistas de Benito Pérez Galdós, pueden ser parte de las mejoras que el
periódico promete para ese año de 1865 junto con el folletín titulado Alfredo Manfredi y los
establecimientos de Beneficencia, ya que salvo algunos avances significativos en la calidad de
impresión, no varía en nada el periódico ni sus secciones, ni parece que su redacción. Las
revistas de Galdós, por tanto, con el folletín y el folletón anunciados, son la novedad que se
anuncia el 19 de enero:
Es nuestro firme propósito de dar a este periódico todo el interés y unidad posibles,
pueden estar seguros nuestros favorecedores de que no hemos de omitir ni gastos ni
desvelos, a fin de corresponder también al creciente apoyo que el público nos
dispensa.
Otras mejoras tenemos proyectadas, las cuales irán observando nuestros apreciables
suscritores.
También, ya desde el día 1 de enero, además de hacer una nueva declaración de intenciones,
señala el periódico a sus lectores que habrían notado las mejoras materiales y que se proponían
más y mejores obras en los folletines y dar mayor amenidad a la lectura, con reformas que ya
estaban en proyecto.
En cuanto a la temática de las revistas de Galdós de los meses de febrero, marzo, abril y
mayo de 1865 apenas existe originalidad temática. Lo que hace es desarrollar lo que el diario
ha apuntalado reiteradamente durante la semana, generalmente, en las gacetillas.
Así, en lo que a espectáculos y a ocio se refiere Galdós en sus revistas ya ha sido publicado
y criticado en un margen de incluso de más de 10 días: los leones del Price y Mr. Batty, los
distintos bailes de máscaras en los carnavales, la cantidad y la cualidad de las gentes que
acuden a ellos, Fausto, el teatro de Rosini, la Sra. Álvarez, el enriquecimiento del Sr. Bagier,
las especulaciones municipales, la Sra. Lagrange y la Patti, Verdi y Nicolini, Víctor Hugo, los
actores principales y secundarios a los que se juzga, Goethe, Meyerbeer, Leotard “el rey del
trapecio”, San Isidro, las procesiones frustradas de Semana Santa, la lluvias intensas y su
desaparición, los beneficios de El Profeta, el proyecto de construcción de jardines en la Plaza
Mayor, el espectáculo del elefante y su lucha con el toro, la saturación de gentes en los bailes,
la dificultad de acceder a ellos, etc. todo, absolutamente todo ello, ha sido previamente
publicado, a veces, incluso de forma más extensa, que en una simple gacetilla.
Los textos de Galdós en La Nación: análisis…
599
Lo mismo sucede con otro tipo de contenidos que Galdós introduce en las revistas de las
semanas. En ellas, además de aglutinar los temas culturales, de espectáculos y de ocio,
aparecen cuestiones fundamentalmente políticas y sociales. Son la alarma que se vive en
Madrid, el anticipo y la desamortización, las penurias de los jornaleros de Gerona, la opulencia
de los ministros,70 el proyecto de Ley de Imprenta, la Encíclica, las amenazas a las que se ven
sometidos los progresistas por el banquete,71 el desmantelamiento de una parte del Retiro, la
construcción de casas nuevas,72 la Noche de San Daniel, el entierro de Alcalá Galiano y las
prohibiciones de las procesiones de Semana Santa por los acontecimientos del 10 de abril,73 el
miedo que se vive en todos los lugares de Madrid (en el teatro, en los paseos o la gente que no
se atreve a ir a los toros), serenatas al nuevo rector, el caserón que se derrumbó por el agua en
las Vallecas,74 la impasibilidad del Ministerio, el atentado contra la vida de González Brabo, el
ambiente de los paseos de El Retiro y del Prado,75 la elecciones, Esteban Navarro, los
proyectos y la caída de Narváez.76 Estos temas, todos ellos, constituyen ejes centrales del
contenido del diario y a ellos dedica el periódico sus fondos y sus sueltos, esto es, más de la
mitad del contenido diario de sus páginas y se extienden casi todos ellos en el tiempo durante
más de quince días.
Por tanto, Galdós, como decimos, no tiene en sus Revistas originalidad temática y, lo que es
más, tampoco la tiene en el criterio que se aplica a las críticas o alabanzas de los distintos
acontecimientos o sucesos noticiables. Las opiniones que con respecto a cada una de las
cuestiones enumeradas vierte Galdós en el faldón del periódico han quedado antes perfiladas
con rotundidad y explícitamente en las secciones de información y opinión. Es más, las críticas,
sobre todo las más negativas, son bastante más ácidas y duras en el interior del periódico. El
periódico se muestra con mucho extremadamente más progresista y avanzado ideológicamente
que el joven Galdós.
El caso más llamativo es lo que se refiere a la Noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865,
que transfigura el fondo y la forma del periódico, ya que ante ello quedan reducidas a
testimonio las gacetillas, los partes telegráficos y la informaciones del extranjero y se abren
secciones estrictamente dedicadas al suceso, como son colectas, relatos de testigos (“Detalles
de la matanza”), y el tema abarca dos tercios de los sueltos y prácticamente la totalidad de las
sesiones de las cámaras. En los momentos más intensos informativamente, Benito Pérez
Galdós desaparece de la escena periodística y no se publican firmas suyas desde el 6 al 23 de
abril. Cuando vuelve a las páginas de La Nación, su moderación cuantitativa y cualitativamente
con respecto a esta cuestión resulta impactante. El periódico en el que él publica se ha
desgastado en una lucha sin tregua contra el Gobierno, contra el nuevo proyecto de Ley de
Imprenta, ha tenido varias denuncias, firma un manifiesto con una veintena de periódicos
liberales y Galdós le dedica a todo ello un par de párrafos. Galdós no se ha comprometido en la
guerra periodística. Primero desaparece de las páginas del periódico y después pasa sobre todo
ello como de puntillas.
Algunos de los adjetivos y sustantivos que utiliza el diario para referirse a los sucesos de
abril ya días antes de la Noche de San Daniel son “inmoralísimo”, “inaudita”, “fanática”,
“iniquidad”, “desprestigio”,77 “Dios salve a la Libertad”, “terrible”, sangrienta”, “iracunda”,
“alarde de fuerzas”, “bayoneta calada”, “campamento militar”, “pedimos la desaparición de un
ministerio”, “indignación”, “acuchillando”, “ejército invasor”, “Dios Salve al país”,78 todo esto
ya dos días antes de los sucesos. Después y durante varias semanas se habla de asesinos y
asesinados, inocentes, se reseña con todo lujo de detalles cualquier abuso y se califica siempre
cualquier suceso relacionado con ello con los términos más rotundos que se pueda imaginar.
VIII Congreso Galdosiano
600
Sorprende la tranquilidad y moderación del canario ante la casi histeria del diario. Es ya el
Galdós moderado y moderador que, con sólo 22 años, es un amante del orden, que rechaza la
violencia, la división de clases y el mal gobierno, y que se manifiesta anticlerical y, sobre todo,
parece ya un hombre conciliador.
En lo que respecta a las personas que se ocultan tras las páginas tabloides del diario
progresista, cabe destacar que desde su fundación, hasta el 13 de diciembre de 1864, fue
director de La Nación don Francisco J. Orellana, que ya lo fue de su anterior empresa (El Bien
público). En la primera página de este día Orellana se despide del público y de la redacción por
su “quebrantada salud” y se compromete a seguir colaborando, mientras se informa de que su
sustituto, don Julián Santín de Quevedo, es diputado provincial de Madrid y que ya venía
prestando su “ilustrada colaboración”. Asimismo incide el antiguo director en señalar que el
primer artículo que encabezó el diario era suyo, al decir que “me cupo la honra inmerecida de
escribir las primeras líneas”. Por este motivo no podemos dar por buenas las citadas menciones
a Madoz como primer director o director durante el año 1864.
En cuanto a los redactores, la primera vez que aparecen citados en el periódico como tales
es ya el 15 de abril del 65,79 cuando públicamente firman una protesta de la Prensa contra los
acontecimientos del 10. La firman el director, Julián Santín de Quevedo, y los redactores, por
este orden, Ricardo Molina, Eduardo Perié, Augusto Anguita, Manuel María Flamant y Gabriel
de Llamas. De las andaduras de los redactores conocemos fundamentalmente de las de Ricardo
Molina, ya que a él se refiere el periódico en sus páginas en varias ocasiones, además de la
novela que publica durante todo el año 64, o porque suele acudir en lugar del director a cubrir
informaciones y representar al periódico, lo que ocurrió, por ejemplo en el banquete
progresista del 5 de marzo, lo que le costó al joven amigo del canario verse ante los jueces,80
junto al secretario de la redacción, Augusto Anguita,81 o la visita de la Prensa a una
inauguración de un Ferrocarril, ya en 1864. También se refieren a él como autor de contenidos
no habituales del diario, como la novela mencionada o artículos varios, normalmente de
variedades,82 lo que le convierte, a la vista de los ejemplares revisados, en el redactor más
significativo del diario y, por tanto, persona idónea para introducir a un colaborador
desconocido entonces para escribir las revistas desde 1865, cuando el periódico da un nuevo
impulso a su contenido de entretenimiento. Por último, esta relevancia de Molina en el
periódico culmina cuando, años más tarde, pasa a ser director de La Nación. Por ello, no es de
extrañar que él fuera quién presentó a Galdós en la Redacción del periódico.
Sabemos además que es capataz de los repartidores Benito González, y que son
repartidores Antonio González, Manuel Barranco y Enrique López, gracias a la suscripción
que abre el diario para socorrer a las víctimas de los sucesos de la Noche de San Daniel y a sus
familias.83 En estos listados, figuran además los nombres y apellidos de algunas personas
particulares, incluso “un liberal, suscritor”. También figuran algunas iniciales, ninguna de las
cuales corresponde a Galdós.84
Por otro lado, son colaboradores, que no figuran en ningún listado, pero firman contenidos,
J. F. Paz y Francisco de Paula Montejo, además de los que se esconden tras un seudónimo,
“Pero-Grullo” y el “Conde de Cabra”. Por último, el 3 de febrero de 1865 aparece por vez
primera la firma de B. Pérez Galdós, quien en cuatro meses conquistará definitivamente la
“Revista” de La Nación, al ocupar el faldón de la primera página del diario los domingos.
Los textos de Galdós en La Nación: análisis…
601
Por todo lo expuesto, se concluye que Galdós es colaborador, más exactamente revistero,
nunca redactor, del diario progresista La Nación, que adecúa los contenidos y las formas de
sus colaboraciones a los que ya eran habituales para los colaboradores que le precedieron y la
sección que ocupa —de entretenimiento—, y que expresa compartir la ideología del medio,
con moderación.
Por otro lado, se aprecia innovación en dos cuestiones: en cuanto a su estilo que es el
germen de la literatura que luego le hará llegar a la cumbre de la narrativa española, y en
cuanto a la introducción de los contenidos políticos y sociales en los faldones de la primera,
limitados generalmente a sucesos culturales, ya que es el primero que los incluye.
VIII Congreso Galdosiano
602
NOTAS
1 William H. Shoemaker: Los artículos de Galdós en «LA NACIÓN». 1865-1866, 1868 recogidos,
ordenados y dados nuevamente a la luz con un estudio preliminar, 1972, Ínsula, Madrid.
2 V. entre los más significativos H. Chonon Berkowitz: “Galdos’ Literary Apprenticeship”. En Hispanic
Review, núm. III. 1935, pp. 1−22; H. Chonon Berkowitz, Pérez Galdós. Spanish Liberal Crusader. 1948,
Univeristy of Wisconsin Press, Madison; Pedro Ortiz Armengol: Vida de Galdós. 2000, Crítica,
Barcelona, pp. 81−89; J. Pérez Vidal: Galdós. Años de aprendizaje en Madrid. 1862−1868. 1987,
Vicepresidencia del Gobierno de Canarias. Santa cruz de Tenerife; J. Pérez Vidal: “Las pensiones
madrileñas del estudiante Benito Pérez Galdós (años de aprendizaje)”, en Philologica Hispanesia in
honorem Manuel Alvar. IV Literatura. 1967, Gredos, Madrid, pp. 323-325; William H. Soemaker:
“Galdós y La Nación”, en Hispanofilia, núm. 25, sep. 1965, pp. 21-50.
3 Se ha consultado la colección de la Hemeroteca Municipal de Madrid, digitalizada por la Universidad San
Pablo-CEU. En esta colección falta el número 160, correspondiente al martes 8 de noviembre de 1864. En
el número siguiente no se manifiesta denuncia o recogida de ejemplares, por lo que se ha de suponer que,
simplemente la colección está incompleta.
4 Es curioso que este periódico sale a la calle todos los días excepto los lunes, menos este primer número que
precisamente sale en lunes, día en que no se publican el resto de los medios para respetar el descanso
dominical de los empleados de talleres, lo que le hace ser ese día el único periódico que salió a la calle.
5 Eugenio Hartzenbusch: Apuntes para un Catálogo de Periódicos Madrileños desde el año 1661 al 1870.
1894, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, p. 215.
6 De hecho el 2 de mayo de 1865 ya introduce una orla negra en la primera página, como hacen otros
periódicos, en honor de las víctimas del levantamiento.
7 La Nación, 2 de mayo de 1864, p. 1.
8 Salvo las de los días 30 de noviembre y 4 de diciembre de 1864 y el del 12 de abril de 1865, hemos
consultado la edición de Madrid que es la que se conserva en la Hemeroteca Municipal de Madrid. Los
números citados que se conservan son los de edición de provincias. En cuanto a los dos números de 1864,
no existe indicio de que la edición madrileña haya sido recogida, pero, la de 1865, por las fechas tan
próximas a la noche de San Daniel, sí puede ser que la edición de Madrid fuera recogida y que, por
premura de tiempo no lo fuera la de provincias. Apuntala esta hipótesis el hecho de que los dos días
siguientes, viernes y sábado, no se publicó el periódico.
9 Puntos de suscripción en provincias: Agramunt, Aguilar del Campo, Albacete, Almazán, Albarracín,
Alcanar, Alcañiz, Alcaráz, Alcoy, Alfaro, Algeciras, Alicante, Alhama, Almagro, Almendralejo,
Almería, Andújar, Antequera, Aranda de Duero, Arévalo, Astorga, Ávila, Avilés, Badajoz, Bañeza,
Balaguer, Baltanas, Barbastro, Barcelona, Barco de Valdeorras, Béjar, Benavente, Berga, Betanzos,
Bilbao, Brihuega, Burgo de Osma, Burgos, Cáceres, Cádiz, Caldas del Rey, Calahorra, Calatayud,
Cardona, Carrión, Cartagena, Castro del Río, Castrourdiales, Cervera, Castellón de la Plana, Castellón de
Ampurias, Ciézar, Ciudad Real, Ciudad Rodrigo, Comillas, Córdoba, Coruña, Cuenca. Coria, Don
Benito, Dueñas, Durango, Écija, Estella, Echarriaranaz, Elche, Ferrol, Figueras, Fuente Cantos,
Garrobillas, Gerona, Gijón, Granada, Guadix, Guernica, Guadalajara, Haro, Híjar, Huelva, Huesca,
Igualada, Jaca, Jaen, Játiva, Jerez de la Frontera, Jerez de los Caballeros, La Guardia de Álava, Lebrija,
León, Llerena, Lérida, Lerma, Logroño, Lorca, Los Arcos, Lugo, Mahón, Málaga, Manresa, Mayorga,
Martos, Medina del Campo, Mérida, Molina de Aragón, Montilla, Mondoñedo, Monforte de Lemos,
Morella, Motril, Murcia, Nájera, Olot, Onteniente, Orduña, Orense, Orihuela, Osuna, Oviedo, Osorno,
Padrón, Palencia, Palma, Pampliega, Pontevedra, Pamplona, Plasencia, Priego de Andalucía, Puenteáreas,
Potes, Puente de la Reina, Puerto de Santa María, Ronda, Reinosa, Reus, Rioseco, Ribadavia, Rivadeo,
Rua de Valdeorras, Sahagún, Salamanca, Salinillas, San [C]lemente [sic], San Ildefonso, Sanlúcar, San
Sebastián, San Mateo, Santa Cruz de Tenerife, San Fernando, Santander, Santiago, Santo Domingo de la
Calzada, Segorbe, Segovia, Segura de León, Sevilla, Sigüenza, Sisante, Solsona, Soria, Sort, Tafalla,
Los textos de Galdós en La Nación: análisis…
603
Talavera, Tarazona, Tarragona, Tárrega, Teruel, Toledo, Tolosa, Toral de Guzmanes, Toro, Tremp,
Trujillo, Tudela, Tuy, Tortosa, Tarancón, Urgel, Valderas, Valencia, Valladolid, Valls, Vergara, Viana,
Vich, Vigo, Villamañan, Villareal de Valencia, Vinaroz, Vitoria, Vivero, Yecla, Zafra, Zamora y
Zaragoza. Confr. La Nación de 1 de octubre de 1864, p. 4.
10 “Falsas imputaciones”, en La Nación, 13 de agosto de 1864, p. 1.
11 La Nación, es el décimo noveno periódico madrileño en pago de timbre y paga, una décima parte, una
octava, una sexta y una quinta parte de La Correspondencia, Las Novedades, La Iberia y La Gaceta, por
establecer una comparación con los periódicos más conocidos de su momento histórico. Tira bastante más
que periódicos tan conocidos como El Clamor Público, El Cascabel, El Madrileño, La España y El
Espíritu Público. V. La Nación de 12 de julio de 1864, p. 2.
12 Ortiz Armengol, pp. 81-88.
13 Catálogo de las publicaciones periódicas madrileñas existentes en la Hemeroteca Municipal de Madrid,
1661−1930. Madrid 1933. Registro 518. Véase también Pérez Vidal: Benito Pérez Galdós. Madrid.
Madrid, 1957, p. 42.
14 La Nación, 4 de mayo de 1864, p. 1.
15 Manuel Osorio y Bernaard: Ensayo de un Catálogo de Periodistas Españoles del siglo XIX, 1903,
Imprenta y Litografía de J. Palacios, Madrid, p. 246.
16 Desde 2 de mayo de 1864 al 3 de diciembre de 1864.
17 Este es el único cambio de dirección que se especifica, en este caso, en una advertencia que abre el número
del 3 de diciembre de 1864: “La redacción y la Administración de este periódico se han trasladado a la
calle del Postigo, número 4, cuarto principal”.
18 Desde el 22 de febrero de 1865.
19 Según consta en todos los números al final del texto y antes de la publicidad si la hay. Figura además, el
responsable de todo lo no firmado que es el Secretario de la redacción y el editor responsable. El cambio
de 16 de julio de 1864 le cuesta al periódico dar sólo la mitad del número por lo que se excusa en su
primera página, en una advertencia “habiendo tenido que cambiar repentinamente de imprenta, damos
hoy sólo la mitad del número. Nuestros suscritores nos dispensarán esta falta involuntaria, que les
resarciremos lo más pronto posible con un suplemento”.
20 Desde el 30 de marzo de 1865, que coincide con la publicación en los faldones de las terceras y cuartas
páginas de algunos números de la Memoria de la Diputación Provincial de Madrid sobre los
establecimientos de beneficencia de la provincia, en la Imprenta de La Nación, en cuya portada aparece
“tienda” y ya a cargo del mismo impresor.
21 Desde el 22 de abril de 1865.
22 Hasta el 9 de agosto de 1864.
23 Sólo los día 10, 11 y 12 de agosto de 1864.
24 Por ejemplo: “Los señores suscritores de provincias, cuyo abono concluye en fin del presente mes, se
servirán renovar la suscricion en tiempo oportuno, si no quieren sufrir retraso en el recibo del periódico.
La remisión del importe, cuando sea en sellos, se suplica se haga en carta certificada.” [La Nación, 28 de
junio de 1864, p. 1]. Se repite más de treinta veces en su primer año de vida.
Los precios de la publicación por suscripción son: Madrid, un mes 12 rs. y tres meses 34; para provincias:
tres meses 42 rs., seis 78 y un año 150 (si se suscribe en la Administración o paga por letras o sellos); tres
meses 45 rs., o seis 84 (si se gira contra el suscriptor); para extranjero y ultramar: seis meses, 140 y un
VIII Congreso Galdosiano
604
año 280 rs. En Madrid se suscribe en la Administración y en las provincias “en casa de nuestros
corresponsales y principales librerías”. Son los precios habituales de un diario de cuatro páginas.
25 No hemos encontrado referencias en el periódico a precios por ejemplar y veremos que se habla de los
“repartidores” no de los voceadores o de los vendedores, por lo que probablemente se trata de un periódico
de venta exclusiva por suscripción.
26 Estos datos figuran en casi todas las ocasiones en que la publicidad viene de esta agencia.
27 Los cuatro primeros aparecen en todo el periodo analizado y los otros aparecen y desaparecen a lo largo
del tiempo.
28 La Nación, 5 de febrero de 1865.
29 A este respecto cabe destacar que la importancia de las noticias y de las secciones viene dada por su
situación en el periódico, ya que se confecciona rellenando columnas de arriba abajo y de izquierda a
derecha, página a página, de tal forma que si no cabe algo, es del final y, por lo tanto, se considera menos
importante, de ahí que las gacetillas, noticias breves y curiosas, van siempre al final, antes de la sección
de bolsa y del santo del día. La cartelera de espectáculos siempre aparece. Por eso, también, cuando hay
alguna información trascendente de provincias y del extranjero o de la sección de Cortes, se llama la
atención del lector con un suelto en una de las dos primeras.
30 3 de diciembre de 1864.
31 “Por efecto de una de estas contingencias que son tan comunes en las imprentas, este número llegará algo
más tarde a mano de los suscritores” en 28 de diciembre de 1864.
32 El 10 de agosto de 1864 anuncia que con el número se regala una “hoja suplementaria, que contiene la
última ley sobre el impuesto de consumos, con lo cual cumplimos nuestra promesa de indemnizarles la
falta involuntaria en que incurrimos por el cambio de imprenta”, el del 16 de julio, por lo que salió con
sólo dos páginas.
33 El 7 de junio de 1864 publica uno sobre “El Rastro” absolutamente de carácter costumbrista. De dos
columnas y media de extensión; o el de “Honras al 7 de julio” del día 8 de julio del 64, entre otros.
Además, se da la extraña circunstancia de que es de las pocas personas en las otras secciones que firma
artículos, como es el caso de varios fondos del verano de 1864.
34 No en el año estudiado.
35 Nos referimos exclusivamente a los que están precedidos por cabecera de sección con este nombre.
36 Algo debió de suceder de uno a otro año relacionado con la sección, ya que el 23 de diciembre del 64
anuncian una serie de artículos críticos sobre la Exposición de Bellas Artes, por Jovito Riestra, del que
sólo sale el primer artículo (p. 3) y, tras uno dedicado a la Navidad (24 de diciembre) y dos al uso del
telégrafo entre los antiguos (27 y 28 de diciembre, p. 3), se reduce a una cuarta parte su frecuencia y no
aparecen más dedicados a la Exposición, y eso que habían anunciado que ellos harían además artículos
propios sobre el tema.
37 V. 9 y 24 de julio, 20 de septiembre, 7, 12 y 21 de octubre.
38 “Marina” (5 de octubre de 1864, pp. 3-4), sobre el vapor-correo español Isla de Santo Domingo.
39 “Uxama. Sus ruinas. Vicisitudes de esta antigua ciudad”, 17 y 23 de octubre de 1864, p. 4. Este y el
anterior parecen cartas remitidas por estas personas ya que van fechadas.
40 “Los baños de Baden-Baden. Una conversación digna de verse”, 28 de octubre de 1864, pp. 3-4.
Los textos de Galdós en La Nación: análisis…
605
41 “Los deseos”, 6 de agosto de 1864, p. 4.
42 “Un brazalete falso”, 10 de septiembre de 1864, p. 4.
43 27 de noviembre de 1864, p. 3.
44 “Polonia y sus leyendas”, 6 de noviembre de 1864, p. 3.
45 “Un pastel. Cuento”, 29 y 30 de diciembre de 1864, p. 3. La firma aparece en el segundo artículo.
46 “El sexto sentido”, 29 de octubre de 1864, p. 4.
47 “El primo”, 13 de agosto de 1864, pp. 3 y 4 y “Bibliografía”, 16 de noviembre de 1864, p. 3.
48 “Industria sedera”, 25 de septiembre de 1864, p. 3.
49 12 de junio de 1864, p. 4. De 2 columnas de extensión.
50 13 de octubre de 1864, p. 4.
51 13 de noviembre de 1864, p. 3, 2 columnas.
52 26 de noviembre de 1865, p. 3. Incluye un sumario.
53 Rafael Mainar. El arte del periodista, en Manuales Gallard, 1906, Barcelona, pp. 73 y 74.
54 Coinciden con él, posteriormente, Marcelino Tobajas, en El periodismo español, 1984, Forja
Comunicación, Madrid y Uwe Clever, en “Sensación de vivir”, Expressis verbis, núm. 17, pp. 26-27.
55 La primera entrega es de 14 de mayo de 1864, con un total de 26 hasta el 7 de agosto del mismo año.
Siempre en las páginas 3 y 4 del periódico y a dos columnas. De aparición irregular, dos o tres veces por
semana, a veces, tres números consecutivos, etc.
56 Consta de 17 entregas, a cuatro columnas, siempre en primera y segunda páginas, desde el 11 de agosto al
25 de diciembre de 1864. La aparición es también irregular.
57 El primer número en que aparece es de 24 de enero e, igual que los anteriores, no tiene un día fijo de
salida, sí las páginas, que siempre fueron 1 y 2. Está a cinco columnas.
58 La nota dice “Advertencia. Hoy empezamos a publicar la Memoria que ha redactado la Diputación
provincial de Madrid, acerca de los establecimientos de Beneficencia que tiene a su cargo. Con ella
alternará la inserción de las memorias de la revolución italiana, que venimos dando a la luz con el título
de Alfredo Manfredi, trabajo original que debemos a la elegante pluma de un reputado escritor”, p. 1.
59 Son seis entregas casi consecutivas y la segunda y la tercera sólo van en la página uno sin seguimiento a la
vuelta. Son de 26 y 31 de mayo y de 1, 2, 3 y 4 de junio de 1864.
60 El primero es de 24 de agosto y el último de 27 de septiembre. Sólo el del día 31 de agosto no pasa a la
segunda página. El resto sí. En julio del año siguiente vuelve a darse una serie dedicada a la causa de la
Calle de Fúcar.
61 Serie de cuatro textos, el primero de 10 de enero y el cuarto del 14, en la primera y segunda páginas del
periódico.
62 20 y 30 de julio de 1864, pp. 1 y 2. Firmados por López Sincero.
63 28 y 30 de diciembre de 1864, pp. 1 y 2.
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64 31 de diciembre de 864 y 1 de enero de 1865, pp. 1 y 2.
65 Diccionario RAE 1852, p. 611,2.
66 Diccionario RAE 1869, p. 682,2.
67 Diccionario RAE 1899, p. 873,3.
68 Diccionario RAE 1899, p. 874,1.
69 “Revista de Madrid”, sin firma (8 de mayo de 1864), p. 1.
“Revista de la Semana” por “J. F. P.” (12 de mayo de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid” por “J. F. P.” (22 de mayo de 1864), p. 1.
“Revista de no se que”, sin firma (5 de junio de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, “J. F. PAZ.” (12 de junio de 1864), p. 4. Dos columnas.
“Revista de Madrid”, “PAZ” (19 de junio de 1864), p. 1. Extensa, media página.
“Revista de Madrid”, sin firma (26 de junio de 1864), p. 1. (Extensa de media página).
“Revista de Madrid”, sin firma (3 de julio de 1864), p.1.
“Revista de Madrid”, sin firma (17 de julio de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (24 de julio de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (31 de julio de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (7 de agosto de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (14 de agosto de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (21 de agosto de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (28 de agosto de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (4 de septiembre de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (11 de septiembre de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (18 de septiembre de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (25 de septiembre de 1864), p. 1.
“Revista de Madrid”, sin firma (2 de octubre de 1864), p. 1.
“Revista de Teatros”, “J. D.” (13 de octubre de 1864), p. 4. Extensísima, casi 3 columnas.
“Revista teatral”, “Pero-Grullo” (30 de octubre de 1864), p. 1.
“Revista de Teatros”, “Pero-Grullo” (6 de noviembre de 1864), p. 1.
“Revista de Teatros”, “Pero-Grullo” (13 de noviembre de 1864), p. 3. Dos columnas.
“Revista de Teatros”, “Pero-Grullo” (20 de noviembre de 1864), pp. 1 y 2. Especialmente extensa por la
reaparición en la escena madrileña de Julián Romea.
“Revista de agricultura”, por Domingo de la Vega y Ortiz (26 de noviembre de 1864).
“Revista de Teatros”, “Pero-Grullo” (27 de noviembre de 1864), p. 1. Media página.
“Revista de Teatros”, “Pero-Grullo” (4 de diciembre de 1864), p. 1. También media página.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (4 de enero de 1865), pp. 1 y 2.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (8 de enero de 1865), p. 1.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (15 de enero de 1865), p. 1.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (22 de enero de 1865), p. 1.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (29 de enero de 1865), p. 1.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (5 de febrero de 1865), p. 1.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (12 de febrero de 1865), p. 1.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (19 de febrero de 1865), p. 1.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (26 de febrero de 1865), p. 1. Viernes.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (5 de marzo de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (12 de marzo de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (19 de marzo de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (26 de marzo de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (2 de abril de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (9 de abril de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “J. H.” (12 de abril de 1865), pp. 1 y 2. Jueves.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (16 de abril de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de la semana”, sin firma, (23 de abril de 1865), p. 1. Domingo.
Los textos de Galdós en La Nación: análisis…
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“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (27 de abril de 1865), p. 1. Jueves.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (30 de abril de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (7 de mayo de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (14 de mayo de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de Teatros”, “El Conde de Cabra” (21 de mayo de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista de la semana”, “Un revistero suplente” (28 de mayo de 1865), p. 1. Domingo.
“Revista musical”, B. Pérez Galdós (3 de febrero de 1865), p. 1.
“Revista musical”, B. Pérez Galdós (9 de febrero de 1865), p. 1.
“Revista musical”, B. Pérez Galdós (16 de febrero de 1865), p. 1.
“Revista de la semana”, B. Pérez Galdós (23 de febrero de 1865), p. 1. (Jueves).
“Revista de la semana”, B. Pérez Galdós (04 de marzo de 1865), p. 1. (Sábado).
“Revista de la semana”, B. Pérez Galdós (16 de marzo de 1865), p. 1. (Jueves).
“Revista de Madrid”, B. Pérez Galdós (23 de marzo de 1865), p. 1. (Jueves).
“Revista de la semana”, B. Pérez Galdós (30 de marzo de 1865), p. 1. (Jueves).
“Revista de la semana”, B. Pérez Galdós (6 de abril de 1865), p. 1. (Jueves).
70 “Revista de la Semana” de 23 de febrero.
71 Id. 16 de marzo.
72 Id. 6 de abril.
73 23 de abril.
74 11 de mayo.
75 1 de junio.
76 22 de junio.
77 8 de abril.
78 9 de abril
79 p. 1.
80 V. 5 de marzo (p. 2), 16 de marzo (p. 1) y 26 de marzo (p. 2).
81 Responsable de todo lo no firmado desde el primer número.
82 Como el que ya hemos citado de 25 de septiembre de 1864 (p. 3).
83 19 de abril de 1865, p. 1 y 30 de abril, en donde aparece Orellana.
84 16 de abril de 1865, p. 1: “D. F. E.”, “D. A. E.” y “D. F. B. y J.”, que aportan desde 4 reales.