GALDÓS Y MARÍA ZAMBRANO: EL SABER DE LA EXPERIENCIA
Juana Sánchez-Gey Venegas
María Zambrano, como todos sabemos, escribió muy pronto sobre Benito Pérez Galdós y uno de sus últimos escritos también se lo dedicó al maestro: Don Benito: un don del océano (1986). Todavía más, sólo escribe una obra acerca de un autor y es La España de Galdós (1960), porque, en efecto, Galdós está escribiendo a través de sus novelas, de los libros de ensayo, etc. la historia de España. Nos gustaría subrayar ahora el Galdós de María Zambrano, es decir, el porqué de su lectura pronta, el modo de este acercamiento, sus coincidencias y sobre todo, subrayar este saber de experiencia que realmente los unía.
María Zambrano en sus Palabras del regreso, en 1985, había escrito un artículo con este título El saber de experiencia. Está claro que la sabiduría que le interesa es la de la experiencia, que en ella significaba un saber originario. Aquel saber que sentimos, del que tomamos nota, aquel que nos sobrecoge y requiere nuestra escucha, nuestra atención. Lo originario significa que es un saber que viene desde el origen y nos ayuda a conocer lo más hondo de nuestra vida y lo más cierto. Por ello en su obra El Hombre y lo divino dice en el artículo que titula ¿Qué es la piedad?: ―… vemos claramente lo que Sócrates perseguìa y dio la vida por hacer: transformar el simple vivir, la vida que se nos ha entregado y que llevamos de un modo inerte, en eso que se ha llamado experiencia. Experiencia que forma esa primera capa, la más humilde, del saber ―de las cosas de la vida‖ y sin la cual ningún antiguo hubiera osado llamarse filósofo‖.1
La filosofía ha de tratar, pues, del vivir cotidiano, orientar sobre la vida humana, sabiendo que ésta tiene un origen, es decir, que hay un centro desde donde se dimana la fuerza y la armonía. Creemos que ésta es la razón por la cual María Zambrano lee a Galdós porque ha descubierto que desde sus novelas también habla de la vida. Por tanto el verdadero saber nos ha de ayudar a vivir, consolarnos, fortalecernos. Y sobre todo, nos ha de dar sabiduría, es decir, ser creadora de ideas o, mejor, potenciadora de esas ideas y valores que ennoblecen a los seres humanos: la verdad, la sinceridad, la justicia. Y en este sentido, le interesó Galdós porque vivió como filósofo, como curioso y en el asombro de las cosas que le rodeaban y, especialmente, de las personas.
De ahí que aunque la lectura de María Zambrano sobre Galdós sea o pueda ser una lectura sobre España,2 nos centraremos en ese buscador de la intimidad humana que fue el gran novelista canario, creyendo que esta lectura le interesó sobremanera a la filósofa. Porque a ambos les preocupaba sobremanera la condición humana y a ella nos vamos a referir.
Vamos a estructurar el texto del modo siguiente:
a) El nudo antropológico de Galdós que atraía a María Zambrano.
b) El nudo epistemológico o el saber de la experiencia.
c) Los textos: la novela y la mística de ambos autores.
EL NUDO ANTROPOLÓGICO DE GALDÓS QUE ATRAÍA A MARÍA ZAMBRANO
Desde la Advertencia I en La España de Galdós María Zambrano suscribe la importancia de la novela que, por una parte, narra una historia que saca del anonimato y, por otra, se constituye en filosofìa de la salvación porque ―trasciende‖ siempre el personaje.
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Pues en esto aparece la condición de verdadero autor de Galdós: en que acoge y rescata a sus criaturas —nos referimos, ante todo, las novelesca—, sacándolas de las aguas amenazadora donde se hunden las criaturas por nadie miradas.3
La realidad a la que se acerca tiene, pues, dos movimientos por una parte, la inmanencia, la necesidad de conocerse, saberse a sí mismos, interiorizarse, pero, en seguida la trascendencia, el volcarse a los otros, el esforzarse, el superarse. Y en este ir y venir los personajes dejan sus ―novelerìas‖ y se van haciendo.
La vida para María Zambrano es trascendencia y por ello resalta siempre que los personajes de Galdós viven la vida y este vivir es sinónimo de verdad. La vida —dirá— es más que vida. Es decir es más que la historia concreta, por ello el vivir no puede reducirse a un esquema ni a nada, porque este esquematismo convierte a la persona en personaje. Así refiriéndose a Don Quijote dice: ―No vivìa, pues, un argumento, sino una pasión, aunque al modo novelesco para fijarla en la historia, para fijarla como la anti-historia de algo más allá de ella y que tiene en tanto que hacerse también historiable. La pasión que ser y verdad sufren humanamente, es decir, teniendo que entrar en la historia‖.4
María Zambrano defiende que quien no sacrifica su vivir cotidiano a un proyecto, entonces permanece en una abstracción, porque lo importante es la entrega, el sacrificio pues en ello se hace verdad la vida, la vida se hace verdadera, alcanzándose la autenticidad:
El hombre es el ser que padece su propia trascendencia. La padece actualizándola, extrayéndola de la ambigüedad, y aun de la realidad, en un activo padecer. Lo que hace del hombre criatura de experiencia y no sólo de historia, de verdad y no sólo de realidad.5
El saber de experiencia es más que un saber de realidad —aquí, se separa de Ortega— porque la realidad no es lo que hay sino que para ser se necesita asimilarse, trascenderse. Es la clave en el pensamiento de María Zambrano, porque al trasmutarse, el ser humano se enraíza6 y se trasciende.
Así la autora ha hablado de trascendencia en muchos escritos. Nos vamos a referir ahora a un manuscrito Filosofía y Educación: la realidad en el que explica la trascendencia como un ―género de caminar, de ir hacia algo, que guìa y que está más allá…Trascender es en un primer sentido atravesar, traspasar obstáculos, fronteras‖.7 Dice que el ser humano es el único que puede trascender el tipo y el que puede descubrir la realidad trascendiéndola.
Estos caracteres los encuentra en Galdós, porque son personajes que vive la vida pero, además, la trascienden y transmiten un verdadero proyecto, una vida plena, un conocimiento y la ilusión por el futuro.
Y este viviente historia no puede pasar sino en ese lugar, en esa especie de descampado a cielo abierto que en Galdós se descubre más que en ningún otro novelista como el lugar de la vida.8
Constituye una reflexión continua en María Zambrano la unidad de vida y pensamiento y aunque podríamos decir que es una clave para entender la importancia de la razón poética, como reforma del entendimiento humano, lo cierto también es que no es un camino fácil porque se requiere autenticidad de vida o verdad. Se necesita una reflexión sincera pero sobre todo honestidad de vida. Para María Zambrano un personaje de Galdós que lo logra es Nina porque han sabido ejercer y actualizar la libertad y aún más este ejercicio de la libertad lo viven desde la obediencia. Es decir, la libertad no es informe sino que tiene una forma: ―Nina ha obedecido a la condición trascendente de la vida‖.9
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En este sentido, María Zambrano cuando habla de realidad está refiriéndose a la revelación, busca así la experiencia como revelación, pues la filosofía es medio para salvarse, revelarse, estos son los senderos que no recorrió Ortega ni otros tantos filósofos. ―Mas sucede que sólo en la vida podemos tener ese género de ver y conocer que es una revelación, por modesta, humana que ella sea. Sólo de lo que está vivo, a nosotros, vivientes, puede llegarnos. El resto es… conocimiento; mas de otra especie (…) Es el verdadero saber que abre un horizonte y hace porque la persona se revele. Es revelación aun en lo meramente humano sólo lo que nos revela‖.10
La revelación significa que la vida pende de alguien, porque qué significa pensar en una independencia, sería más conveniente vivir una dependencia de las grandes verdades y de los grandes amores, y cuánto más amemos mejor. Y así dice de Galdós:
Pues su novelar es algo más que constatar sucesos y apresar conflictos… y que sea a través de esa su minuciosidad, un seguir y perseguir a sus personajes, hasta ver si van a dar en otra cosa, su conversión, aunque tantos acaben sin ella. Como si todo su novelar fuera empujado por una fe última… lo contrario de ese nadismo o niquilismo… y es que la decadencia no tiene remedio pero el infierno… sì.11
María Zambrano busca el centro, y lo repite en muchas ocasiones, cuando trata de Galdós. El centro es lugar de la vida, la conversión, la raíz de una armonía que se necesita para la piedad, la ilusión que es como decir vivir humanamente. El centro es quien vivifica. ―Si Misericordia parece ser el centro de Galdós, Nina lo es de Misericordia. Un centro abierto, el lugar donde se hace la vida en medio de tanta historia. Porque Nina es un personaje único en el mundo de Galdós, único también en la novela española‖.12 No se puede dirigir palabras más elogiosas y, de nuevo, subraya la palabra centro, como esa donación que no es sin sacrificio, pero un sacrificio aceptado, cumplido donde se adquiere su máxima integración o perfección.
Por eso, en novela como en la vida, no será ningún personaje el centro porque lo sea, sino porque llame a él, porque lo despierte. No otra cosa puede ser una humana revelación.13
La antropología de Galdós, según María Zambrano, es la de un ser humano como realidad abierta, como don, y así dirá de Nina que es un don y luego lo dirá del mismo Galdós. La fuerza de Nina está en su entrega, en su esperanza, pues el que vive de la esperanza trasciende el tiempo, de modo que esta trascendencia nos estructura y conforma.
El que transmite la esperanza no puede ser devorado por ella, no se devora a sí mismo, ni al otro —ni siquiera llevado por la esperanza. Es su anónimo transmisor y ha de ganarla cada día, a veces como el mendigo, al mismo tiempo que el pan y con él y a veces, más allá del pan, pan ella misma.14
Vivir es buscar la realidad, perseguirla, hasta pordiosearla porque como el Eros platónico, la vida tiene algo de abundancia y de carencia. Por eso vivir ―exige un dónde, un para quién, un con quien‖.15 Y la vida no puede quedarse asì en sì misma, reducida a su esencia… La vida es siempre de alguien. Y de ahí proviene, al menos en parte, su sumisión a la necesidad.16
La maravilla de la existencia, el prodigio y misterio de la realidad y de la vida, corre a través de las innumerables páginas galdosianas, extendiéndose monótonamente sin principio ni fin. Pero se muestra al descubierto en su raíz misma en dos obras excepcionales: Fortunata y Jacinta y Misericordia. Ellas dos, y especialmente en sus
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protagonistas, encarnan esa prodigiosa fuerza de la vida en aspectos distintos, que juntos aseguran por sí solos la perennidad de un pueblo, del pueblo en que con tan divina naturalidad se producen –fecundidad y misericordia.17
EL NUDO EPISTEMOLÓGICO O EL SABER DE LA EXPERIENCIA
María Zambrano escribe La España de Galdós (1960) en tiempos de un deseo primordial: redactar una filosofía de la esperanza, donde no se obre por interés sino que se viva el interés por los demás. Y así en esta obra teje una trama acerca de Cervantes y de Galdós para exponer los temas más excelsos de la condición humana: el tiempo, el infierno, la historia, la realidad, la esperanza y la paciencia, entre otros.
No nos ha dejado Galdós clave alguna del riquísimo y complejo mundo de su obra novelesca, que transcurre en su mejor y mayor parte limpia de teoría.18
Es decir, que Galdós no dice sino que expresa lo que quiere decir y sus personajes reflejan esto que quiere decir y que vida o realidad vivida, más que pensada. ―Es preciso haber entrado en posesión de un cierto saber que nos haya dado la clave de este revuelto mundo humano‖.19 Por esta razón María Zambrano se refiere a él como a un autor especial que superó a otros contemporáneos, pues su obra propia del siglo de la ilustración que subyugaba a tantos, ―mantenían en silencio a quienes vislumbraban en su corazón las equívocas sombras de tales luces‖.20
Ambos autores se alejan de ―la ilustración‖, del ―racionalismo rampante‖ tratan de razones del corazón que son más luminosas y más ciertas que aquellas. Se alude, también, al misterio porque Galdós busca siempre esa trascendencia que a veces se oculta en la intra-historia y apunta también a su elevación. ―Pues bajo la conciencia, a través de los más raros caminos, el ayer persiste y actúa‖.21
Convendría recordar qué es la conciencia. Lo importante es saber que no es una realidad cerrada en sí misma, sino abierta a Alguien y a los demás. El ―a priori‖, el contenido de la conciencia, será esa capacidad de diálogo, de apertura existente en ella, que llena de posibilidades al ser humano, porque le capacita y potencia, y no una identidad consigo mismo como subrayó el racionalismo.
La razón despegada de la vida ha corrido durante siglos por su mundo, conquistado mundo de abstracciones. Mas, entre nosotros —españoles—, la mente no ha sido despegada de las cosas y de la vida por violencia alguna, por apetito alguno de poder, y la vida ha triunfado siempre. En su triunfo no ha entrado nada la apetencia de domino, sino la falta de ella hasta la anulación de la voluntad por el amor. Y así, se ha hecho posible la existencia de criaturas como las que encontramos en las novelas de Galdós, criaturas que no han consentido ser apresadas, sino por la palabra humilde ceñida a la vida.22
La vida es, pues, conciencia y no abstracción, es voluntad pero no para ejercer un dominio sobre los demás sino para amar, para vivir y no sólo búsqueda del poder. Ello se ve en Galdós y en la razón poética de María Zambrano, que no es un constructo ni una ficción, sino que explica ese fondo de la tradición y expone con toda su fuerza creadora, abierta al sentir, a la voluntad, a la determinación y a la acción que nos arrastra a la salvación por la palabra.
Galdós se ocupa sobre todo en crear seres superiores porque viven una moral de máximos, dispuestos a dar la vida por crear nuevas vidas o por la amistad, o la compasión. Algunos
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autores como Stephen Miller hablan de ―naturalismo espiritual‖ porque el mundo de Galdós recrea los grandes temas del misterio, del aspecto religioso y sociológico de la relaciones éticas, jurídicas y económicas.
Por ello, Galdós concibe un saber que nace de las entrañas, que se genera en relación y no un saber de la abstracción o de la identidad o del sin sentido,…
Quien esto cree, ha de tener una idea del saber un tanto dispar de quienes creen en la realidad independiente, de quien cree que las cosas son. Para estos últimos el saber es una función de la mente humana que se apoya en la garantía de que las cosas tienen en sí mismas un ser que les pertenece. Se ha roto, en el caso de lo haya habido alguna vez, el cordón umbilical con el acto creador. Y si la cosas son, tienen una regularidad, unas leyes, y hay cosas que no pueden ser, sucesos que no pueden ocurrir… ¿Pero que no podrá ser y qué no podrá ocurrir para aquel que tiene por criatura de Dios hasta la moneda —la más fabricada de todas las cosas—, para quien percibe el mundo aun humedecido por el hálito creador? Pero ella misma, Benigna, nos lo dirá.23
El saber es relacional, por eso verdad y mentira dependen, dependen de la esperanza y hasta del sentido de la creación. Esto dice Benigna y María Zambrano que cuando habla de la razón poética la denomina también mediadora, hija de Alguien, por tanto potenciadora de la necesidad de filiación que todo ser humano padece. Así, en su manuscrito sobre Filosofía y Educación: la realidad, lo expone muy certeramente desde ese conocimiento que es siempre superador de la propia indigencia y que nos guía a tareas creadoras:
La realidad que en cierto sentido se presenta por sí misma, arrolladora, inexorable, dada la condición humana, exige ser buscada. La vida humana es un viaje hacia la realidad, como conocimiento. Lo que exige una moral, una moral que sostenga el ánimo y enderece la voluntad hacia ella que temple el corazón y la sensibilidad.24
Había defendido desde sus primeros escritos en Hacia un saber sobre el alma (1934) y ―La guerra‖ de Antonio Machado (1937) que la razón poética es, como La Guía una forma de pensamiento, un saber de experiencia cuyo sentido es ―saber para transformarse‖, cambia el pensamiento y cambia la vida. Es un saber para vivir y para convivir. Así la razón poética es una razón ética.
Sucede lo mismo en Galdós. ―Galdós nos da la vida misma‖ —dirá Zambrano— ―Y la novela galdosiana desciende misericordiosamente a esa vida y con afán de conocimiento, se detiene en ella hasta descubrir el secreto de su íntima estructura‖.25 Por ello Nina conoce bien el juego de la verdad y la mentira, conoce que la mentira que nace de la esperanza se hace verdad.
Pensaba Nina a su manera. Pensaba no para descubrir la verdad que venía a ella por otros caminos o más bien su camino. Pues recibía la verdad sin darse cuenta. Pensar, en cambio, era en ella echar cuentas, contar, prisionera como estaba en los infiernos de la cantidad.26
Mas esta razón calculadora es la que Nina vencerá, a fuerza de piedad. Y Nina deja de ser mendiga, ni criada. Era sólo Nina. Había abandonado la materia, las cuentas y ya sólo sabía de entrega, de esperanza que le hace ser creadora con tan sólo sentir su presencia ―tan hondo había caído que había salido de los infiernos de la cantidad y del espacio y tiempo materiales… Ya no se afanaba, se daba solamente, sin notarlo, porque ella era asì‖.27
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―Porque un grano de verdad basta para sostener una vida‖. A esta realidad se ciñe Nina y ello le hace conocer la vida y saber de la verdad, más allá de las mentiras. Y este juego de verdad y mentiras, que conoce también Galdós, que posteriormente veremos en Unamuno, está también presente en María Zambrano.
Zambrano escribe un manuscrito, aún inédito (M-41), que titula La verdad como alimento y la mentira como actividad. Ya el propio titulo recuerda a Galdós, y nos señala los rasgos de la verdad que Zambrano también busca, una verdad alejada del racionalismo que es ―entregarse antes que a la razón a una idea de ella‖.28 No cabe en menos palabras la crítica a la razón instrumental que no a la verdadera razón.
Añade otro carácter, que es vivir, como Nina entregándose a la verdad, la filósofa dirá confiadamente. ―Y la realidad en cosas de la vida se llama experiencia‖. Juan Fernando Ortega Múñoz denomina la metafísica de Zambrano ―metafísica experiencial‖, pues en efecto, antes que una idea de la verdad tenemos una experiencia de ella, que la experiencia no puede ser proyectada ―a priori‖ —como es uso y costumbre— desde los medios donde se cultiva el irracionalismo crecido a la sombra de una razón interesada en sí misma. Coinciden Galdós y Zambrano en esta afirmación.
LOS TEXTOS: LA NOVELA Y LA MÍSTICA DE AMBOS AUTORES
María Zambrano relata en su obra Delirio y Destino que leyó a Galdós devorándolo y entre su obra destaca Misericordia.29 Piensa que es una novela clara, simple, es una novela de luz, con horizonte abierto. Y a ella es llevada como la verdad nos atrae y nos antecede, luego se escribirá esa verdad, paso a paso, pero nos precede. Así dice de esta lectura en La España de Galdós:
Sí, recuerdo que comencé a escribir una nota de pie de de página y luego es decir en seguida, como por mí mismo, apareció lo demás, sin arrebato alguno, paso a paso como un pensamiento que aguardaba su tiempo, en el orden de la verdad.30
En Misericordia, Nina es la protagonista sin serlo, es decir, sin querer vivir su ser desde sí mismo, se trasciende y alcanza la verdad, el verdadero conocimiento:
[…] se adentra en la verdad y en la vida habiendo estado desde el principio en ella… vive solamente la vida.31
María Zambrano distingue entre la tragedia griega en la que el héroe soporta un destino, a su pesar, como Edipo que, finalmente, se saca los ojos porque no puede evitar su desenlace, lo distingue —decimos— del cristianismo, porque aquí cambia la suerte. Hay en el cristianismo revelación y salvación. Este es el mejor realismo, el que encuentra salvación.
Por ello, dirá Zambrano, no está sola, ―Más que sola, impar, única‖ es decir es una criatura que consigue, en la conjunción de sus debilidades, hacerse persona. Pues ser persona es ser singular y reconocer sus debilidades, siempre confesables, para adquirir una mirada que enlaza con la verdad del mundo y de los demás. Nina no es un sueño, ni una quimera, sino que le embarga la paciencia y la esperanza.
Filosofía y poesía, novela y mística, o novela mística,32 porque ambos autores desde la novela o el ensayo crean formas del lenguaje, palabra creadora, libertad del lenguaje, no atado a convención ni a racionalidad formal, sino a una explosión de la intimidad, de los sentimientos, de lo inexpresable, del misterio.
Ambos autores saben que el Logos es también inexpresable y se proponen narrar, de alguna manera, ese encanto, esa claridad y también cierta oscuridad que es la realidad. Pero
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una realidad que trasciende a sí misma y el creador nos tiende la mano para enseñarla, para descubrir cuál es el principio, lo originario, lo que nos salva.
La novela se adentra en las realidades más íntimas, entrar en los pensamientos y sentimientos de los demás, en sus alegrías, en sus fatigas y en sus bregas. Tomar interés por otro y admirarte de ello, no es sólo índice de un despertar a la filosofía, sino aún más a la moral. Sentir curiosidad por lo que le sucede a los otros es la base de la razón compasiva. Y ella nos aleja de la indiferencia, pero también de los prejuicios fanáticos, excluyentes y reductivos. La razón compasiva nos hace padecer, dirá María Zambrano, en su manuscrito. La verdad como alimento y la mentira como actividad, pero ¿acaso no nos lo había dicho ya Galdós y Nina?
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NOTAS
1 ZAMBRANO, María: El hombre y lo divino, Barcelona, F.C.E, 1986, p. 200.
2 MORA, José Luis: ―Misericordia en la España de Galdós‖, Madrid, Fundación Fernando Rielo, 1994, pp. 55-79.
3 ZAMBRANO, María: La España de Galdós, Madrid, Endymión, 1989, p.13.
4 Ibidem, p. 42.
5 Ibidem, p. 16.
6 ZAMBRANO, Marìa: ―El saber de experiencia‖ en Las palabras del regreso, Salamanca, Amarú, 1995, p. 17.
7 ZAMBRANO, María: Filosofía y Educación. Manuscritos, Ed. de Angel Casado y Juana Sánchez-Gey, Ágora, Málaga, 2007, p. 149-154.
8 ZAMBRANO, María: La España de Galdós, Madrid, Endymión, 1989, p. 49.
9 Ibidem, p. 53
10 Ibidem, p. 24.
11 Ibidem, p. 34.
12 Ibidem, p. 57.
13 Ibidem, p. 64.
14 Ibidem, p. 61.
15 Ibidem, p. 78.
16 Ibidem, p. 76.
17 Ibidem, p. 120.
18 Ibidem, p. 118.
19 Ibidem, p. 115
20 Ibidem, p. 111.
21 Ibidem, p. 114.
22 Ibidem, p. 119.
23 ZAMBRANO, María: La España de Galdós, op. cit., p. 136
24 ZAMBRANO, María: Filosofía y Educación. Manuscritos, Ed. de Angel Casado y Juana Sánchez-Gey, Ágora, Málaga, 2007, p. 149-154.
25 ZAMBRANO, María: La España de Galdós, op. cit., p. 113.
26 ZAMBRANO, María. La España de Galdós, op. cit., p. 87.
27 Ibidem, p. 104.
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28 ZAMBRANO, María: La verdad como alimento y la mentira como actividad, M-41, Vélez Málaga, Fundación María Zambrano, p. 1.
29 ZAMBRANO, María: Delirio y Destino, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 1998, pp. 73 y ss.
30 ZAMBRANO, María: La España de Galdós, op. cit., p. 20.
31 Ibidem, p. 39.
32 RIELO, Fernando. Teoría del Quijote. Su mística hispánica, Madrid, Porrúa, 1982.