LAS MEMORIAS DE UN DESMEMORIADO DE GALDÓS: TEXTO Y CONTEXTO

Carmen Menéndez-Onrubia

A punto de cumplir setenta y tres años acomete Galdós la tarea de dar a luz sus Memorias en las páginas de la revista ilustrada La Esfera. Tras ellas sólo tendrá aliento para componer la breve tragicomedia Santa Juana de Castilla, estrenada por Margarita Xirgu en el teatro de la Princesa de Madrid la noche del día 8 de mayo de 1918.

Pareciera lógico que, en el tramo final de una larga vida, Galdós hiciera recapitulación de la misma y pusiera en conocimiento de sus lectores datos y detalles que les acercaran a la persona y al escritor. Sin embargo, esto no fue así. En el transcurso de sus desmemoriadas Memorias intenta justificar esta ocultación de vivencias personales, reseñando que, frente a los hechos históricos de sobra conocidos, él va a ocuparse en narrar ―la historia anecdótica, principal asunto de estas páginas, tan verìdicas como deshilvanadas‖, o que no encontrará el lector ―más que lo anecdótico y personal‖ (Pérez Galdós, 1942: 1732 y 1734). Casi al final de la redacción de estos recuerdos pide a su ninfa ―su opinión sobre acontecimientos de mi vida, viajes o viajecitos‖ (Pérez Galdós, 1942: 1764), quizá sin advertir que es lo que ha venido haciendo hasta el momento. Amén del recuerdo de algunos sucesos históricos que entremezcla con breves apuntes sobre su persona y obra, de los personajes célebres que cita, o de otros que fueron sus amigos, en particular su fraternal Pereda, lo cierto es que el contenido de estas Memorias más parece una guía cultural de viajes que otra cosa. Una posible explicación de que esto sea así, quizá podamos encontrarla en su carácter reservado y en su modestia, sin olvidar el público al que se dirigía la revista en que fueron saliendo por entregas, cuyos lectores demandaban una información cultural de carácter general.

Sabemos por los datos que nos suministra la fallida biografía del canario que intentó Clarín, y por las cartas que le envió con este motivo, que los datos no llegaban porque ―Galdós no sabìa a punto fijo lo que eran datos, lo que se le pedìa‖ (Alas, 2003: 1328).1 Achacaba el ovetense el silencio de Galdós a sus demandas de información a la arraigada modestia que compartìa con su gran amigo Pereda, modestia ―que se parece a la vergüenza de los niños ensimismados‖ (Alas, 2003: 1328). La correspondencia entre Galdós y Clarìn, por fortuna, se ha visto completada hace pocas fechas. A. Smith y J. Rubio han puesto a nuestra disposición las cartas escritas por el canario al autor de La Regenta. Por ellas sabemos que el escurridizo Galdós de ningún modo iba a suministrarle noticias de calado. El motivo, según confiesa en la misiva fechada el 8 de junio de 1888, era que:

(…) siento cierta repugnancia a entregar al público la vida privada. Nunca me han gustado los interviews ni la intrusión de los reporters en el hogar doméstico. Me parece a mí que los escritores, valgan lo que valieren, deben poner entre su persona y el vulgo o público como una muralla de la China, honesta y respetuosa (…) Las confianzas con el público me revientan. No me puedo convencer de que le importe a nadie que yo prefiera la sopa de arroz a la de fideos (Smith y Rubio, 2005-6: 159).

Más adelante, el 29 de agosto, incidìa sobre lo mismo: ―las noticias de verdadero interés son de un carácter privado y reservado, al menos por ahora y por algún tiempo‖ (Smith y Rubio, 2005-6: 162). Seguía casi punto por punto la misma línea de reserva de Dickens que el joven periodista Pérez Galdós había señalado muchos años antes en la nota introductoria

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—―Carlos Dickens‖— que figura al frente de la traducción (Aventuras de Pickwick) que dio por entregas en La Nación, entre el 9 de marzo y el 8 de julio de 1868, de los Posthumous Papers of the Pickwick Club:

Imposible nos será trazar su biografía. Todas las noticias que sobre este escritor se han publicado han sido desmentidas por él. A nadie ha facilitado datos para narrar su historia; y cuando algún editor oficioso se los pide, contesta que los quiere para sí. Esto hace creer que trata de escribir sus memorias, o que ya las tiene escritas (…)

Pero si la vida de un escritor está en sus libros; si esa vida que existe y se manifiesta en las páginas de un libro, es más importante y digna de ser conocida que los innumerables accidentes domésticos que en nada distinguen a un hombre de la vulgar multitud; las novelas de Dickens nos revelan las altas condiciones de su espíritu, la inalterable bondad de su carácter, la rectitud y pureza de sus sentimientos, su vida, en fin, esa individualidad biológica que nos interesa y atañe más que los detalles de la historia exterior de un hombre, más que todos los accidentes ocurridos en eso que se llama carrera social o literaria de una persona (Shoemaker, 1972: 451-452).2

Entrevistado para La Esfera por El Caballero Audaz en fecha muy próxima a la publicación en la misma revista de las Memorias que nos ocupan, el anciano Galdós seguía pensando que al público no podía interesarle nada concerniente a su persona, porque eso eran ―Tonterìas… tonterìas…‖ (1914).

GALDÓS, COLABORADOR DE LA ESFERA

Esa especie de reportaje que son las Memorias galdosianas se avenía con el carácter de la revista en que fueron apareciendo periódicamente, La Esfera. Esta publicación semanal (salía los sábados), profusamente ilustrada con excelentes grabados y fotografías, dio cabida a artículos sobre literatura contemporánea, teatro, monumentos y paisajes de España, viajes, actualidad europea, deporte o arte, tanto español como extranjero. Era, pues, una lujosa revista dedicada a la difusión cultural, dirigida a un grupo cultivado, pero no erudito, y de poder adquisitivo.3

El conocimiento de Galdós, Francisco Verdugo Landi y Mariano Zavala, director y gerente respectivamente, se remontaba a tiempo atrás, cuando éstos trabajaban en la también revista ilustrada Nuevo Mundo junto a su fundador, José del Perojo.

La relación entre Perojo y Galdós debió ser fluida y extensa. Además de compartir ideas regeneracionistas,4 dos importantes ciudades en las biografías de ambos les unían: Santander y Las Palmas.5 En 1907 ambos coincidirían en el Congreso de los diputados, el canario como representante por Madrid del partido republicano y aquél de los mauristas por las Palmas de Gran Canaria. Se discutía en esa legislatura en la Cámara baja la Ley de Reforma de la Administración Local. Perojo defendía la división de las islas Canarias en dos provincias, Las Palmas y Tenerife, en contra del parecer de sus correligionarios conservadores, que defendían Tenerife como provincia única. La defensa de su proposición, apoyada por los votos de Galdós, Alvarado y Saz, y Morote, fue causa de que Perojo falleciera de muerte súbita el 17 de octubre de 1908 mientras ocupaba su escaño.

Verdugo y Zavala continuaron trabajando en Nuevo Mundo tras el fallecimiento de Perojo, pero, por discrepancias del último con sus herederos, se separaron ambos de la empresa y formaron la suya propia. Su primer logro fue la aparición el 2 de noviembre de 1911 del número uno de la revista semanal ilustrada Mundo Gráfico.

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En 1913 se constituía Prensa Gráfica S.A., editora de Mundo Gráfico, que se iba a lanzar, con la creación de La Esfera en enero de 1914, a una política expansiva. En diciembre de ese año de 1914 Prensa Gráfica se reconstituyó, con aportación de capital de La Papelera Española, dirigida por Nicolás María de Urgoiti, que pasó a controlar la empresa, en la que se integró Nuevo Mundo y su filial Por Esos Mundos (Seoane y Saiz, 1996: 175).6

LA DIFÍCIL SITUACIÓN ECONÓMICA Y PERSONAL DEL ESCRITOR

En 1905 Manuel Carretero había dado un toque de atención sobre la estrechez económica de Galdós, que no se correspondía con tantos años de trabajo y de gloria literaria. Fue precisamente en la revista de Perojo recién mencionada, Por Esos Mundos, donde se hacía eco de la ―humilde vivienda‖ en que moraba (Paseo de Areneros, actual Alberto Aguilera). Señalaba Carretero la imposibilidad de que cualquiera de los grandes escritores españoles del pasado o del presente pudiera vivir de su trabajo literario, porque ni público ni editores pagaban el arte.

Don Benito Pérez Galdós (…) después de una labor maravillosa, lo mismo en el teatro que en la novela, vendiéndose casi únicamente sus libros en nuestro pobre mercado, y cuando ya suman cuarenta años los de su constante tarea, no puede aún retirarse para vivir en descanso, no como vivieran Zola y Dumas, y hoy viven Rostand, Hervieu, France, Sardou y Annunzio, en hoteles espléndidos que adquirieron con su bien pagado trabajo; sino para gozar en sus últimos días de una modesta casa, bien alhajada, llena de preciosidades de arte, con biblioteca estimable, con comedor de burgués y con servidores sin regateo… Pero, habéis de verlo; si Galdós se dedicara a vivir de este modo, al poco tiempo sus amigos, forzosamente, irían a visitarle a un cuarto más modesto aún que el que en la actualidad habita (Carretero, 1905: 343).

Años más tarde, tras el fracaso de su candidatura al Premio Nobel (1912), que le hubiera proporcionado gloria y dinero,7 otro Carretero, hermano del anterior, incidía desde las páginas de La Esfera en la mala salud y en la penuria económica del maestro. Finalizaba su entrevista a Galdós con un llamamiento a los distintos estamentos sociales con el fin de poner remedio a la lamentable situación en que se encontraba.

De su fortaleza de roble no conserva más que el recio esqueleto, agobiado por el peso de sus setenta años de trabajo [sic]. El gabán, hecho cuando su cuerpo estaba más pujado, le cuelga de los hombros como de una percha. Casi cieguecito, con sus gafas negras, andando con lentitud y adelantando instintivamente la mano derecha antes de dar el paso. Con su gabancete deshilachado por los bolsillos y por las mangas; con su gorrilla gris y su cabello largo y acaracolado por el cuello, don Benito, el maestro, el pensador, ―el abuelo‖, nos ha dado la visión horrible del menesteroso… ¡Y nuestra tristeza ha sido profundìsima!... (…) yo pienso que entre todos los españoles deberìamos proporcionarle un bienestar decoroso (…) Viejo, achacoso, casi ciego, porque sus ciento veinte obras le robaron la vista, tiene necesidad, para vivir, de dictar y torturarse mortalmente durante cuatro horas todos los dìas… ¿Y no podíamos hacer nada grande, nada digno de él, con el fin de evitar esto tan triste?... (El Caballero Audaz: 1914).

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La reacción fue inmediata. Se abrió una suscripción nacional, de cuyos resultados económicos y consideración a la persona y al escritor se han ocupado, entre otros, Botrel (1977) y Madariaga (1979).8 No olvidó Galdós el generoso gesto de Carretero.9 Tampoco que La Esfera había sido la plataforma desde donde se intentó poner remedio a su situación. Así, al ir a cumplirse el primer año de su publicación, promovió un homenaje a la revista en la persona de su director, Francisco Verdugo Landi, y de su gerente, Mariano Zavala (Pérez Galdós, 1914). Quizá por la misma razón no pudo negarse a los requerimientos de los propietarios de la revista para que publicara en ella sus memorias. La aparición de éstas en las páginas de La Esfera suponía un éxito editorial y comercial, al tiempo que la remuneración de esa colaboración ayudaba a aliviar la maltrecha economía del escritor.10 Según Sainz de Robles, ante la resistencia de Galdós a acceder a los deseos de Verdugo y Zavala, estos ―insistieron muy tercos, amables y espléndidos (económicamente)‖ (Pérez Galdós, 1975: 22).

EL TEXTO DE LAS MEMORIAS DE UN DESMEMORIADO

De la petición a Galdós de algún nuevo trabajo para La Esfera da cuenta la carta que le remite Francisco Verdugo en papel con membrete del grupo editor Prensa Gráfica, fechada el 28 de enero de 1916:

Sr. Don Benito Pérez Galdós

Mi admirado maestro y querido amigo: Raro es el día que no recibo carta de algún lector de La Esfera lamentándose de que en dicha revista hayan dejado de publicarse trabajos del glorioso Don Benito. ¡Si ellos supieran que es V. el que no quiere mandarlos! ¿Por qué no hace V. un esfuerzo y me manda alguna cosa para el próximo número? Yo se lo agradecería en el alma porque La Esfera necesita que la firma de V. figure en sus páginas con más frecuencia. ¿Cuento, pues, con sus cuartillas?

Le quiere mucho y le admira su leal amigo

F Verdugo. (Casa-Museo Pérez Galdós.)

No es posible saber si este requerimiento dio paso al acuerdo entre Galdós y el director de La Esfera para la elaboración y publicación de los recuerdos del anciano maestro. Lo que sí es cierto es que, tras esta carta, lo que a continuación vieron la luz en la revista fueron las Memorias de un desmemoriado.11 Como ya en su momento señalaron Dendle (1990: 20, nota 5), Peñate Rivero (1991: 140) y Santana Sanjurjo (2004: 115), el texto que nos ha llegado de las Memorias galdosianas fue publicado en trece entregas en La Esfera entre el 4 de marzo y el 14 de octubre de 1916. Después, su primer editor en formato libro, Alberto Ghiraldo,12 distribuyó la materia narrativa de esos iniciales trece capítulos en catorce, y añadió un decimoquinto, ―Últimas notas‖, cuyo texto, editado también en La Esfera, iba destinado a un número extraordinario que se pensaba dedicar a Isabel II a comienzos del año 1918.13 De la cosecha de Ghiraldo son, además, los títulos de cada capítulo, introducidos con portadilla propia, así como sorprendentes cambios textuales, algunos de alcance, por cuanto afectan al modo de expresión galdosiana.14

Al modificarse la presentación del texto y el vehículo de expresión —de escribirse fragmentariamente para su aparición en una publicación periódica, esas entregas adquieren la categoría de texto concebido como un todo orgánico al pasar al formato libro—, elimina Ghiraldo todo aquello que hace referencia al modo y lugar de aparición del texto (por entregas en una revista ilustrada de aparición semanal): ―En próximo número‖ (E, V, 22-04)15 se convierte ―En próximo capítulo‖ (G, 102). ―Con el buen propósito y mejores ganas de dar principio al capítulo duodécimo de estas Memorias‖ (E, XII, 30-09), se transforma en ―Con el

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buen propósito (…) de dar principio al capítulo trece de estas Memorias‖ (G, 161). Más significativa aún a este respecto es la supresión de toda alusión al carácter gráfico de La Esfera: ―En páginas sucesivas de estas Memorias seguiré presentando a mis lectores la galería de personas ilustres (…), que me han honrado con su amistad, y al publicar sus nombres daré a conocer los retratos que pueda conseguir‖ (E, XI, 5-08), ―En páginas sucesivas (…) que me han honrado con su amistad.‖ (G, 196). La importante labor cultural que realizaba La Esfera con las fotografías y los grabados que ofrecía en cada número, fue puesta de manifiesto por Galdós en la convocatoria del homenaje que, a iniciativa suya, se tributó a la publicación16 y en el discurso pronunciado durante su celebración. Él mismo aportó fotografías de su colección personal para ilustrar el texto de sus Memorias.17

La secuenciación en capítulos nominados por el editor, provoca que tenga que introducir variaciones como en el caso que sigue: ―El 15 de Marzo se estrenó la obra; fue una noche solemne‖ (E, X, 22-07), ―El 15 de marzo de 1891 [sic] se estrenó Realidad. Fue ésta una noche solemne‖ (G, 175.)18

Quizá porque no vuelve a aparecer en el texto alusión alguna al archivo epistolar de Galdós, o porque se ponía en aviso al lector de algo que se proyectaba como volumen XIII (Epistolario) de las Obras inéditas,19 Ghiraldo omite la siguiente alusión: ―En mi copioso archivo epistolar de que hablaré más adelante, conservo‖ (E, III, 1-04), ―En mi copioso archivo epistolar conservo‖ (G, 65.)

En ocasiones hace el editor modificaciones gramaticales y léxicas de índole distinta: ―ganduleaba por calles, plazas y callejuelas‖ (E, I, 4-03), ―ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas‖ (G, 35); ―presencié confundido en la turba estudiantil‖ (E, I, 4-03), ―presencié confundido con la turba estudiantil‖ (G, 36); ―se embarulla otra vez mi memoria; pues recuerdo a Marsella‖ (E, I, 4-03), ―se embarulla otra vez mi memoria, pero recuerdo a Marsella‖ (G, 42); ―sin saber por qué ni por qué no‖ (E, II, 25-03), ―sin saber por qué sí ni por qué no‖ (G, 56); ―Sin acordarme ya de Galicia ni de Portugal, agarré la pluma‖ (E, III, 1-04), ―Sin acordarme ya de Galicia ni de Portugal, cogí la pluma‖20 (G, 67); ―El que sí encontramos (…) fue Shylock‖ (E, V, 22-01), ―Al que sí encontramos (…) fue a Shylock‖ (G, 93); ―estampas de santos alumbrados con lamparillas‖ (E, VII, 27-05), ―estampas de santos alumbrados por lamparillas‖ (G, 126); ―el cuchillo (…) era una brillante hoja damasquina‖ (E, VIII, 17-06), ―el cuchillo (…) era una brillante hoja damasquinada‖ (G, 148); ―no me pidas fechas porque en eso soy poco fuerte‖ (E, X, 22-07), ―no me pidas fechas porque en eso estoy poco fuerte‖ (G, 169.)

A veces las modificaciones textuales pueden producir una pérdida o disminución de la comprensión por parte del lector: ―Antes que derramar en intestina guerra la sangre de los dos pueblos hermanos‖ (E, IV, 8-04), ―Antes que derramar en intestina guerra la sangre de dos pueblos hermanos‖ (G, 79); ―Asómate conmigo al lugar eminente donde están las ruinas de San Servando o a las rocas‖ (E, VIII, 17-06), ―Asómate conmigo al lugar eminente donde están las ruinas de San Servando o las rocas‖ (G, 143). En otras ocasiones, ocurre lo contrario: ―pasé a Maguncia y Francfort, ciudad encantadora‖ (E, III, 1-04), ―pasé a Maguncia y Francfort, ciudad ésta encantadora‖ (G, 69.)

Mayor relevancia tiene el cambio de tiempos verbales, por cuanto se modifica el sentido de lo que Galdós quiso decir. ―Ni antes ni después de aquel dìa me había yo visto en actos tan ceremoniosos‖ (E, IV, 8-04), ―Ni antes ni después de aquel dìa me he visto yo en actos tan ceremoniosos‖ (G, 78); ―Atravesados los Alpes (…) Verona, donde nos encontramos con una pareja ideal‖ (E, V, 22-04), ―Atravesad los Alpes (…) Verona donde nos encontraremos con una pareja ideal‖ (G, 92.)

Una amalgama de transformaciones textuales introduce Ghiraldo en alguna ocasión: ―Respondí yo que era distinto el dialogismo novelesco del teatral (…) si por un lado me lisonjeaban por otro me inspiraban temor, pues si en los escenarios algunos autores obtienen

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ruidosos triunfos, otros resbalan y sufren mortal caída.‖ (E, X, 22-07), ―Respondíle yo que era distinto el dialogar novelesco del teatral (…) si por un lado me lisonjeaban por otro me inspiraban temor‖ (G, 168.)

Por su cómodo manejo y abreviada referencia bibliográfica, es de uso frecuente la edición preparada por Sainz de Robles para la editorial Tebas (1975: 193-270).21 Pero hay que advertir su poco respeto a lo dictado por Galdós al introducir múltiples variantes que transforman el texto galdosiano en mayor medida que el preparado por Ghiraldo. Quizá la causa de esto sea el contrato que el editor literario tenía con M. Aguilar para la edición de las Obras Completas. Así, al preparar una edición para otra editorial, cabe pensar que no podría reproducir idéntico texto, a pesar de la siguiente afirmación:

(…) la única edición de sus Obras Completas la realiza la Editorial M. Aguilar, de Madrid (…) Esta edición [para Tebas] ha sido preparada por quien firma [Sainz de Robles] estas notas bibliográficas (…) Esta edición [la de M. Aguilar] es la que se ha tenido en cuenta para seleccionar las obras que forman el presente volumen misceláneo (Pérez Galdós, 1975: 23).

Lo cierto es que las Memorias editadas en las Obras Completas de Aguilar siguen fielmente el texto preparado por Ghiraldo, distanciándose en repetidas ocasiones del ofrecido en Tebas. Sin pretender ser exhaustiva señalaré algunos de los cambios introducidos por el mismo editor literario: ―quedar agazapados en los senos del olvido (…) una parte de mi existencia‖ (OC, 1729), ―quedarse agazapados en los senos del olvido (…) una parte de tu existencia‖ (M, 193); ―mis ensayos literarios traerían otra revolución muy honda‖ (OC, 1730), ―mis ensayos literarios traerían otra revolución más honda‖ (M, 194); ―Toda España estaba ya en ascuas‖ (OC, 1731), ―Toda España estaba ya en Pascuas‖ (M, 197); ―me eché a la calle, ansioso de conocer‖ (OC, 1733), ―me eché a la calle, animoso de conocer‖ (M, 200); ―un tipo fielmente tomado de la realidad. No lo describo porque ya lo habréis visto en su natural traza‖ (OC, 1737), ―un tipo fielmente tomado de la realidad visto en su natural traza‖ (M, 208); ―Puigcerver, Canalejas, Villaverde‖ (OC, 1738), ―Puigcerver, Canalejas, Villanueva‖ (M, 208); ―diferentes acontecimientos embargaban mi memoria; no sé a cuál dar preferencia‖22 (OC, 1739), ―diferentes acontecimientos embargaban mi memoria; no sé dar preferencia‖ (M, 210); ―como me lo contaron te lo cuento‖ (OC, 1740), ―como me lo contaron os lo cuento‖ (M, 212); ―Llegamos a Hull; de allí fuimos‖ (OC, 1741), ―Llegamos a Hull; de ahí fuimos‖ (M, 214); ―voy a decir pestes del Papa‖ (OC, 1747), ―voy a deciros pestes del Papa‖ (M, 224); ―nuestros ojos de aquel mundo de tinieblas para espaciarlos‖ (OC, 1748-49), ―nuestros ojos de aquel mundo de tinieblas para esparcirlos‖ (M, 227); ―no lo hiciste por tu indolencia‖ (OC, 1752), ―no lo hiciste por tu intolerancia‖ (M, 233); ―soledad propicia a las apariciones fantasmagóricas‖ (OC, 1753), ―soledad propicia a las aspiraciones fantasmagóricas‖ (M, 235); ―Un día que yo estuve comiendo aquí con Arredondo, tuve a mi lado‖ (OC, 1755), ―Un día que yo estuve, tuve a mi lado‖ (M, 238.)

Como puede comprobarse la deturpación textual afecta sobremanera a la comprensión de lo escrito. Muchos más cambios quedan sin señalar. Sirvan los consignados de advertencia al futuro usuario de esta edición.

UN TÍTULO POLÉMICO: MEMORIAS DE UN DESMEMORIADO

Sin tener conocimiento, al menos por ahora, de lo acordado por Galdós y el director de La Esfera respecto a la publicación de sus Memorias, sabemos que el escritor tenía intención de dar más entregas de las trece que aparecieron en ese semanario y editarlas, precedidas de un prólogo, como volumen. Así queda de manifiesto en un fragmento de la carta que envió a

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Luis Ruiz Contreras en los primeros días de septiembre de 1916 (entre el 4 y el 7), en contestación a una que este último le había remitido el día 3, exigiéndole la rectificación del título de sus recuerdos por considerarlo de su invención y coincidir con el de alguna de sus obras (Ruiz Contreras, 1916: 11; 1950: 177). Decía Galdós:

Actualmente llevo ya publicados con el consabido título [Memorias de un desmemoriado] doce artículos [sic]. Puedo, sí, en el curso de los artículos restantes, hacer una aclaración sobre este particular [el título dado a sus recuerdos] o más bien referir lo ocurrido en el prólogo que pienso poner a estas Memorias cuando las publique en un volumen, que no tardaré mucho tiempo (Ruiz Contreras: 1916, 12).

Cabe preguntarse cuál pudo ser la causa de que Galdós no editara en formato libro sus Memorias, escamoteándonos el proyectado prólogo, sin duda iluminador de aspectos referentes a las mismas, y por qué las interrumpió en el capítulo trece (La Esfera, 14-10-1916), cuando, según sus palabras, tenía intención de escribir mayor número. Planteo como hipótesis de trabajo que la no recopilación en libro y la suspensión de su redacción o publicación pueda deberse a la desairada reacción de Ruiz Contreras. En carta del día 7 de septiembre contesta a Galdós:

En cuanto a lo de advertir la ―coincidencia‖ en uno de los capìtulos o en el prólogo me parece trivial, puesto que hubo lugar al remedio y, por consiguiente, no conduce a nada el aviso.

Es más lógico titular, en adelante, Memorias de Galdós los capítulos que sucedan y justificar el cambio (aunque no sería preciso) con decir que se ha tenido noticia de la existencia de unos libritos que se titulan Memorias de un desmemoriado (…)

Si usted no se aviene a esto, de justicia y de razón, habrá dos Memorias de un desmemoriado; y nada tendría de particular que lectores curiosos completaran con las mías las de usted, a la rebusca de algunos capítulos que usted ha olvidado (Ruiz Contreras, 1950: 182).

La ―réplica‖ del maestro ya no vino en carta; encabeza el capítulo XIII publicado en La Esfera del 14 de Octubre. Si no le parecía oportuno hablar de su editor, ¿por qué habla después de mi advertencia?... Y ¡cómo habla!

Desde luego, anuncio aquí la próxima publicación de un fragmento de mis Memorias de un desmemoriado, con los capítulos que faltan en las Memorias de Galdós (Ruiz Contreras, 1916: 13).

Pero aún llegó más lejos. Considerando que su ―derecho de propiedad‖ habìa sido ―atropellado‖ por la desatención de Galdós a sus requerimientos, inscribió a su nombre en el Registro de la Propiedad Intelectual el título Memorias de un desmemoriado (Ruiz Contreras, 1946: 53).23 Ante esta desmesurada actitud, previendo quizá verse denunciado y tener que declarar ante un Tribunal, el anciano y enfermo escritor se replegó. El proyecto en torno a sus Memorias quedó suspendido.24 Indicios que apoyan la hipótesis planteada se desprenden de la confusa información que suministra Ghiraldo (1920). En El peregrino curioso. (Mi viaje a España) afirma que su primera visita en Madrid fue a Galdós (101). Debió producirse su llegada en torno al 20 de octubre de 1916.25 Confundido, sin duda, señala en el curso de su narración que la entrevista tuvo lugar ―el tercer lunes de Noviembre‖ (104). No parece probable que demorara tanto su visita al maestro, incurriendo en un error de fecha, como así queda de manifiesto en la carta de Galdós que a continuación reproduce invitándole a una

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función de Marianela, datada ―Hoy, 1º de Noviembre de 1916‖. Al comienzo de la misma se precisa, correctamente, que ese ―hoy‖ corresponde a un ―miércoles‖ (104).26 Así pues, podemos proponer como fecha aproximada de la entrevista los últimos días del mes de octubre de 1916.

La hipótesis de que el desmemoriado Galdós interrumpió contra su voluntad la publicación de sus Memorias, parece cobrar fuerza con la respuesta que da al argentino sobre ―su tarea actual‖: ―Ahora escribo, más propiamente dicto, porque mis ojos se han cansado de mirar (…) las Memorias de un desmemoriado, para La Esfera‖ (103). Es decir, que en esos días últimos de octubre de 1916 todavía laboraba en las Memorias, cuya entrega decimotercera —y última— había aparecido en la revista el 14 de ese mes. Aún suponiendo que Ghiraldo amalgame en su memoria varias visitas al maestro y las recuerde como una, lo cierto es que hubieron de ser posteriores al 14 de octubre, porque en esa fecha viajaba rumbo a Madrid.

Si lo hasta aquí planteado llegara a confirmarse, la suspensión abrupta de las Memorias de un desmemoriado con el trágico final de Cánovas del Castillo (1897), anunciador del que vendría pocos meses después, no podría imputarse al autor que las trazó, sino a las circunstancias externas que se encargaron de cercenarlas. Las mismas, probablemente, que le indujeron a no llevar a cabo el proyectado volumen en que pensaba recogerlas, con su prólogo correspondiente. Acaso Luis Ruiz Contreras (El Amigo Fritz, Palmerín de Oliva) se salió con la suya.

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Las Memorias de un desmemoriado…

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NOTAS

1 Tras el éxito de la primera edición del estudio de Clarín, salió inmediatamente la segunda, ambas de 1889. Por su accesibilidad utilizó el texto preparado por L. Bonet para las Obras Completas (2003.)

2 El texto completo, pp. 450-454. También puede encontrarse en Dickens (1989, 25-30). El último párrafo se aproxima extremadamente a lo que Clarìn señalaba en su estudio sobre el canario: ―Uno de los datos biográficos de más sustancia que he podido sonsacarle a Pérez Galdós es… que él, tan amigo de contar historias, no quiere contar la suya. No tiene inconveniente en suponer que su Araceli, y su Salvador Monsalud y su Amigo Manso, por ejemplo, son tan poco recatados que nos relatan en tomos y más tomos su propia vida… y la ajena; pero él, Galdós, tan comunicativo cuando se trata de los hijos de su fantasía, apenas sabe si se llama Pedro, cuando hay que hablar del padre que engendró tanta criatura literaria (…) Tal vez lo principal, a lo menos la mayor parte, de la historia de Pérez Galdós, está en sus libros, que son la historia de su trabajo y de su fantasìa (…) apenas ha tenido tiempo hábil para hacer otra cosa, fuera de las que no merecen ser referidas por venir a ser iguales en todos los humanos, grandes y chicos.‖ (Alas, 2003: 1327).

3 Desde su aparición el sábado 3 de enero de 1914, el número suelto se vendía en España a 50 céntimos; las suscripciones alcanzaban la cifra de 15 pesetas (por seis meses) y 25 (por un año). A partir del nº 175 (5-05-1917) pasó a costar el número suelto 60 céntimos y las suscripciones 18 pesetas (seis meses) y 30 (un año).

4 Véase respecto a la significación cultural de Revista Contemporánea, fundada por Perojo en 1875, los trabajos de Sotelo Vázquez (1994; los índices de la misma en Paz: 1950) y de Dorca (1998). Su trayectoria intelectual como introductor en España de corrientes filosóficas en Díaz Regadera (2000, 2004). Un estudio de conjunto de su persona y obra cultural en la ―Introducción‖ a sus Artículos (2003:7-79).

5 Su proyecto político en Santander ha sido abordado por Dardé Morales (1991).

6 En su trabajo sobre las revistas ilustradas Sánchez Vigil (2008) señala que, oficialmente, la sociedad Prensa Gráfica fue fundada el 28 de febrero de 1914 ―por acuerdo entre el industrial vasco Nicolás María de Urgoiti y los periodistas responsables del grupo Prensa Gráfica, Francisco Verdugo y Mariano Zavala‖ (149). Véase su estudio sobre esta empresa editora (149-166), y en particular las páginas dedicadas a La Esfera (159-166.)

7 El largo proceso de la fracasada concesión del Nobel en Ortiz-Armengol (1996: 711-791) .

8 Pocas satisfacciones le procuró al escritor el fallido homenaje. Entre ellas cabe mencionar la generosa contribución de los Quintero al adaptar Marianela para la escena, que le reportó satisfacción personal e ingresos económicos. Su estreno en el teatro de la Princesa de Madrid el 18 de octubre de 1916 constituyó un éxito. A las representaciones en distintas localidades españolas acudió el anciano novelista junto a Margarita Xirgu, su protagonista.

9 Al recoger en Galería la entrevista a Galdós para La Esfera, declara que el llamamiento que hizo a la intelectualidad española fue atendido. ―Respondieron a él múltiples voces generosas, (…) entusiastas campañas periodísticas y quedó organizada una gran suscripción nacional a favor del glorioso don Benito‖ (1943: 18). Años antes (1915), Carretero la había incluido en Lo que sé por mí, libro que prologó Galdós como testimonio de gratitud. Puede leerse este prólogo y la explicación al mismo en Shoemaker (1962: 40-41, 124-127); también en Pérez Galdós (2004‹b›: 254-258).

10 La presencia de Galdós en las páginas de La Esfera fue constante, ya con escritos suyos o mediante artículos a él dedicados. La recopilación de Dendle (1990), aunque no completa, puede servir de guía.

11 El artìculo inmediatamente anterior habìa sido ―La guerra europea. Pesadilla sin fin‖, aparecido en el numero 94, correspondiente al 16-10-1915. Sería el último de una serie de cuatro (los dos primeros nominados ―Pesadilla sin fin‖), publicados en ese año 1915 en La Esfera: 17-07, 31-07 y 25-09. Pueden leerse en Dendle (1990: 34-42, 54-65), y en Pérez Galdós (2004‹b›: 903-920).

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12 Con el título Memorias las publicó Ghiraldo en 1930, como volumen X de las Obras inéditas de Pérez Galdós (Madrid, CIAP-Renacimiento). Incurre Dendle (1990: 20, nota 6) en un error al considerar anterior (década de los años 20) la edición de la Editorial Alhambra. La Biblioteca Nacional da como año de publicación 1945.

13 Inédito permaneció hasta que, tras el fallecimiento de Galdós (4-01-1920), La Esfera lo insertó con el título ―Las últimas cuartillas de Galdós. Memoranda‖ en su número del dìa 10 de enero. El texto fijado por Ghiraldo fue el adoptado por F.C. Sainz de Robles en su primera edición de las Obras Completas (v. VI, 1942, 1729-1773. Las sucesivas ediciones siguen a la primera), así como por la Editorial Alhambra (1945) y, más recientemente, por Van-Halen (Pérez Galdós, 2004‹a›). Al anotar Dendle las trece entregas de las Memorias en La Esfera (20, nota 5), considera el capìtulo ―Últimas notas‖ como lo que es, un artìculo suelto (20, nota 6; 27), pero no advierte que forma parte integrante de las Memorias que ofrece Sainz de Robles en su edición de las Obras completas de Galdós. Del que preparó Sainz de Robles para la editorial Tebas en 1975, algo diré más adelante, porque presenta importantes variantes textuales.

14 Para su edición de las Memorias sigue Ghiraldo una línea muy similar a la adoptada en los otros volúmenes, como puso de manifiesto Shoemaker (1973: 10-14). Mi agradecimiento por sus atinadas observaciones respecto a lo que a continuación viene a Leonardo Gómez Torrego, investigador científico del CSIC.

15 La Esfera se citará como E en este breve cotejo textual. Para Ghiraldo sigo el mismo criterio (G). Los números romanos y arábigos que figuran tras las siglas hacen referencia, respectivamente, a la entrega, fecha de publicación (día y mes, caso de La Esfera) y a las páginas (para Ghiraldo). Con la cursiva se señalan las diferencias entre uno y otro texto.

16 En carta dirigida a Miguel Moya, Presidente de la Asociación de la Prensa, confiesa la importancia que para una persona sin visión como él tienen las imágenes insertas en las revistas ilustradas (Pérez Galdós, 1914).

17 En su discurso decìa Galdós a los asistentes al Hotel Palace de Madrid el 4 de enero de 1915: ―Del valor de la forma gráfica como auxiliar o suplente de la forma literal, pondré un ejemplo recogido en la propia existencia del que en estos momentos os dirige la palabra. Amenguada considerablemente mi vista, he perdido en absoluto el don de lectura (…) Pero si no percibo las menudencias del verbo impreso o escrito, puedo apreciar las formas abultadas de las imágenes reproducidas por la fotografìa o el buril (…) Vivo como si Gutenberg no hubiera existido para mí; los museos aún pueden dar algún placer a mis ojos; las bibliotecas han vuelto al caos de donde las sacó la humana sabidurìa (…) los pobres analfabetos y rústicos (…) y yo, debemos declarar y declaramos que, privados de los beneficios de la imprenta, hemos encontrado un duplicado Gutenberg en los creadores de La Esfera: Zavala y Verdugo‖. Aparecido este texto en La Esfera (9-01-1915), puede consultarse en la recopilación que hizo Dendle (1990: 31-34). Con todo, quizá por ajustes de imprenta, algunas entregas de las Memorias aparecieron sin ilustraciones (se encuentran éstas en los siguientes capítulos: III (1-04); VIII, más los dos últimos párrafos del VII, que había quedado inconcluso (17-06); así como los comprendidos entre el X y el XIII (22-07, 5-08, 30-09, 14-10). Para ayudar a los editores de la revista, debió Galdós no sólo sugerir qué fotografías eran más pertinentes para acompañar a los textos, sino que les envió algunas que tenía en su poder. En carta sin fecha, pero del 29 se septiembre de 1916, Francisco Verdugo escribe: ―(…) le quedo muy agradecido por el interés que se toma en facilitarme el trabajo de buscar las ilustraciones (…) Le devuelvo estos retratos que ya he utilizado [los de José Alcalá Galiano y Carlos Dickens, que ilustran la entrega XII (30-IX). El de Marìa Estuardo tiene otra procedencia]‖ (Carta inédita. Casa-Museo Pérez Galdós).

18 De esta forma abrìa Ghiraldo el capìtulo que llamó ―Estrenos de ―Realidad‖, ―La loca de la casa‖ y ―La de San Quintìn‖ (1930: 173).

19 Al final del volumen X, el de las Memorias que aquì nos ocupan, se mencionan otros tres ―En prensa‖ (p. [241]): La novela en el tranvía y otras páginas (XI); Crónica de Madrid (XII), y Epistolario (XIII).

20 Curioso resulta este cambio por parte del argentino Ghiraldo, por cuanto en su paìs el verbo ―coger‖ va cargado de un sentido sexual.

21 Citaré esta edición de Recuerdos y Memorias con la abreviatura M y como OC las Obras Completas, cuya primera edición sigo (v. VI, 1942), preparadas por Sainz de Robles para M. Aguilar.

Las Memorias de un desmemoriado…

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22 En este caso, como ha quedado señalado más arriba, Ghiraldo trastoca el texto de La Esfera: ―no sé a cuál dar la preferencia‖ (E, IV, 8-04), ―no sé a cuál dar preferencia‖ (G, 80).

23 Reclamaba la propiedad de este título porque lo venía utilizando desde 1894 en distintos artículos y folletos (Ruiz Contreras, 1916: 1946), costeados estos últimos, casi son seguridad, por él mismo. Impresos en el taller de A. Marzo, domiciliado en 1897 en el mismo inmueble donde vivía Ruiz Contreras (Madera, 27; en 1900 estaba en Pozas, 12), lo que destaca en su cubierta y portada son los títulos Tres moradas (1897), una de las cuales era San Quintín, y La chifladura del Ministro. Libelo inútil (1900). En lugar menos visible y compuesto en letra en cuerpo menor, aparece la rotulación en disputa, Memorias de un desmemoriado. Tan es así que, uno de los ejemplares que conserva la Biblioteca Nacional de la obra de 1897, lleva como título Tres Moradas (VC/1288/3), sin aparecer en la descripción catalográfica referencia alguna a Memorias…Como tal sólo ostentan esa nominación las obras editadas en 1916, 1917 y 1946. Sobre este complejo personaje véase el estudio que J.-C. Mainer puso al frente de la edición facsímil de Revista Nueva (1979), fundada por Ruiz Contreras en 1899.

24 Significativo a este respecto es el hecho de que ni Ghiraldo (1930) ni la editorial Alhambra (1945) adoptaron el polémico título cuando lo dieron a la estampa. Sí lo hizo Sainz de Robles (1942), lo que motivó que Ruiz Contreras volviera a la carga (1946, 52-53), llegando a celebrarse un juicio literario en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles en marzo de 1946 (Juicio: 1946).

25 Sin precisar la fecha de su llegada, sabemos que con anterioridad al 25 de octubre había acudido a la redacción del diario El Imparcial (―Alberto Ghiraldo‖, El Imparcial, 25-10-1916). Además de como corresponsal del periódico bonaerense vespertino La Nación, llegaba Ghiraldo a España en calidad de representante de la Sociedad Argentina de Autores Dramáticos. Aún permanecía en Argentina el 18 de septiembre de 1916, fecha en que le expiden el presidente y el secretario de esa institución una carta de presentación dirigida al presidente de la Sociedad de Autores Españoles (Ghiraldo, 1920: 247-248). Tras diecinueve días de navegación, recala en Las Palmas (59), de donde sale hacia Cádiz rumbo a Madrid.

26 Idénticos datos reprodujo en el artículo que publicó la revista chilena Atenea en su número de mayo de 1943, conmemorativo del primer centenario del nacimiento del escritor canario. Un extracto del recuerdo de esa visita, sin precisión cronológica alguna, figura al frente del prólogo que incluyó en el tomo décimo (Memorias) de la edición de obras de Galdós que llamó Obras inéditas.