―LA CIUDAD IMPERIAL‖: TOLEDO EN LA OBRA PERIODÍSTICA Y NOVELÍSTICA DE GALDÓS
Rhian Davies
La presencia de la ciudad de Toledo en la obra de Galdós suele despertar un interés menor para la crítica dada la preeminencia incuestionable que tiene Madrid. Sin embargo varios crìticos han señalado la gran importancia personal que la ―ciudad imperial‖ tenìa para el autor. Galdós tenía un conocimiento detallado de la ciudad que visitó en numerosas ocasiones, muchas veces acompañado de amigos1 y según Cabezas Garcìa y Pérez López ―En Toledo, se aviva su afición a la pintura‖ (240).2 Consideraba la ciudad como un refugio3 en el que podía descansar de la ocupación ―febril‖ de escribir (Percival: 812).4
En 1888 escribió Galdós (en un artículo sobre Fernández y González):
Y es que la vida del hombre y el trabajo del artista van tan íntimamente ligados, y se complementan de tal modo, que no hay manera de que por separado se produzcan, sin afectarse mutuamente (Arte y crítica: 109).
No es de sorprender por tanto que sus experiencias personales en Toledo se trasladaran a su obra novelística, sobre todo a Ángel Guerra (AG). Sabemos que pasó unos meses (desde abril hasta junio de 1890) en la ciudad para tomar apuntes antes de escribir la segunda parte de esa novela y la obra suele considerarse como autobiográfica.5 En Angel Guerra se reproducen las visitas de Galdós a la ciudad,6 su fascinación por edificios como la Catedral, y expresa también las emociones y sentimientos religiosos que experimentaba allí.
Críticos como Peter Bly ya han resaltado la importante relación que existe entre el arte de Toledo y la novela Angel Guerra. Sin embargo en cuanto al trascendente papel que desempeña Toledo en la obra de Galdós queda todavía mucho por explorar. Además de aparecer en Angel Guerra y en otras Novelas contemporáneas, como El audaz (su segunda novela editada en la Revista de España) y El doctor Centeno, la ciudad era tema central de varios artìculos periodìsticos. Conviene destacar los siguientes: dos textos titulados ―Las generaciones artìsticas en la ciudad de Toledo‖ publicados en la Revista de España en 1870;7 otro escrito dedicado al ―Alcázar de Toledo‖ que apareció en La Prensa en 1887;8 y dos artìculos sobre Toledo (――Angel Guerra‖ y Toledo‖ y ―Visita a una catedral‖) que salieron en La Esfera en 1916 y formaron parte de sus Memorias. Estos textos siguen siendo menospreciados9 y todavía no se ha resaltado la relación entre el periodismo y las novelas de Galdós. Por tanto, como punto de partida voy a intentar examinar la relación entre estos escritos y Angel Guerra.
A menudo Galdós expresaba en su obra periodística ideas embrionarias que alcanzarían su madurez en novelas publicadas después. Además de referirse a los mismos lugares (vgr. la Catedral, las calles y conventos etc.) son muy parecidas las descripciones de Toledo en ―Las generaciones artìsticas‖ y en Angel Guerra. La visión de la ciudad no es idealista; al contrario cuando llegan tanto el autor como Angel Guerra consideran la ciudad como decadente. Por la falta de tiempo, sólo daré algunos ejemplos.
En ―Las generaciones‖ el autor se refiere a ―los ennegrecidos cubos de la muralla‖ (Toledo: 36) y la fachada del Alcázar ―ennegrecida por los años‖ (Toledo: 39) En Angel Guerra leemos de ―los muros ennegrecidos de San Juan de los Reyes‖ (AG II, 1, v: 38). En ―Las generaciones artìsticas‖ menciona el ―dédalo inextricable de las calles ‗amoriscadas‘‖
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(Toledo: 42) y aparece la misma frase (―el dédalo de las calles‖) en Angel Guerra (vgr. AG II, 1, i: 7 y II, 3, viii: 148).
En ―Las generaciones artìsticas‖ encontramos la siguiente descripción:
El paisaje que le rodea es de lo más sombrío que se ha ofrecido a las miradas humanas. Es un desierto de las grandes llanuras que engaña la vista y adormece el espíritu por su tranquila monotonía; es ese desierto de los anacoretas, lugar escogido por el ascetismo entre los más horribles de la tierra, páramo de asperezas y peñascos, continuamente ensordecido por vientos espantosos (Toledo: 41).
Y en Angel Guerra encontramos descripciones muy parecidas:
— El olivo sombrío alterna en aquellas modestas heredades con el albaricoquero, que en Marzo se cubre de flores, y en Mayo o Junio se carga de dulce fruta, como la miel. La vegetación es melancólica y sin frondosidad; el terruño apretado y seco; entre las rocas nacen manantiales de cristalinas aguas (AG II, 4, i: 152).
— La impresión de soledad o desierto eremitano habría sido completa en la Degollada, si no se divisaran por una parte y otra caseríos más o menos remotos, las dispersas viviendas de los Cigarrales [...] (AG II, 4, i: 153).
— [Leré dice a AG], verá usted qué asperezas hay más adelante, qué guijarros erizados de picos, qué malezas, qué zarzales, y sobre todo qué pendientes... (AG, II, 4, v: 194).
— Se refiere a ―las anacoretas‖ en AG I, 5, i; AG II, 4, i y AG III, 2, ii.
Asimismo conviene precisar que en ―Las generaciones artìsticas‖ Galdós ya tenìa una idea concreta del ambiente que iba a inspirar el argumento de Angel Guerra. Leemos que Toledo es
lugar de magias y conjuros, de pesadillas místicas y enajenaciones teológicas, escena donde la imaginación se complace en colocar a los misántropos de la religión, ―el mágico prodigioso‖ y ―el condenado por desconfiado‖ (Toledo: 41).
Los artículos que se publicaron después de Angel Guerra siguen expresando las mismas ideas y contienen descripciones semejantes. Destacan, por ejemplo, el estilo poético que usa Galdós para describir el río Tajo, las referencias a la espuma, su color (rojo para representar la sangre, y quizás también su pasión y relación con la guerra), su ira y su poder:
— [el padre Tajo] [...] profundo, oscuro, revuelto, precipitado, espumoso, atravesando todo entero y con gran velocidad el gran arco de aquella prodigiosa fábrica que, a la solidez probada en tantos siglos, reúne una extraordinaria belleza (Toledo: 36).
— Corre a una gran profundidad [...] haciendo un ruido espantoso, sin cañaverales ni malezas, entre peñascos, cuya concavidad produce siniestros ecos, batiendo trozos de muralla, vestigios de antiguos puentes, interrumpidos por aceñas y diques, atronador, rabioso, teñido por la tierra que arrastra en su curso, en lo cual algunos viajeros sentimentales suelen ver un emblemático color de sangre (Toledo: 40-41).
— [...] el río Tajo, que allí no parece llevar en sus aguas las famosas arenas de oro, sino sangre, porque es rojo, y su aspecto, más siniestro que aurìfero (―El Alcázar de Toledo‖: 52) .
— ―Por su cauce de piedra, el Tajo se escurre furioso, enrojecido por las arcillas que arrastra, con murmullo que impone pavura, y haciéndose todo espuma con los
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encontronazos que da en los ángulos de su camino, en los derruidos machones de puentes que fueron, en los mogotes de las aceñas que él mismo destruyó mordiéndolas siglo tras siglo, y en las chinitas de mil quintales que le ha tirado el monte para hacerle rabiar (AG, II, 1, v: 35-36).
—[...] extiende tu vista por la profunda hondura donde corre con bravas espumas rojizas el padre Tajo mordiendo ambas orillas, cual si quisiera llevarse consigo pedazos de la ciudad que lo aprisiona (――Angel Guerra‖ y Toledo‖: 143).10
Estos paralelos ponen de relieve la coherencia de la obra de Galdós en conjunto aunque al mismo tiempo está claro que seguía experimentando y en algunas ocasiones cambiaba de idea (por ejemplo el río se transforma de agresor en preso).
Los artìculos periodìsticos sobre Toledo nos permiten conocer a Galdós ―el hombre‖ además de sus opiniones personales y enriquecen nuestra apreciación de novelas como Angel Guerra. En ―Las generaciones artìsticas‖ por ejemplo detectamos la hostilidad de Galdós hacia los franceses: subraya que ―el primer acto de intolerancia religiosa [...] fué cometido por dos franceses‖ (Toledo: 101) y más tarde escribe que ―los franceses o mutilaron o destruyeron‖ (Toledo: 152). Por tanto quizás no sorprenda que en Angel Guerra el protagonista adopte una actitud muy parecida hacia el San José: ―Dice que es un horrible adefesio de gusto francés, y que si le pegamos fuego, él le arrojará la primera cerilla‖ (Palabras de Sor Expectación, AG III, 4, i: 291) ni que Juan Casado insista: ―Esa invasión de hermandades de extranjis es una humillación para nuestro país‖ (AG III: 3, i: 171). Antes Casado había afirmado:
Convengamos en que los españoles, los primeros cristianos del mundo, nos hemos descuidado un poco desde el siglo XVII, y toda la caterva extranjera y galicana nos ha echado el pie adelante en la creación de esas congregaciones útiles, adaptadas al vivir moderno. Pero España debe recobrar sus grandes iniciativas (AG III, 3, i, 170).
Estas palabras referidas al siglo diecisiete incluso nos recuerdan lo escrito por Galdós en ―Las generaciones artìsticas‖. Mantuvo que esa época era ―el siglo de las hipérboles y de las cultas tonterìas‖ (Toledo: 52), declarando:
El siglo XVII, que marca una atroz decadencia, así en política como en artes, crea en Toledo, como en toda España, una multitud de bárbaros e insustanciales conventos, fundados por un fanatismo craso y una devoción poco ilustrada. Ya no se ponen al servicio del culto de aquellas artes tan bellas, tan ingeniosas y ricas, que fueron gala del siglo anterior. Se derriban palacios muzárabes y del Renacimiento, para erigir esos desapacibles conventos de ladrillos, y esas casas de jesuítas, de que España está llena (Toledo: 199).
Como consecuencia quizás debamos reconsiderar las alusiones al siglo diecisiete en sus novelas. Se nota por ejemplo que la casa del protagonista de Madrid era ―de fines del siglo XVII‖.11
En cuanto a la referencia a ―derribar palacios muzárabes‖, el artìculo ―El Alcázar de Toledo‖ (1889) resalta el hecho de que a Galdós le preocupaba mucho la cuestión de restauración, que como veremos es un tema que discutido por los personajes de Angel Guerra.
Sin embargo no creo que sólo debiéramos considerar sus artículos periodísticos como una oportunidad para familiarizarnos con las opiniones personales de Galdós. Al contrario, a mi ver, estos escritos son dignos de aprecio en sí y demuestran que Galdós experimentaba siempre, incluso cuando se ocupaba del mismo tema (en este caso la ciudad de Toledo).
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Conviene señalar que Galdós modificaba su estilo para adecuarse al género de los diferentes textos (periodismo y memorias; novelas). ―Las generaciones artìsticas‖ tienen semejanzas con la literatura de viajes, por ejemplo cuando leemos: ―Dos particularidades, además de lo que hemos descrito, encuentra hoy el viajero con el célebre monasterio‖. (Toledo: 158) Como un guía turístico (o quizás como el cicerone al que se refiere en ―Visita a una catedral‖) Galdós nos da señas: ―Para dar el último adiós a la arquitectura ojival, hemos de volver a la Catedral [...]‖ (Toledo: 159).
El texto tiene semejanzas con un viaje en el tiempo en el que nos encontramos transportados hacia el pasado quizás a la manera de Jules Verne o H.G. Wells.
Para llegar a esta capa es preciso hacer enormes esfuerzos mentales. A ver si llegamos a reconstruir el palacio godo que ocupaba todo el solar gallinas, paredones donde están hoy la Concepción, Santa Fe y el Hospital de Mendoza. Allí veis, además de esto, una aglomeración de casuchas infectas, muchos corrales habitados por mulas y gallinas, paredones derruídos, trozos de construcción antigua, donde se han arreglado habitaciones harto mezquinas. Destruyamos todo esto, el Hospital de expósitos o de Mendoza, el ábside de Santa Fe, la torre de la Concepción, y quedarán solamente en pie los restos del palacio de Galiana (Toledo: 55-56).
Igualmente se podría decir que nos sometemos a un proceso que antedata la reconstrucción informática, por ejemplo cuando leemos ―Sigamos examinando la ciudad secundaria, para lo cual es preciso reconstruir otro gran palacio‖ (Toledo: 74).
La novela Angel Guerra nos aporta, además, otra perspectiva. Aunque nos encontramos en el mundo real de Toledo (identificable por las descripciones, los nombres de las calles etc.)12 la ficción ocupa el primer plano. Como en ―Las generaciones artìsticas‖ domina el punto de vista personal pero en la novela la ciudad de Toledo se ve ante todo a través de los ojos del protagonista. En gran parte la visión de la ciudad depende de su estado mental, algo que en cierto modo prefigura las obras de la llamada ―Generación de 1898‖.13 Por tanto la Catedral en la nieve se transforma, en una descripción que casi podría llamarse una pintura de palabras:
La Catedral, con sus cresterías ribeteadas por finísimos junquillos de nieve, y su diversidad de proyecciones y angulosos contornos, presentaba a la vista un cariz de fantasmagoría chinesca (AG II, 3, iv: 117).
Todo, los colores, los sonidos de las palabras (por ejemplo la repetición de la ―c‖ y de la ―s‖) y la visión general de la Catedral, se fusiona para subrayar el encanto de esta escena. A la vez nos hace recordar la descripción citada de ―Las generaciones artìsticas‖: el paisaje de Toledo es ―lugar de magias‖ etc.
En cuanto a ――Angel Guerra‖ y Toledo‖ y ―Visita a una catedral‖ en las Memorias el punto de vista es claramente autobiográfico. Hay algunos nuevos episodios (por ejemplo el episodio gracioso relacionado con el cuchillo de San Pablo) y los artículos dan a Galdós la oportunidad para reflexionar sobre lo que habìa escrito en ―Las generaciones artìsticas‖ y en Angel Guerra, y para experimentar con otra manera de escribir.
En ―Visita a una catedral‖ se confunde la situación temporal ya que escribe Galdós en un presente imaginario y declara que todavía no ha terminado Angel Guerra.14 De esta manera el lector se somete al mismo proceso que en ―Las generaciones artìsticas‖, es decir que nos incita Galdós a trasladarnos al pasado, a olvidar el presente y a sumergirnos en la ficción, cuya presencia se resalta con la introducción de la ―ninfa‖. Ella misma hace patente su papel: ―Soy tu memoria, y como tal, téngome por el mejor testigo de tu labor literaria en la edad juvenil. [...]‖ (Memorias: 168). Podríamos decir que esta ninfa equivale al lector imaginario
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de Galdós, al que se refiere tantas veces en ―Las generaciones artìsticas‖. El uso constante de ―nosotros‖ fomenta un sentido de intimidad, de participación, de compañerismo, algo que sin duda experimentaba Galdós cuando visitaba Toledo acompañado de amigos. Es como si el lector fuera una presencia necesaria para inspirarle porque sin lectores no valdría la pena de escribir. El autor constantemente nos lleva de la mano y es como si nos pidiera que cerráramos los ojos e imagináramos la ciudad para aprovechar de una vista de pájaro como cuando escribe: ―Suponiéndonos con el lector en esa altura imaginaria, veríamos en el centro, situada de Oriente a Occidente, la Catedral [...]‖ (Toledo: 42-43).
Nos consta que Galdós era incapaz de desprenderse de la ficción. Incluso en su obra periodística, que quizás esperaríamos que se basara enteramente en la realidad, hay elementos ficticios, no sólo la ―ninfa‖ sino también las leyendas en ―Las generaciones artìsticas‖, y las referencias en ―Visita a una catedral‖ a los personajes ficticios de Angel Guerra que, para colmo, se inspiraban en personajes reales. En este desplazamiento temporal de la realidad todo es posible; podemos conocer a los reyes del pasado: ―Retrocediendo un poco, hagamos, en compañía del rey moro y su ilustre huésped, la visita de esas estupendas murallas y fortìsimas puertas‖ (Toledo: 85).
Cabe destacar la relación entre ―Las generaciones artìsticas‖ y las ―Observaciones sobre la novela contemporánea‖ que se publicaron en el mismo número de la Revista de España que la segunda parte de ―Las generaciones artìsticas‖. Incluso se podría decir que estos artículos (y también los incluidos en las Memorias) se relacionan con el desarrollo de la trayectoria de Galdós como escritor realista.
En las ―Observaciones‖ leemos lo siguiente:
La verdad es que existe un mundo de novela. En todas las imaginaciones hay el recuerdo, la visión de una sociedad que hemos conocido en nuestras lecturas: y tan familiarizados estamos con ese mundo imaginario que se nos presenta casi siempre con todo el color y la fijeza de la realidad, por más que las innumerables figuras que lo constituyen no hayan existido jamás en la vida, ni los sucesos tengan semejanza ninguna con los que ocurren normalmente entre nosotros (―Noticias literarias: Observaciones sobre la novela contemporánea‖: 164).
Años más tarde, en sus Memorias Galdós declara su preferencia por la ficción ya que cuando su ninfa le acusa de vivir ―en un mundo imaginario‖ responde: ―Es que lo imaginario me deleita más que lo real‖ (Memorias: 61). Esta confusión entre los dos se ve expresado, por tanto en la imagen de Toledo en ―Visita a una catedral‖, que incluye una visión del Alcázar como un hotel para turistas. También confiesa: ―En mis correrìas, las personas y cosas imaginarias me seducìan más que las reales. Siempre fue el Arte más bello que la Historia.‖ (Memorias: 206) Como hemos visto esta confusión entre la ficción y la realidad se traslada a la imagen de Toledo en las novelas de Galdós. Es evidente que el mundo real sólo servía como trampolín para que Galdós entrara en su mundo novelístico.
Estas observaciones nos incitan a volver a Angel Guerra para considerar de nuevo los viajes de Angel, pero esta vez para reflexionar sobre su posible valor simbólico. Por ejemplo en el primer capítulo de la segunda parte de Angel Guerra el protagonista trata de seguir la pista de Leré desde el Tránsito hasta su casa. Este intento ya ha sido expresado literalmente ya que se trasladó desde Madrid a Toledo y en el futuro, en su deseo de imitar su devoción a la religión, se dedicará a la caridad. Este paseo por tanto señala el futuro del personaje. A la vez se expresa su rechazo de la vida moderna (y la obsesión con el dinero y el materialismo) ya que el protagonista huye de la Calle del Comercio. Luego, y como si este lugar representara todas las opciones a su disposición, Angel se encuentra con Leré en Cuatro Calles. Como en
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el caso de la ciudad de Toledo, esta decisión de abandonar la vida moderna da lugar a la decadencia y finalmente a la muerte de Angel.
En sus ―Observaciones‖ Galdós insiste en la importancia de centrarse en España y no en ―elementos extraños‖ y prosigue:
El gran defecto de la mayor parte de nuestros novelistas, es el haber utilizado elementos extraños, convencionales, impuestos por la moda, prescindiendo por completo de los que la sociedad nacional y coetánea les ofrece con extraordinaria abundancia (―Noticias literarias: Observaciones sobre la novela contemporánea‖: 162).
Como hemos visto ya, en ―Las generaciones artìsticas‖ el autor expresa su hostilidad hacia los franceses. Es posible también que esta preocupación esté relacionada con su interés por Toledo, gran ciudad española, bella pero decadente.
Esta idea nos lleva a considerar la importancia de Toledo en el contexto del siglo diecinueve. En palabras de Walter Rubìn los viajes de Galdós ―[...] lo enriquecìan y sirvieron para fortalecer su sensibilidad y al mismo tiempo madurarla‖ (Rubin: 74). En ――Angel Guerra‖ y Toledo‖ nos informa el autor que antes de escribir esta novela habìa visitado Italia. Este viaje le dio la oportunidad para comparar los dos países, sus ciudades y sus culturas. Insiste Galdós:
[...] lo que aquí llamamos Ciudad Imperial no es inferior a las de Italia ni en monumentalidad ni en riqueza de joyas artísticas. Aquí no tenemos Pompeyas, ni Vesubios, pero abundan los Berruguetes, los Gúas, los Juanelos; orífices como Arce; escultores como Alonso Cano; herreros como Villalpando... Catedrales hay en Italia pero la de acá se puede paragonar con las mejores de allá y de añadidura poseemos las dos Sinagogas que no tienen semejante en ninguna parte del mundo (――Angel Guerra‖ y Toledo‖: 139-40).
Unas páginas más tarde tiene lugar una conversación con su ―ninfa‖ que hace de abogado del diablo y le informa: ―Este Toledo Imperial que tanto admiras, tendrá muchas y variadas grandezas, pero un Dante no ha nacido aquì.‖ (――Angel Guerra‖ y Toledo‖: 143) A lo que contesta Galdós: ―Es cierto; poeta no hay, pero poesìa, como en ninguna parte.‖ (――Angel Guerra‖ y Toledo‖: 143) Es de notar que utiliza este mismo término (―poesìa‖) en su prólogo a Viajando por España por Emilio Bobadilla donde escribe de España en una manera que recuerda los escritos Unamuno y sus ideas sobre la intrahistoria.15
Consta que en esta época Toledo suscitaba un gran interés no sólo para los españoles sino también para los extranjeros (tanto franceses como ingleses) y este interés se expresaba en obras que quizás pudiéramos llamar turísticas. Toledo se representaba como una ciudad tìpicamente española, en palabras de H. O‘Shea como un museo, el Pompeyo de España,16 y se debatía su futuro.
En sus artìculos de prensa Galdós contribuìa a estas discusiones. En ―Visita a una catedral‖ declara: ―Ahora que tanto se habla del turismo, ninfa mìa, se me ocurre que Toledo debiera ser uno de los lugares de la tierra más frecuentados por viajeros y artistas.‖ (158) Su actitud hacia la tendencia de cada generación de destruir lo que habían construido sus antepasados se parece a la de Rodrigo Amador de los Ríos que en su artículo sobre la Catedral de Toledo pronunció:
No otra cosa ha acontecido con el resto de la iglesia, pareciendo empeñadas unas generaciones en borrar las huellas de las precedentes, descomponiendo capillas para
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labrarlas de nuevo, sin respeto á la memoria de los fundadores; destruyendo la obra antigua para reemplazarla con insípidas renovaciones; destruyendo sepulturas para convertirlas en altares; sustituyendo antiguos retablos por otros de ricos mármoles, pero de pobre traza, ó por extraviados artefactos de un arte decadente, [...] deformando portadas, labrando otras nuevas que desdicen del conjunto (Amador de los Ríos: 93).
Lo que es más importante es que en ―Las generaciones artìsticas‖ se halla una explicación de por qué era necesario que Toledo fuera el escenario de la Segunda parte de Angel Guerra. Leemos:
Toledo es una historia de España completa, la historia de la España visigoda, de los cuatro siglos de dominación sarracena en el centro de la Península, del viejo reino de Castilla y León, de la monarquía vasta fundada por los Reyes Católicos, y por último de ese gran siglo XVI, que es el siglo español. Todo lo que en España ha vivido en Toledo, ha sido testigo de las más grandes empresas de la Reconquista; y antes vió desarrollarse y corromperse el Imperio de los visigodos (Toledo: 44).
Es posible que Toledo no sólo convenía para la experiencia mística del protagonista sino que era el escenario necesario para que Galdós provocara a sus lectores a abordar la cuestión del futuro de España.
En palabras de Henry Inglis Toledo era intensamente española (―intensely Spanish‖ [Inglis: 382]) y su descripción de una ciudad llena de clérigos17 conviene con la imagen de Toledo como centro religioso presentada por Galdós en las Novelas contemporáneas.18
Como hemos visto Galdós creìa que la ―ciudad imperial‖ estaba a la altura de las grandes ciudades europeas. Sin embargo según Richard Ford, los españoles educados19 pensaban que Toledo y Cuenca eran ciudades feas y odiosas porque tenían calles estrechas y tortuosas que no caminaban en línea recta como Pall Mall o la Rua de Rivoli.20 Ford se oponía al deseo de los españoles de imitar a los europeos y de tener una ciudad uniforme con gas y losas anchas.21
Además de referirse al ―dédalo de las calles‖ los personajes de Angel Guerra expresan su frustración al respecto, como cuando se pierde D. Pito. Exclama:
¡Me caso con Toledo y con quien inventó este pueblo de pateta! [...] Dos horas hace que salí de la posada y no puedo volver. [...] Si éstas no son calles, sino agujeros de Tatas... (AG II, 3, iii: 108).
D. Suero, por su parte, tiene una solución radical. Leemos:
Aseguró [D. Suero] que una de las causas de la tradicional desanimación era la estructura laberíntica y huraña de la ciudad, compuesta exclusivamente de cuestas, callejones y pasadizos, sin salida fácil a la Vega. [...] ―Yo he viajado, hijo, yo he estado en París, y sé lo que son poblaciones. Vivimos en un nido de águilas, y la vida moderna no cabe aquí. [...] Respetando los grandes monumentos, Catedral, Alcázar, San Juan y poco más, debemos meter la piqueta por todas partes, y luego alinear, alinear bien. Vengan bonitas fachadas, vías amplias, con árboles, kioskos y candelabros de gas. Pero me canso de predicar en desierto, y cada día está la población más horrible. ¡Figúrate tú qué hermoso sería aislar completamente la Catedral, ensanchar la calle del Comercio y poner un tranvía de punta a punta! Lo que falta es dinero, dinero, dinero. Con él se podrían restaurar los buenos edificios,
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con arreglo a lo que dictaminaran las Academias y cuerpos facultativos, declarar la guerra al gusto barroco, demoler murallas y puertas, pues con el producto de la piedra sillería que en ellas hay, levantaríamos de nueva planta un palacio de hierro para exposiciones de caldos y otros productos agrícolas. Di tú que aquí no hay iniciativa para nada, que este es un pueblo apático, y lo mismo le da pitos que flautas. No sabes lo que he trabajado por que se establezca aquí un buen Ateneo, donde se den veladas y conferencias, y se lean bonitos versos, para que los jóvenes se vayan ilustrando. Pues no señor; háblales de levantar una nueva Plaza de Toros, pero de Ateneo no les hables, porque se quedarán en ayunas (AG II, 1, ii: 17-18).22
De este modo, como en el nombre del protagonista (Angel versus Guerra), se establece un contraste entre un Toledo que (como en la película de Buñuel de Tristana) representaba la ciudad provincial, tradicional y religiosa, bella pero decadente, y la ciudad moderna y liberal de Madrid en la época del ensanche. Angel Guerra subraya la diferencia entre Madrid que para él se asocia con ―la política y la sociedad, todo informado de un modernismo que lustrea como el charol luciente‖ (AG II, 3, i: 87-88) y Toledo, ―Paraìso‖ (AG II, 1, i: 10) y ―aquel rincón de paz y silencio‖ (AG II, 3, i: 88) donde no le importaba ―que el Estado se llamara República o Monarquìa‖ (AG II, 3, i: 88). De esta manera, ya que la primera parte de la novela se ubica en Madrid y lo demás en Toledo, Galdós plantea la cuestión de si en el futuro los españoles preferirían ponerse al lado de Toledo o de Madrid. Aunque nunca proponía soluciones ni revelaba su punto de vista personal, Galdós incitaba a sus lectores a reflexionar sobre la identidad española, la modernización y el futuro del país.
Para concluir: los artículos de prensa de Galdós, tanto los publicados en Toledo y los que forman parte de sus Memorias, deben considerarse como textos con méritos propios. El estudio de la obra periodística del autor canario pone de relieve la flexibilidad de su estilo. Vemos a un escritor que era experimentador incansable, y que usaba su periodismo para definir sus ideas. Vemos cómo se borraban las líneas entre la ficción y la realidad, entre su obra como novelista y periodista. Al reconfigurar el tema de Toledo en su obra novelística y periodística Galdós lleva a cabo un proceso que no dista del que empleó cuando refundió La incógnita para convertirla en Realidad. Su obra periodística no era inferior sino fundamentalmente ligada a su obra novelística. Nunca deberíamos infravalorar la importancia de estos escritos.
Consta además que el estudio de los artículos es capaz de enriquecer nuestra lectura de la obra novelística (en este caso Angel Guerra). Incluso puede incitarnos a revisar nuestras opiniones de la obra en cuestión. Es evidente que el Toledo de tanto ―Las generaciones artísticas‖ como ―Angel Guerra‖ se inspira en el mundo real pero como hemos visto en ambas obras se combina el realismo con una visión imaginativa y una perspectiva que podría calificarse de regeneracionista. Quizás, por eso la novela no sea tan mística ni tan personal como a primera vista se haya pensado. En todo caso no cabe duda de que a través de la obra de Galdós se eterniza la ciudad de Toledo.
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NOTAS
1 Le acompañaron Arredondo, Gregorio Marañón (cfr. Blanquat), Ferrero, Alberto Aguilera y León y Castillo (Cabezas Garcìa y Pérez López: 240). Notan Cabezas Garcìa y Pérez López (240): ―Sus visitas habituales, según Marañón, eran el 19 y 21 de marzo; la Semana Santa; la fiesta del Virgen del Valle; el primero de año, el día del Corpus y el día de la Virgen del Sagrario. Eran muchos los días que dedicaba al año a Toledo, además de las largas temporadas que pasaba en ―La Alberquilla‖, propiedad de su amigo Sergio Novales.‖ En junio de 1887 visitó la ciudad acompañado de su sobrino José Hurtado de Mendoza. En Toledo conoció al joven arqueólogo Francisco Navarro Ledesma.
2 Véase también Rubìn (78): ―La vocación artìstica de Galdós se nutrìa en Toledo, y Toledo agudizaba su poder de observación y su repertorio humanos [...].‖
3 Según Pattison (70) a finales de marzo de 1883 el autor tímido se escapó a Toledo porque no quería asistir al banquete que habìan preparado en su honor (―como homenaje de admiración á un ilustre novelista‖). Cfr. El Imparcial, 4.iii.1883, 2. También se refugió Galdós en Toledo a finales de marzo de 1901 para escaparse del escándalo político que había provocado su drama Electra.
4 ――Angel Guerra‖ y Toledo‖ comienza, ―Ya estoy en el Madrid de mis ensueños trazando con febril actividad el plan de Angel Guerra‖ (Memorias: 139).
5 Según Sainz de Robles, ―es Angel Guerra quien con más justicia podìa ponerse en sus tarjetas: Angel Galdós‖ (En Cabezas García y Pérez López: 242).
6 Como han notado Cabezas García y Pérez López (238), sería fácil imaginar que algunos de los párrafos se refieren a las experiencias de Galdós, vgr. ‗Porque su ocupación única, en los dìas primeros, fue vagar y dar vueltas, recreándose en el olor de santidad artística, religiosa y nobiliaria que de aquellos vetustos ladrillos se desprende; su placer mayor perderse sin guía ni plano, jugando con el ovillo revuelto de las calles‘ (AG, II: 1, iii, 20-21).
7 Cfr. Revista de España, t. 13, n. 50, 209-39 (capítulos 1-4) y t.15, n. 57, 62-93 (capítulos 5-10). Según Rubín se publicó cuando era editor de la revista. Más tarde estos artículos fueron coleccionados y reeditados por Alberto Ghiraldo en Toledo (Su historia y su leyenda). Hay varias diferencias entre las dos versiones. Por ejemplo en la RdE se equivocaron los editores al poner ‗VI‘ al comienzo del capìtulo V. También hay diferencias entre la presentación (por ejemplo en las divisiones entre los párrafos) y se combinan los capítulos IX y X. Por tanto ‗El siglo XVII, que marca una atroz decadencia‘ en la Revista de España no es el comienzo de un nuevo capítulo (X en Toledo).
8 Alberto Ghiraldo lo incluyó en Obras inéditas: Arte y crítica.
9 Por ejemplo en cuanto a la Crónica de Madrid (editada por Alberto Ghiraldo como parte de Obras inéditas), Pérez Vidal declara, ―Casi todas [las crónicas] se refieren a cuestiones polìticas de muy pasajero interés.‖ (Madrid: 47) Por lo que concierne a las Memorias, Percival escribe ―Nos produce un choque ver a Galdós capaz de escribir páginas insulsas‖ (Percival: 807).
10 También aparecen las mismas frases en Angel Guerra y las Memorias: por ejemplo ―grandioso‖ (―El aspecto total de Toledo es grandioso, pero no risueño‖ (Memorias, p.144). y en AG se refiere al ‗grandioso templo‘ (AG II, 2, vi); ―grandioso paisaje‖ (AG II, 4, ii), ―grandioso plan‖ AG (II, 4, iv), ―grandioso instituto dominista‖ (AG III, 4, iii) etc.
11 ―La casa de Guerra es de fines del siglo XVII, restaurada, de un carácter arquitectónico muy madrileño, toda de ladrillo, menos la holgada puerta rectangular, de jambas almohadilladas y dovelas enormes; los balcones de hierro sostenidos por palomillas del propio metal, retorcido y moldeado (AG I, III, i: 82-83).
12 Véase, por ejemplo la enumeración de todos los lugares que aparecen en Ezpeleta (99-100). Su deseo de incluir información y descripciones de Toledo que correspondían exactamente con la realidad se expresa en su carta a Navarro Ledesma en 1891. (Cfr. Zulueta: 56). También ha señalado Blanquat que Galdós estudió en detalle el libro de Toledo pintoresca (1845) por José Amador de los Ríos.
IX Congreso Internacional Galdosiano
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13 Como notó Leopoldo Alas: ―La psicología de Guerra no se estudia dentro de él principalmente, sino en el mundo que le rodea. Por eso tienen tanta importancia en esta novela las calles y callejuelas de Toledo, los tabiques y ladrillos más o menos mudéjares, las capillas de la catedral, las iglesias de monjas y las desgracias y lacerías de los miserables‖ (Galdós: 244-45).
14 Leemos: ―La presencia del beneficiado Mancebo y de su sobrina Leré, con quienes acabo de charlar al salir de la Catedral por la Puerta Llana, me han recordado mi deber de marcharnos a Madrid para continuar y concluir nuestros tomos de Angel Guerra‖ (Memorias: 163).
15 ―El mayor gusto mío es viajar por España y ser huésped de las ciudades gloriosas revolviéndolas de punta á punta, y persiguiendo en ellas la intensa poesía histórica: recorrer después las villas y aldeas, los lugares desolados que fueron campo de sucesos memorables, ya verídicos, ya mentirosos; habitar entre la gente humilde, que es hoy reliquia preciosa de los pobladores de aquellas tierras y caseríos; ver de cerca los hombres y las piedras, y hablar con unos y otras, buscando en las fuentes que antes manaron la vida hispánica los elementos de una nueva y esplendorosa corriente vital‖ (Viajando por España: v-vi).
16 ―Toledo is a museum, the Pompeii of Spain [...].‖ A Guide to Spain (1865), en Yapp: 774.
17 In the Plaza Real ―canons, prebendaries, curates and twenty different orders of friars are seen standing in groups, strolling under the piazzas or seated upon benches, refreshing themselves with melons or grapes. There cannot be a more perfect realization of ―fat, contented ignorance‖ than the Plaza presents every day after dinner‖ (Inglis: 383).
18 Cfr. La fontana de oro: ―En sus mocedades habìan cosido muchos manteos y sobrepellices para los canónigos de Toledo y para los clérigos de la corte (Cap. 35: 254). Cfr. también AG: cuando Leré declara que va a ir a Toledo, dice Angel, ―-Pueblo de mucho cleriguicio‖ (AG I, 6, vi: 256).
19 ―[...].educated Spaniards‖. En Mitchell: 81.
20 ―[...] ugly, odious old cities, because the tortuous, narrow lanes do not run in rows as straight as Pall Mall or the Rua de Rivoli‖. En Mitchell: 81.
21 ―[...]. paved with broad flags and lighted with gas, in which Spaniards can walk about dressed as Englishmen and Spanish women like those of France‖. En Mitchell: 81.
22 También tenìa el plan de cambiar el trazado de la ciudad: ―Derribado San Servando, por tierra todas las murallas viejas y el recinto interior de la Puerta de Visagra, con el valor de la piedra se abriría una arteria entre Zocodover y la Catedral, la cual sería rodeada de jardines a la inglesa...‖ (AG III, 3, vi: 380).