SEMBLANZAS DE GALDÓS: SOBRE EL ESPAÑOLISMO DEL NOVELISTA CANARIO

Carmen Servén Díez

Contamos con numerosas semblanzas dedicadas a Benito Pérez Galdós, algunas publicadas ya en el siglo XIX y otras a primeros del XX por intelectuales que conocieron de cerca su persona y su obra: la temprana (1878) de Armando Palacio Valdés, que considera al novelista canario autor de excepción1 y se emplea en largos excursos; la también madrugadora de Eusebio Blasco,2 un tanto despistada, puesto que se refiere al ―joven murciano‖, pero encomiástica dado que ensalza los libros galdosianos como vehículo para aprender ―el amor a la patria‖ (Blasco, 1905: 58); los textos que Ramón Pérez de Ayala compuso a lo largo de su vida con largas y cordiales reflexiones sobre la persona y la obra de Don Benito, a quien conceptuaba como espejo del hispanismo histórico, del temperamento nacional, de lo español y europeo contemporáneo (Pérez de Ayala: ―Letanía galdosiana‖, en O.C., IV, pp. 930)... Y las más o menos largas o breves, cariñosas u hostiles de otros muchos: Leopoldo Alas, ―Azorín‖, Salvador de Madariaga, Constancio Eguía...

Es curioso constatar que no hay acuerdo entre todos estos retratistas y críticos, tanto en lo que se refiere a la personalidad del autor canario como en lo concerniente a la índole de su obra. Así por ejemplo, en las tempranas referencias de Leopoldo Alas a la figura humana de Galdós, el crítico asturiano desliza varias veces noticia sobre la modestia personal de D. Benito, ya escritor consagrado; pero en la mucho más tardía semblanza de Constancio Eguía, la tan comentada modestia del novelista canario se toma a chacota y se niega tajantemente, dando a entender que se trata de un hombre pagado de sí mismo o incluso soberbio (Eguía, 1921: 289).3 Por cierto que la proximidad de Clarín a Pérez Galdós merece mucho más crédito que las posteriores estimaciones de Eguía.

Algo similar ocurre en relación con la expresión facial del gran escritor canario, sobre la que se vierten impresiones contradictorias: hay quien halló su fisonomía siempre sonriente y serena (Pérez de Ayala, O. C. I, ―Don Benito‖, 1289) y quien lo tilda de inexpresivo y seco.4

En lo que respecta a la cuestión del espíritu patriótico de Don Benito y de su españolismo, encuentro abismales diferencias entre dos semblanzas publicadas a principios de los años veinte del siglo pasado: la de Constancio Eguía y la de Salvador de Madariaga.

El mencionado Padre Constancio Eguía publica en volumen cuatro semblanzas en 1921; entre ellas está la de Galdós, que ya había aparecido el año anterior en la revista Razón y Fe, y en la que el Padre jesuita cuestiona seriamente el patriotismo y españolismo del autor canario. Sus estimaciones no constituyen una opinión aislada, puesto que se proyectan sobre años venideros y seguramente dieron pie a tópicos didácticos presentes en manuales de literatura no poco acreditados y usados en la etapa franquista, como veremos más adelante en el presente trabajo.

El trasfondo ideológico que fundamenta las afirmaciones de Eguía y su puesta en tela de juicio del españolismo del gran novelista, está también en la base de esa noción sobre la literatura española que durante la primera etapa franquista el régimen intentó potenciar y que hace derivar la guerra civil de 1936-39 de una supuesta inmoralidad de los poderes republicanos anteriores y de una actitud criminal en muchos de los intelectuales de la preguerra.5 En consecuencia, el primer franquismo se esforzó en apartar de la tradición y la memoria de los ciudadanos a ciertas figuras de escritores y pensadores considerados afines al republicanismo que se resistió al levantamiento de las derechas españolas en 1936. Y se vale

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incluso de un aparato de censura previa para evitar las nuevas ediciones de ciertas obras consideradas ―disolventes‖ (Servén, 2002: 15), vigila los libros de texto que se usan en los institutos (Servén, 2004: 122-124) y establece rigurosos filtros en la enseñanza. Del contingente de autores non gratos formaban parte, no sólo escritores vivos y exiliados tras la guerra, sino también otros muertos a lo largo de ella, e incluso escritores liberales del siglo XIX fallecidos mucho antes, entre los que figura Benito Pérez Galdós (Servén, 2002: 17 y ss.).

Frente a Eguía, en relación con el tema del españolismo de Galdós, podemos situar la semblanza que por los mismos años dedica a Galdós Salvador de Madariaga, que en 1924 publica un conjunto de textos en torno a autores del momento, Semblanzas literarias contemporáneas. Son estudios que fueron escritos, dice el propio autor ―Para dar a conocer al público de lengua inglesa la literatura española contemporánea‖; vieron la luz primero en revistas inglesas, españolas, y excepcionalmente, suizas, aparte de que el conjunto fue publicado como tal por la Editorial de la Universidad de Oxford antes de serlo en colección española.

Y por otra parte, han de tenerse en cuenta las palabras de Don Benito en torno a su propia noción de patria y patriotismo. Veamos con más detenimiento todos estos textos.

Constancio Eguía titulaba su semblanza ―Pérez Galdós, tipo de falso españolismo‖. Y tras referirse con despego a las muestras de duelo público que ocasionó el fallecimiento del gran novelista, explica su personal concepto de patria y patriotismo para confrontarlo con la obra galdosiana. A Eguía, la patria se le aparece como una entidad no física, sino moral, y el patriotismo consiste en un ―amor racional‖, no a España, sino a la ―verdadera‖ España, porque parece que hay otras Españas más falsas o espurias que la que ha de amarse en buena ley (Eguía: 240-1). Como fuente de todas estas ideas, cita a otro autor de la revista jesuita Razón y Fe: el padre Ruiz Amado, cuya ―Psicología del patriotismo‖ se había publicado anteriormente en la misma.6

A continuación, Eguía se propone probar que Galdós no es un patriota, dado su amor ―irracional‖ a España, y dado además que el novelista canario se fija en ―elementos inadecuados de la patria española‖:

...el patriotismo de Galdos escritor es casi ciego, como él, porque al par que se fija en elementos inadecuados de la patria española, ve todo su conjunto moral con ojos de pasión, de donde le nace un amor irracional, que todo lo adultera y pervierte... (Eguía, 1921: 242).

Concede Eguía que ―Galdós abrigó en su mente proyectos españolistas cuando se lanzó a la arena‖ (Eguía, 1921: 243), pero cuestiona que estuviese capacitado para ello. Y se pregunta si sus dotes no estarían sofocadas por la degeneración y el apartamiento de su raza:

¿Poseía dotes de observación, no eclipsadas ni sofocadas previamente por alguna degeneración intrínseca que le divorciase de su raza y le alejase del campo de observación, del verdadero punto de vista? [la cursiva en el texto original] (Eguía, 1921: 244-5).

Lo cierto, asegura, es que los ideales de Galdós no son los de su pueblo, ―los del verdadero pueblo español‖ (Eguía, 1921: 245). Así que Galdós ―no encaja ni perfecta ni imperfectamente en la verdadera gloria de los héroes patriotas, de los autores y genios populares españoles‖ (Eguía, 1921: 246).

La ausencia de obras galdosianas dedicadas a la patria chica, a las islas canarias, escama al comentarista (Eguía, 1921: 246). Y el tratamiento galdosiano de lo político y lo religioso se le

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aparece viciado y turbio; en consecuencia, ―el resultado de su obra será cualquier cosa menos la visión pura de nuestra España‖ (Eguía, 1921: 251).

El jesuita considera que, en manos de Galdós, la tradición española ha sufrido una transformación que la ―achica y envilece‖, porque el escritor tiene una personalidad ―extranjerizante‖, ―revolucionaria‖, y ―liberal‖ (Eguía, 1921: 253). No respeta la parte del pasado español que Eguía considera ―típico‖ nuestro, porque no es ―tradicionalista, es decir, amante de nuestra tradición‖ (Eguía, 1921: 253).

Y el jesuita pasa al ataque personal, suponiendo al escritor interesado y codicioso, así que construye una insultante pregunta retórica:

¿es verdadero espíritu de patriota, o es espíritu de emigrante o desertor aburrido,...[...] porque sobre el amor a la tierra natural pone su menguado interés, su ambición, su codicia, su persona? (Eguía, 1921: 254).

Dibuja una figura ―con los amores puestos más allá de los Pirineos‖ (Eguía, 1921: 254) y despegado de la España real:

Su corazón era un emigrante liberal y humanitario que querría a su España como la forjase la revolución, pero que no la quería como la forjaron sus abuelos (Eguía: 254).

Concede al novelista ―más que medianas facultades‖ pero lo sospecha orientado por el ―egoísmo‖ y el ―amor propio‖ (Eguía, 1921: 256).

A la hora de valorar los Episodios Nacionales, Eguía se topa con la contestación de Marcelino Menéndez Pelayo al discurso galdosiano de entrada en la Real Academia: según el erudito santanderino, D. Benito enseñó verdadera Historia a muchos que no la sabían. Ante tan tajante encomio, Eguía se ve obligado a ―confesar el valor descriptivo‖ de los Episodios, pero insiste en que a Galdós ―le faltaba vista serena y le sobraba intención dañina‖, por lo que no llegó a reflejar la España real ni siquiera en las dos primeras series, aunque en Trafalgar y otros episodios hay algún ―rastro del pueblo español‖ (Eguía, 1921: 258). Pero, sigue el jesuita, el novelista contrapuso en su obra dos entidades imaginarias: un ―facticio pueblo español‖ y un ―absolutismo teocrático‖; el primero figura que da la batalla al segundo (Eguía, 1921: 262), todo ello con ―perversa finalidad‖ (Eguía, 1921: 263) y tratando de negar legitimidad a la España antigua. La de Galdós sería una ―patriotería liberal‖ que nos escamotea la patria, tergiversa la historia y lastima las creencias substanciales del pueblo español (Eguía, 1921: 269). Galdós hace un ―sátira antihispana‖ y su tolerancia sonriente y apacible se revela ―de pega‖ (Eguía, 1921: 270).

Para terminar, Eguía evoca el ―alma católica, caballeresca y monárquica de España‖ y atribuye a Galdós ―alma y política protestante, judía, escéptica, revolucionaria y liberal‖ (Eguía, 1921: 278); el novelista es —asegura el jesuita— ―un sectario‖ y deja ―mucho que desear en el sentido patriótico‖ (Eguía, 1921: 279). Para colmo, Galdós rechazó la Inquisición y el fanatismo, lo que en realidad implica, según Eguía, que repudiaba la santa religión y la fe de sus mayores. En conclusión: Galdós abogó por un ―progreso de importación‖, y ningún español patriota, sigue Eguía, puede sostener que representaba ―el alma nacional, la civilización y la intelectualidad española‖ (Eguía, 1921: 290). Como broche final, el jesuita insiste en que Galdós dibujó una ―España falseada‖ (Eguía, 1921: 290), y asegura que la patria nada le debe ―mientras no se quemen bastantes de sus escritos a mano del verdugo‖ (Eguía, 1921: 292).

Todo el texto de Eguía sostiene que Galdós no retrató la ―verdadera España‖ y que el novelista estaba imbuido de un pernicioso afán extranjerizante. Este extranjerismo que el

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jesuita percibe se apoya en dos estimaciones: una cierta interpretación de la literatura española que Eguía comparte con otros estudiosos de la época, y unas palabras de Leopoldo Alas que otros recogieron y tergiversaron.

La interpretación de la Literatura Española a que me refiero se abre paso tempranamente desde las páginas de medios confesionales católicos y especialistas muy conservadores. El propio Menéndez Pelayo ubicó inicialmente a Galdós en la línea de los heterodoxos españoles, de acuerdo con el modo en que el gran polígrafo santanderino interpretaba nuestra tradición (v. Mora, 1998: 12). Y conocidos críticos de la literatura contemporánea vertieron su hostilidad sin rebozo contra la obra galdosiana; así, el padre Francisco Blanco García considera a Galdós ―antipático defensor de disolventes ideas‖ (1910: 490) y le achaca la doble condición de ―enemigo ardiente del dogma católico y de nuestras costumbres tradicionales por él informadas‖ (1910: 498). De forma que, en opinión de este estudioso, Galdós se aparta simultáneamente de Dios y de España, ya que lo nacional se identifica exclusivamente con una cierta tradición católica. Así que Blanco García continúa: ―por su manera de ser y de escribir, [Galdós] se aparta infinito de las condiciones artísticas y aun étnicas que distinguen a la literatura castizamente española‖ (1910: 507) y sus novelas ―forman en conjunto el retrato cabal, falsificado a trechos, de la España contemporánea. ¡Lástima que tan poderosas fuerzas se hayan empeñado en luchar a la desesperada contra la religión, el espíritu y las tradiciones de nuestra raza!‖ (1910: 508).

En esa línea de pensamiento sobre la cultura española y europea se sitúa el P. Eguía, que emparenta las nociones ―liberal‖ y ―extranjero‖. Pero es que, además, Eguía se refiere al tratamiento del tema religioso en las obras de Galdós, una cuestión sobre la cual los medios eclesiásticos ya se habían pronunciado repetidamente desde fines del siglo XIX: el agustino Conrado Muiños Sáenz, crítico de La ciudad de Dios, acusaba a Galdós de inmoralidad, sectarismo y liberalismo (Rodríguez Puértolas, 1993: 211); en la revista cultural La Ilustración Católica, era un autor denostado: ya en 1892 se sostenía que el autor canario trabajaba ―contra la influencia de la Iglesia‖ (31-I-1892, en la sección ―Revista literaria‖); y el jesuita Pablo Ladrón de Guevara, cuya obra gozó de varias reediciones en el primer tercio del siglo XX escribía sobre Galdós:

Es defensor de ideas revolucionarias, irreligiosas, dominado del espíritu de odio a sacerdotes y frailes. Con una literatura innoble, falsa e insidiosa, trata de condenarles al desprecio por medio del ridículo y de argumentos indignos. Para combatir las ideas católicas sabe inventar los enemigos y alanceadores a su capricho... (Ladrón de Guevara, 1933: 438).

La hostilidad de la crítica reaccionaria y de los medios confesionales católicos hacia la obra de Benito Pérez Galdós en concreto ya ha sido comentada en otro congreso galdosiano por Julio Rodríguez Puértolas (IV Congreso, 1990), así que no voy a extenderme más sobre el particular. Pero conviene anotar que la crítica conservadora más recalcitrante quiere identificar ―liberal‖ con ―extranjero‖ y ―realista‖ con ―inmoral‖ y ―anticatólico‖.

Por otra parte, esta clase de interpretación, sobre la figura de Galdós y sobre la literatura patria, es esgrimida también por filofascistas antes y después del triunfo del franquismo: por ejemplo, guarda importantes semejanzas con la que sostiene Giménez Caballero antes de la última guerra civil y en los manuales que escribió para los estudiantes de Enseñanza Secundaria durante el primer franquismo. Según su perspectiva, la historia literaria española se divide en tres grandes períodos: Orígenes (siglos XII al XV), Edad de Oro (siglos XV al XVII) y Decadencia Romántica (fines del siglo XVII a principios del siglo XX, ―siglos de la Ilustración y la Revolución‖). El autor explica que esta tercera etapa es la época en que nuestra literatura decae ―queriendo inspirarse en modelos lejanos y extraños a su genio‖. ―En

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esta época nuestra lengua se bastardea y nuestra Literatura decae‖, explicaba el estudioso en su manual (1940: 23). Anti-liberal7 y propugnador de una España ―ecuménica e imperial‖ (1932: 336) ya durante la II República, Giménez Caballero se refería entonces repetidamente al periodo histórico transcurrido entre el siglo XVIII y el actual como ―tres siglos de bastardeamientos españoles, de fracasos materiales y morales de España‖ (1932: 8) o ―tres siglos de bofetadas, de vilezas, de derrotas y de amarguras‖ (1932: 329).

La consideración de las últimas centurias como periodo de decadencia literaria cuya causa se sitúa en repudiados fenómenos histórico-políticos, y la animadversión hacia intelectuales atentos a las corrientes de pensamiento que renuevan la estética europea entre los siglos XVIII y XX, se ofrece también en otros manuales posteriores a la guerra civil de 1936-39 (Servén, 2004: 120 y ss).8 Todo lo cual revela que es un largo segmento histórico el que rechazan tanto ciertos estudiosos católicos, como los autores de estos manuales y el régimen triunfante en la guerra civil: en suma, lo que se lamenta es la desaparición del Antiguo Régimen y la emergencia en Europa de la modernidad. Galdós, adalid del progresismo liberal es, por tanto, analizado con franca hostilidad.

Las palabras de Leopoldo Alas que el presente trabajo evocaba más arriba se refieren al aire inglés del novelista canario. Decía Clarín que Galdós ―tiende á ser como varios personajes de sus últimas novelas: un español á la inglesa‖ (1912: 33); desde luego, Clarín, siempre admirador del autor de Las Novelas Contemporáneas, glosa el conocimiento que Galdós tiene de Madrid (―La patria de este artista es Madrid‖, asegura),9 lo considera un ingenio ―original, rico, prudente, variado y robusto‖ (1912: 30) y asegura que ―cuenta la verdad‖ de nuestra historia nacional (1912: 313), pero no ha ―lisonjeado el patriotismo un tanto pueril de algunos‖ (1912: 313), sino que ha escrito verdadera novela histórica sin falsear la realidad (1912: 313-14).

Ese anglicismo galdosiano de que sin acritud y fugazmente hablaba Alas, se halla de nuevo y trasmutado en feo defecto a lo largo de las estimaciones posteriores más hostiles: así, a su personalidad se achaca un deje británico seco y frío. El conocido manual de Juan Hurtado repetía en varias de sus ediciones10 que los Episodios Nacionales ―muestran en el autor amor patrio, aunque a veces velado por cierto racionalismo frío, sobre todo en la primera serie, y marcada tendencia liberal‖ (1949: 889). Y Ángel Valbuena, pese a su encomiástica exposición de la obra galdosiana, muchos años después todavía hablaba de un hombre ―melancólico y apagado‖, ―hasta inexpresivo, siempre callado‖ (1968: 296)11 y achacaba a su formación ―en un colegio británico‖ una forma de ―bondad íntima, sin apenas efusión externa‖ (1968: 296).12

Si cierto sector achaca un aire extranjerizante a Galdós y a su obra, y Eguía piensa incluso que a la patria conviene destruir parte de los textos galdosianos, en otros medios críticos el novelista cuenta con firmes simpatías. Lo que el propio Eguía llamaba ―su gente‖, los amigos y admiradores de Galdós, encabezados sin duda por Manuel de la Revilla y Leopoldo Alas, y mayoritariamente situados en otro punto del espectro ideológico español, próximos al liberalismo, al institucionismo, a los republicanos y a todos cuantos buscaban una renovación del país.

Manuel de la Revilla, ya en 1878, aseguraba que Galdós era ―frío, reflexivo y razonador por naturaleza‖; le atribuía enorme ingenio y gran discreción, y admitía que el canario se inspiró en la novela inglesa, recogió valores de la francesa y logró dar al conjunto un neto ―sabor español‖; reputaba los Episodios Nacionales como fruto del más ―elevado patriotismo‖ y los glosaba como textos en que ―se aprende a amar la libertad y la patria‖. Revilla, en suma, consideraba a Galdós mesurado y elegante, sólo inconveniente a ojos de los fanáticos.

Clarín se hace lenguas de los méritos de Galdós, al que siempre juzga con simpatía y respeto. Habla de su modestia, de su patriotismo, de su espíritu religioso... como ya dije más arriba. Pero le siguen otros: Azorín dibuja la personalidad del canario también con simpatía:

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―anciano alto, recio‖ (1912: 171), que ―habla poco‖ y ―escucha atento‖ (1912: 172) y que es el introductor del ―realismo moderno en la literatura española‖ (1912: 172-3). Y sobre todo, atribuye al novelista un importante papel en la forja de la conciencia nacional, pese a las reticencias que ha suscitado:

vejado injustamente, ha revelado España á ojos de los españoles que la desconocían; este hombre ha hecho que la palabra España no sea una abstracción, algo seco y sin vida, sino una realidad (Azorín, 1912: 174).

Don Benito Pérez Galdós, en suma, ha contribuido a crear una conciencia nacional, [ha hecho un trabajo de] aglutinación espiritual, de formación de una unidad ideal española (Azorín, 1912: 174).

En las semblanzas de otros autores, el españolismo de la figura y la obra de Galdós no se discute, se da por demostrado. Salvador de Madariaga afirma que, como autor literario, ―Galdós se sitúa [...] en la línea tradicional española‖ (Madariaga, 1924: 68), dado que novela y teatro son sus orientaciones de trabajo. Además, ―conocía a España de manera general y completa‖ y, en este sentido, ―es de nuestros escritores modernos el más nacional‖ (Madariaga, 1924: 69), puesto que otros, como Pereda o Valera, se especializan en una región o una clase social.

Galdós es español y comprende a toda España, todas las provincias de su territorio, todas las capas de su población, todos los colores y matices de su pensamiento y todos los años de su siglo XIX (Madariaga, 1924: 69).

Y Madariaga repite estimaciones de Azorín o Menéndez Pelayo, sobre la formación de la conciencia nacional y sobre la didáctica de la historia que a Galdós se le deben:

Aparte su valor literario, los Episodios Nacionales han sido uno de los elementos más importantes par la formación de la conciencia nacional española. Galdós ha sido y sigue siendo el escritor más leído de España. Su influencia como educador de la mente española es incalculable (Madariaga, 1924: 72).

Describe Madariaga a un autor siempre ―fiel a su vocación y a la tradición literaria de España‖ (1924: 76), un autor que ha ―sabido ver la vida con ojos limpios de todo prejuicio‖ (1924: 76) aunque a veces se deje llevar por la pasión política (1924: 75). Un autor que, como todo genio creador español, no se tomó ―el trabajo de escribir bien‖ (1924: 81) y es ―demasiado grande para tratar el estilo como otra cosa que mero medio de expresión‖ (1924: 82). El crítico procura razonar que ciertos defectos achacados al discutido novelista son en realidad cualidades ligadas al arraigo de su herencia española: ―Por su calidad dramática, su descuido, su rapidez y su humilde subordinación a los hechos, el estilo de Galdós, es, pues, clásicamente español‖. Y así sale al paso de quienes critiquen el desaliño estilístico del narrador canario, que es el ―novelista más grande de Cervantes acá‖ (Madariaga, 1924: 85).

Una excelente acogida merecen Galdós y su obra entre estudiosos españoles exiliados. Fernando Valls sitúa a primeros de los años cuarenta del siglo XX un florecimiento de las aproximaciones encomiásticas a la obra de Benito Pérez Galdós desde editoriales hispanoamericanas. En 1943 se cumplía el centenario del nacimiento de Galdós, lo que la revista Razón y Fe de los jesuitas consideró ―una celebración espinosa que pide mucha reserva‖ (Valls, 1983: 160). Mientras en el interior del país se ponían estos reparos ideológicos a la celebración del Centenario, en ―Latinoamérica, y sobre todo en Argentina y a través del grupo de exiliados, aparecieron gran cantidad de publicaciones‖ (Valls, 1983: 162):

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de Joaquín Casalduero, de Álvaro de Albornoz, de J. L. Sánchez Trincado o de Arturo Capdevila. Además, abundantes revistas dedicaron números monográficos al evento: Atenea e Hispania, de Buenos Aires, Filosofía y Letras, de México, Repertorio Americano, de San José de Costa Rica, Revista Hispánica Moderna...

El buque insignia de todo este despliegue de galdosismo, por su perdurable efecto en los estudios sobre el autor canario, fue el libro de Joaquín Casalduero Vida y obra de Galdós (1943). Su autor procuró deshacer todos los prejuicios con que se rodeaba en la península el estudio del novelista y dramaturgo canario: destaca en su monografía que Galdós era hijo de militar y sobrino de capellán del ejército, por lo que en familia y desde niño ―adquirió Galdós el respeto que siempre tuvo hacia los sacerdotes y el cariño por los militares‖ (Casalduero, 1943: 9). Sobre el anglicismo del escritor procuró poner coto a las exageraciones: ―de todos es sabido cuánto apreciaba las buenas cualidades inglesas y su gran admiración para Inglaterra‖, pero todo ello se hallaba tamizado por su ―serenidad de juicio‖, que le impelía, por ejemplo, a rechazar la política internacional inglesa (Casalduero, 1943: 20). En cuanto a la espinosa cuestión religiosa, Casalduero admite que el canario tomó parte en la lucha contra la Iglesia como institución política y que fustigó fuertemente al clero siempre desde el punto de vista político-social (Casalduero, 1943: 28). Y en lo que respecta al temperamento de Galdós, lo reputa hombre ―íntegro‖, perfectamente capaz de ―olvidar sus privados intereses‖ y con ―carácter dulce, infantil y tolerante‖ (Casalduero, 1943: 35). La versión que de la figura y la obra de Galdós da Casalduero es la que alimenta la mayor parte de los estudios actuales, abundantísimos, sobre el escritor canario.

Con atrayente optimismo, José Luis Mora considera que hoy ―hemos incorporado la España ‗heterodoxa‘‖ (Mora, 1998:14) y superado así el problema de España que residía en la dualidad ortodoxia/heterodoxia (Mora, 1998: 14); y —continúa Mora— en esta tarea ha sido fundamental la aportación de Benito Pérez Galdós (Mora, 1998: 14) a la construcción de una conciencia nacional. Su reivindicación de la conciencia como espacio de creatividad y libertad recoge la herencia cervantina y picaresca y se alinea con la filosofía moderna (Mora, 1998: 13).

El propio novelista, en distintas ocasiones a lo largo de su vida, mostró su posición respecto al sentimiento de pertenencia nacional. En sus Observaciones sobre la novela contemporánea en España, se situó en una nítida línea de interés por la realidad abigarrada propia de la sociedad coetánea española, que reclamaba su atención,13 y afirmó:

El gran defecto de la mayor parte de nuestros novelistas es el haber utilizado elementos extraños, convencionales, impuestos por la moda, prescindiendo por completo de los que la sociedad nacional y coetánea les ofrece con extraordinaria abundancia (Pérez Galdós, Ensayos..., 105)

Si su poética aparece estrechamente ligada a la necesidad de dar expresión a la realidad española, su pensamiento histórico no está menos enraizado en el sentimiento patriótico y hasta en la exaltación de lo castizo. Con motivo del centenario del Levantamiento, Guerra y Revolución de 1808, Galdós habla en su artículo Patriotismo grande, patriotismo chico14 de la ―significación pasada y presente del sentimiento que es base, principio y nervio de las nacionalidades‖. Y distingue entre quienes ―ponen por cima de todo el principio de ‗independencia‘, furiosos frente a ―toda intrusión extranjera‖, y quienes, a través de la educación y las lecturas extranjerizantes, ―han perdido los rasgos castizos de la personalidad Hispánica en la Historia‖. Estos segundos, bienintencionados también y a quienes en el pasado se motejó de afrancesados, están en opinión de Galdós menos acertados, pese a que los primeros vieron burladas sus altas aspiraciones en 1814 a la vuelta del pérfido rey Fernando.

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El novelista además considera en todo caso muy lamentable la pérdida de ―nuestro ser castizo‖ y celebra los hechos gloriosos de 1808.

Así, el propio novelista viene a mostrar el sentimiento de lo español que alimenta su vida y su obra, así como su reticencia frente a ese supuesto progreso de importación a que se refirió el hostil Constancio Eguía. Basten estas breves pinceladas para dar noticia de una discusión crítica que dividió en el pasado a los estudiosos. El propósito de mi presente trabajo consiste en mostrar las posiciones enfrentadas que mantienen retratistas galdosianos y críticos tempranos en torno al españolismo del gran narrador canario. Una cuestión que se liga indefectiblemente al punto de vista que sobre España como nación mantiene el comentarista particular: ¿es una monarquía tradicional católica y así ha de ser definida y amada por siempre? ¿o cabe una renovación moderna y liberal guiada por un ferviente espíritu patriótico?. A un lado la crítica confesional católica, los filofascistas y franquistas; al otro, liberales y republicanos. Y Galdós en el ojo del huracán.

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REVILLA, M. De la: ―Bocetos literarios: Benito Pérez Galdós‖, en Revista Contemporánea, 15-III-1878. También en internet: http://www.filosofia.org/hem/dep/rco/0140117.htm

RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, J.: ―Notas sobre los críticos de Galdós: Ultramontanos, fascistas y modernos varios‖. Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Galdosianos (1990). Las Palmas, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1993.

SERVÉN, C.: ―Sobre la recepción de Galdós y Alas durante el franquismo: la censura‖, en Anales Galdosianos, 2002, 13-22.

— ―La recepción de Galdós y Alas durante el primer franquismo: la enseñanza‖ en Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, nº 53-54, mayo 2004, 117-132.

IX Congreso Internacional Galdosiano

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VALBUENA PRAT, Á.: Historia de la literatura española. Vol. III. Barcelona, Gustavo Gili, 1968.

VALLS, F.: La enseñanza de la literatura en el franquismo (1936-1951). Barcelona, Antonio Boch, 1983.

Semblanzas de Galdós…

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NOTAS

1 ―Galdós no tiene precedente en nuestra literatura, ni puede señalársele con exactitud afinidad positiva con ningún grupo ó escuela. Es un génio original y solitario...‖ (Palacio Valdés, 1878: 28).

2 Publicada inicialmente en francés en la Revue Universelle el 1-I- 1884.

3 Eguía, (1921: 289) explica, con mucho retintìn, que ―D. Benito el modesto se volvió furioso contra los críticos y el público la única vez que éstos se permitieron cencerrar un drama suyo, el de Los condenados‖.

4 ―Era un hombre de apariencia inexpresiva, de gesto seco, siempre callado‖, explican Angel Valbuena Prat y Agustín del Saz en su manual de 1944.

5 V., por ejemplo, la obra de Constancio Eguía: Los causantes de la tragedia hispana. Un gran crimen de los intelectuales españoles. Buenos Aires, Difusión, 1938.

6 Tomo 24, p. 320.

7 En 1932 se refiere con desprecio al ―estado policiaco del liberalismo‖ (1932: 332).

8 Por ejemplo: Guillermo Díaz-Plaja, en el ―Epìlogo‖ a su Antología temática de la literatura española, explica: ―Con las modas extranjeras entran las ideas disolventes de la Enciclopedia: el liberalismo europeizante, el menos precio de la tradición católica‖...

9 1912: 18.

10 La primera edición es de 1921; pero se corrigió y aumentó en ediciones sucesivas.

11 En una edición anterior habla de ―un hombre de apariencia inexpresiva, de gesto seco y siempre callado; había que adivinar la gran personalidad creadora que encerraba. Como su gesto, su estilo era pobre, descuidado y vulgar, pero sus tipos y caracteres fueron creaciones de extraordinaria grandeza‖ (1944: 103).

12 Por otra parte, Angel Valbuena se referirá al ―ferviente españolismo‖ de Galdós (1968: 297).

13 Mora (1998: 16) destaca este pasaje de las Observaciones como factor a tener muy en cuenta para comprender el sentimiento patriótico galdosiano.

14 Hoy injustamente olvidado y que me facilita mi colega Pilar García Pinacho.