SER PADRE Y PATRIOTA EN ZARAGOZA Y GERONA
Mary Kempen
El hecho de que Gerona, escrita en junio de 1874, se publique justo después de Zaragoza, escrita en mayo y abril de 1874, es una anomalía que no ha escapado la atención crítica. Estos dos Episodios Nacionales de la primera serie de Galdós tratan de temas casi idénticos: los sitios de los ejércitos franceses contra cada ciudad epónima respectivamente. Es más, hay fuertes paralelos entre las tramas: en cada novela, una hija sufre por las acciones de su padre a la vez que el padre se mantiene en un conflicto con otro hombre que ejemplifica un mejor modelo de hombría. La redundancia aparente precisa de explicaciones, y Joseph Schraibman, para dar un ejemplo de un crítico que propone una, responde que la yuxtaposición de las dos novelas se debe a la necesidad de mostrar la misma situación desde puntos de vista distintos. Según Schraibman, ―(...) each focuses simultaneously on a ―hero‖ and the ―people‖, but the emphasis of each work is on a different one of the two indispensable —and equally important— elements‖ (1968: 172). Mientras que es cierto que se enfoca en los héroes tanto como en el pueblo en las dos obras, también se destacan protagonistas claros que funcionan como nexos entre la esfera de los héroes y la esfera del pueblo. Zaragoza y Gerona centran la atención en los personajes masculinos que contienden con conflictos de intereses entre lo que creen que es lo mejor para sus hijos y sus deberes para con la nación. Sus luchas y antagonismos dramatizan un imperativo a subordinar los intereses privados de la familia bajo los intereses nacionales con fin de resaltarlo. Las confrontaciones entre José de Montoria y Jerónimo de Candiola en Zaragoza y Andresillo Marijuán y Pablo Nomdedeu de Gerona enfatizan con un desenlace negativo y otro positivo que el servicio a la nación es el primer deber de un español, y así sirven de avisos para los españoles lectores de los años 1870 cuyos planes políticos podrían perjudicar la unidad nacional de la España contemporánea.
Los conflictos que Montoria y Candiola y Marijuán y Nomdedeu representan se entienden mejor como una respuesta a la crisis bosquejada por John Breuilly aquí:
The main problem for those seeking to establish as well as those trying to understand political order [...] came to be how to make the state-society connection; how to maintain some harmony between the public interests of citizens and the private interests of selfish individuals (or families). Nationalist ideas could be related to both of the major forms taken by attempts to solve this problem: one imposing citizenship ideals upon society; the other imposing interests (individual or class) within civil society upon the state (1996: 165).
Hacia 1874, cuando Galdós se pone a escribir Zaragoza y Gerona, la guerra civil lanzada por los carlistas y el colapso en progreso de la República señalan por cierto una necesidad de establecer un orden político. El resultado de las oposiciones entre las parejas de personajes aboga con fuerza por la imposición de los ideales de la ciudadanía sobre la sociedad, y las historias emplean la dinámica de las relaciones familiares para apoyar esta posición.
En Zaragoza, la calidad de su desempeño del papel paternal es la medida del valor de cada hombre. El buen padre es asimismo el buen ciudadano, y el buen ciudadano sacrifica a sus hijos por el bien mayor de la nación. El modelo ejemplar que imitar en esta novela es
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José de Montoria mientras Jerónimo de Candiola figura como el contraste. De Montoria, sus vecinos y Gabriel Araceli, el narrador en este momento, sólo hablan bien. Es una imagen de virtudes cuyas faltas son menores en comparación con las de su rival. Según Araceli, ―Lo que le sobraba en patriarcales virtudes y en costumbres ejemplares y pacíficas (si es que esto puede estar de sobra en algún caso), le faltaba en educación; es decir, en aquella educación atildada que entonces empezaban a recibir algunos hijos de familias ricas.‖ (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 21), y ―En él no habìa disimulo, y tenìa las grandes virtudes cristianas en crudo y sin pulimento,‖ (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 22). Montoria perdona las ofensas, agradece los beneficios y les dona gran parte de sus bienes a los pobres. Aun cuando permite que su enojo, su único vicio, le supere, intenta remediar la situación. A Candiola Montoria le pide perdón después de haberle pateado en el momento de quitarle el trigo para el fondo común que aquél atesoraba, pero Candiola se lo niega (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003, 166). Dado que Montoria es tan encomiable, su posición en cuanto al servicio a la nación se asocia con la rectitud y se debe tomar como la favorecida.
Candiola, mientras tanto, es el antagonista de la novela. Ward Dennis arguye que este personaje es un tipo presentado como malvado por completo (1968: 73), y en esto estoy de acuerdo. Las acciones de Candiola y las opiniones que los otros personajes sostienen de él pintan una imagen extraordinariamente negativa. Agustín, el hijo de Montoria que pretende casarse con la hija de Candiola, le cuenta a Gabriel que en la ciudad se odia a su futuro suegro ―por su gran avaricia y mal corazón‖ (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 29). Continúa relatando, ―A muchos pobres ha metido en la cárcel después de arruinarlos‖ (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 29). Además, Candiola ha faltado a su deber de contribuir a las defensas de la ciudad en el sitio anterior, no llevó armas ni admitió a dos soldados heridos a su casa para atención médica. Para colmo, estos dos se murieron en la calle juntos a su portal. El aspecto físico de Candiola le repele a Gabriel (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 44), y lo que Gabriel atestigua de su carácter moral no mejora su impresión. El usurero odia a Montoria porque éste ha liberado a algunos de los deudores de aquél (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 45). Incluso su única virtud potencial —la de ser un padre cariñoso— se desacredita cuando él repudia a su hija por razones frívolas después de que la encuentra en el jardín con dos hombres y lamenta haber gastado dinero por ella (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 122). (Sus quejas son absurdas; se queja de que los sospechosos le roben y de que su hija haya desperdiciado las velas en su habitación mientras estaba en el jardín.) Para concluir su lista de atributos negativos, los otros personajes constantemente se refieren a Candiola como un judío por su procedencia mallorquina. Como autor, Galdós se aprovecha de los estereotipos corrientes, y no hay nada en la novela que los refute. En términos de la virtud patriótica, Candiola ocupará el polo negativo del espectro puesto que se representa como tan absolutamente vil.
Stephen Gilman capta con perspicacia la naturaleza de la relación entre Montoria y Candiola así:
The relation between Candiola‘s peace-time avarice and his anti-heroism during the siege is plain: he is the ―anti-patriota‖, and he exists in terms of a close and active opposition to the self-sacrificing generosity of Montoria. [...] Montoria, on the other hand, is preeminently social in his activity. He is conceived of as an exemplary Zaragozan both in his personal display of Aragonese characteristics and in his emptying of himself, his wealth, and his children into the common effort. One is integrated positively and the other negatively to the new dimension of society [...] (1952: 187).
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Cómo se integran los personajes en la narración corresponde a su integración social. A Montoria se refiere con frecuencia como un patriota; a Candiola siempre se identifica con términos despectivos como ―avaro‖. En general, Montoria goza del trato favorable por parte del narrador. Es el héroe, y su heroísmo consiste en sacrificar los intereses de su familia por el interés nacional. Incorpora el ideal del patriotismo que se halla en el patriotismo francés que implica la renuncia completa del ser, la borradura de lo privado ante lo público (Greenfeld, 1992: 176). Su primera contribución es talar su olivar, su patrimonio, para facilitar la defensa de la ciudad. De aun mayor importancia es el sacrificio de sus hijos por la nación. Después de la muerte de su hijo primogénito, aunque prefiere que el hijo que le queda, quien previamente estaba destinado para el sacerdocio, se case y tenga hijos propios, declara que su lealtad primaria es a la nación:
He experimentado terribles desgracias: la pérdida de mi primogénito y de mi nieto ha cubierto de luto mi corazón; pero el honor nacional, llenando toda mi alma, a veces no deja hueco para otro sentimiento. Un hijo me queda, único consuelo de mi vida, y depositario de mi casa y mi nombre. Lejos de apartarle del peligro, le obligo a persistir en la defensa. Si le pierdo, me moriré de pena; pero que se salve el honor nacional, aunque perezca mi único heredero (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 170).
Montoria modela para los españoles cómo la prioridad del servicio público en la defensa nacional suplanta el interés privado de la defensa de su familia, pero nada en el texto le imputa un incumplimiento de sus deberes como padre. Continúa desempeñando el papel de patriarca, y nadie le considera un padre malo. No es válido lo mismo en el caso de Candiola.
En contraste con Montoria, Candiola es el anti-héroe de esta historia. Su incapacidad de hacer ningún sacrificio por la nación se relaciona con su cualidad de ser un mal padre. Esta conexión le priva toda posibilidad de redención en la opinión del lector y así sirve para mejor señalar la posición de Montoria como el ideal por el cual los buenos ciudadanos se esforzarán. Las relaciones paternales despreciables de Candiola garantizan que cualquier fechoría suya con respecto a la nación se reciba con igual menosprecio. Es así que se vinculan las dos tachas, la de ser un padre defectuoso y la de ser un ciudadano malo, en la historia de su hija Mariquilla. Candiola le hace daño a su hija cuando se niega a reconocer sus deberes para con la nación. Mariquilla admite que su padre es antipatriótico y que por ello es una desgracia (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 100); entonces ella asume el cargo imposible de salvarle su reputación. Muy pronto se siente obligada a contribuir algo por su padre, pero Candiola se lo prohíbe. De esta manera Candiola se hace responsable por la angustia de su hija que se aumenta mientras la novela se acerca a su punto culminante. Hacia el final, a la vez que su padre espera la ejecución a causa de su traición, Mariquilla ofrece donar todo el dinero escondido a la causa y llevar las armas en lugar de su padre (Pérez Galdós, Zaragoza, 2003: 200). (Candiola les había permitido a los franceses usar su sótano como base para minar las defensas españolas porque creía que al ayudarles precipitaría la conclusión del sitio y así protegería sus bienes.) Al negarse a hacer una contribución a la causa patriótica, Candiola se responsabiliza por la horripilante transformación potencial de Mariquilla en guerrera, una profesión inaceptable para su sexo según las expectativas sociales contemporáneas.1 El fracaso de su patriotismo deforma a su hija. Como si esto no fuera poco, su mal comportamiento como ciudadano es la causa no sólo de la pena de Mariquilla sino también de su fallecimiento. La hija muere sin explicación menos el trastorno mental que sufre después de que su padre es ejecutado.
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Recíprocamente, el mal comportamiento de Candiola como padre también le hace daño al futuro de la nación. Se niega a dejar que su hija se case con Agustín, y así perjudica a la nación al impedir un matrimonio que empezaría a consolidar la unidad en la ciudad y en teoría produciría y criaría a futuros ciudadanos modelos, nietos de José Montoria. Bien es verdad que Montoria también está en contra del matrimonio propuesto, pero al final demuestra que acepta a Mariquilla al menos como una igual a un miembro de su familia cuando ayuda a enterrar a la novia en vez de al hermano de Agustín. Mientras el sacrificio del hijo de Montoria es noble a causa de que asegura el futuro de la nación contra la amenaza de las fuerzas enemigas, la pérdida de Mariquilla por parte de Candiola es una desgracia que iguala su traición porque condena el futuro de su familia y por medio de su familia el futuro de la nación. La correlación entre el ser mal padre y el faltar a los intereses nacionales en esta parábola hace claro que negarse a sacrificar hasta incluso a los hijos por la nación es infame. Los hombres deben servir a sus familias, pero deben servir a su nación primero. Fallar en servir a la nación es fallar en servir a la familia además y así carece de justificación.
Un dualismo parecido al representado por Montoria y Candiola aparece en la novela siguiente, Gerona. Sin embargo, esta vez el conflicto brota de una oposición aparente entre el ser buen padre y el ser buen ciudadano. El padre que figura como uno de los personajes principales en esta historia se enfrenta al dilema de elegir o servir a su nación o servir a su hija, una contra otra. Lo que percibe como el bien de su familia perjudica a su nación y viceversa. Se resuelve el dilema en la narrativa al entrelazar la buena paternidad con la buena ciudadanía como en Zaragoza se entrelazan la mala paternidad con la mala ciudadanía, reforzando la directiva al servicio nacional. En este caso Andresillo Marijuán es el modelo positivo que, como Montoria, incorpora el carácter de ser ambos un buen padre y un buen ciudadano mientras por otro lado Pablo Nomdedeu representa su opuesto. La diferencia crucial entre Nomdedeu y Candiola, no obstante, es que Nomdedeu se propone a ser un buen padre; sólo es que se equivoca en cómo lograrlo. Por lo tanto, se puede redimir a Nomdedeu pero a Candiola no. Esta distinción indica que Gerona comunica una lección política que difiere de la de Zaragoza aunque en muchos aspectos la misma dinámica familiar opera en ambas novelas.
Nomdedeu encara la decisión de servir a la nación o servir a su familia con las mejores intenciones, pero su selección de optar por las necesidades de su hija por encima de las de la ciudad se representa como un error. Su combinación de características amenas y acciones horrendas sugiere que hay que matizar las conclusiones que se formulan en cuanto a sus argumentos relacionados al servicio nacional, pero su desarrollo lo marca claramente como un modelo negativo. Nomdedeu emprende su lucha dialéctica al sacrificar lo que cree que es el bien de su hija por el patriotismo. Se queda en la ciudad por razones patrióticas para servir de médico en el hospital durante el sitio en vez de llevar a Josefina al campo para que se recupere del choque que sufrió al ver a su prometido morir en una explosión del sitio anterior (Pérez Galdós, Gerona, 1999: 21-22). Luego, el padre siente ganas contradictorias de servir a su hija y servir a su nación. Siente la tentación de robar la comida asignada para los soldados y entregársela a su hija (Pérez Galdós, Gerona, 1999: 35). Por fin decide abandonar el patriotismo del todo. Se queja, ―La idea de que mi hija me pide de comer y no puedo darle nada, ahoga en mì el patriotismo, el pensamiento, la humanidad, trocándome en una bestia.‖ (Pérez Galdós, Gerona, 1999: 78). El hecho de que esta falta de patriotismo no se comparta entre los otros personajes distingue a Nomdedeu y mitiga la compasión que su situación difícil podría provocar. Cuando insiste en que Sumta, su criada, sirva las necesidades de Josefina en vez de alistarse en la lucha por defender la ciudad, Sumta con razón cuestiona su patriotismo. Sólo Nomdedeu pide la rendición de Gerona; los otros, aunque sufren
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igualmente con éste, no ponen límites a su patriotismo (Pérez Galdós, Gerona, 1999: 79). Por esta razón, no se debe tomar bien la posición de Nomdedeu.
La opción elegida por Nomdedeu es una ofensa, y la transformación de su carácter después de que decide servir a su hija por encima de su nación hace hincapié en este punto. Sus esfuerzos por proveerle comida para su hija son depravados. La narrativa no lo retrata como un padre abnegado cuyas circunstancias lo convierten en una víctima porque sus acciones destacan su egoísmo. Les roba comida a unos niños hambrientos para ofrecérsela a su hija adulta. Miente sobre un acuerdo que hizo con sus vecinos según el cual compartirían el gato en caso de que lo mataran, y se reserva el cuerpo entero para sí mismo cuando por fin atrapan al animal. Termina el episodio disparando balas hacia su vecino Andrés cuando éste trata de repartir la carne de la presa. Más tarde, Nomdedeu deja que el bebé Gasparó muera sin compartir la poca comida que la familia del niño recoge y luego ataca a la hermana y guardiana Siseta para conseguir cualquier comida que le queda. Sus modificaciones a la admonición del comandante Álvarez para decir que él comería a la familia de Siseta antes de permitir que su hija muera, una adulteración de la declaración original que pronunció que los defensores comerían a Nomdedeu antes de rendirse, señala el extremo de su degradación moral. Su postura frente al sacrificio no se justifica, especialmente cuando se toma en cuenta que un ejemplo de una mejor figura paternal se compara con Nomdedeu.
Andrés contrasta con Nomdedeu y oscurece la sombra arrojada sobre el antagonista al cumplir con sus deberes de ciudadano a la vez que mantiene a la familia de Siseta como un buen padre. Se encuentra más difícil compadecerse del caníbal potencial porque Andrés es un hombre que se enfrenta a las mismas circunstancias pero no se comporta tan mal. Por muy desesperadamente que su familia adoptada la necesita, Andrés siempre ofrece compartir con sus vecinos la familia Nomdedeu la comida que descubre. Recurre a la violencia contra Nomdedeu sólo después de que el médico lo ataca por segunda vez por la comida que el mayor se niega a compartir. Por lo tanto, a pesar de que Brian Dendle arguye que Marijuán es tan egoísta como Nomdedeu, los dos no son de ninguna manera iguales a nivel moral (1986: 66).
Además de marcarlo como un superior moral en la esfera privada del hogar, la generosidad de Andrés representa la virtud cívica. A consecuencia, se eleva la virtud de la asociación cívica por encima de la virtud de Nomdedeu, su devoción al bienestar de su hija. Cuando coge el gato, Andrés proclama, ―Ahora, señor Nomdedeu (…), partiremos como hermanos la presa.‖ (Pérez Galdós, Gerona, 1999: 73). Así Andrés prueba que es capaz de extender sus sentimientos paternales y fraternos a personas que no son sus parientes y por consiguiente representa los lazos nacionales puesto que según la revelación de Gabriel Araceli al principio de la serie de Episodios, la nación es una hermandad de hombres (Pérez Galdós, Trafalgar, 1996: 79). En este aspecto Andrés es un mejor hombre que Nomdedeu porque es más generoso. El patriota (Andrés es un soldado voluntario), entonces, es el mejor hombre porque ama a una familia más inclusiva, y esto se revela en las relaciones entre Andrés y los huérfanos Mongat. Andrés adopta a los hermanos de Siseta como su familia, y al hacerlo realiza una devoción más desinteresada a los intereses nacionales a través del vínculo alegórico entre las relaciones nacionales y las familiares. Ya que Andrés hace el papel de padre para los hermanos de su esposa pretendida, también hace el papel de padre de la nación.
Su ciudadanía superior se refleja aun más en su servicio militar. Cumple con sus deberes como soldado aun mientras su familia lentamente se muere de hambre. Por otra parte, el interés nacional y el interés de la familia nunca se separan por completo para Marijuán. Aunque sí come su ración de pan sin compartirla con sus hijos adoptivos una vez, se siente culpable y recuerda compartir sus próximas raciones. Ayudar a la nación de
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este modo le ayuda a cuidar a su familia. No considera la capitulación como una manera de salvar a Gasparó y a sus hermanos. Andrés no experimenta la agonía de tener que escoger o la nación o a sus hijos. Sirve a los dos como a una misma entidad, y si sus intereses entran en conflicto, subordina los de su familia a los de la nación como su deber ordena. Andrés cumple con el patrón establecido por Gabriel y los otros héroes de la serie. Servirá lealmente en el ejército con tal de que sea necesario para asegurar la independencia de la nación, pero su máximo deseo es hacerse padre y sustituir el servicio militar por el servicio a un ejército de hijos. En sus propias palabras, hace eco de Gabriel:
Hoy peleo por la patria, no por amor a los engrandecimientos de la milicia, y de todos los presentes soy quizá el único que no sueña con ser general. Otros anhelan gobernar el mundo; sojuzgar pueblos y vivir entre el bullicio de los ejércitos; pero yo, contento en la soledad silenciosa, no quiero más ejércitos que los hijos que espero ha de darme Siseta. (Pérez Galdós, Gerona, 1999: 160).
Sin duda, es el modelo positivo en esta historia, y su ejemplo de mayor importancia es su rechazo a oponer sus deberes como padre contra sus deberes como ciudadano.
La resolución del dilema de Nomdedeu confirma la falsedad de la dicotomía entre el ser buen padre y el ser buen ciudadano. La cura de Josefina prueba que los dos son mutuamente inclusivos. Josefina es el segundo contraste a su padre tras Andrés, y ella también señala una correcta orientación de intereses. A diferencia de su padre, Josefina se esfuerza por ser generosa desde el principio. Le pide a Nomdedeu que le dé de comer a los niños hambrientos, pero su padre atesora la comida porque cree que el mantenimiento de la ilusión de abundancia es la clave al remedio de la enfermedad de su hija. Le miente a ella sobre el sitio porque él cree que la guerra le aterroriza. Dado que la guerra era la causa original de la enfermedad, sospecha que si Josefina descubre la verdad y las noticias de la guerra renovada, ella morirá. Nomdedeu piensa que su cura consta de aislarla del mundo exterior y la lucha nacional. Desafortunadamente, su receta es errónea. La salud de Josefina mejora cuando ella ve a los niños jugando a la guerra. Ésta es la primera indicación de que su padre se ha equivocado. Al contrario de las expectativas de Nomdedeu, Josefina más o menos se recupera (aunque no por completo) cuando se ve forzada a la calle, mira la batalla, participa con las mujeres en el transporte de la pólvora a las defensas de las murallas y pasa dos noches al aire libre (Pérez Galdós, Gerona, 1999: 124). Ahora su padre se convence de que no tenía razón y de que habría facilitado la cura como médico y buen padre si le hubiera permitido que participara en esta lucha nacional. Ser buen padre así se mezcla con ser buen ciudadano, y esta resolución condena el optar por el interés más limitado en vez del interés expansivo de la nación. Como bien concluye Dendle, Josefina exalta los beneficios del servicio a la comunidad, y la moraleja de esta historia es que la falta de participación en la vida comunal es en sí una enfermedad (1986: 66).
Al relacionar la participación en los esfuerzos por el mayor bien nacional con la salud de Josefina, el drama de la familia Nomdedeu sirve como una alegoría de los asuntos políticos de los años 1870. La conclusión a la que llega el lector es que el separatismo, representado por la separación de la familia contra la nación más amplia, es un error. La salud de la familia, la unidad más pequeña, depende de una conexión estrecha con la unidad mayor, la nación, y los separatistas de cualquier partido deben hacer caso del aviso y abandonar sus planes. Puede ser que en el momento de escribir Gerona, Galdós tenía en cuenta a los republicanos, cuyo sistema de gobierno descentralizado se hundía rápidamente, o a los cantonales de Cartagena, quienes se habían sublevado contra el estado en 1873. Por otro lado, también es posible que esta lección se dirija a los catalanes,
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quienes gozaban de su propio renacimiento nacionalista con tendencias separatistas en el momento de la publicación de Gerona.2 Esta historia, tan parecida a la de Zaragoza, podría haber tomado lugar en la novela anterior. No ocurre así sino que toma lugar en una ciudad catalana en vez de la aragonesa. También curioso es el hecho de que el héroe, Andrés, venga de una aldea en Aragón a donde vuelve con su esposa y sus cuñados después de su boda. La novela intenta persuadirles a los nacionalistas catalanes a alinearse con la causa del nacionalismo español. Por eso, se redime al personaje catalán principal al final a pesar de sus serias fallas de carácter. Nomdedeu confiesa su error y se reconcilia con sus vecinos, representando que todo se perdona en lo que sería una solución ideal para el problema de los múltiples nacionalismos dentro de España.
Entonces, quizás no es cierto la conclusión de Geoffrey Ribbans de que ―The acute problem of centralism and regional aspirations is, unfortunately, largely overlooked in the episodios‖ (1993: 243).3 Galdós no hace caso omiso del problema sino que lo trata de una manera sutil por medio de las parábolas para así facilitar la reconciliación deseada entre las fuerzas centrífugas y centrípetas. En el episodio Zaragoza enaltece el heroísmo del padre que sacrifica a sus hijos por la amplia nación española en contraste con el padre que se niega a preocuparse por intereses mayores que sus bienes personales. El episodio Gerona refuerza la moraleja de la subordinación de la devoción a la familia bajo la devoción a la nación con una vena alegórica que sugiere la subordinación de la dedicación al nacionalismo catalán bajo la dedicación a los intereses de la nación española más amplia. La inversión del desenlace trágico de la primera novela por el desenlace feliz de la segunda hace complementos de los dos episodios para extender, además de un aviso amenazador, una invitación agradable a la reconciliación apropiadamente ordenada entre los intereses de todos los españoles.
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BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
1 ―Insofar as women have been accepted into military service in wars of national defense or liberation, historians and political scientists have uncovered a relatively common pattern at work. In moments of crisis, women‘s active involvement has been tolerated, sometimes even solicited and celebrated. Afterwards, however, regardless of whether the struggle has ended in victory or defeat, women‘s former prowess has often been resented and suppressed or reinterpreted and repressed‖ (Roach Pierson, 2000: 46).
2 Durante los 1860 tardíos y los 1870, Valentí Almirall propugnaba un Estado catalán dentro de una nación española en vez de una nación catalana dentro de un Estado español. Favorecía la desaparición del estado centralista y la creación de una serie de estados federados (Fox, 1997: 73). Aunque su posición no es la única que circula entre los catalanes en este período, es una de las más inquietantes para los que se preocupan por la integridad de la nación y del estado español.
3 Álvaro A. Ayo está de acuerdo con Ribbans y nota una falta de debida atención al regionalismo catalán en Aita Tettauen. Por otra parte, insiste en que un sentido de inquietud hacia la fragmentación de España, no sólo regional sino también social e ideológica, se difunde por los Episodios (2005: 226).