OFRENDA

Rodolfo Cardona

Querido y admirado don Benito,

Aquí, mis compañeros de oficio, me han hecho el honor de designarme como portavoz y portador de esta ofrenda floral.

Algunos dicen que me parezco a usted. En realidad, yo creo que en lo único en que nos parecemos, y perdone que se lo recuerde, es que yo también hablo mal en público. De todas formas no hemos venido aquí a marearlo con discursos sino a traerle esta ofrenda floral que, en griego, se podría denominar una Anthología, porque como usted sabe perfectamente, eso es lo que significa esa palabra: un ramo o ramillete de flores diversas. En ese sentido esta ofrenda floral o anthologìa podrìa ser sìmbolo de la ―antologìa‖ de trabajos crìticos que se han presentado durante este noveno congreso.

Los jóvenes de principios del siglo pasado se referían a su obra como a algo sencillo, rayano en lo vulgar, lo que llevó al majadero de Dorio de Gadex a inventar el mote de ―don Benito el garbancero‖, denigrando así —como me dijo Jorge Guillén— a dos inmensos valores nacionales: al gran novelista canario y a los garbanzos. Pero me aparto del tema.

Decía que los jóvenes del siglo pasado creían que su obra era muy sencilla; sin embargo, desde que usted se nos marchó, hace casi cien años, hemos estado cavando en esa veta inagotable que es su obra sin vislumbrar la posibilidad de agotarla. Así, es posible vaticinar, sin temor a equivocarse, que nietos, biznietos y tataranietos nuestros continuarán esta labor.

Y, como dicen mis compañeros mexicanos, ―con esta me despido y hasta la próxima‖.

¡Ah, sí, cuídese del relente que puede hacerle daño tan destapado como está!