Retrato de Tomás Morales. 1905 ELADIO MORENO DURÁN Carboncillo sobre papel 40
× 39 cm Depósito de Dña. María Isabel Torón Macario. larga e imponente
historia iconográfica de Tomás Morales se inicia con los dibujos que su amigo
y compañero de vivencias madrileñas, Eladio Moreno Durán, realizó en la
década de 1900. Éstos fueron reproducidos en el catálogo monográfico de la
exposición que en 1984 el poeta Manuel González Sosa le dedicó al poeta
modernista con motivo del centenario de su nacimiento1. El más antiguo
cronológicamente correspondería a la etapa final de la educación secundaria
de Morales en Gran Canaria, finalizada en 1904, donde éste aparece con
pequeño bigote, camisa de cuello alto, chaqueta ajustada y pelo corto. Este
dibujo, junto con las fotografías de juventud, representan el comienzo de una
fecunda relación con el retrato, una relación que nos hace pensar en el mito
de Narciso. La belleza física del poeta refuerza la tendencia a perpetuar su
imagen artística. En el próximo dibujo de Moreno, Tomás Morales está
retratado de tres cuartos cuerpo, fumando en pipa y con gesto algo pícaro.
Aunque la lleva con soltura, viste chaqueta larga de una pieza, cuello alzado y
pajarita de lazo ancho. Está tocado por un sombrero y el pelo sigue estando
corto. Moreno nos muestra al joven dandy, que exhibe una imagen elegante
recién apropiada. El dibujo raya en la caricatura, y señala el principio de
la bohemia, aquella libertad con un amargo envés, ya que también supuso la
semilla de la muerte. El dibujo que nos ocupa, sin embargo, es el que está
fechado en 1905, y nos ofrece una imagen del artista ya maduro. La versión que
ha sido depositada en la casa Museo Tomás Morales está firmada en el ángulo
inferior por Eladio Moreno y dedicada al poeta Saulo Torón. En el ángulo
superior ostenta el nombre en mayúsculas del poeta. Es probable que sea una
segunda versión de una primera versión, donde la firma de Moreno aparece en
mayúsculas, y a renglón seguido, debajo, la fecha de 1905 y el lugar, Madrid.
Este original se caracteriza por una línea más sinuosa y un sombreado más
denso así como una mayor intensidad en la mirada. La vida y la práctica de la
bohemia han conducido a la suspensión de la imagen del caballero burgués para
dar paso al yo del artista y del creador, que descuida su apariencia física
porque concentra su actitud vital en el pensamiento y en la expresión
artística. A partir de este dibujo de Moreno, la imagen de Morales, si
exceptuamos la deliciosa caricatura de José Hurtado de Mendoza de 1921 y el
retrato formal encargado a Cirilo Suárez por el Cabildo de Gran Canaria en la
década de los años 50, será la de un introvertido hombre de letras, teñida
por una melancolía que anuncia la muerte prematura. Siguiendo con la
cronología iconográfica del poeta, encontramos el dibujo también
humorístico de Cañas, fechado 17 de diciembre de 1917, y que nos muestra
al poeta tras una noche de celebración. De afilado perfil, Tomás Morales
duerme sobre una silla, con la cabeza volcada hacia atrás. Cañas, como hace
en cada uno de los dibujos que dedica a los artistas y literatos de Las Palmas,
busca un símbolo lúdico para cada personaje. En el caso de Morales es la
chapa que cubre el tapón de una botella de champán de la firma Moet &
Chandon. Cañas la calcó en el mismo soporte del dibujo. Un año más tarde,
con expresión intensa y dramática, aparece una fotografía retocada por su
amigo el pintor Tomás Gómez Bosch que pertenece ya a los fondos de la Casa
Museo Tomás Morales. Los retratos al óleo se produjeron hacia finales de la
década de 1910. La virtuosa y posromántica imagen de Nicolás Massieu y
Matos, donde la figura del poeta se confundía con una puesta de sol vista
desde Agaete, data de 1919. En ese mismo año Juan Carló, había plasmado el
rostro de Morales en una neblinosa atmósfera simbolista. Amistad y
correspondencia artística, en la más pura tradición modernista, marcaban
pues la iconografía de Morales. Los dos óleos comentados continuaban pues con
la imagen plena y madura del poeta que Moreno había establecido en 1905. En
ésta, Morales nos mira con una fuerza espiritual que connota cansancio
existencial. A este valor personal debemos añadir, para completar la
apreciación del dibujo, la dimensión de la historia cultural, ya que Moreno
nos lega un documento sobre la bohemia española durante el auge del
modernismo.