Fotografía del estreno de La cena en casa de Simón dentro y fuera de la
escena, asimilando instintivamente los modos fotográficos de la gran Sarah
Bernhardt, cuyos estudiados fotogramas determinarán en gran medida la historia
de la diva cinematográfica. Los retratos femeninos de los años 20 nos
muestran a Josefina de la Torre en lánguidos medios cuerpos, creando sus
iconos más libres y desenfadados. Espontáneos y libres asimismo son los
fotogramas sacados de las obras del Teatro Mínimo. A partir de 1930, cuando
Josefina afirma su currículum poético con su segundo poemario (Poemas de la
Isla), su imagen fotográfica se torna más consciente y profesional, algo que
apreciamos en las actitudes asumidas ante la cámara que pierden la soltura de
los años 20. Esta imagen madura se consolidará según prosperará la actriz
nacional de teatro y de cine, hasta alcanzar el estilo definitivo del retrato
de perfil, sobresaliente en la fotografía de promoción del filme Primer Amor
(1941) y en la Portada de la revista Primera Plana. La diva, ya gran señora de
la escena, legará al glamour femenino español de la década de 1950 numerosas
y trascendentes imágenes. La fotografía donada por Dña. Isabel Torón data
de 1935, fecha del establecimiento definitivo en Madrid. En aquel año Josefina
de la Torre da un concierto en el Teatro María Guerrero (Concierto de
1900), en que le acompaña al piano el crítico y escritor Cipriano Rivas
Cheriff. Mirando fija y resueltamente al espectador la artista proyecta la
imagen de la mujer que ha abrazado su propio destino. LA CENA EN CASA DE SIMÓN
O LA CENA DE BETHANIA es la única obra dramática para escena completa que
escribió Tomás Morales. De marcado carácter simbolista, en la tradición del
teatro religioso contemporáneo vanguardista, al estilo de Salomé de Oscar
Wilde, que Morales seguramente leyó o si no al menos conocía, La cena de
Bethania es una celebración mesiánica que rompe los moldes habituales de la
concepción sentimental de Jesús, sin llegar en ningún momento a la
heterodoxia. La presencia del Hijo de Dios se anticipa lar 32 Estreno de La
cena en casa de Simón representada por la Compañía teatral de Los Doce en el
Teatro Pérez Galdós. 1910. Fotografía en blanco y negro 32 × 22,5 cm
Donación de Dña. Amparo González, Vda. de D. Manuel Morales Ramos. gamente
a través de una extática recreación de su persona y de los efectos
sobrenaturales que la rodean, preparación que se proyecta polifónicamente
mediante voces que crean una suerte de crescendo musical. Así, la Mujer
Nazaritha nos dice al inicio: Yo le vi rodeado de sus discípulos y Él más
que todos era hermoso, y Él sobresalía entre todos, Y su palabra era tan
dulce que las rocas le comprendían y las espigas se granaban, porque Él sabe
llegar al corazón de todas las cosas. Esta preparación e inmanencia del
Galileo es el motor impulsor del pathos que a veces crece en cuarteto, como
cuando la Vendedora de flores, el Centurión de Capernaum, Simón y la
Vendedora de naranjas exaltan sus cualidades contradictorias, grandeza y
humildad, sencillez y heroicidad, al sintetizar él todo el poder y toda la
dulzura imaginables. Cuando por fin aparece Jesús en escena confunde a todos
al perdonar y abrazar a la criatura más pecadora, una María Magdalena que se
arrodilla para limpiar sus pies con su hermosa cabellera. La última alocución
del Hijo de Dios lo muestra terrible y apocalíptico, rescatando su imagen de
la sencilla bondad que excluye la dimensión del juicio final. Las indicaciones
escénicas de Tomás Morales revelan una estética rica y exuberante que
estimula la mente a través del efecto sensorial. Ejemplos son la ofrenda
floral que la vendedora esparce: las flores se desparraman sobre el suelo en
alfombra luminosa. La hora del ocaso cuando: Todo tendrá un viejo sabor de
égloga bajo las luminarias rojas del crepúsculo. Cómo la Magdalena desata
su mágica pelambrera: Desata su cabellera luminosa y con gesto de toda su
figura la deja caer en cascada luminosa que envuelve los pies del galileo. La
fotografía donada por Doña Amparo González, viuda de Manuel Morales fue
tomada, deducimos, al final de la pieza por encontrarse sobre el escenario
todos los personajes de la obra. Vemos un detalle del decorado que realizó un
Nicolás Massieu y Matos de paso por Las Palmas en 1910, manteniendo su
residencia en París que sólo abando 34 nó debido al comienzo de la Gran
Guerra en 1914. Massieu y Matos experimenta aún el estilo realista-simbolista
que se patenta en su Autorretrato de 1909 (Casa de Colón, Fondos del Cabildo
de Gran Canaria), y por tanto podemos imaginar que su escenografía entronca
bien con el esteticismo escénico esbozado por Tomás Morales. El nombre de
José Hurtado de Mendoza se ha mencionado asimismo en relación con esta
escenografía, aunque en el programa de mano de la obra sólo figura el nombre
de Nicolás Massieu. La fotografía únicamente nos permite apreciar un detalle
del decorado, un frondoso y preeminente árbol que divide el escenario. Esto
nos remite a la nota introductoria del poeta: Algunos árboles escuetos
encuadran el paisaje con sus gestos hieráticos. Otros elementos
escenográficos no se visualizan en la imagen, como la montaña del trasfondo,
la vieja mansión bíblica de Simón o las torres de una ciudad en lontananza.
El diseño semi-geométrico del follaje nos puede hacer pensar en el estilo
divisionista de Hurtado, aunque ello es mera hipótesis hasta que salgan a la
luz otros datos relativos al decorado artístico. 35