JESÚS PÁEZ MARTÍN El peculiar modernismo de Amado Nervo: una revisión
Pobres páginas, que ansiaron con la mayor de las ansias decir tan intensas
cosas. ¡Y al fin no dijeron nada! (A. Nervo: La última luna) En la actualidad
resulta incuestionable que el poeta mejicano Amado Nervo (1870-1919) tuvo un
papel muy destacado en la transformación de las letras hispanoamericanas. Hay
una definición muy afortunada de Federico de Onís que colocaremos como
pórtico de este trabajo: El Modernismo como el Renacimiento o el
Romanticismo es una época y no una escuela, y la unidad de esa época
consistió en producir grandes poetas individuales que cada uno se define por
la unidad de su personalidad, y todos juntos por el hecho de haber iniciado una
literatura independiente, de valor universal, que es principio y origen del
gran desarrollo de la literatura hispano americana posterior1. No resultaría
hoy tampoco muy arriesgado afirmar que, después de Rubén Darío, el saludado
por todos como gran maestro, posiblemente sea Amado Nervo el poeta modernista
americano más influyente y, hoy por hoy, asimismo habría que decir que se
debería situar entre los poetas hispanoamericanos más reconocidos y leídos
en la literatura española contemporánea, pues, como muchos de sus
correligionarios, ejerció de diplomático, residió e hizo amistad con las
principales figuras de las letras españolas y publicó en España mucha obra
en verso y prosa. El creador mejicano, sin embargo, ha sido preterido en los
últimos tiempos por el carácter en exceso romántico y sensiblero2 de su
poesía amorosa, así como la endeblez de su misticismo y la superficialidad de
su espiritualismo. Sin embargo, una lectura desprovista de estos prejuicios nos
podría mostrar aspectos y matices de la vida y la obra de este escritor que
nos lo pueden revelar como un poeta de preocupación estética y de técnicas
discretamente innovadoras para su época. Porque otro de los imponderables a
vencer con quien nos ocupa es su estricta definición y encasillamiento como
poeta modernista de escuela, olvidando que el propio Darío expresó
contundentemente en El canto errante: El don de arte es un don superior que
permite entrar en lo desconocido de antes y lo ignorado de después, en el
ambiente del ensueño o de la meditación. Hay una música ideal como hay una
música verbal. No hay escuelas; hay poetas. El verdadero artista comprende
todas las maneras y halla la belleza bajo todas las formas. Toda la gloria y
toda la eternidad están en nuestra conciencia3. A estas alturas de millares de
investigaciones acerca del Modernismo, no dudamos que, aunque desde unas
premisas y ciertas vertientes siga considerándose un Mester, desde otras
perspectivas mucho más amplias, el Movimiento fue algo que excedió y excede
la consideración de escuela para juzgarse como una auténtica cosmovisión
estética, una atmósfera vital y artística y una actitud eminentemente
literaria. Amado Nervo no fue más que un hombre de su tiempo que, supo
asimilar las huellas clásicas y modernas europeas (Clásicos, románticos y
posrománticos españoles, Parnasianismo, simbolismo...) y las más inmediatas
tonalidades del misterio y vaguedad de Bécquer. Y, en pura lógica, respiró
el aire modernista de su época. Y así lo confiesa en muchísimas páginas
desparramadas en revistas y periódicos de su tiempo, ya que la crítica
literaria superficial o profunda4 ocupa muchas horas de dedicación y muchas
páginas de la obra del poeta mejicano que aparecen hoy mucho más interesantes
que su propia poesía. Porque Nervo es uno de los autores modernistas que se
pronunció sobre el movimiento y teorizó unos conceptos que pueden ser
considerados como un acierto por sus esclarecedores comentarios, en particular
en un escrito que con el título de El modernismo publica el autor mejicano
en La Cuna de América, Num. 45 (10-11-1907) en el que desde su inicio leemos:
No cabe ya dudar de que hay una escuela, una tendencia, una modalidad literaria
que se llama modernismo. Yo, menos que muchos, podría negar su existencia,
pues que a ella debí la singular predestinación de haber sido durante diez
años, cuando menos, agredido en mi país por una infinidad de señores, cuyo
ideal sería que todos escribiésemos como Grilo, y a quienes el progreso
altera la digestión. Más adelante, sin embargo, declara unas convicciones
personales que suponen unas simples, pero muy interesantes consideraciones de
teoría literaria acerca del origen y actitudes más inmediatas de la poesía y
los poetas que resaltamos a continuación: ...por lo que a mí respecta, creo
que ni hay ni ha habido nunca más que dos tendencias literarias: la de ver
hacia fuera y la de ver hacia dentro. Los que ven hacia fuera son los
más. Los que ven hacia dentro son los menos. Amado Nervo está, siguiendo su
clasificación, entre los poetas que miran hacia dentro, los que, como su
contemporáneo Antonio Machado, pretenden ser el intérprete de las voces y los
ecos que dimanan de las hondas palpitaciones de su espíritu. De ahí que un
contingente mayoritario de su obra responda a unos afanes, desvelos,
reflexiones, tendencias y exposiciones de sus tormentas espirituales y quieren
ser declaradores de su propia filosofía, según el poeta confiesa en una muy
baudelairiana interpelación al lector, donde él mismo reconoce el carácter
prosaísta de sus versos: Lector mío, estos versos, que son prosa (rimada),
llegan a tu alma humildes y sin pedirte nada. No quieren tus elogios... Mas
sería mi gusto que pudieses leerlos al terminar el día, a los fulgores
cárdenos de algún poniente augusto, que fuese como el marco de mi
filosofía...5 En El estanque de los lotos podemos leer un poema cuyos
contenidos referenciales pueden ya desvelarnos los veneros de la personalidad
nerviana que van a traslucir en su desarrollo y trayectoria: se trata
precisamente de la breve y sencilla composición Los manantiales donde nos
conmina y a un tiempo constata: Lee los libros esenciales, bebe leche de
leonas; gusta el vino de los fuertes: tu Platón y tu Plotino, tu Pitágoras,
tu Biblia, tus indos inmemoriales; Epícteto, Marco Aurelio...¡Todo el frescor
cristalino que nos brindan los eternos manantiales! Amado Nervo, pues, se
declara clasicista, pero también es, no cabe duda, poeta modernista y de su
época. Por ello, sorprenden la cantidad de paralelismos que podríamos
establecer con los poetas más relevantes de su generación y su entorno
hispánico en el doble aspecto de su vida y de su obra: el primero, respecto a
su propio nombre, que no es un seudónimo como aparenta, en tanto que es una
reducción del verdadero, como Félix Rubén García Sarmiento redujo al suyo
al más desautomatizado, sofisticado y, en suma, raro, de Rubén Darío. Al
igual que el poeta nicaragüense, también el mejicano acudió al
autobiografismo y nos dejó dos breves escritos donde nos lo aclara, revelando
muy sutilmente a un tiempo la negación de lo caduco (ancestral) y la
afirmación de lo moderno en lo raro: Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo
modificó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues,
Amado Nervo, y, esto, que parecía seudónimo. Así lo creyeron muchos en
América- y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna
literaria. Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de Nervo
ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez. Comparte también con
Rubén la devoción por Francia, donde ambos se conocieron y vivieron la
bohemia parisiense poblada por Verlaine, Oscar Wilde o Moréas a quienes
conocieron y admiraron devotamente, en particular al maldito Paul Verlaine,
como muestran las composiciones que tanto el primero (Responso a Verlaine)
como el segundo, le dedicaron (A la católica majestad de Paul Verlaine)
donde el padre y maestro mágico, liróforo celeste rubeniano se transforma
en padre viejo y triste, rey de las divinas canciones. No comparte con
Darío, sino más bien con Machado la experiencia amorosa, pues su Leonor fue
la dama francesa Ana Cecilia Luisa Dilliez,6 que viene a ocupar un lugar entre
las mujeres bienamadas, como la Beatriz de Dante, la Laura de Petrarca7 o la
Matilde de Neruda8, en tanto que fue la musa destinataria de su amor y su
poesía amatoria in vita e in morte,9 cuya desaparición el poeta mejicano
jamás pudo superar y le arrancó, como al poeta andaluz, versos desgarradores
en uno de sus libros más conocidos, La amada inmóvil, dedicado a su memoria y
que viene presidido por este Ofertorio: Dios mío, yo te ofrezco mi dolor:
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte! Tú me diste un amor, un solo amor, ¡un
gran amor! Me lo robó la muerte... Y no me queda más que mi dolor. Acéptalo,
Señor: ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte! También conoció un amor de
madurez, una Guiomar a quien conoció en Buenos Aires que supuso su último
amor humano, todo cándida limpidez y hecho por partes iguales de admiración ,
piedad y ternura, según nos dice Alfonso Méndez Plancarte10, nuevo amor a
quien da la Bienvenida en el primer poema de su último libro de versos
titulado significativamente La última luna. Buena parte de la poesía de Nervo
está inspirada, pues, en el tema del amor. En muchos casos se trata de unos
poemas intimistas y confesionalistas que suponen dolientes sollozos emanados de
una tristeza que tiene siempre un acento enfermizo de tono posromántico tan
dilatado en la expresión lírica hispanoamericana que puede llegar hasta el
primer Neruda11. Y, en la proliferación de composiciones, esas actitudes y
acentos llegan, incluso, a adquirir dimensiones de puro juego lírico-verbal,
de meras ejercitaciones poéticas propias de un buen versificador modernista,
como podemos mostrar en este poema de Los jardines interiores: Pasas por el
abismo de mis tristezas como un rayo de luna sobre los mares, ungiendo lo
infinito de mis pesares con el dardo y la mina de tus ternezas. Ya tramonta mi
vida; la tuya empiezas; mas, salvando del tiempo los valladares, como un rayo
de luna sobre los mares pasas por el abismo de mis tristezas. No más en la
tersura de mis cantares dejará el desencanto sus asperezas; pues Dios, que dio
a los cielos sus luminares, quiso que atravesara por mis tristezas como un rayo
de luna sobre los mares. también puede mostarse en la elaboración de poemas
en francés, declaradores de esta actitud y maniera como en Helas!:
Helas! Je ne suis plus un poète, un artiste. Je ne suis plus qu´un coeur
profondément meurtri; je ne suis qu´un esprit las et farouche et triste qui
veut saisir un rêve d´amour évanoui... Todo ello, además, como se ve,
expresado mayoritariamente desde unas actitudes y unas formas recatadas, aunque
fingió muchas veces una patética lucha con la voluptuosidad que se decanta en
una escritura centrada en la expresión de una vena sentimental no exenta de
sensiblería y que nos muestra al Nervo más rechazado y rechazable. Léanse
poemas como la Lamentación del voluptuoso o algunas de las Lubricidades
tristes, o simplemente estos versos del poema Delicta carnis de Místicas:
Carne, carne maldita que me apartas del cielo; carne tibia y rosada que me
impeles al vicio; ya rasgué mis espaldas con cilicio y flagelo por vencer tus
impulsos, y es en vano ¡te anhelo a pesar del flagelo y a pesar del cilicio!
El creador mejicano tuvo una formación y educación religiosa e inició
estudios para lograr la carrera sacerdotal, que no concluyó y abandonó muy
pronto. Pero su etapa de seminarista dejó en Nervo muchas vivencias e
improntas que van a traslucir en su creación: los conocimientos de la lengua y
la cultura latina de la que se abusa en su obra, desde la utilización de lemas
y títulos 12, a la elaboración de algún verso en esa lengua o incluso una
auténtica composición escrita en latín13 que imprimen a su escritura un
culturalismo a veces excesivo. A más de ello, un prurito de espiritualidad
religiosa, una tendencia al misticismo que es quizás lo más simplista,
incoherente y confuso de sus constantes temáticas, pues en su producción
pueden alternarse el ascetismo cristiano14, el misticismo15 , el quietismo
budista16 o el agnosticismo. A mayor abundamiento, lo que en algunas obras
aparece como tormentosa y atormentada inquietud interior y reflexiva, y no
sólo desde los presupuestos estrictamente religiosos, sino incluso vitales,
llega a unos extremos finales de nihilismo absoluto y de escepticismo irónico
que, quizás, sea lo más válido en este endeble e ineficaz sistema de
pensamiento espiritual de Amado Nervo. Es lo que vemos tras los versos
irónicos y a un tiempo amargos, producto del dolor ante la muerte de su esposa
en el poema Metafisiqueos17 donde declara: ... ¡De qué sirve la triste
filosofía! Kant o Schopenhauer o Nietzche o Bergson ¡Metafisiqueos! Es la
postura acomodaticia del conocido primum vivere, deinde philosophare lo que
acaba ganando al poeta en su batalla contra la búsqueda y las preguntas sobre
el arcano que tan literariamente resolviera, por su parte, el maestro Darío en
Lo fatal lo que en Nervo se expresa prosaicamente en A qué del libro
Serenidad: ¡A qué tantos y tantos sistemas peregrinos! ¡A qué tantos
volúmenes y tanta ciencia, a qué! Si lo que más importa, que son nuestros
destinos, se nos esconde siempre; si todos los caminos conducen al no sé.
Este escepticismo le hace abominar de la inteligencia y de sus formas de
pensamiento, y más frente al problema de Dios para el que recurre al fideismo
agustiniano o la fraternidad franciscana, proponiendo un Dios intimista e
inmanente como en los versos del irónico y un tanto pedestre poema Tú
filosofa de Elevación: Cinco mil años hace, por lo menos, que los doctos,
metafisiqueando, a explicación del ser andan buscando: ¡magines vacuos, de
palabras llenos! ..................................................... El
filósofo de hoy, inconsecuente, ríe de los de ayer: ¡él sólo sabe! Y
dentro de muy poco, en cuanto acabe el divagar inútil de su mente otro reirá
también de sus premisas y de sus conclusiones; y así estamos perdiendo el oro
del vivir, y vamos de las risas de ayer a nuevas risas. Mientras que el
despreciable iluminado no pierde el tiempo en discutir, ni duda: ¡ve cara
a cara la Verdad desnuda, y se funde con Dios porque la ha hallado! Es, sin
embargo, constatable que fue y sigue siendo la vertiente pseudomística lo que
dio a Amado Nervo su carácter diferencial en la bandera modernista, pues
frente al paganismo militante y rozagante de Rubén, se contrapone el
cristianismo descarnado de Nervo, con lo que la poesía del mejicano se carga
de la sugerente expresividad de los contenidos y, sobre todo, del léxico
integrado en campos semánticos de las religiones espiritualistas, de la
liturgia cristiano- católica y de los códigos místicos en una gran cantidad
de poemas, si bien hemos de recordar y reconocer una vez más que aparece
siempre desde una perspectiva inmediata, superficial y sin rozar siquiera la
complejidad de fondo que todo ello lleva consigo. Pero es incuestionable
también que supo lograr un sincretismo, por lo que se refiere a la vestimenta
formal, entre la brillantez del modernismo y un matiz especial de misticismo de
raíz católica en composiciones que muestran algunos momentos de cierta
delicadeza poética. Nótese en estas líneas tomadas al azar de un poema de
Elevación: Los ángeles vendrán a reposarse en las ramas del árbol mudo y
quieto, como divinos pájaros de nieve. ¡Hay tantas cosas que callar con
ellos! ....................................................... El alma y Dios
se besan, se confunden, y son una sola alma en el inmenso mar del éxtasis,
manso, inalterable... ¡Callemos, callemos! Pero donde mejor puede observarse
el fenómeno del que hablamos es a lo largo de su poemario Místicas,
auténtico venero de expresiones procedentes de las Sagradas Escrituras y
conceptos de la liturgia católica donde aparece su conocidísimo poema A
Kempis y donde la exaltación frente a la estética de objetos, conceptos,
términos religiosos18 se hacen belleza mórbida y decadente ante la mera
enumeración exaltada que suponen los siguientes versos del poema Introito
de Místicas donde el léxico nominal y su adjetivación pueden ser buen
ejemplo de las enumeraciones de la alharaca modernista: ¡Oh, las rojas
iniciales que ornáis los salmos triunfales en breviarios y misales! ¡Oh
casullas que al reflejo de los cirios en cortejo vais mostrando el oro viejo!
¡Oh vitrales policromos fileteados de plomos, que brilláis bajo los domos!
¡Oh custodias rutilantes, con topacios y diamantes! ¡Oh, copones rebosantes!
¡Oh, Dies irae tenebroso! ¡Oh, Miserere lloroso! ¡Oh Tedëum glorioso! Esta
tendencia hace que, por otra parte, relumbre en medio de tanta reflexión
espiritual, una gavilla de poemas en los que el poeta mejicano no habla de sus
crisis y experiencias religiosas, sino que paga tributo al decadentismo más
baudelairiano. En Los jardines interiores hay un significativo poema escrito en
forma de diálogo entre El prelado y el poeta que es un breve y condensado
trasunto de la articulación de inicio a fin de Las flores del mal. Comienza
con las palabras del prelado que anatematiza: Condenamos este libro por
exótico y perverso, porque enciende sacros nimbos en las testas profanadas,
porque esconde, bajo el oro leve y trémulo del verso, la dolosa podredumbre de
las criptas blanqueadas. y culmina con la breve respuesta que son asimismo las
contundentes palabras del poeta resonantes a aquel Au fond de l´Inconnu pour
trouver du nouveau: Del abismo brota el día. Aunque uno de los mejores
ejemplos de malditismo decadente pudiera ser un poema de Místicas dedicado
esta vez a Azrael, el ángel de la muerte que tiene como misión recibir el
último suspiro de los muertos y acompañar a su morada eterna las almas de los
fallecidos. En toda la composición late el temible spleen que hace
confesar al poeta cómo mi esperanza es una enferma mientras le apostrofa:
Azrael, abre tu ala negra y honda, cobíjeme su palio sin medida, y que a su
abrigo bienhechor se esconda la incurable tristeza de mi vida. Azrael, ángel
bíblico, ángel fuerte, ángel de redención, ángel sombrío, ya es tiempo
que consagres a la muerte mi cerebro sin luz, altar vacío... La unión entre
cristianismo y decadentismo se muestra en una composición que bajo el rótulo
y el uso del estribillo en el verso reiterativo Padre nuestro que estás en los
cielos viene a ser un recuerdo y homenaje a la decadente figura del rey loco
Luis II de Baviera por quien el poeta siente una cercana y cristiana
compasión: ¡Pobre rey de los raros amores! Como nadie sintió sus dolores,
como nadie sufrió sus desvelos. Le inventaron un mal los doctores. Padre
nuestro que estás en los cielos. Como se puede observar, un ingenuo
malditismo19 impregnado del erotismo pagano que tan sensual y magistralmente
muestran muchas composiciones del maestro Rubén Darío o de Julián del Casal
quiere asomar en nuestro creador en algunos versos que no son sino un pago de
tributo al Modernismo reivindicador de unos temas eróticos procedentes de una
antigüedad clásica traducida del francés. Y así, el que pudiera
considerarse entre los modernistas el poeta menos maldito, si juzgamos el
calibre, la actitud y el tono de la temática de su obra que ofrece el mayor
peso en el intimismo sentimental y la inquietud religiosa, nos aparece
insólito en un poema como Andrógino. Júzguense los siguientes versos:
Por ti, por ti clamaba, cuando surgiste, infernal arquetipo, del hondo Erebo,
con tus neutros encantos, tu paz de efebo, tus senos pectorales, y a mi
viniste. .................................................. ya con virilidades
de dios mancebo, ya con mustios halagos de mujer triste. Yo te amé porque, a
trueque de ingenuas gracias, tenías las supremas aristocracias: sangre azul,
alma huraña, vientre infecundo; porque sabías mucho y amabas poco, y eras
síntesis rara de un siglo loco y floración malsana de un viejo mundo. En otro
orden de cosas, hay que decir que el espiritualismo modernista de Amado Nervo
oscila entre los tópicos20 de la afirmación del espíritu sobre la materia,
el iluminismo o la pura conciencia cristiana de pecado y de redención, pero
debemos en puridad reseñar que nunca estos temas alcanzan la dimensión
literaria o incluso filosófico-intelectual con que se muestran en otros poetas
de su continente y de sus horas como pudiera ser Julián del Casal o, por sobre
todos, Rubén Darío. Porque aunque el creador mejicano representó a lo largo
de su obra la temática filosófica y religiosa, que ya apuntaba por demás en
algunos poemas del maestro nicaragüense, la plasma en acentos más recatados,
un tono de voz baja, frente a los arrebatos carnales más desinhibidos de
Rubén. Para comprobarlo bastaría con hacer una lectura comparativa de la
confesión íntimamente poética que supone la conocida Yo soy aquel que ayer
no más decía con el poema XXIX de Perlas negras donde se comienza: Sí, yo
amaba lo azul con ardimiento: las montañas excelsas, los sutiles crespones de
zafir del firmamento, el piélago sin fin, cuyo lamento arrulló mis ensueños
juveniles. En un determinado momento, la actitud de Amado Nervo ante la vida,
confesada puntualmente en sus versos fue la de ejercer una indiferencia
indefinible acompañada de una serena renuncia y sólo pretendía aspirar a una
serenidad agnóstica acompañada de una vaga esperanza21. Son los machadianos22
versos declaradores de esta actitud los que pueden reconciliarnos, de nuevo,
con un Nervo intimista y referencial de sí mismo, pero más intenso y desde
una actitud más cercana, envuelta frecuentemente en una expresión y
expresividad impregnada de sencillez coloquial muy alejada de sus recursos
anteriores tan reiterados (estructuras paralelísticas, diálogos, epígrafes
latinos, metáforas, léxico religioso y espiritualista...). Es ahora la
retórica mínima, o incluso la antiretórica lo que preside sus libros
finales, de significativo título rozando lo juanramoniano posterior: Serenidad
(1914), Elevación (1917) y Plenitud (1918). Así lo pretende , lo reconoce y
lo asume el poeta cuando en la última composición de Elevación
declaradamente titulada Amén nos expresa: LECTOR: Este libro sin
retórica, sin procedimientos, sin técnica, sin literatura, sólo quiso
una cosa: elevar tu espíritu. ¡Dichoso yo si lo ha logrado! Pero es que ya,
en el cuerpo de ese mismo libro, en lo que a la expresión se refiere, han
aparecido versos muy sugerentes de esta nueva andadura del poeta que,
lamentando la verborrea inútil, ahora prefiere incluso el silencio a la
verbosidad, las verdades calladas del espíritu a las materialidades de la
expresión. Hasta la nominación debe ser rechazada, pues con la concreción
del significante se mata el significado, la Idea. Atiéndase a estas líneas en
las que late un platonismo elocuente: ¡Cuánto, cuánto se habla sin ton ni
son; qué declamar perpetuo de retóricas nulas! ¿No es mejor por ventura el
silencio? Que el espíritu selle nuestra boca con sus siete sellos, y florezcan
en paz nuestros enigmas.... ¡Callemos, callemos!
.................................. Triste afán de ruido que mancilla lo eterno
que palpita en nosotros.... ...................................... Debe
callarse todo lo sublime, todo lo excelso. Hasta los nombres que a las cosas
damos empañan el espejo del ser, en que se mira el arquetipo, trémulo de luz,
de santidad y de pureza, ¡Callemos, callemos! Y desde el contenido, desde la
voluntad de expresión de su yo actual, tras la pérdida del sentido de su
vida, de su amada ya inmóvil, Nervo nos confiesa su mayor anhelo en unos
versos fechados desde 1912 que viene a ser una nueva incursión en el tema de
la vida retirada, un particular de vita beata nerviano con ecos clásicos de la
Epístola moral a Fabio: Un rinconcito que en cualquier parte me preste abrigo
un apartado refugio amigo donde pensar; un libro austero que me conforte; una
esperanza que sea norte de mi penar, y un apacible morir sereno, mientras más
pronto más dulce y bueno: ¡qué mejor cosa puedo anhelar! Una de las
vertientes menos revisadas en la dilatada y prolija obra poética nerviana es
la que haciendo un particular rastreo, así sea superficial, por sus versos
podríamos considerar como las consideraciones metaliterarias acerca de su
correspondiente obra, de sus libros, de sus versos, en suma, de su propia
creación, lo que podríamos denominar la poética de un poeta. Ya hemos
apuntado que Amado Nervo ejerció la critica literaria para revistas y diarios
hispanoamericanos de su época, pero también de su obra de creación se pueden
extraer muchas expresiones y juicios referidos a variados aspectos, expresados
desde un distanciamiento y desde una sinceridad muy dignas de reseñar y de
privilegiar frente a las consideraciones del Amado Nervo más tópico. En
primer lugar, la irónica composición Autobiografía23 de Serenidad en la
que el poeta nos remite a sus poemas y declara, asumiéndola inmediatamente, su
vida anodina en lo externo y rica en lo interno: ¿Versos autobiográficos?
Ahí están mis canciones, ahí están mis poemas: yo, como las naciones
venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo historia: nunca me ha
sucedido nada, ¡oh noble amiga ignota! Que pudiera contarte. Allá en mis
años mozos, adiviné del Arte la armonía y el ritmo, caros al Musageta, y,
pudiendo ser rico, preferí ser poeta. - ¿Y después? He sufrido como todos y
he amado. - ¿Mucho? Lo suficiente para ser perdonado. Los jardines interiores
, cuyo título primigenio fue el más posromántico, naturalista y decadentista
de Savia enferma y que, como vemos, fue pura y juanramoniamente depurado hacia
un título más intimista y simbolista, es entre los libros del creador
mejicano aquel en que aparecen las más logradas creaciones en la temática
nerviana de las consideraciones metaliterarias que podrían considerarse como
paradigma de la autocrítica modernista: así, en un poema compuesto
paradójicamente como una silva en versos blancos dedicado a los libros, el
autor nos describe los poemarios como ecos de las Correspondencias , como el
temple de vivants piliers o los forêts de symboles declarados por
Baudelaire: libros (los del poeta) que estáis, como los bosques, poblados de
gorjeos, de perfumes, rumor de frondas y correr de agua; que estáis llenos,
como las catedrales de símbolos, de dioses y de arcanos. Pero es en la
composición directamente rotulada Mi verso en la que el poeta expresa y
declara su modernista ambición de lograr un verso elaboradamente estético,
convertido de guijarro en gema, que tenga una finalidad ritual, ornamental y al
servicio de lo divino y lo humano, concluyendo: Un verso acuñaré del que se
diga: tu verso es como el oro sin la liga: radiante, dúctil, poliforme y
bello. Un poco más adelante Nervo nos ofrece un ejercicio poético perfecto en
cuanto juego rítmico con el dodecasílabo con perfecta cesura y ritmo bimembre
en la línea de las innovaciones métricas que acometieron los poetas
modernistas, reivindicando metros por los que llegaron a creaciones
prodigiosamente plenas de musicalidad y, en muchos casos, como el que nos
ocupa, logrando unos muy adecuados y sugerentes efectos acústicos aliterativos
que tienen la capacidad de transparentar el significado en el significante (el
trote al galopar, en este caso). Nos referimos, naturalmente, al poema titulado
El metro de doce del que se nos dice exaltándolo: ¡Oh metro potente,
doncel soberano que montas nervioso bridón castellano cubierto de espumas
perladas y blancas, apura la fiebre del viento en la copa y luego galopa,
galopa, galopa, llevando el Ensueño prendido a tus ancas! Otra de las
creaciones en las que el poeta deja entrever conceptos acerca de sus teorías
sobre la poesía y el poeta es La acción, casi un precedente de la poesía
considerada como arma cargada de futuro en tanto que el creador aquí
conmina al poeta a practicar una retórica antiretórica de la sencillez y la
inmediatez, pero, sobre todo, a la actividad, al acto, pues que actos son el
pensamiento y la propia vida, resuelto todo ello en versos estimulantes y
vigorizantes a los que llama irónicamente tónicos: Poeta, haz versos
tónicos, haz versos que conforten, di palabras que alienten: los hombres nada
esperan; temen mucho los hombres... Poeta, por Dios, deja ya los
procedimientos y manidas retóricas: ¡glorifica la acción, canta el
esfuerzo! Haciéndose eco del estallido de la Primera Guerra mundial se
producen dos composiciones que colocan aNervo en la línea antibelicista más
propia de los venideros poetas comprometidos: en Poeta, tú no cantes la guerra
condena con dureza de términos la locura humana generadora de mareas de
sangre y pide al creador que huya hacia las playas de la vida, hasta que
pueda retomar la lira y cantar al Trabajo, el Amor y la Paz, que se adivinan
como los Ideales. En sencillos y, en un primer momento, prosaístas versos
blancos, el poema titulado Propósito conmina al literato a practicar una
muy humana misericordia, y luego, en una segunda parte más elaborada y menos
coloquial, exhortar a los creadores, en muy dignas metáforas a amordazar el
vocablo irónico, cortar las alas de oro a las abejas áticas del
epigrama y no hacer sufrir ni a un mínimo tallo de sensitiva. He aquí
la primera parte: Aun cuando el mundo entero, borracho de crueldades, a
proclamar llegara el culto de la fuerza, la destrucción del débil, el
aniquilamiento de todos los pequeños, tú, poeta, en el fuero de tu conciencia
libre; tú en el humilde campo de tu acción, de tu vida, ¡sé misericordioso!
La idea de la finalidad del poeta y su obligación de acción positiva y
solidaria, viene expresada también en otros términos más imprecatorios en un
pequeño poema de Elevación donde Amado Nervo, de nuevo llevado por la
expresividad basada en lo religioso cristiano escribe: Dios te libre, poeta, de
verter en el cáliz de tu hermano la más pequeña gota de amargura. Dios te
libre, poeta de interceptar siquiera con tu mano la luz que el sol regale a una
criatura. Encontramos también en Serenidad un conjunto de poemas ajustados en
una expresión irónica que también son dignos de figurar aquí por ser
ejemplo de esta escritura crítica: el primero que entresacamos está titulado
y referido a la fidelidad que los versos le han prodigado al poeta, incluso en
los momentos de claudicación. Nervo expresa sencillamente que: De todo y todo
lo que yo he amado, sólo las rimas no me han dejado. Más carga irónica tiene
Pas même un futuriste en el que abomina una vez más de las escuelas
descritas perfectamente con un punzante símil y también de los ismos
bullentes, declarándose totalmente ajeno a los afeites pedantes de las
actuales cosméticas que declara el título: Yo no sé nada de literatura, ni
de vocales átonas o tónicas, ni de ritmos, medidas o cesura, ni de escuelas
(comadres antagónicas), ni de malabarismos de estructura, de sístoles o
diástoles eufónicas... Un último matiz puede constituirlo el de la renuncia
explicitada del poeta a continuar haciendo versos con palabras huecas y de
abandonarse al silencio y a la acción: No escribiré más versos, ¡oh
misteriosos númenes! no imprimiré más vanos y sonoros volúmenes el poeta
decía- De hoy más, sea el silencio mi mejor poesía. De hoy más el ritmo
noble de mis actos diversos sea, celestes númenes, el ritmo de mis versos....
No se agotan aquí las notas características de unos temas que suelen ser
contemplados en la poesía de Amado Nervo, velados siempre por los prejuicios
que se nos han creado frente al poeta mejicano que, hoy en día, es susceptible
de una revisión analítica de los contenidos de su obra. Concluiremos con las
palabras que Juan Ramón Jiménez escribiera sobre él por certeras y, a un
tiempo, suficientemente definidoras de la disposición que nos ha impulsado y
debe impulsarnos hacia el poeta que hemos leído aquí, sólo con objeto de
hacer un repaso sin la suficiente hondura que merecería: Yo siento por Amado
Nervo ese cariño que a veces tiene el alma por una rosa, por un ruiseñor. Hay
poetas a quienes amo con la frente; a éste lo quiero con el corazón...
BIBLIOGRAFÍA CITADA CASTAGNIÑO, Raúl H.: Imágenes modernistas, Buenos
Aires, Nova, 1967. GROSSMANN, Rudolf: Historia y problemas de la literatura
hispanoamericana, Madrid, Revista de Occidente, 1969. JIMÉMEZ, José Olivio:
Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana, Madrid,
Hiperión, 1985. NERVO, Amado: Obras completas, ed. de Alfonso Reyes, Madrid,
Biblioteca Nueva, 1920-1928. Primavera y flor de su lírica, ed. de Alfonso
Méndez Plancarte, Madrid, Aguilar, 1971. La amada inmóvil. Serenidad .
Elevación. La última luna, ed. Ernesto Mejía Sánchez, México, Porrúa,
1975. En voz baja. La amada inmóvil, ed. José María Martínez, Madrid,
Cátedra, 2002. ONÍS, Federico de: Antología de la poesía española e
hispanoamericana, Nueva York, Las Américas, 1961. 1 Antología de la poesía
española e hispanoamericana, Madrid, 1934. 2 Recordemos aquí que son versos
de Amado Nervo los que inician o titulan dos reconocidos boleros
arrebatadoramente sentimentales: Si tú me dices ven, lo dejo todo y El día
que me quieras. 3 En Páginas escogidas, Madrid, Edics. Cátedra, pág. 137 4
Recuérdese su ensayo titulado Juana de Asbaje, sobre Sor Juana Inés de la
Cruz. Amado Nervo, 1945 VÁZQUEZ DÍAZ 5 Al lector en La Conquista del
libro El estanque de los lotos. 6 La devoción por Francia se contiene
explícitamente en estos versos de La amada inmóvil: ¡Bendita sea, Francia,
porque me { diste mi amor! En tu París inmenso y cordial { encontré para mi
cuerpo abrigo, para mi { alma fulgor, para mis ideales el ambiente mejor...
¡y, además, una dulce francesa que { adoré! 7 En una celebérrima
composición que puede ser la que han registrado más antologías, la titulada
Gratia plena, el poeta se muestra como un heredero de las más tópicas
convenciones de la poesía petrarquista y dantesca. La mujer está considerada
como una donna angelicata y desde los primeros versos se refiere a los
clisés generales de la descripción de la amada, dechado de perfecciones,
alabando la mirada, el gesto, la sonrisa, el andar en versos con ecos del
famoso soneto dantesco: Tant gentil e tanto honesta { pare... 8 Nótese así
sea el eco leve de un verso como: Cuánto cuánto la quise! Por diez { años
fue mía en el verso nerudiano de la obra más célebre del poeta chileno:
Veinte poemas de amor y una canción desesperada. 9 El propio poeta en una
pequeña composición titulada Eso me basta de La amada inmóvil confiesa
tener esos precedentes en nota aclaratoria al primer verso. Dice: Muchos
grandes amantes lloraron antes que yo en rimas eternas: Alighieri a Beatriz;
Petrarca a Laura; Miguel Angel a Victoria Colonna. Muchos hermanos míos por la
estatura, también: Espronceda a Teresa; Isaacs a María; Silva, a su hermana;
Balart a Dolores; Villaespesa... y una larga peregrinación de dolientes
seguirá a la nuestra: pastoreados todos por nuestra reina La Muerte. 10 Amado
Nervo, poeta. Madrid, Edit. Aguilar, 1952, p. 143. 11 Júzguense estos versos
de Perlas negras: Tu recuerdo, en las noches { invernales, cuando escribo en mi
estancia triste { y solo, acaricia mi mente con raudales de luz, cual las
auroras boreales acarician los pájaros del polo. 12 Introito, Mater alma,
Oremus, Réquiem, Delicta carnis, Anatema sit, Venite adoremus, Hymnus, Ultima
verba... son títulos entresacados solamente de Místicas. 13 Véase Hymnus, de
Místicas. 14 Recuérdense los conocidísimos versos de su célebre poema A
Kempis. 15 En Místicas, precisamente el poema titulado Poetas místicos
concluye: mi alma que os busca entrevistos tras de los leves inciensos, bajo
las naves serenas, ama esas caras de cristos, ama esos ojos inmensos, ama esas
grandes melenas. 16 Léase el poemario de revelador título Serenidad donde en
Renunciación el poeta declara: ¡Oh! Siddharta Gautama, tú tenías {
razón; y, asimismo, en los versos de Atayoga se nos expresa: Yo tengo la
voluntad en ejercicio perpetuo esa voluntad que acaba por mandar (si persevero)
a las almas de los vivos y a las almas de los muertos. La voluntad que es la
lucha, en el noble vencimiento de sí mismo, a cada instante... 17 En La amada
inmóvil, Obras completas, Ediciones Alfonso Reyes, México, Fondo de Cultura
Económica, 1958. Citamos siempre por esta edición. 18 Sólo con relacionar
algunos títulos de los poemas que lo componen podremos corroborar lo que
decimos: Introito, Intra vulnera tua absconde me, Apocalíptica, Mater Alma,
Oremus, Transmigración, Réquiem, Delicta carnis, Antífona, A Sor Quimera,
Anathema sit, Parabola, Al Cristo, Venite adoremus, etc. 19 A modo de
observación irónica a este respecto diremos que si Baudelaire y los malditos
se refieren a las excelsitudes de los paraísos artificiales elogiando el vino
o el haschib, Nervo se limita en Whisky and soda a declarar su preferencia
de vivir borracho de éxtasis , de fe, de poesía y a confesar su
atracción por los que buscan las mentales caricias de su whisky con soda.
20 Digamos de paso que el propio Nervo dedica un poema a los tópicos con el
título de Lugar común en Elevacion, donde hace una defensa de ellos
arguyendo el nihil novum sub sole y acompañado por una afirmación del
Fausto de Goethe: Lugar común, seas loado por tu límpida prosapia, y nunca
más desdéñente los { hombres. Expresión dicha ya por cien millones de
bocas, está así santificada. 21 No podemos dejar de citar aquí el
divulgadísimo poema En paz de Elevación, resumen de esta nueva postura
del poeta ante su vida y la vida, a quien apostrofa: Muy cerca de mi ocaso, yo
te { bendigo, Vida, ................................................. Amé, fui
amado, el sol acarició mi { faz ¡Vida , nada me debes! ¡Vida, { estamos en
paz! 22 Escribe hasta con ciertos leves ecos regeneracionistas Amado Nervo en
la composición El balcón viejo de Serenidad: Ir por esos pueblos de
Castilla, { esquivos, entre húmedas tapias y obscuros { casones, buscando con
tristes ojos pensativos el romanticismo de los callejones... 23 Imposible no
recordar, sin ánimo de comparar, los conocidísimos retratos de los Machado.