EL OLOR DE LA LAVANDA Al pie de un pino, al borde de un barranco, ante un cerco
de cumbres pensativas, como súbita nieve en el verano quedaron sobre el campo
tus cenizas. Allí estarán mientras la lluvia llega y con sus frías manos
presurosas las mezcle con la tierra y las convierta en ramajes y flores y
bellotas. No serás, padre, el príncipe aquitano cuya torre por siempre fue
abolida, sino, en la soledad de la montaña, señor de los pinares y los
cardos. Y tu poder será el de las semillas. Y tu torre, el olor de la lavanda.
MANUEL DÍAZ MARTÍNEZ