Alto: 20 cm Largo: 35 cm Fondo, cerrado: 3 cm Anverso: Retrato en perfil de una
dama Óleo/ madera Sin firmar Reverso: Soneto para pedir el desencanto
ALONSO QUESADA, Junio de 1911 NO SABEMOS QUIÉN FUE la dama destinataria de
este sentido y clásico soneto, hasta ahora inédito, de Alonso Quesada. Algo
movió la dama en el corazón del escritor para inspirarle el escribir varilla
a varilla y verso a veso este lamento amore. El abanico, de madera, es un
modelo estándar de los más económicos, enlazado en la parte superior y
estereografiado en oro. Carece de país, o sea, de la tela sobre la que se
pudiese haber recreado el presunto retrato de la anónima amada. Este nos
muestra a una dama grancanaria, presuponemos, luciendo un gran sombrero en cono
achatado, festoneado de plumaje y con cuello alto de cisne. El esquema del
color es en rojo, azul y blanco y la pintura procede de la mano de un pintor
amateur. La del poeta es una típica ofrenda amorosa finisecular, variando el
consabido billet doux de la tradición romántica, con sesgo original y
gracioso. El texto del soneto que se adjunta trascrito, sitúa al poeta en el
yo de un ser encantado por la Divina Hada del Amor, confinado por el hechizo de
unos ojos azules en un lejano jardín, que desde la postración melancólica
pide ser liberado y elevado una vez más por la aquiescente mirada de la amada.
Aunque sólo podemos conjeturar, presumimos que esta misiva galante no fue
correspondida y probablemente abandonada o entregada a un tercero por la dama.
Abanico pintado a mano con soneto autógrafo de Alonso Quesada 45 SONETO PARA
PEDIR EL DESENCANTO Por tus ojos azules, dueña mía, dictó mi encanto la
Divina Hada: la seca humanidad que yo lucía en manso corderillo fue tornada
así la pena fue, y en el lejano jardín de los sueños heme ahora sintiendo en
mi vellón parar la mano de la princesa azul que es mi señora
. SONETO PARA
PEDIR EL DESENCANTO Por tus ojos azules, dueña mía, dictó mi encanto la
Divina Hada: la seca humanidad que yo lucía en manso corderillo fue tornada
así la pena fue, y en el lejano jardín de los sueños heme ahora sintiendo en
mi vellón parar la mano de la princesa azul que es mi señora
. ¡Oh encanto
de dolor suave y divino como lo triste que del alma vino para volar al alma del
amada! ¡Y se acabaría el hechizo mío de aquel manso mirar, si todo el brío
de tus ojos me das en tu mirada! ALONSO QUESADA Junio 1911 46