GERMÁN SANTANA HENRÍQUEZ Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Apropósito de un cuaderno de notas de Tomás Morales (I) Apropósito de un
cuaderno de notas de Tomás Morales (I) NADIE PONE EN DUDA la estrecha
relación que existe entre la poesía y la música. De hecho, muchos poemas
están provistos de una musicalidad especial, patente en ocasiones en sus
sonoras rimas o bien en sus pegadizos estribillos. El arte de combinar los
sonidos de la voz humana para provocar deleite al escucharlos, conmoviendo la
sensibilidad del oyente mediante la melodía y la armonía, esto es, la
música, converge con la manifestación de la belleza o del sentimiento
estético por medio de la palabra, en verso o en prosa, es decir, con la
poesía. El uso efectista de los ruidos y los sonidos se atestiguan en la
tradición lingüística india y china, siendo el diálogo platónico Crátilo
el máximo exponente del pensamiento griego antiguo1. La significación de los
sonidos o fonosemántica repara, entre otros temas, en el estudio de las
interjecciones que expresan dolor2, en la significación de letras aisladas3,
en las onomatopeyas y voces de animales4, etc. Los antiguos eran muy sensibles
a los efectos sonoros y la lectura en voz alta era algo corriente. Las ideas de
los griegos sobre el valor eufónico de los diferentes sonidos podemos
encontrarlas en el ya mencionado Crátilo de Platón, en algunos pasajes de
Aristóteles y en los teóricos de época romana como Dionisio de Halicarnaso,
que alude al hecho de que diferentes sonidos pueden afectar con sensaciones
distintas5. Esta Klangfarbe o colorido de los sonidos acontece en la
onomatopeya, donde una palabra imita bien el sonido especial de los animales,
bien su modo específico de emitir sonidos. Incluso pueden evocar determinadas
sensaciones ya que en su origen eran auténticas imitaciones de un efecto
concreto. Tanto para Dionisio de Halicarnaso6 como para Arístides Quintiliano7
existen sonidos agradables y sonidos desagradables. Así, la alfa es la más
eufónica; siguen la eta y la omega, precedida en 1 Cf. M.I. Rodríguez
Alfageme, El color y el sonido en Homero, en J. A. López Férez (ed.), La
épica griega y su influencia en la literatura española, Ed. Clásicas,
Madrid, 1994, pp.85-111. 2 Cf. M. Martínez Hernández, Las interjecciones de
dolor en Sófocles, Cuadernos de Filología Clásica, 15 (1978), pp.73-136. 3
Véanse los trabajos de E. Fenz, Laut, Wort, Sprache und ihre Deutung.
Grundlegung eines Lautbedeuntungslehre, Viena, 1940; M. Chastaing, Le
symbolisme des voyelles. Significations des i, Journale de Psichologie, 55
(1958), pp.402-423 y 461481; O. Jespersen, Symbolic value of the vowel i,
Lingüística, 1933, pp.283-303; A. Weidmer, Die onomatopoetische und
Lautsumbolische Bedeutung des vocals >> in den romanischen Sprachen,
Munich, 1949; W. Havers, Zur Srehung eines sogennaten sakralen u- Elementes
in den indogermanischen Sprachen, Anzeiger der OAW, 84 (1947), pp.139165; F.
S. Specht, Zur sakralen u, Die Sprache, 1 (1949), pp.43-49; J. A. Scott,
Sigmatism in Greek Poetry, AJPh, 29 (1909), pp.59-77. 4 Cf. H. Hilmer,
Schallnachnung, Wortschöpfung und Bedeuntungswandel, Halle, 1914; G. Kissling,
Lautmalende Wurzeln der indogermanischen Sprachen, Bremen, 1899; W.
Wackernagel, Voces variae animantium, Basilea, 1869; H. Wissemann,
Untersuchungen zur Onomatopoiie, Heidelberg, 1954. 81 Cuaderno de notas
manuscrito por Tomás Morales 5 Cf. J. Alsina, Principios de estilística
griega, Homenaje a F. Rodríguez Adrados, I, Madrid, 1982, pp.69-81,
concretamente en la p.70. 6 Cf. De comp.verb.14. 7 Cf. De mus.2.11-14. 8 Cf. De
comp,verb.14-20. valor eufónico por la ípsilon. De entre las líquidas, la
lambda es la más dulce. Las aspiradas sonaban mejor que las sonoras, y éstas
que las sordas. La sigma era el sonido más desagradable para los griegos,
hasta tal punto que los poetas cómicos evitaban su empleo, burlándose de
Eurípides por el uso excesivo de este sonido. Algo parecido, aunque salvando
las distancias, sucede hoy para un canario frente a un peninsular cuya variedad
de español se caracteriza por la abundancia de eses sonoras finales frente a
la aspiración de dichas consonantes por parte de los isleños. La importancia
artística de la aliteración es universalmente reconocida en lenguas como el
latín o el inglés, y ya Dionisio de Halicarnaso8 se ocupó de este fenómeno
como un auxilio sonoro para imitar determinados efectos, cayendo en la cuenta
de que la repetición de ciertos sonidos consonánticos no era un hecho debido
al azar, sino que respondía a una intención concreta. Otro fenómeno de gran
importancia es la repetición de una misma palabra o de varias de ellas que sin
ser idénticas evocan sonidos parecidos. La intención que busca el poeta con
los efectos producidos por la rima saltan a la vista si analizamos una serie de
versos de la tragedia euripídea Alcestis 782 que terminan rimando. La
explicación para este hecho incuestionable muestra que quien habla es Heracles
en un estado de embriaguez y tal ebriedad es imitada por el poeta mediante una
serie de palabras con igual final, lo que evoca el hablar desordenado y
reiterativo del borracho. El hombre borracho no domina su lengua y se expresa
incorrectamente. Junto a la anáfora, la epanalepsis o epanadiplosis, es decir,
la repetición de una o varias palabras o un miembro entero de la frase sin
atender si esa repetición se produce al comienzo o al final, responde a un
estado emotivo o de conmoción que ya se documenta desde Safo (fr.31). El
poliptoton y la paranomasia son dos procedimientos estilísticos relacionados
con efectos sonoros que a veces se han confundido. Hoy se llama paranomasia a
la repetición de palabras que tienen la misma raíz, reser 82 vando el
nombre de poliptoton al uso de una misma palabra en distintos casos de su
flexión. Los antiguos entendieron por paranomasia una especie de juego sonoro
en el que se modifica el comienzo de la palabra, dejándose idéntica su
terminación9. Relacionados con el juego sonoro están el oxímoron y la figura
etimológica. El oxímoron consiste en la unión de dos términos que
externamente se contradicen en cuanto a su significado. Esta figura
estilítica, variante especial de la antítesis de palabras aisladas, presente
ya desde Homero, ha tenido una incidencia desigual en el resto de los géneros
literarios. La figura etimológica consiste en la unión de un verbo que lleva
un complemento de la misma raíz o de la misma significación que el verbo, lo
que conocemos como acusativo interno. También dentro del nivel sonoro podemos
incluir ciertos fenómenos que cabría catalogar como pertenecientes al
léxico, con un tratamiento en última relación con aspectos muy concretos de
la obra literaria, sobre todo con el carácter oral y musical de la poesía.
Hablamos de la repetición de palabras y expresiones a distancia con una cierta
reiteración (leit-motiv), la composición en anillo o Ringkomposition y la
responsión léxica y fónica en poesía. Existe una clara intención de poner
de relieve mediante recursos fónicos y sonoros un tema, una idea que se
convierte en dominante en el curso del pasaje o de la obra entera. Un nombre no
es meramente una cuestión convencional sino que depende íntimamente de la
cosa que representa, que dos palabras relacionadas por el sonido se relacionan
asimismo por el significado. Ello explicaría la frencuencia de etimologías en
la poesía griega más antigua, que pretenden relacionar los juegos fónicos en
los que se juega con la estructura sonora de una palabra. Llama la atención la
relación de los nombres de las musas con sus diversas actividades. Así Erato
se llama por medio de eratén, Clío por kleíousa, etc. La etimología, en
ocasiones, se emplea en un sentido casi mágico. El nombre de la persona o de
la cosa sugiere ya el contenido concreto de su destino. Es el principio
Cuaderno de notas manuscrito por Tomás Morales 9 Cf. W. Belardi, Per la
storia della nozione di poliptoto nell antichità, QUCC, 12 (1972), pp.123
149. 83 nomen omen. Así el nombre de Helena sobre el verbo destruir
(heleîn). Otra técnica muy llamativa es la del leit-motiv, donde un tema
domina a lo largo de todo un pasaje o de una obra entera. Se trata de un
técnica musical consistente en mantener la atención sobre determinados
motivos durante toda una obra. La repetición se convierte en un soporte para
sugerir el contenido concreto de una pieza. En el Edipo Rey de Sófocles se
señala un contraste más explícito e insistente entre la apariencia y la
realidad, sobre todo a través del uso sostenido de imágenes relativas a la
vista y a la ceguera: Edipo, que tiene vista física, es ciego a la verdad
sobre sí mismo y se saca los ojos cuando la aprende. Tiresias, que es
físicamente ciego, es el auténtico adivino. Edipo ha perdido a su padre, a su
madre y esposa, a sus hijos, a su ciudad, su vida. La conservará pese a que el
suicidio parece lo más fácil. Elige vivir una vida desquebrajada hasta el
final, pero de la única manera posible: ciego. Los temas de la luz y la
visión contra la oscuridad y la ceguera juegan un papel importante. Son
motivos que se introducen desde el principio: Tiresias, que aunque ciego es
investido por Apolo con la luz de la verdad. Edipo, en cambio, pese a ver,
resulta ser ciego hasta que pierde la visión arrancándose los ojos. La
Ringkomposition consiste en la repetición de las mismas expresiones al
comienzo y al final de un poema o partes de un poema, y es un principio
estilístico ya presente en los poemas homéricos y en las odas pindáricas.
Otro procedimiento que emplea y utiliza los medios fónicos es la llamada
responsión fonética y léxica, especialmente en la poesía lírica coral y en
los coros de la tragedia. La responsión léxica o leitwörter palabras
directrices respondía a un sistema mnemotécnico inventado para que los
cantantes tuvieran un punto de apoyo para recordar el contenido de las estrofas
y de las antistrofas. Era una manera de intentar guiar la memoria del coro y el
pensamiento de los oyentes. La teoría del recurrent word ha permitido ocuparse
de este fenómeno en el interior de la estrofa, analizando todos los juegos
fónicos que esta responsión comporta. 84 En ocasiones, los sonidos se
combinan formando simetrías perfectas, tanto desde el punto de vista
fonológico como gramatical y sintáctico. La sinonimia, tanto interna como
contextual, también provoca recurrencias léxicas (dobletes, tripletes y
series de hasta cuatro y más sinónimos) que originan musicalidades
significativas en el verso trágico. Y a la inversa, la antonimia o
emparejamiento de contrarios también produce juegos fónicos que inciden en
distintas fases estilísticas de la poesía trágica. La armonía de los
sonidos queda finalmente restaurada a poco que penetremos en su imbricada
simbología. En un trabajo anterior sobre Tomás Morales10 constatábamos la
presencia de más de un centenar de figuras míticas en Las Rosas de Hércules.
La relación entre mito y literatura viene dada según algunos críticos como
la pervivencia de los mitos en la poesía actual o moderna, y así se suele
insistir en el valor simbólico de los mitos o en los símbolos míticos que
perviven en la literatura moderna, o en la nostalgia mítica de nuestra época
que se expresa en la búsqueda del mito11. El estudio de los mitos se
convierte, pues, en una ciencia de su interpretación, en un discurrir y
teorizar sobre lo mítico para intentar comprenderlo. En definitiva, una
explicación de lo que los mitos significan. En primer lugar, la significación
de un personaje mítico está fijada por referencia al conjunto de relatos que
constituyen la mitología, cada uno es como una pieza del tablero y su
actuación depende de esa posición y ese valor asignado en el juego
mitológico. Las relaciones de parentesco, las oposiciones y referencias que se
forman dentro de este sistema son los que define a cada personaje, dentro de
esta estructura simbólica que representa la mitología entera. Los actores de
los episodios míticos son seres extraordinarios, fundamentalmente seres
divinos, dioses o figuras emparentadas con ellos, como los héroes. Son más
que humanos y actúan en un marco de posibilidades superior al de la realidad
natural. Ahí están los seres primigenios, cuya acción da lugar al mundo, y
los dioses que intervienen en el orden Cubierta de Las Rosas de Hércules de
TOMÁS MORALES Libro I, 1922 10 Cf. G. Santana Henríquez, Mitología clásica
y literatura española. Siete estudios, Servicio de Publicaciones de la ULPGC,
Las Palmas de Gran Canaria, 2003, concretamente las pp.165-192 y El canto
inaugural de Las Rosas de Hércules: mito y poesía en Tomás Morales, en I.
García Pinilla y S. Talavera Cuesta (coords.), Charisterion Francisco Martín
García Oblatum, Ediciones de la Universidad de Castilla- La Mancha, Cuenca,
2004, pp.385-392. 11 Cf. C. García Gual, Mitos, viajes, héroes, Taurus,
Madrid, 1981, p.20. 85 12 Véase el cuaderno manuscrito de Tomás Morales,
cuya fotocopia me fue gentilmente enviada por la directora de la Casa Museo
Tomás Morales, Dña. María Luisa Alonso Gens. 13 Marsilio Ficino (1433/1499)
en una carta a su amigo Canisiano, un varón docto y prudente que le preguntaba
por qué con tanta frecuencia mezclaba los estudios de medicina con los de
música, le contestó: ¿Qué relación tienen, dices, los fármacos con la
cítara? Los astrónomos, Canisiano, quizás atribuirían estas dos disciplinas
a la influencia de Júpiter y de Mercurio y Venus, al opinar que la medicina
procede de Júpiter y la música de Mercurio y Venus. Nuestros platónicos, sin
embargo, las atribuyen a un solo dios, es decir, a Apolo. A éste los antiguos
teólogos lo consideraron inventor de la medicina y rey del manejo de la
cítara. En el libro de los Himnos Orfeo cree que él con sus rayos de vida
reparte con largueza a todos la salud y la vida que aparta las enfermedades.
Además cree que con su lira sonora, es decir, con sus mociones y fuerza,
gobierna todas las cosas: con la hipate, esto es, con la cuerda de sonido
grave, el himeneo; con la neate o cuerda aguda cree que produce el verano, y
con las dionas o de sonido medio, la primavera y el otoño. Por tanto, si él
mismo es señor de la música y descubridor de la medicina, ¿qué tiene de
admirable que los mismos hombres practiquen con frecuencia ambas artes?...Cf.
M. Ficino, Sobre el furor divino y otros textos, Barcelona, 1993. Es curioso
observar el paralelismo con Tomás Morales, un médico que se dedica, al igual
que Ficino, a la poesía. de las cosas y de la vida humana, y los héroes
civilizadores, que abren caminos y los despejan de monstruos y de sombras. En
fin, ahí están los seres extraordinarios cuyas acciones han marcado y dejado
una huella perenne en el curso del mundo. Mediante la rememoración de esos
sucesos primordiales y la evocación de esas hazañas heroicas y divinas, la
narración mítica explica el porqué de las cosas son así y sitúa las causas
de muchos usos y costumbres de la vida humana, lo que les hace participar del
interés colectivo. Cualquier historia mítica conserva, además, un valor
paradigmático, como ejemplo heroico, muy distinto del entretenimiento y la
diversión de otro tipo de relatos como el cuento maravilloso o la historia de
tipo novelesco. La trascendencia del mito hace patente su fuerte carga emotiva;
de ahí que los relatos míticos contengan un elevado componente simbólico:
abundan en símbolos y tratan de evocar un complemento ausente de esa realidad
que tenemos ante nuestros sentidos. La unión entre la música y la poesía
parece evidente si repasamos el cuaderno de notas12 del considerado cantor del
Atlántico, el poeta grancanario Tomás Morales. Si los vates son inspirados
por las musas, la primera página de dicho cuaderno recoge todos sus tipos y
clases. Por Pausanias sabemos que originalmente se adoraba a tres musas en el
monte Helicón en Beocia: Meletea (meditación), Mnemea (memoria) y Aedea o
Aoidé (canto, voz). Juntas formaban el retrato completo de las precondiciones
para el arte poético en las prácticas religiosas. En Delfos también se
contaban tres, cuyos nombres eran idénticos a los de las cuerdas de la lira,
es decir, Nete, Mese e Hípate, denominaciones que Morales atribuye
respectivamente a las notas baja, media y alta13. Igualmente Morales recoge las
fuentes de Aganipe e Hipocrene14 como lugares cercanos al santuario de las
musas próximo al monte Helicón, donde el macedonio Píero introdujo la
adoración a las nueve musas desde Tracia a Tespias, al pie del monte Helicón.
El monte Parnaso estaba de igual forma consagrado a ellas, con la fuente de
Castalia, cerca de la cual tenían un 86 templo. La adoración a las musas
está relacionado con el culto heroico de poetas: tanto la tumba de Arquíloco
en Tasos como las de Hesíodo y Tamiris en Beocia albergaban festivales en los
que las declamaciones poéticas eran acompañadas de sacrificios a las musas.
Morales describe las nueve musas tradicionales como hijas de Mnemosina,
comenzando por Polimnia, que canta himnos a los héroes y a los dioses con el
cabello suelto. De Clío, la historia, precedida por el número 1, se nos
indica que canta las hazañas, siendo sus atributos la trompeta y la clepsidra.
Al parecer esta musa fue partidaria de Marsias en su disputa contra Apolo15. De
Erato, la poesía lírica, se nos informa de que con la lira y coronada de
mirtos y rosas le acompaña el Amor. Calíope, la poesía épica, proporciona
la elocuencia, y aparece sentada meditando con una mano en la frente, con un
estilo y una trompa épica. Urania, protege las ciencias, la astronomía y la
adivinación. Sus atributos, el globo celeste y el compás. De Melpómene, la
tragedia, se nos dice que lleva la máscara trágica, los coturnos y la clava
de Heracles por atributos y coronada de vid. Talía, precedida por el número
3, la comedia, tiene como atributo el cayado pastoril. Euterpe, precedida por
el número 2, la música, posee como atributo la doble flauta del culto
dionisíaco. Finalmente, Terpsícore, la danza, lleva una corona de laurel. En
los poemas homéricos se considera a las musas diosas de la música y de la
poesía. El poder que se les atribuye es el de traer a la mente del poeta
mortal los sucesos que ha de relatar, así como otorgarle el don del canto y
darle elegancia a lo que recita. Tamiris, que presumió de superar a las musas,
fue privado por éstas del don que había recibido y le castigaron con la
ceguera16. Las sirenas, que se atrevieron a competir con ellas, fueron privadas
de las plumas de sus alas17, y las nueve hijas de Píero, al tratar de
rivalizar con las musas, fueron transformadas en urracas, tornando sus voces en
graznidos18. En Roma, las musas tenían un altar en común con Hércules,
considerado un musageta al igual que Apolo, el jefe del coro de las musas. Así
parece también corroborarlo Morales, cuando habla del heptacordio o lira del
corifeo Apolo. 14 Cf. Pausanias 9.29.1; 9.30.1. 15 Marsias era un pastor frigio
que desafió a Apolo en un concurso de música. Apolo tocó su lira y Marsias
la flauta, y ambos tocaron tan bien que ni Midas, al que habían invitado como
juez, ni las musas pudieron decretar un vencedor. Entonces Apolo retó a
Marsias a tocar el instrumento al revés; el giró su lira y tocó, pero la
flauta de Marsias no podía tocarse al revés. Las musas declararon vencedor a
Apolo pero Midas objetó contra este veredicto. Apolo para castigar a Marsias
por su soberbia al retar a un dios, lo ató a un árbol y lo desolló vivo,
dando lugar su sangre al río Marsias. Seguidamente tocó la cabeza de Midas y
las orejas de éste crecieron hasta ser como las de un burro. 16 Cf.
Hom.Il.2.594; Apolodoro 1.3.3. 17 Cf. Eustac.Ad Hom.85. 18 Cf. Antón.Lib.9;
Ov. Met.5.300. 87 19 Cf. P. Grimal, Diccionario de mitología griega y
romana, Ed. Paidós, Barcelona-Buenos Aires, 1982 (1ª reimpresión de la 1ª
edición castellana, Labor, 1965); M. Martínez, Canarias en la mitología,
Centro de la Cultura Popular Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 1992, sobre todo
el capítulo 7 dedicado al Jardín de las Hespérides; M. Martínez L.M.
Pino Campos G. Santana Henríquez, Los mitos de Platón. Colección Textos
Universitarios, Dirección General de Universidades e Investigación, Santa
Cruz de Tenerife, 1997; F. Díez de Velasco M. Martínez A. Tejera
(eds.), Realidad y mito, Ediciones Clásicas-Universidad de La Laguna, Madrid,
1997. También puede verse J. Alvar Ezquerra (dir.), Diccionario Espasa
mitología universal, Madrid, 2000, pp.402-410; C. García Gual, Introducción
a la mitología griega, Alianza, Madrid, 1992, especialmente los epígrafes
dedicados a los héroes griegos más famosos, pp.169-189. ¿Es causal o casual
que Tomás Morales haya elegido para el título de su libro al héroe más
célebre y popular de toda la mitología clásica19, eso sí en su forma
latinizada del griego Heracles? Ya desde la propia Antigüedad los mitógrafos
se las vieron y desearon a la hora de configurar a este personaje mítico en
constante evolución desde la época prehelénica hasta el fin del siglo V de
nuestra era. Al ciclo más conocido de los Doce Trabajos (el león de Nemea,
primer trabajo para Morales, la hidra o dragón de Lerna, segundo trabajo para
Morales, el jabalí de Erimanto, tercer trabajo para el vate canario junto con
el combate con los centauros, la cierva de Cerinia, quinto de los trabajos para
Morales con el título la corza del monte Ménalo, donde se intercala el
episodio del laurel en el país de los hiperbóreos adonde llegó Hércules
persiguiendo a la corza de Ménalo, trayendo algunos brotes y plantándolos en
Olimpia, las aves del lago Estínfalo, cuarto trabajo para Morales, los
establos de Augías, sexto trabajo para Morales, el toro de Creta, séptimo
trabajo, las yeguas de Diomedes, octavo trabajo, el cinturón de Hipólita,
noveno trabajo intitulado para Morales el cinturón o ceñidor de Hipólita o
Melanipia, con el episodio del arco iris en el ponto Euxino, los bueyes de
Gerión, décimo de los trabajos para Morales que incluye los nombres de los
bueyes de Gerión, Tricorpe y Tricéfalo y que describe a Gerión como un
morador de Iberia poseedor de un soberbio rebaño de bueyes rojos y donde
Hércules se atreve a dispararle al sol, las manzanas de las Hespérides,
décimo primer trabajo donde Morales señala el agradecimiento de Atlas por la
devolución por parte de Hércules de sus hijas Hespérides, enseñándole el
paso de los astros por la esfera celeste y donde Alcides logra liberar a
Prometeo matando con sus flechas al buitre que le devoraba las entrañas y
sostiene, sustituyendo a Atlas, la bóveda celeste y el Can Cerbero, duodécimo
trabajo al que morales titula Viaje a los Infiernos) se unen las hazañas que
comprenden las expediciones realizadas por el héroe al frente de los
ejércitos y las aventuras secundarias que acontecieron durante la realización
de los trabajos (muerte de Ífito 88 y servidumbre en el reino de Ónfale,
las expediciones contra Troya, Pilos y Lacedemonia, su participación en la
Gigantomaquia, las guerras en Tesalia, etc.). De todas estas aventuras
hercúleas está ausente la rosa, la flor que como sabemos ocupa un lugar de
primerísima relevancia en la leyenda de Adonis, pues en principio la rosa era
blanca, pero Afrodita cuando corría a socorrer a su amigo herido se clavó una
espina en el pie y su sangre dio color a las flores que le son consagradas,
aunque también el poeta Bión cuenta que la diosa derramó tantas lágrimas
como Adonis gotas de sangre, y que de cada lágrima nació una rosa y de cada
gota de sangre una anémona. Igualmente conocemos una fiesta romana dedicada a
las almas de los muertos, las rosaria, en las que se adornaban las tumbas con
rosas, y una leyenda que nos indica que en un determinado año se olvidaron en
Roma de celebrar la festividad de los muertos, y éstos se vengaron invadiendo
la ciudad, saliendo de sus tumbas y esparciéndose por todas partes,
consiguiendo tan solo aplacarlos la celebración de estos ritos. Este culto de
clara concomitancia con nuestra festividad de todos los santos, en la que los
cementerios se llenan y adornan de las más vistosas flores el uno de noviembre
de cada año, converge con la presencia de Hércules en la península itálica
y en todo occidente como héroe civilizador. Adorado como si de un dios se
tratara, los templos del foro Boario, el consagrado por Sila como patrón de
los juegos del circo Flaminio y el que se encontraba en las proximidades de la
Porta Trigemina, evidencian su presencia como divinidad que garantiza el éxito
y la victoria en las campañas militares (y en este sentido se le asocia con
Marte), la prosperidad agrícola y la salud, para acabar asociado a las musas y
ser representado con una lira. La penetración de esta figura fue tal que su
culto se extendió por toda la Galia, recibiendo advocaciones locales y
sobrenombres indígenas; se incorporó a la ristra de héroes legendarios
celtas como Helith y se asimiló a los dioses Smertrius y Ogmios, dioses
benefactores y protectores de los hombres, siendo invocado como manifestación
de la fuerza físi- Cubierta de Las rosas de Hércules de TOMÁS MORALES Libro
II, 1919 89 ca y la preparación para la lucha. Una de sus advocaciones
germánicas Hércules Magusanus poderoso Hércules lo entronca con Thor, y
se interpretaría el epíteto a partir de la raíz Maguz/s naz, el que
posee el poder. La extremada fuerza de este fornido y musculoso personaje se
nos vende incluso hoy día con tan solo echar una mirada a los medios
audiovisuales. La fábrica de ilusiones Disney nos presenta una versión
dulcificada y en dibujos animados de tan singular personaje, mientras que la
televisión nos deforma, aunque siguiendo la tradición, los episodios y
aventuras del semidiós griego en su infancia, juventud y madurez, sin contar
con los numerosos y prestigiosos Hércules que se han sucedido en la escasa
pero abundante historia del celuloide cinematográfico. De las 119 evocaciones
míticas que hemos documentado en nuestra lectura de Las Rosas de Hércules,
cuatro pertenecen al hijo de Alcmena y Anfitrión (padre putativo del niño
puesto que su verdadero padre es Zeus), a las que habría que sumar dos más
con el calificativo de Alcides, su nombre originario, patronímico derivado del
nombre de su abuelo Alceo, término éste último que en griego sugiere la idea
de fuerza física. El nombre de Heracles le fue impuesto por Apolo en el
momento en que pasó a ser servidor de Hera y se vio sometido a los trabajos
que ésta ordenó se le impusieran, de ahí que su significado la gloria de
Hera obedezca a los trabajos que iba a emprender y que debían redundar en la
glorificación de la diosa. De ella, en efecto, se amamantó, a pesar de ser su
peor enemiga, mediante un ardid llevado a cabo por Hermes que acercó al niño
al pecho de la diosa cuando ésta dormía. El héroe pudo así gozar de la
inmortalidad pese a que la diosa le arrojara lejos de sí al despertar,
provocando su actuación un bello y armonioso espectáculo nocturno, pues la
leche que fluyó de su pecho dejó en el cielo una estela, la Vía Lactea. El
comienzo del Canto inaugural de Las Rosas de Hércules de Tomás Morales
evidencia uno de los rasgos configura- dores del personaje, el de trotamundos
inquieto que investiga y busca nuevas tierras en su afán de héroe
civilizador: 90 Bajo las rubias ondas del estío inclemente, por apacibles
cuencas y huyentes peñascales, Hércules recorría las tierras de Occidente.
Eran las venturosas épocas iniciales cuando los sacros númenes de bondadoso
ceño solían su apariencia mostrar a los mortales. (vv.1-6) Como se aprecia en
estos versos el verano es la estación escogida por el semidiós para
aventurarse en sus expediciones por el límite del entonces mundo conocido
entre los griegos. La advertencia del Non plus ultra servía para marcar la
barrera de lo desconocido y de los peligros a los que se exponían los
navegantes por un Océano inhóspito cargado de terribles monstruos y profundos
remolinos, acicate, sin duda, para quienes pretendían alcanzar una gloria
imperecedera ante la humanidad futura. Aquí se trasluce además el mito
hesiódico de las edades, las venturosas épocas iniciales, una edad de los
héroes situada entre la del Bronce y la del Hierro, en la que ... Zeus
Crónida hizo nacer la raza divina de los héroes y a los que concedió vida y
morada lejos de los humanos en los confines de la tierra. Así que esos habitan
con ánimo exento de pesares en las Islas de los Bienaventurados, a orillas del
Océano de profundos remolinos. Felices héroes a los que dulce cosecha,
floreciente tres veces al año, les da la tierra fecunda, lejos de los
Inmortales.20 Se trata de un periodo muy especial en el que los dioses
mantienen contacto con los mortales; al igual que sucede en otros géneros
literarios como la fábula, un hecho inaudito como la comunicación divina con
los humanos y de éstos con los animales se produce también en una época
primordial en la que es posible el entendimiento de unos con otros. Desde los
egipcios, pasando por la Biblia y el mundo grecorromano una de las vías más
socorridas del contacto de la divinidad con los seres humanos suele producirse
en los sueños, proceso en el que dioses, profetas y fantasmas acceden a la
relación mutua mediante apariciones sobrenaturales. 20 Cf. Hes., Trabajos y
Días, vv.156 176. 91 El propio canon de belleza griego establecido por el
escultor Policleto parece darse en la fisonomía de Hércules que aúna en su
persona lo mejor de dos deidades helenas, Ares y Dionisos. La vinculación con
el dios griego de la guerra, Ares, le dibuja como un guerrero joven, de feroz
mirada y andar precipitado, con el pecho descubierto cual legionario y cuyo
valor resulta atractivo para el género femenino, un arrojo que le llevó a
enfrentarse contra los Gigantes y a matar a Alirrocio, hijo de Posidón, que
profería continuos ultrajes a su hija Alcipa. Por este motivo tuvo que
comparecer ante un tribunal instituido por los atenienses donde expuso a los
jueces el asunto con total simplicidad y franqueza, las propias de un soldado,
siendo absuelto por dicho tribunal que pasó a denominarse Areópago, colina
de Ares, el lugar donde precisamente tuvo lugar el pleito. Su relación con
Dionisos también implica la lucha de esta divinidad contra los Gigantes,
mostrando como en el caso anterior una enorme bravura; la conquista de la
India, por ejemplo, no costó una gota de sangre, pues los pueblos se sometían
gozosos a un conquistador que les enseñaba el arte de cultivar los campos y la
elaboración del vino. Su figura de joven imberbe vestido con una piel de
leopardo, coronado de hiedra y llevando un tirso en la mano, al que los griegos
inmolaban una urraca, tenía como planta favorita la hiedra, por creerse que
tenía la virtud de impedir la borrachera o de aminorar sus efectos
perniciosos. El sobrenombre de Líber, relacionado con el vino en el sentido de
que alegra el espíritu del hombre y le libra momentáneamente de toda
preocupación, proporcionando cierta libertad de palabras y acciones,
manifiesta un porte rumboso y un tono caballeresco propios de un conquistador.
Escuchemos los versos de Morales sobre este vigoroso y bizarro personaje: La
clásica belleza, gloriosamente, ayunta lo ingrave de Dionysos con el vigor de
Ares: bajo su piel nevada de adolescente griego, proyéctanse los recios
contornos musculares... (vv.18-21) 92 Un nuevo mito se intercala en este
canto inaugural con la cigarra cantora, trasunto de la conmovedora historia de
Titón y la Aurora. La Aurora es la personificación de Eos perteneciente a la
primera generación divina de los titanes. Representada como una diosa cuyos
dedos color de rosa abren las puertas del cielo al carro del Sol, fue condenada
a estar eternamente enamorada por haberse unido a Ares. Entre sus múltiples
amores destaca el rapto de Titono, de raza troyana, a quien condujo a Etiopía,
el país del Sol. La Aurora había obtenido de Zeus que Titono fuese inmortal
pero se olvidó de pedirle para él la juventud eterna, por lo que al envejecer
se vio abrumado por las enfermedades. Entonces la vida le pareció un peso tan
insoportable que prefirió morir, siendo convertido en cigarra. Elocuentes se
muestran los versos de Morales al respecto: Pesaba el mediodía como un airón
de fuego; y, gloria del verano, la cigarra cantora, narraba en lengua delia,
con monocorde juego, bélicos episodios de alguna acción sonora; y, en
excelente exámetro, su perennal suplicio: ¡la leyenda patética de Titón y
la Aurora! (vv.22-27) La alusión a los bélicos episodios, al verso
hexamétrico y al mito de Titón y la Aurora parecen reflejar la predilección
de Morales por la epopeya épica, bien de Homero o de Virgilio, a la par que
dirige las numerosas expediciones guerreras en las que se vio envuelto
Hércules a lo largo de su deambular mítico-existencial. El sistema de
contrarios tan típico de la filosofía griega cuya expresión verbal se
clarifica en la enantíosis o apareamiento de opuestos, y que responde la
procedimiento ya codificado en el Corpus Hippocraticum de la alopatía o
contraria contrariis curantur, en el que la enfermedad se cura gracias a los
contrarios que la producen, y que se explicita en el discurso mediante la
aparición de sinónimos y antónimos, entre otros recursos estilísticos, se
manifiesta en esta composición moraliana 93 mediante símbolos modernistas
bien definidos, como lo demuestran los siguientes versos: Frente a frente, de
extraños prodigios animados, cogidos en el pasmo de hipnótica influencia, los
dos contrarios símbolos se miran fascinados. Opuestos arquetipos de paz y
violencia: las peregrinas rosas, floral aristocracia y el vástago de Júpiter,
todo supervivencia. (vv.67-72) La dicotomía paz/violencia, ese par de
contrarios opuestos, representado simbólicamente por la rosa y el hijo de
Júpiter, encuentra equivalencia y semejanza en otro par, el formado entre la
aristocracia frente a la supervivencia, símbolos antepuestos de una misma
realidad que se desarrolla bajo una hipnótica influencia, es decir, en la vía
del ensueño que caracteriza la comunicación entre los seres divinos y los
hombres. Una característica del uso de las figuras míticas de Morales es la
elección y conjunción de su nomenclatura tanto griega como romana; así junto
a dioses del panteón griego como Dionisos y Ares, se muestra ahora Júpiter en
lugar de Zeus. Esta alternancia acaso caprichosa nos señala que Júpiter era
en realidad el verdadero padre de Hércules, quien, aprovechándose de la
ausencia de Anfitrión, que había partido para una expedición contra los
telebeos, tomó su aspecto y su forma para engañar a Alcmena y engendró al
héroe en el curso de una larga noche prolongada por orden suya. Cuando a la
mañana siguiente llegó Anfitrión se dio a conocer y engendró un segundo
hijo, Ificles, hermano gemelo de Heracles y sólo una noche más joven que
aquél. El mismo Júpiter intervino para reconciliar a los esposos y Anfitrión
se resignó a no ser más que el padre putativo del niño divino. La cólera de
Hera, esposa de Zeus, celosa de Alcmena, obtuvo de Ilitía, diosa de los
alumbramientos, que el nacimiento de Hércules se retrasase y se adelantase, en
cambio, el de su primo Euristeo, hijo de Esténelo. De este modo, Euristeo
nació sie 94 temesino, en tanto que Heracles permaneció diez meses en el
seno de su madre, reinando así quien en principio no estaba destinado a ocupar
el trono de Argos. Euristeo era un hombre imperfecto, física y moralmente,
incapaz de hacerse merecedor del poder que ostenta por voluntad divina. El
poema de Tomás Morales parece ir desgranando verso a verso los diversos
episodios del héroe tracio. Escuchemos estas ristras de versos: Lleno el pecho
gigante de honda melancolía, odia el hijo de Alcmena las furias desatadas yel
inmortal orgullo de su soberanía. Ahora, pesaroso de las glorias pasadas,
refrenando el orgasmo de los instintos duros, intenta tocar, tímido, las urnas
perfumadas. (vv.76-81) La madre de Hércules, Alcmena para por ser la última
de las mujeres mortales con quién se unió Zeus. A la muerte de su esposo
Anfitrión, que había pensado castigar a su mujer quemándola en una hoguera,
trató de volver a Tirinto, su patria de origen, pero Euristeo le impidió
realizar este proyecto. Muerto Heracles, Alcmena fue expulsada de Corinto por
orden de Euristeo, huyendo a Atenas donde encontró protección. Los atenienses
se negaron a la exigencia de Euristeo de que se expulsase de la ciudad a los
descendientes de Heracles, produciendo esta negativa una guerra en la que cayó
Euristeo. Su cabeza le fue entregada a Alcmena que le arrancó los ojos con un
huso. Tras establecerse en Tebas murió a edad muy avanzada, siendo su cuerpo
transportado a las islas de los Bienaventurados donde casó con Radamantis. El
texto de Tomás Morales señala el episodio en el que Hércules, de regreso de
la expedición contra los minias de Orcómeno, enloquecido por Hera mediante
las furias, dio muerte a sus propios hijos. Tras este triste suceso fue a
consultar a la Pitia que le ordenó fuese a Tirinto y se pusiese a las órdenes
de su primo Euristeo. Éste le impuso entonces los trabajos que 95 habrían
de forjar la gloria del héroe y hacerlo digno de apoteosis. Una tradición
singular de época alejandrina, no obstante, cuenta que Heracles era amante de
Euristeo y que movido por su amor hacia él, emprendió los doce trabajos. El
inmortal orgullo de su soberanía se refiere a la diosa Hera, su peor enemiga,
cuyo símbolo más característico era el pavo real, representando el orgullo
este ave de hermoso plumaje pero incapaz de volar, que había sufrido en sus
propias carnes el lametazo de Heracles niño cuando succionó la leche del
pecho de la diosa con tal violencia que la hirió, consiguiendo así el don de
la inmortalidad. El final del poema recoge la denominación originaria de
Hércules, a la vez que sitúa la acción en tierras de la península itálica:
Tal, olvidando, un punto, las gestas azarosas -crepuscular paréntesis en las
heroicas lides-, bajo un cielo del Lacio y un lecho de rosas, soñó su primer
sueño de amor el gran Alcides. (vv.100-103) A pesar de que la mayoría de
todos los relatos en los que interviene se desarrollan en tierras helenas, la
sección romana se inicia con el retorno del héroe tras su expedición al
país de Gerión, y en Italia y en Sicilia su huella se percibe en un gran
número de relatos. Sus aventuras en la península itálica se ubican alrededor
de Cumas donde abolió los sacrificios humanos entre los sabinos, estableció
el culto al fuego y dio muerte a Caco que había robado ocho de sus bueyes. La
gens Fabia hacía remontar sus orígenes a Hércules, reconociéndosele como
compañeras en el Lacio a Fauna y a Aca Larencia. Fauna era una diosa oracular
de los bosques cuya figura parece remitirnos a una originaria forma andrógina,
o bien aparece como de sexo variable, o en otros casos es explícitamente
femenina, pero indisolublemente unida con una masculinidad anónima, en
ocasiones reducida a un aspecto teriomorfo. Lactancio nos informa de que su
esposo la flageló hasta la muerte con 96 varas de mirto una práctica
frecuente en numerosos ritos de carácter agrario- por haber bebido vino a
escondidas, aunque según otros como Macrobio sería la hija del dios Fauno que
la golpea por resistirse a su acoso sexual. La segunda de las conquistas en
territorio romano, Aca Larencia, se asocia a los orígenes míticos de la
ciudad de Roma. Durante el reino de Anco Marcio un sirviente del templo de
Hércules invitó al dios durante sus fiestas a jugar a los dados,
prometiéndole que si él ganaba el juego, le ofrecería comida y una hermosa
mujer. Cuando el dios venció al sirviente, éste le trajo a Aca Larencia que
era entonces conocida por su belleza. Convertida en la favorita de Hércules,
al salir del recinto sacro, fue advertida por el dios de que intentara ganarse
el afecto del primer hombre que encontrase. Según otra versión, Aca era en
realidad una prostituta que por su medio de vida era llamada lupa por los
pastores y que donó la propiedad que había ganado con sus honorarios al
pueblo romano. Una nueva aparición de Hércules acontece en el canto XX de la
Oda al Atlántico esta vez para referirse a una noción geográfica que lleva
su nombre, las famosas columnas de Hércules, episodio que se inscribe en el
décimo de sus trabajos: los bueyes de Gerión. Euristeo ordenó a Hércules
que le trajera los preciosos bueyes que pastaban en la isla Eritía, en el
occidente extremo, por lo que debía cruzar el Océano, para lo que el héroe
solicitó la copa del Sol, el vehículo en el que Helios se embarcaba todas las
noches para regresar a su palacio situado en el oriente de mundo. Tal petición
no fue resuelta de manera sencilla. Mientras Hércules atravesaba el desierto
de Libia, el calor solar lo había incomodado hasta tal extremo que amenazó al
astro con dispararle sus flechas. Helios le pidió que no lo hiciera y
Hércules aceptó a condición de que le prestase la copa para cruzar el
Océano. Quedaba ahora convencer a Océano que sacudía la embarcación con
cierta rudeza sobre las olas, por lo que también fue amenazado por las flechas
del semidiós tracio, consiguiendo de este modo una travesía tranquila hasta
la isla Eritía. Allí lo vio Ortro, un perro terri 97 21 Cf. A. Tejera
Gaspar - J. Fernández Rodríguez, El mito de Habis, un problema histórico y
arqueológico, en F. Díez de Velasco M. Martínez A. Tejera (eds.),
Realidad y mito, Ediciones Clásicas- Universidad de La Laguna, Madrid, 1997,
pp.73-88, donde se señala que el mito de Habis es un hecho cultural propio de
la civilización tartésica. Interesante es también el artículo de A. Tejera
Gaspar, El mito de Habis: poder y sociedad en Tartesos, Tabona 8.2 (1993),
pp.553-561. Por otro lado, la relación del mundo púnico- fenicio con Canarias
ha sido resaltado entre otros por P. Atoche y otros investigadores en trabajos
como P. Atoche Peña J.A. Paz Peralta, Presencia romana en Lanzarote, La
Nouvelle Revue Antropologique, 8.1 (1997), pp.221-257; P. Atoche Peña J.
Martín Culebras M.A. Ramírez Rodríguez, Elementos fenicio-púnicos en
la religión de los mahos. Estudio de una placa procedente de Zonzamas
(Teguise. Lanzarote), Eres (Arqueología), 7.1 (1997), pp.7-38; P. Atoche
Peña J. Martín Culebras, Canarias en la expansión fenicio púnica por
el África atlántica, II Congreso de Arqueología Peninsular, Universidad de
Alcalá-Fundación Rei Afonso Henríques, vol.III, Madrid, 1999, pp.485-500; P.
Atoche Peña - J. Martín Culebras M.A. Ramírez Rodríguez, Amuletos de
ascendencia fenicio-púnica entre los mahos de Lanzarote: ensayo de
interpretación de una realidad conocida, VIII Jornadas de estudio sobre
Lanzarote y Fuerteventura, vol.II, Arrecife, 1999, pp.423-458. 22 Cf. O. Guerra
Sánchez, El espacio urbano como mito fundacional del modernismo canario,
en E. Padorno G. Santana Henríquez (eds.), Varia lección sobre el 98. El
modernismo en Canarias. ble que se lanzó contra nuestro protagonista siendo
abatido por un fuerte mazazo. Semejante suerte corrió el boyero Euritión al
acudir en auxilio de su perro. Entre tanto, Menetes, pastor de Hades, testigo
presencial de los hechos, corrió a avisar a Gerión, un ser monstruoso
provisto de tres cuerpos hasta la cintura que dio alcance a Heracles en las
márgenes del río Antemo y le atacó; este vestiglo no tardó en sucumbir bajo
las flechas del héroe que inmediatamente embarcó a los animales en la copa
del Sol y puso rumbo a la orilla contraria del Océano, a Tartesos. En el curso
de este viaje de regreso a Grecia se sitúan la mayoría de las aventuras en el
Occidente mediterráneo. Ya en el viaje de ida habría librado a Libia de gran
número de monstruos y en recuerdo de su paso por Tartesos21, habría erigido
dos columnas, una a cada lado del estrecho que separa Libia de Europa: las
columnas de Hércules (el Peñón de Gibraltar y el de Ceuta). Contrariamente a
su viaje de ida, que fue por el sur y la costa líbica, regresó por el norte,
contorneando las costas de España y luego las de Galia, Italia y Sicilia,
antes de reintegrarse a Grecia. ¡De allá vino la práctica del valiente
ejercicio! Las gloriosas columnas del Hércules fenicio vieron la subitánea
invasión con que, ebrias de bravura indomable, hollaron impetuosas con viento
favorable la onda midacritánea -con tan fastuoso orgullo que a la soberbia
enoja- las corsarias galeras de Haradín Barbarroja para quien era estrecha la
mar mediterránea... En el poema Canto a la ciudad comercial 22 referido al
florecimiento de Las Palmas de Gran Canaria como centro neurálgico de negocios
varios gracias a la expansión del puerto, reaparece la silueta de Hércules
como fundador de ciudades, aunque bajo el apelativo de Alcides. Aquí las
heroicas empresas son cantadas por otra divinidad helena, Céfiro, el viento
del oeste, cuya llegada a comienzos de la 98 primavera, se asocia al inicio
de la temporada de navegación. Según Ovidio, Céfiro había raptado a Flora
con la que se casó e hizo reinar entre las flores, y la tradición le atribuye
diversos hijos, fruto de su relación con las Harpías y con una de las Horas
(Balio es uno de los caballos de Aquiles, nacido de Céfiro y de la harpía
Podarge; Carpo es hijo de Céfiro y de una de las Horas). En pleno Océano,
sobre el arrecife de coral cambiante que el mito de Atlante nutriera de
símbolos y de antigüedad; donde el sol erige un solio pagano y Céfiro
cuenta, perenne, la hazaña de Alcides, se asienta la ciudad que hoy canto:
¡mi clara ciudad! (vv.1-8) También se alude en el poema al mito de Atlante,
el gigante que por participar en la guerra contra los dioses del Olimpo fue
castigado por Zeus a sostener eternamente la bóveda celeste entre sus hombros.
Por lo general se le sitúa en el extremo occidental cerca del Jardín de las
Hespérides. Cuando Heracles acudió hasta allí en busca de las manzanas de
oro, el héroe le reemplazó temporalmente en esa continua y pesada carga. De
sus diversas uniones habrían nacido, entre otras, las Pléyades y las
Hespérides. También se conoce a otro personaje de análogo nombre, rey de la
legendaria Atlántida, hijo de Posidón y Clito. En la composición Himno al
volcán dedicada a Carlos Cruz, las siete Islas Canarias, identificadas con las
míticas Hespérides, ven a través del Teide transitar a un Hércules en su
undécimo trabajo. En efecto, Euristeo le había encomendado las manzanas de
oro que se encontraban en el Jardín de las Hespérides. Estas manzanas habían
sido el regalo de boda que Gea hiciera a Hera, custodiadas por tres ninfas, las
Hespérides, y por el dragón Ladón, dotado de cien cabezas. Conforme a una de
las versiones, Hércules Ilustración de JOSÉ HURTADO DE MENDOZA para las
guardas de Las Rosas de Hércules, Libros II y I de Tomás Morales 99 había
mandado a buscarlas a Atlante, engañándole cuando éste regresó con los
frutos y se resistía a reanudar su pesada función, pues con la excusa de
necesitar una almohada para sobrellevar mejor la carga, le pidió que sujetara
un momento la bóveda, aprovechando entonces para marcharse con las manzanas.
Otra tradición señala que Heracles no necesitó la ayuda de Atlante; mató al
dragón o lo durmió y se apoderó de los áureos frutos. También se cuenta
que desesperadas por haber perdido las manzanas cuya custodia tenían confiada,
las Hespérides se transformaron en árboles: un olmo, un sauce y un álamo, a
cuya sombra se refugiaron más tarde los argonautas. El dragón fue
transportado al cielo donde se convirtió en constelación: la Serpiente. El
texto de Morales tiene como telón de fondo el ensueño del que despierta el
pico Teide ante el rutilante paso de Hércules: Y un día que al ensueño
dabas, rendido, la ardiente entraña, despertado, de pronto, por inaudito
tropel sonoro, viste pasar a Heracles que coronaba la nueva hazaña llevando
contra el pecho las encendidas manzanas de oro. (vv.37-40) Uno de los recursos
más recurrentes de los episodios míticos suele ser la transformación en
constelación, fenómeno que se denomina catasterismo, es decir, elevación
de un personaje a la categoría de astro. Constelaciones como Andrómeda,
Casiopea, o la misma Vía Lactea, no son más que ejemplos señeros de
catasterismos de personajes míticos entre los que se interconectan los propios
signos zodiacales con la astronomía y el carácter teriomorfo de las primeras
divinidades (el cisne, el dragón, el águila, etc.). El poema La inmensidad
nocturna refleja este gusto de Morales por la exploración de las estrellas
donde se vislumbran los más bellos destellos de las figuras míticas, cuyos
cursos parecen estar en consonancia con sus aconteceres legendarios: 100 Los
astros ejecutan sin punto de reposo -motor incognoscible su actividad influye-
ahora mismo, tocado de espanto luminoso, el Cisne al cénit trepa, de Hércules
temeroso, yel Dragón, acosado por las dos Osas, huye... Irreprochable, Sirio,
inflama el ascua de oro Andrómeda y Perseo se hacen signos constantes; y,
frente a la lascivia trascendental del Toro las Pléyades aventuran su polvo de
diamantes. (vv.9-17) Una estela indirecta de la presencia de Hércules en la
poesía de Tomás Morales acontece en la composición A Fernando González,
donde se desarrolla el noveno de los trabajos: el cinturón de Hipólita. Se
trata del episodio en el que Euristeo deseando satisfacer el deseo de su hija
Admete, hizo que Hércules embarcase junto a Yolao y otros voluntarios rumbo
hacia Escitia, el reino de las Amazonas cuya reina Hipólita poseía el
preciado cinturón, regalo del dios Ares y símbolo del poder sobre su pueblo.
Tras apresar a Hipólita y entablar combate con estas mujeres, obtuvo el
cinturón. Sin embargo, otra versión introduce a otra de las amazonas,
Melanipa, a la que había apresado el héroe, accediendo entonces Hipólita a
canjear el cinturón por la libertad de su compañera. De nuevo, Morales alude
al sueño como evasión noble de una realidad vital que no acepta: Yo sé que
hay bravas gentes que desdeñan el verbo noble y la ideal medida; para esos
pobres seres que no sueñan ¡qué poca cosa debe ser la vida! Y en la humedad
del aire y en la quietud del viento, desplegando la gama de sus finos colores,
el ceñidor de Hipólita bordaba el firmamento. (vv.1-7) Muchas de la
incursiones de este Superman griego tienen como telón de fondo a una de
las deidades primigenias de la mitología griega, a Océano, el primogénito de
los tita 101 nes, personificación del agua que rodea al mundo, representado
en forma de río que corre alrededor de la tierra. Esta latitud, divina y
geográfica a la vez explicaba la topografía de la leyenda de Heracles y las
Hespérides, y la de sus aventuras en los dominios de Gerión. A medida que se
iba revisando el conocimiento del globo, estas ideas variaron, y el nombre del
Océano se reservó al Atlántico, límite occidental del mundo antiguo. Así
parece refrendarlo la única palabra presente en el escudo de la comunidad
autónoma canaria. Las aguas del Océano purifican y regeneran, provocando
diversos efectos sobre las islas y países que bañan sus aguas. La
imaginación poética colocó en las riberas de su curso fabulosos pueblos como
los hiperbóreos e inquietantes monstruos como las gorgonas. Los Campos
Elisios, residencia de las almas de los muertos ocupan una isla en medio del
Océano caracterizada por un clima dulce y suave en el que la tierra se ve
regada por agua abundante que produce una vegetación maravillosa aunque no
llueva. Este suelo, admirablemente fértil, verdadero vergel divino, se
corresponde con otra isla igualmente situada en la corriente del Océano y
habitada por las Hespérides. El hecho de situar en el Océano, lugar de
alejamiento por excelencia, todo lo que en el mundo era extraño y fabuloso
responde a una práctica presente en Homero y conocida como oceanización,
es decir, la tendencia a trasladar a los bordes del Océano pueblos y lugares
que de ordinario se situaban en otra parte. Igualmente la corriente de Océano
mantiene a través de sus aguas subterráneas un estrecho contacto con el mundo
de los muertos. El alma antes de abandonar los parajes infernales para
reencarnarse debía acudir a la fuente del Olvido y beber el agua que le hará
perder el recuerdo de su existencia precedente. Del mismo modo, la Estigia,
considerada como la décima de las aguas de Océano, protagoniza el episodio en
el que Tetis sumerge a su hijo Aquiles en sus aguas para hacerlo invulnerable.
Otra fuente, la de la Ambrosía, situada en la isla de las Hespérides, en
pleno Océano, produce la sustancia de igual nombre que proporciona a los
dioses la inmortalidad aparte de con 102 ferirles fuerza y vigor. Tomás
Morales, mediante un verso que se adapta al sistema cuantitativo clásico,
especialmente al ritmo de los anapestos en hexámetros de cinco pies y con el
contrapunto de una sílaba hipermétrica, nos muestra el esplendor de los mitos
marinos que se dan cita en los veinticuatro cantos significativamente
dispuestos de la Oda al Atlántico donde el mítico Océano, sonoro e infinito,
renueva su vigor mediante su salada ambrosía. El fuerte titán de hombros
cerúleos e imponderable encanto del canto I da pie para que se concrete su
figura en el canto V: Y en medio, el Dios. Sereno, en su arrogante senectud
longeva, respira a pulmón pleno la salada ambrosía que su vigor renueva. Mira
su vasto imperio, su olímpico legado -sin sendas, sin fronteras, sin límites
caducos-; y el viento que a su marcha despierta inusitado, le arrebata en sus
vuelos el manto constelado, la cabellera de algas y la barba de fucos... Tiende
sobre las ondas su cetro soberano; con apretada mano, su pulso duro rige la
cuádriga tonante que despide en su rapto fugaces aureolas o se envuelve en
rizadas espumas de diamante... ¡Así miró el Océano sus primitivas olas!
Esta concepción primordial de las aguas originales o primigenias, común a
varias mitologías del Próximo Oriente (Mesopotamia, Babilonia, Egipto, etc.)
conlleva a lo largo de los cantos todo un carrusel de potencias caóticas (II),
nautilos y medusas, alas de pegasos y colas de sirenas (IV), cíclopes (VII),
monstruos (VIII) y una ristra de dioses como Posidón (III), Apolo (VII),
Juvencia (IX), Hércules (XX), Victoria (XXII), vientos divinos como Aquilón
(II) o Bóreas (XXIII), en definitiva, un conjunto de elementos que acentúan
la imagen mítica de un Titán que desde los tiempos de Homero se califica como
padre de las generaciones divinas posteriores. Este mismo calificativo de 103
padre se evidencia en el canto XXIV en el que de nuevo se asevera que
nuestro archipiélago se corresponde con las míticas Islas Afortunadas:
¡Atlántico infinito, tú que mi canto ordenas! Cada vez que mis pasos me
llevan a tu parte, siento que nueva sangre palpita por mis venas y a la vez que
mi cuerpo, cobra salud mi arte... El alma temblorosa se anega en tu corriente
Con ímpetu ferviente, henchidos los pulmones de tus brisas saladas y a
plenitud de boca, un luchador te grita ¡padre! desde una roca de estas
maravillosas Islas Afortunadas... Este primer acercamiento a este cuaderno
manuscrito de notas de Tomás Morales, riquísimo documento que merecería un
estudio más detallado, hace que penetremos por un instante en el proceso
creador de la poesía, que aunque de inspiración se nutre fundamentalmente de
trabajo, de relaciones, de evocaciones culturales, de notas que llevan y se
cruzan con otras lecturas, especialmente de simbolistas franceses como
Verlaine, cuyos péchés pecados recorren las primeras catorce páginas de
este cuaderno a modo de diccionario particular. Las direcciones de F. A.
Kirpatrick, profesor de castellano de la Universidad de Cambridge, la de
Claudio de la Torre en esta misma ciudad inglesa, las de Victorio Macho,
Enrique Díez-Canedo, Ángel Vegue, José Fondevila, Juan Hernández Ramos,
José Valdor y Andrés González Blanco en Madrid, la de don Enrique Marrero en
Las Palmas de Gran Canaria, y los títulos de difícil lectura de una serie de
cantos con números romanos (Por uso del rey, El rey y la reina, I-II; El rey
del salón oscuro,
III-IV;
, Ciclo de Primavera. V-VI; Las piedras
hambrientas,
, I-II; Los hermanos mayores, Masai; III-IV; Morada de paz,
Chintia) conforman este nuevo documento inédito que amplía sobremanera el
conocimiento sobre la formación de Tomás Morales en diversos ámbitos del
saber. 104