LUIS LEÓN BARRETO Bases del Premio de Poesía Tomás Morales, 2008 El Tomás
Morales, un premio con historia BLAS DE OTERO,LEOPOLDO DE LUIS Y RAMÓN DE
GARCIASOL, CONCURSANTES SIN SUERTE DESDE LOS AÑOS 80 A TRAVÉS DEL PREMIO HAN
IRRUMPIDO NUEVAS GENERACIONES NO ES NI MUCHO MENOS FRECUENTE QUE EN CANARIAS un
premio literario supere los cincuenta años de vida. Los cambios de los equipos
de gobierno en las instituciones, la escasa valoración de los fenómenos
culturales en nuestro entorno y la falta de amor por las cosas de la tierra
hacen que la mayoría de las convocatorias literarias se trunquen con cierta
rapidez. De entrada hemos de decir que nos parece maravilloso que los poetas
sigan teniendo en nuestras islas el referente del premio Tomás Morales, y
paralelamente lamentamos que el Cabildo de Gran Canaria haya dejado en la
estacada el Premio de novela Pérez Galdós, que además gozó varias
convocatorias para cuentos. Este propio premio que glosamos, el Tomás Morales,
ha tenido asimismo convocatorias para teatro y cuento que se han perdido al
cabo de los años. En nuestra región, debido a la falta de editoriales
operativas y eficaces, los premios han sido históricamente una buena salida
para los aspirantes a escritores. Muchas veces, han sido la única salida. De
ahí que la labor esencial de estos premios haya sido la de descubrir nuevos
autores. Claro está que, además, un premio siempre es un estímulo y un
acicate para quienes ya escriben desde hace tiempo. Por ello, en ocasiones un
premio es también el colofón a una carrera en las letras. DESDE 1955 HASTA
HOY El Tomás Morales es un premio literario con mucho pedigrí. Creado en
1955, ciertamente fue extraordinario el 64 espíritu de aquella primera
convocatoria en difíciles años de postguerra, pues podían optar al mismo los
escritores que presentaran obra en nada menos que cuatro idiomas: castellano,
portugués, catalán y gallego. Curioso afán integrador de las lenguas
ibéricas, en las que tan sólo faltaba el euskera, quizá no suficientemente
definido por entonces como cuerpo idiomático por cuanto eran notables las
diferencias entre el hablado en las ciudades respecto a la franja costera y los
caseríos. Por supuesto que con el paso de los años fueron modificadas las
bases, premiando obras poéticas sólo en lengua castellana. En 1976, tras la
inauguración de la Casa-Museo Tomás Morales, el premio pasa a estar bajo la
tutela de esta institución. Comienza entonces la verdadera andadura del
galardón, que recibe en cada convocatoria trabajos no sólo de toda Canarias
sino también de la Península, países hispanoamericanos, Cuba, EEUU, Canadá,
Portugal e Israel. Hay que significar también que el jurado del premio siempre
ha estado integrado por personalidades de relieve: Luis Doreste Silva, Joaquín
Artiles, Alfonso Armas Ayala, José Hierro, Manuel Alvar, Agustín Millares
Carlo, Pedro Lezcano, Ventura Doreste, Joaquín Blanco, Agustín y José María
Millares Sall, Sebastián de la Nuez, Manuel Padorno, Yolanda Arencibia,
Domingo Velásquez, Arturo Maccanti, Andrés Sánchez Robayna y un largo
etcétera. Entre los premiados en el certamen nos tropezamos igualmente con
nombres históricos: Rafael Morales, José García Nieto, Pedro Perdomo Acedo
que lo ganó en dos ocasiones sucesivas, 1970 y 1971, así como Agustín y
José María Millares Sall, Carlos Pinto Grote, Pino Ojeda, Chona Madera,
Lázaro Santana, José Caballero Millares, Cipriano Acosta, José Batlló,
López Gradolí y otro largo etcétera. BLAS DE OTERO,LEOPOLDO DE LUIS Y RAMÓN
DE GARCIASOL, SIN SUERTE Los premios literarios son la lotería de los
escritores, y por ello están marcados no sólo por los méritos intrínsecos
de la obra presentada sino también por circunstancias del 65 Bases del
Premio Literario de Poesía Tomás Morales, 1994 azar. Poner de acuerdo a los
miembros de un jurado no resulta tampoco tarea fácil ni sencilla, ya que en
literatura cada cual tiene sus gustos y hasta sus caprichos, y con tal motivo
se establecen curiosas pugnas que a veces hacen triunfar un libro digamos de
consenso que acaso no figuraba entre los favoritos. Fue la Casa de Colón la
entidad que puso en marcha la primera convocatoria del premio, 1955, y en ella
nos encontramos con la sorpresa de un ilustre participante: Blas de Otero, una
de las cabezas de serie de la poesía social de los cincuenta, que por esas
circunstancias aleatorias de estas cosas paradójicamente no tuvo éxito. Lo
mismo le sucedió en aquella edición pionera a otros nombres destacados de las
letras en aquel momento, como Ramón de Garciasol, Antonio Oliver y Leopoldo de
Luis, quienes tampoco obtuvieron recompensa. Rafael Morales y José García
Nieto, también figuras de primera línea en el panorama de aquellos años,
consiguieron aquel año el primer y segundo premio respectivamente mientras que
el tercero iría a parar a Pino Ojeda. Es curioso que aquella primera edición
fuese fallada en Madrid, el 7 de julio por un jurado en el que entre otros
figuraban José Hierro y Manuel García Cerezales, por entonces esposo de la
novelista Carmen Laforet. De aquella convocatoria del 55 pasamos a la de 1958,
en la cual quedó desierto el primer premio, el segundo correspondió a Mª Paz
de la Puebla, de Teruel, y el tercero fue para Julio A. Egea, de Almería.
Fallado ya en la Casa de Colón, por un jurado compuesto por Joaquín Artiles,
José Hierro, Rafael OShanahan y Alberto Zohbi. Tres años más tarde, en
1961, volvería a ser dilucidado el galardón, en cuya convocatoria fue
galardonado Salvador Pérez Valiente, de Madrid, con el primer premio mientras
que Agustín Millares Sall, recibió el segundo, con Nuevos poemas y una
elegía. El tercero fue para José Díaz Jácome, de Vigo. Este año se sugiere
al Patronato de la Casa de Colón que se publiquen en un solo volumen todas las
composiciones poéticas presentadas al concurso desde su instauración, y se
aumenta la cuantía del premio, creándose diversos accésits. 66 En la
convocatoria de 1967, el primer premio fue para José Batlló, de Barcelona, el
segundo para Angel Guillén, de Granada, y el tercero para la grancanaria Chona
Madera. LOS AÑOS SETENTA Los años setenta registran ya una mayor frecuencia
en las convocatorias. El premio se hace mayor, adquiere continuidad y en cierto
modo se regionaliza, por cuanto aparecen nombres como los de Carlos Pinto
Grote, Baltasar Espinosa, Cipriano Acosta, Fernando H. Guzmán, Víctor
Rodríguez Jiménez y Fernando Ramírez. También resulta curioso constatar que
Carlos Pinto Grote, futuro Premio Canarias de Literatura, tampoco tuvo la
fortuna necesaria a la hora de enfrentar su obra a los dictámenes de un
jurado, pues sólo obtuvo un accésit. Las convocatorias se van haciendo más
continuas y sistemáticas, así el premio registra ediciones en 1970, 1971,
1973, 1975 y 1977. En 1970 y 1971 el ganador fue Pedro Perdomo Acedo con
Elegía al capitán y Luz de agua, respectivamente. En 1970 el segundo premio
fue para Lázaro San- tana por su obra Recordatorio U.S.A., y el tercero para
Jesús María Godoy por Serenamente ahora. En 1971 el segundo premio fue para
Julio A. Agea, por Cartas y noticias, y el tercero para Víctor Rodríguez
Jiménez por Apuntes para las manos. En 1973 el ganador fue Alfonso López
Gradolí, por Poemas para leer una tarde con mar; el segundo premio
correspondió a Baltasar Espinosa por Poemario; el tercero fue para Fernando
Ramírez por Mujer Sentada y el accésit lo recibió Carlos Pinto Grote, con su
Unas cosas y otras. En 1975 ganó Giovanni Cantieri, por su obra Pájaros y
espejos. El segundo fue para Manuel Almeida, por Poemas a ras de sangre, y el
tercero para Cipriano Acosta, por Balada inútil para un hombre solo. En 1977
el ganador fue José Humberto Diguardo Bravo, con Otoño en mi barco, y el
segundo premio para Juan Pérez Cabrera, con Ahemón, mientras que el
tinerfeño Fernando H. Guzmán obtenía el tercer premio, con Despertar en el
grito. También en 1977 hemos de anotar en la convocatoria 67 de teatro el
premio de Andrés Quintanilla con La ventana, y el accésit honorífico para
Juan A. Gil Albors por El crisol. De manera paralela, poco a poco se va
apreciando un incremento en el número de optantes. La mayoría de los
originales aspirantes vienen de Gran Canaria y Tenerife. LOS AÑOS OCHENTA Y LA
NUEVA POESÍA CANARIA La década posterior registra el verdadero empuje de
estos galardones, su mayoría de edad. Ya en la convocatoria de 1980 nos
encontramos con el primer premio que obtuvo otro poeta significativo: José
Caballero Millares, con su obra Alrededor del ser humano. El segundo fue para
Héctor Alberto Montti, De la búsqueda a la espera. Hubo también convocatoria
de teatro, obtenida por Jorge Díaz con su pieza Toda esta larga noche. En
1982, al igual que en 1958, el premio fue declarado desierto. En 1985 se inicia
una línea que obtuvo continuidad en los años siguiente y que ha proseguido
hasta el día de hoy: aparece en el archipiélago una nueva generación
poética, promociones de jóvenes escritores en las cuales apreciamos una
notable presencia femenina. Así, sucesivamente, son premiados jóvenes autores
como Javier Cabrera, Verónica García, Víctor Rodríguez Gago, Sabas Martín,
Luis Natera, Federico J. Silva, Paula Nogales, Tina Suárez, Pedro Flores,
Berbel y Rafael-José Díaz. Todos ellos son actualmente escritores con obra y
trayectoria reconocidas en el panorama de las letras regionales. Precisemos que
en 1985 el ganador fue Javier Cabrera, con Islas para este archipiélago y el
segundo premio para Cipriano Acosta, por Aire sin sombra. En 1986 ganó
Verónica García, con La mujer del cubo verde. El primer accésit fue para
José Rafael Blanco por Cinco voces y el segundo para Sergio Domínguez Jaén,
por Del oficio del cero. En el certamen de cuento ese mismo año ganó Víctor
Rodríguez Gago el primer premio, por Esta esperada mañana; el primer accésit
fue para Jesús Guijarro por La bomba, y el segundo para Miguel A. Sosa, por La
inmensa soledad primitiva. En 1989 el primer premio fue ex aequo para Marcos P.
Martín Artiles, 68 por Pleitesía despavorida junto con Sabas Martín, por
Peligro intacto, mientras que Aventino M. Sarmiento obtuvo el segundo, con
Mediodía. Estos años ochenta marcan el definitivo auge del premio, por cuanto
se da un incremento constante del número de participantes, así como de la
calidad media de las obras. LOS AÑOS 90 Y 2000 En 1992 fue Donina Romero la
ganadora, con Exhala una ceniza el violín. El segundo premio fue para Rolando
Campíns, con Acerca de algo inefable. Accésit especial para José M. Junco
Ezquerra, por Hacer las paces, y mención especial para Francisco Armas
Peñate, por En tiempos difíciles. En 1994 ganó Luis Natera Mayor, con
Agrimensores de la bruma, siendo los accésits para Federico J. Silva, por Aun
amar adverso, y Paula Nogales, por Saludos de Alicia. La mención especial la
obtuvo Omar García Obregón, por Pastor del tiempo. En 1996 hubo otro primer
premio compartido entre Tina Suárez, por Huellas de Gorgona, y Pedro Flores,
por El complejo ejercicio del delirio. Los accésits fueron para Montserrat
Fillol, por Guerrero en llamas, y Francisca Dimar, por Este verso que me
aprieta. En 1998 es ganador José María Millares Sall, con Sillas, mientras
que los accésits fueron para Miguel Angel Sarmiento, Testamento del mar
nuestro, y María del Pino Marrero, Berbel, por La Grecia que hay en mí. En
2000 el primer premio fue para Miguel Pérez Alvaro, por Teoría de la luz
amor más vivo, y los accésits para Carlos M. González Artiles, por De la
nada y su reverso, y Juan C. López Cantos, por Alquimia. En 2002, el primer
premio fue para Rafael-José Díaz, por Los párpados del sueño. El accésit
para Chema de Paula, Propósito de jazz. El accésit, para Helena Junyent, Los
mares de la cereza. En 2004 ganó Federico J. Silva, por Era Pompeia. Los
accésits para Juana Pines, de Ciudad Real, por El silencio de Cubierta del
Premio de Poesía Tomás Morales, 1988 Casa-Museo Tomás Morales 69 Dios, y
Andrés Mirón, de Sevilla, por Teoría de las sombras. En 2006 ganó Mariano
Rivera, de Cádiz, por Dioses y héroes en retirada. Los accésits para Iván
Cabrera, de Tenerife, por Bajo el cielo innumerable (2003-2004), y Gaspart Bert
(Felipe Hernández), de Chile, por Bajo el sol de las cosas. LA DONACIÓN DEL
FONDO DE MIGUEL SANTIAGO RODRÍGUEZ Miguel Santiago Rodríguez (1905-1972),
historiador canario y miembro destacado del Patronato de la Casa de Colón,
guardaba las obras de los poetas que participaron en la convocatoria de 1955 y
que no solicitaron la devolución de sus originales. Por suerte esa actitud
suya salvó todo ese valioso patrimonio documental, que de otro modo
probablemente se hubiese extraviado. Su hija, doña Elena Santiago Páez,
consideró que la Casa-Museo Tomás Morales sin duda era la institución más
adecuada para conservar originales con tanto valor histórico, por lo cual hizo
entrega de tan valioso material en calidad de donación. Se trata, pues, de 40
sobres que contienen las poesías originales, algunas manuscritas y todas con
firma autógrafa de los poetas. La donación incluye asimismo las bases del
concurso de entonces, cuatro notas mecanografiadas y con firma autógrafa
solicitando a la comisión organizadora que les fuesen devueltos los originales
una vez fallado el premio, una nota mecanografiada y con firma autógrafa de
haber recibido varios poemas y una tarjeta de presentación con texto
mecanografiado y firma autógrafa como presentación a las poesías que enviaba
un autor. CONSOLIDACIÓN Y PRESTIGIO La definitiva consolidación y el
prestigio de este premio literario se manifiestan en las últimas décadas de
manera paralela al auge que la Casa-Museo Tomás Morales ha adquirido gracias
al entusiasmo y buen hacer de María Luisa Alonso Gens y su equipo de trabajo.
La Casa, definitivamente, es el punto de encuentro de los poetas de Canarias,
un excelente escenario para lecturas y conferencias magistrales. Una
programación intensa a lo largo de todo el año convierte al 70 lugar en el
escenario predilecto de la poesía insular. Hay que mencionar también que la
exitosa andadura del Tomás Morales en los últimos años viene acompañada por
unas ediciones pulcras y cuidadas del Departamento de Ediciones del Cabildo
Insular, bajo la labor de Jesús Bombín (in memoriam) y últimamente de Isabel
Grimaldi, así como el esmerado diseño de Montse Ruiz. La Casa-Museo,
instalada en la casa natal del poeta Tomás Morales (1884-1921) permite al
visitante adentrarse en el conocimiento de la figura humana y literaria del
autor, a través del patrimonio documental y museográfico, con objetos
personales, mobiliario, piezas de arte y testimonios documentales de su
producción literaria, además de todo lo relacionado con la vida y obra del
poeta del mar yla influencia que su entorno natal tuvo en ambas. La
publicación de la revista que el lector tiene en sus manos añade otro
elemento de consolidación. Con todo ello, la propia figura del autor de la Oda
al Atlántico no ha dejado de crecer dentro y fuera de Canarias. Cubierta del
Premio de Poesía Tomás Morales, 2004 Casa-Museo Tomás Morales 71