GONZALO REY LAMA Ex-presidente de ACAMFE La casa del escritor Fachada de la Casa-Museo Tomás Morales (Moya) CASA FAMILIAR.CASA SOCIAL.INTIMIDAD.TRIBU.ACERCAMIENTO. SÍMBOLO ¿CUÁNTO MIDE UNA CASA: LOS POCOS METROS que encierra o el paisaje que la rodea?, se preguntan unos arquitectos suecos. Hace tiempo que los que trabajan en las casas de los escritores han contestado a esta pregunta: la “casa” del escritor es su casa familiar y el escenario social inmediato, el hábitat cotidiano que rodea esa casa, lo que otro arquitecto, esta vez gallego, llama la casa social. Esta visión, tan característica de la arquitectura, de un espacio —aire y luz— encerrado entre cuatro paredes que se expande a todo lo que lo rodea es también característica de la literatura, aunque en sentido inverso: el amplio mundo alrededor —luz y aire— es llevado por el escritor a su acotado hábitat doméstico en una especie de viaje de ida y vuelta para acabar reflejándose en los escritos de los autores de forma más o menos explícita; pero constante. El mundo descrito por cada autor es, pues, el resultado de la interpretación lírica que éste hace del mundo real ayudado por los códigos aprendidos en la casa familiar; ya sea ésta la casa donde el escritor nació ya sea la casa donde el escritor vivió un tiempo ya sea la casa donde el escritor murió. Una casa, en cualquier caso, que ha sido escenario de la peripecia personal del personaje durante el tiempo que la habita; peripecia que luego se refleja en su obra como la aurora del aprendizaje, como el viaje iniciático hacia la madurez; como balance de una vida. Esta interrelación entre la casa del escritor y su obra es así definida por Miguel García Posada: el texto no es nada, o es muy poco, si no constituye la sublimación de un determinado núcleo existencial, por más que sea innegable la concurrencia de otros factores. 72 Avanzando un poco más, es fácil precisar mejor los componentes fundamentales de este llamado núcleo existencial: • La casa familiar, donde vivió el escritor un tiempo, con los muebles que componían el ajuar doméstico a su servicio; con los pequeños objetos personales que le acompañaron: las gafas, el sombrero, la máquina de escribir, la pluma y los tinteros, el bastón...; con los recuerdos acumulados: fotografías de familiares, de amigos, de actos, de viajes; premios, medallas, cuadros…; con los regalos recibidos: libros dedicados, retratos, cuadros, ofrendas…; con el resultado de sus aficiones o de sus habilidades (los herrajes de Galdós, las pajaritas de Unamuno, los dibujos de Alberti…) o de sus colecciones (los orinales de Cela…); con los jardines secretos y los patios donde se refugiaba: el jardín de los limoneros en flor de Tomás Morales. …yla biblioteca del escritor, con ediciones y traducciones de sus obras; con los libros que prefería o en los que se ocupaba, muchos de ellos anotados personalmente; con las revistas que leía; con los textos de sus conferencias y lecciones, con las críticas de sus obras, con reseñas de prensa; con sus manuscritos y los papeles de oportunidad en que anotaba ideas o textos que recordar: la palabra no debe decirlo todo, debe contenerlo todo, dice una tarjeta de visita que se guarda en la Biblioteca Gabriel Miró…; con las cartas que intercambiaba con otras personas: escritores, familiares, amigos…, hoy día documentos fundamentales para la historia de la literatura. • Y la casa social, los espacios exteriores próximos, que se incorporan a este núcleo a través de las ventanas: el sol entra en mi vida por la ventana abierta, escribe Juan Ramón Jiménez; para el ensueño, buscamos la ventana / de nuestro cuarto, abierta sobre el campo en estío, escribe Tomás Morales. Y a través de las puertas, que se abren a la calle, 73 a la aldea o a la ciudad, al camino, al paisaje abierto que el escritor amó o padeció: me siento a la puerta y embeleso mis ojos en los colores y en los sonidos del paisaje, y canto lento para mí solo vagos cantos que compongo mientras espero, escribe Fernando Pessoa. LA CASA FAMILIAR.LA INTIMIDAD DEL AUTOR La casa del escritor, como la de otros personajes de relevancia social, despertaba, desde el siglo XIX, un interés de carácter fetichista; pero la percepción, en la segunda mitad del pasado siglo de un núcleo existencial como inspirador, en mayor o menor medida, de la obra del escritor nos hace profundizar más allá de esta primera impresión superficial. Veremos que la singularidad de estas casas —la doméstica y la social— está en el predominio de la intimidad del escritor por encima, incluso y a mi entender, de los fondos bibliográficos, en algunos casos muy importantes, o etnográficos, en algunos casos muy ricos, que puedan guardar; porque estos fondos pueden igualmente estar en bibliotecas o museos ajenos al escritor (como, de hecho, están algunos de estos legados) y cumplir igualmente su función testimonial; pero la intimidad es exclusiva de las casas habitadas por el personaje. La invención de esta intimidad, en el sentido de la palabra latina inventio, es decir, de descubrimiento de lo que está oculto, se ha convertido así en uno de los aspectos más importantes de la gestión de estas casas, a modo de una Jardín-Huerta de la Casa-Museo Tomás Morales 74 arqueología de la intimidad que pone en evidencia que el verdadero significado de los contenidos de la casa es servir de cauce para el acercamiento al escritor y para el mejor entendimiento de su obra. La casa que habitó el escritor contiene unos espacios por él acomodados despaciosamente a su manera de vivir y de trabajar, a su forma de entender la vida. Cada objeto vulgar que el escritor aporta desde el exterior (la casa social) a ese espacio interior (la casa familiar): un cacharro, una cama, un libro, una ropa…, adquiere, así entrañado, otro significado, inseparable ya de la imagen del autor: Dios sabe dónde andarán mis gafas ... entre librotes, revistas y papelotes, ¿quién las encuentra? ... Aquí están. Estas gafas de Antonio Machado dejan de ser unas gafas como tantas otras: quedan revestidas del carisma de su propietario ya para siempre. Es el mismo proceso por el cual la mirada del fotógrafo selecciona unos objetos y los impresiona en una película. La mirada y el tacto del escritor, la vida del escritor, impresionan los espacios y los objetos domésticos que le acompañaron incluso en momentos aparentemente irrelevantes. Las imágenes de la casa están en nosotros, como nosotros estamos en ellas, dice Gastón Bachelard en su libro La poética del espacio, en el que estudia largamente este proceso. Más espontáneamente se manifestó un poeta gallego cuando dijo a sus acompañantes, mientras recogía los utensilios de cocina de la casa de sus padres fallecidos: estoy tocando las manos de mis padres. Nos movemos, por tanto, en las casas de los escritores, entre las sombras de lo vivido, en las que, como en el mito de Plinio1, queda atrapado el propio autor. Qué otra cosa, si no, dicen los versos de Machado: ¡Blanca hospedería, celda del viajero, con la sombra mía! 1 Cuenta Plinio la historia del alfarero cuya hija, poniendo a su amante contra la pared, dibujó su perfil para que cuando partiera a la guerra permaneciera con ella. Luego el alfarero rellenó el perfil con arcilla para así hacer la imagen más real. 75 Sala de la Música Casa-Museo Tomás Morales 2 Río Miño, río Miño, pasa despacito, no me despiertes a mi niñito… 3 Valle Inclán, Aguila de blasón. 4 Tomás Morales. Las rosas de Hércules. LA CASA FAMILIAR.EL ÚTERO DE LA TRIBU Pero hay otra función de la casa familiar: ser el útero materno, silencioso, tibio, protector. Es el lugar donde se conocen las primeras palabras, las fundamentales de la tribu, donde se aprende el nombre de las primeras cosas; es el lugar donde se escuchan las primeras músicas que acompañan el ritmo ingenuo de los primeros versos, en las canciones de cuna: río Miño, río Miño, vai paseniño, non me despertes ó meu neniño…2; es el lugar donde se oyen los primeros cuentos infantiles, llenos de miedos y fantasías, de ogros, brujas y hadas; donde se oyen las leyendas antiguas y las historias “reales”, donde se escuchan las batallitas del abuelo (que fue hecho prisionero en el Ebro…)… al calor del fuego de la cocina o del brasero o al fresco del anochecer en el verano, bajo las estrellas: ¿qué es eso que brilla en el cielo?.... La casa familiar es el lugar de las primeras creencias, de las primeras oraciones oídas a la madre: cuatro esquinitas tiene mi cuna…. La casa familiar es el lugar del relato primordial, primitivo y repetido, dice Vicente Verdú. Elaborado todo ello en los mil días del tiempo pasado, la casa es el útero de la tribu. Sabelita medio dormida al pie del brasero espera a Don Juan Manuel… Una voz cuenta un cuento…3 Vino también tía Rosa, ya un poquito arrugada, / cuyas viejas historias gustábamos oir 4 La casa familiar es, en fin, el hogar de la primera literatura que oye el niño que, fascinado, será un día, él mismo, autor de literaturas. Allí, en la casa se está libre de la fugacidad de las modas, del exceso de información, de la agobiante uniformidad… y así se cumple aquello que dice Max Aub: escribir es una larga paciencia, es dar sentido a las palabras de la tribu. LA CASA SOCIAL.PERMANENCIA Y PERTENENCIA Mi casa es una ciudad con una puerta a la aurora, otra más grande a la tarde, y a la noche, inmensa, otra. (Miguel Hernández) 76 La ciudad, la aurora, la tarde, la noche como casa del autor; como espacio exterior habitado por el autor. ¿No está contestando el autor a la pregunta con que iniciábamos este artículo? Ese paisaje abierto cotidiano completa la herencia recibida del escritor porque el paisaje actúa sobre el hombre que lo vive: eu son esto que vexo e que me ve5, dicen los versos de un poeta gallego. ¿No son los montes, las olas y los cielos parte de mi y de mi alma, como yo de ellos?, dice Byron. Y acompaña al hombre en todas sus vivencias: Las dos señoras procuran consolarla, y las palabras de la madre y las palabras de la hija se corresponden con la semejanza monótona de las ondas del mar en calma sobre una playa de arena, escribe Valle Inclán en una acotación de sus Comedias bárbaras6. La visión que de su paisaje cotidiano tiene el autor es una visión particular, concreta, investida de una intimidad semejante a la de la casa familiar; pero mientras ésta es una intimidad emocional la del paisaje es una intimidad intelectual. Mientras en la casa familiar se deposita la huella de la vida del autor es en el autor donde el paisaje deja su huella, de modo Las Palmas. Vista al Puerto, ca. 1925-27 Archivo Fotográfico de la Casa-Museo Tomás Morales 5 yo soy esto que veo y que me ve (Uxío Novoneyra). 6 Aguila de blasón. 77 que el paisaje así habitado se hace así paisaje exclusivo. En este pueblo, escribe García Lorca, tuve mi primer sueño de lejanía. En este pueblo yo seré tierra y flores…. Sus calles, sus gentes, sus costumbres, su poesía, su maldad serán como el andamio donde anidarán mis ideas de niño fundidas en el crisol de la pubertad. Pensemos en el Madrid de los Austrias conocido como el Madrid galdosiano por ser el escenario vital de D. Benito durante tantos años y escenario también de tantas obras suyas. Pensemos en la identificación de la Vetusta de Clarín con Oviedo; de la Marineda de la Pardo Bazán con A Coruñá…; cuánto Bilbao en la memoria de Blas de Otero; tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida, tierra nativa, más mía cuanto más lejana? en el corazón de Luis Cernuda. Los reducidos espacios interiores y los más amplios espacios exteriores, son el escenario donde se aprende qué es lo que conforma la tribu, qué es lo que permanece;y donde se aprende a ser de la tribu a la que se pertenece.Y ellos son semilla y síntesis a la vez de toda la obra posterior y en la medida en que permanencia y pertenencia sean sentidas por el autor tanto más se harán líricamente explícitas en su obra permitiendo una mayor aproximación el entendimiento, también lírico, del autor. De ese modo, la Casa del escritor, lo que contiene y lo que la rodea, es decir, su núcleo existencial, adquiere el mismo carácter de patrimonio cultural que tiene el autor, depositándose su sombra en los fondos bibliográficos, documentales y etnográficos de su casa. Incluso sin estos fondos, esa sombra del autor, se justifica la necesidad de su conservación, de su interpretación, de su transmisión; se justifica, en suma, su conversión en Casa-Museo. LA CASA-MUSEO.LA LLAMADA DEL AUTOR En su nueva dimensión de Casa-Museo, superada ya la visión decimonónica, la Casa del escritor asume nuevas funciones: guarda la palabra y la memoria de los autores, para que sean estudiadas, divulgadas y transmitidas. reconstruye la intimidad de los autores, para que el visi 78 tante evoque (románticamente) la vida allí vivida, como camino de acercamiento al autor, a través de un espacio familiar, en el que cualquier persona se siente a gusto. evidencia el núcleo existencial del autor que completa la explicación de su obra y que nos acerca a lo que fuimos como anticipo de lo que somos y seremos. Estos elementos: palabra, memoria, intimidad y núcleo existencial adquieren una condición coral que podemos definir como la llamada del autor y que atrae a un visitante que conoce de referencias al autor o que lo ha leído con más o menos intensidad. Para que este visitante saque un mayor aprovechamiento de su estancia en la Casa-Museo hay que ayudarlo estimulando en él la percepción de esos conceptos fundamentales que envuelven cualquier legado histórico, de la naturaleza que sea: la permanencia y la pertenencia, de los que ya hemos hablado. Sólo así se impedirá que la casa del escritor sea una cita turística más, encadenada a un rosario de otras visitas, de otras demoras, de otras varias referencias fugaces, sin mayores compromisos emocionales. Cuando los camareros del Café Comercial, en la Glorieta de Bilbao de Madrid, te indican todavía hoy el lugar donde escribía Galdós o los del Café Derby de Santiago te señalan la mesa de la ventana en que se sentaba Valle Inclán cada día durante el último año de su vida; cuando una persona recuerda haber oído misa muchas veces, siendo estudiante, al lado de Fernández Flórez en la Iglesia de Montserrat de Madrid, se está demostrando la permanencia del personaje en el imaginario social; permanencia que es fácilmente interiorizada por el espectador porque comprende que el autor pertenece a ese ámbito social común al que llamamos tribu. Por lo tanto, para que la visita a la casa trascienda ha de emocionarse al visitante. Hay que estimular ese sentimiento de permanencia y de pertenencia que reside en el subconsciente del espectador poniendo en marcha esos mecanismos íntimos del visitante rescatando de su esencial impersonalidad, con los recursos que le proporciona la museografía, unos objetos y unos espacios comunes, tribales, para revestirlos de la sombra del autor y conferirles así una esencia patri 79 monial nueva, personal e intransferible. Llenando la casa de fantasmas, como ha dicho un escritor gallego. Es particularmente significativo el hecho de que lo que más emociona a los visitantes de las Casas-Museo sean la cocina de la casa, el dormitorio…, la máquina de escribir, la camilla, la cuna, la bata…; espacios y objetos fácilmente reconocibles porque los ha vivido en su propia casa, en las casas aldeanas de su familia. El visitante se siente cómodo en la casa, participando de la evocación rápida e intensamente, con una suerte de afectuosa complicidad. En ese momento el visitante de la Casa se reencuentra con la tribu; se instala de nuevo en las raíces de nuestra propia permanencia, que se desliza desde lo que fueron nuestros abuelos hacia lo que serán nuestros nietos. A partir de ahí, el autor y la obra serán mejor entendidas. LA CASA-MUSEO SÍMBOLO Queda un último ámbito de la Casa-Museo: el simbólico. Es indudable que el prestigio de un autor lleva a la Casa-Museo a estudiosos, admiradores o turistas más o menos despistados; pero también es indudable que en ocasiones lleva también a una nueva casta de visitantes: los peregrinos. Desde la Constitución de 1978, las Comunidades Autónomas y los municipios españoles han desatado el afán o la necesidad de configurar un cuerpo patrimonial específico, particular, diferencial, de cada comunidad, para darle (o para reforzar) una identidad. Los personajes destacados de esas comunidades pasan a ser algo más que un escritor o un artista, para convertirse en una referencia cultural y social y las casas en que se guarda su memoria se convierten en moradas de la memoria de un pueblo. Sucede a veces que a esa condición se añade la trayectoria vital del personaje que, sin necesidad de un refrendo oficial, pasa espontáneamente a ocupar un lugar preferente en el imaginario popular. El reconocimiento de la presencia de la sombra de este personaje en una Casa convierte a ésta en algo más que una morada de la memoria: pasa a 80 ser un referente metacultural, identificador singularísimo de un pueblo, de una sociedad. El personaje es un símbolo y la casa en que habita pasa a ser lo que Juan Cruz llama un pequeño monumento. Quizá sea la Casa de Rosalía de Castro, en Galicia, uno de los más notables ejemplos de esta Casa-símbolo. Baste con recordar lo que dijo un día un escritor gallego, Manolo Rivas: cuando el pueblo gallego sueña sueña con Rosa- lía, para indicar la universalidad indiscutible e indiscutida del mito rosaliano como símbolo recurrente de lo gallego. Rosalía decía quen casa ten de seu ten media vida 7 y cuando Galicia le quiso construir el monumento definitivo le regaló la casa donde pasó sus tres últimos años y donde murió. En esta Casa apenas hay nada que perteneciera a Rosalía; sólo los mismos aromas, los mismos paisajes, los mismos colores, las mismas luces, casi los mismos sonidos, el mismo aire que respiró Rosalía, a primeira en encontrar o nome non escrito das nosas cousas 8, que sufrió con su gente y luchó por ella. Todo ello es suficiente para que su Casa-Museo se haya convertido en una auténtica Casa-santuario. Así también la casa de Federico García Lorca, cuya abrupta muerte le convierte en símbolo social de la resistencia intelectual frente a un régimen político, se convierte en lugar de peregrinación, en un santuario donde se percibe la im-presencia del personaje, como diría José Ángel Valente. La Casa se ha convertido en santuario y los visitantes en peregrinos. FINAL APRESURADO Pero la peregrinación sugiere el camino; y el camino sugiere paisajes. No es difícil, a partir de ahí, sentir la necesidad de recorrer los caminos recorridos por el autor en su realidad vital o en la ficción que ha creado. Y no sólo para reconocer un espacio geográfico sino para reconocer un espacio humanizado en el que se reflejan formas de vida, creencias, relaciones, etc., que han conformado nuestra realidad actual y que nosotros estamos mudando para con 7 Quien tiene casa propia tiene media vida. 8 La primera en encontrar el nombre no escrito de nuestras cosas. 81 Fachada de la Casa-Museo Rosalía de Castro A Matanza, Padrón (A Coruña) formar la realidad venidera. Se crean así, primero espontáneamente, luego ya más elaboradamente, las rutas literarias que tienen su epicentro en la casa del escritor, que salen de ella y vuelven a ella. Hay por tanto, todo un edificio simbólico: Casa de la sombra del escritor, domicilio de la permanencia de la tribu y de la pertenencia a la tribu, caminos que anduvo, surge esa referencia cultural que se asienta en las Casas-Museo. Es indudable que este carácter y la singularidad de su ubicación, lejos de las grandes ciudades en una gran mayoría de las ocasiones, ayuda a la vertebración social, identitaria, de la comunidad en que se asienta. Se llega así a una sublimación de la figura del escritor, más allá de lo que él mismo pretendió en su momento. La Casa del escritor deja de ser ya únicamente la depositaria de un legado histórico sino que se hace depositaria también de la obligación de potenciar este legado convirtiéndose en un foco de irradiación cultural, emocional e intelectualmente comprometido con el espacio en que se asienta, con la tribu a la que pertenece. Pero esta es otra historia. Santiago de Compostela, enero de 2008 82