Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar SE CUMPLE EL CENTENARIO DE LA
PUBLICACIÓN de Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar de Tomás Morales,
editado por Magdaleno de Castro, administrador de la Revista Latina,en los
talleres de la imprenta Gutenberg, situados en la calle Jacometrezo, nº 80, de
Madrid. Un libro que, según Oswaldo Guerra Sánchez, marcará el despegue
literario de Tomás Morales, para convertirlo en un autor respetado y admirado
antes de cumplir los veinticuatro años, al tiempo que fijará para la
literatura canaria el momento de inicio de la modernidad. Recogemos a
continuación unos extractos de una serie de críticas favorables al libro
entre las que figuran las firmas de Enrique Díez-Canedo, Carmen de Burgos,
Luis Doreste, Francisco González Díaz, Fernando Fortún, Pedro E. Schwartz,
José Francés, Manuel García Casanova, Adolfo Febles Mora, Julio Acha,
Fantasio, Fray Lesco. En el bandolín de plata sus dedos errantes gustan de
suscitar las tonadas infantiles, nostálgicas y amorosas de sus Rimas
sentimentales. Y su mano, que supo vigorosamente empuñar el hacha de abordaje,
ha sabido trazar en el reposo, vigorosa aún, los Poemas de la Gloria y los
Poemas del Mar. Enrique Díez-Canedo (1908) Tomás Morales siente más el amor
a la naturaleza, al mar bravío o dormido, a las rocas, los muelles y las
playas de su hermoso país; comprende las almas sencillas y buenas de los
marineros, de los viejos lobos de mar, que el amor a la gloria o el amor a las
mujeres. Bienvenido el poeta, que trae tan hermoso caudal de bellezas y
esperanzas a la poesía española. Carmen de Burgos (1908) 118 El poeta ha
conseguido ser con sus Poemas del Mar,lo que no acostumbran desde hace mucho
los poetas noveles en España: ser nuevo, y traer novedades, que es algo más
que publicar un buen libro de versos a secas. Y me complazco de felicitar a
Tomás Morales con entusiasmo. Luis Doreste (1908) He aquí un libro que viene
del Olimpo, un hermoso tomo de versos que lleva al frente el nombre de un hijo
de Gran Canaria ungido ya por tempranos y muy lisonjeros triunfos. El libro se
titula Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar; el autor del libro es,
sencillamente, Tomás Morales, un joven estudiante de medicina en quien la
ciencia practicona, prosaica y triste no borrará nunca la señal de
predestinado del arte. Francisco González Díaz (1908) Tomás Morales ha sido
recibido como uno de los más altos líricos de la nueva generación. Tiene una
personalidad original y fuerte. En él ha saludado Salvador Rueda, con su verbo
cálido y potente, al alma capaz de penetrar en la raza e ir de su centro a la
periferia y de entonar una canción grande y sonora. Ahora publica su libro
Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar, fruto maduro y lozano de un espíritu
noble y duro que, con la delicadeza de un refinado artista, trae unida una
recia visión de las cosas y de la vida del mar. Agua y cielo, muelles
comerciales, dársenas dormidas, puertos muertos, tabernas de marineros rudos y
borrachos, antiguos pilotos inválidos y viejos, blancos velámenes latinos y
sucias gabarras carboneras; toda una abigarrada y enorme actividad pasa por las
estrofas rotundas de la parte del libro denominada Los puertos, los mares y los
hombres de mar. Y es esta la más importante de todas, por la novedad e
intensidad con que ha contemplado su autor ese universo complejo y pintoresco,
todavía sin aprovechar en la nueva poesía castellana. Fernando Fortún (1908)
119 Al coleccionar Tomás Morales sus poesías ha realizado, indudablemente,
sus pensamientos, que debe agradecer la literatura canaria. Reúnense así, en
un solo haz, los restos esparcidos de una rica imaginación, o se ofrecen, en
conjunto, las concepciones de un filósofo frío y de un pensador, artista de
la palabra, que sin exceder jamás las cultas formas, aprisiona la idea en
moldes de la métrica y de la belleza. Pedro E. Schwartz (1908) He aquí un
poeta, un alto y verdadero poeta, en quien sin ser tan hiperbólico como el
maestro Rueda quiero saludar a uno de los futuros, de los que quedaran.
Viene de la España lejana, del otro lado del mar, y, hecho a las borrascas, a
las amplias extensiones, su voz es grito y su léxico de palabras sonoras y
rotundas. Y aquí, precisamente en lo que constituye la última parte de su
obra y que debía constituir no sólo la primera, sino la única está su
verdadero trono de poeta. Sé decirte, lector, que leyendo, releyendo estos
Poemas del Mar, he sentido escalofríos de entusiasmo y toda un ansia viajera
que me ha empujado al ensueño de los dos azules rotos por los desgarrones
blancos de las velas a contra horizonte. En esos sonetos fuertes, musculosos,
férreos, de una intensa palpitación orquestal y pictórica, hay una emoción
nueva, un nuevo camino de belleza, por el cual sólo debe transitar este Tomás
Morales, rudo y bravo como un marinero, que allá lejos, en una playa ignorada,
al sestear bajo árboles sin nombre y entre pájaros brillantes y augustos como
enormes joyas, sintió la extraña nostalgia del amor y de la gloria, y
cometió el grácil embuste de encaretar por un solo momento la melancolía, la
desbordada pasión de su alma. José Francés (1908) 120 Hay en los Poemas
de la Gloria, del Amor y del Mar unas páginas, las primeras, dedicadas en
parte a los recuerdos de la niñez. Son juveniles, espontáneas, emocionantes.
Tienen fragancias de primavera y hechicero sabor de ensueño. Ante la dulzura
de alguna de estas composiciones se siente el corazón anegado de una como
ternura infantil inexplicable, semejante a esa emoción profunda y religiosa
que nos hace recoger en nosotros mismos cuando, lejos del bullicio de la
ciudad, al anochecer, la campana de una iglesia de aldea vierte al toque de
oración, sobre los campos verdes, el dejo de su melancolía, espíritu del
misterio del crepúsculo. Manuel Macías Casanova (1908) Por la puerta grande
de la lírica hispana ha entrado un nuevo nombre canario: Tomás Morales.
¡Rebase por ello de entusiasmo, y exteriorícese en todas las formas del
homenaje nuestro orgullo regional! Al joven poeta le ha bastado la publicación
de sus Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar para que ya se le tenga, no por
una esperanza, sino por una muy sólida realidad. Y hasta sus hermanos de arte,
que con honrosas excepciones suelen ser a los que más trabajo les cuesta
reconocer esas cosas, así lo han proclamado públicamente. Adolfo Febles Mora
(1908) Los poemas del Amor y de la Gloria que forman a la cabeza del tomo son
bellos, muy bellos, pero no llegan ni con mucho a los poemas del Mar, que es
donde Tomás Morales derrocha las excelencias de su tesoro lírico. Nadie como
él, de la manera que él, ha cantado de las visiones marinas, porque, si
ciertamente conocemos muchas odas Al mar, no conocemos, sin embargo, quién
haya escrito tan primorosamente versos de los puertos, los muelles y las gentes
del mar. Todo elogio que de estos poemas pueda hacerse resulta incoloro o
pálido ante la realidad si ustedes quieren. Hay que leerlos. Julio Acha (1908)
121 Lo mejor del libro, lo más completo, aquello en que menos se notan
influencias y vacilaciones, es la parte titulada Poemas del Mar, una serie de
sonetos que sin temor pueden llamarse magníficos. Un gran amor por el mar y
por las gentes que sobre él viven inspira estas composiciones, varoniles,
nobles, de una bella exaltación en ocasiones, en otras de simpática y sobria
sentimentalidad. El Sr. Morales posee en grado notabilísimo la facultad de
evocar con muy sencillas frases todo un paisaje. Y es porque, huyendo de la
descripción, se limita a recordar aquello que de su pasada visión le parece
más característico, más saliente. Fantasio (1908) El alma canaria no tiene
que esforzarse para gustar la belleza de estas estrofas, que son insuperables.
Fray Lesco (1908) 122