MI PERSONAJE JUANITA, poco antes de morir en su más sola soledad, me confesó casi en susurro y entre los cachivaches que la rodeaban en su casa misteriosa y abandonada del pueblo “que le gustaría plantar raíces secas para que salieran mariposas”. Hoy, muchos años después, como a ella, a mí, en el más absoluto desencanto de un mundo en crisis moral y ante el caso de una Torre de Babel contemporánea, a mí como a ella me gustaría plantar semillas de Drago para que nacieran bellos objetos. Me situaría en un espacio neutro, sentado en uno de mis sillonesmuerte esperando que germinara el pequeño grano naranja plantado. Y sin saber cómo ni por qué, la superficie donde nacería el fruto sería perfectamente en forma de isla. Cómodo y en meditación, sentado en mis Tronos Mortuorios, leería un libro de arena borgesiano, donde toda la sabiduría botánica de un Paraíso exótico haría realidad el sueño de tener un Jardín que nunca tuve. Matar mi frustración de no poseer un huerto, si no paradisíaco, humilde pero verde, recóndito lugar para soñar el sueño de una fantasía vegetal donde habita ran seres de todo el planeta fascinados por aquellos objetos diferentes. El Mar siempre rodeándonos estaría lejos, hasta que nos sorprendiera ofreciéndonos una embarcación lluliana con un cortejo de siurells vivientes de distintos tamaños. Convertirían la nave en un jardín flotante de albos peregrinos moteados de rojo y verde fluorescentes. El personaje protector, el visionario de esta historia se llamaría Bernardo Las semillas del Drago, por Pepe Dámaso Drago por JOSÉ DÁMASO, 2009 79 Dragos por JOSÉ DÁMASO, 2009 Quetglas, lúcido mecenas que encontró certero el centro de la isla para que el embrión dormido naciera en el preciso instante deseado. Desde el sillóncalaverablancaDámasoniño ví extasiado el crujir de la tierra roja seca que se estremecía ofreciendo feliz el parto, dando a luz criaturas tan bellas como soñadas en este jardín, dispuesto a encantarnos con la más estricta armonía del diseño. Me guió en aquel ámbito nuevo, recién nacido, como a un Tobías ciego, un arcángel con alas transparentes, para que, cómo en un milagro, todo se realizase a la perfección y sin tiempo posible. Como un mago delineaba las sombras, perfilaba el volumen, dominaba el meollo de la materia inerte ¡Asombraba! Miguel Rubí dejó sus alas y me soltó la mano. Me dejó en el pavimento verdoso modelado, troncos tendidos de dragos que marcarían la senda desde donde contemplar las formas ideales, brotando ansiosas por ocupar el definitivo hábitat ajardinado. ¡Qué alegría! Ver poco a poco cómo surgía aquel cobijo escultural con un entusiasmo que era el mío propio, pergeñado años antes presin tiendo este parto entre el hierro y la tierra, el árbol y la vida, el arte y la muerte. Otro empujón generoso del genial y sensible conductor de cultura, de Camarada ingenioso, hizo que Joan Guaita me lanzara al vacío con vértigo de futuro ante lo nuevo y eterno entregándome las llaves del jardín encantado. 80 Cicerone sutil y refinado me abrió las puertas donde el umbral sagrado lo cuidan dos guardianes entre la huella oriental cúpulas de Babilonia sin colgantes ni guirnaldas dos dragosmuertes soñadores de piedras cárcel de cráneos que vigilan el pórtico hierro que dibuja la sombra inhabitada. Todo conduce hasta el recortado arco con el verde perfil de la rama sagrada. Desde allí, desde su presencia altiva que lo controla todo se divisa un horizonte en contra y el laberinto abierto de formas desnudas. No es necesario que las hojas y el tronco iluminen el surco arado desde siempre. Cada pieza plantada revienta en hierro o piedra esculpido en retoños. Es de acero la respuesta convertida en celosía gris plateada de sombra. ¿Y el árbol, dónde está el árbol? ¿dónde el jardín presentido? Manzana bronceada sin corteza, mordida yace. Copa triturada que se levanta airosa. Un astro cobija y trenza el ramaje que apenas se desliza rastro de la reja que se acumula y se transmuta en ala de libélula en hoja de matiz sin miembros. ¿De qué es la raíz oculta? El plano de cal dibujado no acuerda con la palabra rota: jardín… ni alamedas heridas ni bancos sin barandas ni siniestras balaustradas que repiten el eco. El estanque sin fondo sí refleja la nada. Los cisnes resaltan por su ausencia y no hay quien llore en las columnas del quiosco adormecido. La Música es lo único que pervive con sus notas en la tumba dormida en el hoy ajardinado y floreciente reverbera el resplandor del árbol sin hojas ni raíces. Sólo presencia estética consumida en sí misma. Es placer advertir como en milenios el dragón dormido se despierta en mis brazos crece amamantando sin leche con viruta y estiércol de pecho sin pezones. Su sangre curativa es resina que gotea por el roto del cortén. Agujero infinito que impacta en lo vegetal de nuesta muerte. Transfigurado el drago por donde hacemos la visita es armonía que rezuma belleza ensimismada. 81 Drago por JOSÉ DÁMASO, 2009 Volando sobre un pez con pesas en la cola y expulsando un gato rabioso por el pico, me contempla mi amigo Pedro Serra a través de sus gafas con moldura de tortuga milenaria. Me protege con ternura de tanto desafuero en el mundo del arte y se oculta tras el drago de Jerónimo el Bosco en la tabla izquierda del tríptico del Museo del Prado. 27 de noviembre de 2008 82