MJONATHAN ALLEN Universidad de Las Palmas de Gran Canaria itos y héroes revisados itos y héroes revisados • La tradición clásica en los poetas canarios del Grupo de los Noventa: PAULA NOGALES, PEDRO FLORES, TINA SUÁREZ, FEDERICO J. SILVA. GREGORIO RODRÍGUEZ HERRERA. Valencia: Advana Vieja, 2008. ISBN 978-84-96846-21-0. LA MITOLOGIZACIÓN O LO NEOMITOLÓGICO es un factor histórico de las letras canarias desde sus primeras épocas (Cairasco), durante las precarias luces del dieciocho (Vizconde de Buen Paso, Tomás de Iriarte), en las culturas varias del diecinueve (Manuel Verdugo), a lo largo del veinte y ahora en los inicios del tercer milenio. De la mano segura del profesor Rodríguez Herrera (experto en mitología y neomitología europea) asistimos a un curioso fenómeno generacional y epocal, el florecimiento de una nueva cultura neomitológica poética que se manifiesta en la obra de los llamados “Poetas del Milenio” o Grupo de los Noventa. Paula Nogales, Pedro Flores, Tina Suárez y Federico J. Silva conversan dura y desencantadamente en su poesía con el imaginario clásico. Platican, y esto es lo sorprendente (hecho que Gregorio Rodríguez subraya en el prólogo), “grupal”, gremialmente, con poetas griegos y romanos, desde el patriarca Homero hasta los poetas del Imperio. Incorporan a la más desinhibida actualidad del deseo a dioses y héroes, figuras alegóricas de Ovidio e iconos eróticos de Catulo, con una fluidez textual (una fluidez metatextual en realidad), que establece nuevos y bienvenidos territorios literarios. Fascinante situación pues cons 96 tituyendo una vanguardia clasicista o “clasicizante”, son quizás los últimos canarios en recibir tal formación clásica universitaria. La generación de Tomás Morales, aquellos creadores nacidos en la última década del diecinueve (generación de 1885-1900), asimilaron e incorporaron a su obra el imaginario grecorromano. Tomás Morales refunda y recrea clásicamente el archipiélago canario mediante un amplio despliegue de referencias clásicas extensamente elaboradas, hasta el punto que su escritura poética deviene un complejo diálogo intertextual. Asimismo su amigo Néstor Martín Fernández de la Torre recicló la undécima tarea de Hércules, poblando el valle de las Hésperides con Sátiros lascivos. Sin duda respondían y actuaban en el ámbito recibido del simbolismo, pero lo hacían en el contexto de una profunda renovación estética y conceptual del arte y las letras locales, borrando la larga estela del posromanticismo y el realismo narrativo del diecinueve. Esas relecturas y actualizaciones clásicas mantenían la integridad y esencia mitológicas. Se fluidificaba y diversificaba escenarios o se expandían temáticamente. La intertextualidad clásica que signa los poemarios del Grupo de los 90 surge de una reacción y pensamiento radicalmente distinto. Sin destruir el símbolo, estos poetas reconstruyen mitos y leyendas, subvierten conductas y someten héroes y diosas al desasosiego existencialista, al hastío idealista, quizás incluso al “fin de la historia”. El profesor Rodríguez peina la producción poética de estos aún jóvenes creadores en función de referencias, usos y combinaciones directas e indirectas. No es por eso su análisis un mero listado funcional de recursos retóricos ni una aburrida nomenclatura de fuentes y figuras textuales. La filiación clásica se tamiza por el filtro del clacisismo indirecto. Así lo clásico entrevisto y retomado en la literatura del Siglo de Oro español enriquece la perspectiva. El estudio de las fuentes es por tanto menos importante que la proyección de su transformación y el rastreo de la dialéctica intertextual, que en algunos casos se manifiesta velada y subtextualmente. La Odisea, Ulises y Penélope se reescriben antitéticos e irónicos en los versos de Pedro Flores. La grandeza del héroe y sus inamovibles certezas mudan en confesiones de incertidumbre, en desfallecimiento y crisis continua, tal como sucede en el poema “Carta a Penélope”: Te escribo, Penélope, a orillas de la espera, hacia no sé que lugar del mar tejiendo escenas de regresos en la desangelada urdidumbre de la impaciencia. La admisión del fracaso, lo abierto e inconcluso de la odisea, la desilusión, ponen en jaque toda fidelidad y espera, el fin en sí del largo viaje salvador: Sin más me despido; vuélvete a tu odisea que yo me vuelvo a mi trama, y aunque desde el día de tu marcha no he encontrado el hilo, cómo no, tejiendo te aguardo Desolador y trágico es el envés que Paula Nogales muestra de las heroínas en “A la sombra de Dafne”: Bajo el azul sin tacha del cielo eterno mirad la sombra estéril de Dafne, como un fantasma tendido sobre la mala yerba La subversión, lúdica o agresiva, cobra magnitud en la obra de Tina Suárez, donde irreverencia, deconstrucción y reivindicación tensionan el tono intertextual, lesbia, la vilipendiada esposa de “Mi nombre es Clodia”, reajusta las cuentas y cuestiona el juicio falocéntrico de su imagen: de la halitosis de tus besos de tu caspa testicular del hedor de los altos sentimientos que por el nalgatorium expedías no diste testimonio alguno ¿cómo no arremeter contra fides ante tanta adversidad? Y sin embargo hoy a ti te acompañan los manes a mí me persiguen los lemures Su conclusión es lapidaria: AVE ET VALE CATULO QUE TE ZURZAN La penetración metatextual y la imbricación motívica del universo literario clásico alcanzan su cenit en la poesía que más los embosca o que lo cita menos explícitamente. Es el caso de Federico J. Silva. Dice el autor: “…Fedérico J. Silva no puede entenderse sin atender a su diálogo constante con la tradición clásica. Una tradición que se imbrica con la realidad hasta pasar desapercibida en unos casos o que se evidencia para así mostrarse más crítica o irónica ante la realidad actual en otros. Sus textos establecen permanentemente relaciones intragenéricas con la literatura latina-epigrama, epístola o elegía erótica- y además, presentan reescrituras novedosas de los tópicos y motivos amatorios clásicos, ya sea invirtiéndolos o variándolos. Asimismo, la tradición clásica se ha plegado a la evolución de su universo poético, de manera que la reescritura de los tópicos también ha variado y evolucionado con el conjunto de su poesía”. Esta estrecha e intensa relación, no se puede resumir fácilmente. La herencia, el aura clásica, sigue intacta a pesar de la múltiple y cruel adaptación. El poema “Carta a un joven poeta” evidencia esta ambivalencia moral, epístola íntima al vate imperecedero que capea las miserias de su tiempo, sea cual sea, trasunto del pathos romántico y del materialismo capitalista: yo te celebro tú serás inmortal mientras vivas cancela los alquileres y a escribir qué son tres días Silva acierta en la rotundez rapera de sus versos, en la ultra síntesis lingüística del lenguaje grafitero, erótica callejera e intemporal. Juerga del decadente Imperio o greguería popular del desorbitado y sexualizado presente. Para ejemplo y punto final este poema: UN OBJETO SEXUAL Me mandaba a callar —come y calla— entre sus muslos sólo te soporto me repetía cuando te tengo debajo o con la boca llena me gustas cuando callas —bilingüísmo de las ingles— y estás como