Sillas, de José María Millares Sall por Eduardo González Ascanio illas, de José María Millares Sall por Eduardo González Ascanio Cubierta de Sillas. 2ª ed. (2011), por JOSÉ MARÍA MILLARES SALL. • Sillas. Segunda edición. MILLARES SALL, José María. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria, 2011. ISBN: 978-84-8103-622-0. ELAÑO 1999, AÑO EN QUE APARECE ESTE POEMARIO, Sillas, parece ser un tiempo de inflexión en la obra de José María Millares. Dicen las reseñas sobre él que a partir del 2000 nuestro autor da un giro hacia una poesía de corte más existencial. Tal vez. Dejo esos juicios a los estudiosos de su obra. Yo, que lo leí ocasionalmente y sin ánimo de estudiarlo, sí llegué a apreciar que José María Millares avanzaba en su palabra poética hacia una condensación expresiva, de máximo rigor estilístico, como evolución propia de quien tenía ya a sus espaldas otros diecinueve libros de poemas, después de haber experimentado, de haberse sometido de modo autodidacta al aprendizaje de las formas tradicionales, después de haber deslumbrado y producido conmoción con los solemnes versículos del inolvidable Liverpool. Sin ese bagaje —pienso— tampoco habría sido posible este libro con el que ganó el Premio de Poesía Tomás Morales en 1998, un libro irónico, juguetón, tierno, que nos lleva de una página a otra en manos de una aparente, solo aparente, facilidad, la que se puede permitir el maestro que reserva para él toda la complejidad, justo para hacerle el camino al lector lo más raso posible. Aproximadamente un centenar de sillas se suceden, poema tras poema, en el libro que hoy nos convoca. Abar 118 can la pobreza y la opulencia, la vejez, la infancia, el amor, la espera, la soledad, la violencia o el cinismo… Son las sillas del poder que niega o concede, la de la timidez de quien solicita un anticipo, las sillas de los mítines políticos, las de los jurados literarios, la de quien vela a los pies de una cama mortuoria, la temible silla del dentista, las de quienes se saben deseados o las de quienes no esperan nada, por más que desesperen… Si se extendieran todas a lo largo de un solo cuadro, tenderían a componer uno de esos murales donde la Historia y la Sociedad se dan cita, porque estas sillas, “solo sillas”, como advierte uno de los primeros poemas, adquieren las trazas, la compostura y los hábitos de sus dueños. Cuando los leí por primera vez, me cautivó esa capacidad de agotar casi las variaciones de un mismo asunto, abordar tal variedad de asientos, teniendo para cada cual un acierto de lenguaje evocador y conciso; haciéndolo, además, a partir de un patrón formal invariable. Son poemas breves, repletos de sugerencias indirectas, ajenos a todo patetismo, dotados de una reposada cadencia en sus versos que hacia el final de cada poema, invariablemente, se dividen en dos más pequeños, quebrando el ritmo: uno penúltimo que advierte y produce suspensión, y el último que acentúa o que remata el poema (“Silla de balancín”: En ella se acunaba, hasta dormir / la luz que se mecía en los labios del sueño, / cantando hasta caerse de la nube / vencido / el arrorró). Con esos mimbres formales, escuetos, rabiosamente fijos, se evoca en cada ocasión algo así como el aire de las viejas postales con filigrana modernista (“Silla de jardín”: La dama entró despacio hasta dejar / su mano en la blancura del aroma / envolviendo de lluvia los labios de una flor...), el exacto laconismo fotográfico o la caricatura y la sorna costumbrista (“Silla de sala de espera”: Espera, desespera, la llenan de revistas / de nupciales enredos, de ilustrísimas trampas, / sucias habladurías, de alcobas o de oscuros personajes, de cuernos y de abortos, cuando surge / la voz liberadora:… ¡La siguiente, que pase! En este libro de pequeñas estampas literarias, se hace un recorrido por la condición humana con un fresco vital 119 minucioso y prolijo, obra de la maestría precisa y sabia de un maestro del lenguaje, empecinado artista y poeta, hecho al trabajo sistemático, casi constante, y curtido en los esfuerzos de agotar todas las variaciones de un posible asunto. Tiempo después de Sillas, daría a la imprenta sus Paremias, versos conformados como trazos pictóricos a partir de una personalísima conformación del haiku. Yo, particularmente, recuerdo de la época de la primera publicación de Sillas, las series prolijas de obispos que el autor dibujaba y mostraba a las visitas, obispos todos siniestros, mal encarados y crueles que pudieron ser siempre el mismo obispo, pero que José María lograba diversificar en multitud, o negros monstruos peludos, de cabeza hirsuta como erizos con ojos que se replicaban también pero diferenciándose unos de otros, así como las sillas del centenar de Sillas cuya lectura vuelvo a recordar cuando releo este libro, y que esperan ser de nuevo divulgadas y leídas. [Texto de Eduardo González Ascanio leído en la Casa-Museo Tomás Morales el pasado 15 de abril de 2011 con motivo de la presentación de la 2ª edición del poemario Sillas de José María Millares Sall.] 120