Le concert por Mariano Andreu por JONATHAN ALLEN • Le concert (1934). Mariano Andreu. Litografía (12/50). 56,5 x 76 cm Firmada y fechada en ángulo inferior izquierdo. “Mariano Andreu. 34”. MARIANO ANDREU ESTANY fue un polifacético creador cuyos orígenes estéticos se remontan al pos-simbolismo y al modernismo hispano. Tras recibir una enseñanza inicial en la Escuela de Francesc Galí, Andreu amigó con Néstor y entró en contacto con los artistas que conformaron el círculo de “Los decadentes”, efímero grupúsculo (Laura Albéniz, Ismael Smith i Mari, Néstor). La impronta nestoriana llega al punto de que Andreu remeda y explora la estética de El poema del Atlántico en versiones propias, dando lugar a una serie de litografías. El exacerbamiento de las líneas nestorianas lo sitúan entonces en las postrimerías del simbolismo, pero a partir de 1920 su imagen evoluciona hacia el déco. Esta litografía numerada (en una tirada de 50) muestra una de las composiciones recurrentes que jalonarán 162 los distintos periodos del creador. El concierto de cámara en salón, con tres o cuatro intérpretes, surge a principios de los años 20 en los dibujos que acusan ya la traslación al noucentisme (Les musiciens, 1923) y es quizás su leitmotiv principal: la música y su interpretación. A finales de la década de 1930, los conciertos a puerta cerrada salen al exterior y se transforman en escenas fantásticas en las que arlequines y otros personajes sostienen cellos y contrabajos. En 1940 su óleo Composición surreal (34,9 x 48,3 cm), despoja a los músicos de sus ropas para ofrecernos un exultante concierto neo-pagano (con caniche incluido), aludiendo quizás al nuevo desnudo en la pintura catalana de posguerra (Sunyer). Andreu prefigura en estas obras la deriva final de su destino artístico, que es la escenografía, en función de la cual posee actualmente un espacio expositivo estable (Museo de Arte Escénico, Parque Güell, Barcelona). Realizó notables escenografías (para el Odysseus de Jacques Offenbach en Munich, para el ballet de Montecarlo, con Ernesto Halffter en su Sonatina), alcanzando en el arte escénico el estatus y reconocimiento que se le negó a su obra pictórica y litográfica. Este “concert” de 1934 (un año después de su individual en la Sala Parés), articula la imagen en un recorrido dinámico- circular, alterando los planos interiores de tal modo que el piano se eleva hacia un extremo. La línea nerviosa del dibujo se atenúa para ceder protagonismo a una volumetría más plena y rítmica. La música vibra alegóricamente en la ritmicidad visual que une cuerpos a instrumentos (el sinuoso cello, la tapa ondulante del piano, la mesa curva, las partituras enrolladas). El artista opta por representar la interpretación en un momento de descanso, mientras la violonchelista acaricia al simpático caniche melómano, y la pianista habla con el violinista y otra señorita al lado de éste, representando así la música en la inminencia del sonido. 163