43

“Cuanto mejor conozcamos al primer Juan Gris,

mejor seremos capaces de entender

sobre qué bases se asienta una [su] obra de madurez”.

JUAN MANUEL BONET, “Juan Gris antes de Juan Gris”

PREFACIO

LAS BLANCAS MANOS ANÓNIMAS que tocan a Nocturno, por

fin tienen dueña. Juan Gris quiso acabar de darle cuerpo a

esas dos almas que suaves, deslizan sus dedos sobre las

teclas del piano. Una extraña melodía se enfría tras los ventanales

y se extingue en los oídos del cielo, recortado por

las nubes que ocultan el resplandor lunar. Es una noche

azul. Las flores de los jarrones art nouveau nos dejarán

siempre con esa sonata, con esa melodía, esa música, la

sensación fría del amor. La mujer del piano, erguida y concentrada.

Francisco Villaespesa, el poeta de cuyo nombre

es titular esta marca, descubrió el placer del dibujo haciendo

que Juan Gris evocara en su presencia, el dulce encuentro

de ese acto íntimo en la consagración de este exlibris.

Dulce momento para mí también, como investigador, este

encuentro fortuito, entre un millar de exlibris. El azar

siempre impone sus reglas, pero hay que estar abierto a él,

para no dejarlo escapar.

Poder dar a conocer una obra inédita de Juan Gris y con

las características de este exlibris, es un hallazgo importante

para el conocimiento de la trayectoria de nuestro pintor

y de sus primeros pasos en la ilustración de revistas, libros

y exlibris. Es de señalar también, la importancia que tiene

el hecho de ser un exlibris auténtico, es decir, una estampa

J AITOR QUINEY

Biblioteca de Catalunya

uan Gris, un exlibris desconocido

para Francisco Villaespesa

1 BONET, Juan Manuel: “Juan Gris

antes de Juan Gris”, ABC Cultural,

Madrid, 10 de julio de 1999, p. 32-33.

2 GONZÁLEZ, Ana: “Juan Gris, inédito”,

ABC Cultural, Madrid, 10 de

julio de 1999, p. 29-31.

de pequeñas dimensiones, impresa, donde figura un dibujo

alusivo al propietario, de carácter simbólico o alegórico,

y que se suele enganchar en las guardas de los libros para

marcar su propiedad. Y que muchas veces se utiliza para el

intercambio.

Este hecho, de suma importancia, nos dará un motivo

más de reflexión sobre el uso y forma de los exlibris posteriores

que hizo Juan Gris para, por ejemplo, el poeta Dorio

de Gádex, y también para establecer los errores en los que

siempre, los que se han ocupado sobre este tema, se han

empeñado en perpetuar. Del análisis del exlibris y de su simbología,

nos ocuparemos en las siguientes líneas.

LOS COMIENZOS DE JUAN GRIS COMO DIBUJANTE, 1904-1906

A partir de los descubrimientos por parte de Juan

Manuel Bonet, de los dibujos de Juan Gris para la revista

Papel Estraza (1904) y Renacimiento Latino (1905)1, de los

hallazgos de Ana González2 y de la ordenación sistemática

44

Juan Gris.

Ex-libris Villaespesa

(ca. 1905).

Col. Marià Castells.

Arxiu Històric Fidel Fita.

Arenys de Mar.

{Reproducción a tamaño

original}.

de sus primeros dibujos por parte de Raymond Bachollet,3

parece que por fin hay consenso entre los historiadores en

el conocimiento de la primera obra —que fue gráfica—, de

Juan Gris.

José Victoriano González nace en Madrid en 1887, en

el seno de una familia algo desestructurada y económicamente

no muy resuelta. En 1902 entra en la Escuela de

Artes y Oficios, y aunque las informaciones que existen al

respecto son muy vagas, parece ser que su formación fue

la del dibujo y sobre los oficios del libro más que una formación

pictórica. Como para muchos artistas de su época,

las revistas ilustradas fueron las primeras plataformas

donde darse a conocer y José Victoriano lo hizo en 1904,

para la revista literaria Papel de Estraza donde usó, por primera

vez, el nombre artístico de Juan Gris, a los 17 años.

Estos dibujos, hechos para ilustrar textos de Camilo Bargiela,

Ramón Godoy, Enrique Ayuso y Ramón Asensio, inauguran

su primera etapa que podríamos denominar poético

literaria, ya que a continuación, en 1905, entre abril y mayo,

publica una treintena de ilustraciones para la revista Renacimiento

Latino, dirigida por Francisco Villaespesa, el propietario

del exlibris que nos ocupa, y por Abel Botelho.

Para el número 10 de esta misma revista Moralia, publiqué

un breve artículo sobre una de las viñetas que Juan Gris

hizo en esta revista, para un poema de Tomás Morales, y

45

3 BACHOLLET, Raymond: Juan Gris,

dibujante de prensa de Madrid a Montmartre,

catálogo razonado, 1904-1912,

Madrid, 2003, Ediciones El Viso. Y:

Bachollet, Raymond, Juan Gris,

il·lustrador 1904-1912. Col·lecció Emilio

Ferré, Fundació Caixa Girona,

Centre Cultural Caixa de Girona,

Girona, 2009. [Catálogo de exposición].

Juan Gris. Autorretrato.

Publicado en el Calendario

de la revista Papitu de 1911.

Barcelona.

Mujer al piano de la revista

Deutsche Kunst und

Dekoration, Vol. 7,

Octubre 1900 - Marzo 1901.

4 QUINEY URBIETA, Aitor: “A propósito

de un “Exlibris” de Juan Gris dibujado

para el poeta Tomás Morales

en Renacimiento Latino, 1905

(Una viñeta al gusto de la época)”,

Moralia, nº 10, Revista de Estudios Modernistas,

Moya (Gran Canaria), Casa-

Museo Tomás Morales. Cabildo

de Gran Canaria, 2012, p. 128-133.

donde explico las características del resto de los dibujos,

por lo que me remito a él.4

El hecho de publicar sus primeras obras en dos revistas

literarias, sobre todo en ésta última, que pretendía ser la

promotora de la poesía modernista del momento, es muy

significativo. Muchos de los escritores a los que Juan Gris

ilustró, eran amigos suyos, y de la más expresiva bohemia

como Alejandro Sawa, los Machado o el propio Villaespesa,

y por tanto, el círculo en el que se mueve, será el propicio

para continuar con su obra, ilustrando a la más granada

representación del modernismo, como hizo más tarde,

en 1906, al dibujar la cubierta y las más de setenta viñetas

del libro Alma América. Poemas indo-españoles, de José Santos

Chocano, editado por la Librería General de Victoriano

Suárez. O al dibujar la marca editorial para Pueyo, o ilustrar

las cubiertas de los libros de Francisco Villaespesa, Las

canciones del camino (1906), Alma. Museo. Los cantares (1907)

de Manuel Machado, con un exlibris del autor en la contraportada,

Almas de fuego (1908), de Felipe Sassone, con

otro exlibris del autor, todas ellas, publicaciones salidas de

la editorial Pueyo.

Cuando salieron publicados estos tres libros, Juan Gris

ya se había mal instalado en París, donde seguiría transitando

la vida bohemia y publicando durante años en revistas

ilustradas, hasta que finalmente, dedicado a la pintura en

1913, decide “abandonar un trabajo que detestaba”. En

total, más de 650 dibujos y viñetas tipográficas para 22

publicaciones periódicas, 9 españolas y 13 francesas. Un

número nada despreciable.

A propósito de los comienzos de Gris y los exlibris,

Ramón Gómez de la Serna nos dejó escrito:

En esa primera obra de su bohemia, cuando se quiere

lanzar definitivamente a la pintura, no le sonríe lo

más mínimo el porvenir, pues sólo logra colocar algunos

ex libris —inolvidables— para los primeros libros de

Machado y otros poetas que por entonces comienzan a

tener editor.

46

En el afán de dar seguridad a sus hijos, los padres les

habían encaminado hacia la ingeniería, pero eso provoca

en ellos mayor rebeldía en cuanto hay un contratiempo, o

las sirenas del ideal les llaman, y Juan Gris deja la Academia

en que se preparaba y como el servicio militar le

reclama —África está volcánica—, se va a París definitivamente.

[…]. Ya no va a seguir haciendo ex-libris para

el rey de los pobres poetas, para el covachuelista y magnánimo

editor Pueyo, por veinticinco pesetas.5

La bohemia irredenta de Madrid, que quiso traer el

decadentismo parisino, la que reflejó Valle-Inclán en Luces

de Bohemia, tomando como personajes a poetas de cafés,

como Dorio de Gádex o Alejandro Sawa, o los Cornuty, los

Urbano, los Carrere, Bargiela, Villaespesa… y Juan Gris. El

joven Gris al que sólo le dejaron firmar algunos de esos

dibujos, o que tal vez no quiso firmar, porque ya no sólo

estaba en juego la supervivencia más elemental, sino la profesional.

El joven dibujante que quería ser pintor a toda

costa, rodeado de sus jóvenes amigos, poetas muertos de

hambre, tenía aspecto deshilachado y los zapatos más grandes

que sus pies. Por esa época, Juan Gris “vivía en un

amplio y viejo estudio en la calle Martín de los Heros, estudio

compartido con su amigo Echea, el dibujante ilustrador,

donde a menudo nos reunía para enseñarnos sus proyectos

de carteles de convocados concursos publicitarios.

Era un ferviente admirador del arte alemán”, dejó escrito

su amigo, el pintor Daniel Vázquez (Huelva, 1882 - Madrid,

1969)6, que junto con Enrique Echevarría (1884-1956), que

firmaba sus dibujos como Echea, el checo Georges Kars

(Kralupy, Praga, 1882 - Ginebra, 1945) y el alemán Willi

Geiger (Landshut, 1878 - Munich, 1971), sus amigos pintores,

Gris pasaba los incipientes días de sus primeras publicaciones.

Poetas y pintores. Gracias a Geiger, conoció las

revistas alemanas Jugend y Simplicissimus y los primeros exlibris

de este artista alemán, que datan de 1902-1903, y que

tanto le influyeron. Bajo estas estrellas azules nació el primer

Gris.

5 GÓMEZ DE LA SERNA, Ramón: Nuevos

retratos contemporáneos y Otros retratos,

Madrid: Aguilar, 1990, p. 625-

626.

6 VÁZQUEZ, Daniel: “Juan Gris y

nuestra vieja amistad”, ABC, 27 de

septiembre de 1966, p. 27.

47

Juan Gris. L’Assiette au

Beurre, núm. 426,

29.5.1909.

Dedicado a Echea.

El personaje de la izquierda

es un autorretrato.

EL EXLIBRIS DE JUAN GRIS PARA VILLAESPESA.

El dibujo de Juan Gris para este exlibris, dibujo que

más abajo analizaré con detalle, puede datarse aproximadamente

en 1905 (este dato también será analizado) y por

tanto es contemporáneo de las viñetas que hizo para Renacimiento

Latino y, sobre todo, de la viñeta que hizo para firmar

los sonetos Nocturno y Los sonetos a la hermana, del propio

Villaespesa, y que se relaciona directamente con el exlibris,

cuyas medidas son de 90 x 107 mm. El dibujo representa

el momento en que una joven de aspecto déco, interpreta

al piano una melodía, un momento íntimo e inspirador,

donde las manos blancas atraen la atención junto al

fondo que aparece tras los ventanales, en una noche,

podríamos decir, azul, como paradigma del color simbolista

por excelencia, de cuyos tonos, el poeta Villaespesa hizo

uso en numerosos poemas. El nombre del propietario de la

marca a la derecha, como le gustaba a Gris dividir los nombres,

por sílabas: “VI-/ LLA-/ ES-/ PE-/ SA/.” Debajo, “EXLIBRIS”.

A la izquierda, una de las primera firmas de

“JUAN/ GRIS”.

El estilo del dibujo ya preconiza las formas geométricas

futuras del pintor cubista —así lo podemos ver—, pero también

son las formas que algunos artistas de su época dieron

a sus ilustraciones, tanto en revistas extranjeras como españolas

y catalanas, que Gris conoció. Hablo, por ejemplo, de

la revista L’Esquella de la Torratxa, donde el propio Gris años

más tardes colaboraría. Y dentro de ella, me refiero a algunos

dibujos de “Yda”, pseudónimo de Pere Ynglada Sallent

(Santiago de Cuba, 1881 - Barcelona, 1958), que vivió

muchos años en París. Pero sobre todo, me refiero a los de

Josep Robert Picariu (Barcelona, 1870-1940), que ilustró

muchas revistas barcelonesas de finales del siglo XIX y de

principios del siglo XX y que Gris seguiría. El estilo de

Robert, dentro de la caricatura, es de un grafismo muy simple

y lineal y sus personajes femeninos, aunque representan

mujeres de Barcelona, son muy parisinos, como la figura

de Gris para el exlibris. Otro a los que tuvo cerca, geográfica

aunque no tanto estilísticamente, fue a Eulogio

48

J. Robert.

Moneda que no corre,

reproducción.

L’Esquella de la Torratxa,

Almanach de 1906, p. 122.

Autor desconocido.

Retrato de Francisco

Villaespesa

Varela (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1868 - Madrid,

1955), que presumiblemente pudo ser amigo personal de

Gris, y asiduo colaborador de Blanco y Negro, revista para la

que ilustró muchas portadas con su estilo cercano al simbolismo

y modernismo, además de ser un referente exlibrista.

En 1906, Gris comenzaría a publicar también en Blanco

y Negro.

De las revistas extranjeras que Gris conocía perfectamente,

recibió ciertas influencias de Bruno Paul (Sajonia,

1874-1968), como indica su amigo Daniel Vazquez,7 que

ilustró para Jugend y Simplicissimus entre otras, y de Olaf

Gulbransson (Oslo, 1873 - Tegernsee, Alemania, 1958),

que ilustró numerosas revistas noruegas antes de trasladarse

en 1902 a Múnich e ilustrar para Simplicissimus. Estas

revistas alemanas, ya lo hemos dicho, se las dio a conocer

Willi Geiger en 1903, pintor alemán que por entonces

vivía en Madrid, y que por esa época comenzó a diseñar

exlibris.

LA MUJER DE LAS MANOS DUCALES

Pero, ¿quién es esa joven avanzada, déco, que toca el piano en

el exlibris del poeta y bajo el pelaje de su “Nocturno”, en la revista

Renacimiento Latino? ¿Son las mismas manos, las de la viñeta y

las del exlibris o pertenecen a dos mujeres distintas?

49

Juan Gris.

La conquista del pan, 1ª.

Blanco y Negro, núm. 803,

22.9.1906. Original.

Col. ABC.

Renacimiento Latino, Año I,

núm. 1, abril de 1905.

Página con la viñeta de

Juan Gris para Francisco

Villaespesa.

7 VÁZQUEZ, Daniel: “Juan Gris o la

creciente vocación”, ABC, 5 de mayo

de 1957, p. 6.

8 DÍAZ ALONSO, José Francisco:

Francisco Villaespesa. Retrato de un poeta

inquieto. Almería: Instituto de Estudios

Almerienses, 2012, p. 20-21.

9 Díaz Alonso se refiere al artículo

de Emilio Carrere, “Vida y muerte

de poeta”, publicado en ABC,

Madrid: 11-4-1936, p. 3.

10 El poema de Francisco Villaespesa,

“La sombra de las manos”, fue

publicado por primera vez en la revista

Electra, Madrid, 16 de marzo

de 1901, Año I, Núm. 1, p. 8.

Díaz Alonso propone para la viñeta de la revista, que esas

manos pertenecen a la que fuera su mujer, Elisa González

Columbie, fallecida en junio de 1903, a quien conoció en un

encuentro casual con el poeta Manuel Machado, “que iba

acompañado por dos muchachas, se saludan con una abrazo

cordial, y los presenta: “…mi novia…su hermana, Elisa”.

[…]… quien en esta primera conversación le habla de su

piano, de Chopin, de las melancolías románticas. Es posible

que ese recuerdo de Elisa sea el que motive u origine la

siguiente “viñeta” o ilustración dibujada por Juan Gris” 8,

para la firma del poeta en Renacimiento Latino. Esta sugerencia

de Díaz Alonso parte de la “descripción que Emilio

Carrere hace de Elisa: “la de las enfermas manos ducales, la

de las olorosas manos pálidas”. Esas manos tocan un piano

que está junto a una ventana, que da al jardín. Un jardín

que bien podría ser el de la casa de Villaespesa en la calle

Divino Pastor.”9 La propuesta de Díaz Alonso no está lejos

de la verdad, sobre todo, si tenemos en cuenta el poema

entero de Villaespesa titulado “La sombra de las manos”, donde

el poeta le suplica a la dueña de esas enfermas manos ducales,

que “vuelva a suspirar amores / en las teclas olvidadas” y,

más tarde, en otra estrofa, le dice: “¡Abierto te espera el

clave, / y sus teclas empolvadas / aun de tus pálidos dedos

/ las blancas señales guardan!”. Este poema se publicó por

primera vez en 1901, cuando Elisa estaba tocada de muerte,

a causa de una tuberculosis contraída en 1900, y sobrevenida,

como dijimos, en 1903.10 Pero leamos el poema entero:

¡Oh enfermas manos ducales,

olorosas manos blancas!...

¡Qué pena me da miraros,

inmóviles y enlazadas,

entre los mustios jazmines

que cubren la negra caja!

¡Mano de marfil antiguo,

mano de ensueño y nostalgia,

50

hecha con rayos de luna

y palideces de nácar!

¡Vuelve a suspirar amores

en las teclas olvidadas!

¡Oh piadosa mano mística!

Fuiste bálsamo en la llaga

de los leprosos, peinaste

las guedejas desgreñadas

de los pálidos poetas;

acariciaste la barba

florida de los apóstoles

y de viejos patriarcas,

y en las fiestas de la carne,

como una azucena, pálida,

quedaste, en brazos de un beso,

de placer extenuada...

¡Oh manos arrepentidas!

¡Oh manos atormentadas!

¡En vosotras han ardido

los carbones de la Gracia!

¡En vuestros dedos de nieve

soñó amores la esmeralda;

fulguraron los diamantes

como temblorosas lágrimas,

y entreabrieron los rubíes

sus pupilas escarlata!

¡Junto al tálamo florido,

en la noche epitalámica,

temblorosas desatasteis

de una virgen las sandalias!

¡Encendisteis en el templo

los incensarios de plata,

y al pie del altar, inmóviles,

os elevasteis cruzadas

51

como un manojo de lirios

que rezase una plegaria!

¡Oh mano exangüe, dormida

entre flores funerarias!

¡Los ricos trajes de seda,

esperando tu llegada,

envejecen en las sombras

de la alcoba solitaria!

¡En la argéntea rueca, donde

áureos ensueños hilabas,

hoy melancólicas tejen

sus tristezas las arañas!

¡Abierto te espera el clave,

y sus teclas empolvadas

aun de tus pálidos dedos

las blancas señales guardan!

En el jardín, las palomas

están tristes y calladas,

con la cabeza escondida

bajo el candor de las alas...

¡Sobre la tumba, el poeta

inclina la frente pálida,

y sus pupilas vidriosas

en el fondo de la caja

aún abiertas permanecen,

esperando tu llegada!

Blancas sombras, blancas sombras

de aquellas manos tan blancas,

que en las sendas florecidas

de mi juventud lozana

deshojaron la impoluta

margarita de mi alma...

52

¿Por qué oprimía en la noche

como un dogal mi garganta?

¡Blancas manos! ... Azucenas

por mis manos deshojadas...

¿Por qué vuestras finas uñas

en mi corazón se clavan?

¡Oh enfermas manos ducales,

olorosas manos blancas!

¡Qué pena me da miraros

inmóviles y enlazadas,

entre los mustios jazmines

que cubren la negra caja!

Así pues, si esas manos que pintó Juan Gris pertenecían

a la frágil Elisa, ésta ya no toca las teclas de un piano, sino

de un clave. Pero, ¿se avanza el poeta a la misma muerte

cuando ve esas manos enlazadas dentro de la negra caja,

del ataúd? ¿Era éste, un poema dedicado a Elisa? ¿Tenía

Villaespesa un clave o un piano en su casa de Divino Pastor

o es tan sólo una idealización íntima de Villaespesa con la

doliente Elisa? Como vemos, las metáforas siguen sin resolver

el enigma del exlibris.

Juan Manuel Bonet11, antes que Díaz Alonso, también

sugiere si esas manos femeninas no serían las de Elisa que

inmortalizara el soneto de Juan Ramón Jiménez años después

de su muerte, en un libro de Villaespesa In memoriam

(1910), que dedicó a su esposa, y para el que pidió la colaboración

del poeta de Moguer, con su soneto “A Elisa”:

Aún yerra en el jardín de mis quimeras

aquel secreto pálido y arcano,

que sacaba del luto del piano

el pensamiento gris de tus ojeras.

Y esta noche fantástica, tú eras

luna, viento, cristal; tu leve mano

11 BONET, Juan Manuel: “Para la

prehistoria de Tomás Morales (y de

Juan Gris)”, Syntaxis, núm. 12-13,

[1986-87], La Laguna, p. 105-109.

53

12 GULLÓN, Ricardo: Estudios sobre

Juan Ramón Jiménez, Alicante: Biblioteca

Virtual Miguel de Cervantes,

2006. Edición digital a partir de

la edición de Buenos Aires, Losada,

cop. 1960, p. 73-74.

13 DÍAZ, op. not. 1.

estuvo entre las manos de este hermano

de todas las dolientes primaveras.

Mujer, eco de luna y de jazmines,

fija en el hondo azul de mis jardines

esa presencia que a la muerte arrancas.

Tú que nos diste, leve flor de angustia,

bajo el agobio de una fronda mustia,

todo el aroma de rosas blancas.

De Elisa, decía Juan Ramón Jiménez, que «estaba muy

cerca de las princesas del modernismo, que eran las del

simbolismo, las fantasmas del cisne y la estrella. Elisa era

para mí la representación de la femenina dignidad esbelta,

como una encarnación de las heroínas de Poe, de Maeterlinck,

de Rubén Darío».12

Tras las ventanas abiertas de la viñeta donde las manos

tocan a Nocturno, aparece un jardín, el cual, como hemos

visto, Díaz Alonso lo quiere ver como el jardín de la casa de

Villaespesa, “un jardín conventual al que, en ocasiones, se

asomaba Leonor, hermana de Elisa.”13 Efectivamente, la

casa de Villaespesa tenía un balcón que daba a un viejo jardín

y que ha pasado a la antología poética en un verso de

Alma (1902), de Manuel Machado, en el poema dedicado

a Villaespesa, “El jardín gris”:

¡Jardín sin jardinero!

¡Viejo jardín,

viejo jardín sin alma,

jardín muerto! Tus árboles

no agita el viento. En el estanque, el agua

yace podrida. ¡Ni una onda! El pájaro

no se posa en tus ramas.

La verdinegra sombra

de tus hiedras contrasta

con la triste blancura

de tus veredas áridas...

54

¡Jardín, jardín! ¿Qué tienes?

¡Tu soledad es tanta,

que no deja poesía a tu tristeza!

¡Llegando a ti, se muere la mirada!

Cementerio sin tumbas...

Ni una voz, ni recuerdos, ni esperanza.

¡Jardín sin jardinero!

¡Viejo jardín,

viejo jardín sin alma!14

El jardín que se ve tras las ventanas abiertas en el dibujo

sintético de Juan Gris, más bien parece un lejano bosque

que no un jardín abandonado, pero era, según Machado,

un jardín con árboles. Y no vamos a desairar al poeta. La

casa de Villaespesa era un lugar de encuentro de los poetas

más jóvenes en torno a 1900, y no sólo de los poetas, sino

de aquellos artistas como Juan Gris, que frecuentaban «la

más negra, misérrima y pintoresca de las bohemias madrileñas

»15. Su casa, era “la estampa del modernismo poético,

lo que se llamó después, con algo de tópico, la última bohemia…

Aquellas dos hermanas que murieron tan pronto, el

jardín abandonado, nuestra ocasión lírica y nuestra realidad

triste…”, dijo Carrere, otro de los amigos de Villaespesa

y de Gris que habitaron esa bohemia y esa casa.16 Elisa y

su hermana Leonor, muerta también poco después, fueron

musas determinantes del principio de la poesía modernista

madrileña.

Desde junio de 1903 hasta mayo de 1905 en que se

reproduce la viñeta de Juan Gris en Renacimiento Latino, han

pasado dos años. En este tiempo el poeta evoca a su mujer

muerta, pero no se cierra a conocer nuevas amistades

—aunque nunca dejara, sobre todo en los primeros tiempos,

de recurrir a su tristeza por la desaparición de Elisa—.

En 1904, conoce en Mérida, a Carmen Nevado, con la que

quiso casarse sin conseguirlo, debido a la oposición frontal

con su familia. Más tarde, en 1905, inicia relación con

María García Robiou, con quien estaría hasta el final de sus

días. Pero no es de María de quien quiero llamar la aten-

55

14 Este poema, antes de salir en su

libro, fue publicado en la revista

Electra, Madrid, 16 de marzo de

1901, Año I, Núm. 1, p. 8, en su sección

“Los poetas de hoy”, anunciando

la aparición de su libro Estatuas

de sombra, que finalmente fue editado

como segunda parte del libro

Alma, en 1902.

15 GAYA NUÑO, Juan Antonio: Juan

Gris, Barcelona: Ediciones Polígrafa,

1974.

16 CARRERE, Emilio,: “Vida y muerte

de poeta”, publicado en ABC,

Madrid: 11-4-1936, p. 3.

ción, sino sobre la escritora Carmen Nevado. A esta “hermosa

joven que se había dado a conocer en los ambientes

literarios con un cuento aparecido en la Revista de Extremadura”

17, la conoce en casa del poeta Felipe Trigo, a

quien seguirá a Badajoz, sin, como hemos visto, ningún

éxito de poderse casar.

Francisco Villaespesa le dedicó en 1904 su libro Rapsodias18,

con un sentido e íntimo canto, escrito el mes de

agosto en Mérida, probablemente por los días en que la

conoció:

En esas horas íntimas de gran recogimiento,

Cuando escuchamos hasta girar agonizante,

En torno de la lámpara que alumbra vacilante,

Como una mariposa un vago pensamiento.

Cuando en la mano helada de una tristeza inmensa,

El corazón sentimos temblar aprisionado

Con un latir medroso de pájaro asustado

Y el alma está en la pluma, sobre el papel suspensa.

Cuando con el gran silencio nocturno se percibe

El hálito más tenue, el son más fugitivo,

Y se funden en uno los cien ecos dispersos,

Alguien dice a mi oído, con voz muy baja: ¡Escribe!,

Y yo, entonces, llorando y sin saberlo, escribo

Esas cosas tan tristes que algunos llaman versos.

Pero lo que nos interesa, es que Francisco Villaespesa

introduce en Renacimiento Latino un soneto suyo, dedicado

a Nevado y un poema de la escritora, a los que Juan Gris

ilustró: la cabecera para el poema de Villaespesa Los sonetos

a la hermana, dedicado a Carmen Nevado, con unas finas

“JG” a la derecha superior del dibujo y la misma viñeta de

las manos tocando el piano que sirven como su firma; la

cabecera para el texto de Carmen Nevado, Pequeña historia

“Fémina”, con una firma manuscrita “Juan Gris”, y la viñeta

56

17 SIMÓN VIOLA, Manuel: “Las Revistas

en Extremadura, 1975-2000”,

Actas del VIII Congreso de Escritores

Extremeños, Literatura y democracia en

la Extremadura de fin de siglo (1975-

2000), Trujillo, 19 y 20 de febrero

de 2001.

18 VILLAESPESA, Francisco: Rapsodias

(Poesías), Madrid: Imprenta de

Valero Díaz, 1905.

final, en total 4 dibujos, número bien significativo que nos

da una idea de dónde estaban las prioridades emotivas de

Villaespesa en esos momentos.

Que Villaespesa reprodujera la viñeta de su firma para

sus dos sonetos, Nocturno y Los sonetos a la hermana, éste último

dedicado a Carmen Nevado, puede indicarnos que

Villaespesa le diera instrucciones precisas a Juan Gris de lo

que él quería, de una imagen que simbolizara en sus escritos,

su esencia de poeta lírico y elegíaco, lo que nos lleva a

sospechar que esas manos no serían la personificación de

su adorada Elisa sino su propia metaforización.

Y si ahora nos adentramos en el dibujo que Juan Gris

hizo para la cabecera de Los sonetos a la hermana, veremos

que las manos al piano se han traspasado y sólo queda el

gran ventanal, cerrado a la noche iluminada por la luna

que recorta con su luz el mismo bosque (jardín gris).

Si seguimos el discurso de Juan Manuel Bonet —que ya

comenté en mi artículo anterior—,19 sobre el hecho que estas

viñetas “nos permiten valorar el trabajo de metaforización

plástica realizado por el pintor sobre la obra de algunos

poetas y prosistas más importantes de su tiempo”,20 tendremos

que admitir, como hice con la viñeta dibujada por Juan

Gris para Tomás Morales, que la representación en un

mismo soneto de estos dos dibujos, no es aleatoria, sino que

tiene un significado oculto.

Aún más importante para poder hallar otra respuesta a

la personificación del exlibris para Villaespesa, es el dibujo

para la cabecera del texto de Carmen Nevado, Pequeña historia

“Fémina”. En este dibujo, Gris representa a una mujer

joven, delgada, con el pelo recogido en un peinado Art

Nouveau, sentada sobre una silla, —cuya conjunción cuerpo-

silla, tan esquemática, parece preconizar la pregunta

que se planteó Gris años más tarde sobre si las formas

humanas pueden plasmarse en objetos—, y recostada indolente

sobre el escritorio, esperando que venga la inspiración

y le haga tomar la pluma y ponerse a escribir. Sobre el

escritorio: el plumero y el tintero. Esta mujer “moderna”

está totalmente relacionada con la mujer del exlibris para

19 QUINEY, op. cit., nota 4.

20 BONET, op. cit., nota 11.

57

Juan Gris.

Renacimiento Latino, Año I,

núm. 2, mayo de 1905.

Cabecera para

Pequeña historia “Fémina”,

de Carmen Nevado.

Juan Gris.

Renacimiento Latino, Año I,

núm. 2, mayo de 1905.

Cabecera para

Los sonetos a la hermana.

21 BACHOLLET, Raymond: Juan

Gris, dibujante de prensa de Madrid a

Montmartre, catálogo razonado, 1904-

1912, Madrid, Ediciones El Viso,

2003.

22 BACHOLLET, op. cit., p. 508.

Villaespesa, es más, podría ser la misma. A este respecto, he

de decir, que vistas todas las reproducciones de las ilustraciones

de Juan Gris en el excelente catálogo de Bachollet,21

no hay ninguna figura femenina que se parezca más a la del

exlibris que ésta, si exceptuamos muy ligeras semejanzas en

algunas figuras para las revistas ¡Alegria! o L’Indiscret, y sobre

todo en el vestido de la mujer y las transparencias de sus

mangas, del gouache y tinta titulado “Leda con los cisnes”,

cuya fecha, Bachollet la atribuye entre 1906-1907 y, por

tanto, muy próxima, como veremos, a la realización el exlibris.

22 Esta viñeta va firmada como “Juan Gris”.

La viñeta de Gris para la firma de Carmen

Nevado, representa una mujer de largas

manos, muy parecidas a las que tocan el piano

en la viñeta de Villaespesa, que viste un tocado

japonés, lleva su pelo recogido y recoge lirios

del jardín.

Si la figura indolente que encabeza el texto

de Carmen Nevado es tan similar, casi la misma

que la del exlibris, y si las manos de la mujer

con kimono son las mismas manos que tocan el piano,

podríamos llegar a pensar que efectivamente, se trata de la

misma mujer y por tanto que no fuese Elisa sino su nuevo

amor imposible, al que no puede acceder por culpa de las

convenciones sociales y su escasa economía. Entonces, su

soneto “Nocturno” adquiere un nuevo significado: “¡Alma

llena de espantos y de misterios, ora, / arrodillada y triste,

por tu esperanza muerta!”, la esperanza derrotada por no

poder tener a su amada.

Si comparamos su “Nocturno” con la dedicatoria que le

hace a Carmen Nevado en su libro Rapsodias, transcrito más

arriba, podemos entender que el trasunto es el mismo y

que las imágenes poéticas se refieren al mismo momento.

Pero, entonces, ¿quién es esa joven esbelta del exlibris,

que toca el piano? ¿Es Elisa o es Carmen? ¿Es posible que

no fuera ninguna de ellas sino tan sólo una suerte de alegoría

de la lírica desprovista de sus habituales atributos y

que Villaespesa quiso tener en su propio exlibris?

58

Juan Gris.

Renacimiento Latino, Año I

núm. 2, mayo de 1905.

Firma de cabecera para

Pequeña historia “Fémina”,

de Carmen Nevado.

Juan Gris.

Renacimiento Latino, Año I,

núm. 2, mayo de 1905.

Viñeta para

Pequeña historia “Fémina”,

de Carmen Nevado.

¿QUÉ FUE ANTES, LA VIÑETA O EL EXLIBRIS?

Otro de los problemas que nos plantea la aparición de

este exlibris, conociendo ya como conocíamos la viñeta

dibujada por Gris para Renacimiento Latino de 1905, es saber

qué dibujó primero, si esta viñeta o el exlibris. La respuesta

no es tan fácil y sería una pura conjetura, además de

tener que contestar la pregunta a partir de la resolución

previa a la adjudicación de la personalidad de la mujer,

pero también de la firma.

La firma de este exlibris la he comparado con las que

Bachollet ha podido recoger de todos los dibujos de Juan

Gris y, si bien es la más cercana a la firma con mayúsculas,

encuadrada y en dos líneas, de un dibujo publicado en la

revista Blanco y Negro de 1906, podemos intuir que ésta

firma es un poco anterior y por lo tanto de la misma época

de la viñeta, de 1905.

El juego de Juan Gris de utilizar el mismo tema en la

viñeta y en el exlibris, no siendo la viñeta un detalle sino un

dibujo acabado, y el hecho de representar a la misma

mujer, joven y moderna en dos actitudes diferentes, en el

exlibris y en la cabecera del texto de Nevado, es un juego

maravilloso, calculado y de una gran carga simbólica que

sugiere el gran trabajo de síntesis que tuvo que hacer.

LOS OTROS “EXLIBRIS” DE JUAN GRIS

No está de más recordar, como ya hice en mi artículo

citado, y he dicho más arriba, que un exlibris es, a grandes

rasgos, la marca de propiedad de un libro, una estampa

de pequeñas dimensiones, impresa, donde figura un

dibujo alusivo al propietario, de carácter simbólico o alegórico,

y que se suele enganchar en las guardas de los

libros para así, marcar su propiedad. “Hay una cierta tendencia

a cometer el error de calificar cualquier marca de

libro o revista que lleva nombre propio, de exlibris. Marcas

hay de diversos tipos y categorías, entre ellas marcas

de impresores, de encuadernadores, de imprentas, de

editores, etc., que tienen una gran similitud formal con

los exlibris, pero que no lo son, pues no están realizadas

59

Juan Gris. Firma del

Ex-libris para Villaespesa

(ca. 1905).

Col. Marià Castells.

Arxiu Històric Fidel Fita.

Arenys de Mar.

23 QUINEY, op. cit., nota 4, p. 133.

24 BACHOLLET, Raymond: Juan

Gris, il·lustrador 1904-1912. Col·lecció

Emilio Ferré, Fundació Caixa Girona,

Centre Cultural Caixa de Girona,

Girona, 2009, p. 13. [Catálogo de

exposición].

25 Ver: BUIL PUEYO, Miguel Ángel:

Gregorio Pueyo (1860 – 1913). Librero

y editor, Madrid: CSIC; Instituto de

Estudios Madrileños; Ediciones Doce

Calles, 2010.

para el cometido de éste, es decir, señalar al propietario

de un libro.” 23

Así pues, todos los denominados “exlibris” de Juan Gris,

estudiados por parte de los historiadores o de los que de

ellos se han ocupado, con la excepción de éste para Francisco

Villaespesa que por azar encontré, no son exlibris.

El llamado “exlibris” que realizó para la editorial

Pueyo alrededor de 1906, no es tal, sino que es la marca

de la editorial, una de las más importantes para los poetas

modernistas, donde publicaron sus amigos Villaespesa,

los Machado, Dorio de Gádex, etc. En este caso, Bachollet

ya no confunde la marca, y en su libro, la denomina

Logotipo.24 Será por encargo del editor Gregorio Pueyo25

o podría ser por encargo de los poetas, que Gris trabajó

para las ediciones de algunos de sus libros. Así, en 1906,

la Librería de Pueyo, publica el libro de Villaespesa, Las

canciones del camino, con una portada en rústica dibujada

por Gris, donde utiliza el azul y negro para conformar en

dibujo, el camino, paradigma entonces, de los simbolistas

europeos.

En 1907, ilustra la portada del libro de Manuel Machado,

Alma. Museo. Los cantares, editado también por Pueyo.

De aquí nos interesa señalar que en la contraportada en

rústica, el editor coloca otro dibujo de Juan Gris, un supuesto

“Exlibris” de Manuel Machado.

Con este dibujo entramos de lleno en la controversia de

si es realmente un exlibris, dado que lleva escrita la leyenda

“Ex-libris de Manuel Machado”, o es una mera ilustración

que señala el nombre de la autoría del libro. No tenemos

noticia de que este “exlibris” se haya convertido en una

estampa suelta que el poeta usara para señalar la propiedad

de los libros de su biblioteca personal o para el intercambio

y, por lo tanto, la función principal del exlibris queda

anulada. Lo mismo ocurre con la contraportada para el

libro de Felipe Sassone, Almas de fuego, editado en 1908 por

Pueyo. Gris hace un dibujo donde coloca, en los márgenes

derecho e inferior, el lema “FE-/ LI-/ PE-/ SA-/ SSO-/ NE.

// EX-LIBRIS”.

60

Juan Gris. Cubierta del

libro de Villaespesa,

Las canciones del camino.

Librería de Pueyo.

Madrid, 1906.

Juan Gris. Marca editorial

de Pueyo (ca.1906).

Y otro tanto ocurre con el dibujo para Dorio de Gádex

—pseudónimo de Antonio Rey Moliné—, que aparece en su

novela Tregua, editado por A. Marzo en 1908. De este dibujo

hay diversas variantes, que nos pueden ayudar a comprender

el trabajo de Gris en esos momentos y a entender los

otros “exlibris” para Manuel Machado y Sassone. El dibujo,

de una gran fuerza expresiva, representa un hombre desnudo,

arrodillado ante una mujer erguida y desnuda también,

que se sitúa en la escena como un ídolo con sus larguísimos

cabellos negros, bajo unas nubes amenazantes. Sobre las

nubes, la leyenda “Exlibris” enmarcada. Una orla vertical

izquierda, que limita con la parte posterior de la mujer, lleva

la firma de JUAN/ GRIS, y el nombre del escritor: “DO-/

RIO/ DE/ GA-/ DEX”. De este “exlibris”, trató Luis Estepa,

quien afirma que “se trata de una ilustración impresa, y no

de la acostumbrada hojita con la leyenda canónica ex-libris,

que indica la necesidad de ser pegada en las tapas del volumen,

por ser externa a texto e ilustraciones.” 26 De este dibujo,

como hemos dicho hay diversas variantes que se fueron

sucediendo en los siguientes libros de Dorio de Gádex: Lolita

Acuña (1909), Un cobarde. Berilos. Palabras. Palabras (1909)

y en De los Malditos, de los Divinos ... Anécdotas. Comentarios.

Juicios Críticos (1914). Todos estos libros fueron publicados

por diferentes editoriales y, por lo tanto, podemos afirmar

que sería el propio Dorio de Gádex quien decidiera imprimirlos

en sus libros. De este “Exlibris”, existe la variante de

sólo el dibujo, sin leyenda, y con ligeras variaciones en las

líneas de los dos personajes.

¿Pudo hacer lo mismo Juan Gris con el “exlibris” para

Sassone o para Machado? La disposición de las leyendas y

del dibujo principal, así lo indican. En el de Machado, el

rectángulo donde sitúa la leyenda, rompe el punto de fuga

de las líneas y el dibujo: la guitarra y las líneas del suelo no

traspasan el rectángulo y sin embargo, las nubes se transparentan.

Gris se estaba acercando con la leyenda enmarcada,

a su cubismo sintético y al uso representativo y recurrente

del pierrot. En el de Sassone es más verosímil, ya que la

leyenda está fuera del dibujo y lo enmarca.

26 ESTEPA, Luis: “La musa en el Exlibris

de Juan Gris. La diosa o la puta”,

El Urogallo. Revista Literaria y

Cultural. Madrid, núm. 96, mayo

1994, p. 23-43 (p. 31).

61

Juan Gris.

Contraportada del libro

de Felipe Sassone,

Almas de fuego.

Librería de Pueyo,

Madrid, 1908.

Juan Gris.

Contraportada del libro

de Manuel Machado,

Alma. Museo, Los cantares.

Col. Juan Manuel Bonet.

27 KAHNWEILER, Daniel-Henry: Juan

Gris. Vida, obra y escritos. Barcelona:

Sirmio. Quaderns crema, 1995, p. 28.

28 GONZÁLEZ-AMEZÚA, Pablo: “Ex-

Libris”, Blanco y Negro, T.14, núm.

708, Madrid, 26 de noviembre

1904, p. 19.

29 Quiero aprovechar para agradecer

las facilidades prestadas por

su archivero, Hug Palou.

En el libro sobre Juan Gris, su amigo y marchante Kahnweiler,

dice que el pintor hizo un exlibris para su amigo

Willi Geiger y “que ha subsistido”.27

A pesar de que en la revista Blanco y Negro, –que Juan

Gris conocía perfectamente y con la que comenzaría a colaborar

en breve–, hubo un intento de explicar la necesidad

del exlibris y de su significación, por parte de Pablo González-

Amezúa, con su artículo titulado “Ex-libris”, de 1904,28

no hubo demasiado seguimiento y los que hablaron de los

dibujos de Juan Gris que llevaban el lema “Exlibris”, no

tuvieron nunca en cuenta el significado real de tal nombre.

Pero parece ser que Juan Gris sí lo tuvo y que fue consciente

de que esos “exlibris”, no eran tales, salvo el que hizo

para Villespesa. Poner la leyenda “Exlibris” en unas ilustraciones

con el nombre propio del autor del libro, fue una

práctica muy común en la época, y la mayoría de los escritores,

tuvieron alguna de estas marcas.

LA COLECCIÓN DE EXLIBRIS DEL ARXIU HISTÒRIC FIDEL FITA

DE ARENYS DE MAR

El exlibris de Juan Gris para Villaespesa se conserva en

dos colecciones de exlibris del Arxiu Històric Fidel Fita de

Arenys de Mar:29 en la colección de Marià Castells i Simon

(1877–1931), pintor, exlibrista y diseñador de encajes artísticos,

y en la de Pere Nogueras de Prats (1907–1996), escritor

de al menos un libro, sobre personajes populares titulado

Gent d’Arenys (1992). El hecho de que el mismo exlibris

esté en estas dos colecciones de dos personajes de

Arenys de Mar es bastante significativo y nos lleva a pensar

que lo adquirieron por intercambio, pero ¿con quién?

¿Existen más ejemplares de este exlibris en otras colecciones?

Es difícil de imaginar que un exlibris de Juan Gris

pase desapercibido, sobre todo yendo firmado, pero así ha

sido. Mis pesquisas por otras colecciones institucionales no

han dado frutos.

Barcelona, abril de 2013

62

Juan Gris.

Variante de la marca de

Dorio de Gádex.

Utilizada en varios libros.

Juan Gris.

Marca en la contraportada

de la novela de Dorio de

Gádex, Tregua. Madrid,

1908.

63

EN 1917, LA QUINCENAL LITERARIA La novela contemporánea

publicaba la “novela” Resurrección del prolífico poeta almeriense

Francisco Villaespesa. Entrecomillamos el término

novela porque en realidad no lo era formalmente, ya que

la obra no sobrepasa las siete mil quinientas palabras y es,

por tanto, un relato, un cuento largo o expansión lírica en

prosa que narra la segunda parte feliz de una historia de

amor inicialmente frustrada entre Silvia y Octavio.

Esta quiebra temporal del relato amoroso que entreteje

la vida de los protagonistas, es el hecho crucial de la dinámica

narrativa. Todo lo que sucede en el presente narrado

emana del pasado, de una inconclusa y no resuelta situación

personal que predetermina la acción y el sentimiento.

En gran medida, hasta que por fin se precipita la resolución

hacia el capítulo VII, Resurrección es un texto de proyección

fantasmática que arranca de una interrupción traumática.

La continuidad de esa situación mediante la coincidencia

de las mismas dos personas en el mismo escenario de la

ruptura se establece a través de la inmersión nemónica

obsesiva: el presente es el teatro de la evocación continua

que propicia una suerte de contemplación neurótica. Silvia

y Octavio recuperan su amor perdido en las evocaciones

casi hipnóticas de lo que sintieron y fueron el uno para el

otro. La trascendencia de este trauma que se revive a diario

y que domina los encuentros casuales (imposible que no

se encuentren dadas las limitaciones del entorno geográfico)

es el objetivo de la historia y, por tanto, el eje de su dinámica

narrativa. Villaespesa tensa y comprime el muelle del

relato desde principio a fin. Cuando éste pierde su tensión

estática lo hace en medio de una explosión, un “orgasmo”

R JONATHAN ALLEN

Universidad de

Las Palmas de Gran Canaria

esurrección de Francisco Villaespesa:

un psicodrama sensorial

Cubierta de Resurrección

de Francisco Villaespesa,

ilustración de Gregorio Vicente.

(La Novela Contemporánea,

nº 1), 1917.

Biblioteca de la Casa-Museo

Tomás Morales.

Cabildo de Gran Canaria.

de liberación personal que reinicia positiva y definitivamente

el amor interrumpido.

La acción y la trama, que se reducen a unos cuantos

hechos concretos, se ubica en un pueblo pesquero de la

costa andaluza, desde el cual se divisa la sierra y el luminoso

Mediterráneo, convirtiéndose este eje en el poderoso

tercer “personaje-testigo” del amor renaciente. Aunque inscrito

y contextualizado en “el presente”, la obra de Villaespesa

limita los anclajes y las referencias reales a datos y referencias

mínimas para ahondar plenamente en los sentimientos

y el estado emocional de sus protagonistas, primando

los aspectos intemporales de un naturalismo desbordante

(la forma y los efectos del mar, la huerta fértil, la incipiente

primavera).

En este sentido, el relato se afirma como un exponente

muy puro del modernismo, entendiéndolo como síntesis

compleja de pos-simbolismo, neo-romanticismo, decandentismo

y esteticismo exótico, limando y dejando atrás la

herencia de la novela realista-naturalista que, no obstante

permanece subyacente.

La compresión y el escaso desarrollo de la trama, subtramas

e intriga, obedecen a voluntad autoral que ha elegido

construir la ficción mediante la puesta en escena de los

sentidos, las sensaciones y las emociones. El poeta, eligiendo

siempre estas tintas, no permite, sin embargo, que su

historia alcance el paroxismo sentimental o el delirio sensorial,

pues la vincula sutilmente a perspectivas psicológicas

e interpersonales realistas; por ello subrayamos la pervivencia

de la herencia naturalista. Aunque recurre a una exacerbación

descriptiva propia de la hiperestesia y roza el principio

del art pour l’art , al final su historia tendrá un desenlace

real y posible que la reconcilia con el espíritu clásico

del cuento, que siempre nos relata algo sucedido y su efecto-

conclusión (o su efecto-conclusión diferido) mediante la

ficción de lo verosímil.

Resurrección es una nouvelle en que poco o casi nada

sucede. Las interacciones sociales son mínimas y negativas.

La destreza de Villaespesa es preestablecer un escenario de

64

confrontaciones sin ahondar en la descripción del determinismo

social. El pueblo y sus habitantes es un ente hostil

que está prealineado contra el amor de Octavio y Silvia, y

sin duda fue un factor decisivo en la primera ruptura de

éste. Por qué lo está exactamente, no lo sabemos, pero

podemos inferir que la alianza entre los dos jóvenes, ofende

el orden social y sus jerarquías (Silvia es una señorita de

buena familia y Octavio un hijo del pueblo). Silvia, a su vez,

es rechazada por la comunidad que la ve como una extraña,

siendo a la vez la señora cuyas órdenes se obedecen, al

menos dentro de su opulenta mansión que puede o no ser

de su propiedad. El pueblo seguirá en contra de la unión

de la pareja durante la continuación de su amor, comentando

el escándalo de las visitas que realiza Octavio a la casa

de la señorita cada vez que puede. No tienen cómplices ni

defensores. Su drama amoroso es un asunto que les enfrenta

a todos y que solo amparara el amor de Dios. La resolución

positiva, el “sí” que por fin se dan, se pronuncia durante

la liturgia de una misa pascual. Es solo entonces cuando

el autor nos presenta una imagen de armonía aparente, Silvia

y Octavio rezando por la salvación de los botes pesqueros

que demoran su retorno al muelle, todos en la iglesia.

Mas ellos, siguen estando solos.

Silvia es una víctima del infortunio y del ostracismo. Si

llega a vivir en la vieja mansión solariega de la costa, es

porque se recomienda que se beneficie del clima mediterráneo.

Durante años cuidó a su madre enferma, y después

enfermó gravemente “del pecho”, pues vivió

“…encerrada como una reclusa en la vieja casona solariega,

sin más cuidados que las mercenarias atenciones de

una antigua criada”. El pueblo, enclavado entre las medianías

de la Sierra y el mar, con sus huertas y fincas atestadas

de frutos, no es su medio ambiente natural. Silvia proviene

de Cantabria, de un viejo caserón, de la casa solariega

en ruinas, donde quedó huérfana. A ese primer mandato

médico, le ha seguido otro, motivado, parecer ser,

por la depresión que padece y que coincide con el tiempo

actual de la novela.

65

La futura pareja de Octavio sale de la novela posromántica

y es un personaje estereotipado, imbuido de la exacerbada

sensibilidad de las subheroinas románticas. El dolor se

ha convertido en su credo y los días de su existencia se suceden

sin propósito; el daño del amor frustrado es mucho

mayor para ella que para Octavio quien emprende una

carrera artística. En la mansión costera, donde se la recoge

sin ninguna clase de miramiento, sufre de incomunicación

y desconexión social. Su angustia y su sufrimiento no hallan

consuelo, al contrario. Villaespesa subraya el grosero desencuentro

entre el ánimo de la joven y el rudo comportamiento

de los criados del lugar:

“En la gran cocina, la gente de la casona, reía a plena

garganta entorno a un perro flaco y lanoso que pirueteaba

junto a la amplia chimenea campesina”.

El rencuentro del amor, la renovación de sus rutas, el

reinicio de su frustrada trayectoria sumen a Silvia en la más

profunda confusión ya que carece de la orientación necesaria

y nadie la aconseja ni alienta. Solo la naturaleza y la

memoria de los sentimientos pasados la animan, pero la

multitud de complejos y distorsiones que arrastra conducen

a la autodestrucción. Villaespesa nos cuenta el psicodrama

de la joven mediante una escena de confrontación especular

y crisis emocional que conducen a un clímax paroxístico

y dañino:

Cuando una noche se viste para resaltar sus encantos,

observa su imagen en un espejo a la luz de una bujía. Villaespesa

despliega en ese instante todo el bagaje aprendido

del simbolismo y del decadentismo. En el azogue iluminado

por una bujía la protagonista lee el drama de su vida:

el deseo y el amor que la han raptado, la belleza de su imagen

que no sabe como asimilar, y la promesa de una felicidad

que corre el peligro de desvanecerse:

“Largo tiempo contempló avaramente su peinado

caprichoso, su pie calzado finamente, su talle esbelto al

66

Retrato fotográfico de

Francisco Villaespesa.

cual se anudaba una cinta de terciopelo, y sus manos largas,

finas y aristocráticas, en cuyos dedos, de una blancura

eucarística sangraba, con toda la violencia de un deseo,

el rojo húmedo y vivo de un rubí de Oriente.

Y triste, con la tristeza que le causaba la admiración

de aquella su belleza inútil y estéril, con los ojos a medio

cerrar y los labios ligeramente contraídos, ensayó una sonrisa,

quizás un poco helada, quizás un poco ardiente…

Estaba tan cerca del espejo, que sin darse cuenta, su

aliento se extendía sobre la limpidez del cristal como un

velo de ilusiones.

Y detrás, y detrás de ese cristal obscurecido, vió borrarse

lentamente su figura blanca, esfumarse, no quedando más

que un perfil lejano y vago…

Algo invisible le besaba, con largos y audaces besos de

fuego, la tersura ebúrnea de su frente infantil.

Algo impreciso enlazaba con anillos de hielo la virginidad

pletórica de su cuerpo…

Un miedo extraño de ella misma la invadió, y locamente,

furtivamente, corrió como un fantasma al campo

silencioso donde la Luna esparcía ya, como una promesa,

la dulcedumbre de su luz de plata…”.

La desesperación la lleva a destruir las flores blancas

que adornan sus cabellos y su escote. La autoagresión es la

consecuencia de la infelicidad sentimental y la atrofia emocional

que ha sido su vida. Ese acto destructivo es el envés

oscuro del escenario natural que la rodea, el progreso de

la Primavera, que junto al mar, compone el contrapunto

luminoso, el contexto positivo y “pagano” de esta historia,

que se cuenta desde la desgracia de la frustración.

Octavio, por su parte, es un joven desengañado, de

extracción social más humilde (aunque nada se especifica),

que decide probar suerte en la gran ciudad (la ciudad amarilla

y febril) como escultor. Pero la embriaguez del triunfo

será solo eso, una borrachera sin consecuencias profundas.

El autor no habla de “fracaso” mas se deduce que su modesto

retorno al pueblo no es ningún éxito. En la caracteriza-

67

ción de los personajes, Octavio tiene mucho más de esquemático,

menor profundidad, menos interés. No debemos

olvidar, que su voluntad y su insistencia son los instrumentos

vencedores del amor y, por tanto, de la felicidad.

Aún así, resumiendo y computando los datos reales de

su infelicidad, resulta extraño y algo ilógico que Villaespesa

nos hable “del naufragio vulgar y sórdido de sus existencias

desencauzadas”. Extraño porque faltan datos. Es como si de

repente el escritor recurriera a “imágenes recibidas” de la

desdicha y la catástrofe, en que cede, quizás inconscientemente,

a la tentación del estereotipo, peligro que acecha

siempre a la sobreproducción literaria.

Hay momentos en que el naturalismo de Villaespesa

raya en lo kitsch, en lo sentimentalista popular:

“La primavera surgía en una exuberancia de flores, de

luces, de perfumes y de estremecimientos vitales. El aire

tenía palideces de nido y las ondas arrullos de tórtola encelada”.

El mar surge en ocasiones como una opulenta y vasta

joya natural:

“Las mismas olas parecían amortiguar sus rumores,

idealizándolos en una suavidad de sedas que se rasgan,

al besar con la plata fluida y trémula de sus espumas frágiles

las arenas de oro, que el crepúsculo enjoyaba con sus

más profusas y ricas pedrerías”.

En otras, es la meta y la linde del “oscuro sendero” que

lo bordea, antes de llegar a la recoleta y solitaria playa. La

sensualidad de la naturaleza renaciente y el glorioso polimorfismo

del océano generan una partitura que no cesa de

reflejar el triunfo de los sentidos. La excitación y la exaltación

sensorial del trasfondo contextualizan la acción y las

emociones de los protagonistas. Villaespesa desarrolla contra

este lirismo primaveral la desarmonía del primer amor

frustrado para acrecentar la tensión de una segunda reso-

68

lución que en ningún momento se nos revela. El mundo

natural preludia la unión de Silvia y Octavio. Es tan poderosa

que finalmente acaba imponiéndose. Octavio será su

portavoz:

“—¿No te parece —prosiguió en voz más baja, agitando

en la transparencia del aire la esperanza viva y radiante

de un ramo de oliva— que hay una perfecta y plena

armonía entre todas las cosas exteriores, el sentimiento místico

de esta fiesta, la exactitud de la hora y todo lo que sienten

o debieran sentir nuestros corazones?”.

La fiesta es la festividad religiosa de las palmas, el

Domingo de Ramos que cae en este caso en abril. El autor

nos acerca así al desenlace del cuento. El simbolismo de la

fecha católica, el incidente de las barcas que no retornan y

su consiguiente efecto de pánico colectivo, la emoción de

la misa cantada en latín, son los factores intrínsecos y

extrínsecos que por fin vencen las reticencias de la joven y

rompen las ataduras del negativismo psicológico. El bálsamo

de la liturgia, con su ritmo de pausado crescendo, actuará

mágicamente sobre la psique atormentada de Silvia. La

misa es una rara terapia que aúna lo sacro y lo profano.

Villaespesa traspasa las apariencias y las jerarquías negativas

de la España eterna para recordarnos que Dios es amor y

que el lugar del amor de Silvia y Octavio es, precisamente,

su casa:

“Silvia y Octavio sintieron que también, en la Jerusalén

interior de sus sueños, se abrían, entre un clamor sonoro

de trompas de plata, las maravillosas puertas de diamantes,

para dejar paso al cortejo triunfal y luminoso del

Amor, el nuevo Redentor de sus almas…”.

69