INTRODUCCIÓN
MUCHO MENOS CONOCIDO QUE SU PADRE, el prócer de la literatura
peruana Ricardo Palma, autor de las seminales
Tradiciones peruanas, Clemente Palma es, sin embargo, uno
de los más interesantes y singulares cultivadores de la
narrativa modernista, quizá no solo en su patria
natal, sino también dentro del panorama general
del Modernismo hispanoamericano.
Mucho más significado en su día como
periodista e incluso como político, son
sus relatos fantásticos y una extraña
novela de ciencia ficción —XYZ
(1934)—, las obras que le sitúan en un
lugar peculiar, ajeno en gran medida a
los tópicos costumbristas y criollistas
que caracterizaban gran parte de la
literatura peruana de su tiempo, incluso
entre prosistas y poetas modernistas.
Por el contrario, Clemente Palma optará
casi siempre por narraciones de ambiente
indeterminado, cuando no extranjero, en las
que personajes y trama carecen de cualquier
signo de tipismo, para inscribirse en la mucho más
amplia tradición del fantástico decadentista y simbolista
internacional, que encuentra una de sus fuentes principales
en la obra y figura de Edgar Allan Poe.
Como tantos otros escritores hispanoamericanos del
cambio de siglo XIX al XX, Clemente Palma es hoy poco o
nada conocido en España. Situación especialmente triste ya
que éste, como muchos de sus contemporáneos, pasó varias
70
E JESÚS PALACIOS
Periodista, escritor e historiador
l malévolo Clemente Palma.
Modernismo, decadencia y luciferismo
Clemente Palma
en 1904.
temporadas en nuestro país, especialmente entre 1902
y 1904, cuando ejerciera como Cónsul de Perú en Barcelona,
donde conocería a su futura esposa, María Manuela
Schmalz. Años después, en 1929, volvería a España, como
Delegado Oficial para la Exposición Iberoamericana de
Sevilla. Durante su servicio en el consulado, frecuentó escritores
y artistas españoles, buscando introducirse en los
ambientes intelectuales del país, de forma que le sirvieran
también como carta de presentación a su retorno al Perú,
lo que consiguió con cierto éxito.
Todos estos son motivos sobrados para rescatarle, dentro
y fuera del contexto del modernismo peruano e hispanoamericano,
pero a ellos hay que sumar, sobre todo y muy
especialmente, el singular sesgo decadente y atrevido de sus
relatos y algunos ensayos, donde, utilizando las formas
modernistas y abordando también los temas fantásticos
característicos del Modernismo, llega a un atrevimiento
blasfemo, a un regusto macabro y morboso, especialmente
próximo a sus fuentes de inspiración francesas originales,
que le señala y significa entre sus coetáneos. Así, sus Cuentos
malévolos (1904 y 1913) e Historietas malignas (1925), se
nos aparecen como un compendio de las más extremas actitudes
decadentes y diabolistas del Simbolismo francés, con
resabios de Gautier, Villiers de L´Isle-Adam, Marcel Schwob,
Mirbeau, y, sobre todo, el primer Joris Karl Huysmans,
además de los consabidos ecos de Poe, Oscar Wilde y hasta
Dostoievsky. Su impronta decadente, sicalíptica e irónica,
teñida de Ocultismo, Espiritismo, Teosofía y diabolismo,
pero también de humorismo macabro, malevolencia, relativismo
y filosofía nietzscheana, hace de sus cuentos un hito
singular, dotado de color propio, junto y al lado de los relatos
y novelas del mismo género escritos por otros autores
modernistas, o próximos al Modernismo, como Rubén
Darío, Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Amado
Nervo, etc. Ese mismo cinismo, esa persistente ironía relativista,
dota a sus cuentos de una inquietante modernidad,
afín en muchos aspectos a nuestra sensibilidad posmoderna
y apocalíptica actual.
71
LOS HECHOS DE LA VIDA
Nació Clemente Palma en Lima, el 3 de diciembre de
1872, siendo por tanto Sagitario, signo de fuego bajo el
gobierno de Júpiter. Hijo de Clementina Ramírez, su
padre, don Ricardo Palma (1833-1919), destacado escritor,
profesor y político, sería prácticamente uno de los iniciadores
de la moderna literatura peruana, creador de las conocidas
Tradiciones peruanas, que fue publicando de 1872 a
1910, género prácticamente de su invención, mezcla de historia,
ficción y realidad, que le ganaría la admiración de sus
compatriotas y de todo el ámbito hispano, conociendo
numerosas y variadas ediciones hasta el día de hoy. Su hermana
Angélica (1878-1935) sería también escritora y periodista,
guardiana de la memoria inmortal de su padre, y pionera
del feminismo… Movimiento por el que Clemente no
parecía sentir especial simpatía.
Aunque estudiante un tanto rebelde y problemático,
que cambia a menudo de escuela, termina Palma sus estudios
en el Colegio Lima hacia 1890, donde conoce al futuro
poeta modernista José Santos Chocano, con quien colabora
en la revista escolar. Pasa a trabajar al año siguiente,
gracias a su padre, en la Biblioteca Nacional, mientras estudia
en la Facultad de Letras y comienza a publicar sus primeros
poemas, artículos y relatos en revistas como El Iris—
donde ejerce también de editor—, El Perú Artístico o el diario
El Comercio, en el que verán la luz la mayoría de sus futuros
Cuentos malévolos. En 1897 recibe el doctorado en Letras
con su tesis Filosofía y Arte, que con su ateísmo implícito y
resabios nietzscheanos, así como la reconocida influencia
del Huysmans más diabólico y esteticista, provoca profundo
rechazo en algunos profesores de la Universidad. Al año
siguiente, publica en Barcelona su primer libro: El Perú, tratado
divulgativo sobre la historia de su país, destinado a los
escolares españoles, escrito en forma novelada. Aunque termina
también satisfactoriamente estudios de Derecho,
nunca llegará a ejercer la abogacía.
En 1902, ocupa el puesto de Cónsul en España, instalándose
en Barcelona, aunque frecuentando también
72
Madrid y otras ciudades. Será aquí, como ya se dijo, donde
conozca a su esposa, y donde nazca su primera hija, Edith.
A su regreso a Lima, en 1904, mientras retoma el trabajo
en la Biblioteca Nacional, se publica en Barcelona su libro
Cuentos malévolos, con un no menos malévolo, a su manera,
prólogo de Don Miguel de Unamuno. Su carrera literaria
y, sobre todo, periodística, se ve raudamente impulsada con
colaboraciones en El País, y con la fundación y dirección
sucesiva de las revistas Prisma (1905-1907) y Variedades
(1908-1930), así como del diario La Crónica (1912-1928),
publicaciones de sesgo modernista, aunque también se ocupen
de cuestiones políticas y sociales nacionales. Si bien
ejerce ocasionalmente como profesor en la Universidad
Nacional Mayor, la política le absorbe cada vez más y más,
con la consecuencia de la cancelación en 1912 de su nombramiento
como Conservador de la Biblioteca Nacional, a
causa de la presión directa ejercida en su contra por el
gobierno de Augusto B. Leguía.
Una nueva edición de Cuentos malévolos ve la luz en
París, en 1913, ampliada con ocho relatos más, mientras
73
Clemente Palma
en familia.
que en 1918 publica la novela corta Mors ex vita, en el Mercurio
peruano, donde profundiza en algunos de los temas
más mórbidos y esotéricos expuestos en sus cuentos. Sin
embargo, su producción de ficción comienza a escasear,
ante su cada vez mayor dedicación a la política, especialmente
tras ser convocado, paradójicamente, por su antiguo
enemigo, el presidente Leguía, como diputado por Lima,
cargo que ejercerá de 1919 a 1930, siendo reelegido en dos
ocasiones. A Leguía dedicará años después el libro de
recuerdos Había una vez un hombre (1935). En Lima publica
un nuevo libro de relatos fantásticos y simbolistas: Historietas
malignas (1925), que incluye de nuevo la nouvelle
“Mors ex vita”, y poco después, en 1926, viaja a Washington
como Delegado peruano en el Congreso Panamericano de
Periodistas, y más tarde, en 1929, a la Exposición Iberoamericana
de Sevilla, también como Delegado oficial. A su
regreso al Perú, Palma se encuentra con que el país se haya
bajo el gobierno militar del Coronel Luis Sánchez Cerro,
tras el derrocamiento de Leguía, siendo pronto arrestado
y enviado a la isla San Lorenzo, antes de su traslado a prisión,
en el Panóptico de Lima, donde también se encuentra
encarcelado Leguía, quien fallecerá allí en 1932. Aunque
indultado de la pena de cárcel, el escritor se ve exiliado
a Santiago de Chile en 1932, donde sobrevivirá arduamente
gracias a colaboraciones en la prensa chilena y
argentina, hasta que el asesinato de Sánchez Cerro, al año
siguiente, a manos de un miembro del partido aprista
peruano, permita su retorno. En 1934, publica en Lima su
novela de ciencia ficción XYZ, que escribiera durante el exilio
chileno. Aunque sigue publicando textos periodísticos
y algunos estudios, tras su nombramiento en 1938 como
Secretario General de la Sección Peruana de la Oficina de
Cooperación Intelectual, cargo que ejercerá hasta su fallecimiento,
no volverá ya ha publicar ninguna obra de ficción.
El 13 de septiembre de 1946, muere en el Hospital
Arzobispo Loayza, a causa de un cáncer de páncreas, dejando
varias obras inconclusas, como la novela histórica Longhino,
y algunas otras, aparentemente, publicadas en peque-
74
Cubierta de la novela corta
Mors ex vita
de Clemente Palma.
Cubierta de
Historietas malignas
de Clemente Palma, 1924.
ñas tiradas limitadas, como sus sicalípticos Tres cuentos verdes
(1922-1923).
MODERNISMOS
Que Clemente Palma, narrador, es un modernista, no
es cosa que pueda dudarse. Otra asunto, claro, es definir
exactamente qué fue el Modernismo en Hispanoamérica,
qué fue en el Perú, y qué fue para el propio Palma.
Es bien sabido que el Modernismo llega al Perú de
forma tardía, en comparación con sus países vecinos, y que
quizá le cuesta algo más imponerse como movimiento intelectual
y artístico, en una sociedad obsesionada por el criollismo,
y por la construcción de un espíritu nacional, en
torno a su herencia y tradiciones históricas. De ahí que el
costumbrismo y el Naturalismo, aunque sea a menudo dentro
de la estela romántica, tengan un peso especial, que
parece lastrar un tanto los aires vanguardistas y esteticistas
del Modernismo. Este problema se agudiza si salimos del
entorno de la poesía, cultivado por la mayor parte de los
modernistas, para afrontar el de la prosa y la ficción. Como
explica Ricardo Sumalavia: “Para varios estudiosos de la
narrativa hispanoamericana, como José Miguel Oviedo, los
cuentos modernistas en su etapa inicial, privilegian la
forma, la riqueza verbal, antes que el desarrollo de la anécdota.
En los cuentos de Palma (…) sí hay una exigencia formal
en sus escritos, sin embargo esta no busca imponerse
sobre el desarrollo temático de los mismos. Asimismo,
podemos hablar de meditaciones filosóficas o divagaciones
en los cuentos de Palma, pero él no sacrifica la anécdota;
esta forma parte de una elaborada propuesta estética.”1 Es
decir, incluso dentro de las tendencias características de la
prosa narrativa modernista —que privilegia las calidades
rítmicas, la construcción del lenguaje, su musicalidad y
colorido, así como sus cualidades simbólicas y alegóricas,
por encima de la historia narrada—, los relatos de Palma
se singularizan, por prestar una atención inusual al argumento
y los personajes, utilizando recursos como el suspense
y la sorpresa, para atrapar al lector.
75
1 SUMALAVIA, Ricardo: “Clemente
Palma y el modernismo peruano: la
búsqueda del ideal”. En Narrativa
completa I, Clemente Palma. Pontificia
Universidad Católica del Perú,
2006. Pág. 24.
Cubierta de la novela de
ciencia ficción XYZ
de Clemente Palma, 1935.
Caricatura de
Clemente Palma.
Naturalmente, ello no se contradice en absoluto con su
esencia netamente modernista, en la medida en que estos
recursos se ponen también al servicio de historias que desarrollan,
a veces de forma elíptica, otras de manera clara y
casi didáctica, elementos propios del pensamiento y la filosofía
—mejor dicho: filosofías— afines al Modernismo,
siguiendo el modelo de los cuentistas y narradores decadentes
franceses, rusos y de otros países. Cierta tendencia
al reduccionismo en torno a la definición —o indefinición
del Modernismo—, puede cegarnos ante su deslumbrante
luz, de la que partirán las sombras que habrán de convertirse
después en la “modernidad” misma. Personalmente,
prefiero la visión de amplias miras que puede extraerse de
estas líneas de la portorriqueña Iris M. Zavala: “El modernismo
es, sin lugar a dudas, un proyecto cultural, una narrativa
de emancipación, que significó en su momento un
rechazo de la literatura institucionalizada y de las convenciones
morales ochocentescas, además de dotar la experiencia
lírica (en poesía o en prosa) de una experiencia
social específica (…).”2 Parecido y premonitorio espíritu se
desprende de la aproximación al Modernismo que el propio
Palma ofrece en uno de sus textos, en respuesta a una
solicitud del modernista guatemalteco Enrique Gómez
Carrillo: “…pienso que (el Modernismo) no es sino un
aspecto del romanticismo, puesto que está informado por
el mismo principio de la libertad de la imaginación; y que
como características propias y diferenciales con el romanticismo,
tiene el modernismo en primer lugar la savia filosófica
del espíritu moderno con toda la complejidad a que
este ha llegado; el predominio de la sensación y la aspiración
a la distinción, al individualismo (…).” 3
Partiendo de estas palabras y, sobre todo de esa “libertad
de la imaginación” y esa “emancipación de las concepciones
morales ochocentescas”, a la que alude Zavala, no
será difícil reconocer en los cuentos de Clemente Palma
uno de los mejores ejemplos del género fantástico y perverso
modernista, escritos y pensados bajo el influjo espectral
de Poe y los maestros simbolistas y decadentes europeos, a
76
2 ZAVALA, Iris M.: “Darío y el ensayo”.
Introducción a El modernismo.
Rubén Darío. Alianza Editorial.
Madrid, 1989. Pág. 20.
3 PALMA, Clemente: “Sobre el modernismo
y los modernistas”. Narrativa
completa II. Clemente Palma.
Ibídem. Op. Cit. Pág. 387.
los que su autor añade un peculiar cinismo, una ironía y
humor negro, capaces de dotarlos de un carácter propio y
único, innegablemente diabólico y diabólicamente divertido.
De ello nos ocuparemos finalmente.
EL DIABÓLICO CLEMENTE PALMA
De entre las infinitas páginas dedicadas al Modernismo
hispanoamericano y español, a uno y otro lado del Océano
—e incluso de entre las muchas más dedicadas al Simbolismo
internacional—, son relativamente pocas aquellas que
se ocupan de la relación de este con la literatura fantástica,
de horror y ciencia ficción. Sin embargo, cabe afirmar sin
vacilación que, desde el punto de vista no solo histórico,
sino también conceptual, la moderna literatura fanta-terrorífica
comienza con el Modernismo. La figura gigantesca de
Edgar Allan Poe, redescubierto para el Movimiento Simbolista
y decadente por Baudelaire, preside esta evolución,
proyectando su sombra sobre todos aquellos narradores
modernistas que cultivaron el cuento, que es casi lo mismo
que decir sobre quienes cultivaron el cuento fantástico y
macabro: “La influencia de Poe en el arte universal —escribe
Rubén— ha sido suficientemente honda y trascendente
para que su nombre y su obra sean a la continua recordados.”
4 A su vez, Poe puede con justicia considerarse prototipo
espiritual ideal del artista e intelectual modernista. Si
su vida trágica es modelo ejemplar para el bohemio empedernido
y ansioso de malditismo, su teoría y práctica literaria
no lo son menos para los afanes de esteticismo trascendente
que caracterizan el Modernismo. Dejando aparte —
en lo posible— su poesía, en el cuento de Poe se dan cita
la perfección técnica y la evocación, a través de esa misma
perfección, del territorio de lo invisible, tanto sobrenatural
como, más aún, perteneciente a la esfera de la psicología
profunda humana. Su racionalización filosófica del Misterio,
que sin embargo no despoja a este de sentido, se
encuentra a su vez muy acorde con el renacimiento de las
Ciencias Ocultas —haciendo especial hincapié en la palabra
“Ciencias”— que invadirá Occidente a partir de la
77
4 DARÍO, Rubén: “Edgar Allan Poe.
Fragmento de un estudio”. Incluido
en El modernismo. Rubén Darío. Ibídem
Op. Cit. Pág. 93.
segunda mitad del siglo XIX, y que tan bien encajará con
las búsquedas místicas y filosóficas del Simbolismo. Su fijación
por los procesos morbosos de la mente y el alma humanas,
su búsqueda obsesiva de la Belleza, asociada sin embargo
casi siempre a lo grotesco, lo raro y lo excepcional, antes
que a los cánones clásicos establecidos, marcarán decisivamente
las inclinaciones decadentistas de simbolistas y
modernistas.
Resulta una obviedad, casi, afirmar que en el corazón
de los Cuentos malévolos de Palma, así como en sus Historietas
malignas, que incluyen la novelita Mors ex vita, está Poe.
Tanto es así, que su novela de anticipación XYZ es narrada
por un hipotético descendiente del escritor estadounidense,
un tal Rolland Poe, producto de la imaginación y admiración
de Palma. Sin embargo, se trata de la influencia de
un Poe revisado por la ya entonces robusta imaginación y
sensibilidad simbolista y decadente, que en Francia había
dado frutos exquisitamente mórbidos, como los Cuentos
crueles (1883) de Villiers, cuyo mismo título debió inspirar
al peruano. Palma admite entre sus escritores favoritos
tanto a Poe como a Flaubert, Gautier, Leconte de Lisle, Balzac
y Maupassant, todos ellos cultivadores también, en
mayor o menor medida, del cuento fantástico, y son
muchos los relatos en que refleja estas preferencias e
influencias, abundando no solo en temas similares —reencarnación,
espectros, criaturas mitológicas, crimen, esoterismo,
perversidad erótica, etc.—, sino también en un tratamiento
literario de los mismos que se basa, como hemos
visto ya, tanto en el cuidado del estilo preciosista, al borde
siempre de la prosa poética, como en la construcción del
argumento, bien dosificado y medido para conseguir un
efecto de asombro, maravilla e incluso horror en el lector,
al tiempo que provoca atrevidas reflexiones intelectuales y
filosóficas. También aquí Poe resulta ser claro precedente,
pues a menudo en sus cuentos aparecen tanto la divagación
o la disertación filosófica, como la descripción lírica de paisajes,
escenarios y atmósferas, físicas y morales, insertas dentro
de la acción de los mismos… Llegando a convertirse a
78
veces en objeto primordial de algunos de ellos, ejemplo que
seguirá también Clemente Palma, como muchos otros
narradores modernistas.
A través de los Cuentos malévolos y las Historietas malignas,
así como de otros relatos publicados en diversas revistas y
periódicos, explora Clemente Palma los aspectos más grotescos,
macabros y terribles del espíritu humano, dándoles
un tratamiento cínico y aparentemente amoral, que no
logra esconder —ni quiere— su inquietud por ese mismo
espíritu humano, y la necesidad de aceptarlo plenamente,
en todos sus extremos, a través del implacable análisis de
sus abismos. Dejemos que sea el propio autor quien se
explique, refiriéndose, precisamente, a la génesis de sus
Cuentos malévolos: “… (Se trata) de narraciones que si bien
encierran tesis filosófica, religiosa o social tienen la forma
de cuento, y todos o la mayor parte de ellos desarrollan
alguna idea de las que el criterio ortodoxo considera y
juzga como impía e inmoral (…).” 5 En muchos de ellos,
nos encontramos con un conocimiento de las ideas esotéricas
y del Ocultismo, común también a numerosos modernistas,
que revela su genuino interés en la materia, interés
que va más allá de lo anecdótico. El Espiritismo, tan en
boga entonces y al que Amado Nervo mismo dedicara una
de sus escasas novelas6, y la idea de la supervivencia después
de la muerte (con la capacidad para influir físicamente en
el mundo de los vivos), aparecen en sus aspectos más macabros
en el cuento “La granja blanca” y la novela corta Mors
ex vita, desarrollo ésta última más complejo y elaborado del
primero, así como el concepto del vampirismo psíquico lo
hace en “Las vampiras”, acompañado por una exposición
detallada de las teorías psíquicas al respecto del momento,
a cargo de un ficticio doctor experto en la materia. Las
obsesiones morbosas, razonadas a partir de la fascinación
decadentista por los procesos enfermizos de la mente y la
búsqueda de la belleza en la abyección, son el motor de
algunos de sus mejores y más recordados relatos: “Idealismos”,
“Una historia vulgar” y, sobre todo, “Los ojos de
Lina”. No faltan fantasías mitológicas, melancólicas, neopa-
79
5 PALMA, Clemente: “Sobre la génesis
del libro Cuentos malévolos y
sus primeros proyectos literarios”.
Narrativa completa II. Ibídem Op.
Cit. Pág. 379.
6 El donador de almas, publicada en
1899.
ganas y feéricas, tan del gusto modernista: “El último
fauno”, “Ensueños mitológicos”, incluidas en Cuentos malévolos,
y otras como “La derrota de Venus”, “Anacreonte
ebrio” o “Los faunos viejos”, publicadas en distintas revistas.
Para no agotar al lector, concluyamos que toda la parafernalia
temática e ideológica propia del Modernismo y su
parentela simbolista y decadente —además de lo ya expuesto:
paraísos artificiales, erotismo perverso, paganismo, fascinación
por la Antigüedad, comedia del arte, barroquismo y
Barroco, el mundo de los sueños, los gatos…— se encuentra
no una, sino varias veces, recogida en los cuentos y relatos
de Palma. Eso sí: siempre con peculiar sesgo personal,
un tanto cínico e irónico, que le distancia de los sentimientos
más exaltados de muchos de sus contemporáneos hispanoamericanos.
7
Y es precisamente aquí, en este cinismo, esta ironía antisentimental,
donde encontramos al Palma más singular e
interesante. También al intelectual y pensador netamente
diabólico, en un sentido más profundo que el meramente
superficial y efectista de sus tramas blasfemas o morbosas.
En efecto, el tema que más veces se repite a lo largo de las
páginas de los cuentos de Palma es la necesidad y superioridad
moral del Diablo. Lo hace de forma implícita a menudo,
pero también en ocasiones abiertamente explícita,
tanto en cuentos donde el propio Diablo es protagonista o
personaje fundamental —como “El hijo pródigo”, procedente
de Cuentos malévolos y que reproducimos a continuación—,
o “El hombre del cigarrillo”, de Historietas malignas,
como en aquellos otros donde trata, precisamente, de su
contrario. Es decir, del Dios cristiano y su encarnación en
Jesucristo, como en “Parábola”, “El quinto Evangelio” o
“Ensueños mitológicos”, también de Cuentos malévolos, en
los que las ideas de Dios, la figura de su Hijo y su legado
moral, son comparadas, siempre desfavorablemente, bien
con las de Satán, bien con las de los dioses paganos del
pasado. No se trata, ni mucho menos, de un desprecio vulgar
o irreflexivo, sino de la meditada expresión literaria del
pensamiento de su autor, común a cierta parte del movi-
80
7 Punto y aparte merece la varias
veces ya citada novela de ciencia ficción
XYZ, calificada por Palma como
Novela grotesca, cuya fuente de
inspiración reconocida por su autor
sería la seminal La Eva futura,
publicada por Villiers de L´Isle
Adam en 1886, y que presenta ciertas
concomitancias —quizá casuales—
con el relato “El vampiro”
(1927) del uruguayo Horacio Quiroga,
lo que desató cierta agria polémica
entre Palma y algún crítico
literario argentino (vide Narrativa
completa II. Ibídem Op. Cit. Págs.
388-392).
miento Simbolista y decadente, pero quizás un tanto atípica
en el entorno del Modernismo hispanoamericano.
La fuente primordial de este “diabolismo” o “satanismo”
de Palma, es, muy probablemente, el J-K Huysmans del
periodo simbolista y decadente, el de À rebours (1884) y,
sobre todo, Là-Bas (1891), antes, claro está, de su no menos
simbolista y decadente conversión al catolicismo. Ya citamos
anteriormente el escándalo causado por la tesis doctoral
de Palma Filosofía y Arte, presentada al profesorado en
1897. En una entrevista concedida pocos años antes de su
muerte, recordaba el escritor como “…Al leerla, los maestros
se escandalizaron. Mi tesis, Filosofía y Arte, trataba asuntos
no estudiados en la Facultad. Influido por Huysmans,
en ella me ocupaba de androginismo, satanismo y ateísmo.”
8 Indudablemente, cierto sentido pragmático —y muy
diabólico también, en sentido laveyano— le llevó a no dejarse
“condenar” con su obra: “El día de mi grado asistieron
los dieciocho profesores de la Facultad con el propósito de
objetarme. El doctor Salazar dijo, entonces, que él no iba a
objetarme, pero que me iba a hacer tres preguntas: “¿Crees
en Dios?” “¿Crees en la perfectibilidad humana?”. Y tercero…
tercero. No recuerdo bien (…). Le contesté que sí,
que creía en Dios y en la perfectibilidad humana. También
dije “sí”, respondiendo a la tercera pregunta. Con esto
quedó satisfecho y me gradué de doctor.” 9 Palma, para ser
justos, no se consideró nunca ateo, en sentido estricto. A la
rebeldía satánica de su juventud, seguiría en su madurez
una actitud de duda meditada, escepticismo ponderado y
“un discreto materialismo que me hace desconfiado e incrédulo.
Todo esto no obsta para que, con más frecuencia de
la que me conviene, dé mis escapadas optimistas e idealistas.”
10 A pesar de ello, es obvio que tampoco traicionó
nunca los principios agnósticos —incluso, como veremos,
un tanto gnósticos— y pesimistas, que presiden su obra de
principio a fin, y cuyas raíces filosóficas hay que buscar en
su admiración por Schopenhauer, Spencer, Lessing y Spinoza
—de quién adoptaría la idea de un Dios objetivo, ajeno
a toda humanización y antropomorfismo—, además de, sin
81
8 “Don Clemente Palma / Imaginación
e inquietud”. Narrativa completa
II. Clemente Palma. Ibídem
Op. Cit. Pág. 399.
9 “Don Clemente Palma / Imaginación
e inquietud”. Íbidem Op.
Cit. Págs. 399-400.
10 PALMA, Clemente: “Álbum de
confesiones”. Narrativa completa II.
Íbidem Op. Cit. Pág. 373.
duda, en la influencia de Nietzsche, con su acoso y derribo,
sistemático y argumentado, del cristianismo como
ideología y filosofía de vida.
Abundan los ejemplos de “satanismo” intelectual en el
Simbolismo y el Modernismo, y ya Lucifer, Satán o como
quiera que elijamos llamar al Principio Negativo (Activo)
de la existencia, había merecido los elogios de románticos
como Byron o Hugo, adalides de la rebeldía, y su prestigio
seguiría creciendo gracias a poetas y escritores como Lautremont,
Baudelaire, Rimbaud o Carducci. Sin embargo,
esta adopción de Lucifer como símbolo por parte de bohemios
y decadentes finiseculares, no se contradice a menudo
con la admiración y el canto a las virtudes cristianas,
encarnadas por una cierta idea —en el sentido estricto de
“ideal”— de Jesucristo y el Cristianismo. Ideal de vida,
moral y ascesis, que se ampara a menudo en el historicismo
y humanismo expuestos por Ernest
Renan en su polémica Vida de Jesús
(1863), para mantener la preeminencia
de un pensamiento y una filosofía
de la existencia fundamentadas en la
tradición judeocristiana. Mientras en
países con mayor tradición laica y esotérica,
como Francia, Rusia, Checoslovaquia,
Alemania o Inglaterra, el
“luciferismo” fin de siècle encuentra
gran eco entre intelectuales y artistas
—siempre en medio de la polémica—,
en culturas tradicionalmente
católicas como la española e hispanoamericana, donde la
religión está íntimamente ligada a política y sociedad, se
abre paso de forma tímida y titubeante, revistiéndose siempre
o casi siempre de disculpas, y compensándose con un
desmedido culto intelectual al cristianismo y sus virtudes
primitivas.
Los más importantes y señalados modernistas españoles
e hispanoamericanos, Rubén, Lugones, Nervo, Valle-
Inclán, Manuel Machado, Villaespesa, Sawa, etc., por más
82
Ilustración de Raúl Vizcarra
para el cuento Diatriba
de Clemente Palma.
que se dejen fascinar a menudo por la idea y la imagen del
Mal —la perversidad, la morbosidad, la decadencia…—;
por más que se interesen, tonteen e incluso experimenten
con el Ocultismo, el Espiritismo, las fuerzas psíquicas, la
Teosofía y las filosofías orientales, se mantienen firmemente
aferrados a las virtudes cristianas y al propio Jesucristo,
sea como Hombre, como Hijo de Dios, o como ambos. Por
el contrario, Clemente Palma se yergue firme, cuestionando
y negando tales virtudes a través de parábolas, alegorías
y ficciones, en las que expone un pensamiento anti-cristiano,
próximo, de una parte, a las revolucionarias ideas
expuestas por Nietzsche en obras como Más allá del bien y
del mal (1886) o El Anticristo (1888), y a la vez también a una
corriente subterránea de pensamiento gnóstico, profundamente
enraizada en la Tradición Hermética Occidental,
que rechaza la superioridad o preeminencia del Bien sobre
el Mal, para proponer la necesidad intrínseca del segundo
tanto como del primero, como contrapeso fundamental en
la balanza de la existencia humana. En los relatos ya citados,
pero también en diversos artículos y ensayos como
“Superioridad del mundo pagano”, “El fracaso del cristianismo”,
“La chifladura de Tolstoi” y otros11, así como en su
novelita inconclusa Longhino, que pergeñaba por las mismas
fechas, aparecen claramente expuestas ideas afines a la
concepción gnóstica y maniquea del Universo, tal como nos
ha sido transmitida por la literatura hermética medieval y
renacentista, evitando, sin embargo, gracias a su postura
escéptica y sutilmente materialista, caer en misticismos o
metafísicas igualmente nocivas.
A diferencia del compromiso extremo con el Esoterismo
y la Tradición Mágica adquirido por intelectuales decadentes
como el Tsar Péladan, Stanislas de Guaita o Aleister
Crowley, por citar algunos ejemplos pertinentes, que les llevaría
a perder la perspectiva sobre su obra literaria y a caer
en excesos de auto-mistificación y credulidad, Clemente
Palma se mantiene en los límites de la actitud filosófica,
estética y ética, desarrollando en sus obras y basándose en
sus ideas una imagen ciertamente poco halagüeña del ser
83
11 Destinados en principio, según
una carta a su padre fechada el 16
de enero de 1903 en Barcelona, a
formar parte de un futuro libro de
ensayos titulado Ideas Nocivas, que
no vería la luz (vide Narrativa Completa
II. Ibídem Op. Cit. Pág. 378).
12 PALMA, Clemente: “Álbum de
confesiones”. Narrativa completa II.
Íbidem Op. Cit. Pág. 376.
13 UNAMUNO, Miguel de: “Sr. D.
Clemente Palma”. Prólogo a Cuentos
malévolos. En Narrativa completa I.
Clemente Palma. Ibídem Op. Cit.
Pág. 165.
humano, pero que encuentra equilibrio, precisamente, en
su concepción de Satán, del Mal, como espíritu esencial,
verdadero perpetuum mobile de la existencia, sin el que ésta
carecería de sentido. Esta convicción se apoya también, por
raro que parezca, en una notable comprensión y compasión
por el ser humano, que evade la condena moralista y
fácil de sus instintos y necesidades más arraigadas. Esos que
la religión cristiana condena. El escritor peruano, practicante,
según nos dice, de un “pesimismo benévolo”, tampoco
se engaña sobre su propia naturaleza: “Pienso de mí que
tengo buenas inclinaciones pero que soy malo debido a
cierto diletantismo enfermizo o artificial; (…) no soy lo
suficientemente estúpido para ser feliz, ni lo suficientemente
inteligente para lo mismo.” 12 En Palma, Lucifer, Satán,
el Mal, es el principio activo, frente al pasivo de Jesucristo
y el Dios del Cristianismo, y resulta fácil imaginar el impacto
que sus cuentos e historias, malévolos y maléficas, tendrían
en muchos de sus lectores, no solo de la conservadora
sociedad peruana, sino española e hispanoamericana en
general. Resulta irónico y hasta divertido —aunque probablemente
no lo viera así Clemente Palma— que Unamuno,
en su prólogo a los Cuentos malévolos, se muestre varias veces
reprobatorio ante los tonos anticristianos de la misma obra
que prologa: “…el (cuento) que usted intitula “El quinto
Evangelio” (…), se lo diré lisamente, arañó algo mis sentimientos
cristianos. Jesús no pudo hablar de burla cruel de
la Naturaleza, ni hay, digan lo que dijeren el desgraciado
Nietzsche y otros de la misma frasca, nada más natural ni
más humano, por lo tanto, que la religión de Jesús”.13 De
hecho, la mayor parte del texto unamuniano está dedicado
a denostar y argumentar contra las tesis anticristianas de
Palma, quien paradójicamente había tenido el descaro de
dedicar al filósofo español, precisamente, el relato “El hijo
pródigo”, donde, a cuenta de un encuentro con el pintor
canario Néstor Martín-Fernández de la Torre y la glosa
explicativa de su cuadro del mismo título, encuentro que
tendría lugar, probablemente, en su estudio de Madrid
hacia 1902 o 1903, Palma expone con detalle poético y exu-
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berante claridad su ideario luciferino. Don Miguel se indigna:
“Por eso protesto como español, y como Miguel de Unamuno,
del final del precioso cuento que me dedica —“El
hijo pródigo”—, en que hace usted que muera el Universo
y vuelva a ser la Nada. No, señor
Palma, no y mil veces no: la Nada no
puede volver a ser porque no ha sido
nunca, y el Universo y usted y yo y
los americanos todos y todos los
españoles, y los hombres todos, y
cuanto ha sido, es y será, es inmortal.
Vale más creer esto.” 14
Y es que, mientras el modernismo
satánico de Clemente Palma
podía hacer gala de humor e ironía,
el modernismo ascético de Unamuno
resultaba incapaz de ello. Los
cuentos de Clemente Palma, no solo
muestran a uno de los prosistas del
Modernismo hispanoamericano más
fascinante y dotado. No solo representan un significativo y,
desgraciadamente, poco conocido aporte a la literatura fantástica
en lengua española, abarcando desde la fábula mitológica
hasta el puro cuento de terror, pasando por el esoterismo,
la ciencia ficción y la alegoría. Son también la sorprendente
y honesta exposición de una postura intelectual, estética
y moral, firmemente asentada en principios éticos personales,
que se niega a inclinar la testuz bajo el peso de la tradición
judeocristiana predominante en su tiempo y su lugar.
En cierto modo —ya lo apuntamos más arriba—, el “diabolismo”
o “satanismo” de Clemente Palma, que, sin embargo,
para nada busca la complicidad de magias espurias o
parafernalias ocultistas, es todo un antecedente del pensamiento
pragmático y eficaz del satanista Anton LaVey15.
Buen ejemplo de ello lo tenemos en cómo planificó las
dedicatorias de los relatos reunidos en Cuentos malévolos: “Al
principio pensé no dedicar ningún cuento a nadie pero
después he reflexionado que me conviene dedicar algunos
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14 UNAMUNO, Miguel de: “Sr. D.
Clemente Palma”. Prólogo a Cuentos
malévolos. En Narrativa completa I.
Clemente Palma. Ibídem Op. Cit.
Pág. 166.
15 LAVEY, Anton Szandor (1930-
1997), nacido Howard Stanton Levey,
fundador de la Iglesia de Satán
en 1966, ocultista, músico y escritor,
autor de “La Biblia Satánica”
(1969), entre otras obras.
Fragmento del cartel
editado para el homenaje
a Clemente Palma,
en la casa de la Literatura
Peruana.
a los escritores de España más notables para ver si alguno
de ellos le hace un poco de bombo a mi librito. Si no me
hacen caso —que es lo más probable— poco me importa,
pero siempre el ir el nombre de ellos junto a mis cuentos
servirá en Lima para que crean en que ha existido más
estrecha relación entre ellos y yo.”16 Así, en un ejercicio de
pura “magia práctica” —aunque sea eufemísticamente
hablando—, Palma dedica varios de sus cuentos a Juan Valera
(“El quinto Evangelio”), Emilia Pardo Bazán (“La granja
blanca”), Galdós (“Leyendas de hatchischs”) y Unamuno.
Es decir, a escritores españoles consagrados e influyentes,
sin duda, pero fundamentalmente cultivadores y defensores
del Realismo y el Naturalismo (con la relativa excepción
de Unamuno). Progresistas todos, sí, pero profundamente
influidos y comprometidos por y con la moral cristiana, y a
quienes ofrenda relatos modernistas, exóticos, fantásticos,
blasfemos, perversos, pesimistas y alegóricos, absolutamente
en las antípodas de su teoría y praxis de la literatura. No
sabremos nunca si con ironía consciente o inconsciente, lo
cierto es que consiguió un prólogo de D. Miguel de Unamuno.
Prólogo que, como hemos visto, cuestiona abiertamente
la obra y al autor a quienes sirve de preámbulo, lo
que si, por un lado, no debió agradar a Palma, tampoco le
impidió contar, en definitiva, con el nombre y renombre
del prestigioso escritor y pensador vasco, a fin de apoyar así
la publicación de su libro.
¿Descaro? ¿Cinismo? Más bien, digamos, diabolismo al
estilo Clemente Palma.
* * *
El relato que ofrecemos a continuación, “El hijo pródigo”,
forma parte del libro Cuentos malévolos (1904), y es un
curioso testimonio de la amistad y comunidad de pensamiento
entre el escritor peruano y el pintor simbolista y
modernista canario Néstor Martín-Fernández de la Torre
(1887-1938), que puede resultar también emblemático de
la proximidad filosófica y estética entre muchos cultivadores
del Arte Nuevo, a uno y otro lado del Atlántico (y en
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16 LAVEY, Anton Szandor: “Sobre
la génesis del libro Cuentos malévolos
y sus primeros proyectos literarios”.
Narrativa completa II.
todo el mundo: pensemos en la serie de
lienzos dedicados a Lucifer por el simbolista
ruso Mikahil Vrubel, pintados la
mayoría de ellos por esas mismas fechas).
Puede considerarse también como una
de las exposiciones más detalladas y programáticas
del pensamiento de Palma,
tanto en lo que respecta a sus inquietudes
filosóficas y religiosas, como estéticas
y artísticas, sirviendo como perfecta ilustración
de su postura dentro y frente al
Modernismo.
La versión que aquí se ofrece procede
de la edición de la Narrativa completa de
Clemente Palma (en dos volúmenes),
publicada en 2006 por la Pontificia Universidad
Católica del Perú. Edición, prólogo
y cronología de Ricardo Sumalavia. La mayor parte de
los datos biográficos y bibliográficos —así como las citas del
escritor e ilustraciones—, utilizados para este artículo, proceden
a su vez de esta excelente edición, cuyo descubrimiento
debo y quiero agradecer al escritor Hernán Migoya.
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Cubierta de
Cuentos malévolos
de Clemente Palma
con prólogo de Miguel
de Unamuno, 1904.