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SOBRE EL MODERNISMO EN GENERAL y acerca de estos tres

destacados representantes en particular hay tantas páginas

en circulación que al pretender escribir algo nuevo el autor

se enfrenta al riesgo de ser repetitivo.

Por lo antes expuesto, no se encontrarán en este trabajo

análisis de las características del movimiento al que se

adscribieron ni de las obras aquí reflejadas; el énfasis estará

centrado en mostrar cómo pueden encontrarse similitudes

y diferencias al reflejar la modernidad en sus producciones

poéticas. La realidad parecía indicar que de nuevo

se impondría el “eurocentrismo” porque, agotado el

Romanticismo, Francia atraía las miradas con el parnasianismo

y el simbolismo.

Hispanoamérica no está ajena a lo que ocurre en el

mundo. España, con un atraso secular acumulado en los

órdenes socioeconómico, político, científico, cultural, filosófico,

religioso, acusa un inmovilismo mental con su consiguiente

reflejo en la lírica, (algo de narrativa es rescatable)

nada puede ofrecer en cuanto a novedad en la expresión

poética. No es un paradigma.

Los poetas hispanoamericanos necesitan comunicar sus

inquietudes, reflejar sus sentimientos, actualizarse, socializar

sus obras, exteriorizar sus “almamotos” ¿qué hacer? Pues no

romper la tradición, imitar. Centran sus miradas en Francia.

Tres siglos como pueblos colonizados habían acostumbrado

a la mayor parte de los que podían acceder a la lectura

de obras a degustar traducciones de novelas, imitaciones

y trabajos que no exigiesen actividad inteligente al cerebro.

Para los niños había que contar con traducciones de

Andersen y de los hermanos Grimm.

J ELSA VEGA JIMÉNEZ

Ex catedrática Universidad Pedagógica

de Lenguas Extranjeras, La Habana, Cuba.

osé Martí, Rubén Darío y Tomás Morales:

tres miradas al Modernismo

Martí entiende imprescindible dar un vuelco a las agendas

editoriales con la inclusión de temas que exijan mover

el intelecto a los escritores y al lector.

José Martí (1853-1895). Universitario, de cultura enciclopédica.

Entre otras actividades para ganar el pan hace

periodismo desde muy joven, se percata del error en que

están incurriendo los creadores y comienza una batalla

campal que dura más de dos décadas en diferentes medios

de prensa, para alertar sobre los peligros de la imitación.

En 1875 se estrena como traductor y como profesional

del periodismo en México. Desde ese momento, y hasta

1895, muestra en sus colaboraciones lo que en teoría proclama:

“la palabra no es para encubrir la verdad, sino para

decirla”…“toca a la prensa fundamentar enseñanzas”. Con

él no ha nacido en la América hispana solo un periodismo

de combate, comprometido, de denuncia, ha llegado el crítico

social, el divulgador cultural, el creador revolucionario.

Junto a la crítica, sugiere la solución.

Al hacer los enjundiosos y esclarecedores comentarios,

útiles hasta hoy para traductores y escritores, a la traducción

de Mes fils, de Victor Hugo, en 1875, expresa:

Yo anhelo escribir con toda la clara limpieza, y elegancia

sabrosa, y giros gallardos del idioma español; pero

cuando hay una inteligencia que va más allá de los idiomas,

yo me voy tras ella, y bebo de ella, y si para traducirla

he de afrancesarme, me olvido, me domino, la amo y

me afranceso.

El domina cuatro lenguas muertas y cinco modernas, el

francés es como su segunda lengua, o sea, le sería muy fácil

afrancesarse, pero ama su lengua vernácula, en ella está

contenida la cultura, en voces, de una nación y la identidad

personal.

Mientras reside en Guatemala, 1878-1879, aprovecha la

cátedra universitaria, la prensa, la poesía, para fundamentar

enseñanzas con enfoque latinoamericanista, original.

En julio de 1881 crea la Revista Venezolana. De corta

vida, solo pueden salir a la luz dos números, pero en ambos

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Retrato de José Martí.

quedan explícitas las intenciones de la publicación: dar a

conocer a los pueblos latinoamericanos las riquezas que

poseen, las potencialidades, capacidades y habilidades para

que sintieran orgullo de sus orígenes y comprendiesen que

no tenían nada que envidiar a otras culturas.

En noviembre de 1883, en un artículo suyo, en La América,

de Nueva York expresa:

“… sin derribar por eso jamás las literarias; en llevar

el amor a lo útil, y la abominación de lo inútil, a las escuelas

de letras; en enseñar todos los aspectos del pensamiento

humano en cada problema, y no, con lo que se comete

alevosa traición, un solo aspecto; en llevar solidez científica,

solemnidad artística, majestad y precisión arquitecturales

a la literatura. ¡Solo tales letras fueran dignas de

tales hombres!

La literatura de nuestros tiempos es ineficaz, porque

no es la expresión de nuestros tiempos. ¡Ya no es Velleda(*),

que guía a las batallas, sino especie de Aspasia!(**).

¡Hay que llevar sangre nueva a la literatura!”

(*) Velleda. Sacerdotisa germánica, considerada diosa

viviente. Parientes masculinos le transmitían las consultas

y proclamaban sus vaticinios. Se dice que alentó o profetizó

la rebelión y las victorias iniciales germanas.

(**) Aspasia de Mileto. Inteligente mujer griega. Fue

maestra de retórica. Tuvo gran poder e influencia en la

vida cultural y política de Atenas. Era respetada y admirada

por filósofos, artistas e ilustres demócratas. También

sufrió la hostilidad de los sectores más reaccionarios de la

sociedad ateniense.

Para Martí la modernidad exige a la creación originalidad,

autenticidad. Y sin olvidar que cada nación posee historia

y cultura propias. Las formas y los contenidos de la

poesía han ser los que canten, con belleza, ritmo, sensibilidad,

musicalidad, la cruda realidad de la época. Escribe: “se

ha de escribir viviendo, con la expresión sincera del pensamiento

libre, para renovar la forma poética”.

94

Revista Venezolana, núm. 1,

Caracas, 1 de julio de 1881.

El periodista, —también escritor y poeta—, sabe cuánto

urge que los pueblos latinoamericanos encuentren la

forma propia de cantar y contar sus respectivas experiencias

vitales.

¿Qué hay detrás de este afanoso deseo de Martí? Él,

desde la niñez, luchó con los medios a su alcance para

lograr la independencia de su patria esclavizada, amordazada,

pero no se conformaba con ver a Cuba liberada de

España. En 1882, declaró a su amigo venezolano Fausto

Teodoro de Aldrey, en carta de despedida: “De América soy

hijo, a ella me debo”. El objetivo colateral de su lucha era

lograr la emancipación mental de los hombres y mujeres

hispanoamericanos para que la colonia no continuase

viviendo en la República. Y la imitación era una librea a las

inteligencias.

“Los que no tienen fe en su tierra son hombres de

siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a

los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el

brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de

París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que

cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el

hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños,

vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes...

Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan

delantal indio, de la madre que los crió y reniegan, ¡bribones!,

de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de

las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre?, ¿el que se

queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la

pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en

las tierras podridas,…¡Estos delicados, que son hombres y

no quieren hacer el trabajo de hombres!”

Este comentario lleva directo un mensaje a gobernantes

y escritores que trasplantan, para gobernar o hacer literatura,

normas y formas poéticas llegadas de Estados Unidos

y de Francia, que no fueron pocos, con Domingo F. Sarmiento

y Rubén Darío a la cabeza.

Reivindicó lo aborigen con orgullo. Sí, él aplicó nuevas

formas, modernas, venidas de afuera, a contenidos litera-

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rios que otros desdeñaban en la búsqueda de cantar lo

mitológico, lo foráneo. Y decía: “Injértese en nuestras repúblicas

el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras

repúblicas”.

Además, un peligro reciente, mayor, acechaba (y acecha)

a esos pueblos recién liberados del yugo español, los

Estados Unidos se sienten con derecho a erigirse en los

nuevos amos, y no se esconden en declarar sus apetitos

hegemónicos.

Como puede observarse, la realidad hispanoamericana,

hasta hoy, dista mucho de ser la europea, por ello, la literatura

no puede permanecer ajena al poder que tiene no solo

para reflejar la sociedad, sino también para denunciar y

combatir sus defectos..

En Hispanoamérica, donde se generó el Modernismo,

y hacia el resto del mundo hacia donde se extendió, en

especial España, un gran número de escritores empujados

por los cambios de la sociedad, asumió el reto de abandonar

paulatinamente el caduco Romanticismo y encauzar sus

creaciones literarias bajo renovados criterios artísticos. Asumieron

nuevos cánones estéticos, pero el Modernismo no

es heterogéneo en cuanto a cómo reflejar la realidad.

La gran mayoría prefirió adoptar o adaptar el producto

lírico ofrecido por Francia. En carta a María Mantilla

sobre los poetas que fueron sus contemporáneos declaró:

“leo pocos versos, porque casi todos son artificiales o exagerados,

y dicen en lengua forzada falsos sentimientos, o

sentimientos sin fuerza ni honradez, mal copiados de los

que sintieron de verdad.”

Llamó “sietemesinos” a quienes se avergonzaban del

hombre originario de América, su cultura, sus cosmogonías,

sus costumbres, sus modos.

Estos pocos ejemplos presentan la esencia humanista de

la formación poética de Martí en íntima comunión con su

identidad latinoamericanista: “De América soy hijo, a ella

me debo”. Pensamiento, palabra y acción son los tres lados

del triángulo de su condición de literato y poeta. Un aspecto

condiciona el otro.

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En esta oportunidad se ejemplificará con algunas muestras

cómo reflejaron la modernidad en sus obras José Martí,

Rubén Darío y Tomás Morales.

Desde que se instala en Nueva York, en 1882, Martí se

multiplica y en diferentes momentos y a veces simultáneamente,

desarrolla un amplio espectro de importantes

tareas. Organiza la guerra necesaria para independizar a su

patria, imparte clases, hace periodismo para más de veinte

publicaciones, traduce libros, cumple actividades diplomáticas

en representación consular de Argentina, Uruguay y

Paraguay, escribe poemas, en 1882 publica una joya literaria

modernista: Ismaelillo poemario dedicado a su hijo

ausente.

En 1885 publica su única novela, Amistad funesta o Lucía

Jerez. No tiene muchos valores literarios, su mérito estriba

en que los personajes creados por él en nada se parecen a

los de la literatura de la época, estos son de carne y hueso,

tal vez hay en ellos mucho del autor. Después de él, otros

en la América hispana continuaron mejorando la narrativa

en lengua española.

Prepara íntegramente y publica, de julio a septiembre

de 1889, cuatro números de una revista que marca un antes

y un después en la literatura de habla española para niños:

La Edad de Oro. Instruye y entretiene sin la mojigatería al

uso. Ciencia, historia, literatura universal y, la presencia

imprescindible del mundo hispanoamericano, de las hazañas

de sus grandes hombres.

Mensajes implícitos y explícitos para que al joven lector

lleguen la ciencia y el conocimiento del mundo

mientras en él se vaya conformando un sentido de orgullosa

pertenencia a la zona geográfica donde nació. La

esencia martiana rechaza todo cuanto no sea originalidad

y sentimientos de identidad nacional, en su caso,

continental.

Asiste, como espectador, al nacimiento de los primeros

rasgos del imperialismo, al creciente y pujante apetito

expansionista de los Estados Unidos: “viví en el monstruo

y le conozco las entrañas”.

97

Todo cuanto le rodea impresiona sus sentidos. Los tiempos

que se viven exigen a la literatura en general y a la poesía

en particular ser cronistas de la época.

Martí posee una sólida formación humanista. Desde la

escuela primaria conoce a los clásicos de la antigüedad, en

su obra hay una clara influencia de Fedro, de los clásicos

españoles, de los ingleses, de Victor Hugo, de Walt Whitman,

de Emerson y otros, sin embargo, no los imita, aprende

de ellos, reelabora, y el producto poético que ofrece no

es una copia sino un cantar optimista, con música nueva,

los problemas acuciantes que se viven en las tierras mestizas

de América y en el colosal vecino blanco del norte, ese

que las desdeña. Véanse unos fragmentos del poema en

que refleja sus vivencias en Nueva York, —no difieren

demasiado de los cambios operados en todas las grandes

ciudades— a finales del siglo XIX.

AMOR DE CIUDAD GRANDE

De gorja son y rapidez los tiempos.

Corre cual luz la voz; en alta aguja,

cual nave despeñada en sirte horrenda,

húndese el rayo, y en ligera barca

el hombre, como alado, el aire hiende.

¡Así el amor, sin pompa ni misterio

muere, apenas nacido, de saciado!

Jaula es la villa de palomas muertas

y ávidos cazadores! Si los pechos...

Se ama de pie, en las calles, entre el polvo

de los salones y las plazas; muere

la flor que nace. Aquella virgen...

O si se tiene sed, se alarga el brazo

y a la copa que pasa se la apura!...

No son los cuerpos ya sino desechos,

Y fosas, y jirones! Y las almas

no son como en el árbol fruta rica

en cuya blanda piel la almíbar dulce

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en su sazón de madurez rebosa,—

sino fruta de plaza que a brutales

golpes el rudo labrador madura!

¿Qué es lo que falta

que la ventura falta? Como liebre...

¡Me espanta la ciudad! ¡Toda está llena

de copas por vaciar, o huecas copas!...

La modernidad, con sus adelantos trae progreso indiscutible

en el orden material, pero viene maridada con cambios

de valores que van en detrimento de la

ética: el amor se banaliza, la prostitución se

hace pública y cada vez son más jóvenes las

mujeres que la practican, se disfruta el placer

de lo efímero y las almas se corrompen, se descuida

el cultivo de la espiritualidad, se pregunta

el poeta “¿qué es lo que falta que la ventura

falta?” Y como cierre, su declaración de principios:

“¡Tomad vosotros, catadores ruines... /

Tomad! Yo soy honrado y tengo miedo!”

Rubén Darío (1867-1916) carece de formación

académica, intenta suplirla de manera

autodidacta, lo que habla en favor de su inteligencia

y espíritu de superación personal.

Aprende idiomas, lee sobre Filosofía, conoce a

los clásicos de la literatura universal y de la española

destacan Núñez de Arce, Campoamor,

Bécquer. Cuando a los catorce años se pone en

contacto con la obra de Víctor Hugo, queda prendado de

la cultura francesa y de su literatura para siempre.

A los trece años escribe y publica sus primeros poemas

y a los catorce se propone publicar un libro con poesías y

artículos en prosa. A los veintiuno publica Azul, poemario

modernista.

Sus testimonios presentan al hombre orgulloso de

haber alimentado su lírica en la escuela poética gala. En

Cantos de vida y esperanza, en 1905, declara como principales

influencias, “Hugo fuerte y Verlaine ambiguo”.

99

Cubierta de Azul…

de Rubén Darío;

ilustraciones de

Enrique Ochoa.

Madrid: Mundo Latino,

1917. (Obras completas de

Rubén Darío; 4).

Archivo-Biblioteca de la

Casa-Museo Tomás Morales.

Cabildo de Gran Canaria.

En Prosas profanas, de corte erótico y esotérico, 1896,

reconoce la importancia de la literatura francesa e inglesa

en el desarrollo de su producción. Glosa los intelectuales

representantes de esas culturas por los que siente especial

admiración: Poe, Villiers de l’Isle, León Bloy, Paul Verlaine,

Lautréamont, Eugenio de Castro. También Dante, Shakespeare,

Emerson y Whitman gozaron de su preferencia.

De los que escriben en español solo José Martí aparece

seleccionado. Entre ellos se produjo un encuentro en el

24 de mayo de 1892, en Nueva York. Hay dos versiones de

ese encuentro. La de Darío es lineal, solo relata, falta emoción.

La de algunos testigos difiere.

Walt Whitman era uno de los más destacados poetas

norteamericanos de la segunda mitad del siglo XIX, pero

toca a Martí, al establecerse en esa nación, darlo a conocer

a los hispanohablantes en sus colaboraciones periodísticas.

Martí lo disfruta en inglés, pero hace la crítica sobre su

obra en español. Hasta ahora, la primera referencia al

poeta Whitman aparece en La Opinión Nacional, de Caracas,

el 15 de noviembre de 1881 (Martí, José. Obras completas.

Tomo 23:81). Le siguen varias en diferentes periódicos y en

cartas personales, hasta 1890. En todas las ocasiones y en el

transcurso de los años va dando a conocer cualidades de la

poesía cultivada por Whitman, el poeta que practica “la

poesía de la libertad”.

El periodista iba dosificando la información, pero en

una crónica-ensayo para El Partido Liberal, de México, publicada

en 1887, se extiende en un amplio análisis de Leaves

of Grass (Hojas de Hierba) y es abundante en elogios para el

talento creador de Walt Whitman.

Véanse en síntesis algunas características de la poesía

del poeta estadounidense altamente valoradas por el poeta

cubano durante al menos un decenio: su manejo del ritmo

es diferente, como él lo ve, distribuye las ideas en grupos

musicales asimétricos. Su irregularidad es aparente. Una

estrofa puede tener 5 versos, la siguiente 14, se opone a los

cánones académicos en la rima; el lenguaje poético de

100

Whitman es enteramente diverso del usado hasta hoy por

los poetas, propone la unidad universal del mundo en la

naturaleza y la amistad. Refleja la realidad como él la ve; hay

un orden en ese aparente desorden. Es el más rebelde,

revolucionario, desembarazado, musical, original, no sujeto

a academias.

Cuando Rubén Darío lee esta crónica compone su

poema “Walt Whitman”.

En su país de hierro vive el gran viejo,

bello como un patriarca, sereno y santo.

Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo

algo que impera y vence con noble encanto.

Su alma del infinito parece espejo;

son sus cansados hombros dignos del manto;

y con arpa labrada de un roble añejo

como un profeta nuevo canta su canto.

Sacerdote, que alienta soplo divino,

anuncia en el futuro, tiempo mejor.

Dice el águila: «¡Vuela!», «¡Boga!», al marino,

y «¡Trabaja!», al robusto trabajador.

¡Así va ese poeta por su camino

con su soberbio rostro de emperador!

En algunos momentos, Darío muestra insatisfacción

con la sociedad burguesa, por ejemplo su relato “El Rey

burgués”. O pone el verso al servicio de un problema social.

En 1905, compone “A Roosevelt”. En esta composición es

capaz de ver los peligros que se ciernen sobre los países hispanoamericanos

por los apetitos hegemónicos de Estados

Unidos, véase un fragmento:

Eres los Estados Unidos,

eres el futuro invasor de la América ingenua

que tiene sangre indígena, que aún reza a Jesucristo

y aún habla en español.

101

Retrato de Rubén Darío.

De pensar “dialéctico”, un año más tarde, el peligro continúa

siendo el mismo, pero el poeta siente la realidad, la reinterpreta

y la refleja de esta guisa en “Salutación al Águila”:

Bien vengas, mágica águila de alas enormes y fuertes

a extender sobre el Sur tu gran sombra continental,

a traer en tus garras, anilladas de rojos brillantes,

una palma de gloria, del color de la inmensa esperanza,

y en tu pico la oliva de una vasta y fecunda paz.

La definición de Modernismo de Darío es una confesión

de servilismo poético-mental-intelectual, dijo: “el

Modernismo no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos

pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena

prosa francesas”. Él, que desdeñaba el delantal indio, se

adjudicó la paternidad del Modernismo afrancesado, nacido

en Hispanoamérica. Es a lo más que pudo llegar. Había

que ser verdadero poeta para poder crear.

En vida de Martí, en varias ocasiones hace crítica literaria

a la obra del cubano, la mayor parte de las veces no es

muy prolijo en alabanzas y si dadivoso en encontrarle manquedades.

Fallecido Martí, su crítica deja de ser tan severa

(y desacertada, diría yo) e intenta hacer públicas algunas

rectificaciones. Véanse algunos de sus testimonios:

“Cuando al saberse la noticia de su muerte, en el

campo de batalla, escribí en La Nación su necrológica —

que forma parte del libro Los raros— yo no conocía sino

muy escasos trabajos poéticos de Martí. Por eso fue mi juicio

somero y casi negativo en cuanto a aquellas relativas

facultades”.

En el primer párrafo la fundamentación —¿o excusa?

de las injustas críticas. Darío menciona algunas calidades

en la obra de Martí. El Ismaelillo le parece un “minúsculo

devocionario lírico, un Arte de ser Padre, lleno de gracias

sentimentales y de juegos políticos”. Sobre los Versos sencillos

escribe en ocasión de su publicación: “versos pequeñitos,

versos sencillos”.

102

En este artículo necrológico, otra es la versión:

“La sencillez de Martí es de las cosas más difíciles,

pues a ella no se llega sin potente dominio del verbo y

muchos conocimientos. ¡Con decir que en determinados

poemas el verso menor privado del consonante se ha creído

en Francia recientemente invención y originalidad de

tal notorio “unanimista”! El capricho del gran cubano, en

rima y ordenación, es de lo más ordenado y de base clásica,

y en señalados puntos, reminiscencia de sus relaciones

con el parnaso inglés. Un profano —y profanos ilustrados,

que los hay— confundiría tales redondillas con la manera

de Campoamor, pongo por ejemplo; pero la personalidad

se descubre en seguida por la comparación, por el inesperado

adjetivo, por un hervor de tierra cálida y un relámpago

que en seguida se revelan”.

“El vasto patriota fue un formidable amante. Su lenguaje

pasional no es el de los corrientes madrigales, sino

el de la misma vida. La naturaleza es su cómplice. Las cosas

más comunes le sirven poéticamente. Y narra en verso, con

la sencillez de la prosa de los sucesos usuales; más con

cuánta emoción comunicativa.”

“Es de una concisión, de un vigor, de una potencia

poética en verdad admirables. El idioma se flexibiliza con

la facilidad expresiva. Era aquél un lirio natural, y si su

prosa contiene muy a menudo versos, por sus versos

corren cristalinas y fluyentes linfas de prosa armoniosa. Y

por todo, un estremecedor aliento romántico que anima

doblemente lo real de la visión o del recuerdo.”

Al referirse a los Versos libres alude a la condición martiana

de la composición desde el análisis del título:

“Versos libres, es decir, los versos blancos castellanos, sin

consonancia, que generalmente se han prestado a bizarrías

clásicas, en los Moratines, en los Núñez de Arce, o en

los Menéndez Pelayo, —para hablar de los mayores—, y

versos libres, es decir, de un hombre de libertad, versos del

cubano que ha luchado, que ha vivido, que ha pensado,

que debía morir por la libertad.”

Y escribe Darío, precisamente en ese momento, palabras

cuyo mensaje llega todavía a miles de ojos:

103

“¿No se diría un precursor del movimiento que me

tocara iniciar años después? Estos Versos libres fueron escritos

en 1882, y han permanecido inéditos hasta ahora. Versos

de sufrimiento y de anhelo patriótico, versos de fuego

y de vergüenza, versos de quien debía caer en una hora

futura de la guerra, dando sangre y vida por el ideal de su

Estrella solitaria. Versos de Martirio, de recuerdos amargos.

¿No había llevado el apóstol cadena de presidiario en

lo florido de su juventud? Y canta en el verso libre clásico,

harto conocido para su cultura, en un verso libre impecable

de cesuras y lleno de gallardías y bizarrías; mas un

verso libre renovado, con savias nuevas, con las novedades

y audacias de vocabulario, de adjetivación, de metáfora,

que resaltan en la rítmica y soberbia prosa Martiana”.

Ahora Darío es prolijo en reconocimientos y concluye

su análisis con estas palabras:

“Antes que nadie, Martí hizo admirar el secreto de las

fuentes luminosas. Nunca la lengua nuestra tuvo mejores

tintas, caprichos y bizarrías”.

“Y ahora, maestro y autor y amigo, perdona que te

guardemos rencor los que te amábamos y admirábamos,

por haber ido a exponer el tesoro de tu talento… Cuba

quizá tarde en cumplir contigo como debe. La juventud

americana te saluda y te llora; pero, ¡oh maestro, qué has

hecho!”

Hagamos un alto. La poesía de Martí posee tantos valores

que está ahí, nutrida con lo mejor de la lírica del mundo,

pero con pleno saber y sabor hispanos, con el castellano elevado

a niveles líricos, y los problemas de los pueblos mestizos

sacados a la luz con optimismo y confianza en el futuro,

estudiada por millones de personas, traducida a más de cuarenta

idiomas, con tal musicalidad y ritmo, que un gran

número de sus composiciones ha sido musicalizada por

Peete Seeger, Harold Gramatges, Pablo Milanés, Joseíto Fernández,

Sara González, Silvio Rodríguez. Desapareció Martí,

pero su obra, por sincera y original, perdura.

Tal vez para aquietar la conciencia alucinada a causa del

alcoholismo crónico, no porque Martí necesitara nunca sus

104

elogios, mucho menos a dieciséis años de fallecido, en 1911

Rubén Darío envía cuatro extensos ensayos a La Nación los

días 29 de mayo, 3 y 10 de junio y el 8 de julio, en los que

hace exhaustivos análisis de la obra de Martí, los tres primeros

sobre Martí poeta y el cuarto titulado “Versos libres”.

La conclusión de este arduo, minucioso y sincero

trabajo de Darío es en su lacónico contenido, un

reconocimiento a los valores de una obra literaria

hecha por alguien que no era él: “A aquel Arcángel

de coraza de acero, se le vieron en ese tiempo,

en Nueva York y en Washington alas de cisne”.

Tomás Morales (1884-1921). Amplia cultura.

Estudios universitarios. Vocación poética. Poemas

y narraciones suyos fueron publicados en revistas

del viejo y del nuevo continente. No es hasta 1908 que

los Poemas de la Gloria, del Amor y del Mar salen en

un libro donde, aunque todavía no se ha desprendido

del Romanticismo, se muestra un poeta diferente,

con nuevas formas de decir que le ganan el

reconocimiento de sus contemporáneos poetas y de la crítica.

En 1908 Salvador Rueda, —amigo de Rubén Darío—,

ve en Morales la materia prima de un poeta verdadero, sincero,

que necesita ser moldeado. Le dedica un poema que

desde la primera estrofa es como un oráculo. En las siguientes

aparecen consejos, felizmente escuchados por Morales,

para orientar su futura actividad creativa. ¡Cómo serían sus

conversaciones privadas! Véanse algunas estrofas:

¿Eres tú el venidero, magnífico profeta,

de Dios galardonado con inmarchitas palmas,

que en un alto cordaje de lírico poeta

cante de todo un siglo las luchas y las almas?

…………….

Llora con los que sufren sin porvenir ni nombre;

lucha con los que gimen por alcanzar la palma,

que tú y todos los hombres parezcan un solo hombre,

que tú y todas las almas parezcan sólo un alma.

…………….

105

Retrato del poeta Tomás

Morales, 1919.

Tomás Gómez Bosch.

Goma bicromatada:

16,5 x 12 cm

(soporte primario);

27 x 20 cm

(soporte secundario).

Archivo-Biblioteca de la

Casa-Museo Tomás Morales.

Cabildo de Gran Canaria.

Canta el inmenso tráfago de los tronantes puertos,

las cajas como témpanos, las grúas resistentes,

los largos rompeolas cual brazos siempre abiertos

á donde llegan razas y pueblos diferentes.

…………….

Y si teniendo un arpa sublime y soberana

no cantas de los hombres la lucha sempiterna,

¡baje sobre tu pecho la execración humana!

¡Caiga sobre tu frente la maldición eterna!

Tomás Morales supo aprovechar el contenido del discurso

poético de su amigo Rueda y, en Los Poemas del Mar, el agradecimiento

convertido en poesía.

Agua y cielo, borrascas, muelles abarrotados…

Toda una recia vida procuré troquelar

para ti en estos bravos poemas, impregnados

con los acres olores de las brisas del mar.

Lo más importante es que su receptividad

le permitió evolucionar hacia un

Modernismo con características propias de

la región canaria. Elevó a categoría universal

aspectos cotidianos, locales, y riquezas materiales,

arquitectónicas, culturales, geográficas,

de sus amadas Islas Canarias.

Convencido de que está llamado a sentar

pautas en la lírica, Las Rosas de Hércules muestran

un modernista que busca la inspiración en

cualquier parte del planeta, funde su alma con

los humildes, refleja en sus poemas los horrores

de la guerra, reconoce que la modernidad,

con sus defectos y virtudes, llega a su isla por la

vía del mar y de sus hombres. Pero donde más

brilla es allí donde su alma puede fundirse con

el asunto que tratará en sus versos.

106

“El poeta futuro”

a Tomás Morales

por Salvador Rueda

[fragmento] y viñetas de

Néstor y Miguel Martín-

Fernández de la Torre en

Libros de autor o maquetas

artesanales de

Las Rosas de Hércules

de Tomás Morales, L. I

(1922), p. 15.

Archivo-Biblioteca de la

Casa-Museo Tomás Morales.

Cabildo de Gran Canaria.

Correspondió a Morales vivir en un momento crucial

de la historia: la Primera Guerra Mundial, la llegada de la

modernidad a la capital de su Gran Canaria, la introducción

en España de la estética modernista por Rubén Darío.

Como buen artista, ningún acontecimiento social importante

le es ajeno, por el contrario, le sirven de materia

prima para elaborar productos literarios cuyos mensajes

son crónicas para los lectores.

En un momento se dejó acariciar por los aires frescos

del Modernismo escapista rubendariano, pero supo rectificar

y encontrar inspiración para crear una poesía verdadera,

que resiste el paso del tiempo, en las cosas sencillas e

importantes de su entorno y del mundo.

Varios poemas suyos reflejan con belleza, los cambios

que se van operando en la capital a partir del momento en

que llega a Las Palmas la modernidad, tomados de la mano

el desarrollo material y la degradación moral.

Si se compara “Amor de ciudad grande”, de Martí,

cuyos fragmentos pueden leerse en el primer apartado de

este trabajo con “Calle de la Marina” poema-crónica, de

Morales, se verá que los problemas son los mismos y solo se

necesita sensibilidad y sentido de pertenencia a la tierra

donde se nació para encontrar motivo de inspiración y cantar

de forma hermosa, la fea realidad circundante. Ambos

poetas sienten miedo de lo que esos cambios traen aparejados

para la sociedad.

Véanse estrofas de “Calle de la Marina”:

Calle de horror. Impune encubridora

para todo lo infame o subrepticio,

por donde la miseria es corredora

y se amanceba el crimen con el vicio.

Tascas, burdeles, casas que previenen

con su aspecto soez. Toda la incuria

de los puertos de mar, en lo que tienen

de pendencia, de robo y de lujuria…

…………….

107

Y se ven desfilar torvas figuras,

con trazas de asesinos y ladrones,

que esquivan sus innobles cataduras

pegadas a los sucios paredones;

y nos miran con odio o menosprecio,

mientras nos brindan un carnal banquete,

vendedoras de amor a ínfimo precio,

enfermas bajo el vivo colorete…

La contingencia de un fortuito acaso

nos va invadiendo con espasmos ledos,

y nos acucia a aligerar el paso

el latir azuzante de los miedos

…………….

Donde, tal vez, por cosas de dinero,

tras el brutal ardor de una disputa,

enterró su cuchillo un marinero

en la garganta de una prostituta...

Tomás Morales escudriña las entrañas de esos cambios

y avizora el futuro. Hay zonas donde todavía se respira tranquilidad:

“El barrio de Vegueta”, “Estampa de la ciudad primitiva”,

las “Tiendecitas de turcos” que traen los productos

del Oriente. El ambiente contrasta con los horrores de la

“Calle de la Marina”. Va pulsando el acontecer cotidiano,

preámbulo de un futuro en el que regirá el dinero: “Canto

a la ciudad comercial”, los puertos y la ciudad abiertos a la

llegada del comercio con los ingleses, (y tal vez el turismo

del que ahora disfrutan las islas) y “La calle de Triana”,

donde el urbano estrépito domina/ y se traduce en industrioso

ardor / donde corre sin tasa la esterlina / y es el

english spoken de rigor.

Morales y Martí tienen muchas similitudes. Morales

amó y cantó no solo a Gran Canaria, amó el archipiélago

completo, y también a España. Martí amó a Cuba, a Latinoamérica,

a España y declaró: “Patria es humanidad”.

Pero hay una diferencia curiosa, ambos eran isleños cuyas

vidas transcurrieron, en algunas etapas, próximas al mar y via-

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jaron por barco desde la infancia. Aunque los dos aman la

naturaleza dan un trato muy diferente al mar en sus obras.

En sus inicios Tomás Morales canta al mar y a sus hombres.

En las primeras estrofas de “El mar es como un viejo”,

dedicado a Rubén Darío, en 1908, expresa:

El mar es como un viejo camarada de infancia,

á quien estoy unido con un salvaje amor;

yo respiré de niño su salobre fragancia,

y aún llevo en mis oídos su bárbaro fragor.

Yo amo a mi puerto en donde cien raros pabellones

desatan en el aire sus enseñas navieras,

y se juntan las parlas de todas las naciones

con la policromía de todas las banderas.

José Martí, que lo mismo encuentra motivos para

escribir un poema en una abeja que en un arroyo,

sorprende con su largo poema “Odio el mar”, y lo fundamenta

desde la primera hasta la última estrofa. He aquí

algunas estrofas:

ODIO EL MAR

Odio el mar, sólo hermoso cuando gime

del barco domador bajo la hendente

quilla, y como fantástico demonio,

de un manto negro colosal tapado,

encórvase a los vientos de la noche

ante el sublime vencedor que pasa:—

…………….

odio el mar: vasto y llano, igual y frío

no cual la selva hojosa echa sus ramas

como sus brazos, a apretar al triste

que herido viene de los hombres duros

y del bien de la vida desconfía,

buena es la tierra, la existencia es santa.

…………….

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Odio el mar, muerto enorme, triste muerto

de torpes y glotonas criaturas

odiosas habitado: se parecen...

…………….

Vilo, y lo dije: —algunos son cobardes,

y lo que ven y lo que sienten callan:

yo no: si hallo un infame al paso mío,

dígole en lengua clara: ahí va un infame,

y no, como hace el mar, escondo el pecho.

Odio el mar, que sin cólera soporta

sobre su lomo complaciente, el buque

que entre música y flor trae a un tirano.

Y en muchos de sus versos sencillos confiesa su preferencia

por el arroyo, ni siquiera se decanta por los ríos, que

llegan a ser caudalosos, navegables.

Con los pobres de la tierra

quiero yo mi suerte echar

el arroyo de la sierra

me complace más que el mar.

Tanto en Morales como en Martí hay un profundo vínculo

afectivo con el objeto cantado, ya sea el mar o el arroyo.

Como estamos llegando a los párrafos finales de este

modesto trabajo, permítasenos transcribir fragmentos de un

poema al mar y a un marinero, de Rubén Darío, publicado

en Prosas profanas, en 1896. El lector podrá hacer la comparación

del tratamiento a un mismo tema por los tres autores

modernistas. Obsérvese el título y el distanciamiento del

autor. Desde el punto de vista formal, es modernista, pero qué

diferente en cuanto a los sentimientos que trasmite. Es un

poema de tan trabajado en la forma, frío en el contenido.

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SINFONÍA EN GRIS MAYOR

El mar como un vasto cristal azogado,

refleja la lámina de un cielo de zinc;

lejanas bandadas de pájaros manchan

el fondo bruñido de pálido gris.

…………….

Y como cierre, estos versos.

La siesta del trópico. La vieja cigarra

ensaya su ronca guitarra senil,

y el grillo preludia un solo monótono

en la única cuerda que está en su violín.

Tres autores modernistas, bajo tres miradas diferentes,

consiguieron dotar a la literatura de habla hispana de

nuevo brillo, y sobre todo, demostrar, como Whitman, que

hay unidad en el aparente caos de la diversidad del mundo.

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