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Impresiones
apresuradas
de un reencuentro.
GONZALO REY LAMA.
Ex presidente de ACAMFE
Gonzalo Rey Lama.
Archivo fotográfico de la
Casa-Museo Tomás Morales.
Cabildo de Gran Canaria.
EN EL PRIMER ACTO DEL ENCUENTRO, en el Consello da
Cultura Galega, nuestro Presidente me dedicó unas palabras,
que agradezco de verdad, con las que (más o menos)
me llamaba “padre fundador” (?) y me aseguraba que
nunca me había ido de ACAMFE. Inmediatamente me vino
a la mente un verso de un poema de Rosalía de Castro, de
su libro Follas Novas:
Cando volver, se volvo, todo estará onde estaba.
(Cuando vuelva, si vuelvo, todo estará como estaba)
Por un momento quise pensar que así era, que todo estaba
en su sitio; pero al cabo de un rato, la realidad tangible,
contundente, me dijo que no era exactamente así; que de
los cinco auténticos padres fundadores de la asociación no
estaban en ACAMFE, en este momento, más que tres, ninguno
de ellos en la sala en que nos reuníamos; y que de los
protagonistas del momento auroral, luminoso, de ACAMFE
faltaban muchísimos: de los siete miembros de la comisión
gestora que sólo dos estábamos allí, y de las primeras casas
faltaban también algunas significativas; unos porque ya habían
abandonado la asociación, otros porque no se habían
acercado a Santiago.
Pero sí estaban en la sala algunos veteranos acamfianos,
quizá no muchos; pero fieles e incondicionales a la asociación;
y sí había caras nuevas de casas viejas y caras nuevas
de casas nuevas. Al día siguiente, la Asamblea de la asociación
se desarrollaba por caminos claramente reconocibles.
Por lo tanto, había cosas que no estaban y otras nuevas, ya
sea renovando o sustituyendo éstas a aquellas; lo cual significaba
que si bien no todo estaba donde solía, el escenario
permanecía y prometía un futuro.
Así las cosas el verso de Rosalía requería algún matiz
que saltara por encima de estos cambios advertidos: ¿está
ACAMFE donde estaba? No tengo suficientes elementos de
juicio para valorarlo, porque un día y medio de convivencia
no te deja más que indicios algo dispersos... En un
momento dado, ser testigo de honor convirtió mi presencia en
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ausencia y la melancolía penetró como una niebla en mi
corazón antes de ocuparse de su trabajo preferido, aristotélico,
de hacer renacer el espíritu, lo que me llevó a pensar
qué era la ACAMFE que uno vivió.
ACAMFE, en mi memoria, era, hace quince o diez años,
el espacio de una ilusión auroral, el tiempo de un crecimiento
personal y la frontera de una evangelización.
La ilusión era esa indesmallable que surge de la convicción
de que una idea es buena, que vale la pena esforzarse
en materializarla primero y en hacerla crecer después hasta
que pueda vivir ella sola su propia vida. Y esta ilusión nos
llevaba a la reflexión, interna o con ayudas exteriores, sobre
las esencias de las casas-museo, sobre la forma de lo que un
intelectual gallego llamaba apousentar as sombras (aposentar
las sombras) de nuestros autores en sus casas, sobre las relaciones
de la casa con el mundo alrededor, sobre la praxis
más terrenal.
El crecimiento personal, en sus dos ámbitos: profesional
e íntimo, era el resultado de la oportunidad de conocer
otros modos de gestionar las casas y fundaciones, discerniendo
cuáles incorporar a esa gestión y cómo hacerlo; era
la respuesta a la responsabilidad de pertenecer a la asociación,
que te exigía profundizar en el conocimiento de los
escritores y de su mundo. Estas facetas de enriquecimiento
llevaban consigo, como certificado de autenticidad, el placer
de la reunión más o menos improvisada, de la conversación
distendida, del debate creativo, del íntimo diálogo
con el autor a través de sus libros buscando en la palabra el
conocimiento, que diría José Ángel Valente.
La evangelización era la consecuencia de la situación vacilante
de una asociación primeriza que necesita darse a
conocer a la sociedad para poder crecer adecuadamente;
pero era también la oportunidad de dar a conocer a tu
autor, borrando las fronteras del desconocimiento o las
otras más sutiles y acaso más peligrosas del conocimiento
superficial y estereotipado.
Quizá fuera oportuno recuperar reflexiones que hoy se
nos presentan como nuevas y que para ACAMFE son ya
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veteranas. Quizá fuera oportuno pensar si esta ACAMFE
que yo recuerdo no sin emoción permanece o no. Aunque
quizá más oportuno sería discernir si aquella ACAMFE es
posible hoy o hay que acomodarla a las realidades más
perentorias. No lo sé; mi presencia-ausencia no me permite
decir más; pero si refugiarme en este poema que Luis
Cernuda dedicó a su casa:
un jardín secreto
donde crecen los sueños
y el que quiera encontrarse
que se busque a solas
en la soledad del desierto.
Todo esto se me iba agolpando en este día y medio de
convivencia acamfiana y ahora me apresuro a ponerlo en
limpio antes de que se pueda contaminar por un exceso de
racionalidad, disfrutando así de aquella bendita espontaneidad
que caracterizaba las convivencias de los años en
que criábamos a ACAMFE a nuestros pechos; cuando inventamos
la mística de las Casas-Museo.
Santiago de Compostela, 11 de octubre de 2012.